
Chapter 2
En los siguientes días, Heero se entretuvo entregando algunos documentos, asistiendo a las reuniones rutinarias, recibiendo a sus amigos y, en la privacidad de la noche, recordando su pasado. Si se dedicaba a repasar los recuerdos de su vida, podía vislumbrar esos hechos inexplicables que ocurrían aleatoriamente a lo largo de su infancia. Cuando vivía con sus padres adoptivos, había veces donde un peluche o un juguete se caía de su cuna o cama, deseaba con todas sus fuerzas que regresaran a sus manos, y, mágicamente, flotaban de regreso a sus manos. O esa vez, con Lowe, que necesitaba a travesar una puerta con llave y obtener unos documentos antes de ser atrapado, en la desesperación deseó que se abriera la puerta y así ocurrió. O cuando era un piloto y estaba en medio de una pelea a tiros, su arma se quedó sin munición, pero no podía escapar de su refugio o sería acribillado por la lluvia de balas; tenía una pistola cerca, pero no lo suficiente para alcanzarla y, siguiendo un profundo instinto, extendió su mano y el arma voló a él.
Aquellos acontecimientos giraron en su entorno de forma cotidiana, pero desapercibida en un entorno de caos, y él lo había aceptado. Incluso le había salvado la vida en más de una ocasión. Reconociendo eso, hizo que la curiosidad se enroscara en su cuerpo, ansiosa por ser satisfecha y ardiendo a fuego lento en su ser. Hubo un instante, en una noche, que se preguntó por sus padres biológicos y el hombre que los asesinó. Sin embargo, tenía deberes que cumplir y no podía dejar su trabajo a un lado.
Entonces, aquí estaba, caminando por los elegantes pasillos de la principal sede del gobierno, el Palacio Presidencial; en busca de su mejor amiga. Los asistentes y los guardias llenaban los pasillos, algunos en su tiempo libre y charlando con sus colegas. La presencia de Heero no era extraña, con su uniforme de Preventor evitaba llamar la atención a su persona, y también había participado como guardaespaldas de Relena varias veces. Por lo que la secretaria de la persona que busca, apenas lo miró antes de contactar por teléfono a su jefa e informarla de su presencia.
Saludando con un cabeceo a la secretaria, tocó la puerta e ingresó a la espaciosa oficina de la viceministra de Relaciones Exteriores. Relena seguía igual que la conoció, aunque sus facciones se iban afinando a medida que crecía, su cabello rubio recogido en la familiar media cola y las dos trenzas a los costados. Su amiga dejó de firmar o leer cuando ingresó, sonriendo de forma dulce y comprensiva que solo ella podía brindar, que le arrebataba el aliento a Heero cada que la ve. Ella se alejó de su escritorio, alisando una arruga de su falda tubo de color perla y se acercó a él con un paso elegante.
—¡Heero! —saludó y lo abrazó con lentitud—. No esperaba verte, es agradable verte. Siento no haber asistido el otro día, hubo una reunión imposible de posponer.
—No te preocupes, Relena —la abrazó por igual, sonriendo—. Siento aparecer sin avisar.
—Siempre eres bienvenido. Tú y los demás pilotos no necesitan reservar una cita para reunirse conmigo —se alejó de él, acomodando su cabello—. ¿Café, te, o agua?
—Café —respondió, mientras se tomaba la libertad de sentarse en un sofá individual, Heero.
El sofá estaba ubicado en una esquina de la oficina aristocrática, con una mesa de té, para utilizarse en una reunión más personal, como ahora, o para el descanso. El espacio estaba perfectamente ubicado para poder recibir la luz natural del gran ventanal detrás del escritorio, estar al alcance de una estantería de libros, o de la pequeña alacena para guardar una variedad de cafés, tés y jugos; junto a una tetera y cafetera eléctrica. Heero solo miró el hermoso patio del edificio, esperando a su amiga. Relena regresó con la taza de café y su propia bebida, un té. Heero esperó a que se acomodara antes de agarra su taza y beber un sorbo, apreciando el brebaje amargo que tenía un toque único para el piloto. La joven preparó a gusto su propio té, sirviendo los tres cubitos de azúcar habituales, como conocía Heero. La viceministra bebió un poco y miró a su invitado, esperando a que este hablara.
Heero sacó la carta que lo ha estado persiguiendo hace más de una semana, se lo extendió a su amiga, que dejó su taza en la mesa, y leyó el contenido con cuidado. El joven analizó con cuidado a la chica, estudiando sus reacciones ante las palabras escritas; reconociendo que se sorprendió, pero no la falta de intensidad que esperaba. Fue fácil deducir que Relena estaba al tanto de algunas cosas al respecto de eso, qué tanto era difícil saberlo para Heero. Alguien más, que no comprendiera el trabajo de cada uno, podría haberse sentido ofendido por no ser informado de algo así, pero el piloto estaba consciente que no todo podía divulgarse.
