
Prefacio
Regulus murió en un atardecer de 1979. Fue tomado por los 𝘪𝘯𝘧𝘦𝘳𝘪 para nunca volver a ser soltado.
Ese mismo día, Pandora encontró a su nuevo hermano Reagan.
Reagan tenía una cabellera tan rubia, casi igual que su hermana, algunos rizos traviesos decoraban su frente, a pesar de lucir desordenado, el aire que emanaba era elegante y pulcro, como el de un príncipe. El grisáceo de sus ojos lo hacía parecer ciego, sus pestañas largas cubría un poco los iris, sin embargo, su visión no se captaba obstaculizada.
¿Su historia? Un misterio. Uno del cual no se habló, uno que no era relevante para el amor que Pandora le transmite día tras día a partir de su llegada.
Nadie requería su historial, él no fue presentado como un número inédito para los magos y brujas de la sociedad que metían la nariz en asuntos personales ante la llegada de su hermano después de tantos años.
Las preguntas y rumores encabezaron el círculo social de la rubia, ella sólo habló una vez al respecto, aclarando que su hermano no era un tema de conversación para aquellos que solo manchan su nombre.
Y en silencio, Pandora juró al aire que nadie dañaría a su querido hermano nuevamente.
Ella lo protegería, lo haría como no lo hizo con Regulus.
Una lágrima pactó esa promesa, las estrellas y el viento frío fueron testigos de aquel acuerdo silencioso.
Porqué Pandora sabía que Regulus, ahora Reagan, no merecía todo lo que sufrió, solo era un niño. Un niño al cual le prohibieron la libertad.
Cuando Regulus murió, sus amigos no le lloraron, su hermano no preguntó por él, el novio de su hermano tampoco lo hizo, no tenía sentido, ¿verdad? Y el amor de su vida encontró a su propio amor de su vida, olvidándose por completo de su inexistente vida.
Poco después, su amor se casó y su conyugal engendró a un pequeño Potter. Fueron la familia perfecta.
Familia que perteneció a Regulus primero, aunque eso ya no importaba, porque ya no era suya, nunca lo fue en realidad. No tuvo una familia perfecta donde su hermano lo protegía y amaba, donde al amor que le juró y susurró promesas llenas de cariño y felicidad le regresaba aquel mismo sentimiento. No, no tuvo una familia perfecta porque esas muestras de amor y protección venían con una fecha de caducidad con maldiciones y arrepentimientos incluidos.
Regulus se dio cuenta de eso con retraso, cuando las heridas ya eran profundas y la contaminación lo destruyó. La calidez de la familia perfecta lo cegó y le hizo pensar que podía quedarse.
Sin embargo, Reagan obtuvo a su familia perfecta; una hermosa hermana, su cuñado, Xenophilius y por supuesto, sus viejos amigos. Esa era su familia, una familia extraña, pero suya al final. Una familia perfecta que no expiró por falta de amor, sino una que se vio obligada a terminar muy pronto.
En febrero de 1981 nació su pequeña sobrina, Luna-Luna, casi idéntica a su mamá si no fuera por la nariz que heredó de su padre.
Una niña hermosa que alegró con su bienvenida la oscuridad que la guerra traía consigo.
Los primeros pasos de Luna fueron en octubre de ese mismo año. Sus pasos eran tentados y sin equilibrio, aún no caminaba sin tener que sostenerse de las cosas a su alrededor, un excelente avance para su edad.
𝘌𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘯𝘪ñ𝘢 𝘮𝘶𝘺 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘭𝘪𝘨𝘦𝘯𝘵𝘦, siempre les decía a los padres de esta, quienes siempre concordaban con orgullo mientras sonreían con el alma al tratarse de su hija.
El 31 de octubre de 1981 despertó gritando de una pesadilla. Una terrible y jodida pesadilla. Los sueños horribles no habían aparecido durante algunas semanas, no le importaba, siempre las tenía cuando su hogar era la Mansión Black, se adaptó a esos sueños de angustia. Sin embargo, esa noche temió volver a cerrar los ojos, le aterró hacerlo. Así recibió el amanecer; leyendo uno de sus libros favoritos que le fue regalado por alguien de sonrisa deslumbrante, tratando de disipar el recuerdo de aquella intratable pesadilla.
