El piloto de ojos verdes

Harry Potter - J. K. Rowling Gundam Wing
Gen
G
El piloto de ojos verdes
Summary
Las cartas de Hogwarts se envían a todos los niños mágicos de once años. Sin embargo, una carta de aceptación nunca sería enviada y nunca llegaría a su destinatario por falta de una dirección. Después de todo, Harry Potter ha estado desaparecido durante años.
Note
¡¡¡IMPORTANTE!!!¡¡LEER, POR FAVOR!!Dos cosas: Primero, esta historia se basa en una sinopsis de otra historia, la leí y mi cabeza se mando sola a crear esto. Si el dueño de la sinopsis lo reconoce, me disculpo no quiero ofenderlo/a ni apoderarme de su resumen (summary), aunque dudo que lea esto. Segundo, esta historia surgió en una noche cuando debería haber estado durmiendo, por lo tanto no sé si esto se terminará algún día o acumulará polvo, pero necesitaba traer esto al fandom de Gundam Wing, y necesitaba un crossover con Harry Potter.Básicamente, esto es un capítulo piloto, como las viejas series de televisión. Dependiendo del interés, tanto mío como de los lectores, puede que saque más capítulos, pero NO prometo nada.¡Eso es todo! ¡Disfruten del capítulo!
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Capítulo piloto

A/N: Antes de iniciar, dejaré la sinopsis que me inspiró a crear este capítulo piloto, no puedo no incluirlo.

Basándome en una sinopsis: Una carta Cada año, se enviaba un nuevo juego de cartas de aceptación de Hogwarts a las jóvenes brujas de toda Gran Bretaña. Cuando se entregan cartas, a menudo se encuentran con entusiasmo, expectativas, confusión y, a veces (para los menos desafortunados), desprecio y miedo. Sin embargo, una carta nunca recibiría la atención que estaba destinada a recibir y permanecería en la lechucería, acumulando polvo en su estado olvidado. No fue culpa de nadie que esta carta no fuera entregada, porque la carta nunca tuvo una dirección en primer lugar. Su grueso sobre amarillo que servía como escudo, solo tenía un elemento escrito en él. En negrita tinta verde esmeralda, estaba escrito Harry Potter.

Y Harry Potter ha estado desaparecido durante años.

5 de junio, 199 AC.

Un joven de ojos verdes como la esmeralda, tecleó la computadora para escribir su informe. Su departamento modesto, conseguido recientemente por su amiga, estaba silencioso y eso no cambiaría en el corto plazo. No le importaba la falta de sonido, solo se enfocó en su tarea y no permitió que nada lo distrajera, sobre todo cuando ya estaba en la línea final del documento.

Si alguien se tomara la intención de mirar alrededor, notaría que el departamento poseía todos los aspectos adecuados para promocionar el lugar; no como si estuviese ocupado. Su dueño tenía una costumbre simple, que se adhería a todos los aspectos de su vida: eficiencia y pragmatismo. Para el joven era tan sencillo recoger su bolso, oculto debajo de su cama, y abandonar el lugar como si nunca hubiera estado ahí. Algunos podrían afirmar que eso no era saludable, y no, no lo era; pero era todo lo que el joven conocía.

Instalarse en el modesto lugar fue agradable, reconoció el joven; se sintió bien asentarse en un lugar, dejar de mirar por encima de tu hombro con aprensión de si descubrieron tu ubicación, saber que tenía un propio y, básicamente, saborear la paz. Además, tener un lugar propio, era un sentimiento de pertenencia, era extraño si el joven se detenía a analizarlo.

Poco después del intento de rebelión, ante el nuevo orden mundial, de Mariemaia, y la destrucción de todos los Mobile Suits. El gobierno y todos los implicados habían trabajo duramente para reparar y establecer el nuevo régimen, un esfuerzo titánico para evitar nuevas confrontaciones. La humanidad en su conjunto, estaba trabajando hacia la recuperación de las Guerras Eve y la inexistente voluntad de lucha. Sin embargo, no era una tarea fácil, erradicar resentimientos y ambiciones era algo imposible de lograr en la naturaleza humana, por lo que se creó un movimiento paramilitar que prevenía incidentes terroristas: Preventores.

El joven trató de encontrar un balance en su vida en esta nueva era de paz, un nuevo propósito. Involucrado profundamente en la guerra que azotó al mundo, se unió a los Preventores. Desplazándose a lo largo y ancho de la Tierra, sin detenerse por un minuto a saborear la paz, cumpliendo las misiones de la organización. Pero, incluso si es el mejor activo del grupo paramilitar, tuvo que parar y considerar que hacer con su vida en los momentos que estaba atado a un escritorio.

