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Chapter 43
1/5/1955
El primer domingo de mayo, es decir, el primero de Mayo de todos los días, había sido relativamente tranquilo, reflexionó Hadrian. Hoy no tenía que trabajar y Orión acababa de regresar de su estancia de dos días en los Estados Unidos, un trabajo de vigilancia que sus contratistas habían pospuesto desde hacía tiempo, pero que por fin había podido terminar. Abraxas se había quedado ayer en la mansión, así que no fue una sorpresa verle entrar en el apartamento a las nueve de la mañana.
Lo sorprendente fueron los tres paquetes rectangulares que llevaba consigo.
-¿Qué has hecho ahora?- preguntó Orión, derrotado, antes de beberse el té de un trago.
Abraxas se limitó a sonreírles, sin ofrecer ninguna explicación.
-Vamos a salir, así que empaca algo de ropa y comida. Además, cámbiate, no vas a salir con la ropa de dormir-.
-Dejo esto en tus manos. Todavía podemos echarlo y pasar un día agradable y relajado-. Le dijo Orión, mirando los paquetes con recelo.
Debatió los pros y los contras de la situación. Por un lado, Abraxas se sentiría decepcionado si no hacían lo que había planeado. Por otro lado, Orión llegó literalmente a casa ayer por la noche, después de trabajar durante casi 45 horas sin parar.
-¿Por favor? Les prometo que podrán descansar todo lo que quieran aunque nos vayamos-. Dijo Abraxas, con los ojos brillantes mirándole fijamente y casi rebotando en su sitio. -Vamos a estar solos, así que no habrá ningún problema-.
-Bien-. Dijo, poniendo los ojos en blanco. -Pero no puedes quejarte, en absoluto, si nos detenemos en los descansos o pedimos volver-.
-¡Lo prometo!- Dijo, soltando lo que le quedaba de contención y abalanzándose sobre él para darle un abrazo, antes de repetir la acción con Orión una vez que se hubo calmado un poco.
De lo contrario, Orión le habría tirado al suelo. Esperaba no haber tomado la decisión equivocada.
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-Alquilaste una isla-.
-¡Sí!-.
-¿Se pueden alquilar islas?- preguntó Hadrian, completamente estupefacto.
-Claro, hay tantas que los duendes necesitan sacarles algún rédito-.
-Al menos podrías explicarlo bien, Abraxas-. Pero el rubio ya estaba caminando hacia unos árboles que hacían mucha sombra y colocando sus cosas debajo de ellos. Puso los ojos en blanco. -Antes de que se pusiera en marcha el Estatuto del Secreto, la gente tenía que encontrar formas de esconderse por su cuenta, así que protegían las islas y se asentaban en ellas, en su mayor parte. La quema de brujas se volvió muy desagradable a finales del siglo XV y se convirtió en una necesidad. Es por eso que la cartografía de hace mil años, lo poco que nos queda de ella, y la más reciente son diferentes. Las islas simplemente desaparecieron en algún momento en el medio-.
-¿Y nadie lo cuestionó?-.
-Los muggles sólo pensaban que se había escrito mal, creían que la magia era una especie de arte maligno para encantar a la gente y hacerles daño, ni siquiera pensaban en todo lo que podía hacer con las aplicaciones correctas-.
-Esconder islas enteras-.
-Sí, exactamente. Con el tiempo, los magos encontraron otras formas de esconderse, se estableció el Estatuto, la gente decidió mudarse junta a las ciudades en lugar de vivir sola y muchas islas quedaron abandonadas o se convirtieron en lugares de recreo para las familias o, como ésta, se vendieron a los duendes, que ahora las alquilan o venden a su antojo. Esto ocurrió en todo el mundo, no sólo cerca de Gran Bretaña-.
-¿Voy a suponer que su lógica era que no podían ser cazados por muggles si no había muggles cerca?-.
-Probablemente, sí. A veces los guardianes de una isla olvidada hace mucho tiempo caen y los muggles la encuentran, lo que ahora causa problemas porque cada vez son mejores encontrando y guardando información y ahora saben que una isla está donde no debería haber nada, y los mágicos tienen que intervenir un poco para que no les parezca raro, pero eso pasa muy pocas veces-.
