
Chapter 4
"Cuatro campeones"
—¡Ese es Krum, Harry! ¡Krum! —chilló Ron, directamente en su oído. Estaba dando brincos, para ver por encima de las cabezas de sus compañeros. Harry se encogió de hombros, mirando a Draco.
El rubio lo miró con burla en los ojos, sus labios estirándose satíricamente. Harry irritante, por defecto.
—¡Ron, por Dios, no es más que un jugador de quidditch! —dijo Hermione.
— ¿Nada más que un jugador de quidditch? —repitió Ron, mirándola como si no pudiera dar crédito a sus oídos—. ¡Es uno de los mejores buscadores del mundo, Hermione! ¡Nunca me hubiera imaginado que aún fuera al colegio!
Draco bufó, tomando la manga de Harry, llevándola hacia las puertas del vestíbulo nuevamente. Hermione no se quedó atrás, casi que huyendo de la diatriba sobre el deportista.
De camino al Gran Comedor, Harry vio a Lee Jordan dando saltos en vertical para poder distinguir la nuca de Krum. Unas chicas de sexto revolvían en sus bolsillos mientras caminaban.
—¡Ah, es increíble, no llevo ni una simple pluma! ¿Crees que accedería a firmarme un autógrafo en el sombrero con mi lápiz de labios?
—¡Pero bueno! —bufó Hermione muy altanera al adelantar a las chicas.
Draco la midió con una mirada, por sobre su hombro.
—Ella, tan distinta a las demás chicas. —se burló, rodando los ojos. Harry tosió, tratando de no reírse—. ¿Qué tiene de malo que a las chicas le guste un tipo famoso?
—E-eso no es-
La castaña se detuvo, poniéndose roja. Draco no presionó, y prefirió voltear a ver al pelirrojo.
—Y vos, mejor que ni se te ocurra chillar cada que lo veas, o me voy a olvidar de que somos amigos. —amenazó. Ron le sacó la lengua.
Se dividieron para ir a sus mesas, y Draco casi siente que se le van los ojos a la nuca cuando vio a Ron poner tanto interés en sentarse orientado hacia la puerta de entrada, porque Krum y sus compañeros de Durmstrang seguían amontonados junto a ella sin saber dónde sentarse.
Los alumnos de Beauxbatons se habían puesto en la mesa de Ravenclaw y observaban el Gran Comedor con expresión crítica. Tres de ellos se sujetaban aún bufandas o chales en torno a la cabeza.
Draco no se molestó en seguir observandolas. Cuando alguien quería ser desagradable, tu peor error era darles el espacio y la atención que, en definitiva, no merecen.
Por otro lado-
—Están lindos. —afirmó Daphne, ojeando discretamente a los robustos jóvenes, mientras se servía delicadamente el té—... bastante primitivo el estilo, pero no es tan desagradable.
—He visto a Weasley usar cosas peores. —masculló Vincent.
Harry se ahogó con su saliva, haciendo una pausa.
—Parece poco práctico estar tan abrigados. —murmuró Theo, ya con los ojos pegados a un libro de astrología, una sonrisa cizañera en sus labios.
La mesa verde y plata tarareo en conjunto, pero no hicieron mucho más.
Harry y Draco se miraron de reojo por un segundo, compartiendo su desconcierto. Pero no vocalizaron nada.
Draco le estaba sirviendo algunos waffles a Harry, mientras el elegido alcanzaba las tostadas cuando el salón se quedó en repentino silencio.
Sus amigos y él levantaron la cabeza justo a tiempo para ver a Viktor Krum y sus compañeros de Durmstrang colocándose en su mesa, sentándose con los Slytherin.
Harry parpadeó, confundido, mientras el mago búlgaro se sentaba junto a Draco. Más lo confundió que, en el instante en que estuvo sentado, Draco se inclinaba un poco para dirigirse a Krum.
—Krum. —saludó, cortés—. Es... bueno verte de nuevo.
—Draco—siseó, en una pronunciación tosca, mientras asentía. Una sonrisa de mil voltios copando su cara—. Siempre es un placer.