Noviembre llegó y el sol dejó de salir. Los atardeceres se volvieron solitarios, las tardes sombrías y las noches frías.
James y Lily Potter habían muerto a mano del mortifago en cubierto, Sirius Black, decía el titular del Profeta, 𝘵𝘳𝘦𝘴 𝘮𝘶𝘦𝘳𝘵𝘦 𝘮á𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘤𝘰𝘣𝘳𝘢 𝘭𝘢 𝘨𝘶𝘦𝘳𝘳𝘢. Peter Pettigrew también murió aquella noche tratando de vengarse por la muerte de sus amigos, lo único que quedó de él fue un dedo. Sirius Black fue a Azkaban por los agravios cometidos.
Y Regulus quería revivir, quería nadar a la superficie, quería ver a su hermano. Regulus sabía que su hermano no era capaz de cometer ese semejante delito, porque Sirius lo había abandonado por James, su verdadero hermano, 𝘦𝘭 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘰 𝘭𝘰 𝘨𝘳𝘪𝘵ó ante todo Hogwarts.
Regulus 𝘕𝘖 era hermano de Sirius, por eso Sirius Black lo lastimó.
James 𝘚𝘐 era hermano de Sirius, la traición no existía entre ellos.
No podía.
𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊, 𝙉𝙊.
Regulus estuvo a punto de volver a salir a la superficie del agua, podía sentir el aire más cerca. Casi lo logra. 𝘊𝘢𝘴𝘪.
Pandora sujeto a Reagan, ella era su ancla.
Entonces Regulus lloró, pero no salió del agua.
Reagan no lloró por la muerte de unos desconocidos, siguió con su vida.
Tres años después, cuando Luna estaba por cumplir los cuatro años, Pandora murió.
Se encontraba en el estudio cuando sucedió. Trabajando en un hechizo a petición del ministerio, "𝘦𝘴 𝘶𝘯 𝘣𝘶𝘦𝘯 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘰" le dijo en algún momento a su esposo y hermano, "𝘱𝘶𝘦𝘥𝘰 𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘳 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘦𝘭 𝘦𝘴𝘵𝘶𝘥𝘪𝘰 𝘺 𝘴𝘢𝘭𝘪𝘳 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘮𝘦 𝘢𝘣𝘶𝘳𝘳𝘢 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮𝘰𝘭𝘦𝘴𝘵𝘢𝘳 𝘢 𝘓𝘶𝘯𝘢-𝘓𝘶𝘯𝘢" ella sonrió maravillada con su grandiosa táctica.
Por supuesto era la única que podía sonreír de aquella manera, tan ligera y hermosa.
La vida de Pandora se apagó enfrente de su hija y hermano. Los llevó al laboratorio con la excusa de solo ir a recoger unos papeles, sin embargo, también le enseñó a sus familiares el avance que consiguió, "𝘌𝘴 𝘥𝘪𝘧í𝘤𝘪𝘭, 𝘯𝘰 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦. 𝘓𝘰 𝘭𝘰𝘨𝘳𝘢𝘳é 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘰." explicó cuando sus ojeras se volvieron notorias. Los días sin descansar le hicieron cometer un error llevando el rebote del hechizo hacia su propio pecho.
Para Regulus fue la segunda vez que alguien a quien amo murió.
Reagan sostuvo a Luna con fuerza entre sus brazos, y salió del estudio sin mirar a su pequeña hermanita sin vida. No tenía valor. No era fuerte para mirar y no desvanecerse. Lo siento.
Llamó a Xenophilius, el respondió y apareció con una sonrisa típica de él, que fue borrada al ver el shock de su cuñado. Cualquier emoción fue sustituida por una mueca de dolor contenido para no asustar a la pequeña rubia al escuchar el terrible accidente. Corrió. Corrió al cuarto donde el cuerpo del amor de su vida se hallaba.
Desde ese día Luna puede ver a los Thestrals.
Pandora murió y su familia perfecta lloró su pérdida.
En su funeral nadie fue de negro, "𝘢 𝘗𝘢𝘯𝘴 𝘯𝘰 𝘭𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢𝘳í𝘢 𝘦𝘴𝘰." así que Barty llegó con atuendos de distintos colores llamativos.