-¿Terminaste de explicar?- Miró a Abraxas, molesto, cuando el rubio volvió de ignorarlos.
-Ya que todo esto era tu plan, podrías haberlo hecho tú mismo-.
-Eres mejor en esto, de todos modos...- Abraxas los tomó de las manos y comenzó a tirar de ellos para que lo siguieran hacia los árboles antes mencionados, donde se había extendido una gran manta y se habían colocado cuidadosamente sus cosas. Abraxas los empujó delante de dos de los tres paquetes que no les había dejado tocar. -¡Ya pueden abrir los suyos!-.
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Orión miró a Abraxas, con una ceja arqueada. Luego se volvió hacia él y le indicó con la mano que se adelantara.
-Podrías hacerlo tú primero-.
-Abraxas no te haría daño. Le parecería divertidísimo gastarme una broma-.
-¡Oye!- Exclamó el rubio, indignado.
Hadrian le ignoró, sabiendo que Orión tenía razón porque ya había ocurrido antes, a favor de ponerse de rodillas y desmontar el papel marrón del paquete. Le costó un poco de trabajo, pero finalmente se desprendió. Fue un poco desesperante, con los dos hombres mayores mirándolo sin moverse.
Dentro de la caja de madera cuidadosamente tallada encontró un palo de escoba y oh... Abraxas los había sacado a volar. La cogió, palpando con cuidado la madera pulida de color marrón oscuro de la escoba y sintiendo su equilibrio. En la punta del mango estaban las palabras "Cleansweep 4" escritas en plata.
No era su Nimbus 2000, y mucho menos su Saeta de Fuego, pero había echado tanto de menos volar que ni siquiera le importaba. Este modelo era también probablemente el mejor en este tiempo, y conociendo a Abraxas el rubio debía de estar esperando su lanzamiento desde hacía tiempo con lo emocionado que estaba.
-¿Te gusta?- Le oyó decir. A su lado, Orión estaba ahora abriendo una caja idéntica.
-Sí, ¿puedo?-.
-Suéltate, tienes que acostumbrarte antes de que podamos jugar. Además, hay un casco y unas rodilleras debajo... eso, sí. Será mejor que te lo pongas, y gafas, no hace falta que te rompas las gafas-.
Se rió del entusiasmo del rubio mientras Orión se ponía su propio equipo de protección en un tiempo récord. Siguió su ejemplo, ansioso por empezar a volar, sin rastro del cansancio matutino.
No perdió el tiempo y se elevó en el aire con un rápido pisotón en el suelo, estabilizándose mientras avanzaba. El Cleansweep no era tan suave como estaba acostumbrado, ni tan cómodo, pero todo lo que podía sentir era su estómago dando volteretas y el viento golpeándole la cara mientras se zambullía y daba unas cuantas vueltas para intentar ver dónde estaban sus límites así.
Si se esforzaba, incluso podría hacer una finta de Wronski, pero quizá más tarde, cuando estuviera más acostumbrado.
Alguien silbó detrás de él y se volvió para mirar.
-¿Bien?-.
-Increíble, me lo he perdido-. Dijo, volando más cerca de Orión. Forzarse a moverse lentamente era en realidad más difícil que pasar zumbando a su lado.
-Me he dado cuenta-. Orión sonrió satisfecho. A pesar de las leves ojeras, Orión ya no parecía tan cansado. -Abraxas tiene una quaffle y una snitch, si te interesa-.
Sonrió. -Eras Buscador, ¿verdad?-.
-Durante cuatro años, sí-.
-Bueno, no me importaría ver lo bueno que es. Aunque sólo lo he probado un poco, y nada serio-.
-Podemos hacer alguna competición de buscadores a tres bandas más adelante. Veremos si eres tan bueno como presumes-.
-¡Oh, por favor! Buscar en Quidditch es lo único de lo que presumo!-. Se quejó, fingiendo ofenderse, pero se rió mientras seguía al hombre hasta encontrarse con Abraxas, que hacía girar la quaffle en sus manos.
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-¡No puedes dejarla caer para siempre!- Dijo riendo, pero yendo de nuevo a por la quaffle.
