
Chapter 5
“Problemas”
Draco se había despertado a ridículas horas de la mañana, Harry acostado a su lado, luciendo tranquilo y calmado, muy diferente a su estado de estrés cuando llegó a sus habitaciones en la noche, después de ser anunciado como el cuarto campeón.
El rubio suspiró, levantándose lo más silenciosamente posible, a sabiendas de que si Harry se despertaba, estaría del peor humor posible el resto del día.
El elegido no era un chico mañanero.
Además, Draco tenía que hablar con sus amigos y estar seguro de que entendieran a Harry.
Fue con Hermione, en primer lugar. Ella estaba, de hecho, cerca de la entrada de la sala común de Slytherin, estaba caminando de un lado al otro por el final del pasillo, luciendo nerviosa.
—Hola. —la saludó, evitando que siguiera caminando—. ¿Quieres dar un paseo? La mañana no está tan fría hoy, hay que aprovechar.
Hermione suspiró, más relajada. Y asintió.
Los primeros minutos de la caminata se cubrieron en el quebradizo silencio de la mañana, apenas resonando sus pisadas en el aislado espacio. La leona retorcía sus manos, con inquietud, esperando a que Draco tomara la palabra.
—¿En que piensas? —murmuró Draco, su mirada en el movimiento de las ramas muertas del bosque prohibido.
—¿Cómo está Harry? —se apresuró Hermione—. Ayer, cuando lo declararon uno de los campeones no pude verlo correctamente, ¿cómo está? ¿Sabe quien pudo haber metido su nombre en la copa?
—¿Crees que no fue él?—cuestionó, midiendola. Sus ojos grises eran dagas que Hermione sentía que atravesaban su garganta—. ¿Por qué piensas qué alguien metería su nombre sin que Harry lo sepa?
Hubo una pausa. Una larga, larga pausa.
—Porque Harry no es así. —se decidió—. Porque lo conozco. Porque… porque lo he visto durante todos estos años. No le gusta que lo miren como si fuese alguien famoso, por mucho que lo sea. Sé que meterse en este torneo no es algo que él buscaría. No es su estilo.
Draco tarareo. Y aunque Hermione preferiría una respuesta verbal, la sonrisa tirante del rubio le tranquilizó el alma.
Ella no estaba equivocada. Harry no quería esto.
—¿Cómo pudo… —Hubo una pausa, un titubeo. No sabía como cuestionar correctamente esto—. ¿Quién crees que fue?
—Voldemort.
Hermione cree que escucho algo resquebrajarse ante el nombre. Se adelantó, acercándose más a Draco. El rubio la dejó, ofreciendo incluso su brazo.
—¿Cómo?
—Habrá mandado a alguien. Ya sabes cuánto le gusta utilizar a otras personas para ensuciarse las manos por él. —se mofó—. Con lo difícil que le resulta incluso matar bebés, me parece lo lógico.
Granger resopló, no queriendo dejarle saber cuánta gracia le daba sus constantes críticas al señor oscuro. Ella no avala moralmente el comportamiento, pero le tranquilizaba su humor seco en momentos así. Apretó el antebrazo de Draco.
—¿Quién sería esta vez…?
—Hmm. No sé. podría ser Karkarov. alguno de los idiotas de Durmstrang. Podría ser moody, por lo que sabemos. —se jactó, ácido—. Es difícil señalar a alguien sin pistas a la vista. En este momento, deberíamos concentrarnos en otras cosas.
Hermione se estremeció. Había pasado la noche en vela, leyendo cada pequeño artículo sobre el torneo de los magos que pudiera alcanzar. y estaba aterrada, su sangre congelándose de a poco en el recorrido a sus extremidades desde que leyó sobre las muertes.
—¿No podían los profesores decidir que Harry no es apto para participar?
Draco arrugó la nariz.
—Es magia vinculante. —murmuró—. La copa lee la magia. Elige a los campeones por sus firmas mágicas, hace un arreglo con eso. A la copa no le interesa la persona, si su magia es lo suficientemente poderosa, entonces…
Hermione jadeó, horrorizada.
—Mi problema es… —siseo— ¿la magia de quien tenía ese papel? Porque seguro como la mierda que no es de Harry.
—¿Estás diciendo que Harry no es…?
—Harry va a ganar. —sentenció. Su voz carecía de dudas o conflictos. Draco no estaba tratando de ser optimista o tener esperanza, estaba diciendo un hecho. Recitando la verdad—. No importa de quien sea esa firma, Harry va a ganar porque es poderoso. El problema es que ellos no tienen forma de saber que no es la magia de Harry la que se conectó con el cáliz.
se detuvieron en el borde entre la casa de Hagrid y el bosque prohibido. El rubio sacó una caja y la agrandó, el olor asqueó a Hermione, reconociendo el olor de la carne.
