![The Missing parts of History [Traducción]](https://fanfictionbook.net/img/nofanfic.jpg)
Chapter 57
2/10/1955
-¿Estás bien, Rian?-.
-Sí, claro, ¿cuánto dijiste que duraba?-.
-Sólo hasta que te acostumbres-. Respondió Orión, apartando el pelo de Hadrian de su cara.
Habían conectado los pabellones a Hadrian justo antes de irse a dormir, sólo para que el adolescente pudiera dormir el cansancio inicial, después de un largo día desempacando. Hasta el momento, sólo habían terminado con los dormitorios y la cocina, aunque Abraxas ya había comenzado a desempacar todos sus libros en su oficina.
Por lo que él sabía, el rubio seguía durmiendo a una habitación de distancia y, maldita sea, nunca había pensado que se mudaría de Grimmauld, no tan pronto, ya que técnicamente sólo había vivido allí unos pocos meses, pero de alguna manera, estar aquí se sentía... bien.
Hadrian se arrimó más, gimiendo, y Orión apretó el brazo alrededor de su cintura para sostener su peso.
-Me duele todo el cuerpo-. Se quejó, mirando a Orión, la barbilla en el pecho y con un mohín.
-Relájate, aún quedan unas horas antes de que tengamos que movernos. ¿Puedo prepararte un baño? ¿Eso ayudaría?-.
-Hmmm, Abraxas seguirá necesitando el baño, no puede quedarse ahí para siempre-.
-Existe algo llamado magia, Hadrian-. Resopló. -Hay productos especiales que puedes añadir al agua para que nadie pueda mirar hacia abajo, hacer que parezca de otro color en lugar de agua transparente, y no sería la primera vez que te duchas con Abraxas allí, demonios, ya te has bañado antes con él. Casi nada diferente. Y por algo el retrete está separado por una pared con una puerta-.
-Bien entonces, vete, shoo-.
¿Debería sentirse molesto por recibir órdenes tan fácilmente? No, no valía la pena, y era cierto que sus guardias eran... mucho para otras personas, al menos debería facilitarle las cosas al adolescente. Con la cantidad de magia que tenía Hadrian, mañana se sentiría bien.
Besó el cabello del adolescente antes de soltarlo, rodar fuera de la cama (sí, tener espacio era genial, por fin) y hacer lo que se le había ordenado. Madrugar aún no había matado a nadie.
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Había pocas habitaciones de la casa que estuvieran completamente terminadas. El "salón" (sigue siendo raro pensarlo) era una de ellas, ya que no habían tenido uno antes, así que todo era nuevo. A diferencia del resto de las habitaciones, ésta tenía paredes más oscuras, de un verde bosque, y muebles más oscuros, en negros y grises oscuros y marrones oscuros. Se suponía que debía hacerla más formal, pero como no pensaba pasar tanto tiempo en ella, aún tenía una biblioteca que explorar, no le importaba demasiado.
Orión sacó de una caja metálica una piedra del tamaño de su mano en forma de icosaedro, las runas grabadas en ella brillaban en un azul claro. Luego, le dio la vuelta y sacó la tapa, sacando un cubo mucho más pequeño con una tenue luz amarilla.
Observó cómo Orión murmuraba sobre ellas, moviendo la varita en un complicado patrón antes de volver a colocar el cubo en el reloj y cerrarlo.
-Toma, ya está-.
Una de las ranuras vacías se había transformado en "Hogar", mientras que la anterior se había convertido en "Apartamento de H.". Tragó saliva, sabía que había que cambiarlo, pero no esperaba emocionarse tanto.
Con manos temblorosas y una sonrisa trémula, Abraxas cogió el reloj y lo colgó sobre la chimenea, de forma muy parecida a como lo había hecho Orión cuando lo consiguieron por primera vez.
La sonrisa de Abraxas era cegadora cuando se abalanzó sobre ellos, envolviéndolos en un fuerte abrazo.
Abrió los ojos, dejando escapar un suspiro de alivio.
Se dio la vuelta, cruzando los brazos sobre el borde de la bañera y apoyando la barbilla en ellos, mirando a Abraxas maquillarse un poco. El rubio se fijó en él a través del espejo, guiñándole un ojo.
-¿Mejor?-.
-Sí, ¿cuánto tiempo llevas aquí?-.
-Vaya, ¿tan adentro? Sólo unos minutos, no te preocupes. Aunque deberías salir, empiezas a parecerte rápidamente a una ciruela pasa-.