El rubio tarareo, pero no comento más. En su vida pasada había tratado de ser cercano al chico, y lo había logrado, en algún punto, pero realmente había perdido el interés infantil en este tipo.
Pocas cosas se mantenían de esa primera vida.
—Draco. —chilló Sally, los ojos entornados.
Malfoy suspiró, y sus ojos muertos volaron a Krum, quien seguía sonriéndole, a pesar del trato distante.
—Cierto. —carraspeó. Harry le pasó el plato de tostadas, y el rubio se sirvió—. Estos son mis amigos, y compañeros de casa. Millicent, Pansy, Daphne, Sally, Lily y Tracey.
Cada una dio un saludo a medida que las mencionaba. Unas más interesadas que otras.
Pansy apenas miró a Krum, mientras que Daphne y Tracey lo rebajaron más de una vez, tratando de analizar al tipo. Millicent le gruñó un saludo.
—Ellos son Theodore, Blaise, Vincent, Gregory. —los señaló, uno por uno. De nuevo, la mayoría no dio realmente señales de estar interesados. Pero Blaise le guiñó un ojo al tipo y Krum se atragantó—. Y, por último, este es Harry.
—¿Potter? —preguntó.
Aunque era de público conocimiento.
El rubio lo confirmó con un ademán. Harry estiró la mano, y ambos se tomaron las muñecas, con cordialidad. Draco medio sonrió, viendo al elegido sonreírle con desconfianza al chico mayor.
Daphne resopló en su té.
— ࿐*:・゚
—Bien, el cáliz está casi preparado para tomar una decisión —anunció Dumbledore—. Según me parece, falta tan sólo un minuto. Cuando pronuncie el nombre de un campeón, le ruego que venga a esta parte del Gran Comedor, pase por la mesa de los profesores y entre en la sala de al lado —indicó la puerta que había detrás de su mesa—, donde recibirá las primeras instrucciones.
Draco ya se sentía apesadumbrado.
En este tiempo había aprendido que si el universo quería que algo pasara, no importaba si trataba de evitarlo, porque las cosas iban a pasar igualmente.
Entonces decidió que sólo sentarse y observar estaría bien. Harry estaba relajado, murmurando en voz baja con Blaise.
Quien pudiera estar tan calmado, eh.
Sus ojos viajaron a Digory, y a Delacour, y a Krum, quien estaba a su propia derecha, de brazos cruzados y postura que exudaba confianza.
Dumbledore obtuvo el primer nombre de, las llamas del cáliz, que se volvieron rojas, y empezaron a salir chispas. Una lengua de fuego brotó y arrojó un trozo carbonizado de pergamino.
El rubio se estremeció. Harry entrelazó sus dedos, sin apartar los ojos de la tarima.
—El campeón de Durmstrang —leyó con voz alta y clara— será Viktor Krum.
—¡Era obvio! —se escuchó el gritó de Ron.
La tormenta de aplausos y vítores inundó el Gran Comedor. Harry vio a Krum levantarse de la mesa, su mano en el hombro de Draco. El rubio le sonrió, pero su mano se aferró más a la de Harry.
El elegido lo vio caminar hacia Dumbledore, con holguera. El hombre exudaba confianza y poder, pero Harry no se sentía particularmente movilizado por ello. Draco mismo se mantenía apacible y sereno, como si no hubiera razón de alboroto.
Las llamas arrojaron un segundo trozo de pergamino.
—La campeona de Beauxbatons —dijo Dumbledore— es ¡Fleur Delacour!
Harry parpadeó. Una niña rubia y muy blanca se levantó de la mesa de Ravenclaw. La chica le recordaba vagamente a una veela, con toda esa elegancia y aura misteriosa. Pero el brillo de la piel y los movimientos no eran los mismos.
Quizás estaba viendo a una descendiente real entre la cruza de un hombre y una criatura.
Cuando Fleur Delacour había desaparecido también por la puerta, volvió a hacerse el silencio, pero esta vez era un silencio tan tenso y lleno de emoción, que casi se palpaba.
El siguiente sería el campeón de Hogwarts...
