Go back in time: Fourth Year

Harry Potter - J. K. Rowling
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Chapter 8

"Baile de Navidad"


La sala común era un verdadero desastre. Todos estaban hablando a la vez, gritando y exigiendo, mientras Draco se trastabillaba al medio de la sala, dónde se paró sobre una mesa.

— ¡Basta, basta, cállense! —chitó— ¡De a uno, por favor! ¿Qué, necesitan un vocero?

Harry se burló, cruzado de brazos, apoyado en la pared junto a la escalera. Ansiaba agarrar al rubio y llevarlo a su habitación, lejos de todo y todos, con la necesidad abrumadora de tenerlo entre sus brazos.

Daphne aplaudió, levantando su mano.

— ¿Dónde estabas? Ni el profesor Snape sabía dónde fuiste a parar.

—Me quedé con Diggory —se sinceró, mirando de reojo a Harry, quien entrecerró sus ojos hacia él—, los tejones me... Dieron asilo, si se puede decir así.

— ¿Qué estabas haciendo con Hufflepuffs, entre todas las personas?

—Buscando información, tengo un chico al que hacer sobrevivir, no es fácil. —se sacudió las manos, sonriente— ¡Todavía no sabemos qué hacer con el huevo! ¿Qué más puedo hacer, aparte de buscar información? Krum va a sospechar si sigo con él.

Harry frunció el ceño, mientras Zabini miraba con duda desde el rubio hacia Harry, tratando de medir que tanto debía confiar en el rubio.

Pansy se lanzó a los brazos de Malfoy, llorando. La casa desvió la mirada del gesto. Mayormente apaciguados, tanto por la explicación, por muy a medias que fuera, como por el retorno del rubio.

Greg y Vincent se pararon a los lados de la mesa ratona, custodiando, con ojos cuidadosos, al rubio.

Draco palmeaba tranquilamente la espalda temblorosa de su amiga, mirando hacia Daphne, con una sonrisa. Estiró su mano, y la rubia se apresuró a subir a abrazarlo, con Panay aún en medio.

— ¿Seguro que estás bien, Draco? ¿No te hicieron nada?

—Son Hufflepuffs, ¿qué mal podrían hacerme? —se burló, limpiando las lágrimas de la chica— Estoy bien. Dejen de llorar, se les van a hinchar los ojos.

—Las niñas bonitas no deberían llorar por tontos sin remedio. —secundó Blaise, tomándole la mano a Draco—Venga, bajen. No necesitan estar arriba de una mesa para abrazar a Draco.

—Yo también quiero abrazarlo, estaba preocupado. —se quejó Theo, apareciendo detrás de Zabini, una sonrisa torcida— ¿Qué dices, príncipe? ¿estás de humor para abrazos?

—Antes de que Harry te arrastre, claro. —se burló Greg, pero sus ojos eran suaves.

Draco bufó.

—Aprovechenlo ahora. —ordenó Potter, sin moverse de su lugar— No tendrán oportunidad más tarde.

Y así, Draco fue aplastado por todo su año, en una seguidilla de abrazos mortales. Potter lo miraba como un halcón, sin moverse un ápice.

Berrycloth parpadeó hacia el elegido, arqueando las cejas. Todo cuarto año se apresuró a abrazar y mimar a Malfoy, mientras Potter se mantenía impasible, de brazos cruzados, mientras sus ojos se mantenían fijos en el rubio.

Adrian Pucey le golpeó el hombro a Berrycloth, y negó suavemente con la cabeza, un dedo presionado contra sus labios.

Ambos prefecto volvieron sus ojos a Potter, y nuevamente a Malfoy, ojos calculadores.

—Kalem, no te metas. —regañó Hassel Mynor—. Déjalos en paz.

El chico se burló en voz baja, abrazando a la chica, con una sonrisa sarcástica.

—Es un mini jefe, ¿no crees que es chistoso?

—Tenemos dos príncipes por algo, huh. —murmuró Eddy Daimon, asomándose por encima del hombro de Adrian—. Creía que era solo por capricho de Malfoy...

Pucey suspiró, mirando hacia el elegido.

Estaba serio, y sus ojos eran agudos, fijos en el rubio. Porte recto, mentón arriba y desprendía poder, haciendo nada, simplemente estaba ahí parado y parecía capaz de derribar el mundo a sus pies.

Sinceramente, Draco Malfoy había creado un monstruo, y Adrian Pucey no sabía si debía de temer o simplemente sentarse a disfrutar de los desastres que se iban a desatar en el mundo mágico cuando su apreciado "Héroe" de sus primeros pasos en la sociedad y los haga arrodillarse a sus pies.

—Malfoy no hace las cosas por capricho, o porque sí. Ya deberías saber eso. —dictaminó, con autoridad, finalizando la discusión.

Lo había sabido el mismo día en que el heredero Malfoy se había sentado frente al anterior príncipe, los últimos días de primer año, y aseveró que tener dos príncipes no violaba ninguna regla o tradición de la casa de las serpientes. Fue avalado y aceptado por todos los cuadros.

Inclusive, sin la aprobación de Salazar Slytherin, nadie tuvo más opción que aceptar. Draco Malfoy no tenía una pizca de juego o humor en sus apagados ojos grises.

Blaise Zabini se separó de Draco, para sacudirlo un poco por los hombros, una sonrisa enorme en su rostro.

— ¡¿Cómo dejaste que te llevará un Hufflepuff, de entre todas las personas posibles?! ¡Inaceptable!

—Fue por un bien mayor. —se burló Draco, pellizcando las costillas del chico, haciéndolo retorcerse fuera de su alcance—. Hay cosas que se tienen que hacer. Sin excusas.

Daphne lo empujó hacia Potter, con una sonrisa cariñosa.

—Deja de decir tonterías, y vete.

Draco se despidió, desdeñoso, mientras se paraba frente al elegido, quien le dio una mirada apagada. Sintió en la piel el calor de esos abrasivos ojos, que claramente dictaban que no iba a salir de su habitación por el resto del día, o por lo menos hasta que Harry no tuviera una respuesta que satisficiera su preocupación.

(No iban a ir a clases. Draco lo sabía.)

Fue mientras bajaban las escaleras, que Draco y Harry escucharon a Eddy Daimon, otro prefecto, preguntarle a todos sus compañeros sobre la ausencia marcada de Severus Snape.

Draco bufó. Harry le dio una mirada divertida.

Claramente. Solo pensar en el estoico hombre suplicarle a alguien como Sirius era, sin discusión, la cima del humor.

Era una imagen rara, sin dudas.

—Por lo menos sabemos que Sirius es un hombre de palabra, podría haber derribado el colegio y no lo hizo. —suspiró Malfoy, entrando a su habitación.

Se dejó caer directamente en su cama, rebotando en el mullido colchón, retorciéndose hasta estar cómodo. Un tarareo complacido lo abandonó.

Estaba agotado, no había podido pegar un ojo en toda la noche, y el alivio de estar en su habitación, con Harry a su lado, lo desgastó por completo.

— ¿No dormiste, Draco? —indagó, petulante, sentándose a su lado, los dedos callosos por la práctica excesiva de Quidditch se enredaron en su largo cabello rubio, y Draco se derritió en las sábanas— ¿Qué estabas haciendo con Diggory que te mantuvo en vela, mh?

Su voz sonaba ronca y carecía de alegría. Si Draco tuviera más energía, se preocuparía porque el chico estuviera enojado con él. Pero él estaba agotado, así que solo se arrastró más hacia Harry, quejándose hasta que el azabache colocó la cabeza del rubio en su regazo, sus dedos aún masajeando su cuero cabelludo.

Draco solo quería dormir así. Sabía que podía, pero Harry merecía una respuesta sincera.

—Estaba pensando en ti. Estaba preocupado. —murmuró, adormilado— Pero Diggory estaba durmiendo como un troll.

Harry suspiró por encima de su cabeza, pero reanudó sus caricias después de unos segundos. Draco era maleable entre sus manos, tan vulnerable como alguien podía ser.

Harry lo cuidaría. No había peligros ahí.

Quizás Draco seguía algo afectado por los instintos del hurón en el que se había convertido, pero se hundió en la seguridad que sentía.

—No quería quedarme con él. Ni siquiera conseguí información valiosa sobre la segunda prueba, solo un montón de mierda sobre Cho Chang, ¿a quien carajo le importa qué chocolates le gustan? —se quejó, frotando su mejilla contra el muslo del elegido—. Pero no tenía opción.

— ¿A qué te refieres?

—Te lo dije, me secuestró. —tarareó, más dormido que nada—. Yo era un simple prisionero de un tejón enamorado, un horror...

Harry quería creer que no estaba siendo serio pero le era muy difícil no tomar la palabra de Draco como algo casi indiscutible. El rubio siempre era muy sincero con él, entonces, si estaba diciendo la verdad...

—Moody me transfiguró. —la voz de Draco adquirió repentinamente agudez, y Harry miró hacia abajo. La plata líquida se removía como ríos de lava y Harry sintió el fantasmal ardor del fuego subir por sus venas—. Me convirtió en un estupido hurón, blanco y adorable. Probablemente. Diggory me encontró y me cuidó.

Harry respiró profundamente. Draco tomó su mano, entrelazando sus dedos.

—Deja que Sirius se encargue de esto.

—Draco, yo-

Por favor.

La súplica del rubio removió algo en su interior, y Harry tuvo que cerrar los ojos, concentrándose en el calor corporal de su amigo. Asintió suavemente.

—Solo por esta vez. —aseveró Harry— No dejaré pasar una segunda.

Y, ¿quién era Draco para discutirle?

Además, ¿qué mal podría hacer Harry? Era poco probable que causará más daños que el propio Sirius, ¿no?

¿No?

— ࿐*:・

Las cantidades infernales de tarea no fueron obstáculo para las rondas de estudio de los Slytherins, que se habían internado los primeros tres días en la sala común, junto a su jefe de casa, para eliminar la mayoría de la carga posible. Es decir, todas las tareas se declararon listas al final del tercer día.

Snape estaba orgulloso, Harry lo deducía porque el hombre estaba bebiendo té tranquilamente, junto a un cuadro enorme de Salazar Slytherin, que nunca estaba en él.

El profesor los veía de vez en cuando, cuidando que nadie estuviera tratando de escaparse a horarios descabellados, cuando la escuela en general ya debía ser un desierto.

Harry había escuchado, por medio de Draco, que todas las casas eran más bulliciosas y movidas que nunca. Y también se enteró de las travesuras de los gemelos Weasley, mientras Draco se entretenía peinando el largo cabello de Daphne.

— Están llenos de plumas. —se burló— Y lo peor es que hay más de donde vino ese primer invento. Teman por sus estómagos en el baile de Navidad.

—Me das una tranquilidad amigo, no sabes. —se quejó Blaise, acostado sobre las piernas de Theo, quien estaba comiendo un trozo de pastel de melaza, sin preocuparse en lo absoluto por la advertencia de Draco—. Se supone que es para que la pasemos bien, y ahora ni siquiera vamos a poder comer algo con tranquilidad. La desesperanza es total.

— Nada es divertido con un Weasley al acecho. —acotó Pansy—. Solo ellos la pasan bien.

—La verdad de los bromistas, inesperado.

Draco se rió de la resignación en la voz de Daphne, mientras le trenzaba la mitad del cabello, cómodo con solo escucharlos charlar a su alrededor.

—Hay cosas peores. —murmuró Goyle— Las citas, por ejemplo. ¿Han pensado a quién invitar?

—No realmente, por lo menos yo no—suspiró Theo—, ¿Blaise? ¿Quién será la persona afortunada de acompañarte por una noche? Helena Devaux, la de Beauxbatons, me preguntó por ti. Igual que la mayoría de sus amigas. Y por Draco.

Malfoy se encogió de hombros.

