The Missing parts of History [Traducción]

Noviembre de 1953.

Harry estaba distraído, llevaba una hora mirando el mismo párrafo sin leer una sola palabra.

Su trabajo iba bien -(trabajaba tres horas de 6 a 9 de la tarde cinco días a la semana más los turnos extras que pudiera pedir mientras le pagaban un galeón la hora, que según Orión era un buen sueldo para un primer trabajo)- pero no tenía mucho que hacer. Había elegido hacer todos los turnos después de cenar, pero parecía que no entraba mucha gente a esas horas, así que Marta le había dicho que aprovechara el tiempo muerto para estudiar o leer. Normalmente le decían que se concentrara en el trabajo, pero él trabajaba en una biblioteca, así que ella le había dicho que estaba bien mientras tratara bien a los clientes y fuera respetuoso aunque le interrumpieran, lo cual le pareció una petición normal. Al fin y al cabo, estaba trabajando, era su responsabilidad. Aun así, se tomó sus palabras al pie de la letra y empezó a traer sus estudios para tener algo que hacer.

Los únicos que había por allí eran unos cuantos jóvenes adultos estudiando y una pareja que había comprado unos cuantos libros y se había sentado a tomar algo. Estaba tranquilo, todos los libros ya habían sido catalogados por ese día y, salvo algunas personas que llegaban tarde para devolver o alquilar algún libro, había tenido tiempo para perderse en sus pensamientos.

Al parecer, Orión no había podido encontrar nada que le ayudara con su problema de cicatrices, ni siquiera algún tipo de mención que hiciera referencia a cómo la Magia Negra podría haber entrado en su cuerpo si no se hubiera lanzado Magia Negra a su alrededor. Acabó cediendo y contándole a Orión lo de aquella noche, aunque en realidad no sabía si la maldición asesina era Magia Negra, pero si lo era, seguramente Dumbledore no habría permitido que el profesor Moody la lanzara en clase. Claro, no había sido contra ellos, pero estar tan cerca no debía estar permitido si era tan dañina...

-¿Orion?-.

-¿Sí? ¿Qué necesitas?-.

-Los Imperdonables, ¿son de Magia Negra?- Preguntó. Habían estado estudiando defensa, así que pensó que era un buen momento para abrir la conversación. Orión frunció el ceño. -Es que la lanzaron mucho el día que murieron mis padres, así que quizá...-

-La Magia Negra se describe como magia que fue creada, y posteriormente utilizada, en contra del orden natural de la Magia Natural, como la magia infernal o la magia demoníaca. Los Imperdonables son tres de las peores Maldiciones encontradas en las Artes Oscuras, pero con lo que interfieren es con el alma. Cuando controlas totalmente a otro, o lo torturas, puede que no sea bueno, pero no va en contra de las reglas de la magia. Si usas la Maldición Asesina, estás prácticamente borrando un alma, desvaneciendo la magia de aquel a quien matas y borrándola de la existencia, pero va con el flujo de la vida, todo lo que está vivo debe morir, y por eso no se considera un Arte Negro-. Dijo, serio. -Por supuesto, se llaman Imperdonables en un intento del ministerio de darles un estatus igual al de la Magia Negra debido a sus efectos, pero no conlleva el mismo riesgo que la Magia Negra-.

-Pero si se les da el mismo estatus, ¿qué las hace diferentes?-.

-¿Has oído alguna vez a alguien hablar de los Imperdonables?-. Asintió. -¿Y la Magia Negra, aparte de nosotros?-.

Frunció el ceño, pero se dio cuenta de que ni siquiera había sabido que existía una cuarta categoría de magia hasta que Orión lo había mencionado después de despertarse el día de su cita médica. Sacudió la cabeza.

-La Magia Negra es la magia más vil del mundo, algo que ni el mismísimo Salazar Slytherin se atrevió a tocar, y por algo se le llama el Señor Oscuro de todos los Señores Oscuros. Corrompen y destruyen todo lo que tocan y son casi imposibles de detener o destruir. La sola mención de él hará que te llamen los militares de la ICW. Por eso no se lo he contado a nadie. Bueno, se lo conté a Abraxas, como sabes, pero es uno de mis hombres de confianza y tenemos un lazo mágico desde que éramos niños, así que sé que no me traicionará, aunque nadie lo sepa-.