Cuando Relena pidió más explicación, Heero le detalló el día que había recibido la carta y la presencia de McGonagall para darle explicaciones. A medida que avanzaba, Relana estaba pensativa mientras escuchaba y miraba su té, esperando el final del relato. Aunque ella estaba sorprendida por lo ocurrido, más aún al darse cuenta de las posibilidades que se abrían ante su amigo; pero más importante saber lo que ocurrió con sus padres biológicos. La explicación llegó a su fin y se sumergieron en un silencio contemplativo, Heero solo podía beber lo último que quedaba de su café.
—Sabes de ellos, ¿verdad? —afirmó, Heero.
—Sí, Heero. Lo hago —Relena dejó su taza vacía—. Cuando comenzamos a establecer el gobierno poco después de la rebelión de Mariemaia, fui informada por la existencia de los magos por parte de los otros gobernadores. Pedí que fueran incluidos en los proyectos de FRA y muchos otros proyectos para otorgarles la protección de UEST. Sin embargo, su gobierno internacional pidió que no interfiriéramos como ellos no intervenían en nuestro gobierno; no estaba de acuerdo, pero se mantuvieron firmes y decidí respetarlos. Aun así, acordamos que, si algo ocurría que los afectara, nos informarían y viceversa. El mejor consenso que llegué.
—Imagino que prefieren mantenerse en el anonimato —comentó el piloto.
—Lo hacen, y los respeto. Sin embargo, no es un conocimiento que se pueda compartir a la ligera. El mundo entraría en caos ante esta variable, por lo que me he informado, poderosa. Lo que arruinaría la paz por la que tanto luchamos y tantas vidas se perdieron. No permitiré que ocurra tal cosa y que los sacrificios sean en vano —explicó ella, con sus ojos azules brillando con firmeza—. Siento no haberte compartido esto.
—No te preocupes, puedo entenderlo. No sabía, y mucho menos tú, que sería un mago extraviado —dijo para aplacarla y con cierta diversión—. Sin embargo, no sé qué hacer.
Heero explicó la encrucijada en la que estaba, dividido entre cumplir su deber y propósito de mantener la paz, y conocer este misterioso mundo. Relena no dijo nada, podía ser fácil para ella ordenarle, como viceministra y cofundadora de los Preventores, que ingresara al mundo mágico y fuera su fuente de información. Pero ella no se guiaba por la fría lógica y las posibles ventajas que conseguiría; eso estaba muy lejos para su bondadoso y pacífico corazón. Entendió que su amigo solo buscaba ser escuchado, obtener una segunda opinión para poder decidir, para recibir ayuda y la joven se lo brindó.
Fue clara y directa en decirle que, tomara la decisión que tomara, lo apoyaría. Le aseguró que nada peligroso ocurriría en su ausencia si decidía irse, y que, si ocurría, sería informado de inmediato. Además, le recordó que no se guiará tanto por su deber, algo difícil para el piloto, y que escuchara sus sentimientos que han surgido en estos tiempos de paz.
—Dime tu decisión cuando la tomes —Relena tomó y apretó suavemente las callosas manos—. Y por una vez, Heero, se egoísta por ti, permítete hacer algo para ti mismo.
—Gracias… Relena —el adolescente le sonrió, soltándose del agarre con gentileza, y se paró—. Te dejaré con tu trabajo. No te olvides de irte a casa y comer algo, ¿sí?
—Lo haré, no te preocupes —Relena lo acompañó a la puerta—. Y de nada, Heero.
La chica le dio un cálido beso en la mejilla antes de despedirlo, Heero se retiró del gran edificio gubernamental con el corazón acelerado. El piloto no había tenido una respuesta clara a su encrucijada, pero si había recibido el alivio que no sabía que estaba buscando y la promesa de que nada ocurriría en su ausencia. Sin embargo, no era solo eso, algo más se había agregado a la mezcla, su renuencia de mantenerse lejos de su amiga.
「… 」
Fue cinco días después de reunirse con Relena que Heero tomó su decisión. Conocería este mundo mágico. No había sido fácil, pero decidió seguir el consejo de su amiga y dejar de lado su deber por una vez en su vida, descubrió que era más difícil de lo que se imaginó, y ser un poco más egoísta. Si no lo hacía, estaría faltando al lema de su vida: “La mejor manera de vivir, es en base a tus emociones”. Asique le pidió a su amiga para arreglar las cosas con los Preventores y su jefe Lady Une.