𝘕𝘢𝘥𝘪𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘷𝘰𝘭𝘷𝘦𝘳í𝘢 𝘢 𝘶𝘴𝘢𝘳.
Dos años después, Luna cumplió seis años y Xenophilius siguió a Pandora.
Reagan se volvió tutor y padre de la pequeña Luna-Luna.
Y con ayuda de sus amigos, volvieron a formar esa familia perfecta que ya había sufrido dos grandes pérdidas. Nunca sería lo mismo, no obstante, se hicieron más fuertes para proteger y luchar por la niña rubia de ojos grises que vio demasiado a una corta edad.
☆
1992, 𝙊𝙩𝙩𝙚𝙧𝙮 𝙎𝙩. 𝘾𝙖𝙩𝙘𝙝𝙥𝙤𝙡𝙚, 𝘿𝙚𝙫𝙤𝙣, 𝙄𝙣𝙜𝙡𝙖𝙩𝙚𝙧𝙧𝙖.
El hogar de los Lovegood se iluminó nuevamente después de años de abandono en la oscuridad.
La muerte de los adultos Lovegood llevó a Reagan dejar el sitio. Los recuerdos eran palpitantes y dolorosos. Así que tomó sus cosas y las de su hija, abandonando la vieja casa sin mirar atrás.
Seis años después, los Lovegood vuelven a instalarse en aquel lugar, sin que los recuerdos los consuman ni el dolor los inunde. Sólo hay silencio, polvo y algunos insectos.
Su regreso es causado por la carta de Hogwarts. Luna había recibido su carta en el almuerzo. La euforia de la pequeña fue contagiosa y Regulus le terminó contando sus pequeñas aventuras vivaces que vivió en su primer año en el colegio de magia y hechicería.
Los recuerdos despreocupados y 𝘱𝘭𝘢𝘵𝘦𝘢𝘥𝘰𝘴 son, sin duda, limitados. Las risas de su vida pasada fueron momentáneas y arrebatadas sin autorización por personas que 𝘺𝘢 𝘯𝘪 𝘳𝘦𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘢. Las memorias felices del pasado son cuentos para dormir; a Luna le gustan.
Regulus nunca habló de la oscuridad, ni en la manera en que lo destruyeron, no. Su hija solo merecía cuentos místicos con finales felices.
Por eso cuando la pequeña rubia le pidió un reencuentro de su vida estudiantil, él sonrió y exageró en cómo un día de entrenamiento de quidditch se convirtió en una persecución dentro del castillo.
"¿Luna-Luna ya empacó su baúl?" Las cajas de la mudanza iban y venían por el aire. Regulus brincó a su hija tirada en medio de la sala mientras dirigía dos espejos hacia una pared.
"Aún no, papá." Rodó de espaldas, negándose a levantarse "Falta una semana para ir a tomar el tren de Hogwarts."
Ese era el problema. Llegaron a Gran Bretaña dos semanas atrás, Luna se encontraba emocionada por el nuevo ambiente. La primera semana arreglaron el jardín; a la pequeña le resulta fascinante la naturaleza.
Regulus y ella lucharon para que el jardín quedara presentable; estructural para los animales fantásticos que llegaran a visitarlos, la niña le explicó brindando instrucciones con algunos hechizos que ella no lograba lanzar.
Terminaron de arreglar el ahora, hermoso jardín y el interior de su hogar seguía siendo un desastre total.
La segunda semana, Regulus llevó a Luna a dar unas vueltas por Londres muggle, paseando en el camión rojo, como la rubia lo llamó, y después al Callejón Diagon visitando tiendas; rememorando los antiguos pasos del pasado, y a otras solo para comprar materiales escolares que Luna-Luna necesitaría.
Su última semana dio inicio, el tiempo de partida se encontraba a la vuelta de la esquina, los nervios no entraron en el cuerpo de su hija, la emoción trascendió a un tic de inquietud.
"No estas emocionada." Dijo mirando a su hija, dándole toda su atención.
Luna dejó de rodar, el ambiente entorno la tensión en la niña. Regulus espero, su hija era su libro abierto, entendía cada detalle de ella, incluso aquellos imperceptibles.