-Oh-.

-¿Por qué la pregunta?- Se inquietó, sin saber cómo decir la verdad sin cambiar la forma en que Orión lo trataba. Puede que no tuviera los antecedentes que tenía Magical Gran Bretaña cuando ocurrió todo, pero tampoco era moco de pavo, aunque no hubiera hecho nada. -Cálmate, Hadrian. Si crees que esta información puede ayudarnos a descifrar tu cicatriz, dilo-.

-Me... me la golpearon-.

-¿Qué?- Orión frunció más el ceño, haciendo aparecer activamente arrugas en su frente.

-La maldición asesina, me golpeó-.

-Pero... estás aquí-.

-Sí-.

-Vivo-.

-Sí-.

-¿Qué carajo, Harry?- Realmente no pudo evitar reírse tan fuerte que le empezó a doler el estómago. Orión parecía completamente perplejo, con la cara desencajada por el shock. Orión le dio un manotazo en el brazo cuando se recuperó. -Juro.... Eso no es algo con lo que se pueda bromear!-.

-No, no. No estoy bromeando, pasó de verdad-. Intentó respirar, tomando grandes cantidades de aire para intentar calmarse. A su lado, todo el cuerpo de Orión se había aquietado.

-¿Qué?-.

-Así fue. Te lo dije, mi madre murió protegiéndome, ¿recuerdas?- Hadrian había dicho eso, sí. -Bueno, ella murió haciéndolo. Y entonces el loco intentó matarme, pero su sacrificio hizo que la maldición... retrocediera. Él le pidió tres veces que se apartara para poder matarme, pero ella se negó. Fue todo ella, yo era sólo un bebé-.

Intentó imaginárselo, una mujer sin rostro enfrentándose a un monstruo -(por la forma en que Hadrian hablaba de él, no había otro adjetivo que pudiera utilizar)-, alguien tan temido que familias enteras habían huido del país o se habían escondido, y diciendo que no. Intentó imaginar el verde esmeralda de la maldición asesina derribándola, dejando sólo al pequeño bebé detrás de ella, sentado allí indefenso, y no muriendo como su madre antes que él sólo unos momentos después.

-Magia de Sangre Sacrificada...- Jadeó, sin aliento. Puede que no se relacionara mucho con los nacidos de muggles, pero realmente deseaba conocer a aquella mujer ahora mismo. Las únicas protecciones conocidas contra la maldición asesina eran los objetos físicos y no recibir golpes. La madre de Hadrian era un milagro hecho humano. Un fuego metafórico se encendió en su cabeza. -Bendita Morgana...-

-¿Qué?-.

-Tengo que irme. Abraxas tiene unos libros que tengo que leer-. Miró al confundido adolescente, tomándose el tiempo de apartarle el flequillo de la cara y mirándose la cicatriz, acariciándola suavemente. Hadrian se retorció, desacostumbrado a que su cicatriz estuviera tan expuesta. -Salazar, qué desastre...-

-¿No me vas a explicar más?-.

-No sé si puedo tener razón, no quiero decir algo y equivocarme. Pero sé de un uso de la maldición asesina que está relacionado con la magia negra, no es que sepa mucho más que el hecho de que se use-. Dijo Orión, levantándose e invocando su capa, sin molestarse siquiera con su túnica. -Puede que no vuelva en unos días, me va a llevar algo de tiempo, pero hablaremos en cuanto termine, ¿vale?-.

-De acuerdo. Pero ten cuidado-.

-¿Qué, te estás encariñando?-.

-No seas gilipollas-. Hadrian hizo una pausa, como si estuviera pensando. Orión estaba acostumbrado a que Hadrian lo insultara de esa manera y no sabía por qué lo toleraba, salvo el hecho de que no lo hacía maliciosamente. -Eres mi amigo, y dijiste que esto era peligroso-.

Orión sintió que su rostro se ablandaba. Por supuesto, el corazón de Hadrian era una cosa maravillosa. Si fuera Orión, no habría llamado a otro conocido hasta que se conocieran desde hacía al menos un año.

