Go back in time: Fourth Year

Harry Potter - J. K. Rowling
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Go back in time: Fourth Year
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Chapter 1

"Mundial de Quidditch"

 

Draco estaba sentado en el suelo de su habitación, apenas podía respirar. Todo era demasiado, mucho ruido, mucha información.

 

Su pecho no tenía el espacio suficiente como para sostener sus pulmones, corazón y costillas. Sentía que todo se comprimía.

 

Temblaba, mientras las lágrimas caían sin control.

 

Cuando bajó del tren y se fue con su padre, no pensó que nada sería tan malo, no podía empeorar más que su vida anterior.

 

Sí pudo.

 

Si está.

 

Lucius Malfoy, una sangre pura de alta estirpe, con un legado importante, que tenía un puesto seguro en la alta sociedad, era un maldito imbécil.

 

Draco ya lo sabía, pero la confirmación parecía necesaria para su padre. Tenía que meterse más en un pozo profundo, de dónde no podría salir nunca más.

 

Draco lo había dejado hundirse, hace mucho. La única rama de olivo en su haber, era para su madre… y ahora mismo quería prenderlo fuego. Ninguno de los dos usaba el cerebro, demasiado cegados por ellos mismos, lo cual era irónico.

 

Se limpió las lágrimas con frustración.

 

Fue una charla corta, si es que se le podía llamar charla a eso. 

 

El tema empezó mal ni bien volvió de Hogwarts, con su madre esperándolos en la sala, elegantemente enfundada en un vestido gris, sentada tomando té.

 

Lucius no había intercambiado palabras, hasta que llegaron a la casa. El hombre lo ignoró, fríamente, como si pensara que a Draco le afecta el desplante.

 

El viajero del tiempo vive por el destrato, solo alimenta más sus ganas de destruir a Voldemort, y dejar en ridículo al imbécil que decidió que era buena idea tener un heredero, aún sabiendo que no tenía las herramientas para ser un padre.

 

Mucho menos uno bueno.

 

Estaban tan tranquilos, tomando la merienda, y hablando de familia, amor y lealtad.

 

Draco no entendía cómo alguien podía ser tan estupido .

 

Pero hablaba de Lucius Malfoy, obviamente podía serlo. Incluso más, si se le daba la oportunidad.

 

Su madre y él no compartieron mucho tiempo ese verano, con su padre asegurándose de aislarlo. Cómo si necesitara separarlos, para vulnerarlo de alguna forma.

 

Poco y nada le importaba eso al rubio, habiendo pasado ya años recluido en su cuarto, hablando con Harry. Aunque, claro, ahora el elegido estaba de vacaciones en las playas del Caribe, disfrutando de su familia.

 

No hablaban tanto por ello, pero Draco no se quejaba, estaba feliz por él. Le alegraba saber que estaba teniendo una buena vida, no como la que probablemente tuvo en su vida anterior.

 

Incluso si aún tenía que pasar unos días con sus tíos, Sirius se aseguraba de estar en la casa de los Durley cada mañana, para asegurarse de que su ahijado estuviera bien.

 

El quiebre, como Draco piensa llamarlo, fue unos días antes del Campeonato Mundial de Quidditch. Su madre lo llamó, por medio de una lechuza, porque para qué ir a buscar a su propio hijo, pidiéndole que vaya al despacho de su padre.

 

Lucius tenía unas túnicas raras encima, completamente negras, pero incluso más largas y se veían menos costosas que las que habituaba.

 

Sintió un escalofrío, divisando el borde de una máscara, cerca del librero lateral de la oficina.

 

—Hijo, por favor, escucha a tu padre. —suplicó Narcisa, con esa voz dulce y maternal, con la que solía convencerlo. Ahora sonaba rígida y vacía, carente de todo lo que alguna vez fue su madre—. Quiero que recuerdes que lo está haciendo por nuestro bien, porque sabe lo que nos conviene, mí amor. Escúchalo.

 

Se quedó quieto, la mirada muerta clavada en los ojos de su padre. Escucharía.

 

Escucharía, solo para poder destruir sus esperanzas después.

 

—Nuestro señor está con vida, Draco. Está ahí afuera, lo siento… aquí. —siseó, agarrándose el brazo, sus ojos lucían maniáticos. Su padre, sin saberlo, parecía aterrorizado a ojos de su vástago—. Está fortaleciéndose, y tenemos que ir con él. Tenemos que ayudarlo.

 

Draco no se movió, solo respiraba, escuchando atentamente. No sé inmutaba por las palabras desesperadas de su padre, porque él sabía, se había memorizado las fechas.

 

Voldemort estaba a meses de alzarse de nuevo, una inevitable verdad. Y ahí comenzaría la travesía más tensa de sus dos vidas unidas.

 

Asesinarlo.