Se miró las manos y, efectivamente, tenía arrugas por todas partes.
-Pero se está bien aquí. No quiero moverme-. Sentía que hoy estaba haciendo muchos pucheros, pero sólo recibió una sonrisa, Abraxas dejó el cepillo.
-¿En qué estabas pensando antes?-.
-En ayer-. Se encogió de hombros. -Usa la sombra dorada en tus ojos-.
-¿Por qué?-.
-Te conozco. Vas a usar una de tus túnicas doradas y negras, y si usas plata acabarás quejándote de que no combina. Ahórrate la molestia-.
-Realmente no deberías ser tan bueno en esto. ¿Puedo ponerte delineador plateado, entonces?-.
Resopló. -Claro, si quieres-.
Abraxas tenía muchas ganas, a juzgar por las divagaciones que siguieron. Al final tuvo que sentarse, con sólo una toalla alrededor de la cintura y otra alrededor del cuello para secarse el pelo, durante media hora hasta que Abraxas estuvo satisfecho con su aspecto.
Todavía le estaba creciendo el pelo, y estaba un poco raro peinado hacia un lado, y tuvo que negarse a pintarse los labios dos veces, incluso bajo los ojos de cachorro de Abraxas, pero salió del baño no peor para el desgaste.
-Abraxas te atrapó-. Orión sonrió con satisfacción. -Te queda bien-.
-Cállate, ve a entretenerlo después-.
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-¿Qué estamos haciendo aquí?- preguntó Hadrian.
"Aquí" era el centro del Callejón Celestial. No era el lugar donde uno esperaría que se ubicara una Agencia de Reubicación de Elfos Domésticos, pero era lo que había.
-Te negaste a comprar a los elfos domésticos, así que vamos a adoptarlos. Más o menos-. Dijo.
Los elfos seguirían siendo sirvientes, pero el proceso era diferente. A Orión no le importaba, aunque, por lo que había oído, el proceso en el Ministerio era más sencillo.
Hadrian arqueó las cejas en una pregunta silenciosa.
-Te dejarán entrar en el lugar donde tienen a los elfos viviendo y dejarás que tu magia se expanda. Así encontrarás a los elfos con los que tengas mejor compatibilidad. En este lugar aún pueden rechazar un vínculo, pero los elfos domésticos quieren los vínculos, así que eso no va a suceder. ¿Te parece bien?-.
-Mejor que comprarlos como si fueran una propiedad-.
-Realmente necesitas acostumbrarte al hecho de que lo son, en su mayor parte-. Abraxas dijo desde el otro lado de Hadrian.
Por supuesto, Hadrian se molestó.
No podía culpar a Abraxas por su creencia, era con lo que habían crecido y bueno, Orión estaba de acuerdo, pero no iba a echarle ese hecho en cara a Hadrian. El rubio tenía suerte de tener su propia habitación, estaba seguro de que Hadrian le habría mandado a dormir a un sofá si no fuera así.
-Estamos aquí, señoritas, no empiecen a pegarse-. Dijo.
-Que te jodan, Orión-. Dijo Hadrian, provocando la risa de Abraxas.
Entraron en el discreto edificio, uno de los más normales (léase: sólo un edificio gris sin muchos adornos) de todo el callejón. Los tres iban disfrazados, porque era mejor que no les pillara ningún periodista, y todo el papeleo sería confidencial.
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Hadrian tragó grueso, con las manos sudorosas. Fue a soltar la mano de Abraxas, aunque sólo fuera para secárselas en los pantalones, pero el rubio se limitó a sujetarlo con más fuerza, dedicándole una sonrisa pícara.
Los condujeron a un recinto muy espacioso en el segundo sótano y a una sala justo antes de llegar a los elfos, con una gran ventana que les permitía ver el interior. Era como un bosque de su propia magia, por lo que pudo ver. Estaba permeado mágicamente para que ninguna magia entrara o saliera, por alguna razón.
-Aquí, señor-. Fue conducido a una puerta mientras Abraxas y Orion se sentaban frente a la ventana. -Informa a los elfos que elijas de tu decisión, están entrenados para saber qué hacer en una situación así-.
-De acuerdo-.
-¡Buena suerte!, Te esperaremos aquí-. Fue lo último que escuchó de sus amigos antes de que la puerta se cerrara tras él.
Bueno, ahora estaba solo. Bajó las escaleras hasta que sus pies volvieron a tocar el suelo.