Draco clavó sus ojos en Diggory, quien se retorcía en su asiento. Sus ojos miel se veían turbulentos cuando conectaron miradas, y el rubio no pudo hacer nada más que una mueca llena de sincera lástima.
—El campeón de Hogwarts —anunció— es ¡Cedric Diggory!
Draco apartó la mirada.
Harry lo miró con confusión, pero no presionó. El alboroto de la mesa de los tejones se alzó rápidamente, tanto que si estuvieran más cerca probablemente no escucharía ni sus propios pensamientos.
Todos y cada uno de los alumnos de Hufflepuff se habían puesto de repente de pie, gritando y pataleando, mientras Cedric se abría camino entre ellos, con una amplia sonrisa, y marchaba hacia la sala que había tras la mesa de los profesores.
Naturalmente, su celebración perduró bastante más tiempo, por lo que Dumbledore tuvo que esperar para poder hablarle nuevamente al alumnado.
— ¡Estupendo! —dijo Dumbledore en voz alta y muy contento cuando se apagaron los últimos aplausos—. Bueno, ya tenemos a nuestros tres campeones. Estoy seguro de que puedo confiar en que todos, incluyendo a los alumnos de Durmstrang y Beauxbatons, les darán a sus campeones todo el apoyo posible. Al animarlos, todos contribuyen de forma muy significativa a-
Pero Dumbledore se calló de repente, el fuego del cáliz había vuelto a ponerse de color rojo. Otra vez lanzaba chispas. Una larga lengua de fuego se elevó de repente en el aire y arrojó otro trozo de pergamino.
Dumbledore alargó la mano y lo agarró.
Draco abrazó a Harry, murmurando en voz baja un otra vez no, por favor que no pase otra vez.
Harry se puso pálido, pensando a qué se refería con el "otra vez". De repente toda la casa verde y plata estaba en alerta máxima, viendo el abrazo como un mal presagio.
Lo extendió y miró el nombre que había escrito en él. Hubo una larga pausa, durante la cual Dumbledore contempló el trozo de pergamino que tenía en las manos.
—Harry Potter.
Harry permaneció sentado, consciente de que todos los que estaban en el Gran Comedor lo miraban. Pero más allá de eso, no se podía mover porque Draco seguía aferrado a su brazo, murmurando maldiciones.
Harry no iba a soltarlo. Mucho menos apartarlo.
Y Blaise había colocado una mano cuidadosa en su hombro. Y Astoria estaba repartiendo miradas horribles a diestra y siniestra, mientras toda la casa se murmuraba entre ellos un plan de escape para su pequeño renacuajo problemático.
No podían tener un maldito descanso.
—Yo no puse mi nombre —dijo Harry, totalmente confuso.
Pansy bufó. Millicent rodó los ojos tan fuerte que Harry temió que no volvieran a su lugar.
—Claramente. —refunfuñó Vincent.
—Obviamente. —acompañó Blaise.
—Cuando encontremos al culpable de esto...—siseo, peligrosamente Adrian Pucey.
El barón sanguinario ya se estaba moviendo.
—¡Harry Potter! —llamó—. ¡Harry! ¡Levántate y ven aquí, por favor!
—¿Qué hago, le digo que no voy ni aunque me pague? —masculló Potter, mirando a los ojos turbulentos de Draco, y el rubio negó con la cabeza, la más mínima sonrisa en sus pálidos labios. Harry lo contó como una victoria—. Entonces, necesito que me dejes ir.
El susurró fue tan bajo, que es probable que solo él lo haya escuchado. Por lo menos Blaise no dio señal de nada.
Draco hizo una mueca.
—Siento que si te suelto vas a terminar muerto. —confesó—. Si te dejo ir ahora...
—Volveré. —prometió, presionando sus frente juntas. Sus amigos apartaron la mirada, sintiendo que no era un momento para que ellos presenciaran—. Siempre volveré, Dragon.
— ࿐*:・゚
—¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Quieguen que volvamos al comedog?