Lanzó la caja cerca de un árbol, y Hermione contuvo el aliento.
Una hermosa serpiente gris se deslizó por encima de las raíces, sus ojos ámbar brillaron hacia ellos, haciendo un ademán con la cabeza, como si los reconociera.
—No cualquier mago de catorce tiene un contrato familiar con un basilisco, después de todo. —masculló, una sonrisa presuntuosa—. ¿No, Noíl?
Hermione ahogó un gritó cuando la serpiente asintió.
—¡¿Cuándo logró eso?!
—Antes de la entrega de copas, el año pasado. La dejamos vagar en el bosque prohibido porque Harry todavía no le dice a Sirius sobre Noíl. Ya sabes, es difícil explicar que domesticaste un basilisco.
—Eso es- —farfulló, sus ojos aún clavados en la serpiente, que estaba engullendo sin piedad el montón de cuerpos—. Espera, ¿Qué está comiendo?
Draco sonrió tétricamente.
—No quieres saber. Creeme.
Hermione no volvió a preguntar. Y no se quejó cuando emprendieron su camino de regreso a las mazmorras.
—¿Por qué no trajiste a Ron contigo? —indagó—. Sería más fácil si ambos se enteran al mismo tiempo de estas cosas.
Hermione respiró profundo. Y Draco solo supo que iba a decirle algo que no le gustaría en lo más mínimo.
—... está celoso.
Draco se tomó un segundo. Su cerebro tratando de hilar los conceptos de “Ron-Ausente” y “Ron-Celoso” para darle alguna respuesta a Hermione.
—¿Qué? —fue lo más elocuente que pudo reunir.
La puerta de la sala común se abrió. Harry estaba saliendo, con Daphne a su lado, ambos murmurando, sin darse cuenta de que ellos estaban ahí. Y chocaron.
Harry parpadeó confundido, mirándolos. Daphne fijó sus ojos en las manos de Granger, aferradas aun al brazo de Draco, sus cejas arqueandose.
—Ahí estás. —saludó Harry—. ¿Vamos a desayunar?
El rubio asintió, por inercia. Su cerebro aún estaba zumbando porque Ron estaba celoso de Harry.
¿Qué carajo?
Draco no recordaba eso. Y si lo hubiese sabido, se lo habría restregado a su-otro-Potter una y otra vez, con el afán de hacerlo enojar.
Empezaron a caminar, y Hermione seguía mirando hacia Harry con preocupación.
—Explícate. —ordenó Draco, en voz baja—. ¿Celoso de qué?
Harry los miró. Daphne guardó silencio.
—De Harry. —Draco tarareo, pidiéndole que siga. Hermione suspiró—. ¡Ya sabes como es! Él, er, él tiene esta familia grande, con muchos hermanos francamente increíbles, con tanto ingenio y, um, él como que se siente… no visto, a veces. Y Harry es… Harry es su mejor amigo. Y siempre es quien está en el centro de la atención.
—No es como si quisiera estarlo. —masculló Harry. Draco agarró su mano, pidiéndole en silencio que esperara.
Hermione asintió rápidamente.
—¡Yo sé! Sé que no es lo que quieres, ni lo que buscas. Pero, ya sabes… la gente suele solo mirarte a ti, incluso cuando él está a tu lado. —la chica suspiró, los nervios en las puntas de sus pestañas, como si pudiera llorar—. Parece que es invisible.
—Así que cree que Harry puso su nombre. —interrumpió Daphne— ¿Porque está celoso de él? Que razonamiento estupido. Yo no veo a Draco quejarse o ir en pos de Harry, y él es el mejor amigo de Harry, está siempre ahí cuando pasa.
—¡No es lo mismo! —defendió Hermione—. Draco es… Draco es brillante. A Draco le prestan atención por sí mismo. Ya sea en su familia o la gente en general. —silencio. Ojos titubeantes y manos inquietas. Draco realmente no quería escuchar lo que vendría a continuación—. Además, Harry mismo le da un espacio a Draco que Ron no podría ni soñar en tener.
—Así que, celoso de Harry y de Draco. Merlín.
El elegido no dijo nada. Continuaron su camino al comedor en absoluto silencio, pero Draco no podía evitar robar miradas confusas a Harry de tanto en tanto, no sabiendo cómo manejar este… desliz de Weasley.