Los cambios de humor drásticos sin detonantes no eran una asociación común de Luna, su carácter es bonancible e impasible. El menor de los Black la amaba demasiado por eso, pues él fue, prácticamente un padre primerizo en una de las etapas más rebeldes de un niño, según los libros informativos.
Los libros sobre "cómo educar a un niño de 4-10 años" llenaron las estanterías de Regulus.
No mentiría, eran una buena base, sin embargo, no todos los niños reaccionan de manera similar, y se dio cuenta a la mala, cuando Luna-Luna comenzó a buscar animales fantásticos de los cuales jamás en su vida había leído, pero Luna los conocía, ella habló de ellos con un conocimiento práctico, inusual e interminable. Los detalles con los que describia aquellos seres eran, sin duda, pormenorizados.
En el libro decía que los amigos imaginarios se manifiestan en los primeros años de vida, entre los 2 y 4, Luna había pasado esa edad sin ellos.
El libro, asimismo, no desarrollaba correctamente la magia accidental en menores. ¿Cómo podría "Omitir las emociones fuertes" de un niño solo para evitar contingencias mágicas? Son niños, todas sus emociones son fuertes y explosivas como una 𝘗𝘶𝘧𝘧𝘢𝘱𝘰𝘥.
Así que, un día se deshizo de los libros de desarrollo de la niñez y volvió a sus antiguas lecturas.
Su hija no se reseñaba en un libro común para gente común. Su hija es su propio libro privativo que las personas indoctas ignoran porque están acostumbradas a lo universal.
"No quiero dejarte, papá." Explicó tratando de ocultar el fino temblor en sus palabras. 𝘛𝘢𝘯 𝘷𝘢𝘭𝘪𝘦𝘯𝘵𝘦.
Eso es lo maravilloso de la pequeña Luna, manifiesta sus malestares tarde o temprano, buscando que su padre le ayude a dejar de sentirse así cuando las emociones son demasiado fuertes.
Regulus es un poco inexperto descubriendo emociones ajenas, sabe leer las de su hija, sin embargo, en muchas ocasiones no sabe cómo abordarlas, espera, Luna-Luna entiende cuando es el momento correcto de hablar, solo debe de tener paciencia.
"No lo harás mi querida Lu, todas las noches te veré. Y todas las noches podrás verme si buscas 𝘭𝘢 𝘦𝘴𝘵𝘳𝘦𝘭𝘭𝘢 𝘮á𝘴 𝘣𝘳𝘪𝘭𝘭𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘓𝘦𝘰."
"¿Y si un día no te encuentro en Leo?" Preguntó con cierta desesperación, el miedo se hizo notorio al temblor de las ventanas. 𝘔𝘢𝘨𝘪𝘢 𝘢𝘤𝘤𝘪𝘥𝘦𝘯𝘵𝘢𝘭. Aún trabajando en ella.
Reagan se hincó a la altura de su hija, sosteniéndola en un fuerte abrazo para tranquilizarla. El contacto físico era esencial en la vida de la pequeña. "𝘐𝘨𝘶𝘢𝘭 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘶 𝘮𝘢𝘥𝘳𝘦". Reagan con el tiempo comenzó acostumbrarse al cariño cálido que su pequeña exigía.
"Busca a 𝘊𝘢𝘯𝘪𝘴 𝘔𝘢𝘪𝘰𝘳" Dijo acariciando su nuca, su voz salía ligera "La estrella más brillante es comparable, 𝘴𝘰𝘭𝘰 𝘶𝘯 𝘱𝘰𝘤𝘰 a la estrella Regulus, podrás localizarla con facilidad porque-"
"¿Por qué es hermosa?"
"¿𝘏𝘦𝘳𝘮𝘰𝘴𝘢?" Resopló sorprendido, burlándose un poco "¿Más hermosa que la estrella brillante de Leo?"
Luna pensó, realmente busco en su mente la respuesta para la pregunta dicha.
"Creo que Regulus es 𝘣𝘦𝘢𝘶"
Regulus soltó una carcajada, el sonido fue amortiguado por la larga cabellera rubia de la niña. Luna sonrió con él, hacer reír a su padre era la parte favorita de su día.
