![The Missing parts of History [Traducción]](https://fanfictionbook.net/img/nofanfic.jpg)
Chapter 53
30/8/1955
Parte 2
No podía dormir. Claro, normalmente no echaba siestas, pero cuando estaba demasiado cansado mentalmente simplemente -(se caía. Así que, incapaz de dormir, había procedido a darle demasiadas vueltas al)- asunto.
Merlín, ni siquiera podía pensar en ello de manera directa.
Suspiró por milésima vez desde que se había encerrado en la habitación y frunció el ceño cuando oyó que llamaban a la puerta.
-¿Hadrian?- Era Orión.
-¿Sí?-.
-Tienes que salir ya-.
-No quiero salir-.
-Bueno, me parece bien, pero no tengo ganas de dejarte ir a trabajar sin cenar, le pedí comida a Kreacher, así que...-
Se levantó y abrió la puerta, sobresaltando a Orión y cortándole a mitad de frase.
-¿Qué hora es?- Preguntó, frenético. Orión resopló.
-Casi las 5:10. Supusimos que querrías tiempo suficiente para prepararte para salir-.
-Sí, claro, lo siento-. Se sonrojó, maldita sea, ¿cómo había podido perder tanto la noción del tiempo? -Gracias, ahora voy a ducharme-.
-Tómate tu tiempo-. Dijo Orión, medio encogiéndose de hombros. -Voy a poner tu parte en estasis-.
Se apresuró a ducharse, dejándose el pelo empapado y vistiéndose con el primer combo de camisa y pantalón que encontró que le quedaba bien y salió de la habitación aún intentando secarse el pelo con una toalla, cepillo en mano porque conocía a Abraxas, sabía que no le dejarían salir sin hacer que su pelo pareciese al menos intencionado.
-Dame eso, de verdad-. Como era de prever, el rubio se hizo cargo de su pelo en cuanto estuvo sentado, lo que le obligó a comer más despacio para poder mantener la cabeza quieta. -Nunca entenderé tu pelo-.
-Siempre podría cortármelo todo-.
-No te atrevas, parecerías un huevo con gafas. Hmm, tal vez deberíamos dejarlo lo suficientemente largo para que te llegue a los hombros, tal vez el peso ayude-. Frunció el ceño.
-¿Crees que eso ayudaría?- Preguntó, tía Petunia nunca le había permitido el pelo más largo y era sólo costumbre cortárselo cuando el flequillo empezaba a nublarle la vista.
-Vale la pena intentarlo, pero tendrás que ser paciente dejándome peinarlo hasta que esté lo suficientemente largo para no... bueno, terminará todo inflado si lo haces. Eres un desastre-. Gruñó. No era tan malo. -Hecho-.
-Genial, gracias, me lo pensaré. ¿Cuánto tiempo me queda?-.
Orión negó con la cabeza, los labios tirando hacia arriba. -Cinco y media ahora mismo-.
-Ya es tarde-. Recogió su bolso y una chaqueta del dormitorio, besó la mejilla de Abraxas en señal de agradecimiento y salió corriendo por la puerta con un último "¡hasta luego!".
No fue hasta que estaba a medio camino de la tienda que su cerebro procesó sus propias acciones y sintió que sus mejillas se calentaban.
Joder, tenía que hablar con alguien de esto...
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-Bueno, eso fue algo-.
-Te estás sonrojando-.
-Cállate, Orion-. El hombre se rió, porque era idiota.
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-Marta, te necesito-. Dijo, entrando en el despacho y cerrando la puerta tras de sí.
La había sorprendido llevándose el bocadillo a la boca y la observó mientras seguía comiendo lentamente. La vio tragar saliva y chuparse los dedos antes de limpiarlos en una servilleta de papel.
-Lo siento, chaval, juré no hacer el amor hasta que tuviera al menos cuarenta años, y de todas formas sigues siendo demasiado joven y masculino para mi gusto-. Dijo, con calma, una vez hubo terminado.
-¿Qué...? No, así no-.
-Entonces claro, ¿se trata de ese aumento que querías?-. Parpadeó.