El moreno tarareo, sonrisa engreída, sin dignar una respuesta a eso. Estiró su mano y limpió la comisura de los labios de Nott, lamiendo su pulgar después, saboreando el dulzor del pastel.

Theo se quedó imposiblemente quieto, con los ojos bien abiertos.

— ¿Harry, tu que tal? —preguntó Pansy, ignorando a los otros chicos— ¿De las tantas que he visto este mes, alguna fue selecta?

—No. —toció—. Ni siquiera sabía quiénes eran. Prefiero evitar la incomodidad, ahora estoy centrado en no humillarme al bailar.

—Draco definitivamente hace milagros. —tranquilizó Vincent—. Seguro que para el baile ya te va a tener bien entrenado.

—¿"Bien entrenado"? ¿Qué soy, un perro?

—Yo no quería decir nada pero...

Harry le tiró una almohada a Daphne, cuando le dio una mirada conspirativa, dejando la idea en el aire.

— ¿Draco? —preguntó Pansy, con voz tímida, parpadeando rápidamente, su mejillas rojas— ¿Y vos?

—Tengo una cita, desde la semana en que nos avisaron sobre el baile, de hecho.

Silencio en la sala.

Vincent y Greg se ahogaron con medio bocado de las magdalenas que estaban comiendo. Theo le dio una mirada de costado, cauteloso, a Pansy y Daphne hizo lo propio, pero con Harry.

— Ah, ¿en serio? —se desanimó la chica, mirándose los pies— ¿Es de nuestro año?

—Ciertamente.

—Draco se consiguió una cita, y unió otras citas en el medio. Si hablamos de eficacia, es la imágen de este chico. —tarareó Blaise.

— ¿Sabes con quien va? —lo acusó Daphne, señalándolo.

— ¿Se supone que era secreto? —preguntó Harry, divertido.

— ¡¿Vos también sabes quién es?! —se quejó Vincent.

—Seguro que es él y solo nos quiere boludear. —teorizó Millicent, ojos sospechosos.

—¿Yo? ¿Boludearlos? Jamás podría-

—Señor Potter, Señor Malfoy —interrumpió Snape— Acompañeme.

Ambos chicos se estremecieron, borrando sus sonrisas de inmediato. El estoico profesor se movió, sin esperar una respuesta.

Tanto Harry como Draco se apuraron, curiosos por lo que podría pasar. La dirección era conocida, últimamente se pasaban las tardes ahí, molestando a Snape y hablando por flu con Sirius.

—Tienen visita.

Abrió la puerta, y en la silla estaba Sirius, bebiendo de una copa, probablemente vino debido al color bermellón.

— ¡Sirius! —se alegró Harry, adelantándose para abrazarlo.

— ¡Cachorro! —brilló el hombre, mientras lo abrazaba— Draco, ¿cómo estás?

—Bien, listo para que termine el año.

Snape resopló, sirviendo tres tazas de té y, discretamente, rellenó la copa de Sirius. Draco sintió un tic en la comisura de los labios, queriendo sonreír tan mal, pero no quería que su padrino se diera cuenta de que lo habían visto.

Ambos niños se sentaron en las robustas sillas, mientras que el profesor se relegó al diván, cerca de la biblioteca empotrada en la parte de atrás de su oficina, dándoles algo de privacidad.

— Creo que todos estamos igual, Draco. Todos. —suspiró soñadoramente Sirius— Pero, veamos, veamos. Cuéntenme cómo van las preparaciones para el baile. ¿Citas? ¿Planes? ¿Baile, Harry? ¿Traje, Draco?

—Tengo una cita. —levantó la mano Draco, con una sonrisa maliciosa— ¡Harry no para de rechazar chicas, Sirius! ¡Tendrías que verlo!

Harry se ruborizó rápidamente, y golpeó el muslo del rubio con la palma abierta, el ruido hizo eco en la habitación. Draco se estremeció, pero solo miro al elegido con ojos brillantes, sin lucir para nada arrepentido.

— ¡Draco no se queda atrás! ¡La mayoría de las chicas mayores fueron tras él desde que puso un pie fuera de la sala común!

Sirius empezó a reírse a viva voz, aplaudiendo y cayendo en el suave respaldo del sillón. Draco, secretamente, se preguntó desde cuándo había un sillón cerca de la mesa. Según su memoria, eso había estado mucho más al fondo, cerca de la habitación del profesor de pociones.

Huh.

—Harry ya no me pisa los pies. —festejó Draco, y Harry gimió, escondiendo su rostro entre sus brazos, las tazas tintinearon por el abrupto cambio de peso en la madera— ¡Es un gran avance! Baila bien ahora.

—Bien, bien. Me alegra mucho, cachorro. —aseguró, impresionado, el hombre— Haces milagros, o magia. Yo, ni con dos tutores, lo hice cooperar.

— ¡Estábamos de vacaciones!

—Igual. Deberías haberme hecho caso, ahora estás estresandote por el poco tiempo que tienen ¿o no?

Harry gimió, quejumbroso.

— ¿Por qué viniste, Sirius? —preguntó Draco, aún sonriendo, pero sus ojos eran agudos como puñales. Harry aprecio la interrupción, pero no levantó la cabeza.

Sirius resopló, divertido, escaneando a su sobrino.

Draco le recordaba muchísimo a-

Tomó una respiración abrupta, sacudiendo la cabeza. Volviendo su mente al tiempo presente, ya se había estancado por mucho tiempo en el pasado.

— Traje algunas cosas para Harry. Y, también para comentarte las nuevas, hace unos días se hizo una junta entre los representantes de los padres... Madam Zabini estaba escupiendo veneno a diestra y siniestra. Está bastante enojada, como sabrás. El evento de los mortifagos, que estén obligando a Harry a participar...

Draco tarareó, agarrando la taza de té, calentando sus manos mientras cavilaba sobre el tema. Eso podría salir bien como mal, pero Draco poco podía hacer con la poca información que llegaba a sus manos.

Sirius no era parte del comité, por lo que la situación estaba demasiado lejos, fuera de lo que Draco podría llegar a manipular, piezas sueltas que podría utilizar para llegar a buen puerto.

— El director no está teniendo exactamente buenos resultados en éstas reuniones. Sus años pasados están pegando duro, hay mucho por debajo. —comentó, sus ojos volando a la esquina, dónde Snape leía pacíficamente—. Greengrass me postuló para participar, quiere que... vuelva a usar el puesto de mi padre. Algo sobre reminiscencia, y no sé qué más, probablemente debería prestarle más atención.

Draco se tronó los dedos, pensando seriamente. Harry sorbió lentamente su infusión, pensando.

—Me parece un buen plan. —murmuró—. Deberías conseguir más influencia, meterte entre los nobles es buena idea. Con lo del ministro y todo...

Sirius sonrió.

— ¿Por quién me tomas, corazón? Ya estoy en eso. Soy la comidilla de varios, pero muchos otros no dudaron en enredarse en mis encantos.

—Como se esperaba. —bufó Draco. Harry dejó salir una risa, casi sonando como campanitas.

Snape les dió una mirada oscura.

—¡Sev, ¿qué piensas de esto?!

El profesor miró a su ahijado, aturdido.

Hace cuatro años que no escuchaba ese apodo. El niño se había apegado totalmente a sus roles de profesor y alumno, y lo había tratado con frívola distancia. El apodo había pegado duro en su corazón.

Se acercó con reticencia fingida, mirando con cautela a Black, quién lo miró por encima del borde de su copa, con igual precaución. Y se dejó caer con cuidado, rígido, en una silla. La más alejada del Lord Black.

Draco se levantó, y fue tras él, inclinándose para hablarle como en secreto, llegando tan lejos como para taparse los labios al hablar. Sirius, entonces, se concentró en Harry, sacando dos delgadas cajas negras, cerradas con cadenas de plata enlazadas.

—Este, el más largo, es para que lo uses vos. —empujó la caja hacia él, y Harry lo miró con curiosidad, pero sin atreverse a abrirlo en ese momento—. Y este, es para tu cita. Entregaselo el día del baile, y solo ese día, Harry. Nada de darlo antes de tiempo, mocoso, ya sé que tan débil es tu convicción con...

Harry ladeó la cabeza, confundido, cuando Sirius no siguió hablando, y solo le guiñó el ojo. Y después de eso, le dió otro gran trago al vino.

— ¡Entonces! —aplaudió Draco, haciéndolos saltar a todos— ¿Vendrás al baile, Sirius? ¿Sí?

—Eh, no. No puedo, no sin invitación, corazón.

Draco le dió un golpe al hombro de Snape, quién se estremeció, pero tenía los ojos fijos en la madera. Draco repitió el movimiento, está vez aclarando se la garganta.

—... puedes ser mi cita.

— ¿Oh? —musitó Sirius, abriendo mucho los ojos— ¿Cómo?

Draco volvió a carraspear, dándole una mirada aguda a su padrino. Harry se cubrió la boca, mirando al suelo, para que no lo vieran reírse.

— Que si... eh, ¿querés ser mi cita para... para el baile?

Sirius se había quedado congelado, como colgado en el tiempo, ojos grandes y brillantes, sin soltar palabra, hasta que Harry le dio una patada en la espinilla.

— ¡Sí! —siseó de dolor, sobresaltado— ¡Sí, obviamente!

¿Obviamente, eh? pensó Harry, rodando los ojos. Draco, sin saberlo, compartía sus pensamientos.

— ¡Bien! ¿Harry, quieres ayudarlos con los mínimos detalles? Voy al baño.

El elegido aplaudió, sonriente. Más que feliz de avergonzar a su padrino, y mucho más si podía meter al estoico profesor en la ecuación.

El hombre era muy distante con él, aún si con el resto de la casa parecía fluir naturalmente. Y, de vez en cuando, lo atrapaba dándole una mirada nostálgica, casi cariñosa.

Harry sentía curiosidad. Por el hombre, y por su pasado.

¿Qué tenía Harry que lo hacía tan diferente de sus compañeros? ¿Por qué lo trataba con más facilidad y familiaridad que a los demás, pero con menos aprecio?

Era casi como hablaba con Draco. Pero a la vez, era una cosa totalmente distinta.

No parecía odiarlo, pero algo lo mantenía a más de un brazo de distancia de Harry, y él quería saber qué.

Draco no tardó mucho, y encima volvió con un tarro de galletas de miel, y entre ambos molestaron sin cesar, presionando para que les hablarán de sus vidas. De la juventud y de las travesuras de Sirius.

Snape, incluso, los ayudó a atormentar más a Sirius.

Se fueron de ahí con el estómago lleno y su corazones cálidos, casi saltando de camino a su habitación.

— ¿Sirius sea tan parecido a Blaise? No puedo creer que no están relacionados.

— ¿Cómo es que no son familia? Permitirme dudar que no sea el padre.

Ambos chillaron de risa, mientras se cambiaban. Cayeron en la cama, abrazados, cómodos y satisfechos por el día.

— ࿐*:・゚

Harry estaba pasando el rato con Neville esa mañana, mientras llegaba la hora del almuerzo. Las chicas de su año se habían internado en sus habitaciones la noche anterior, para pasar una "noche de niñas", sea lo que sea significa eso para chicas sangre puras del mundo mágico. Harry prefirió no preguntar.

Draco se había escapado con Hermione después del desayuno, y Harry no quería estar con los chicos por el momento. Blaise seguía sin decirle a nadie nada, mientras que los otros se concentraban en conseguir una cita. Toda la casa estaba entrando en combustión, teniendo que elegir con quién les convenía ir. Tal parece que, no solo era una cita, era más una puerta para el futuro. Conexiones, tradiciones y posibles ventajas se entrelazan en el concepto.

Harry no había querido pensar en lo complejo que parecía todo en el mundo mágico. Probablemente, para cualquier otra casa, era solo un rato divertido y tonto. Para ellos, era una decisión que afectaba a su futuro.

