Go back in time: Fourth Year

Harry Potter - J. K. Rowling
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Go back in time: Fourth Year
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Chapter 3

"Ojoloco Moody"


Draco no estaba emocionado por la nueva jornada, de hecho estaba cansado. Las visiones se habían hecho parte de su día a día, pero era siempre la misma .

Cedric muriendo. Una y otra vez, en un bucle.

Debería sentirme peor, pero realmente estaba muy cansado para eso. Prácticamente vivían por las pociones para dormir, eran su salvación.

Había estado caminando solo, muy temprano en la mañana, decidiendo que ese día trataría de disfrutarlo, por lo menos antes de tener que lidiar con las primeras clases de ojoloco. Recordaba que en su tiempo eran muy movidas, pero aterradoras.

—Hola Draco. —saludó Luna, dulcemente, pasando por su lado.

Él la miró, confundido. A su alrededor no había nadie más, era demasiado temprano, incluso para algunos profesores. ¿Qué hacía ella por ahí?

Y peor aún, descalza.

- ¡Amar el bien! —llamó, trotando tras ella. La chica se detuvo, sonriéndole tranquilamente. Sus lentes estrafalarios estaban en su cabeza, como habituaba—. ¿Qué haces a esta hora, sola y descalza?

—Oh, es que los nargles robaron mis zapatos. Los estoy buscando.

Draco tuvo un deja vu.

En el segundo año se la había cruzado, distraída y temblando. No tenía su suéter ni su capa, alegando que los nargles los habían herido y escondido.

Draco le dio su capa, transformándola en una con el escudo de Ravenclaw, para que pudiera conseguir algo de calor. Algo, muy en el fondo de su cabeza, le dijo que no era ninguna criatura mágica la que tomaba sus cosas, pero nunca lo verbalizó.

Durante esos dos años, no fueron las únicas veces que aconteció la pérdida de objetos. El rubio solo deseaba cruzarse con el bromista, para intercambiar algunas palabras.

— ¿Necesitas ayuda? —preguntó, porque siempre era bueno saber si la chica quería soledad o no. Ella, por supuesto, ayudó.

Caminaron hombro a hombro un largo rato, mirando por las aulas, arbustos y columnas. El rubio la acogió como una hermana menor, a la que debía cuidar y ayudar.

Realmente nunca había querido hermanos, y prefería no tener ningún otro bebé en manos de Lucius, suficiente mal le había hecho a él.

Hubo un momento, cuando ya el sol alumbraba los amplios pasillos, en los que Luna se colgó en su espalda, y Draco decidió que la llevaría así hasta que encontrarán zapatos.

O le fabricaría algunos, o dejaría a alguien más sin zapatos, ¿A quién demonios le importaba? Algo maquinaría. Había solucionado cosas más importantes antes.

Harry, San Potter, apareció con un par de zapatos colgados al hombro. Caminaba hacia la oficina de Filch, muy decidido.

— ¡Oh! ¡Esos son! —exclamó Luna, emocionada, bajando de un brinco, para acercarse a Harry—. Gracias Harry.

El elegido le sonrió, asintiendo. Se miraron entre ellos y después a Luna.

— ¿Se conocen hace mucho? —preguntó Draco, al mismo tiempo que Harry murmuraba—. No sabía que se conocían.

Ambos Slytherin se miraron, antes de empezar a reírse. Luna les sonreía, mientras trataba de colocarse sus zapatos, aún estando de pie.

—Nos conocimos el año pasado, en invierno. No tenía abrigo, y le di mi capa.

Harry asintió, sosteniendo la mano de la chica, para que no cayera mientras maniobraba en sus zapatos. Ella les agradeció a ambos por la ayuda, antes de irse, asegurándoles que estaba bien y que necesitaba conseguir sus cosas para las clases.

—Yo la encontré cerca de las carrozas, en uno de los viajes a Hogsmeade. Estaba... acariciando el aire.