En la habitación había fácilmente cien elfos domésticos, si no más, todos de diferentes edades pero vestidos con una limpia funda de almohada blanca con agujeros para los brazos. O al menos parecía que algunos eran mayores que otros, ya que los elfos domésticos podían vivir fácilmente el doble que un mago.
Orión había pedido que "por favor, escogieran a los que no tenían Familias antes". Aparentemente, a pesar de que los lazos rotos les afectaban duramente y no reaccionaban bien ante un nuevo amo, las antiguas y nuevas lealtades entraban en conflicto, les gustara o no. A él no le gustaba, ya que seguía pensando que no debería haber diferencias, pero lo había dejado pasar.
(Orión, por su parte, había prometido tratar bien a los elfos, no como ellos, y lo mismo había hecho Abraxas. Hadrian sabía que en realidad no entendían por qué ponía tanto énfasis en las criaturitas, pero ésa era sólo otra diferencia en su educación. Orión y Abraxas habían crecido con elfos domésticos, Hadrian podría haberse considerado uno de ellos).
Extendió su magia como se le había ocurrido y luego la siguió saludando a los elfos que dejaron lo que estaban haciendo para mirarlo con curiosidad.
Su magia parpadeaba dentro y fuera de la vista, pequeñas chispas doradas y plateadas le mostraban el camino hasta que la magia de otra persona empezó a tirar de ella inconscientemente. Eso debe ser todo el asunto de la compatibilidad del que hablaron Orión y Abraxas, pensó Hadrian.
Cuando llegó al final del "hilo" que se había formado, se encontró con una elfa pequeña, pero obviamente no joven. Parecía curiosa, aunque tímida, escondida detrás de un matorral, con los grandes ojos marrones muy abiertos.
-¿Hola?-.
-¿Maestro Bes hablando con Teemy?-.
-Si eres tú, sí-. Dijo, sonriendo. La elfa -(femenina, aunque no sabía cómo lo sabía)- salió de su escondite con cautela. -¿Te gustaría venir conmigo, Teemy?-.
La pequeña criatura chilló encantada, dando saltitos de alegría. Esto era raro, pero al menos no estaba llorando histérica.
-El umm... El hombre que trabaja aquí dijo que usted sabría qué hacer? Así que voy a ir a buscar otro para nuestra Familia y puedo verte más tarde, ¿de acuerdo?-.
-Sí, Maestro. Teemy se está despidiendo de sus amigos y familia ahora-.
(No le gustaba que la alejara de su familia. Pero ella estaba claramente feliz así que acalló el sentimiento).
Su conversación con el segundo elfo que encontró -(Jorkey, varón, más o menos de la misma edad que Teemy...)- fue muy parecida. Jorkey estaba mucho más serio, le hacía reverencias y le daba las gracias y, sinceramente, eso le hacía sentirse incómodo. Tendría que dejar claro que no quería que se inclinaran. Y que dejaran lo de 'Maestro'.
Estaba a punto de volver a la puerta, satisfecho de haber terminado con su tarea, puede que estuviera de acuerdo con los elfos domésticos pero pensaba que con dos era suficiente y había conseguido convencer a los dos sangre pura de ello, cuando su magia tiró de él adentrándose en el bosque. Nunca le había gustado no investigar.
(Eso lo había metido en problemas con demasiada frecuencia, debería dejar de hacerlo).
Allí, solo y en lo alto de una de las ramas de un árbol estaba el elfo doméstico más pequeño que había visto por aquí. Aunque casi parecía que estaba aislado...
Sí, estaba rebotando de rama en rama y hablando solo. Orion iba a matarlo por esto.
-¿Hola?- El elfo gritó, balanceándose más cerca de él y... oh no, esto era sólo su suerte.
-Hola, Dobby-.
-¿Joven amo bes sabiendo el nombre de Dobby?- Grandes ojos verdes lo miraron, sobreexcitados divagando sobre la "grandeza". Era bueno saber que el chiquillo siempre había sido así y que no era sólo por lo de "Harry Potter".
Parecía mucho más joven, aunque los cuarenta años hacían eso, y no estaba tan nervioso ni asustado. Le aliviaba saber que su amigo no siempre había sido maltratado.
Pero eso le hizo preguntarse si debía llevárselo con él. ¿Y si la razón por la que Dobby había acabado con los Malfoys (los horribles) acababa siendo culpa suya? De ser así, no podría vivir consigo mismo. Por otro lado, ¿y si fuera capaz de cambiar eso por el elfo? Aunque eso cambiaría todo su segundo año. ¿O tal vez se reiniciaría?.