Ron había estado desaparecido toda la mañana. Los gemelos se habían centrado en molestar a Ginevra, que seguía dándole miradas encandiladas cada que Harry se la cruzaba.

La niña era extraña.

— ¿A dónde fue Draco, Harry? —susurró Longbottom.

— ¿Mh? —musitó, distraído, tirando y atrapando la recordadora del heredero a su lado— ¿Por qué? ¿Tan rápido quieres deshacerte de mí, Nev?

— ¡N-no! —chilló, sonrojándose profundamente— ¡Disfruto mucho de tu compañía! Y-yo solo...

— ¿Qué pasa?

—... es raro verlos sin el otro. Siempre que los veo, están juntos.

—Eh, si, supongo. Pero pasamos bastante tiempo sin el otro, también. —explicó— Tenemos más amigos, hay que dividir nuestro tiempo. Aparte de las actividades, muy distintas, y los estudios.

—Pero yo realmente no los he visto solos...

—Y, es que nos vemos en horario escolar. O cuando estamos por desmantelar otro plan del sin nariz.

— ¡¿Sin nariz?!

Neville estaba estupefacto.

—¿Qué? Draco dijo que lo llamemos así, para que dejen de retorcerse cada que lo mencionamos.

El elegido sonrió de lado, muy satisfecho con su explicación.

— ¡Buenas! —clamó Hermione, brillando— ¿Qué hicieron sin nosotros?

—si...n, sin nariz...

— ¿Eh? —Hermione parpadeó, confundida, ante la incoherencia de Longbottom.

Draco llegó a la mesa de Gryffindor, luciendo tan confiado y benévolo como alguien que acababa de ejecutar un milagro. Le guiñó un ojo a Neville, quien empeoró su tartamudeo y se puso más rojo aún.

—Nada, nada. No hay que preocuparse. —descartó Harry, levantándose. La gente estaba empezando a entrar al comedor, y prefería ir a su mesa a sufrir entre Gryffindors—. Cosas entre nosotros.

—¿Guardas secretos ahora, Potter?

—Tengo una cámara repleta de secretos, Malfoy.

El rubio rodó los ojos, odiando la gracia que le dio el comentario, forzandose a aplanar sus labios, sin querer darle la satisfacción de hacerlo sonreír. Hermione bufó, negando con la cabeza.

Para Neville, el doble sentido de la frase, pasó por encima de su cabeza, inadvertido.

Ambos se despidieron a medias, sabiendo que se reunirían no bien terminarán de comer. Había poco que hacer en vacaciones esta vez, más allá de la incógnita que seguía presentando la segunda prueba del torneo, y el significado del huevo.

Harry seguía sin saber muy bien de qué lado debía de mirar el problema para poder darle una solución.

Sin embargo, eso no le quitaba el apetito. Estaba disfrutando al máximo como los elfos se lucían con la comida, los guisos calientes le mejoraron el día, y sus postres cada vez eran más deliciosos, y Harry solo quería comer más y más.

Además, Draco estaba volviendo a comer igual que en sus primeros años, haciendo que Harry se aliviará por demás. El fiasco del año pasado seguía flotando por encima de la cabeza del elegido, como un péndulo. Y de vez en cuando necesitaba asegurarse de que el rubio se viera sano. Que estaba bien.

En general, parecía que todos estaban satisfechos, desde los paladares exquisitos y exigentes de las francesas, como los prácticos y hoscos húngaros. La única que tuvo algo que decir fue Fleur Delacour.

Toute cette nourriture offerte que Hogwag propose est trop lourde—se quejó al salir por las puertas del gran comedor, ellos iban unos pasos por detrás— ¿Que dois-je faire si je peux porter ma tunique?

Fue unos pasos más, después de separarse en una intervención, dirigiéndose a Gryffindor, que Hermione abrió la boca.

— Draco, ¿ella dijo...?

Harry parpadeó, mirando al rubio, confundido.

¿Draco sabía francés?

—Está preocupada por no lucir correctamente su túnica de gala —comentó—, ya saben, la comida que nos dan es bastante pesada

—Ah, entendí bien, entonces. Pero qué trágico. —se burló Hermione.

Draco entrecerró los ojos.

— ¿Qué te molesta? Ni siquiera se estaba quejando contigo, estaba hablando con sus amigas. —replicó, seco— Ser femenina no te hace menos inteligente, ni menos agradable. Criticar a alguien porque le guste preocuparse por su apariencia, en cambio...

Hermione se estremeció. Harry tarareó, fingiendo no ver sus ojos pidiendo auxilio, mientras avanzaba con Neville a cuestas, listo para dejarla con todo el peso de la molestia de Draco encima.

— «Buñuelos de banana»

—Cada día son más ridículas las contraseñas que usan. —se quejó Harry, pasando por el cuadro, ignorando la voz de la dama gorda. Le importaba un cuerno su opinión, Harry estaba diciendo un hecho, no necesitaba discutirlo.

—Oh, visitas. —clamó Ron, de dónde estaba tirado en el suelo frente a la chimenea, de su boca salió una pluma de color rojo.

Draco se rió en su cara, y Harry no hizo nada para evitar que una sonrisa petulante llegara a sus labios. Neville se tapo la cara, mientras Hermione se veía ligeramente decepcionada.

—Son tus hermanos, los conoces desde hace años... —suspiró Harry, entretenido, mientras se dejaba caer en el sillón individual.

—... de toda la vida, de hecho. —comentó Draco, sentándose en el brazo del sillón donde estaba Harry.

Quitándose los zapatos con los pies, se apresuró a colocarlos bajo el muslo del elegido. Él tendía a enfriarse muy rápido, y Harry era un horno humano la mayor parte del tiempo.

—... y sigues cayendo en cada uno de sus experimentos. Siempre logran hacerte morder el anzuelo, Ron. Tu vida es triste.

— ¡Ya lo sé! No necesito que lo embarren en mí cara.

Hermione y Neville se sentaron el el sofá largo, mirándolos a los tres discutir, hasta que Longbottom decidió tomar la palabra.

— ¿C-cómo les va... para el baile, quiero decir?

Draco estaba empezando a odiar el tópico. Todos estaban enloqueciendo, y le estaban colmando la paciencia.

No recordaba que su vida fuera así antes.

Harry gimió, apoyándose contra Draco, metiéndose entre sus piernas, para poder esconderse en el pecho del rubio. Malfoy sintió sus orejas calentarse de repente, pero centró sus ojos en el cabello rizado, evitando el contacto visual con todos los presentes.

—Ahí vamos. —aseguró Hermione, sonriendo en grande.

Ron se quedó mirando hacia la chica, por varios segundos, hasta que hizo una mueca llena de confusión y desconfianza.

—Primero: ¿alguien siquiera quiso ir contigo? —gruñó— Segundo: ¿por qué tus dientes son más cortos, qué hiciste?

—Grosero, como tú sólo puedes ser. —chilló la chica, con las mejillas rojas.

—Le encogí los dientes, eso pasó.

—Ah, eso es lo que estaban haciendo, entonces. —tarareó Harry, sin separarse del rubio, mirándolos a todos con un solo ojo—. Impresionante.

—¿Hay algo que no puedas hacer? —suspiró Ron, más plumas saliendo de su boca, de muchos tonos verdosos.

Harry se rió.

Los murmullos entre ellos comenzaron a adormilarlo, sintiendo el pecho de Draco vibrar cada que hablaba, y el corazón latir con fuerza. Quizás, después de una comida tan basta, una pequeña siesta no estaría mal...

Claro, eso pensó, hasta que Ron gritó.

—¡Es verdad! ¡Draco, tienes que ayudarme!

El rubio se sobresaltó, pero las manos de Harry en su cadera evitaron que cayera de espaldas al piso. Miró, curioso, mientras Weasley corría escaleras arriba, dónde suponía que estaban las habitaciones de los chicos.

Hermione hizo un ruido, pero negó con la cabeza cuando Draco la miró. Tenía los labios apretados en un rictus asqueado.

Probablemente no le iba a gustar lo que estaba por bajar.

Y, por supuesto, tuvo razón. Harry se había escondido en su pecho, riéndose lo suficiente para hacerlo temblar. Neville se había escondido en un cojín, con la cara toda roja y Hermione evitaba mirar hacia donde estaba Ron, que caminaba de un lado al otro, con un mantel andrajoso, de un color muy... particular.

El mantel, no era un mantel, era una túnica para el baile de Navidad. Algo elegante, supuso que eso trataba de imitar.

Aunque eso se parecía más a un vestido que a cualquier otro tipo de prenda, y la cosa no tenía remedio. Por mucho que Draco pudiera jactarse de hacer con la magia, esa cosa no podía tener ningún tipo de salvación.

Después de que perdiera algo de gracia, Harry perdió el interés también, prefiriendo relajarse en Draco. El rubio tarareaba de vez en cuando mientras escuchaba a Ron acomplejarse cada vez más, sus dedos enredados en los suaves rizos del elegido, tratando de encontrar una solución.

En realidad no le importaba lo que Ron pensara sobre la túnica de su tía (¿era de su tía, o Draco entendió mal?), él solo podía pensar en la segunda prueba. Draco ya sabía de qué trataba y la forma de pasarla, lo que importaba era-

¿Quién iba a ser el seleccionado?

En la anterior versión de su vida fue Weasley, el mejor amigo de Harry, pero esta vez... No creía que fuera el caso, porque en esta vida no eran así de cercanos.

Ni siquiera eran cercanos como tal.

Hermione estaría ahí por Krum, Cho por Diggory, la hermana de Fleur...

Y él, ¿no?

No quería ser presuntuoso, o engreído, pero ¿quién más podría ser si no es él? No había forma de que se llevarán a Sirius para hacer semejante... ridiculez.

Igualmente, ¿cómo es que dos de estas tres capturas eran de interés romántico? Que encima conocen hace menos de un año.

¡Menos de seis meses, en el caso de Viktor!

Es bastante triste, a decir verdad. ¿Qué tan miserables eran sus vidas, para que no sea un amigo o familia?

Tristisimo.

Miró a Harry.

Supongo que no anteponen amistades o vínculos familiares al romance vagamente establecido. Por lo menos Fleur y Harry iban a tener que buscar algo menos superfluo.

— ¿Harry tiene su túnica, Draco?—curioseo Hermione.

¿Por qué le preguntaba a él?

El rubio le dio un pequeño golpe con dos dedos en el cuello del elegido, haciéndolo retorcerse.

— Sirius me compró una hecha a medida antes de empezar el año escolar. —refunfuñó— Encima tengo que abrir el baile, no menos.

—Huh, si, pobrecito. Tantos problemas. —gruñó Ron, sarcástico.

Draco le envió una mirada ácida, Hermione lo pateó y Harry decidió ignorar el comentario de Ron, por la paz del grupo.

Estaban en territorio frágil aún, no había que pujar, pero Ron no parecía haber recibido el memo.

—¿Con quién irás, Draco? —chismoseo Neville, ojos de cachorro hacia él.

—Con Blaise.

Hermione frunció el ceño, ojos agudos hacia él.

— ¿Blaise? ¿Por qué?

— ¿A qué te refieres con "por qué"? Él me invitó, y acepté. No hay mucho más.

Draco y Harry compartieron una mirada rápida, Draco para comprobar si no era el único confundido, Harry para demostrar su hastío con el tema.

—... ¿pero son dos niños?

— ¿No entiendo? —respondió Draco, parpadeando rápidamente. Draco estaba confundido, mirándola con el ceño fruncido.

Nerville entrecerró los ojos.

— ¿Crees que es algo malo? —chilló Longbottom, las mejillas rojas.

— ¿Qué tiene de malo que sean dos niños? —presionó Draco, ahora entendiendo más el camino tórrido que se abrió en la conversación.

Ron los miró a todos con ojos bien abiertos.