Harry lucía confundido mientras caminaban hasta el comedor, pensando seriamente sobre la salud mental de la chica. Draco hizo una mueca, incómodo.

Los Thestral...

El escalofrío golpeó su cuerpo.

Entraron al comedor, y ya estaban Ron y Hermione, esperándolos. El Profeta en manos de la chica, y un vago recuerdo cosquilleo la parte trasera de su cerebro.

Pero ¿por qué?

Algo le daba mala espina, como si de verdad estuviera a punto de pasar algo catastrófico. Qué era, no sabía, pero-

—《(...) antes de escapar de la policía, pero rehusó explicar a El Profeta por qué había comprometido al Ministerio en un incidente tan poco digno y con tantas posibilidades de resultar embarazoso.》

Draco se conectó al final de la noticia, con la foto de la pintoresca familia Weasley. Hizo una mueca, ante el largo del informe, era demasiado para un incidente que pintaba a ser menor.

Definitivamente solo querían alterar a las masas.

Ron estaba rojo de la vergüenza, refunfuñando entre dientes, probablemente avergonzado de saber que todos estaban enterados de eso ahora.

—Ni siquiera se llama Arnold. —dijo con tristeza, Hermione.

Ron la miró fijamente, probablemente a punto de decir algo de lo que se arrepentiría más tarde. Draco empujó a Harry hacia Ron, para que este lo evitara.

— ¡Eh! —se sobresaltó, trastabillando un poco—. Cuidado, cuidado. Calmemonos un poco, ¿sí, Ron? Esto es El Profeta, un artículo escrito por la peor escoria que nos vamos a cruzar.

El pelirrojo gruñó entre dientes, pero lo dejó ser.

Por ahora.

—¿Ya les dijeron cómo son las clases con Moody? —habló Draco, cambiando de tema.

—No. —se quejó Ron, luciendo exasperado—. No, tenemos que esperar a la clase con él hoy, ¿y ustedes?

—Desde el primer día. —sentenció Harry, mirando a Draco.

Habían hablado.

No era una charla particularmente oscura, porque no conocían mucho de este hombre, pero Harry le había transmitido lo que Sirius pensaba sobre el profesor.

Y lo tenía en alta estima, con respecto a sus habilidades, pero le advirtió sobre su fanatismo y odio puro a los seguidores de Voldemort, y a los Slytherins por sobre todo.

Draco sabía porque lo decía, aún si no profundiza en ello.

— ¡Qué envidia! —chilló Ron, mientras se movían por el comedor. No había tanta gente aún—. George y Fred dijeron que era muy bueno, que sabe de lo que habla, pero nada más.

—Si no lo fuera, estaría sorprendido. —suspiró el rubio, ganándose una mirada de los leones—. Estamos hablando de un ex auror, si fuese menos que Lockhart estaría temiendo por la seguridad y el futuro del mundo mágico.

Más de lo que ya lo hacía.

Iban en decadencia, eso seguro.

—No fue tan malo. —defendió Hermione.

Ron la miró, absolutamente asqueado. Harry y Draco compartieron una mirada.

—Terrible año escolar. Su idea para San Valentín fue horrible, Hermione. —se quejó el pelirrojo.

—Eso lo decís porque no tuviste ni un regalo.

El rubio se mordió el costado de la mejilla, ya oliendo lo que volvería desde el lado de Weasley.

—¿Y a ti? ¿Quién te dio algo, como para que te veas tan engreída? Si no estoy mal no-

Draco agarró la mano de Harry y lo arrastró a su mesa. No estaba escuchando esto, no iba a someterse a ese martirio.

Ni iba a dejar que Harry lo hiciera.

— ¿Emocionados por la clase del día, muchachos? —llamó Eddy Daimon, su recientemente declarado prefecto—. Moody no es cosa fácil.

Harry lo miró, absorbiendo la advertencia tácita. Asintieron, a la par.