Harry la miró, ojos gélidos, mientras seguía procesando su situación actual. Ella probablemente creía que lo habían enviado para transmitir algún mensaje, y Potter no sabía como explicar lo que estaba pasando en realidad.
Oyó detrás suyo el ruido de pasos apresurados, alguien cogió del brazo a Harry y lo llevó hacia delante, y él se estremeció, fuera del agarre.
El hombre del ministerio se vio inconforme e incómodo por un segundo, antes de lanzarse a su emocionada perorata, como si no hubiera pasado nada.
— ¡Extraordinario!, ¡Absolutamente extraordinario! Caballeros... señorita —añadió, acercándose al fuego y dirigiéndose a los otros tres—. ¿Puedo presentarles, por increíble que parezca, al cuarto campeón del Torneo de los tres magos?
Viktor Krum se enderezó. Su hosca cara se ensombreció al examinar a Harry.
Cedric parecía desconcertado; pasó la vista de Bagman a Harry y de Harry a Bagman como si estuviera convencido de que había oído mal.
Harry no podía culparlo en lo absoluto, él está en las mismas. Probablemente debería estar más cohibido de lo que se sentía, pero no tenía en si mismo nada para encogerse ante la atención.
Estar con Draco y los demás Slytherins le había quitado muchos malos hábitos, como este. No iba a tratar de ocupar menos espacio del que debía solo porque las personas alrededor suyo lo veían como alguien inferior.
Esa copa extraña y mágica lo había elegido, y por algo era.
Fleur Delacour, sin embargo, se sacudió el pelo y dijo con una sonrisa: —¡Oh, un chiste muy divegtido, señog Bagman!
—¿Un chiste? —repitió Bagman—. ¡No, no, en absoluto! ¡El nombre de Harry acaba de salir del cáliz de fuego!
Harry.
El elegido sintió la mueca que hubiese hecho Draco, a pesar de que el rubio no estaba ni cerca de esa habitación. El rubio no estaría feliz ante la informalidad, y la animosidad de este desconocido.
Y Harry estaba de acuerdo.
Krum contrajo levemente sus espesas cejas negras y le dirigió una mirada sinceramente agria. Harry entrecerró sus ojos de vuelta, desafiandolo a decirle algo.
No se llevaban mal, per se, pero no estaba de humor para ser despreciado y mirado hacia abajo.
Cedric seguía teniendo el mismo aspecto de cortés desconcierto. Fleur frunció el entrecejo.
—Pego es evidente que ha habido un egog —le dijo a Bagman con desdén —. Él no puede competig. Es demasiado joven.
—Bueno... esto ha sido muy extraño —reconoció Bagman, frotándose la barbilla y mirando sonriente a Harry—. Pero, ya saben como es, la restricción es una novedad de este año, impuesta sólo como medida extra de seguridad. Y como su nombre ha salido del cáliz de fuego... Quiero decir que no creo que ahora haya ninguna posibilidad de hacer algo para impedirlo. Son las reglas, Harry, y no tenes más remedio que concursar. Tendrás que hacerlo lo mejor que puedas...
—Es Potter, para usted. —corrigió, dejando al hombre congelado, con una sonrisa—. ¿Y por qué inventan una regla que no van a respetar des-?
La puerta abriéndose lo interrumpió.
—¡Madame Maxime! —dijo Fleur, caminando con decisión hacia la directora de su academia, que acababa de entrar junto a Karkarov, McGonagall y Dumbledore—. ils disent que ce garçon va aussi concourir
Harry no entendió lo que dijo, pero si el sentimiento de ira.
—¿Qué significa todo esto, Dumbledog? —preguntó imperiosamente.
—Es lo mismo que quisiera saber yo, Dumbledore —dijo el profesor Karkarov. Mostraba una tensa sonrisa, y sus azules ojos parecían pedazos de hielo—. ¿Dos campeones de Hogwarts? No recuerdo que nadie me explicara que el colegio anfitrión tuviera derecho a dos campeones. ¿O es que no he leído las normas con el suficiente cuidado?
Harry lo encontró desagradable.