—Los muggles creen eso, y lo predican. —suministró Harry, tratando de explicar, más no de expiar. Draco lo miró con indignación—. Creen que es... antinatural, o algo así. Mi tío solía decir eso, sobre todo cuando en la televisión aparecía alguna noticia que insinuaba sobre las relaciones entre dos personas del mismo sexo.

— ¿Qué tiene de antinatural? —masculló, confundido.

—No sé. Yo soy fiel creyente de que todo lo que cause incomodidad o miedo a Vernon es correcto, y perfecto para promulgarlo el mundo.

—Es por... los niños. Y demás. —se apresuró Hermione— ¡Pero yo no lo decía así! Era... no me parece mal. Solo pensé que-

—No somos muggles. —cortó Draco— ¿Qué carajo quieres decir con "niños y eso"? ¿Para tener hijos? ¡Hacemos magia! Por Salazar. Cada día me sorprende más que los muggles no se estén extinguiendo, se comportan como animales.

Harry sonrió, tomándole la mano. Draco resopló, pero se tranquilizó.

Incluso peor que animales.

Ugh, cada día encontraba más razones para odiar a los muggles. Y la única que lo obligaba a no hacerlo era que, si cedía, compartiría la opinión de Lucius y eso era demasiado.

—Solo es un problema para las familias con un solo heredero, Hermione. —murmuró Neville, mirando al rubio.

Draco volvió a bufar, hundiendo su cabeza entre el desastre de rizos que tenía Harry en su cabeza.

—Que se joda Lucius. —escupió Harry.

—Amen.

Longbottom se rió. El pelirrojo resopló.

—¿Con quién quieren ir? —siguió Harry, retomando el tema. Hermione parecía demasiado afligida como para tratar de arreglar su desastre.

—Fleur-

—Expectativas a tierra, Weasel. No fantasías que no lograrías ni en tus más mágicos sueños.

El pelirrojo farfulló, indignado.

—Uh... ¿Yo voy con Luna?

Draco y Harry miraron a Neville como depredadores, ojos espeluznantes, asustando al chico. Haciéndolo temblar hasta la médula.

—¡Como amigos, l-lo juro! ¡Ella me preguntó, lo s-siento, yo...!

—Tratala como una reina, ¿entiendes, cachetitos? —siseó Draco— O si no...

Harry trazó una línea recta por encima de su yugular con el pulgar. Neville palideció aún más.

El heredero asintió con fuerza.

—¿Y tu, Hermione? ¿Con quién quieres ir? —interrumpió Ron.

La niña le dio una mirada significativa por varios segundos, pero el pelirrojo solo le frunció el ceño. Draco y Harry se miraron el uno al otro, haciendo muecas similares. Neville se tapó la cara con las manos.

—No sé si ir. —terminó contestando.

Draco rodó los ojos. Había movido cada hilo existente en todo su repertorio para que Krum desviará su atención de él a Granger. Un esfuerzo extra, que antes no había necesitado.

Harry sintió, casi físicamente, el cambio de aire. La tensión era demasiado pesada, y él no tenía ganas de soportarlos, no tenía paciencia para Ron o Hermione. Y que se note.

—Me decidí. Voy a preguntarle a Daphne para que sea mi cita. —declaró— ¿Vamos Draco?

—Guía el camino, Potty.

Cualquier cosa para salir de esa situación.

—¡Esperen! No me dijeron que hacer con mi túnica, ¿Como arreglo esto?

—Prendelo fuego y después esparcí las cenizas en la tumba de tu tía. —sentenció Harry.

—¡No está muerta!

—Ah...

—Quémalo igual. No tiene salvación.

—¡No tengo otra cosa para ir!

—No tenés ni siquiera una cita, Ron. —cortó Harry, seco— Sería mejor que no vayas y te quedes con Hermione.

El pelirrojo se estremeció, sentándose de nuevo, ojos desorbitados, mirando al elegido. Harry no le regaló ni un segundo más, arrastrando al rubio por el cuadro, apresurandose a irse.

—¿No que iban a ser amigos, y estaban bien?

—Dije que íbamos a empezar de cero. —corrigió— Ahora mismo tiene que caerme bien.

Draco se pasó el resto del camino a la sala común de Slytherin riendo a carcajadas. Y Harry sonreía con socarronería, muy satisfecho.

—Malfoy —saludó Clint, pasándole un sobre al rubio—, lo que querías. —miró hacia el moreno, asintiendo con animosidad— Harry.

— Hola, ¿qué está...?

—Sh, sh, sh. —cortó el chico, sonriendo como alguien que solo tenía una travesura en mente—. Sin preguntas, Potter.

Quizás Harry debía temer por la vida de alguien.

Draco miró el papel doblado dentro del sobre y su sonrisa se volvió amplia y brillante, antes de tomar la mano de Harry, y alejarse hacia la habitación.

— ¡Recuerda que ya no te debo nada, Malfoy!

— ¡Si eso te deja dormir por las noches, sigue creyéndolo!

El capitán del equipo de Quidditch palideció.

Se apresuraron a entrar en la habitación, y Draco corrió al baúl que estaba a los pies de la cama de Harry, sacando el huevo de oro, y dejándolo sobre el acolchado. Harry solo lo miraba, aún parado en la puerta.

—¿Draco?

—Los ruidos infernales que tiene ese huevo son cantos de sirena. Me costó un poco reconocerlas, porque sinceramente es horroroso abrir el huevo, pero ayer mientras miraba por la ventana vi a una nadar cerca, y de repente el sonido tuvo sentido.

Draco no lo estaba mirando, rebuscando en el armario, por lo que el rubio se permitió hacer una mueca. No era del todo cierto, había sabido sobre el cantar de las sirenas desde que se abrió el huevo el mismo día que terminó la primera prueba, tenía que ser un idiota para no reconocer el canto de una sirena. Había vivido toda su vida en el mundo mágico, ¿Que clase de vergüenza sería esa?

Además, había estudiado el idioma de sirenas en segundo año, mientras se preparaba para aprender parsel; él estaba familiarizado.

Pero había que jugar un poco al tonto a veces.

—¿Y eso significa...?

Draco bufó.

—¿Los muggles no tienen relatos de sirenas?

—Se dice que atraen navegantes, pero parece poco probable si suenan así. ¡Se supone que cantan tan bien que te hipnotiza, no me esperaba esos chillidos de muerte!

Draco tarareo.

—Son criaturas acuáticas, Harry.

—Ajá, ¿y?

El rubio lo miró, calculando como debía golpearlo para que su cerebro se encendiera de una buena vez.

—Pensa fuera de la caja, campeón.

Potter suspiró, pensando en la implicación.

Sus ojos se dirigieron al huevo, y después a la ventana. Ciertamente...

—Oh. Claro, tiene sentido. —se quejó Harry, molesto por ser tan ciego—. Son sirenas, cantan en el mar, debajo del agua.

—Bingo.

— ࿐*:・゚

Esta vez, cuando se despertó, no había una pila de regalos a los pies de su cama. Ni siquiera había uno.

Harry miró a su alrededor, confundido. Porque, bien, podía pasar pero...

Tampoco había regalos para Draco.

Y hablando del rubio, tampoco estaba en la habitación. Su lado estaba frío, probablemente había sido abandonado hace largo rato.

Se levantó de la cama, algo aturdido, frotándose los ojos. Necesitaba subir a la sala común, era seguro que encontraría a sus amigos ahí.

Se puso un suéter que olía a colonia cara, y le quedaba más ajustado que su suéteres habituales, pero cuando notó que no era suyo, ya estaba subiendo las escaleras, y realmente no tenía ganas de volver.

Si Draco podía usar su ropa, él podía usar la ropa de Draco. Lo que es igual no es trampa.

— ¿Hasta cuándo más va a dormir...? ¡Parece oso invernando! —se quejó Lily, mientras se colgaba de la espalda de Goyle, que tenía las mejillas rojas.

Harry arqueó una ceja, inquitativo, entrando a la escena.

De nuevo, toda la casa estaba reunida, ocupando cada espacio del amplio salón. Los de sexto y quinto año parados frente a la entrada, los de primero y segundo pegados a las estanterías de libros.

Tercero y cuarto en el medio, amontonados en los sillones, sillas y mesas.

—Quiero creer que no estás hablando de mí, Lilianne.

—¡Que ese no es mí nombre! —lloriqueò.

Harry le sacó la lengua.

—Bien. Estamos todos, entonces. —aplaudió Berrycloth, adelantándose al círculo que dejaron en el medio—. Cómo saben, por desgracia, esta escuela no respeta ninguna tradición que nosotros -los sangrepuras- tengamos. Cosas como Yule, la noche de la purificación, y... otros tantos, no son ni siquiera tenidos en cuenta. Hoy, Navidad, la primera que podemos pasar todos en el colegio, vamos a cumplir con una tradición pérdida de la casa de Salazar.

—Muchos de ustedes lo habrán leído —aseguró Pucey, sonriendo amablemente—, otros, como yo, lo han escuchado de abuelos o familiares lejanos. Antes, cuando Hogwarts enseñaba realmente, los de esta casa, en estos muros, tenían una suerte de... actividad unificante. Si así lo quieren ver.

Berrycloth rodó los ojos, exageradamente, logrando que la sala se alzará en un séquito de risitas.

—Sí, gracias, Kalem. Excelente aporte. —ironizó—. Cómo decía. Cada mañana de Navidad, todos los alumnos de la casa bajaban al salón, fueren cincuenta o cuatro, y desayunaban acá, se permitían hablar en voz alta, reírse e interrumpir su comida para contar algo. Eliminaban toda etiqueta.

Harry sintió el peso de Draco en su espalda, y miró al chico, que sonreía. El cariño floreció en su pecho, y tuvo que inclinarse en él, apoyándose.

—Y después de estar llenos y contentos, intercambiaban regalos. —completó Hassel Mynor, feliz—. Mí bisabuela me ha enviado una carta, contándome todo hace unos días, y hablé con los chicos. Me parece que, aunque sea poco, respetar la memoria y la tradición de los que estuvieron acá antes que nosotros es... es necesario. Estamos hechos de memorias, y recuerdos, después de todo.

Y entonces, algunos de los alumnos mayores desenvainaron sus varitas, desapareciendo todos los objetos que ocupaban la sala. Otros, se apresuraron a romper una larga mesa redonda, con un amplio círculo vacío en el medio, en el que el Barón sanguinario se paró.

Fue la primera vez que Harry lo vio conmovido. Probablemente el hombre hubiese llorado si pudiese.

La comida apareció segundos más tarde, cuando ya estaban todos sentados. Enfrente de Draco y de él aparecieron dos platos con grandes trozos de pastel.

— ¡Eh, por qué tienen pastel! ¡Yo quiero! —se quejó Panay.

—No. Esto nos lo está mandando Dobby, me juego lo que quieras. —aseguró Harry—. Come lo que se te ofrece, y nada más.

—La avaricia en exceso es peligrosa. —dictaminó Draco, probando un poco de su cheesecake, sus párpados temblaron, extasiado por el sabor—. Amo a Dobby.

—Kreacher te escucha y se mata, Draco.

El rubio hizo una mueca, pateandolo bajo la mesa. Harry se atragantó con el pastel, riéndose .

La mañana pasó lenta, pero emocionante. Todos los grupos se mezclaban, las burlas se alzaban y las risas llenaban el recoveco dónde habían dictado que estarían. Ellos hicieron de ese hueco en la tierra, su lugar. Apropiándose de la fosa, llenándolo de serpientes.

Harry se sentía en su casa, este era su lugar para estar. Crecer, conocer y aprender.

Se hizo silencio, cuando Pucey se levantó, una caja aterciopelada, color vino, en manos. El prefecto carraspeo, incómodo, viendose en el centro de atención.