-No, pero te agradecería que me lo dieras, por decir algo-. Marta arqueó una ceja. -Vale, necesito despotricar porque ya no sé en qué se está convirtiendo mi vida-.
-Vaya, ¿qué soy, tu madre?-.
-No sé, quizá más bien una hermana, pero ¿me ayudas?-.
-Claro, fuera con eso-.
-Vale pues me acaban de confesar mis dos mejores amigos-. Marta se quedó boquiabierta y luego cayó en un ataque de risa hasta el punto de tener que limpiarse las lágrimas de los ojos. Él la miró, molesto, hasta que ella se calmó. -Sí, sí, muy gracioso. Necesito ayuda, Marta, no que te rías de mí-.
-No, espera, es que de verdad crees que soy la mejor para ayudarte con este tipo de cosas, ¿no? Esta es como... la cuarta vez que acudes a mí-.
-¿A quién más tengo? Soy huérfano y vivo con las dos personas que acaban de decirme que estaban enamoradas de mí-.
-Muy bien, desde el principio, ¿por qué es esto un problema?-.
-¡Porque no sé qué hacer! Son como una década mayores que yo, el tipo de chicos altos, guapos, inteligentes, divertidos, educados, amables, fuertes tanto física como mágicamente y cariñosos que de alguna manera se medio mudaron conmigo hace meses, diablos, hace un año y medio por ahora y nos hemos, nos hemos llevado bien y ahora esto y ¡simplemente no sé qué decirles!-. Dejó escapar un grito frustrado, casi tirándose del pelo. No lo hizo porque Abraxas lo cuestionaría sobre "dónde fue a parar todo su duro trabajo" y realmente no quería lidiar con eso. -Sólo soy el chico normal de 17 años que se encontraron un día por casualidad, no me esperaba esto en absoluto. Diablos, están enamorados el uno del otro, ¡¿para qué me necesitan?!-.
Terminó de despotricar sentándose en la silla frente al escritorio y golpeándose repetidamente la cabeza contra ella.
-Joder, chaval-.
-Sí. Es decir, dijeron que dependía de mí decidir cuándo estoy listo, pero eso literalmente no ayuda en nada. Como, ¿qué?- Hizo un mohín, implorando su ayuda con los ojos.
-Bueno, no tengo ni idea de por dónde empezar. Déjame pensar-. La mujer miró al techo, pensativa. Contó sus respiraciones, esperando a que ella volviera a hablar. Tardó casi dos minutos en volver a mirarle. -De acuerdo, no veo ningún problema. ¿Qué quieres exactamente?-.
-¿Qué?-.
-Sí, claro, confesaron, genial. Eso son ellos, ¿y tú? ¿Los quieres? ¿No? ¿No lo sabes?-.
-No tengo ni idea. Claro, soy un maldito adolescente, a veces es difícil no reaccionar ante algunas cosas, pero nunca lo he investigado demasiado. Son sólo las hormonas-.
-Cierto-. Ella no parecía creerle y, por su vida, él no podía entender por qué no lo haría. -Bueno, entonces, ¿te molesta?- preguntó Marta, mirándole muy seria.
-¿Qué?-.
-Sus sentimientos hacia ti, ¿te molestan?-.
-¿Por qué lo harían?-.
-Creo que esa es la primera pregunta que deberías hacerte, chico. Dices que no sabes cómo te sientes o qué hacer al respecto, pero al final, lo que tienes que decidir es si puedes vivir con esta información aunque no cambie nada-.
-No entiendo lo que quieres decir-.
-Bueno, piénsalo, por ejemplo, estabas muy ilusionado porque se iban a mudar juntos a una casa, ¿no? Hace semanas que apenas hablas de otra cosa. ¿Te molesta tanto como para haber cambiado de opinión? ¿Puedes seguir haciéndolo y vivir con ello?-.
Frunció el ceño. -Por supuesto que puedo, ¿qué tiene eso que ver?-.
