
CAPÍTULO 6
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CAPÍTULO 6
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Los Aurores ya casi nunca le hacían tomar casos, porque en algunos de sus años más problemáticos, había tenido la mala costumbre de volverse loco en direcciones extrañas y se convirtió en una especie de responsabilidad. Pero la joven que estaba desaparecida, Anna, era claramente una fugitiva. Todo lo que Harry tenía que hacer era encontrarla y devolvérsela a sus padres.
Continuó su búsqueda sin mucho interés. Su mente siempre estaba en otras cosas: La guerra, principalmente, pero debajo de todo corría esa horrible e inestable soledad que había aflorado cuando Timothy lo besó.
Comprendió por qué el peor temor de L había sido que nunca volviera a ser amado. Así era como se sentía Harry todo el tiempo, ahora, aunque sabía que era ridículo. Por supuesto que la gente lo amaba. Pero claro, Ron, Hermione y los Weasley no lo conocían como L. No quien era ahora.
Buscó en el escritorio de Anna, despertando su interés por la extravagancia de la casa de sus padres, dado que ambos tenían trabajos ministeriales bastante mal pagados.
Pensó en su propio escritorio. El miedo al papeleo se había incrementado por el dolor de saber que Malfoy lo habría ayudado con mucho gusto, si Harry no lo hubiera golpeado en la cara.
Entrevistó a los padres de Anna. Estaban completamente angustiados, mucho más de lo normal en los casos de escapes, y la madre parecía culpar al padre.
Fue al parque local de Anna. Fue entonces cuando lo encontró: Un rastro de Traslador. Era magia avanzada. Todavía no les enseñaban a los Aurores a rastrear Trasladores; los hechizos eran demasiado nuevos. Pero Harry lo sintió cuando ejecutó sus encantamientos: La magia del Traslador se mezclaba con la de Anna. Era demasiado fácil localizar a dónde había ido y aparecer allí.
Era un almacén resonante con muchas, muchas puertas. Las paredes estaban cubiertas con cajas y bultos de formas extrañas, y había una figura encapuchada desplomada en una silla. Un hombre alto y rubio se giró hacia Harry, con la varita extendida.
—Maldita sea Eastborne, te dije que…
Malfoy dejo de hablar. No bajó su varita.
Era más corpulento y más fuerte de lo que había sido hace unos meses, y le faltaban dos dientes; Harry pudo notarlo por la forma en que Malfoy lo miraba, con la boca abierta.
—Malfoy —dijo Harry— Joder, ¿Estás bien? Escucha, ve a mi casa, la dirección es el número doce de Grimmauld Place, creo que tienen a una adolescente aquí en alguna parte…
—Ella está allí —dijo Malfoy, sin expresión. Hizo un gesto hacia uno de los bultos en el suelo. Harry pudo distinguir un mechón de cabello castaño a través de una rasgadura en el plástico negro. Harry cayó de rodillas y forcejeó para liberar su boca para que pudiera respirar.
—Ella está muerta —dijo Malfoy— Tienes que salir de aquí.
—¿Qué diablos? —dijo Harry, abriendo el plástico para revelar la cara muerta y fija de Anna. Ella tenía dieciséis años— ¡Malfoy! ¡Qué carajo!
—Harry —dijo Malfoy— Vete.
—¿La mataste?
—Los demás volverán en un minuto. Vas a joderlo todo —dijo Malfoy.
—¿Quién es ese? —preguntó Harry, señalando a la figura atada a la silla.
—Estoy lidiando con él —dijo Malfoy.
—¿La mataste?
—¡No, de acuerdo, no, ahora vete a la mierda!
Harry levantó su varita y apuntó a Malfoy. Malfoy lo miró con cautela.
—Te estuve buscando en todas partes. ¿Es aquí donde has estado?
—Me matarán si me ven hablando contigo, ¿Es eso lo que quieres? —preguntó Malfoy. Su rostro se arrugó en una expresión cruda y miserable cuando pareció escuchar su propia pregunta— … ¿Lo es? —preguntó, su voz cada vez más delgada.
—Por supuesto que no, idiota, solo… ¡Salgamos de aquí!
—No puedo —dijo Malfoy.
—¿Qué quieres decir con que no puedes?
Malfoy señalo a la figura encapuchada en la silla, que se retorcía incómoda.
—Tengo un trabajo que hacer.
—Malfoy. No puedes querer decir…
—¡No tengo tiempo para discutir esto contigo, Harry! ¡Deja de amenazarme con tu varita y vete!
—¡No voy a dejar que tortures a ese hombre!
Malfoy le lanzó un hechizo punzante cuando Harry pasó a su lado. Malfoy era rápido con la varita, pero no tanto como Harry. Harry le lanzó un hechizo que lo hizo caer sobre una pila de cajas de madera.
—¡Harry! —dijo Malfoy, su voz estridente— ¡No tienes ni puta idea de en qué te estás metiendo! ¡Solo confía en mí y vete!
Harry le arrancó la capucha al hombre.
—Vas a estar bien —dijo Harry.
—¡Harry Potter! —dijo el hombre.
—Potter, maldito idiota —dijo Malfoy— ¡Avada Kedavra!
Hubo un destello de luz verde y el hombre estaba muerto.
No recordaba bien este sentimiento, pensó Harry. Pensó que sí, cuando estaba a salvo en su cama por la noche, pero no era así. Solo recordó verdaderamente la catástrofe de la muerte en el momento en que sucedió.
—K —dijo Malfoy su voz suave y abruptamente cerca. Su mano estaba sacudiendo ligeramente el hombro de Harry— K tienes que irte, K.
—Tú no cambiaste —dijo Harry inexpresivamente— Realmente fuiste malo, todo el tiempo.
Malfoy soló esa risa desesperanzada, la que él y Timothy habían aprendido en el mismo lugar, de la misma manera.
—Sí, Harry —dijo— Malo, de cabo a rabo. ¿Te irás ahora?
Harry podía escuchar el sonido distante de puertas abriéndose, de gente acercándose.
—K —dijo Malfoy.
—No me llames así —dijo Harry. Apuntó su varita a Malfoy.
—No hay tiempo para esto —dijo Malfoy. Sacó algo de su bolsillo y lo presionó en la mano de Harry. Harry estaba tan sorprendido que lo tomó instintivamente.
Un momento después, estaba de pie frente a la estación de metro de Marble Arch4. El objeto que Malfoy le había pasado no era más que una vieja tapa de botella; un gatillo Traslador. Malfoy lo había hecho inmune a los hechizos de rastreo del Departamento de Misterios.
—¡Mierda! —dijo Harry. Varios viajeros lo miraron. No le importaba— Mierda —dijo de nuevo.
Timothy estaba en casa cuando Harry llegó.
—¡Estás en casa temprano! —dijo, sonriendo.
—Quiero follarte —dijo Harry.
Timothy sonrió.
—Está bien —dijo.
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...CONTINUARÁ...