-No te preocupes por mí, eres tú quien vive con él en todo momento-.

Orión negó con la cabeza. Era bien entrada la noche, pero se había pasado tres días leyendo sin parar sin encontrar la única referencia que conocía. Maldijo su suerte. Sólo había leído un párrafo del libro sin nombre -(sin nombre por una buena razón, pronto se dio cuenta)- antes de darse cuenta de que hablaba de un Ritual Negro e ir directamente a la ICW a denunciarlo. Lo habían interrogado durante días, pero lo dejaron libre cuando respondió satisfactoriamente a todas sus preguntas. Su familia había organizado un baile para él, e incluso su padre tenía una expresión de orgullo en la cara cada vez que miraba a Orión. Había sido uno de los días más felices de su vida.

Y ahora, por no haber leído el maldito libro, una buena decisión en aquel momento, ahora tenía que buscarlo a sabiendas y esperar que nadie se diera cuenta y lo denunciara. Esta vez no sería considerado inocente, y Hadrian moriría, ya ni siquiera considerado humano.

-Kreacher, trae más té-. Soltó mientras sus ojos luchaban por cerrarse y hacerle dormir.

Estaba tan irritable que hasta el tintineo del juego de té que dejaban a su lado lo ponía al borde de caer en una furia ciega. Se alegró de que Kreacher supiera que no toleraría ninguna distracción ni murmullos innecesarios y había permanecido en silencio durante todo el intercambio. Dejó otro libro y cogió el siguiente, disgustado por toda la información que estaba seguro de que no podría olvidar pronto.

No fue hasta horas más tarde, cuando la luz amarilla anaranjada entraba por las ventanas, que Orión lo encontró.

"Aunque Magick Moste Evile no se atreve a hablar de ellos, el proceso de creación de un Recipiente de Almas, también conocido como Filateria u Horrocrux, es bastante simple en su concepción. A través de un círculo de voluntad rúnica, la sustancia vital más pura y la separación de un alma de otro ser humano, uno puede hacer que su propia alma se fracture por la mitad, permitiendo que el fragmento se separe de su propio cuerpo y se coloque en un objeto, permitiendo que el lanzador se vuelva atemporal manteniéndose unido al plano viviente. Al recibir la mitad de un alma, el objeto se vuelve irrompible por cualquier medio mágico o físico, excepto por el veneno de Basilisco o Fiendyfire, aunque se rumorea que el ácido gástrico de un dragón negro también sería capaz de realizar la tarea, e indetectable por la mayoría de magias, hasta el punto de que uno podría llevarlo en su persona en el más vigilado de los lugares y no ser notado. El proceso..."

Orión apenas tuvo tiempo de cerrar el libro y girar el cuerpo hacia un lado cuando se encontró doblado por la mitad, el contenido de su estómago -(lo poco que había)- cayendo a la alfombra del suelo. La cabeza le daba vueltas, las piernas le habrían cedido si no hubiera estado sentado. A lo lejos oía a Kreacher dar vueltas intentando hacer algo para limpiar el desastre y disipar el mal olor.

No sabía cómo se llamaba la madre de Hadrian, pero juró que acabaría su trabajo en su nombre. Morgana, ¡¿cómo se suponía que iba a salvar a Hadrian con esa cosa atada a su cabeza?! ¿Cómo se suponía que iba a mantenerlo a salvo como se había prometido a sí mismo que haría?.

Se limpió la boca con un pañuelo, lanzándose también un amuleto refrescante para deshacerse del regusto a vómito, y apiló los libros. Había encontrado lo que necesitaba -(después de todo, la única maldición que "separaba" el alma del cuerpo era la Maldición Asesina)- y tenía que devolverlos. Los libros le temblaban en las manos, y estaba seguro de que todo su cuerpo había palidecido tantos tonos que lo confundirían con un vampiro. Sinceramente, una vida humana y la sangre de un unicornio, más el acto completamente antinatural de intentar romper el ciclo de la vida y la muerte para convertirse en inmortal, no era de extrañar que bastara para entrar directamente en el territorio de las Artes Negras.