Por suerte para él, los amigos que hizo a lo largo de la guerra, lo ayudaron a establecerse. Su mejor amiga, Relena Darlian, y demasiado terca para su bien, le regaló el departamento con el argumento de que se estableciera por una vez en su vida. Un amigo, Duo Maxwell, señaló que si quería encontrar un propósito en su vida, necesitaba disfrutarla. Otro amigo más empático, Quatre Reberna Winner, dijo que parte del balance que necesitaba era detenerse por un segundo y vivir por la paz que tanto luchó. Por otro lado, Trowa Barton, solo le señaló, a su modo, que se tomara las cosas con calma. Y su amigo más aguerrido, Chang Wufei, solo lo miró con el ceño fruncido y le dijo que eligiera su camino que creía lo correcto.

Por lo tanto, después de cinco meses y dos semanas, había decidido parar y establecerse en el departamento. Su grupo variado de amigos, venían todos lo fines de semana para comprobar que estaba ahí y que no se había escapado, aunque pareciera una falta de confianza, el joven lo agradecía. Incluso si Duo se burlaba por lo vacío que era el lugar, a pesar de que él y todos los demás tenían la misma mala costumbre. Después de todo, nadie le había enseñado cómo decorar un espacio propio.

Aunque hubo momentos, demasiados para ser cómodos, donde la paz lo inquietaba. Donde miraba las estrellas del cielo nocturno y sentía que una parte de él estaría siempre en el espacio exterior, en la Colonia Espacial L1. Una parte de su viejo yo resurgía cuando, como un miembro cortado, la ausencia del Gundam picaba. Esas veces fueron duras, como un Piloto Gundam y uno de los principales miembros que detuvo la guerra, la destrucción de su Mobile Suit se había llevado algo con él.

Sin embargo, por muy difícil que haya sido, se aferró al dicho de un hombre: “La mejor manera de vivir, es a través de tus emociones”. Una frase interesante del hombre que lo crió en su infancia, un asesino. Por lo que se detuvo, escuchó su corazón y emociones, se permitió disfrutar de la paz por la que luchó y se maravilló de un mundo sin guerra. En esa contemplación, encontró su nuevo propósito… Proteger esta increíble, pero frágil, paz. Aunque prometió a todos sus amigos y conocidos que no se degastaría en ese propósito, que disfrutaría de lo que había logrado junto a los demás.

Heero Yuy, el mejor piloto Gundam, estaba complacido con su nueva vida y balance. Por lo que no apreció cuando una carta llegó a su buzón, con su nombre impreso y su ubicación exacta en el revés.

El anciano de ojos brillantes contempló el fuego de las cenizas de su fénix consumirse, sin preocuparse por su amigo alado ya que este era inmortal. Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore, estaba sintiendo los años en su cuerpo, en sus huesos. Las percusiones de la guerra Muggle, Guerra Eve si no recordaba mal, había sacudido el mundo entero, y eso incluye el mundo mágico. Aún puede recordar como si fuera ayer cuando descubrió que una carta no se había enviado a su destinatario, la carta de aceptación para Hogwarts nunca salió de la lechucería. Se hundió en un pánico profundo y mandó a la gente que más confía en busca del joven chico, incluso él mismo salió para encontrarlo.

Sin embargo, la búsqueda fue fructuosa, pero inútil. Primero, se dirigió a la casa dónde lo había dejado aquella noche fría del último día del séptimo mes: descubrió, helado, que los parientes que debían recibirlo con los brazos abiertos, lo dejaron en un orfanato. Después, al viajar a ese lugar que debería ser la última opción de un niño, se enteró que había sido adoptado por una familia adoptiva Clark. Siguiendo los rastros de aquellas personas, se reveló que fueron asesinados y el rastro del niño desapareció sin dejar rastro.

Uno de sus hombres, que podía manejarse bien en el mundo Muggle, tenía contactos en la policía muggle y le pidió que buscara alguna información de los Clark y el asesinato. Resultó que ambos padres adoptivos habían pertenecido a una organización que tuvo gran impacto en la guerra, fueron agentes de OZ; por lo que no se podía acceder a la investigación. A pesar de eso, Dumbledore no se rindió y siguió buscando a lo largo de los años. Albergó sus esperanzas en que la carta se enviaría, incluso si fuera demasiado tarde para el niño aún lo recibiría con los brazos abiertos.