—C'est impossible! —exclamó Madame Maxime, apoyando su enorme mano llena de soberbias cuentas de ópalo sobre el hombro de Fleur—. Hogwag no puede teneg dos campeones. Es absolutamente injusto.
—Creíamos que tu raya de edad rechazaría a los aspirantes más jóvenes, Dumbledore —añadió Karkarov, sin perder su sonrisa, aunque tenía los ojos más fríos que nunca—. De no ser así, habríamos traído una selección más amplia de candidatos de nuestros colegios.
—No hay que culpar al director o a Potter por quebrantar las normas del torneo. —Snape intervino con voz melosa. La malicia daba un brillo especial a sus negros ojos—. La trampa no es necesaria para nosotros, la ventaja para usted, sin embargo...
Karkarov perdió la sonrisa, dando un paso adelante.
—Gracias, Severus —dijo con firmeza Dumbledore, y Snape se guardó su siguiente comentario mordaz, aunque sus ojos siguieron lanzando destellos malévolos entre la cortina de pelo negro.
El profesor Dumbledore miró a Harry, y éste miró hacia sus cejas, evitando decididamente a la brillante mirada del viejo. Nunca se era lo suficientemente precavido con este tipo.
—¿Metiste tu nombre en el cáliz de fuego, Harry?
—No —contestó, muy consciente de que todos lo observaban con gran atención.
¿Qué obsesion tenian con llamarlo tan familiarmente?
Odiaba como sonaba su nombre en esas voces falsamente entusiasta. Condescendiente.
—¿Le pediste a algún alumno mayor que echara tu nombre en el cáliz de fuego?
—No, no soy un suicida, señor.
El veneno en su voz hizo a Snape sonreír.
—¡Ah, pog supuesto está mintiendo! —gritó Madame Maxime. Snape agitaba la cabeza de un lado a otro, con un rictus en los labios.
—¿Necesitan el veritaserum, madame? —infirió, Snape, burlón.
El duelo de miradas que siguió fue francamente escalofriante. Harry hizo una mueca de incomodidad.
—Hay que seguir las reglas, y las reglas establecen claramente que aquellas personas cuyos nombres salgan del cáliz de fuego estarán obligadas a competir en el Torneo... —dictaminó Crouch, nervioso.
Harry y Snape le enviaron las miradas más irritadas en su repertorio. Los profesores de los otros dos colegios no se quedaron atrás.
La discusión solo empeoró desde ahí, los argumentos iban de un lado al otro, e incluso Moody había aparecido en algún momento. Snape lo había apartado, escondiéndolo casi, tras su espalda, evitando que Harry quedara atrapado en la cruzada verbal que llenaba el pequeño cuarto.
—Si alguien tiene motivos para quejarse es Potter —gruñó Moody—, y, sin embargo, no lo he escuchado quejarse.
—¿Y pog qué tendgía que quejagse? —estalló Fleur Delacour, dando una patada en el suelo—. Va a podeg pagticipag, ¿no? ¡Todos hemos soñado dugante semanas y semanas con seg elegidos! Mil galeones en metálico... ¡es una opogtunidad pog la que muchos moguiguían!
—¿No puedo quejarme? —gruñó—. No crucé la línea de edad, porque no pude, pero más importante, porque no quise. A algún gracioso se le ocurrio meter mi nombre, y ahora... —siseó. El silencio llenó la sala. Tomó aire, necesitaba calma—. ¿Por qué querría participar en este torneo estupido? ¿Fama? ¿Dinero? Tengo mucho de eso, y sin necesidad de ponerme conscientemente en peligro. Mucho menos para entretener a unos cuantos magos morbosos. Mil galeones no pagan ni la mitad de lo que tengo en mi habitación, mucho menos me hacen querer morir.
Snape tuvo que clavarse las uñas en sus palmas para recordarse que este no era James Potter, que este niño solo se estaba defendiendo, y no quería ser engreído a posta. No estaba tratando de ser presuntuoso, mucho menos de restregarle a la gente todo lo que tenía.
—Tal vez alguien espera que Potter muera por ella —replicó Moody.
Harry detestaba lo real que podía ser esa opción.