"Nada de francés en Hogwarts al menos que alguien te hable en él, Lu." Beso cuidadosamente la sien de la menor, alejándose al sentir que Luna aceptaba la petición.
Criarla en la capital de Francia, cerca de una gran comunidad mágica le trajo dudas primero. El señor oscuro fue derrotado, pero algunos mortifagos seguían afuera, él era uno, nunca deseó serlo, odiaba en lo que se convirtió tras recibirla, sin embargo, 𝘶𝘯𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘮𝘰𝘳𝘵𝘪𝘧𝘢𝘨𝘰 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘮𝘰𝘳𝘵𝘪𝘧𝘢𝘨𝘰.
Los mortifagos sueltos vagaban por todos lados; si lo reconocían le traerían problemas. Tal vez solo estaba siendo paranoico, no quería que le ocurriera algo a su hija.
Luna recibió París como un paraíso. Adoro la vista y trato con cariño a lo desconocido.
Y así se asentaron en la ciudad del amor.
La rubia aprendió con rapidez a hablar el idioma, volviéndose su favorito. Le gusta como las palabras salen de su boca, las onomatopeyas son una de las cosas que disfruta del idioma.
☆
"Barty vendrá a recogerte a las diez para llevarte a comprar al Callejón Diagon." Estiró su brazo tomando con cuidado la taza de té.
Esa mañana terminaría de embotellar la reserva de una poción en la que había estado trabajando. Trasladar sus materiales del laboratorio en París a su nuevo hogar le tomó tres días, pues muchos de los ingredientes eran sumamente delicados y caros, no podría permitirse dañar materiales de alta calidad por ímpetu.
Es por eso que le pido a su amigo que llevara a su hija a recoger sus túnicas y unos libros faltantes que no estaban en stock cuando los buscaron por primera vez.
"No utilices al tío Barty para conseguir cosas que no tienes permitido. Sabes que tiene debilidad contigo y no puede decirte que no."
"Si, papá." habló metiendo un pedazo enorme de tarta de manzana a su boca.
Reagan miró su acción frunciendo el ceño, su hija tomó sus palabras con mucha tranquilidad y con una total falta de modales en la mesa.
Su vista no se despegó de la rubia durante unos largos segundos, dándole un sorbo a su té con delicadeza.
"Nada de cuernos de 𝘴𝘯𝘰𝘳𝘬𝘢𝘤𝘬." declaró ignorando el resoplido en protesta de su hija que se convirtió en un puchero desanimado. "Muy bien. Esperemos a Barty. "
☆
Barty llegó, como siempre, tarde y sonriendo. Besando las mejillas de Luna, regañándola por crecer muy rápido, ahogandola en un fuerte abrazo, y como toque final obsequiandole una pulsera por ser tan linda.
Después de ese recibimiento extravagantemente caluroso para la pequeña Luna, fue el turno de Reagan, unas fuertes manos se posaron en su cintura haciendo una leve presión, el rubio le dio un manotazo a cada una, tratando de soltarse, sin embargo, solo logró que Barty soltara una risita y le besara una mejilla.
Este era el mismo trató que Barty le entregaba cada vez que se encontraban.
Luna reía también, su padre hacía gestos graciosos.
Su entrecejo se hundió con suficiente fuerza, antes de que pudiera replicar Regulus recibió un bolso, su rostro cambió confuso.
Barty solo le dio un leve asentimiento, explicándole todo con aquel gesto.
Regulus suspiró. "Una mascota Luna-Luna." Apuntó al hombre advirtiéndole: "Y solo las que estén permitidas."
Ambas partes le dieron la razón tarareando. Reagan los siguió hasta la chimenea, los despediría ahí.
Espero a que el pelinegro tomará los polvo flu para volverle a recordar con seriedad "Crouch, no lleves a mi hija a buscar animales que 𝘵𝘶 𝘯𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦𝘴 𝘷𝘦𝘳."
Por la sonrisa ladina que percibió, no le gustaría la réplica que le darían.