Pero el Mundo Mágico no fue tan paciente como el anciano. La ausencia en el primer día de Hogwarts fue descubierta. La desaparición del niño causó olas de caos y pánico en la Gran Bretaña Mágica. El Ministro anterior y actual prometieron realizar búsquedas exhaustivas para encontrar al niño mágico, promoviendo sus campañas para obtener apoyo público. Después de todo, Harry “El-Niño-Que-Vivió” Potter, el niño desaparecido, era una celebridad y un héroe de su sociedad, el único capaz de sobrevivir a la maldición asesina, quien derrotó al mago más oscuro de todos los tiempos.

Todos los intentos para encontrarlos se chocaron pared tras pared, ni siquiera habían descubierto tanto como Dumbledore, pero aún se mantenían firmes en encontrarlo. Pero la búsqueda tuvo que detenerse cuando la guerra de gran escala de los Muggles creció aún más, por lo que se tomaron medidas preventivas si lo peor llegaba a ocurrir.

Pero ahora, todo había cambiado. La olvidada carta sin dirección había cambiado. Dumbledore, que resguardó la carta todo este tiempo en su escritorio, fue testigo del cambio. Primero, el nombre original se limpió y fue reemplazado por otro; lo que podía significar que el chico se cambió de nombre, o había aceptado su nueva identidad. Luego, pero no más importante, una dirección se escribió con lentitud y duda, para sorpresa del mago anciano que nunca presenció algo sin igual. Esto último, a comparación del primero, tuvo meses de separación y al fin se estableció.

Dumbledore era curioso, muy curioso, por naturaleza. Por lo que no era raro que se preguntara porque ahora aparecía el nombre y la dirección, qué fue de la vida del joven muchacho y, sobre todo, qué estaba haciendo ahora. Decidió, sin prisa, que lo mejor sería transmitir esta información a su gente de mayor confianza y que discutieran el paso a seguir. Después de todo, tenían que moverse con mucho cuidado y evitar espantar al chico. Y eso hizo. Llamó a su mano derecha, Minerva McGonagall, como la persona más cercana a él.

—Albus —ingresó a la oficina, Minerva—, espero que sea algo importante. Estoy muy ocupada revisando el plan de estudio de este año.

—Confió que todo estará en orden, Minerva —sonrió amablemente—. Sin embargo, esto es apremiante. Se trata de la carta.

La bruja de aspecto severo dejó que su mandíbula colgara sin ceremonia, Dumbledore tuvo la amabilidad de no señalarlo y esperar paciente a que la mujer reaccionara. Cuando Minerva reaccionó, exigió que le mostrara la carta, incluso si era desconfiar en la palabra del anciano, pero esto era demasiado importante. El recubrimiento amarillo seguía tan pulcro como el día que descubrieron su falta de envío, con el escudo de la escuela estampado en la cera roja. Sin embargo, el nombre reemplazado con la nueva dirección hizo que su corazón se relajara.

—¿Heero Yuy? —repitió contemplativa la bruja.

—Estoy tan sorprendido como tú, Minerva; pero deduzco que el joven Heero se identifica como tal ahora —el anciano se recostó en su silla—. Sin embargo, lo apremiante es cómo manejamos la situación. El joven Heero ahora posee quince años, y le será difícil aceptar el hecho de que la magia existe.

—Comprensible, después de todo ha estado viviendo en el mundo muggle todo este tiempo. Pienso que lo mejor sería entregar la carta por medios muggles y acercarnos para explicar la situación, de otra manera corremos el riesgo de que piense que sea una broma; como los nacidos muggles —dijo Minerva—. Solo queda decidir quién irá a hablar con él, Albus.

—Muy inteligente como siempre, Minerva. Me alegra tenerte como mi mano derecha —felicitó, tomando un caramelo de limón, Albus—. Pero me temo que no puedo ofrecerme como voluntario. El Ministro quiere que seamos los anfitriones del Torneo de los Tres Magos.

—Sigo estando en desacuerdo con la reapertura de tal torneo —declaró ella.

—Estoy consciente de ello, y estoy de tu lado, pero me encuentro con las manos atadas en esta situación —dijo mientras acariciaba su barba—. Ahora, estaba pensando que fueras tú, Minerva.

—¿Yo? ¿Estás seguro de esto, Albus?