Como casa habían estado murmurando de ello, incluso tuvieron una pequeña reunión, después de que sus mayores recibieron la primera clase con el retirado auror.

Amigo de Dumbledore, haciendo un favor antes de volver al retiro. Olía mal por todos lados, y toda la casa verde y plata lo sabía.

Snape estaba incómodo con el hombre, a diferencia de con los antiguos profesores de DCAO, no estaba odiandolos activamente sino que evadió todo lo que tenía que ver con Moody.

Era una mala espina enorme.

Los alumnos de sexto habían establecido una regla general: todos los alumnos de la casa, sea del grado que sea, comparten lo que se vio en clases. Sabían que ni Dumbledore ni el ministerio iban a regular una mierda de lo que hiciera este hombre, no con los honorarios que poseía.

Y eso era un peligro. Más cuando el incidente de la marca tenebrosa estaba tan fresco en todos ellos, y en las familias. La madre de Blaise había mandado varios libros a su hijo, para compartir con algunos de sus amigos.

Harry y Draco incluidos.

Ni Theo ni Vincent o Goyle fueron nombrados. Y la piel de gallina cubrió a Draco.

Los padres, y probablemente el resto de sus familias, no estaban del lado que Draco había estado tratando de preparar para ganar.

Y los mismos chicos lucían en conflicto.

Draco solo no quería que sus amigos murieran.

—Espero que esté tranquilo hoy, somos alumnos de cuarto recién. No debería ser demasiado intenso. —respondió Harry, sonriendo, mientras ambos tomaban asiento. Daphne les alcanzó tazas de chocolate caliente—. Seguro la pasamos bien.

El prefecto sonrió.

Saber el subtexto de esto es escalofriante. A Draco no le gusta lo rápido que estaban aprendiendo a ocultarse.

Ya estaba empezando.

Había vivido esto una vez, pero ahora tenían a Harry Potter en su casa.

¿Cómo manejarían todo esto?

 

— ࿐*:・゚


La clase con Moody fue compartida con Gryffindor. Los leones habían llegado demasiado temprano, mientras que las serpientes llegaron a horario, junto con ellos venía Hermione.

Las vibras de ambos grupos eran horriblemente distintas, y aunque había sido siempre así, ahora era casi sofocante. Los Gryffindors estaban saltando en sus lugares, extasiados por la clase.

Los Slytherins querían que la clase se acabara hace una hora atrás, y todavía ni siquiera habían escuchado al profesor hablarles.

Harry y Draco se sentaron en el medio de sus filas, tensos. Ninguno de su casa sacó los libros para la clase, se habían mantenido quietos y firmes, como si estuvieran listos para huir de ser necesario.

No tardó en oírse el peculiar sonido sordo y seco de los pasos de Moody, venía desde el corredor. Ni siquiera había entrado al aula y el nerviosismo flotaba por el aire, como polen. Al rubio le picaba la nariz.

—Guarden los libros —gruñó, caminando hacia la mesa y sentándose tras ella, la madera crujió —. No los necesitan.

Volvieron a meter los libros en las mochilas. Harry se tronó el cuello, su expresión no demostraba nada más que aburrimiento, pero había una expectativa colgando por encima de sus cabezas.

El profesor tomó lista, su voz era hosca y muy seca. Se hacia sentir la poca disposición a la "unión" alumno/maestro, el dinamismo que Lupin había impartido no estaba.

— He recibido una carta del profesor Lupin a propósito de esta clase. Parece que ya vieron bastantes criaturas tenebrosas; boggarts, gorros rojos, hinkypunks, grindylows, kappas y hombres lobo, ¿no es eso?

Hubo un murmullo general de asentimiento. Draco arrugó la nariz.

La clase de hombres lobo había abierto algunas... dudas. Pero ni él ni Harry quisieron meterse demasiado en ello, sabiendo los límites de las relaciones. Si Lupin no tenía la confianza plena en decírselos, o por lo menos a Harry, entonces...