Orión había sido golpeador durante dos años en Hogwarts, su segundo y tercer año, antes de que hubiera decidido centrarse en sus estudios a tiempo completo. Abraxas había empezado en cuarto con él, pero había seguido hasta que se graduó, todavía como cazador. Para ser sincero, se habría abierto la cabeza bastantes veces si Orión no hubiera empezado con él. Aún así, el hombre era horrible como cazador, ¡incluso Hadrian tenía mejor coordinación mano-ojo!.
-¡Cállate! Vuelve a por una bludger y un bate y veamos quién es peor en qué, ¿vale?-.
-¡No, no caeré en eso!- Dijo, sonriéndole. Realmente, realmente no quería pasar el día esquivando la puntería infernal de Orión. -Oh- ¡Hey!-.
-¡Si te distraes, perderás!- Dijo Hadrian, pasando zumbando a su lado y quitándole la pelota antes de que pudiera reaccionar.
Maldita sea, estas escobas no deberían aguantar tales velocidades. Por mucho que lo intentara, y a pesar de que todos tenían las mismas escobas, Hadrian siempre era más rápido.
-¡¿Cómo haces eso?!- Gritó Orión desde el otro lado, aún más lejos de Hadrian que él.
-Fui el buscador más joven de un siglo, ¡esto no es nada!-. Dijo Hadrian, zambulléndose y zambulléndose y siguió zambulléndose tanto que sintió como si le hubieran sacado todo el aire, con el cuerpo paralelo a la escoba y completamente pegado a ella.
Y entonces, cuando casi tocaba el suelo, Hadrian se elevó en un giro de casi 180º que casi hizo que Abraxas se desmayara. Y el idiota se reía como si aquello fuera normal, girando sobre sí mismo mientras se elevaba hasta quedar a la altura de los ojos de Abraxas. Abraxas ni siquiera se había dado cuenta cuando se había acercado tanto al adolescente.
-¿Cómo fue eso?- Dijo, como si no le hubiera dado casi un infarto aquí y ahora.
-¡Tú... tú... tú podrías haberte estrellado hipogrifo ahora mismo! ¡¿Por qué te ríes?! ¡¿Estás loco?!- Dijo Orion, expresando perfectamente sus propios pensamientos y revisando a Hadrian con urgencia.
Hadrian se rió más. -Chicos, la escoba más rápida a la venta en mi época podía alcanzar, ¿cuánto? ¿Setenta y tantos kilómetros por hora más que ésta? Estoy bien-.
Sí, se quedaron boquiabiertos. No, no iban a negarlo. Abraxas sabía que Hadrian venía del futuro, pero se había olvidado de entender lo que eso significaba en determinadas situaciones. Escobas más rápidas era una de ellas, joder, si Hadrian hacía esto cada vez podría envejecer una década por minuto.
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Se detuvo en seco. Acababan de almorzar y descansar un par de horas tras una mañana volando sin parar, aunque sabía que el resto del día seguiría una tónica similar. Hadrian había preparado unos sándwiches y otras cosas sencillas en el poco tiempo que Abraxas les había dado mientras empacaban ropa extra. Ahora, sabía que era porque Abraxas no soportaría dejar que su sudor se enfriara y no poder cambiarse, él nunca podía.
-¿Qué haces?-.
-Hace calor-. Dijo Abraxas, desechando su camiseta y yendo a por su crema solar sin importarle nada. -¿Me ayudas?-.
-Tú...- Abraxas sonrió satisfecho, pasándole la botella después de tomar un poco del producto. -Joder, no eres nada justo-.
-Lo sé, ahora hazme la espalda, ¿quieres? Hadrian cogió la snitch y no hay manera de que pierda-.
-Es un buscador, ¿cómo se supone que vas a ganar?-.
Abraxas tarareó de buen humor mientras Orión le ponía crema solar en la espalda sin quejarse. Esto es normal, pensó para sí, he hecho esto cientos de veces. No iba a tener problemas por ello, ya tenía bastante con ver a Hadrian girar y girar en el aire como si hubiera nacido para ello, con la ropa pegada a los músculos y el pelo pegado a la frente debido al esfuerzo, no necesitaba más tentaciones en forma de algo tan normal como ayudar a Abraxas a no achicharrarse.
-Haré trampas, por supuesto-.
-Eres horrible-. Dijo, dando un paso atrás. -Vámonos, necesito quemar más energía-.