 

—Es hora de dar aviso, de demostrar que estamos de vuelta. Va a ser más fácil que se unan a nosotros. 

 

Draco podría haberse reído en su cara, como un maníaco, porque esa era la cosa más estúpida que se les podía ocurrir hacer. No era un movimiento audaz darte a conocer así, tan descuidadamente.

 

Pero, ¡Vamos! ¿Quién era él para cuestionar los métodos del Señor Oscuro?

 

Su madre lo miró, con ojos suplicantes, agarrándole las manos.

 

—No vayas al Mundial de Quidditch. —suplicó.

 

Y así, su charla murió.

 

No pidieron nada más, aunque la implicación de su padre fue más que obvia.

 

Lo quería obligar a unirse.

 

De nuevo.

 

Es como si no bastará que muriera una vez por ser parte del bando con el líder más absurdo posible, no, ahora también va a tener que lidiar con la probabilidad de ser arrastrado al lío desde el lado que está tratando, con todas sus fuerzas, de hundir.

 

Si no supiera cómo se desarrollarían los hechos de ese mundial de Quidditch, se asustaría más.

 

Pero ya estaba todo escrito, porque claramente Voldemort es… muy observador y sagaz, y va a ejecutar su plan tal cual pasó ya una vez.

 

Aparte, no tenía forma de salir. Estaba encerrado de nuevo, y probablemente sería torturado un rato en cuanto su madre se durmiera, por lo que se sacó suavemente su anillo, guardándolo en su baúl.

 

Su vida se había desvirtuado bastante de lo que una vez fue.

 

Quiere decir, ¿cómo habría reaccionado ese Draco si supiera que sabe lidiar con el dolor del crucio antes de los dieciséis? 

 

—࿐*:・゚

 

Harry estaba cansado, después de un día ajetreado en la playa. Eran, por mucho, las mejores vacaciones de su vida. Mucho más, sabiendo que había cumplido con su "tiempo familiar" con los Durley a principios de las vacaciones. 

 

Había tomado sol, según Sirius ahora parecía menos un Zombie y más un Potter. Lo que sea que signifique eso.

 

Habían conocido muchas cosas, e incluso probado bebidas a las que Harry no debería tener acceso… pero mientras Remus no se enterase, lo dieron como algo válido.

 

Cosa que era bastante fácil, puesto que el hombre había aceptado ayudar a Dumbledore y se había marchado a Egipto, en busca de uno de los hijos mayores de los Weasley.

 

Sirius seguía sin creer que Remus confiara en el director, ¿qué estaba mal con los Gryffindor? 

 

Incomprensible.

 

Por otro lado, hubo compras, también. Un traje a medida para Harry, así podía asistir al torneo de magos, cosa que se supone era una "sorpresa" pero Sirius no iba a seguir el juego estupido del director.

 

Además, de nada hubiese servido, ni bien Harry pusiera un pie en el campo visual de Draco, todo potencial secreto sería revelado.

 

La idiotez era grande si realmente pensaba que Draco iba a guardarse algo así.

 

Harry estaba moviendo de un lado al otro las hojas del diario. Había pensado que, tal como fue el día, se iba a encontrar por lo menos un mensaje, pero nada.

 

Entonces, decidió empezar él.



 

Hola, Draco:

 

Me parece horrible que no me escribas, ¿ya no me quieres? ¿Encontraste otro mejor amigo al cual torturar con tus enseñanzas de sangre pura? 

Qué terrible.



 

Dejó el diario y, como un método de distracción, se metió a bañar. Usualmente no tardaba mucho, pero en esa ocasión decidió dar todo de sí mismo para garantizar que hubiese un amplio lapso de tiempo.

 

Antes de, claramente, volver a molestar por el diario, hasta que Draco contestara.

 

Por suerte, cuando salió, las letras verdes esmeraldas brillaban en la hoja. 



 

Querido y molesto mejor amigo:

 

¿Dramas tan tarde en la noche? 

Y no, Harry, por supuesto que no te reemplacé. Simplemente hablar con Ron es más entretenido que responderte sobre las aburridas conchas de mar. 

¿Cómo has estado? Me sorprende que hayas tardado todo un día en reclamar, es como un récord en tu historial. Debería anotarlo.



 

Harry no pudo evitar hacer puchero.

 

Lo único malo de estar disfrutando de las playas era, más allá de no tener a Draco, tener una amplia diferencia horaria. Probablemente era tarde en la noche allá, en donde sea que esté la casa Malfoy.

 

Además, ¡Draco ni siquiera podía hablar con Ron! Sino, el pelirrojo le llenaría las orejas por ello, como si necesitara el aviso de que Draco puede mandar cartas.



 

¡Hey! No tienes permitido cambiarme por Ron, no es adecuado para mí puesto. Al menos elige a Theo… o algo así. 

O mejor no me cambies, siento que es más fácil.