—Podría enviar a Severus, pero su historial con James puede interferir con el delicado equilibrio que se debe lograr. Además, manejas espléndidamente los acercamientos a las familias de los nacidos muggles para explicar la situación, no creo que haya mejor candidato que tú.

—Muy bien, Albus —la bruja se enderezó—. Me encargaré de esto. Rezo por Merlín que todo salga bien.

—Yo también lo espero, Minerva, yo también.

Heero no se sobresaltó cuando la puerta de su departamento fue tocada, solo contempló por un segundo más la carta y la dejó en el zapatero. Rutinariamente, comprobó que su arma, siempre cerca suyo, estuviera acomodada en su espalda para un rápido desenfunde. Revisó la perilla, encontrando a una mujer con un abrigo esmeralda parecido a una bata, esperando ser atendida. El joven abrió la puerta, su cuerpo pegado a la pared por si alguien lo había descubierto, aunque dudaba que la mujer solitaria representara una amenaza para él.

—¿Sí? —cuestionó.

—Buenas tardes, soy Minerva McGonagall —la mujer se presentó—. Estoy aquí para hablar de la carta que acaba de recibir.

Contemplando sus opciones, Heero decidió abrir más la puerta y dejarla entrar. Le pidió que dejara su calzado en el zapatero y le otorgó unas pantuflas blancas para mayor comodidad. La británica, sencillo descubrirlo por el acento, fue respetuosa al acatar su pedido y dejar sus botas a un costado. El joven dirigió el camino a la sala de estar, señalando a uno del juego de sofás para que se acomodara. Por otro lado, Minerva notó lo limpió del lugar y su simpleza, acomodó su bata y esperó a que el adolescente se acomodara, pero no lo hizo.

—¿Algo para beber? ¿Té, agua o café? —ofreció por cortesía, como le enseñó Relena, Heero.

—Agua, por favor —solicitó la mujer.

Heero marchó a la cocina y tomó un vaso para llenarlo de agua, al volver y entregar la bebida a su inesperada visita; buscó la carta y la dejó caer sin ceremonias en la mesa ratona frente a la mujer. Eligió uno de los sofás individuales, quedando cara a cara de la británica y se enderezó por completo. Tomando la señal, Minerva dejó a un lado el vaso y agarró la carta, abrió el sobre y le entregó el contenido a su anfitrión.

—Le prometo que no es una broma, señor Yuy —dijo con firmeza, Minerva—. El contenido de la carta es muy real y me gustaría ofrecerle una explicación adecuada a su situación.

—¿Una escuela de magia y hechicería?

—Soy profesora de la escuela y me encargo de hablar con aquellos que nacieron y crecieron en el mundo no mágico. Normalmente, esta carta se envía a todos los niños mágicos de Gran Bretaña, a la edad de once años deberían recibir la carta que sostiene, señor Yuy —Minerva carraspeó un poco.

—Sin embargo, no tengo once años, señora McGonagall —señaló él.

—Soy consciente de ello —la mujer tomó una respiración profunda—. No sé si es consciente de esto, señor Yuy, pero usted fue adoptado por…

—Lo sé perfectamente —interrumpió—. Mi segundo padre adoptivo me informó de ello a los ochos años.

—Comprendo —dijo cuidadosamente, el detalle de un segundo padre adoptivo archivándose en su cabeza—. Desconozco toda su situación, y no vine a que me diera esa información. Vine para informarle que la carta, y su contenido, son reales y no se trata de una broma.

—Supongamos que no tengo quince años, más de cuatro años para el procedimiento estándar —Heero clavó su mirada en ella—. No soy británico; y si lo fuera, por qué ahora.

—Créame que estoy segura de que usted es británico, señor Yuy. Sus padres eran magos, los conocía personalmente y fueron mis estudiantes por siete años —explicó la bruja—. Originalmente, su carta poseía su nombre de nacimiento, pero no una dirección; por lo tanto, nunca pudo enviarse. Cuando descubrimos este hecho, se realizaron múltiples búsquedas para localizarlos.

—Tengo una duda —habló Heero—. Dijo que se realizaron múltiples búsquedas para encontrarme, ¿por qué hacerlo? Dudo que todo un grupo de magos se muevan para localizar a un niño que, muy probablemente, se haya mudado de país. Y no respondió a mi anterior pregunta, ¿por qué ahora?