Ella ignoró su pregunta, contestándole con otra. -Entonces, ¿qué importa si no sabes qué hacer? Tus hombres parecen ser de la mentalidad de dejarte que lo descubras por ti mismo a tu propio ritmo, sin importar tu respuesta final, así que al final lo único que necesitas decidir ahora mismo es si todavía los quieres en tu vida o no, porque esa es la cuestión más apremiante. Todo lo demás puede venir solo-.
-Oh-. Dijo, parpadeando al darse cuenta.
Marta arqueó una ceja. -Quizá deberías hacerte preguntas más pequeñas, que puedas manejar mejor. Obviamente estás abrumado intentando pensar a largo plazo-.
-¿Cómo qué?-.
-Hmm, cuando estoy estresada o abrumada o cualquiera de esos sentimientos negativos, me pregunto si puedo levantarme y hacer algo, normalmente algo pequeño que lleve poco tiempo y esfuerzo, y luego me hago la siguiente pregunta, y la siguiente, me ayuda a hacer cosas incluso cuando me cuesta moverme-. explicó Marta. -¿Cuál es la pregunta más pequeña que puedes hacerte en esta situación? No hace falta que la digas en voz alta si es demasiado, simplemente piénsala y respóndela por tu cuenta. Algo fácil-.
Se lo pensó, frunciendo los labios. No se le ocurría una pregunta fácil, era como si todo llevara demasiadas implicaciones, demasiado peso. Su vida estaba tan mezclada con Abraxas y Orión que todo le parecía mucho.
Intentó pensar en las cosas que hacía normalmente, en las que realmente no pensaba porque eran tan normales que no requerían ningún esfuerzo o esfuerzo consciente por su parte para llevarlas a cabo.
¿Podría seguir viviendo con ellos?.
¿Sin sus bromas, su apoyo, su ayuda y su comprensión? ¿Sin sus salidas y sus viajes? ¿Sus comidas juntos? ¿Los proyectos en los que trabajaban juntos? ¿El tiempo que pasaba leyendo con Orión, incluso cuando no hablaban ni nada? ¿Sus tardes cepillando el pelo de Abraxas y hablando de sus días?.
¿Podría vivir sin ellos?.
Intentó imaginárselo, la vida sin ellos. Le hizo hacer una mueca. Claro, él no sabía cómo lidiar con la situación que tenían en este momento, pero si la alternativa era que se fueran, realmente no sería capaz de lidiar. De hecho, le ardían los ojos, como si quisiera llorar sólo de pensar en estar sin ellos.
-Oh yo, no quiero que esto me haga perderlos-.
-Eso es bueno. ¿Qué significa eso para ti?- Frunció los labios.
¿Qué significa?.
-Necesito hablar con ellos-.
Y se había escapado antes mientras hablaban, porque había sido demasiado. Pero necesitaba hablar con ellos, necesitaba que fueran sinceros y que descubrieran cómo mantener sus vidas sin que Hadrian les hiciera daño sin querer. Sin alejarse. Necesitaba que supieran que se preocupaba por ellos y que no estaba tan enfadado.
Todavía deseaba que hubieran hablado con él antes, pero tal vez no hubiera reaccionado de la mejor manera. ¿Un mes o dos cambiarían su forma de actuar? ¿Un año? ¿Quizás era el momento adecuado, como lo fue decírselo a Abraxas en febrero?.
No lo sabía, pero así habían resultado las cosas, tendría que sacar lo mejor de ello.
-Buen chico. ¿Estás mejor ahora?-.
-Sí, sí, gracias. Lo necesitaba-, le miró amablemente.
-Claro que ahora, si te hacen daño, los castraré-. Tragó saliva, eso no caería bien en las familias Malfoy y Black, aunque ella no supiera a quién estaba amenazando ahora mismo...
-Puedo hacerlo yo mismo, no te preocupes, conozco el hechizo-. Dijo, sonriendo. No hay necesidad de sacar el tema.
-Vete, Frank ya debe querer irse a casa-.
-¡Mierda, lo siento!-.
-Y Hadrian...-
Se dio la vuelta, sosteniendo la puerta entreabierta. -¿Sí?-.