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-Nunca tuvimos una oportunidad-.
-Esto no es justo-.
Hadrian sonrió satisfecho. Había atrapado la snitch por décima vez, y ni Abraxas ni Orion se habían acercado siquiera. Bueno, Orión sí, una vez, cuando había visto la pequeña bola dorada rondar cerca de él, pero se había girado hacia el otro lado en el último momento posible y Hadrian se las había arreglado para cogerla de todos modos.
Le había costado mucho contenerse para no mirar a Abraxas y distraerse, y estaba bastante seguro de que el rubio lo había hecho a propósito. Sinceramente, lo que no era justo de todo aquello era que Abraxas se desnudara y siguiera esperando que Hadrian funcionara correctamente. De los tres, Abraxas era el que más reservas tenía al ser visto sin ropa. Las termas allá en Yule eran una excepción, porque las consideraba una situación normal en la que estar, y rara vez veía al rubio que no fuera perfectamente vestido, siempre se cambiaba de ropa en el baño con la puerta cerrada o en el dormitorio cuando estaba solo. Las únicas otras veces era cuando tenía prisa por arreglarse el pelo sin estropear la ropa, pero para eso también solía llevar una camiseta.
No es que Abraxas tuviera problemas con ello, pero era el que más prefería la intimidad. Orión se sentía muy cómodo con su propio cuerpo en general, y era de quien Hadrian habría esperado más. Abraxas era tan condenadamente bonito. No era como Orión con sus músculos bien definidos y su bronceado y sus líneas afiladas. No, Abraxas era más suave, más delgado y tan blanco que Hadrian quería lamer...
Joder, tenía que dejar de pensar así y poner la cabeza en su sitio.
-No deberías haberme retado si sólo ibas a quejarte-. Dijo, esperando que los otros dos no se hubieran dado cuenta de su lapsus. Por la forma en que la sonrisa de Abraxas se ensanchó y Orión le lanzó a Abraxas la milésima mirada apreciativa del día, no había tenido éxito. -¿Otra vez?-.
-¡Claro que sí!-.
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-Tenemos que volver a hacerlo-.
-Hmmm, estoy seguro de que podemos encontrar tiempo para eso, sí. ¿Estás contento?- Preguntó.
Hadrian estaba tumbado en el sofá. Acababan de llegar al apartamento y el adolescente parecía agotado.
-Claro que sí. No me había dado cuenta de lo mucho que lo había echado de menos hasta que ya estaba en el aire. Es la mejor sensación del mundo-.
-Bien, ese era el objetivo de hoy. Ah, dejé las escobas en el armario por si alguna vez las necesitas-. Dijo Abraxas, viniendo del pasillo. -¿Té?-.
-Hmmmm-.
-Y tal vez un masaje. Y una noche temprana-. Respondió Orión, moviendo la cabeza de Hadrian para que se sentara también, dejándola descansar sobre su muslo. Hadrian se acurrucó más cerca, con los ojos cerrados de placer mientras Orion jugaba con su pelo. Dijo. -Y una ducha para todos, te juro que me voy a Grimmauld si no te das una-.
-No te preocupes, sé que la necesito-.
-Lo mismo-. Dijo Abraxas desde la cocina. -¿Qué deberíamos hacer mañana?-.
-Tengo que estudiar-.
-Yo tengo que trabajar. En Gringotts-.
-No eres divertido-. Abraxas se quejó. Orión podía oír el puchero que estaba haciendo.
Se rió, en realidad, porque estaba contento y había tenido un buen día y sabía que a Abraxas no le importaba su apretada agenda y que trataría de involucrarlos de otras maneras. Pronto Hadrian empezó a reírse también y Abraxas le rodeó el cuello con los brazos por detrás, dándole besos en la mejilla aunque no pudiera evitar que se le escapara la sonrisa de los labios.
No le importaba lo cansado que estuviera, no cambiaría este día por nada. Ni siquiera se arrepentía de no haberse llevado la cámara de Abraxas con ellos, siempre podía pedirle al hombre que revelara fotos de sus recuerdos (no era posible, técnicamente, pero a Abraxas le gustaría experimentar, probablemente). No estaría bien distraerse tanto intentando inmortalizar momentos y olvidarse de vivirlos, ¿verdad?.