Estoy bien, Dragón. La pasé genial estas semanas, pero ya es hora de volver, dentro de nada es el Mundial de Quidditch. ¿Y tú? ¿Estás bien?

¿Irás? Quiero verte. Te extraño.



 

Harry se quedó mirando el papel, hasta que las letras verdes volvieron a aparecer. Inmediatamente se desanimó.



 

Lo siento, Harry, pero no. Mi padre irá, por asuntos del ministerio, pero ni mi madre ni yo estamos permitidos allí. Ya sabes, ni siquiera puedo salir de mi habitación. 

Pero, um, disfrútalo igual, ¿sí? Escuché que habrá un gran show, seguro que encuentras algo con lo que entretenerte, con Ron y Hermione por ahí.

¡Trata de solucionar las cosas con Granger! No puedes estar enojado para siempre. 

Por favor, ten cuidado. No estaré cerca para cuidarte esta vez.



 

El elegido cerró los ojos, sacudiéndose el cabello con frustración. Lucius Malfoy debía agradecer a todos los Santos porque él y Sirius no se lo crucen en el torneo, porque sino…

 

Suspiró.

 

Otra gran cosa que no podría compartir con Draco. 

 

No quiere decir que no lo disfrutara, tiene a Ron, a los gemelos, a Hermione y probablemente se cruce con algunos de sus amigos de Slytherin.

 

Pero no era lo mismo. Ellos no eran Draco.

 

Eran geniales, por supuesto, pero estas salidas no eran lo mismo sin él.

 

Miró sus maletas.



 

No voy a buscar problemas, si eso es lo que te preocupa. Además, voy con Sirius. Todo estará bien.

Ojalá la escuela empiece de una vez, tengo el presentimiento de que vamos a divertirnos por una vez.

Y hablemos, de frente, porque no puedes seguir evadiendo mis preguntas ¿sabes? Realmente quiero saber cómo estás. 



 

Potter cerró el diario, este año pintaba bien, como si algo realmente bueno fuese a llegar al fin, aunque la situación de Draco lo consterna cada día más.

 

Draco, por su parte, miraba las palabras con reticencia. Literalmente nada de este año acababa bien, e incluso, empezaba la peor etapa.

 

Se tambaleó hasta su cama, con el diario entre manos. El dolor lacerante que recorría cada nervio de su cuerpo lo tenía entumecido.

 

Había dado su mejor esfuerzo en escribir, y en ser coherente, pero le costaba horrores. Su cerebro se sentía como papilla, y sus dedos como de madera, duros y casi inflexibles. 

 

Todo estará bien , repitió las palabras de Harry, que reverberaban en su interior, una y otra vez, casi como un consuelo.

 

Confiaba en que Harry sabría cuidarse, y Sirius también mantendría sano y salvo a su ahijado, pero si su padre-

 

Si Lucius tenía razón, y el plan de presentarse ante el mundo mágico surtía efecto, entonces-

 

El diario brilló.

 

Justo debajo del mensaje anterior, que Draco no respondió, en letras carmesí, Harry le confesó:



 

Hoy me desperté con la cicatriz ardiendo, como si fuese reciente… y soñé con dos hombres; uno era Pettigrew y había otro, pero era solo una voz… Es todo borroso y confuso, pero quería que lo supieras. Sirius dice que podrías entender de qué trata.

Hablamos mañana, Dragón. Descansa.



 

La cuenta regresiva no hacía nada más que avanzar.

 

—࿐*:・゚



Harry y Sirius se cruzaron con los Weasley, y fue todo horrible . Su padrino fue cortés, habló con ellos durante unos minutos, antes de retirarse y decirle a Harry que estaría en la parte alta, esperando.

 

Si Harry era quien debía decirlo, describiría el momento como pura incomodidad. Sirius no tenía buena relación con ellos, no desde que decidieron irrespetar tan… amablemente a su sobrino. Se había tomado el tiempo de enviarles una generosa carta, y a día de hoy, Ron tiembla de pensarlo.

 

Percy, de entre todos ellos, trató con demasiado…respeto, supone que podría decir, a Sirius, y el hombre no sabía cómo tomárselo. 

 

Harry le había dado varias miraditas durante toda su conversación, ya que esta clase de cosas solían pasarle a Draco en el colegio. Y era molesto.

 

También escuchó, muy intrigado, sobre los Sortilegios Weasley, y a medida que la charla al respecto continuó, descubrió por qué los gemelos y Draco habían estado charlando tanto en años pasados.

 

Ni Fred ni George quisieron confirmar, pero era obvio que el benefactor y socio tenía un nombre y apellido muy familiar para el trío. 