-¿Joven Maestro está bien?-.
Al diablo.
-Si, lo estoy. ¿Te gustaría venir conmigo? Me gustaría tener un amigo como tú cuidando de mi familia-.
Eso era lo correcto y lo incorrecto a la vez.
-¿El joven amo Bes quiere a Dobby?- Y el elfo prontamente se echó a llorar de felicidad, aferrándose a su pierna mientras Hadrian trataba de calmarlo acariciándole la cabeza.
Bueno, estaba seguro de que éste se llevaría bien con Abraxas, al menos.
Se preguntó hasta qué punto se trataba de una coincidencia, o si el mundo había decidido devolverle una parte de su vida, ciertamente extraña.
Dobby se puso a "empacar sus fundas de almohada", la emoción lo hacía saltar y correr de un lado a otro.
(Iba a cambiarles los uniformes, y más valía que Orión y Abraxas no se quejaran por ello).
Se dirigió a la habitación de la que había salido a paso rápido.
-Me conseguí un elfo extra-.
-¿De verdad? ¿Todas esas quejas para nada?- Abraxas sonrió satisfecho.
-¡No podía dejarlo aquí! Es mi amigo!-.
Ambos lo miraron.
-¿Encontraste a un elfo doméstico que conocías y te lo llevaste?-.
-No fue mi mejor idea. Estoy seguro de que estará bien. Todavía no se ha derrumbado nada a nuestro alrededor-.
Abraxas resopló, levantándose y besándole la mejilla. -¿Su nombre?-.
-Dobby, además, es un mierdecilla hiperactivo que pensó que la mejor manera de 'salvarme la vida' era hacer que mis familiares se enfadaran conmigo, hacer que mi mejor amigo y yo nos estrelláramos en la entrada de la estación 9 3⁄4 y romperme el brazo con una bludger mientras volaba a quince metros del suelo. Así que eso es divertido-.
-¡¿Por qué te has llevado a este elfo?!-.
-Bueno, estaba intentando que no me mataran a través de una serpiente asesina que podía matar con los ojos, así que... ¿lo intentó?-. Se encogió de hombros, perdiéndose las miradas horrorizadas de los hombres mayores.
-Hadrian, ¿cuándo te encontraste con un Basilisco?- Orión preguntó lentamente, con voz uniforme.
-¿Hmmm? Oh, cuando tenía doce años. ¿Has visto la cicatriz? La que tengo en el brazo. Está bien, todavía estoy aquí-.
-Por favor, dime que es la puñalada-. Abraxas suplicó lastimeramente. Sinceramente, ¿qué les pasaba a estos dos? -Por supuesto que no lo es. Pero... joder-.
El rubio dejó caer la cabeza sobre el hombro de Hadrian, temblando. Miró a Orión en busca de ayuda, que no obtuvo.
-Tenemos cosas que hacer ahora, pero quiero los detalles cuando lleguemos a casa-. Abraxas gimoteó y no lo soltó durante el resto del paseo. Hadrian le dejó, por supuesto, ya que estaba tan obviamente angustiado, aunque no lo entendiera. ¿No se daban cuenta de que seguía aquí? Habían pasado años desde la Cámara de los Secretos, realmente no había necesidad de preocuparse tanto.
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Hacer la transacción fue algo rápido, como lo fue hacer los bonos, y les dieron a los elfos la dirección para que pudieran ir primero. Orión aún intentaba controlar sus manos, temblorosas como estaban.
Quienquiera que hubiera puesto a un niño de doce años contra un basilisco iba a pagar. ¿Y no había intentado uno de los parientes de ABraxas matar a Hadrian al mismo tiempo? Joder, realmente esperaba que no estuvieran relacionados, el rubio ya estaba bastante aterrorizado.
(Lo peor era que Hadrian estaba realmente confundido sobre por qué la situación era tan horrible).
Se detuvieron en algunas tiendas, ya que necesitaban algunas provisiones -(sobre todo comida y algunos libros interesantes)- antes de regresar ellos mismos, Hadrian se aferró a Orión, necesitaban empezar pronto esas lecciones de Aparición.
Cuando llegaron a la casa, Abraxas distrayéndose con su propia voz y hablando de nombres que podrían ponerle al lugar (era tradición, él se había limitado a llamar a Grimmauld tal cual porque no podía molestarse por ello) se llevó al rubio a un lado, hasta la sala de estar de la Familia, para calmarlo él mismo mientras Hadrian iba a hablar con los elfos y posiblemente establecer sus propias reglas antes de que Orión y Abraxas pudieran interferir.