-Que alguien te diga que te quiere no tiene por qué ser el fin del mundo-.
Se mordió el labio, golpeando nerviosamente la puerta con el dedo índice. -¿Y si es el fin de lo que ya teníamos?-.
-Eso sólo puede pasar si dejas que te afecte negativamente-.
-¿Cómo?- Ella le miró, con algo de complicidad en los ojos.
-Si sigues pensando que todo ha terminado, que es el final de algo, te asustarás demasiado, te angustiarás demasiado. Tal vez te distancies, porque te sientes incómodo o porque no quieres hacerles daño, o tal vez por otra cosa. Pensar demasiado te hace eso-.
-Entonces, ¿qué hago? No es que pueda evitarlo...-
-Trabajas en tus relaciones con ellos, no importa de qué tipo sean, hablas y no haces suposiciones y no dejas que los malentendidos dicten tus acciones o tu temperamento. Simplemente... haces lo mejor que puedes y esperas que sea suficiente-. Sonrió amargamente. -Si te quieren tanto como dicen, harán lo mismo-.
Tragó saliva, asintió y salió del despacho, mucho más tranquilo aunque ahora no pudiera dejar de pensar en lo que diría cuando llegara a casa. Si Abraxas y Orión seguían allí para entonces, no sería la primera vez que volvía sólo con una nota porque Abraxas estaba cansado y había querido irse a dormir temprano. No era tan frecuente, pero ocurría. Hoy no sería un buen día para que se fueran a dormir sin hablar, otra vez.
No creía que pudiera mantener su nuevo coraje si tenía que esperar hasta la mañana para hablar.
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-Beber tanto té no es bueno para ti-.
-Lo dice el hombre que lleva tres horas seguidas calculando las posibilidades de que le echen de aquí-.
Hizo una mueca, así que estaba ansioso, da igual.
-Te haré saber que las posibilidades parecen bastante bajas-.
Orión resopló, divertido, haciendo que sus ojos brillaran. Claro, en realidad no le brillaban, no era Dumbledore, pero ya me entiendes. -No necesitaba que miraras los números para eso-.
-Podrías simplemente dar las gracias-.
-Gracias por confirmar lo que ya sabía, Brax-. Dijo Orión, sonriendo satisfecho y dando un sorbo a su bebida. Él, muy maduramente, le sacó la lengua.
Había intentado hacer muchas cosas, no sólo calcular lo probable que era que Hadrian ya no los quisiera cerca. Sabía que no era bueno para él, pero ninguna otra cosa le llamaba la atención lo suficiente. Leer había sido un fracaso, trabajar, llevar un diario, incluso dibujar algunos bocetos no funcionaba. Al menos no se estaba llenando de cafeína, como el idiota sentado en el sillón.
-¿Qué hora es?-.
-Diez minutos más tarde que la última vez que preguntaste-. Dijo Orión, mirando su reloj de bolsillo. -Wow, eso es un récord-.
Con un resoplido, se tumbó en el sofá, con la cabeza apoyada en uno de los reposabrazos de forma que pudiera mirar fácilmente a la puerta y con Orión justo a su lado, e intentó contar hasta el número más grande que conocía, tratando de distraer su hiperactiva mente el tiempo suficiente para que pasara el tiempo.
Casi había llegado a quinientos mil cuando la puerta se abrió y se le aceleró el pulso. Tragó saliva.
-Bienvenido a casa-. Dijo, con la boca ligeramente seca, porque aquello era normal, Hadrian volviendo a casa después del trabajo, probablemente cansado y necesitado de un tentempié y de dormir.
-Hola-. Sí, definitivamente cansado, pero había un miedo subyacente, una inseguridad que Abraxas odiaba ver. -¿Podemos hablar?-.
-Ven aquí, Rian-. Dijo, levantándose, dejando caer una de sus piernas sobre el borde y extendiendo los brazos.
Hadrian los miró en silencio, debatiendo sus opciones antes de hacer lo que Abraxas le indicaba, dejando sus cosas sobre la mesa de café antes de aceptar el abrazo ofrecido, la cabeza cayendo para descansar en el pliegue de su cuello y acurrucándose instintivamente, relajándose más y más a medida que los segundos pasaban.