Le lanzó, casi, la caja a Kalem, y se escondió tras Mike Mynor, su compañero riéndose de buena gana, escondiendolo del resto de la casa.

Draco fue el siguiente en levantarse, y, siendo más práctico, invoco cada regalo, haciéndolos flotar por sobre las cabezas de sus amigos. Y algunos otros alumnos selectos.

Harry tenía dos.

Pansy le dio una mirada desagradable cuando el rubio le entregó los regalos en mano. Harry no debería haberse sentido tan engreído como fue, pero era inevitable.

Blaise se rió, codeando a Theo, quien fingía no estar prestando atención. Daphne le dio palmaditas en la espalda a Pansy, antes de girarse hacia su regalo.

Harry hizo lo mismo.

La primera, era una bolsa marrón, delgada y pequeña, con temblorosa dibujos de su cara. Mientras que la otra era una caja negra, simple, con un pomposo moño verde de una decoración. Harry frunció el ceño, las presentaciones eran contraposiciones exactas, y dudaba muchísimo de la capacidad de Draco de darle una bolsa con dibujos de su propia cara, sin una pizca de vergüenza.

El rubio era... recatado, supone que es la palabra para describirlo, cuando están rodeados. Es cariñoso, y abastece a Harry de tanto contacto físico como el elegido anhele, pero no suele ser tan desinhibido enfrente de la gente.

Era un regalo dulce, hecho a mano, como mucho cariño encima. Si fuera de Draco, se hubiese dado en la intimidad de su habitación, por lo que no podía ser del rubio, entonces-

—Ese te lo manda Dobby. —confió el rubio, en voz baja.

Harry levantó la mirada, y notó que varios regalos se estaban apilando frente a él, en una pequeña montaña. Mientras se preguntaba, recibió otros tantos paquetes.

Toda la casa se estaba moviendo, mezclándose, y hablando. Harry debería concentrarse en ellos.

—¿Cómo es que-?

—Preguntale vos, hoy, cuando lo veas.

El rubio levantó otras dos bolsas. Una igual a la de Harry, pero está tenía las caras de Draco, y la otra era verde, con serpientes blancas dibujadas.

—Kreacher también me dio algo, ¿No es agradable?

Harry hizo una mueca. El elfo era muy leal y complaciente con Draco, mientras que a él y a Sirius los seguía tratando con hostilidad, en los buenos días. En los malos, probablemente comerían cucarachas como almuerzo.

Abrió la bolsa de Dobby, y se sorprendió al ver un par de medias. Estaban hechas de lana, las formas eran un tanto raras, no tanto como pie, pero parecían resistentes; una era verde con snitches en los tobillos, y la otra era blanca, con escobas dispersas por toda la media.

Una sonrisa cálida se formó en sus labios. Recibir algo hecho mano era nuevo, casi que fue su primera vez, y dejaba un sentimiento cálido en su pecho.

A Draco le había hecho mitones, y el rubio tarareó felizmente, frotando su cara contra la suave lana. Kreacher le había enviado una peineta bañada en oro blanco, con esmeraldas incrustadas.

Harry tenía miedo de preguntar de dónde había sacado eso. Se veía delicada, elegante e importante.

—Ese elfo te leyó bastante bien, eh. —susurró Potter, ojos ominosos.

Draco tarareó, sin saber que debía responder exactamente.

La mañana se pasó en abrir regalos y probarlos. Con un pseudo desfile de moda incluido. Harry espero hasta el último segundo, antes de abrir el regalo de Draco, aprovechando un segundo en el que el rubio bajó a conseguirse un suéter.

En la caja habia una daga ébano, con una rosa hecha de cristal rojo en el final del mango, y al lado había una corona, a juego, la seda roja los rodeaba. Harry no pudo respirar, viendo con asombro cada detalle, desde la daga hasta la funda.

Theo silbó bajito, y Blaise emitió un suave "oooh".

Harry no sabía qué decir.

¿Qué era su regalo en comparación a esto?

— ࿐*:・゚

No hubo cena de Navidad porque el baile incluía un banquete, así que a las siete, cuando se hacía difícil ver a alguien rondar por los pasillos, todos los Slytherins se recluyeron en la mazmorra del castillo. Los cuadros los saludaron a todos, y los apresuraron a ir a alistarse para el gran evento.

Harry, Neville, Ron, los gemelos, Vicent y Goyle habían estado peleando, una guerra de nieve, por lo que ahora estaban empapados y tiritanto ridículamente.

Se bañaron por turnos, mientras uno se aseaba el otro acomodaba la ropa. El primero en bañarse había sido Harry, por pedido de Draco, así el heredero Malfoy tenía tiempo de mentalizarse para el desgaste que iban a tener esa noche.

Cuando fue el turno de Draco de refrescarse, se llevó su túnica con él, evitando activamente la mirada de Harry. El elegido había salido con poco más que su ropa interior y una toalla holgada colgada en su cadera.

Draco no vio nada.

Cuando salió (ya completamente vestido, muchas gracias) Harry se estaba colocando la corbata. Tenía un traje completamente negro, con un chaleco verde agua, casi como un corsé, bien ceñido a la cintura. El saco, igual de negro, estaba reposado en la respalda de su silla, y justo cuando estaba por intervenir, para atarle la corbata, Harry la lanzó al escritorio, gruñendo.

—Paso de usar esa garcha.

Cuando se giró, vio a Draco. Parecía que el rubio seguía algo sonrojado por el baño, luciendo una camisa blanca Pristina, cuello alto y volados en las mangas. Desde el cuello hasta el centro del pecho había un trenzado de tela, que debajo ver la sonrosadas piel de sus clavículas. Un pantalón negro, que no era de vestir como el de Harry, sino que parecía más brillante, le apretaba las piernas hasta la cintura, dónde se ataba con tiras, haciendo que se viera más pequeña.

Tenía medias de conejitos. Harry sonrió hacia los pies de Draco.

Se veía impresionante, y aún así encontraba forma de ser entrañable.

—No te voy a dejar salir con ese pelo, Potter. —farfulló finalmente el rubio, acercándose, tirando del flequillo humedo—. Hoy es necesario un arreglo.

Usando algo de gel y otro tanto de magia, Draco estilizó su cabello a algo que consideró agradable, y como Harry era tan blando por él, no lo contradijo, sonriendo cariñoso mientras el rubio se jactaba de su trabajo.

Draco mismo se hizo algunas trenzas sueltas en el cabello, enredandoles una cadenas de plata con pequeños dijes de mariposas.

Antes de salir, abrió la caja que le dio Sirius. El que le correspondía a su cita ya estaba en manos de Daphne, desde la mañana de hecho, así que solo-

Le sacó la tapa y la dejo caer en la cama, mirando hacia adentro. Había tres cosas. Una tira como de laureles, con ganchos pequeños, hecho de oro. Los detalles en las hojas eran demasiado.

Después había un collar y algo similar, pero mas grueso. Harry arrastró la caja hacia Draco, quien tarareó, apreciando los objetos, antes de hacer que Harry se colocará el saco encima de los hombros.

—Los laureles van acá —murmuró, el clic del botón encastrando en el clip lo sobresaltó—, para evitar que se caiga. Y el collar...

Draco siguió murmurando mientras acomodaba la pieza, un delicado adorno, con la cabeza de un ciervo, con ojos verdes.

—Y esto es un liguero, se supone que va en tu muslo, a ver, déjame qué-

—Usalo vos.

Draco levantó la mirada, chocando con los bosques tranquilos. El elegido sonrió, tomando el objeto entre sus manos.

El rubio levantó la pierna, apoyándola sobre la rodilla de Harry, quien apretó su rodilla, antes de subir hacia la parte interna de su muslo. Draco se estremeció por el suave roce en la zona sensible.

Acomodó el liguero, otro ciervo mirándolo, mientras la ajustaba perfectamente a la circunferencia.

—Ahí, está-

Miró hacia arriba, encontrándose con la cara roja de Draco, quien estaba cubriendo su rostro con el dorso de su mano, mirando hacia otro lado.

Harry apretó el muslo del chico, por mero impulsó, estirando su otra mano, para hacerlo girar hacia él.

— ¿Dragón, qué...?

La puerta se abrió repentinamente. Harry se estremeció, y Draco brincó al otro lado de la habitación, fingiendo estar entretenido con su propia capa, acomodándosela sobre sus hombros, gastando segundos para que sus mejillas dejarán de quemar.

— ¡Bajen ya! —trinó Millicent, con una mano sobre sus ojos— ¡Estamos todos esperándolos, de nuevo!

Y sin más, desapareció. Harry se carcajeó, colocándose los zapatos negros.

— ¿Vamos? —preguntó, estirando su mano hacia el rubio, que miró por sobre su hombro, aún con el bermellón en la punta de sus mejillas, casi desvanecido. Harry lamentó profundamente la pérdida—. Estaremos tarde para llegar elegantemente tarde.

El rubio resopló, jugueteando con su anillo de serpiente, dividiéndose entre ir o esperar a que la inesperada cohibidez desapareciera.

Decidió tomar la mano de Harry, volviendo a estallar en rojo cuando el-niño-que-vivió depósito un beso, apenas un roce, en el dorso, y después en su anillo. Draco dejó salir un sonido patético.

Harry tarareó, mirándolo fijamente, engreído.

Sin más, Lord Potter los llevó a la sala común. Tal parecía que era realmente tarde, porque solo se encontraba cuarto año allí.

Blaise y Daphne en el medio, esperando.

Él iba en inversa a Draco. Su pantalón era blanco, y su camisa, sin mangas, negra; el detalle en su cuello y pecho era el mismo, dejando ver descaradamente su piel.

Una tela, que se veía sedosa, colgaba del hombro, rodeándolo. Verde y dorado, combinando con el rubio

Harry le entregó la mano del rubio a Zabini, quien se inclinó respetuosamente. Potter relamió sus labios, sintiendo la boca seca al dejar la mano de Draco ir por completo.

Daphne suspiró profundamente.

Ella llevaba un vestido precioso, en tonos azules y verdes agua, en su larga falda parecía tener la galaxia. Su cabello estaba ondulado, suelto y honestamente salvaje.

Había una trenza apartando cabello de su cara, su flequillo a la mitad, con la diadema de luna que Sirius le hizo darle. Y llevaba el collar de las dos serpientes cruzadas que le regaló Draco por Navidad.

Honestamente, se veía hermosa. Harry sabía cuan envidiosos serían todos al verla caminar al lado suyo, era potencialmente la cosa más divertida que pasaría en la noche.

— Divina, como siempre, Daph. —halagó, haciéndola dar un giro. Las luces de la sala parecieron mover la galaxia que la cubría, fue mágico (no de forma literal)—. Afortunado de mí.

La chica se rió de buena gana, repitiendo el accionar del elegido, dándole una vueltita.

— No te quedas atrás, Harry. Guapísimo. —beso la puta de sus dedos, exagerando—. Mira lo que son esas piernas, dos kilómetros cada una.

— ¡Y su pelo, chicos! ¡Pereció el nido de ratas! —se exhaltó Pansy.

Harry entrecerró los ojos, la punta de su lengua chocó contra la parte interna de su mejilla, midiendo a la chica frente a él.

Draco bufó, y Blaise tarareó.

—Habló la cabeza de tazón. —siseó Harry.

Draco se atragantó con su risa, y Blaise soltó casi un alarido al reírse repentinamente. Theo y Greg no quedaron atrás, mientras Daphne y Vincent escondían sus risas.

Pansy zapateó, con indignación, antes de sacudir dicho cabello en corte tazón, y dirigirse a la puerta. Nott tuvo que ir tras ella, como su cita designada, estaba obligado a cuidar de ella.

—Vamos, vamos. —pidió Lily, agarrada del brazo de Tracey. Ambas en largos vestidos, oscuros y menos vibrantes que el de Daphne—. Ya es tarde para seguir peleando.