Como si no lo hicieran de todos modos.
El ritmo cardíaco de Abraxas tardó unos quince minutos en bajar a un nivel normal, aunque se aferraría bastante a Hadrian durante unos días.
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-Muy bien, ustedes tres, tenemos que establecer algunas reglas antes de que les dé rienda suelta para sentirse como en casa, ¿de acuerdo?-. Tres asentimientos siguieron a su pregunta. -Bien, miren, sé que Orión y Abraxas son también sus amos y todo eso, pero no necesito que me llamen como tal. Sólo 'Hadrian' está bien, 'señor' si quieres. Y no me hagas reverencias, una inclinación de cabeza será suficiente si te sientes incómodo con eso-.
-Pero...-
-Sin peros, yo no fui criado como ellos y es mucho más incómodo para mí, así que por favor, entiéndelo-.
-Sí, señor-. Teemy se mordió el labio. Estaba seguro de que lo estaban intentando. Les sonrió, sin inmutarse. Sabía que sería un cambio que todos tendrían que acostumbrarse. -Muy bien, mis reglas son bastante fáciles, nada de hacerse daño, si creen que han hecho algo mal vengan a mí y yo decidiré qué hacemos, ¿de acuerdo?-. Los tres elfos asintieron sin problemas, probablemente porque nunca antes los habían maltratado ni les habían hecho creer que "se lo merecían". Bien. -Lo siguiente es que les haré un uniforme que tendrán que llevar mientras trabajan. La ropa de trabajo debe ser diferente de la normal, y yo te la prestaré-.
Se aseguró de enfatizar el verbo, no fuera a ser que los pusiera frenéticos, y recibió otro asentimiento colectivo, Dobby mucho más entusiasmado que los otros dos.
-De acuerdo, si alguna vez necesitan algo, acudan a mí. Cualquier cosa, tampoco me importa si es personal. No hay necesidad de molestar a Ry y Brax con eso...- Como sabía que no lo entenderían en absoluto, imbéciles. -...y no me importa tener una conversación si lo necesitas. Ahora son parte de la familia y deberían acudir a mí si tienen algún problema. ¿Pueden hacerlo los tres?-.
-Si señor-. -¡Sí, Sir Hadrian!- -Sí, señor, podemos-. Sonrió, aunque claramente habían dudado.
-Bien, pronto veremos qué tareas hacen mejor y qué quieren aprender, pero por ahora deberian familiarizarse con la casa y hacer sus guaridas. Pueden hacer una habitación cada uno en el tercer sótano, ¿Les gustaría?-.
-Podemos compartir. Los elfos domésticos viven mejor juntos-.
-Está bien, lo que los haga sentir cómodos. Además, Dobby, tú eres más joven, así que aprende de Teemy y Jorkey, ¿de acuerdo?- El joven elfo asintió entusiasmado, con estrellas en los ojos. -Bueno, lo último. Yo cocino-.
-Jorkey no entiende-.
-Yo cocino, es mi tarea. Es la única que me permitieron mantener cuando decidimos tenerlos a los tres. Así que es mía-.
-¡Pero señor...!-.
-No, no estoy escuchando. La cocina es mi territorio. Puede que te pida a ti, el mejor cocinero de los tres, que te hagas cargo a veces, pero eso es sólo cuando estoy demasiado cansado o llego a casa demasiado tarde. Abraxas tiene unas necesidades especiales en cuanto a la comida que les enseñaré a todos por si acaso, y me gusta asegurarme de que se cumplen-.
Los tres seres parecían abatidos al ver que se les quitaba una tarea, pero él les dio unas palmaditas consoladoras en la cabeza.
-A Orión le gusta que las cosas se hagan en silencio y a tiempo, así que es mejor que aprendan su rutina. Abraxas tiene mucha sensibilidad mágica y a veces no soporta la magia a su alrededor. Nunca debes molestarlo cuando está así, sólo busca a Orión o a mí. Si tiene una crisis, no intervengas. Estás hecho de magia, lo sé, y no es tu culpa que lo empeorarías. Y tú no quieres eso, ¿verdad?-.
Los elfos negaron con la cabeza, aceptando la información.