—Pero están atrasados. Más que atrasados en la forma de enfrentarse a maldiciones. —prosiguió Moody—. Así que nos centraremos en eso en este curso.

Se levantó, el metal y cuero de su ropa rechinaron mientras se movía hacia el pizarrón. La tiza chirrió.

—Según el Ministerio de Magia, yo debería solo enseñarles las contra maldiciones. No deberían aprender cómo son las maldiciones prohibidas hasta que lleguen a sexto. Se supone. Pero el profesor Dumbledore tiene mejor opinión de esta clase, y piensa que pueden resistirlo, y yo creo que, cuanto antes sepan contra lo que se están enfrentando, mejor.

Harry apretó las manos bajo el escritorio. Otra vez Dumbledore.

Cada vez que el viejo lunático estaba metido en algo, lo mínimo que fuera, terminaba perjudicando a Harry. Ya no había confianza, de ningún tipo.

Ni como hombre, ni como director, y mucho menos como mago.

—¿Cómo pueden defenderse de algo que nunca vieron? Un mago que esté a punto de usar una maldición prohibida no va a decirles. Tienen que estar preparados, estar alerta y vigilantes. Y usted, señorita Brown, tiene que guardar eso cuando yo estoy hablando.

Lavender, que estaba cerca de sus lugares, se sobresaltó y se puso colorada. Draco vio que le había estado mostrando una revista a Parvati por debajo del pupitre.

—Así que... ¿alguno sabe cuáles son las maldiciones más castigadas por la ley mágica?

Theo, Pansy y varios más, levantaron las manos, incluidos Ron y Hermione. Moody señaló a Ron, aunque su ojo mágico seguía fijo en Lavender.

—Eh... —dijo Ron, titubeando— mi padre me ha hablado de una. Se llama maldición imperius, o algo parecido.

—Correcto. —aprobó Moody—. Tu padre la conoce bien. En otro tiempo la maldición imperius le dio al Ministerio muchos problemas.

Metió su mano a uno de los frascos, permitiendo que la araña subiera y pudiera sacarla. La tapa tintineo contra el vidrio, no la cerró por completo.

Aunque su voz no fue más que un murmullo, el hechizo resonó en los oídos de sus alumnos.

¡Imperius!

La araña se colgó de la mano de Moody con una fina telaraña, balanceándose en el aire, en movimientos exagerados. Los Slytherins se tensaron, mirando fijamente la varita del profesor y la araña.

El bicho puso las patas rectas y firmes, bajando con una voltereta y aterrizando en la mesa, donde giró sin control.

Draco no la estaba pasando bien. Su respiración se había cortado en cuanto escuchó el hechizo.

Vio esto en humanos. Vio esto pasarle a gente a su alrededor por mucho tiempo, sentía náuseas.

Moody volvió a apuntarle con la varita, y la araña se levantó sobre dos de las patas traseras y se puso a bailar. Draco no identifico el baile, su cerebro en otro lugar.

Más oscuro y aterrador.

Harry le tomó la mano, entrelazando los dedos.

No se estaba divirtiendo. No como Ron, no como Lavander u otros Gryffindor.

Theo no podía dejar de pensar en qué la araña podría ser él en manos de su propio padre.

Moody no se estaba riendo.

—Divertido, ¿no? —gruñó—. ¿Sería igual de gracioso si se los hiciera a ustedes?

El aula se silenció de inmediato, como si hubiese usando un hechizo.

—Esto supone el control total de la otra persona. —dijo Moody en voz baja, mientras la araña se hacía una bola y empezaba a rodar—. Yo podría hacerla saltar por la ventana, ahogarse, o meterse por la garganta de cualquiera de ustedes. —hizo una pausa, su ojo mágico volando de un lado al otro, por todo el salón— Años atrás, muchos magos y brujas fueron controlados por medio de la maldición imperius. Le dio bastante que hacer al Ministerio, que tenía que averiguar quién actuaba por voluntad propia y quién, obligado por la maldición.