"Oh, 𝘙𝘦𝘨𝘨𝘪𝘦, ¡ya estamos en camino a buscar 𝘵𝘰𝘳𝘱𝘰𝘴𝘰𝘱𝘭𝘰𝘴!"
Le lanzó una sonrisa cómplice a su hija, antes de tirar los polvos flu y desaparecer por la chimenea en el fuego verde.
"¡𝘈𝘥𝘪ó𝘴, 𝘱𝘢𝘱á!" gritó entusiasmada siguiendo a su tío.
Resopló rendido, sonriendo al recuerdo reciente de su hija y amigo.
Ser llamado papá por Luna resultó inesperado e inapropiado al inicio.
Porque estaba usurpando el lugar que alguna vez estuvo ocupado por alguien lo suficientemente bueno para merecer ser llamado papá.
Él no lo era. Él no podría ser padre. 𝘙𝘦𝘨𝘶𝘭𝘶𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘳𝘰𝘵𝘰. Y él mismo lo sabía. No era adecuado.
Pero Luna lo hizo su papá sin importarle eso.
Luna tuvo una mamá y un papá que la amaron mucho. Ahora tiene otro papá que la ama por todas las estrellas del cielo.
Luna lo sabe. Luna es inteligente y sabe que sus padres murieron y que Regulus no es su padre biológico.
Pero Luna lo sigue llamando papá.
Regulus se convirtió en su papá cuando ella cumplió los ocho años y entendió que él no la dejaría.
El tiempo transcurrió con rapidez, su hija pronto lo dejaría.
Observó el bolso en su mano. El día sería largo.
☆
La Estación de 𝘒𝘪𝘯𝘨'𝘴 𝘊𝘳𝘰𝘴𝘴 no había cambiado, se dio cuenta Regulus.
El aden 9¾ lucía exactamente igual, sin parecer que los años transcurrieron, como si el tiempo se detuviera en aquella plataforma; la misma vieja máquina de vapor escarlata, el reloj situado de forma similar desde hace más de diecinueve años, el olor del humo invadió sus pulmones como la primera vez, los estudiantes y familiares se reúnen de la misma manera, era como volver a su primer año.
Todo era casi igual pero tan diferente a la vez, su hermano no estaba revoloteando alrededor de sus amigos de casa, esos tres chicos que su hermano adoraba. Sus padres tampoco estaban vivos. Él ya no era ese niño.
No, no era parecido, 𝘫𝘢𝘮á𝘴 𝘭𝘰 𝘴𝘦𝘳í𝘢.
Sujetó la mano de Luna, subiría al vagón en tan solo unos minutos, no la vería hasta dentro de cuatro largos meses.
Su pecho se apretó, estaría tan lejos de su hija por primera vez. ¿Cómo es que vivirá sin su pequeña? ¿Sus compañeros la escucharan cuando hable de sus fantasías? Los niños suelen ser crueles si no encajas en sus estándares, ¿Luna encargaría? No, ella no lo haría. Sus ojos picaron. Quería protegerla de todo, de todos.
"Papá" Luna le devolvió el apretón de manos, sonriéndole ampliamente "Clasificare en Revanclenw" le dijo.
Esa confirmación lo tranquilizó.
Había olvidado que Luna era hija de Pandora, esa valiente y soñadora chica que siempre se preparaba para los eventos menos posibles. Luna lo haría bien.
"Entonces estarás en la misma casa de tus padres. Ellos estarían orgullosos, al igual que yo." Alboroto el cabello de su hija, desordenadolo.
El sonido de fondo por un instante dejó de serlo cuando escucho una risa suave y elegante, una que reconocería a distancia con tantos años carentes de oírla. Se resistió en alzar la mirada al lugar, sin embargo, volvió a escuchar ese mismo timbre, ahora con una voz más aniñada. Regulus siguió el sonido, tres cabezas rubias resaltaron en su visión. El pequeño, tal vez de la edad de Luna, se quejaba con su padre, no de manera altanera, más bien por lo bajo, parecía como si estuviera recitando una carta formal, su padre trataba de no rodar los ojos a causa de la exasperación que su hijo le estaba proporcionado. La madre, ella tenía los ojos fijos en los dos, distante a simple vista, pero sus ojos contenían un cariño y amor infinito por las dos personas al frente. Su postura alejada se vio destruida por la diminuta sonrisa que su hijo logró sacarle, oyendo de nuevamente esa melodía educada. Narcissa apagó el sonido de golpe, volviéndose en dirección a él, mirándolo con expresión fría.