Oyó a Orión suspirar y, cuando lo miró, lo encontró sonriendo suavemente. No dijo nada cuando Orión dejó la taza de té ya vacía sobre la mesa y pasó a sentarse al otro lado de Hadrian, bajo la intensa mirada del adolescente. Para su placer y alegría, Hadrian le tendió una de sus manos y tiró de él hacia sí.
-¿De acuerdo?- preguntó Orión, besándole la sien y uniéndose al abrazo.
-Hmmm, mejor-. Dijo Hadrian. -Ojalá me lo hubieras dicho antes-.
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Lo siento.
-No pasa nada. Lo hecho, hecho está-. Hadrian se encogió de hombros. -Yo sólo... no quería que las cosas cambiaran, y esto es algo grande-.
-No tiene por qué serlo, Rian-. Dijo Abraxas, suave y cálido.
Orión estaba tan, tan orgulloso del rubio. Claro, sus nervios y ansiedad eran un poco molestos pasada la segunda hora de ellos, pero podía lidiar con eso. No, Abraxas estaba siendo abierto y honesto y paciente y, bueno, simplemente estaba orgulloso. Era demasiado fácil tratar de obtener respuestas, presionar a la otra persona para que diera algo, más para Abraxas que a veces no entendía dónde estaba el límite, en cambio el rubio había sido capaz de contenerse y darle a Hadrian lo que necesitaba cuando lo necesitaba sin quejarse.
-La verdad es que esperábamos que no fuera así-.
-Por favor, explícame tu razonamiento. No puedo leerte la mente-. Abraxas soltó una risita. -Quizá debería aprender-.
-Domina primero la Oclumancia y hablaremos-. Dijo, sonriendo. Luego, más serio, accedió a la petición del adolescente. -Hadrian, nos gusta nuestra vida tal como es. Me gusta pasar tiempo juntos y salir y hablar hasta tarde, aunque luego nos quejemos de que estamos cansados por la mañana. Me gusta planear cómo va a ser nuestra casa y cómo, de alguna manera, siempre hacemos tiempo el uno para el otro a pesar de estar ocupados la mayor parte del tiempo-.
-Y me encantan nuestras bromas y que te arregles cada vez que convencemos a Orion para salir y cómo siempre me cuidas el pelo y nos tomamos ese tiempo para estar juntos. Disfruto del tiempo que pasamos hablando y estudiando juntos, hasta que se te ocurre una de tus locas ideas que luego tenemos que hacer realidad porque eres brillante, pero maldita sea, parece que nunca puedo seguirte el ritmo-. dijo Abraxas, sonriendo y abrazando a la adolescente. -¿Por qué querríamos cambiar esas cosas?-.
-Pero... ¿por qué no querrían?-.
Resopló. -Hadrian, empezamos la mayoría de esas cosas antes de que Abraxas tuviera su... epifanía. No es algo que hacemos porque estemos románticamente interesados en ti. Es sólo cómo se desarrollaron las cosas y bueno, no vimos razón para alejarnos mientras estuvieras cómodo con ello. ¿Sabes lo preocupado que estaba cada vez que me daba cuenta de que algo nuevo se añadía a nuestra dinámica? Me aterrorizaba que la cagáramos. Amor o no, somos amigos y somos familia, y eso no debería cambiar nunca-.
Hadrian frunció los labios brevemente. -Vale, ¿pero me dirás si pasa algo? No... no había pensado que esto fuera una posibilidad y no tengo ni idea de qué hacer al respecto. Diablos, no sé lo que quiero. Sólo sé que no quiero hacerles daño a ninguno de los dos ni perderlos por un descuido-.
-La única forma en que me sentiría realmente herido es si tratas de fingir sólo para hacernos felices-. Dijo Abraxas, sorprendiéndolo. Había pensado que sería él quien sacaría a relucir ese punto.
Hadrian frunció el ceño. -¿Por qué?-.