Minerva contempló su vaso medio lleno, en secreto estaba sorprendida por la perspicacia del joven y sus preguntas. Parecía tener experiencia en hacer las preguntas correctas para obtener más información, además de deducir muchas cosas con pocas respuestas. Pero lo que más le impactó, fue su nulo interés para averiguar más sobre sus padres biológicos y su nombre. Alzó la vista, encontrándose los brillantes y penetrantes ojos verdes que le recordaban a su fallecida estudiante.

—Respondiendo a su penúltima pregunta, señor Yuy, se debe a un hecho que ocurrió en su primer cumpleaños. Usted nació el treinta y uno de julio, ese día su hogar fue atacado por un mago oscuro, un hombre que estuvo aterrorizando a nuestra sociedad mágica, y sus padres murieron para protegerlo. Sin embargo, cuando llegó a usted, no más que un niño de un año, y trató de asesinarlo con un hechizo prohibido, este se volvió a su lanzador y lo mató. Nadie puede explicarlo bien, pero los magos británicos lo declararon su salvador. El que derrotó a Voldemort, “El-que-no-debe-ser-nombrado” —Minerva tomó el último sorbo de agua—. Cuando el mundo mágico se enteró de su desaparición, el gobierno se lanzó a múltiples búsquedas.

» A su última pregunta, queríamos encontrarlo y ofrecerle la oportunidad de conocer el mundo mágico británico, su mundo. La carta fue quien nos otorgó su dirección.

—Dudo que haya elaborado una mentira tan extensa y complicada, pero disculpe sino creo en usted de inmediato —dijo sin verse afectado, Heero—. Necesito pruebas reales, físicas de que la magia existe.

—Por supuesto.

Minerva sacó su varita bajo la atenta mirada del joven, le informó que cada bruja o mago necesitaba una varita para poder enfocar su poder y ejercer su magia en un hechizo. Como primer ejemplo, usó el vaso vacío para levitarlo, lo elevó a más de tres metros de la mesa y lo regresó con cuidado a la superficie de madera. Luego, conjuró agua desde la punta de su varita para llenar el vaso. La bruja miró con nerviosismo el rostro estoico del adolescente, que no mostraba ninguna sorpresa o alteración.

Heero apenas parpadeó ante la magia frente a sus ojos, incluso si no quería creerlo la prueba estaba ahí, un inocente vaso lleno de agua. Agarró el vaso y olfateó con cuidado, para luego beber un pequeño sorbo, comprobando que, sí, era agua. Sin embargo, a pesar de estar sorprendido, no dejó que se mostrara en su rostro o alguna parte de su cuerpo, tenía demasiado autocontrol para eso. Pero esta nueva información había sacudido la base de su balance, su estabilidad en la vida y todo lo que creía fue triturado hasta ser irreconocible. No le proporcionó nada a la mujer, nada que le indicara si estaba de acuerdo o no con esto.

—Le ofrecemos la oportunidad de aprender a controlar y utilizar su magia, señor Yuy. Estoy segura de que ha pasado por algunas situaciones inexplicables, situaciones raras que no tienen alguna explicación lógica —habló Minerva—. No debe tomar una decisión apresurada, tómese el tiempo que necesita. Pero le recomiendo que sea antes de julio, o agosto como muy tarde, para enviar una confirmación. Si está interesado en asistir, debe ponerse al día con su año.

—¿A dónde tendría que enviar mi confirmación? —cuestionó él.

—Al correo de Escocia, bajo la dirección Las Tres Escobas. Allí sabrán dónde enviarlo —la bruja se levantó de su asiento—. Ha sido un placer conocerlo, señor Yuy.

—Una última pregunta —los ojos verdes no se apartaron de ella cuando el adolescente se paró—: ¿cuál era mi nombre de nacimiento?

—Harry. Harry Potter —la mujer sonrió.

Heero la acompañó a la puerta, McGonagall se despidió luego de acomodarse su calzado y salir por la puerta. El joven piloto apenas parpadeó cuando la mujer desapareció con un suave crujido, incluso si le impresionó y alteró por completo, y cerró la puerta de su departamento. Se encaminó a la ventana que daba a la calle, vio a las personas disfrutar del bello día soleado y los autos conducir por la carretera; se apoyó el alfeizar y contempló el horizonte. A sus ojos, la vista le brindó nuevas, y aterradoras, posibilidades, pero no se apresuró. Necesitaba sopesar esto con cuidado, incluso si aceptaba tendría que dar muchas explicaciones porque no podía abandonar a sus amigos de la nada y menos su trabajo. Y decidir… decidir en base de sus emociones.

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