Se dividieron en la entrada, las serpientes caminando rápidamente hacia su mesa. Las miradas indiscretas de los demás alumnos quemando agujeros en ellos, con curiosidad, con envidia, con diversión.
Cuando se sentó, Harry lo miró.
—Le daría todo. —murmuró.
Daphne sirvió un poco de té, mirándolo entre su flequillo rubio.
—¿Qué cosa?
—A Ron. Le daría: la fama, la fortuna. La atención, y este ridículo puesto. No dudaría ni un segundo, que lo tenga todo. ¿Quiere participar en este torneo de muerte? Adelante. ¿Las bóvedas? ¿Los títulos? Todos suyos, no me importa. —escupió. Estaba hablando lo suficientemente fuerte como para que las pocas personas que estaban desayunando lo escucharan—. No necesito esta mierda. Lo daría todo por-
—Lo sabemos Harry. —tranquilizó Draco—. Lo sé.
Daphne echó una mirada al comedor, y estiró una mano hacia Harry. Sus ojos transmitían la simpatía y el afecto que ella sentía por él. Pero el elegido entendió.
No era el lugar. Draco hizo una mueca de simpatía.
—Eres Harry Potter. —declaró el rubio, sin malicia, pero sonando contundente. Harry tomó aire, listo para poner su máscara y seguir—. No necesitas nada de eso. Eres tú y eso no tiene nada que ver con los títulos que poseas, o los millones en tu haber.
—Si alguien que cree conocerte no puede aguantar tu brillo porque es mediocre, que lo jodan. Es problema de ellos no tuyo.
—A terapia. —respondió Draco.
Harry bufó una risa. Alguien se atragantó a lo lejos, y Draco no tuvo que girarse para ver quien había sido el imbécil, habían estado hablando fuerte y claro en el frío silencio del comedor.
— ࿐*:・゚
Pasaron las semanas rápidamente, y Harry las sintió como un borrón. Hermione, Theo, Daphne y Draco lo rodearon de libros, anotaciones y tareas.
Era efectivo para distraerlo, pero nada para atenuar sus nervios.
—Krum está abrazando a Draco. —jadeó Hermione, una tarde. Habían estado estudiando la historia de los vínculos mágicos cuando el barullo de las fanáticas de Krum interrumpió el silencio.
Harry casisintió que su cabeza se iba a soltar de su cuello por la fuerza con la que Pansy se volteo a ver. Le dolió a él al verla girarse así.
Levantó sus ojos de ella para ver a Draco, que lucía cómodo debajo del brazo del deportista, mientras entraban a la biblioteca.
Harry sintió el calor acumularse en su estómago, como la miel, pegándose en las paredes. Era incómodo.
— ¿Desde cuándo son tan… cercanos? —inquirió Pansy, su voz se rompió.
—Sabes que se conocen desde hace mucho. —murmuró Theo, acomodando los libros lejos de él, para empezar el ensayo—. Política y todo eso.
Harry rodó los ojos.
Definitivamente no se veían… cordiales.
Trago el mal sabor de boca y trató de concentrarse en su libro.
Daphne se ahogó. Harry miró hacia arriba, para encontrar a Krum acariciando el cabello de Draco, inclinándose más en el espacio del rubio.
El pergamino en el que estaba escribiendo se rasgó con la fuerza con la que apoyó la pluma. Hermione hizo una mueca al desastre.
Harry no leía los labios, pero deseaba poder. Draco estaba demasiado cerca de Krum, el espacio entre sus pechos era muy poco para la comodidad de Potter.
Fue cuando vio que Draco le estaba haciendo ojitos que Harry se sintió a sí mismo levantarse de golpe, con la silla tambaleándose a sus espaldas. Pansy lo miró, con los ojos bien abiertos.
—Necesito un libro más. —masculló, entre dientes, sus ojos oscurecidos fijos en Draco—. Ya vengo.
Y se fue al lado contrario de la entrada. Sentía cada poro de su cuerpo erizado, como si sus nervios hubieran sido estimulados de un electroshock.
Recorrió sin rumbo los pasillos, mirando sin ver los libros a su alrededor, tratando de pensar en qué carajos fue eso. Harry había visto aquí y allá a Draco y Krum hablando, sobre todo los últimos días.
Desde la entrevista… desastrosa con Skeeter en adelante, habían comenzado a hablar.
Cabe destacar que Draco lo había mirado raro después de la publicación del diario. ¡Pero él no tenía la culpa! Nada de lo que decía ese artículo era real.