Daphne agarró el codo de Harry, y se dirigieron al gran salón, con Blaise y Draco a su costado, y el resto por detrás de ellos.

— ¿Crees que Ron pudo conseguir algo mejor que ese mantel? —cuestionó Harry, hacia Draco.

El rubio tarareó, pensativo.

Nah. Va a venir vestido como una bruja del mil cien antes de Merlín.

Daphne y Harry hicieron una mueca despectiva idéntica, asintiendo. Harry no creía que Ron fuera a perderse el baile por algo tan banal como la decencia.

Tampoco tenía poco orgullo, sino Harry hubiese ofrecido darle algo de su propio armario, o del de alguno de sus amigos. Probablemente, si buscaba bien, aparte del uniforme sus ropas no debía de tener más de tres usos.

—Desagradable. —opinó Lily

—Weasley. —reiteró Millicent.

Harry entendió el agravio, pero no dijo nada.

Era un problema de Ron, no suyo.

Cuando llegaron a la puerta principal, varios alumnos seguían llegando, pero uno les llamó especialmente la atención. En general todos lucían un poco cohibidos, era normal, pero ninguno tanto como Ron, que se paró tras una estatua, en un rincón, con expresión de terror. Su túnica se parecía más a un vestido de mujer que a cualquier otro tipo de prenda, y la cosa no tenía remedio.

Y los bordes de la túnica se deshilachaban, probablemente por el intento de estilizarla. Ahora, si Draco lo decía, no se veía tan horrible.

Todavía no era algo que tomaría como adecuado para este evento, pero...

—Qué carajos es eso. —susurró Blaise, con los ojos bien abiertos.

—Una atrocidad. —lloró Daphne, negándose a dar un paso más cerca de Weasley— ¿Tiene una cita? Sino, podría solo ahorrarse la vergüenza.

—Él viene con Padma —susurró Draco—, fue a la única que pude convencer.

—Corrijo: sobornar. —presionó Harry.

—Lo mismo. —refutó Draco, sacudiendo las manos en el aire, con una sonrisa petulante. Harry sonrió de vuelta.

—No coqueteos con mí cita, Potter. —se burló Blaise—. O tendré que pelear por él, y realmente no apreciaría terminar en la enfermería esta noche.

Draco se sonrojo yle dio un codazo. Harry rodó los ojos, mientras que Daphne negaba, muy divertida.

—Voy a coquetear con quién quiera.

— Ve y coquetea con la hermana de Weasley, entonces. —despachó Draco, caminando hacia Ron.

Padma estaba a un costado de la puerta, con su hermana, mirando a cada persona que pasaba frente a ellas.

— ¡Alcornoque maltrecho, ¿Para qué te conseguí una cita?! ¡Definitivamente no para que me hagas quedar mal!

— ¡Eso lo dices porque tu luces así, y mírame a mí!

—Lo digo porque el que tuvo que ir y hablar basura fui yo. El 1ue consiguió esa cita fui yo, ¡No hiciste nada, y conseguiste alguien para bailar! ¡Ve y saludala, ser horrible!

Harry cree que es la primera vez que Draco golpeó la cabeza de Ron.

Harry también cree que es algo que debería pasar diariamente. Quizás así su amigo podría usar su cerebro más.

Blaise se acercó con una sonrisa encantados y falsa, saludando al pelirrojo, tomando los codos del rubio, alejándolo físicamente de Weasley.

—Vamos nosotros también, Draco. —pidió—. Si él es un cobarde no es problema nuestro.

— ¿Perdón? —chilló el Gryffindor.

—Un gatito miedoso, eso sos.

Ron apretó los dientes, sus ojos brillaron ante el desafío, y dio marcha hacia las chicas, con pasos decididos.

Harry se burló en voz alta, antes de llevarse a Daphne de la mano hacia el salón. Draco siguió su ejemplo, y caminó junto a Blaise, quien no quito su mano del codo del rubio.

—¡Los campeones por aquí, por favor! —resonó la voz de McGonagall.

Alrededor de ella estaban Krum, su cita, y Fleur, con su cita. Diggory no se veía cerca. Harry y Daphne se despidieron de sus amigos, momentáneamente, caminando hacia el grupo.

Delacour arrugó la nariz, escaneandolos de arriba a abajo. No dijo nada. Krum fue más amable, sonriéndoles.

—Hola, se ven bien juntos. —halagó.

Harry arqueó una ceja, y Daphne aplanó los labios, en una sonrisa sin dientes. Ambos cabecearon.

—Tu igual, Viktor. —concedió la Slytherin, cantarina—, y tu cita, por supuesto que tamb- ¿Granger?

Harry parpadeó, tensando la mandíbula para que no se desencajara de su cráneo.

Ella se veía totalmente distinta. El cabello liso y pulcro, arreglado en un elegante moño, luciendo adecuado para el vestido añil de tela vaporosa que ondeaba en cada movimiento de la chica. Estaba preciosa, claro, pero a Harry le llamaba más la atención que fuese la cita de Krum que otra cosa.

¿En qué momento...?

Los ojos de ambos Slytherins volaron hacia donde estaba parado Draco, que sonreía cual diablo que había cumplido con su plan.

Bueno, mierda.

— ¡Hola Harry! —saludó, con una sonrisa nerviosa— ¡Hola Greengrass!

Daphne parpadeó rápidamente, con una sonrisa intrínsecamente sospechosa, clavando suavemente su uñas romas en el bíceps de Harry.

Fleur Delacour la miró de reojo, con el ceño levemente fruncido.

Harry entendía el proceso de Viktor Krum llegando a Hermione, lo que no entendía era que Hermione aceptara. Había escuchado nada más que quejas y quejas sobre el adolescente de la boca de su amiga, y ahora ahí estaba, a su lado.

Definitivamente Draco entendía mejor a la gente que él.

—Bueno. —espetó la profesora, cuando la última pareja llegó con ellos—. Van a esperar a que todos los alumnos estén dentro, sentados y acomodados correctamente. Luego, entrarán en procesión hacia su mesa.

Y así se hizo. Todos pasaron frente a ellos, como en un desfile de cara conocidas y desconocidas, mirándolos de reojo, curiosos.

Pansy lucía anonadada al ver a Hermione. Draco le dio pulgares arriba a ambos, pero se estremeció cuando Diggory le dio palmaditas en la cabeza mientras pasaba frente a él. Terminó dándole una sonrisa dudosa.

Daphne tuvo que cubrirle la boca a Harry antes de que cometiera una asesinato verbal. Y procediera al físico.

El club de fans de Krum que frecuentaba y estorbaba en la biblioteca pasó por al lado con aire ofendido, dirigiéndole a Hermione miradas del más intenso odio. Ron, sin embargo, pasó por su lado sin mirarlos.

Cuando todos se habían acomodado en el Gran Comedor, entraron detrás de la profesora McGonagall, una pareja tras otra. Lo hicieron así: Fleur Delacour y Roger Davies en primer lugar, con ella sonriendo como si fuera una estrella de cine y el embotado, mirándola aturdido; Cho Chang y Cedric Diggory siguieron, ambos se veían como pájaros enamorados, siempre sonriendo y mirándose mientras desfilaban a su mesa; Krum y Hermione, con él en porte de ser un príncipe muy importante, y ella con más nervios que seguridad, pero sonriendo encantada a su lado; y al final fueron ellos dos, con el mentón arriba y seguridad.

Puede que Krum se crea un príncipe llegando a luchar por su corona, pero Harry ya era un Rey y se mostraba como tal.

Este, después de todo, era su castillo, así que se movía como tal. Como el dueño del piso por el que caminaba.

Todos cuantos estaban en el Gran Comedor los aplaudieron mientras cruzaban la entrada y se dirigían a una amplia mesa redonda situada en un extremo del salón, donde se hallaban sentados los miembros del tribunal.

Los muros del Gran Comedor estaban llenos de escarcha con destellos de plata, y cientos de guirnaldas de muérdago y hiedra cruzaban el techo negro lleno de estrellas. Algunas hadas volando por encima de sus cabezas, jugando con las decoraciones flotantes. En lugar de las habituales mesas de las casas había un centenar de mesas más pequeñas, alumbradas con farolillos, cada una con capacidad para unas doce personas.

Bien, todo su año estaría en una sola mesa. Como en todas las demás de Slytherin.

¿Había siquiera un año que supere los quince integrantes? Harry dudó.

Las diferentes reacciones de los directores era algo que ya esperaba. Dumbledore contento, como esperaba de un lunático; Karkarov lucía listo para hechizar se a si mismo y evitarse este evento; Madame Máxime aplaudía cortes.

También estaba Ludo Bagman, que lucía igual de entusiasmado que un alumno cualquiera. Y en vez de Crouch estaba Percy Weasley.

Cuando los campeones y sus parejas llegaron a la mesa, Weasley retiró un poco la silla vacía que había a su lado, mirando a Harry. Éste entendió la indirecta y se acercó a él, desplazando la otra silla para que Daphne se sentara. Después se sentó junto a Weasley, que llevaba una reluciente túnica de gala de color azul marino, y lucía una expresión de gran suficiencia.

Por un breve segundo se preguntó porque no le había comprado una a Ron si ya estaba tan listo como para venir a regodearse de una posición mediocre.

Supuso que como era un puesto mediocre apenas y pudo conseguir una para si mismo.

—Me ascendieron —dijo Percy antes de que Harry decidiera si preguntar por cortesía o no. La noticia fue dicha con el mismo tono que hubiera empleado para anunciar su elección como gobernador supremo del Universo—. Ahora soy el ayudante personal del señor Crouch, y vine en representación suya.

Harry parpadeó, en silencio.

Daphne sonrió cortésmente, asintiendo, comprobando que escuchó.

—¿Por qué no vino? —preguntó Harry.

—Lamento tener que decir que el señor Crouch no se encuentra bien, nada bien. No se ha encontrado bien desde los Mundiales. No me sorprende: es el exceso de trabajo. (...)

Harry apagó su oído mientras el chico se jactaba de lo mucho que sabía de su jefe, y se entretuvo sirviéndole jugo de calabaza a Daphne en su copa. De reojo vio a Fleur Delacour dirigirle una mirada significativa al capitán del equipo de Quidditch de Ravenclaw. El chico miró para todos lados, confundido, sin saber qué hacer con la disconformidad de su cita.

Harry le sirvió a la chica también, mirando al Ravenclaw con intención. Davies asintió rápidamente, avergonzado.

Fleur, por primera vez, le sonrió a Harry. Él le devolvió el gesto, sirviéndose a sí mismo después.

Percy acercó su vaso, y Harry lo ignoro, dejando la jarra frente al hombre, sentándose cómodamente, cruzando las piernas con aire de suficiencia.

—(...) Estoy satisfecho de que supiera que contaba con alguien de confianza para ocupar su lugar. —terminó.

—Ah, ¿Y ya dejó de llamarte Weatherby o eso no viene con el ascenso?

Daphne se rió contra su servilleta, en voz baja. Tranquila entre el alboroto del salón. Harry le dio una sonrisa soberbia al pelirrojo, que se había quedado mudo con la cara roja.

Bien. Así debería de mantenerse alrededor de Harry.

¡No lo malinterpreten! Habían Weasleys... y Weasleys.

Este, en particular, no estaba en su grupo de queridos. Había sido molesto, petulante y engreído, como si creyera que realmente podía decirle a él o a Draco qué hacer y qué no.

A veces los Gryffindors eran chistosos.

—Gulasch. —susurró Harry a su plato, viéndolo aparecer.

Daphne lo imitó, pidiendo chuletas de cerdo. Ambos se sonrieron, antes de sumirse en silencio, consumiendo sus comidas. Las conversaciones en la mesa se mezclaban. Krum murmuraba con entusiasmo, haciendo rodar de sobremanera las R, en su charla con Hermione y ella misma estaba bastante investida en el tema. Delacour se quejaba con Davies, tragándose todas las R, mientras este asentía a cada palabra que salía de los pomposos labios rojos.