-Puedo lidiar con la honestidad, pero no quiero despertarme dentro de un año y darme cuenta de que te dejaste de lado, cuando todo lo que quería era asegurarme de que estuvieras bien cuidado y feliz. ¿Qué sentido tiene una relación cuando uno de los dos miente constantemente? No tienes que complacernos, nunca. Creo que soportaría mejor un rechazo-.
Hadrian lo miró cuando Abraxas terminó de hablar, buscando confirmación. Asintió, levantando una mano para acariciar la mejilla del adolescente. -Puedes tomarte todo el tiempo que quieras y necesites. Resuélvete a ti mismo y dínoslo cuando te sientas preparado, sin forzarte-.
-Bien-. Puso los ojos en blanco, pero una sonrisa se dibujó en sus labios. -La verdad es que no tengo ni idea de cómo funcionaría esto-.
Parpadeó, procesando la información. -¿Nosotros o las tríadas en general?-.
-¿"Ambas"? No es que haya tenido una relación antes, no tengo ningún punto de referencia. ¿Cómo se siente el amor en primer lugar?-.
-Como un patronus-. Abraxas dijo, con naturalidad.
-¿Perdón?-.
-Sí, me imaginé que de eso se alimenta realmente un patronus. Cuando la gente te dice 'piensa en un buen recuerdo', te están diciendo que te alimentes de esos sentimientos, es que no saben explicarlo de otra manera. Por eso fue tan fácil cuando nos lo explicaste. Recurres a tus emociones sin todo el recuerdo. Es como la protección, la confianza, la seguridad y el hogar, todo junto. ¿No es eso el amor? ¿Cómo lo describiste, un millón de pequeños momentos juntos? No es que importe el tipo de amor que usas para impulsarlo. Puede ser amor por tus amigos, por tus padres o hermanos, o incluso por tus mascotas, puede que incluso por la vida en general. Y tampoco tiene por qué ser en el presente, porque los sentimientos perduran, no se disipan sin más, por eso es más fácil llegar a un sentimiento pasado eligiendo un buen recuerdo-.
-Oh-. Hadrian ladeó la cabeza, con las mejillas sonrosadas. -Sí, eso podría funcionar-.
Puso los ojos en blanco, confiando en que Abraxas supiera cómo describirlo a pesar de haberlo sentido sólo una vez (¿dos? ¿Cuenta si fue al mismo tiempo?) en su vida.
-Muy bien, creo que hemos terminado aquí, necesito dormir-.
-¿Qué?-.
-Yo sólo... no quería que nos fuéramos a la cama sintiéndonos como si estuviéramos enojados el uno con el otro o algo así. Mientras eso esté hecho, cualquier otra cosa de la que necesitemos hablar puede esperar hasta que estemos todos más despiertos. A menos que haya alguna otra revelación que quieras mencionar-. Sacudió la cabeza, divertido. Hadrian miró entonces a Abraxas. -¿Y bien?-.
-Nada que se me ocurra, te lo diré si surge algo-.
-Bien, ¿puedo irme a dormir entonces? ¿A no ser que se queden los dos?-.
-Orion se queda-.
-Brax..- -Abraxas- Ambos trataron de hablar por encima del otro.
-Sin discutir, honestamente, puedo dormir solo una vez, ya sabes. Volveré por la mañana-.
Suspiró. Era cierto que la cantidad de veces que Abraxas se despertaba en mitad de la noche, a pesar de lo de ayer, había disminuido considerablemente.
-Vendrás aquí y me despertarás si me necesitas-. Dijo señalando amenazadoramente al rubio.
-Claro, ahora mismo me siento tan ingrávido que no creo que me cueste nada dormir-.
-Bien-. Dijo Hadrian, besando la mejilla de Abraxas y levantándose para estirarse, dejando al rubio hecho un lío sonrojado de nuevo. -Bien, yo me voy a la cama, ustedes tomen sutiempo-.
-Claro, Orión aún tiene que esperar a que toda la cafeína que bebió le abandone el cuerpo-. Abraxas sonrió satisfecho.
Imbécil, no había bebido más de quince tazas, estaría bien.