-Bien, hay una habitación en la casa, la que está conectada al dormitorio del Amo, de la que tienes que hablar con Abraxas, para que sepas cuándo puedes entrar a limpiar y cuándo ni siquiera acercarte. Está hecho para que entre muy poca magia, así que tienes que consultarlo con él-.
-Lo entendemos, señor-. Dijo Jorkey con un apretado movimiento de cabeza.
-Muy bien, lo siento si es mucho, pero realmente me preocupo por esos dos, y no quiero que nada de esto sea una sorpresa más tarde-.
Concluyó allí la conversación, y si se le había escapado algo volvería a hablar con ellos.
Fue en busca de los hombres mayores, preocupado por su estado de ánimo.
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Le hizo un gesto a Hadrian para que se uniera a ellos en el sofá en cuanto lo vio. Puede que Abraxas fuera el más agitado, pero ahora mismo necesitaba contacto físico con el adolescente. Consiguió que el adolescente se sentara en su regazo a horcajadas, mirando a Abraxas que se aferraba a ambos mientras apoyaba la cabeza en el hombro del propio Orión.
-¿Qué pasa con ustedes dos, de verdad?-.
-Acabas de decirnos que casi mueres cuando tenías doce años-. Dijo Abraxas, apretando con las manos la túnica de Orión.
-¿Pero eso ya lo sabían?-.
-Basilisco, Hadrian. Es información bastante nueva-.
-Ah, sí. Supongo-. Hadrian se subió la manga derecha, la marca de la mordedura tan claramente visible en su piel como siempre lo había sido. -Pero ya está hecho, así que no sé por qué es tan importante-.
-No se trata de cuánto tiempo hace, Rian-. Abraxas dijo, imitando la respiración de Orión. Bien. -Se trata de que de alguna manera te encontraste con un Basilisco, te mordió y no moriste. Deberías estar muerto. Nunca te hubiéramos conocido, y no me mientas, sabía que estaría relacionado con el atentado de mi descendiente contra tu vida-.
-Sigue sin ser tu culpa. Brax. Fue... fue jodido, pero no debería haber estado allí en primer lugar. No podía... no confiaba mucho en los adultos, así que fui y luché y gané y eso es todo. Nadie murió, incluso-.
-¿Qué puedes decirnos que no estropee la línea temporal? Más de lo que ya estaba, al menos-. Preguntó, esperando que Hadrian les diera algún detalle.
El adolescente se mordió el labio, mirándolos con incertidumbre. -La hermana pequeña de mi mejor amigo había sido secuestrada por... un fantasma, o un recuerdo, algo así. Estaba contenido en un Diario que ella había estado escribiendo en él. Ella era joven, no entendía lo que estaba pasando. Pero no podía dejarlo estar, los profesores la habrían dejado morir y yo... no podía. Así que fui al lugar donde estaban el fantasma y el basilisco, sin saber que había un fantasma robándole la vida en ese momento-.
Hadrian se encogió de hombros, como si la cara de Abraxas no hubiera palidecido más que la de un vampiro.
-Hadrian, los fantasmas no 'roban la vida'. Eso no, es imposible, no tienen magia en absoluto-.
-No sé lo que era, era una versión de... el loco, una versión más joven seguro-.
No hicieron más preguntas, ya era demasiado, así que Orión dejó que la discusión se apagara por ahora, anotaría todo esto más tarde e intentaría organizar su mente y podrían sacar el tema más tarde.
Tenían nueva información que investigar.
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-¿Orion?- Dijo, observando a Hadrian dormido sobre el más joven mientras Orión le rozaba la columna con los nudillos con cuidado, ya entrada la noche.
-¿Sí?-.
-¿Te acuerdas de aquella niña muggle de tu curso, la que murió?-.
-Por supuesto-.
-Sé quién es el Señor Oscuro de Hadrian, entonces-.
-Sí, yo también-.
Compartieron una mirada.
Abraxas esperaba que Tom Riddle se mantuviera muy lejos de Gran Bretaña. Puede que el resto del mundo creyera que Hagrid tenía la culpa, pero la Casa Slytherin sabía que no era así.
Un basilisco y un parsel en Hogwarts, y una víctima que parecía haber sido asesinada con una Maldición Asesina.
Abraxas se estremeció al recordar aquellos días. Siempre había sabido que no le gustaba que Orión tuviera que compartir habitación con Riddle y se había alegrado cuando Riddle había conseguido el puesto de Director y había recibido su propia habitación. Siempre había habido algo inquietante en él, equivocado, fuera de lugar.
Se alegró de que no lo hubieran visto en años.