Harry lanzó una mirada al Gran Comedor. Sirius estaba, como habían acordado, sentado en una mesa con Snape, entre otros profesores. Estaba usando una camisa holgada blanca, su capa negra colgaba en el respaldar de la silla, y hablaba animadamente con todos, quienes retribuian la atención maravillados.

Snape estaba en silencio, pero cada tanto, Sirius se dirigía directamente al hombre, buscando algo. Harry lo vio rellenarle la copa de vino al profesor de pociones más de una vez a lo largo de la noche.

Harry ni siquiera sabía que Snape bebía vino.

¿Cómo sabía Sirius, de todas las personas? Raro. Le iba a comentar a Draco de sus hallazgos.

Cuando se acabó la cena, Dumbledore se levantó y pidió a los alumnos que hicieran lo mismo. Entonces, con un movimiento de varita las mesas se retiraron y alinearon junto a las paredes, dejando un gran espacio.

También hizo aparecer instrumentos. Harry entendió demasiado rápido que había llegado la hora.

Las Brujas de Macbeth subieron al escenario entre aplausos entusiastas. Harry había escuchado vagamente canciones, gracias a Sirius, pero no mucho más.

Harry le tendió la mano a Daphne, y la chica sonrió, aceptando la oferta. La melodía lenta, triste, se elevó y ocupó cada rincón del Gran Comedor.

Caminaron hasta el centro, dónde había más iluminación. Las otras parejas de campeones siguieron su ejemplo, y se acomodaron. Harry puso una mano en la cintura de la chica y con la derecha tomó la izquierda de la chica.

Ambos se sonrieron, divertidos.

Se movieron a la comparsa, girando y desplazándose por el espacio que tenían a disposición. Entre giros logró ver a los demás. Draco estaba sonriendo, y Blaise aplaudía.

Hermione se veía muy divertida mientras bailaba con el húngaro.

Muy pronto empezó a unirse gente al baile, de forma que los campeones dejaron de ser el centro de atención. Neville y Luna bailaban junto a ellos. No sé movían mucho, y Luna parecía guiarlo con suavidad.

No giraban, y las muecas cada tanto solo dictaban de la constancia de ser pisada.

Harry iba a patearlo, solo tenía que terminar el baile.

—Bonitos calcetines, Potter —le dijo Moody al pasar a su lado, viendo con su ojo mágico a través de la túnica de Harry.

—Gracias. —gruñó— Ojalá pudiera decir lo mismo, pero no hay nada que halagar.

Daphne miró con asombro a Harry. El profesor no les quitó el ojo mágico de encima, pero el elegido no se iba a gastar.

Fingir que no sabía nada era más agotador que cualquier otra cosa.

—Es siniestro—susurró Daphne, cuando Moody se alejaba golpeando en el suelo con la pata de palo—. Estoy muy segura de que ese ojo no está permitido.

—Le enviaré una carta a la mamá de Blaise, seguro que necesita más razones para enojarse.

Daphne sonrió.

—Esa mujer es todo lo que quiero ser de grande.

Harry escuchó el trémolo final de la gaita. Las Brujas de Macbeth dejaron de tocar, los aplausos volvieron a retumbar en el Gran Comedor y Harry suspiró, haciéndola dar un giro solo porque sí.

Cuando la siguiente canción empezó, Draco y Blaise también se movieron al espacio, listos para bailar. Harry y Daphne se quedaron en sus lugares, respirando lentamente, antes de moverse.

Está vez la melodía era más rápida, y podían moverse más libremente, sin todos esos ojos fijos en ellos. Giraron, aplaudieron y saltaron al ritmo de la música, divirtiéndose.

Solo cuando se sintieron sofocados por el calor corporal y el constante movimiento, pararon, acercándose a una mesa, dónde casualmente estaba Ron, sentado, con cara de perro malo.

Padma a su lado, de brazos y piernas cruzadas, con cara de querer cometer homicidio, que tenía solo una víctima en mente.

Harry abrió una botella de cerveza de mantequilla e invoco un vaso para servirle a Daphne.

—¿Bailaron? Se ven tan pulcros que lo dudo. —preguntó Daphne, antes de darle un trago a la bebida.

—¡Aún no! Quizás deberíamos. —trinó la chica, mirando a Ron.

El pelirrojo no quitaba los ojos de Hermione y Krum. Harry le pateó la espenilla, con fuerza.

—Tu cita, a la que trajiste acá, quiere bailar. —regañó—. Muévete.

Hermione se acercó de repente y se sentó en una silla vacía junto a Ron, jadeando.

—Hola —la saludó Harry, aún mirando fijamente al pelirrojo, quien miraba desde el suelo a la chica.

Ron no dijo nada.

—Hace calor, ¿no? —comentó Hermione abanicándose con la mano—. Viktor acaba de ir por bebidas.

—Hace, sí. Pero creo que es porque nos movimos mucho. —comentó Harry, mirando hacia la multitud, hasta que un grupo de chicos de Beauxbatons pasaron cerca, y agarró a uno que iba en la parte de atrás, sin pareja— ¿Quieres bailar con mí amiga?

Cuando señaló a Padma, paso de mirarlo mal a sonrojarse y asentir con rapidez.

— ¿Quieres ir Pa-?

—¡Sí, por supuesto! Gracias Harry.

El elegido hizo un intento de sonrisa.

¿Qué le pasaba a la gente, por qué ese gusto de llamarlo tan familiarmente? No le gustaba.

— ¿Todavía no te ha pedido que lo llames «Vicky»?

Hermione lo miró sorprendida. Harry no podía creerlo y Daphne estaba tratando, por todos los medios, llamar por telequinesis a Draco.

—¿Qué le pasa? —le preguntó la rubia a Harry, en voz baja.

Harry se encogió de hombros. Hermione repitió la pregunta de Daphne en voz alta.

—Si no lo sabes, no te lo voy a explicar —replicó Ron mordazmente.

Hermione interrogó con la mirada a Harry, que se volvió a encoger de hombros, todavía sin querer comprometerse en este disturbio.

—Ron, ¿qué...?

—¡Es de Durmstrang! —soltó Ron—. ¡Compite contra Harry! ¡Contra Hogwarts! Tú, tú estás... —Ron estaba obviamente buscando palabras lo bastante fuertes para describir el crimen de Hermione— ¡confraternizando con el enemigo, eso es lo que estás haciendo!

Harry no podía siquiera empezar a catalogar la estupidez que acababa de soltar Ron en ese segundo. Daphne se había quedado quieta, a su lado, mirando con grandes ojos hacia los dos leones.

Hermione no se quedó boquiabierta por mucho.

— ¡Ahora es el enemigo! ¿No estabas súper emocionado cuando lo viste llegar? ¿No querías pedirle un autógrafo? ¡Tenés una miniatura suya en el dormitorio!

Ron prefirió no hacer caso a las palabras de Hermione.

—¿Cómo llegó a pedirte, de entre todas, que seas su cita?

—¿Qué significa eso? —sus mejillas, que estaban ligeramente subidas de color, se pusieron de un rojo brillante—. ¿Y qué si me eligió a mí?

—¿Cómo pasó? ¿Intentaste afiliarlo a la P.E.D.D.O.?

—¡No, nada de eso! ¡Si de verdad quieres saberlo, me dijo que había ido a la biblioteca todos los días para intentar hablar conmigo, pero que no había conseguido armarse del valor suficiente!

Harry arqueó las cejas. Daphne miró hacia Draco por encima de las cabezas de todos los demás.

Bueno, ciertamente iba ahí para hablar con alguien. Simplemente... persona equivocada, supuso ella.

¿O había malinterpretado la situación, y no estaba tras Draco en realidad? ¿Todo fue para hablarle a Hermione?

Sacudió la cabeza, volviendo a mirar a los Gryffindors, que no se habían detenido aún.

—Ron —dijo interrumpió Harry, soez—, a mí no me parece mal que Hermione tenga una cita con Krum.

Pero Ron tampoco le hizo caso a Harry, parecía incluso más sulfúrico.

—¿Por qué no te vas a buscar a Vicky? —dijo—. Seguro que se pregunta dónde estás.

—¡No lo llames así! —Hermione se puso en pie de un salto y salió como un huracán hacia la zona de baile, donde desapareció entre la multitud.

Con una mezcla de ira y satisfacción en la cara, Ron la vio irse.

—¿Dónde está Herr... mío... ne? —preguntó una voz. Krum acababa de acercarse a la mesa con dos cervezas de mantequilla.

—Ni idea —respondió Ron con brusquedad, levantando la vista hacia él—. ¿Se te ha perdido?

Krum volvía a tener su gesto hosco.

—Fue hacia allá —suministró Harry—, dónde están bailando los de Slytherin. No se fue hace mucho, si te apuras la encontrás fácil.

—Gracias, Potter —dijo, y se fue con su paso desgarbado.

—Te hiciste amigo de Viktor Krum, ¿eh, Ron? —Percy se les había acercado y hablaba frotándose las manos y haciendo ademanes pomposos—. ¡Maravilloso! Ésa es la verdadera finalidad del Torneo, ¿sabes?, ¡la cooperación mágica internacional!

— Ron no entiende mucho de cooperacion. —siseó Harry, terminándose la botella de cerveza de mantequilla de un trago, antes de irse con Daphne hacia la zona de baile.

—Es muy estupido. Muy. —se quejó la chica, cuando volvieron a meterse en el tumulto de gente bailando—. No puede ser más estupido, porque no podría ni siquiera seguir vivo.

—Si sigue así, va a terminar muerto. —murmuró—. Pero gracias a mí.

Daphne sonrió temblorosa, sabiendo que no era tanto un chiste como debería.

Una nueva canción empezó, y ellos se movieron con practicada facilidad, la espalda de Daphne frente al pecho de Harry, quien estiró su brazo derecho para tomar la mano derecha de Daphne por sobre el hombro de la chica. Sus manos izquierdas también se unieron y se movieron lentamente, dando vueltas y girando de vez en cuando.

Harry miró todo el tiempo hacia el frente, sus ojos buscando, buscando, buscando, hasta que vio a Draco.

Estaba bailando también, sonriendo por algo que Blaise le comentaba. El rubio tenía una mano en el hombro del chico y la otra era sostenida por su pareja de baile. La mano sobrante de Blaise descansaba en la nuca del rubio.

Daphne lo dejó perderse en sus pensamientos por un largo rato, sonriendo muy divertida hacia el-niño-que-vivió, por lo que cuando Harry volvió a mirarla, se encontró con una expresión que conocía, Hermione la usaba cada que decía algo que Ron no sabía.

—Sos muy obvio.

— ¿Ah?

Pero ella no le dio una respuesta, y solo los hizo girar de nuevo, dejándolo con muchas preguntas.

Draco, por su parte, estaba muy entretenido por Blaise. El chico se estaba burlando abiertamente de Theo desde que se dictaminó que era la cita de Pansy.

—Son literalmente como el agua y el aceite Draco, es oro.

—Pobrecito. Él ni siquiera quería venir al baile. —suspiró Draco, viendo al heredero Nott bailar con Pansy, que no lucía para nada feliz—. Y encima lo mandan con ella.

—Es lo que un hombre debe hacer.

—Te salvaste por nada igual.

Blaise tarareó.

—Sé. Por algo me anticipé a todos y todas, y te enlacé. —se burló— ¡Incluso arruine la propuesta de Krum!

—Mm, le hubiera dicho que no de todas formas. —reiteró el rubio—. Es la competencia directa de Harry en el torneo, y si bien es divertido hacer el tonto con él, ir más allá es...

Hizo una mueca. Blaise asintió.

