
CAPÍTULO 4
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CAPÍTULO 4
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A los veintiséis años, Harry se convirtió en el Jefe de División de los Aurores más joven desde el siglo XVIII.
Salió de la oficina esa noche sintiéndose extrañamente en blanco. No se Apareció en casa. Simplemente salió del Londres Mágico hacia el Londres muggle, dejando que sus pies lo guiaran. Su mente estaba vacía.
No había nadie con quien celebrar. Vería a Ron y Hermione el martes de bagels. Él les diría entonces. En cualquier caso, no serían tan felices. Ambos habían desarrollado el desconcertante hábito de volverse cautelosos cuando Harry mencionaba el trabajo, porque no querían volver a pelear con él al respecto.
Se subió al metro. Se bajó del metro. Caminó por un parque. Se subió a un autobús. Caminó un poco más.
—El show comenzara en diez minutos —dijo un joven ansioso con la cara llena de maquillaje, presionando un volante en las manos de Harry. Harry asintió al chico lo condujo a un club nocturno, un club nocturno gay, supuso Harry, a juzgar por la clientela. El chico señalo unas escaleras. ¿Era un club de strippers? ¿Era uno de strippers gay?
De hecho, resultó ser uno de strippers gay. Era un espectáculo burlesque. Harry se sentó en la parte de atrás. Nunca antes había visto burlesque, pero tenía la sensación de que este espectáculo en particular no era presentado como cualquier otro arte. Era salvaje. Salió una mujer disfrazada de cisne y se arrancó todas las plumas con la boca. Un bailarín con fuego quemó su disfraz de papel mientras aún estaba en su cuerpo. Un acto parecía ser una serie de bromas internas en un club nocturno que todos entendían en la sala abarrotada, pero que no tenían ningún sentido para Harry.
Estaba oscuro y Harry se sentía agradablemente anónimo.
—Jóvenes y no jóvenes —dijo el presentador, que había encontrado formas diferentes e ingeniosas de evitar decir “Damas y caballeros” cada vez que subían al escenario— ¡Ahora les presento, nuestro acto principal, la sublime, la sensual, Bellatrix Lestrange!
La multitud estalló en vítores.
Harry había oído mal. Estaba seguro que había oído mal.
Un zumbido de anticipación se había apoderado de la multitud, diferente de cómo había sido antes de cualquier otro acto. El humo salió en espiral hacia el escenario. Una música espeluznante y de otro mundo comenzó a sonar y se formó una nube de seda negra.
La seda negra era fina y suavemente ondulada. A Harry le recordó terriblemente a los Dementores, particularmente cuando se hizo evidente que había una persona debajo, y que estaba tratando de liberarse, con movimientos impredecibles, como los de un pez. Todo parecía como si estuviera ocurriendo bajo el agua, y cuanto más luchaba por escapar la criatura debajo de la seda, más clara se volvía su forma. Era alguien, parecía tener dedos largos y sin articulaciones, de medio pie cada uno, y era suprema e indescriptiblemente fluido.
La música aumento, y de repente; uno de esos largos dedos como cuchillos rasgó su camino a través de la seda. El desgarro se ensanchó, aparecieron más y más dedos, y Harry se dio cuenta de que en realidad eran cuchillos, cuchillos largos y delgados que de alguna manera habían estado unidos a suaves guantes grises, y luego la criatura se liberó de la seda.
Harry se dio cuenta de tres cosas, mientras la tela acuosa se acumulaba en el suelo en pliegues oscuros:
- Draco Malfoy ahora era un bailarín de burlesque.
- Draco Malfoy era la persona más asombrosamente atractiva que Harry había visto en su vida, y…
- Draco Malfoy ya no ocultaba sus cicatrices.
De hecho, los había enfatizado. Se había tallado la cara con maquillaje excesivamente femenino y se había remarcado las cicatrices con labial rojo en el rostro. Llevaba un traje que se parecía más a una armadura que a otra cosa, o piel; parecía ser parte de él. Le hacía parecer aún más esbelto y fantástico que a los dieciocho años, cuando tomaba MDMA en la fiesta en la casa ancestral de Zacharias Smith.
La música cambió, volviéndose rápida y ansiosa. Draco arrastró las puntas de los dedos de sus cuchillos sobre los trazos de labial en su rostro y comenzaron a gotear, era una pieza de magia inteligente y sutil.
Bailaba como si fuera una criatura de otro planeta. La multitud estaba hechizada, cautivada. Harry tenía la sensación de que Draco podría matarlos a todos simplemente si continuaba bailando hasta que murieran de hambre.
Draco se arrancó el disfraz como un dragón rascándose la piel. Para cuando estuvo casi desnudo, no parecía que hubiera revelado su cuerpo, sino que lo que se desprendió, desenterró algo vulnerable y privado debajo; algo más tierno que los músculos y la piel.
Remarco con los cuchillos las horribles cicatrices en su pecho, sobre su Marca Tenebrosa, sobre las cicatrices en su cuello, en su rostro. Se cortó el tocado. Su cabello plateado caía suelto hasta la cintura, y era la persona más extraña y hermosa que Harry había visto jamás, completamente desconcertante, imposible de entender o darle sentido. Un foco cegador cayó sobre Draco mientras cortaba los últimos restos del disfraz. Se giro bruscamente hacia atrás antes de que alguien pudiera verlo completamente desnudo. El escenario se volvió abruptamente negro, la música terminó y la multitud rugió su aprobación.