Encima el imbécil de Weasley seguía sin hablarle. Hermione todavía lo presionaba para que fuera a hablarle, como si él fuera quien debía de arreglar el problema que claramente no causó.
Cómo todo en su vida, básicamente.
— ¿Qué te pasa, Harry? ¿Estás bien? —murmuró una voz suave. El castaño se giró, viendo a una niña con el uniforme de Ravenclaw, parada al final del pasillo—. ¿Harry?
Parpadeó, confundido.
—Sí. Si, estoy bien. —masculló, mirándola de arriba a abajo—. ¿Te conozco?
La niña era bonita, de ojos grandes pero alargados, tez blanca y una sonrisa amable. Era alta y parecía que le gustaba el deporte.
Harry no tenía idea de quién era está persona.
— Oh, Harry. ¡Soy Cho Chang!
—Aaaah. La buscadora de Ravenclaw, sí. —tarareó—. Si, lo siento.
Le sonrió, y volvió a ver los libros, habiendo llegado a la sección sobre criaturas mágicas. Sin ganas de seguir una conversación con esta chica, por lo que se apresuró a tomar un libro y despedirse.
Cuando volvió con sus amigos, la escena ahora era peor.
Ron y Draco estaban charlando en la puerta, con el pelirrojo haciendo ademanes exaltados y Draco asintiendo de tanto en tanto.
Se dejó caer con fuerza en su silla, y Hermione lo miró mal.
—Hasta Draco le habla. —regañó.
Harry literalmente gruñó.
Draco se dejó caer frente a ellos, con la mirada más agotada vista.
—Me tienen harto. —escupió—. ¿Tengo cara de paloma mensajera yo? Podrían hablarse y dejar de meterme a mí, sería súper práctico.
Draco lo miró. Harry le rodó los ojos.
—No hasta que se disculpe.
—Harry. —siseó Hermione.
—Touché. —descartó Draco—. No importa, hablemos de lo que es urgente. La primera prueba, Harry.
La mesa se giró a mirarlo, acercándose un poco, mientras Draco bajaba la voz.
—No quiero que se alteren, pero es… grave. —anunció—. Krum me lo dijo hace un rato, Ron solo lo confirmó ahora. Son dragones.
—Qué.
Harry casi escupe su corazón cuando Theo chilló.
—¿Y cómo se supone que Weasley sabe? ¿O tenemos que confiar en Krum, así porque sí?
—Su hermano es un domador de dragones. —recordó Harry, vagamente, sus ojos fijos en Draco.
El rubio estaba quieto, luciendo calmado pero sus ojos. Circe, el terror frío y profundo en esos ojos era escalofriante. Harry lo quería abrazar, aunque sea para asegurarle que estaba ahí.
—Entrenador. —corrigió Hermione. Nadie le prestó atención, todos aterrorizados, mirando a Draco.
—Krum… Estaba presumiendo, estaba hablándome de cómo iba a ganar este desafío, no estaba tratando de ayudar. —aseguró, Harry lamentaba no poder estirar sus manos para poder sostenerlo y asegurarle que estaba bien—. Se lo dijo Karkarov.
— ¡Eso es injusto!
—No, no es injusto. Es saber aprovechar sus ventajas, para darle oportunidad a tu alumno. Una brecha. Nadie dijo que los directores tenían que mantenerse al margen, y menos cuando Hogwarts tiene… una ventaja.
Draco le dio la derecha a Daphne.
—Dumbledore es el único idiota que no lo haría.
Hermione y Pansy miraron a Theo con sorpresa, sin esperarse que Theo fuera tan directo. O irrespetuoso.
—Gryffindor. —resopló Daphne—. Tenemos muy poco con lo que trabajar, porque en definitiva no tenemos un plan.
Harry vio a Draco curvar levemente sus dedos, ojos traviesos mirando hacia él.
Error. Susurró, y Harry vio como de la manga de la túnica del rubio salía Noíl, deslizándose por encima de los pergaminos y entre los frascos de tinta. El joven dragón tiene un plan.
No le digas así. Se quejó Harry, ofreciendo su mano para que ella pudiera trepar con más facilidad. Ese no es su nombre.
Me disculpo, pero así lo llama el joven amo Harry. Su cabeza se ladeó y Harry bufó.
Draco.
Noíl asintió. Bien. El joven Draco tiene un plan.
—Cada día me perturba menos ver a Harry hablándole a su serpiente. —declaró Theo—. Pero por qué siempre está con Draco, es lo que no entiendo.
Huele bien. Y es cálido.