—Pensas mucho en Harry. —dijo, sonriendo—. ¿Qué hay de lo que vos querés, mh?

—Venir con Krum no es precisamente lo que quería.

—Draco —cortó—, sabes que no me hablo de eso.

El rubio hizo una pausa.

Durante estos cuatro años solo quería una cosa: asegurar su supervivencia. La de sus amigos, de su madre, y recientemente la de Harry y Sirius.

Pero, ¿Qué más quería?

Había pensado en eso, en esos horarios muertos entre castigo y castigo en su casa. Matando el tiempo que tenía, pensando para no volverse loco con el silencio.

Había leído mucho, aprendido aún más de lo que había leído. Y había conocido gente, abierto un horizonte totalmente nuevo.

Le gustaba cuidar a la gente y hacerse cargo de los problemas. No le gustaba la muerte.

—... Quiero una vida tranquila. —susurró—. Quiero seguir siendo amigos, que nos reunamos todos los viernes y sábados, de cada semana, para pasar el rato. Quiero ser un medimago, también.

Blaise sonrió ampliamente.

—Bien. Me alegra oírlo.

Draco sonrió, con las mejillas sonrosadas, y Blaise le volvió a distraer con Theo, que estaba siendo arrastrado hacia las mesas.

Mientras escuchaba la voz de Blaise, se distrajo, dejando que sus ojos viajaran por el Gran Comedor, viendo a Krum bailar y hablarle al oído a una sonrosadas Hermione, que sostenía un vaso de cerveza de mantequilla. Vincent que había sido arrastrado por Millicent al medio del baile.

Y a Harry, que estaba charlando con Daphne.

Las luces alrededor de ellos eran más brillantes, muchas más hadas flotando por encima de ellos, reflectando las pequeñas luces del vestido de Daphne.

Los ojos verdes estaban brillando con la luz dorada, haciéndolo similar a la esmeralda que tenía el collar de ciervo.

Draco sintió la garganta seca, nuevamente.

En primera instancia, en la habitación, después en la situación del liguero. Cuando bailó la primera canción, abriendo la posta para todos.

La confianza con la que se movía, y el poder que emanaba. Draco había quedado embobado.

No es que no estuviera acostumbrado, es que siempre estaba al lado del azabache, y nunca se había tomado el tiempo de analizarlo desde afuera.

Ni siquiera cuando lo veía moverse en el campo de Quidditch, dando órdenes aún estando entre los menores del grupo. Ciertamente era obvio que sería el capitán el año entrante.

Era totalmente diferente verlo así. Harry se tenía confianza, y se hacía valer ante cada insulso que se le cruzaba. El chico era poderoso, y lo sabía, entonces lo usaba.

Cada paso que daba estaba calculado. Y Draco estaba embobado, como ya dijo.

Si no fuera por Blaise, no habría podido quitar los ojos del chico.

Era tan a-

Se detuvo a mitad de un paso, tropezando hacia el pecho de Zabini, quien se tambaleó, mirando hacia abajo. Draco estaba congelado, sus ojos abiertos en horror, mientras el color desaparecía de su rostro.

Oh.

Ooh, no.

— ࿐*:・゚

— No entiendo, ¿Por qué está ella con la diadema? —preguntó Sirius, parado al fondo del salón, con las manos en las caderas.

—Porque Daphne es la cita de Potter. —respondió Snape, parado a su lado.

—Pero por qué.

El profesor frunció el ceño y lo miró, brillantes ojos negros. Sirius le devolvió la mirada.

—Era para Draco...

—Le hubieras dicho eso, en vez de mandarlo para su cita.

— ¡Su cita debía ser Draco! —lloriqueó— No entiendo a mí ahijado.

Snape suspiró, profundamente, lamentando haber aceptado llevar a este idiota como su cita.

Sirius pasó un brazo por encima del hombro del desgarbado profesor, quien se estremeció, enderezandose de inmediato, para mirar al Lord Black. Sus ojos azules brillaban, pero no había malicia, solo curiosidad.

Hace bastante que esa mirada había cambiado al mirarlo. Snape no sabía qué hacer con ese cambio.

No le gustaban los cambios.

—Dime, Snivelus, ¿Qué quería Karkarov?

El profesor hizo una mueca, volviendo sus ojos al director de Durmstrang.

—Está aterrado por... el movimiento reciente. —susurró—. Se está complicando, para todos.

Sirius vio como la mano del profesor cubría su antebrazo y suspiró, mirando al techo iluminado por velas y hadas, preguntándose no por primera vez, como iban a sobrevivir a la masacre que se alzaba por encima de sus cabezas.

—Estarás bien. —aseguró Sirius, volviendo a mirarlo, con una sonrisa—. Te lo aseguro.

Snape respiró hondo, sus ojos bajos, fijos en las grietas de las baldosas, la caída de sus túnicas y sus zapatos.

—¿Cómo estás tan seguro de eso?

Sirius dejó de sonreír, y uso su indice y pulgar para levantarle la cabeza y hacer que lo mire. La seriedad en el rostro de Black se hacía cada vez menos inusual, y eso ponía nervioso a Snape, porque si alguien tan risueño e infantil se aplacaba no significaba nada bueno.

No quería que la personalidad chispeando y soncarrona se viera apagada por la guerra. Era el único trozo que seguía teniendo de-

—Lo voy a matar antes de que siquiera pueda ponerte un dedo encima. —prometió, la certeza en sus ojos azules dejó sin palabras a Severus—. No va a dañarte, no a ti, ni a Harry ni a Draco... antes muerto.

El profesor se estremeció, agarrando con suavidad la muñeca del Lord, sin apartar sus ojos del otro.

—No necesito que me protejas.

No mueras por mí, quiso decir. No tienes permito morir, quiso gritar. No te lo perdonaría jamás, lloró su alma.

—No necesito que me protejas—rezongó.

—Lo sé.

Y así, la voz jactansiosa volvió y la conversación se desvío rápidamente, ambos volviendo a su mesa, dónde la enfermera Pomfrey y la profesora Sprout hablaban con Flitwick.

—Bien, damas y caballero, volvimos para oír los más jugosos chismes que tengan. —clamó Sirius, sentándose descuidadamente.

Snape quería estirar la mano y arreglarle la camisa, estaba mostrando demasiado. Sus tatuajes brillaban tenuemente, las runas en su cuerpo parecían tener vida propia.

—Oh, —inició el profesor de Encantamientos—, escuché de unos amigos de Gringotts que....

La conversación se disparó y desvío mil y un veces, con Sirius comentando de todo, aún si realmente no estaba diciendo nada. Snape se sentía cada vez mas aterrado de ver el lado Slytherin del hombre.

La profesora Sprout toció, haciendo que Snape la mirase. Ella lo miraba con asombro, casi impactada.

—Está rojo, profesor.... —susurró, quebradiza, por debajo de la risa escandalosa de Sirius

Severus se estremeció, deseando profundamente que la noche terminara de una vez. Al igual que Draco, quien se encontraba rígido, sentado muy quieto, mirando al piso. Blaise estaba a su lado, en silencio.

No entendía del todo el problema, o lo que estaba pasando en general, pero adivino que era un inconveniente. Quizás debió de ir en busca de Harry desde el primer segundo, pero no quería dejar solo a Draco.

Así que solo le quedó esperar a que llegara la medianoche, que fue cuando terminaron de tocar Las Brujas de Macbeth, y todo el mundo les dedicó un fuerte aplauso antes de emprender el camino hacia el vestíbulo.

Aunque las quejas no se hicieron esperar, los Slytherins se movieron rápidamente para poder irse. Tanta interacción con gente fuera de su casa designada era un desgaste, y ellos necesitaban reponer energías. Harry estaba muy contento de irse a la cama. Por lo que se refería a él, la noche no había sido muy divertida.

Fuera, en el vestíbulo, Harry vio a Hermione despedirse de Krum antes de que volviera al barco. Ella le dirigió a Ron una mirada gélida, y pasó por su lado al subir la escalinata de mármol sin decirle nada.

El camino hacia las mazmorras fue más tranquilo que el drama que debía de sufrir constantemente Gryffindor por esos dos. No hablaron mucho, todos demasiado cansados como para siquiera intentarlo.

Tenían todo el día de mañana para ponerse al día.

Se despidieron con bostezos de promedio, y se prometieron un buen desayuno en conjunto. Por ello, no tardaron tanto en dispersarse para poder desarreglarse y ponerse ropa cómoda, listos para dormir.

Draco tarareaba, mientras trataba de quitarse las joyas de las trenzas, sus ojos fijos en el chico a sus espaldas. Harry estaba acomodando su túnica en una percha, muy sonriente.

Estaba despeinado y en pijamas. Se veía adormecido y Draco no quería hacer nada más que acurrucarse y dormir a su alrededor.

Parpadeó rápidamente, congelándose, sus ojos bajando a sus pies descalzos; sus mejillas se calentaron rápidamente, y las mariposas en su estómago revoloteaban, logrando que titubeara.

Había estado toda la noche así. Ya tuvo suficiente de esto, de ese revoltijo de sentimiento y calidez interminable.

Harry era... Harry.

Era lindo, cariñoso y divertido. Inteligente, noble y atento. Estaba ahí para Draco, lo cuidaba y se preocupaba por él.

Era todo.

Eran nada.

Draco se había divertido, tonteando con sus amigos, probando cada comida y bebida a su disposición, bailando con su cita, burlándose de las parejas a su alrededor.

Bajo las manos, para poder mirarse los dedos. Su anillo de serpiente brilla en la tranquila luz de las velas, mientras que su anillo de heredero se veía opaco y casi falso.

— ¿Draco? —llamó suavemente Harry, rodeándolo con un brazo desde atrás, buscando sus ojos a través del reflejo— ¿Pasa algo?

El rubio lo miró.

El calor, el hormigueo y la sonrisa que quería tirar de sus labios.

Draco conectó sus miradas, abrumado y hundido.

— No bailamos.

— Estuvimos toda la noche bailando, ¿de qué hablas? —murmuró, apoyando su mentón en el hombro del rubio— No dejaron que me sentará un segundo si no era para la comida.

Draco negó suavemente.

— No bailaste conmigo. Un... Baile real.

Sus mejillas estallaron de calor y color, la vergüenza subiendo por su garganta.

— Oh.

Tomó un respiro, profundo y prolongado, antes de darse la vuelta en el abrazo del elegido, sus narices se rozaron y el cabello esponjoso y rizado le cosquilleo en la frente.

No era ni cerca la primera vez que estaban así de cerca, pero-

Pero Draco sentía todas las diferencias. Y le aplastan el pecho.

La escasa iluminación pegaba en todos los lugares correctos del rostro del otro, sus mejillas, ojos y labios.

Draco se estremeció suavemente, desviando conscientemente la mirada, sintiendo sus ojos arder, los sentimientos agolpándose en su garganta, presionando todos sus puntos sensibles.

— Baila conmigo, Harry. —pidió, la voz más baja que un susurro.

Potter tarareó, agarrándole la cintura y la mano derecha al rubio. No había música, y quizás se veían ridículos, dando vueltas y moviéndose por toda la habitación.

Draco había escondido su cara en el hombro de Harry, y este apoyó su cabeza en la del rubio, con los ojos cerrados.

Bailaron un largo rato, en silencio, simplemente disfrutando el tiempo compartido. Compartiendo calidez.

Si cuando se acostaron esa noche, Draco lloró en su almohada hasta que el sol se alzó en el horizonte, era algo que solo él podría reprocharse.

Después de todo, estar enamorado de tu mejor amigo era la peor de las torturas.

 

 

 

 

 

El diseño de los trajes de lo pi:

 

  

Después me entretuve y dibuje escenitas jsjsj. Ta divertido loco, voy a hacer un cómic ahre

Closeup de los dibujitos

   

 

Acá los dibuje con más ganas, y quizás más grandecitos (ponele)

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