La mayoría de la gente se había ido, pero Draco aún no había salido. Harry vio a la mujer que había hecho la rutina del cisne hablando con el barman.
—Disculpe —dijo— ¿Sabes dónde puedo encontrar a Draco?
La mujer sonrió ampliamente.
—¿Eres un amigo?
—Si —dijo Harry, sin dudarlo.
—¡Eso es maravilloso! Soy Úrsula. Nunca invita a sus amigos. Estará tan complacido. Está en el vestuario, te lo mostraré.
El camerino estaba inundado de tetas. Harry apartó la mirada de un formidable par de pechos solo para quedar cegado por otro.
—¡Draco! —dijo Úrsula— ¡Tu amigo estaba dando vueltas afuera esperándote!
—No tengo amigos —dijo la inconfundiblemente arrastrada voz de Draco. Harry había olvidado lo elegante que era— Tengo acólitos.
Entonces Draco estaba parado frente a él, y todo lo que Harry pudo hacer fue sonreír como si hubiera sido invitado y decir:
—Hola.
—¿Harry?
Draco aún estaba maquillado, incluidas las cicatrices de labial, pero ahora vestía un vestido verde largo hasta el suelo, bordado con dragones. Sus mangas se arrastraban hasta el suelo. Parecía una mujer hermosa en su tocador, un rey excéntrico en bata. El efecto era confuso y sexual.
—Buen espectáculo —dijo Harry.
—¿Lo viste?
—Acabo de entrar. Un mundo pequeño.
—¡Ven a Mars con nosotros! —dijo Úrsula.
—¿Disculpa?
—Es un restaurante nocturno tolerante —dijo Draco.
—Si, ven —dijo el bailarín de fuego, y algunas otras personas desnudas que llamaban la atención y estuvieron de acuerdo. Draco se quedó en silencio.
—¿Te importa? —Harry le preguntó a Draco.
—Haz lo que quieras —dijo Draco.
Así que Harry fue a Mars con una multitud de bailarines burlesque y Draco Malfoy vestido de mujer.
Draco se sentó unos asientos por debajo de él. Sus enormes pestañas postizas revoloteaban recatadamente mientras sonreía a su comida. No habló mucho. Harry tampoco.
—¿Cómo conoces a Draco? —preguntó Úrsula.
—De la escuela —dijo Harry.
—¡Aww, solo de imaginar al bebé Draco!
Harry no supo cómo responder a eso, así que sonrió torpemente y se comió una papa.
—¿Alguna vez mencionó… cómo consiguió sus…? —preguntó más tarde, señalando su propio rostro para señalar las cicatrices.
Úrsula sonrió.
—¡Hey, Draco! —gritó a través del estruendo— ¿Cómo te hiciste las cicatrices?
—Ahora no, cariño, no estoy de humor.
Un murmulló general de descontento se elevó de los bailarines burlesque reunidos.
—Vamos —dijo Úrsula.
—Te has quedado sin ideas, ¿Verdad? —preguntó Mark, el bailarín de fuego.
Draco miró a Mark.
—Bien. ¿Están todos sentados cómodamente?
Todos rieron, pero para sorpresa de Harry, se quedaron en silencio. Draco se inclinó hacia adelante sobre sus codos.
—Era el año de 1996 —comenzó, con una voz rica, dramática y melodiosa— Nueva York. Yo era taxista.
—Uno de esos taxistas famosos de Nueva York de dieciséis años —comentó una mujer que llevaba un enorme tocado con un submarino amarillo, una maqueta a pequeña escala de la Bahía de Guantánamo y un cartel que decía “América apesta”. Draco la ignoró.
—Un joven se subió a la parte trasera de mi taxi con un gato en una jaula.
—“Señor, no se nos permite transportar animales”. Le dije, porque incluso entonces, yo era profesional.
—“Usted no entiende”, dijo el hombre. “Lo llevaré al veterinario para que lo sacrifiquen”. Parecía tan angustiado que mi famoso corazón blando se derritió. Se subieron, sellando mi perdición.
—¿Te quedas despierto por las noches pensando en esto? —preguntó una mujer que todavía solo usaba cubre pezones, una tanga y una tonelada de brillo corporal. El resto de la mesa la hizo callar. Draco esperó hasta que se hizo el silencio antes de continuar.
—Una vez que el taxi estaba en movimiento, para mi gran consternación, el joven abrió el transportador de gatos. El gato saltó con energía y vigor, penetrando instantáneamente en la cabina del conductor. Tenía garras largas y crueles, y estaba trastornado. Sus ojos… Juro que sus ojos brillaban rojos. Era el enviado del Diablo.
—Comprobado —dijo Úrsula— Probablemente habías pecado un montón.
—El gato me araño la cara, ¡Mi hermosa cara! ¡Y lejos de ayudar, el tipo lo incitó! “¡Diviértete ahora, gato!” Él dijo, “¡Vamos, gato, vamos!” En vano me retorcí con la bestia felina. Él era demasiado fuerte para mí. Mi belleza quedó comprometida para siempre. El mundo perdió a su segunda Helena de Troya —Draco se detuvo dramáticamente— Y esa es la historia de cómo obtuve mis cicatrices.
Todos en la mesa aplaudieron.
—Eso estuvo bien amigo —dijo Mark— Pero aun así nunca has superado la historia de la pelea de varitas mágicas en un baño.
—Y nunca lo haré —dijo Draco, regresando con repentino fervor a su hamburguesa— Ahora váyanse a la mierda con sus preguntas entrometidas, todos ustedes.
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...CONTINUARÁ...