Harry miró a su familiar con confusión.
Es seguro. Se siente seguro, amo.
Ah. Sí, Harry podía entender eso.
—Me ama. En fin, —chasqueo el rubio— necesitamos un plan. ¿Ideas?
— ࿐*:・゚
Harry se despertó lentamente. Era el día de la prueba, y la calma colgaba precariamente en el ambiente, la presión en su pecho y el hormigueo subía de a poco desde la yema de sus dedos.
Habían hablado, mucho, durante esos días. Draco le había explicado cómo podrían proceder, tanto por la ventaja de tener un lazo con algo tan monumentalmente peligroso como un basilisco.
Aparte de eso, usaría su escoba. Draco había dicho que confiarse en que le toque un dragón manso no era una opción. Con la suerte que tenía, le tocaba el más peligroso.
Se giró con suavidad, para ver a su compañero. El chico estaba acostado de lado, enfrentándolo a él, su cabello estaba esparcido como un halo por la almohada. Su nariz se arrugaba cada tanto, y sus dedos se crispaban en la tela de su pijama, y Harry no creía haber visto algo más adorable.
Sus pestañas eran largas y curvas, cayendo sobre sus sonrosadas mejillas. Es de las pocas formas que lo vería tranquilo. Sin el peso del mundo en sus hombros.
Draco se inclinó más cerca, siguiendo su calor, probablemente, ya que había estado acurrucado en su hombro antes que se diera vuelta.
Estiró su mano y acomodó un mechón rubio detrás de la oreja de Draco, sonriendo inconscientemente cuando se arrastró más cerca de él.
—Gatito. —murmuró, burlón. Draco arrugó la nariz y entre abrió los ojos, la plata líquida brillando ante la luz verde que entraba por las ventanas—. Gatito gruñón.
—Pudrite. —farfulló, arrastrándose más cerca.
Harry dejó salir una risa tintineante, abrazándolo cerca, el ambiente matutino seguía siendo muy soñoliento, como si pudieran hundirse en cualquier momento en el sueño.
Enredó sus dedos en las hebras rubias, tarareando.
—Tu pelo ha crecido mucho, mh. —murmuró Harry, medio dormido ahora. La presión cálida de Draco era tranquilizante.
—Y crecerá más. —aseguró, en voz baja, moviéndose para acercarse más a Harry, su voz todavía quebradiza por el desuso—. Me cansé de cortarlo.
—Me gusta.
Draco sonrió, sus mejillas calentándose. Levantó la cabeza, para poder mirarlo—. ¿Sí?
Harry tarareo, una sonrisa lenta curvando sus labios, sus sentimientos inflándose de un no sé qué al verlo tan frágil entre sus brazos.
—Sí. Te ves muy bien, muy bonito.
Draco ignoró el calor revoloteando en su pecho al oír el halago.
—Obviamente. Siempre me veo bien.
Harry rodó los ojos, pero presionó.
—Bonito. Siempre te ves bonito, dragón.
La satisfacción hirvió en su pecho cuando su rostro entero se volvió rojo, y se apresuró a presionarse contra su hombro, un quejido vergonzoso tronando en su oído.
Estuvieron un largo rato holgazaneando, hablando en voz baja, ahogados por las telas y las almohadas que los rodeaban.
—¿Sirius ya estará esperando por nosotros en el comedor? —murmuró Draco, retorciéndose un poco, sintiendo a Noíl moverse del pie de la cama hacia la cabecera—. Debe estar tan enojado.
—Está enojado desde que le mandé la carta. —Harry estiró su brazo, ayudando a Noíl a trepar con más facilidad—. El ministro está nervioso, me ha mandado un par de lechuzas para tratar de… atenuar a Sirius.
Draco se levantó, apoyado en el pecho del elegido, que bajo sus manos lentamente por la espalda, hasta abrazar su cintura.
Se veía bonito, con la luz cubriéndolo desde ese ángulo.
—Está tan acabado, y lo sabe. Hermoso. —tarareo—. ¿Remus ha mandado algo?
—Mm. —asintió, medio aturdido, viéndolo atentamente—. Unas cartas, y varios libros de DCAO.
El rubio vibró, feliz de tener algo más para leer.
Toc, toc.
Draco brincó, sentándose fuera de Harry. Noíl levantó la cabeza, y Harry suspiró, sentándose también.
—¿Sí? —llamó Draco, demasiado rosa como para ser normal. Harry arqueó las cejas, confundido.
—Draco, Weasley te está buscando. —avisó, ahogada, la voz de Theo.