Arreglaron un hueco largo en la apretada agenda de Relena y solicitaron una reunión con Lady Une, quien se los ofreció sin mucho problema. Después de todo, la solicitud provenía de una persona importante en el mundo y de su mejor agente que nunca pedía eso, amenos que fuera por una orden o presentar un informe privado que no podía ser registrado. Por lo que, ubicada en el edificio principal de los Preventores, a dos cuadras del Palacio Presidencial; estaban en la oficina de Lady.
—Bienvenida, viceministra Relena —saludó, Lady—. Heero.
—Gracias por recibirme, señorita Une —sonrió la chica, mientras el piloto saludaba con un cabeceo.
—Siempre es un placer, Relena —la mujer se sentó en su escritorio, señalando los asientos—. Pero estoy preocupada que hayas pedido una reunión junto con Heero. ¿Ha ocurrido algo?
—Nada que ponga en peligro a la paz —tranquilizó la joven—. Más bien, he venido a abogar por Heero.
—¿Qué ocurre, Heero? —cuestionó la jefa de Preventores.
—Hace dos semanas, recibí esto —respondió el piloto, entregando la carta.
—¿Una carta de Hogwarts? Creí que se entregaban a los once años —dejó escapar, sorprendida mientras leía la carta.
—Sabes —entrecerró los ojos, Heero, sospechoso.
—¿Cómo? —cuestionó la viceministra.
—Sí. Pero antes de explicarte cómo soy consciente de esto, me gustaría saber cómo te llegó esta carta —solicitó, Lady.
Heero y Relena cruzaron miradas, antes de que el piloto relatara lo sucedido y Relena explicara su situación. Lady Une solo podía sorprenderse más y más, la elevación de cejas estropeaba el tranquilo rostro de la mujer, y era suficiente evidencia para el joven. Cuando Relena terminó, Lady Une se paró de su asiento y buscó tres vasos para llenarlos de agua, los cuales entregó a sus invitados para mayor comodidad después de una larga explicación. Lady Une se enderezó en su asiento.
—El mundo mágico no solo se compone de brujas y magos —comenzó—. Existen diversas criaturas mágicas que puedes encontrar en distintos libros de fantasía o infantiles, incluso en leyendas. Pero también se componen de Squibs: hijos de familias mágicas, pero carentes de suficiente magia para lanzar un hechizo simple. Usualmente, las familias mágicas más conservadoras, tienden a rechazar a los Squibs ya que los consideran una gran vergüenza para su familia y los borran del registro familiar.
» Mi familia proviene de Italia, pertenecía a este circulo de conservadores. Cuando se dio a conocer la ausencia de magia en mí, me borraron de la línea familiar y me enviaron con parientes tan lejanos que casi no se consideran familia. Los Squibs somos personas conscientes del mundo mágico, pero no podemos revelar la información por una ley implementada por CWI: el Estatuto Secreto.
—Me informaron de esa ley —comentó, Relena.
—Nunca esperé que Heero fuera un mago. Sin embargo, con su estilo de vida tan agitado, era casi imposible de que rastrearan y menos una carta —dijo Lady.
—Me gustaría solicitar una baja temporal —dijo, Heero—. Quiero conocer y explorar este mundo.
—No tengo ningún problema, solo tardará un tiempo que sea oficial. Necesitaré buscar un reemplazo adecuado y de confianza. Sin embargo, te recomiendo que no vayas a ciegas, Heero.
—¿Te refieres por mi estatus de celebridad? —preguntó secamente.
—Sí. Puede que haya vivido gran parte de mi vida en el mundo muggle, pero conozco lo suficiente la sociedad mágica para advertirte que estudies la mayoría de las costumbres —respondió—. Si hubieras llegado al mundo mágico a la edad de once años, la población sería más indulgente con un niño si le faltas el respeto a sus costumbres. Sin embargo, no lo eres y no puedes permitirte enemistarte con un mago sino puedes defenderte de un hechizo.
—Entendido.
—¿Algo más que puedas decirle a Heero? —cuestionó preocupada, Relena.
—Comunícate cuanto antes con Hogwarts, debes ponerte al día con los de tu edad y mientras más tiempo para practicar, mejor.
Lady Une los despidió, sin olvidarse de devolverle la carta al dueño, y comenzar a hurgar entre sus papeles para permitir la baja temporal de Heero. La nueva información obtenida por su jefa tenía girando la cabeza del piloto en todas las posibilidades que podía plantear. Relena apretó su mano de forma reconfortante, preguntando si estaba bien y si necesitaba tiempo. Descartando su necesidad de buscar más información, tranquilizó a su amiga y le pidió ayuda para informarles a sus amigos. Ambos decidieron que podrían arreglarlo en un fin de semana, pidieron expresamente que todos los pilotos Gundam debían estar presentes ya que era algo importante.