Reagan bajó su rostro, otorgándole una nueva sonrisa a su hija y despeinado nuevamente su cabello, ignorando lo sucedido, no tenía tiempo para eso.
Luna no se quejó por arruinar su peinado impecable "O tal vez lo haga en Slytherin." Argumentó emocionada.
Regulus la apretó en un fuerte abrazo, amaba con todo su corazón a su pequeña rubia.
"Mi casa." Susurró presuntuoso, obligando a Luna alejarse lo suficiente para mirarla a los ojos "Entré serpientes nos cuidamos. Recuérdalo, Lu."
Luna le sonrió tarareando en acuerdo. El momento padre-hija se vio opacado por el silbato del tren, pronto daría marcha.
Regulus la atrajo de nuevo hacia él, como el último abrazo que se darían.
"Hufflepuff también es una opción." musito en brazos de su padre, quien siguió acariciándole el cabello.
"Tendrás amistades leales." opinó distraído por el siguiente adiós, anhelo por un instante usurpar el lugar de 𝘔𝘰𝘯𝘴𝘪𝘦𝘶𝘳, el gato negro que acompañaría de su hija en su estadía en Hogwarts. Sabía que sus pensamientos eran infantiles pero aún así lo consideraba una forma viable. Exhalo. "Te diré un secreto, los tejones son despiadados, cuídate de ellos, nunca los hagas enojar."
Esa respuesta hizo reír a Luna, aún con la melodía vibrante de su risa, estuvo de acuerdo "Jamás lo haré." Aferrando sus brazos con fuerza alrededor de su padre. Reagan no era el único que temía. "Gryffindo-"
"𝘖𝘩, 𝘓𝘶𝘯𝘢-𝘓𝘶𝘯𝘢," su voz salió en protesta "no seas un Gryffindor, quedras nimiedades Gryffindescas y no estoy pagando eso." Negó con rotunda aceptación, agregando en tono lastimero "Y el jodido de Crouch se burlara."
"𝘗𝘢𝘱á" reprochó.
"Vocabulario. Si." Emitió una fuerte respiración, como si le doliera lo que estaría a punto de decir "𝘌𝘴𝘵𝘢 𝘣𝘪𝘦𝘯, Luna-Luna, seguiré siendo tu papá aún si quedas con los leonés impulsivos."
Su hija rodó los ojos por el dramatismo de su padre.
Lo ama, le gusta cuando su padre es así, cuando es él. Así que ella deja que se queje todo lo que quiera, siempre lo escucharía, porque sabe que su padre no tiene muchos amigos, si su tío Barty no estuviera molestando a su padre todo el tiempo, ella no podría dejarlo, nadie merece ser alguien solitario.
"Aunque podría quedar en Ravenclaw."
𝘈𝘲𝘶í 𝘷𝘢𝘮𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘯𝘶𝘦𝘷𝘰.
☆
Un nuevo silbido llamó la atención de los últimos estudiantes, Luna seguía a un lado de su padre.
"Pequeña Lu." La rubia se giró, enterrando su rostro en el pecho de su padre. "Estaré esperando tu carta en casa" aseguró.
“Escribiré mucho." le dijo cuando se separó de la calidez de su padre. Mantenía una sonrisa, se volvió melancólica, pero seguía ahí.
"No gastes demasiado pergamino." Regañó, sonriéndole de vuelta "Te veré para navidad." Un último abrazo y un secreto que Luna atesoraba por las "Todos disponemos de cavidad en cada casa, una se distingue entre las demás, el sombrero lo sabe, ahí es donde te enviará, sacará tu mayor potencia. No lo olvides Luna-Luna."
Regulus se despidió y Luna Lovegood se dirigió a la puerta del Expreso de Hogwarts por primera vez.
Por la mañana, Regulus recibió una carta de Luna, había clasificado en Slytherin.
Y parecía que tendría problemas con los 𝘕𝘢𝘳𝘨𝘭𝘦𝘴.