La implicación de Voldemort voló, y se espesó en el aire. Algunos alumnos se retorcieron nerviosos, otros se tensaron como cuerdas, otros pocos solo miraron, sin demostrar nada.

Moody los observó, a ese último grupo, especialmente. Harry y Draco parpadearon hacia el profesor.

—Podemos combatir la maldición imperius, les enseñaré cómo, pero se necesita mucha fuerza de carácter, y no todo el mundo la tiene ¡ALERTA PERMANENTE! —bramó, y todos se sobresaltaron.

Draco arrugó un poco la cara ante el grito, Harry se sacudió el flequillo fuera de la cara. Si eso era algo recurrente, entonces tenían problemas.

A nadie le gustaban los gritos.

—¿Alguien conoce otra maldición prohibida?

Hermione volvió a levantar la mano y también lo hizo Neville.

Draco sintió náuseas.

Si esto iba como en su anterior línea de tiempo entonces...

Mierda. Harry iba a saber-

—¿Sí? —dijo Moody, girando su ojo mágico para dirigirlo a Neville.

—Hay una... la maldición cruciatus.

Harry se estremeció.

Moody miró a Neville fijamente, ahora con los dos ojos. Hizo una pausa de un minuto, en completo silencio.

—¿Tú eres Longbottom? —preguntó, bajando rápidamente el ojo mágico para consultar la lista.

Neville asintió nerviosamente con la cabeza, Moody no hizo más preguntas, volviéndose a ver al resto de la clase.

—La maldición cruciatus precisa una araña un poco más grande para que podáis apreciarla bien —explicó Moody, que apuntó con la varita mágica a la araña y dijo—: ¡Engorgio!

La araña creció hasta hacerse más grande que una tarántula. Moody levantó otra vez la varita, señaló de nuevo a la araña y murmuró:

—¡Crucio!

La araña encogió las patas sobre el cuerpo, y rodó. Se retorció cuanto pudo, balanceándose de un lado a otro. Moody no apartó la varita, y la araña comenzó a estremecerse y a sacudirse más violentamente.

Harry había apretado la mano de Draco con fuerza, inconscientemente, sus ojos verdes fijos en la araña, que se retorcía, giraba y temblaba. Estaba seguro de que si pudiera hacer algún ruido, estaría gritando de dolor.

Draco pasó saliva, pálido como fantasma. No podía apartar los ojos de la situación, no podía dejar de pensar en que él mismo era esa araña. Para su padre, Draco no valía más que un vil insecto.

— ¡Deténgase! —gritó, con voz estridente, Hermione. Se había puesto de pie, golpeando la mesa con sus manos.

Draco no podía respirar.

Harry seguía mirando a la araña, que ahora solo se retorcía, más relajada. Se sentía enfermo.

Reducio —murmuró Moody, y la araña se encogió hasta recuperar su tamaño habitual—. Dolor —dijo con voz suave—. No se necesitan cuchillos o carbones encendidos para torturar a alguien si uno sabe llevar a cabo la maldición cruciatus... También esta maldición fue muy popular en ese otro tiempo. Bueno, ¿alguien conoce alguna otra?

Draco levantó la mano, sus ojos pegados a las cicatrices que deformaban la cara del profesor. Sentia su pulso temblar y su respiración era apenas superficial, pero su expresión seguía igual de plana que siempre.

Harry no sabía si quería saber que iba a pasarle a esta araña.

—¿Sí? —dijo Moody, mirándolo.

AvadaKedavra.

La voz del rubio no fue más que un siseo cadencioso, fuerte en el silencio tenebroso de la sala. Varios compañeros le dirigieron miradas tensas, con muecas aterradas. Otros lo miraron con ojos juzgadores.

Draco no retrocedió.

—. Sí, la última y la peor. Avada Kedavra: la maldición asesina.

Moody levantó la varita, y, previendo lo que iba a ocurrir, Harry sintió un repentino estremecimiento.

—¡Avada Kedavra! —gritó Moody.

Hubo un cegador destello de luz verde y un ruido como de torrente, como si algo vasto e invisible planeara por el aire. Al instante la araña se desplomó patas arriba, sin ninguna herida, pero indudablemente muerta.

Moody barrió con una mano la araña muerta y la dejó caer al suelo.

—No es agradable —dijo con calma—. Ni placentero. Y no hay contramaldición. No hay manera de interceptarla. Sólo se sabe de una persona que haya sobrevivido a esta maldición, y está sentada delante de mí.

Harry y el profesor hicieron contacto visual. Draco suspiró profundamente, no era algo para presumir, no en la perspectiva de Harry.

Acaba de ver el hechizo con el que mataron a sus padres, esa araña demostró claramente cómo había sucedido. Ellos... ¿ellos también cayeron así, instantáneamente? Sin heridas...

Harry recordaba, casi vívidamente, los gritos de su madre. Era como si estuviera pasando en ese momento.

Su padre murió, pensando que él y su madre escaparon, que Sirius pudo protegerlos. No sabía que después de matarlo, Voldemort subió a su cuarto y la había matado a ella también, antes de dirigir la varita contra Harry...

Draco le apretó la mano, entrelazando los dedos con el elegido con más firmeza. Sus ojos se derritieron, como plata líquida, y Harry sonrió, tembloroso.

Moody había vuelto a hablar, pero sinceramente no escuchaba del todo, era como si estuvieran bajo el agua. Tuvo que forzarse para volver al presente y escuchar lo que decía el profesor.

—El «Avada Kedavra» es una maldición que sólo puede llevar a cabo un mago muy poderoso. Podrían sacar sus varitas todos los que están en este salón de clases y apuntarme con ellas y decir las palabras, y dudo que entre todos consiguieran siquiera hacerme sangrar la nariz. Pero eso no importa, porque no se los voy a enseñar.

Hermione, Neville y Ron se voltearon inmediatamente hacia Draco. Harry sonrió, casi altanero, mientras los demás Slytherins fingían demencia grupal.

Draco parpadeó, sabiendo que varios ojos lo estaban mirando a él. Era un poco escalofriante que pensaran que podía realizar el hechizo.

No es desacertado, pero...

Moody lo miró, el rubio sintió un escalofrío. Que mirada de psicópata tenía el hombre. Francamente desagradable.

Le recordaba a Quirrell.

—Ahora bien, si no existe una contramaldición para Avada Kedavra, ¿por qué se las mostré? Porque tienen que saber. Tienen que conocer lo peor. Ninguno de ustedes querrá estar en una situación en que tenga que enfrentarse a este hechizo. ¡ALERTA PERMANENTE! —bramó, y toda la clase volvió a sobresaltarse.

Draco estaba empezando a cansarse de la estúpida muletilla. ¿Por qué mierda gritaba eso a cada rato?

Iba a ser un año largo.

La clase siguió, tocando más características y formas de los hechizos, incluyendo historia. Draco anotó todo, cada palabra, cuidadosamente.

Harry, por su lado, tomó notas, pero nada tan puntual. Simplemente trató de escribir cosas que él sabría que lo ayudarían a entender las notas de Draco.

Al finalizar la clase, Pansy se colgó del brazo de Draco, y todos empezaron a salir del aula. Hermione estaba mascullando, quejándose por la crueldad.

Harry y Draco seguían agarrados de la mano, caminando en silencio mientras escuchaban a sus amigos hablar. Draco seguía algo descolocado por las demostraciones.

Harry simplemente vio una y otra vez a la araña retorcerse, girar y temblar. Y recordaba lo que pasaba en la casa de los Malfoy.

La ira podía consumirlo todo, como un incendio.

Pero la ira de Harry eran llamas verdes, que iban a destruir todo aquello que le estorbara.

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