 

—Son increíbles. —evaluó, sarcásticamente, Hermione. Ella Lucía igual que siempre, cabello voluminoso, cara desdeñosa y si levantaba un poco más la cabeza su nariz ciertamente iría a las nubes, ¿por qué la mirada tan altanera? Era injusto, estaba robándole el trabajo a Pansy—. Verdaderamente. 

 

Harry la encontraba desagradable, pero su opinión no contaba, porque nadie que lastimara a Draco le caería en gracia.

 

Suspiró profundamente, sabiendo que debía de arreglarse con ella. Había un acuerdo tácito de paz, pero aún estaba reacio a ella.

 

Levantó la mirada y vio, mucho más arriba de donde los Weasley tenían asientos, a Lucius Malfoy, el ministro de Magia y Arthur Weasley.

 

Olía a problemas, pero Harry no se movió. Sus ojos verdes perdieron toda luz cálida, recubriendose en la penumbra que refleja claramente su Alma. 

 

Lucius lo miró.

 

El mundo a su alrededor giró más lento por una milésima de segundo, antes de que Fudge llamara a Harry, logrando que se acercara. El porte firme y los ojos aún mirando al patriarca Malfoy.

 

—Es bueno verte, Joven Potter. —saludó, con nervios mal disimulados, el ministro. Por supuesto, el hombre todavía debía recordar la estelar noticia de Rita Skeeter en el diario "El Profeta", y más aún su planteamiento sobre «repercusiones». Harry sonrió—. ¿Con quién viniste, está tu… eh, tú tutor cerca?

 

—Está ahí. —inclinó la cabeza, señalando hacia uno de los palcos. Sirius tenía sus ojos en ellos, una copa de vino entre sus dedos; si Harry no lo conociera, diría que estaba calmado—. Es bueno verlo también, Ministro, pero no tengo tiempo de intercambiar cortesías, mi padrino espera. —inclinó sutilmente la cabeza a los tres adultos, subiendo unos escalones, antes de volverse—. Y es Lord Potter, Ministro. Hablemos con propiedad.

 

La cara del señor Weasley palideció, al igual que la de Lucius, quien sujetaba su bastón con furia. Fudge asintió, tembloroso.

 

Harry no tenía idea de que alguien pudiera temerle, era un sentimiento extraño. Particularmente porque todavía no había hecho nada para merecerlo, ¿o no?

 

Solo había estado haciendo cosas normales, hasta ahora.

 

Huh, le preguntaría a Draco al respecto.

 

Sirius se rió cuando le comentó la situación, como si hubiese dicho algún chiste. Harry no entendía la gracia, aunque pronto le dejó de importar.

 

El show había empezado, y las palabras de Draco cobraron sentido.

 

Unas criaturas, mujeres, de piel brillante y cabellos rubios ingresaron. No eran humanas, estaba claro, pero ¿qué eran? La curiosidad lo picó.

 

Sirius las miraba, pero no parecía afectado, no como las demás personas a su alrededor, que se habían inclinado hacia el frente, con los ojos bien abiertos y nublados. Él estaba moviendo el vino de su copa, sus ojos aburridos fijos en el campo.

 

—¿Qué son ellas, Sirius?

 

Lord Black parpadeó, mirando a su ahijado con las cejas arqueadas, impresionado. Pronto su asombro pasó a una sonrisa burlesca.

 

Veelas, mi querido sobrino. Son una raza semihumana, remanentes de las sirenas, y ya sabes lo que se dice de las sirenas.

 

Harry asintió, reticente.

 

Las sirenas, por lo menos entre los muggles, eran mujeres mitad pez que, con cantos celestiales, seducían a los marineros para encallar los navíos y ahogar a los hombres. Robaban lo que les llamaba la atención de entre sus pertenencias y se iban, dejando muerte y ruinas a su paso.

 

No sabía que eso podía ser algo que en el mundo mágico se creyera.

 

Sus ojos seguían los movimientos de las Veelas, sacudiendo la cabeza al compás de la música, pero seguía sin sentir nada raro. Solo eran mujeres bailando, ¿por qué la gente se comportaba así?

 

Parecía que les habían robado los cerebros.

 

Miró hacia abajo, e incluso en su propio palco, y parecía que todos los hombres estaban embobados. Incluso Theo y Blaise, quienes habían estado jugando con las grajeas momentos antes.

 

Había mujeres afectadas, pero muchas otras no se inmutaron.

 

Daphne se acercó, con su hermana Astoria, agarradas de la mano. La rubia lucía decentemente impresionada por verlo mirar a algo más que no fuesen las Veelas.

 

— ¿No sientes nada, Harry? —preguntó, con diversión. Su propio padre estaba babeando por el espectáculo y sin embargo…— ¿Ni un cosquilleo?

 

El elegido negó, mirando nuevamente a las Veelas.

 

Una pausa.

 

Volvió a mirar a Daphne.

 

— ¿Draco no tiene sangre Veela? Se parecen mucho. Físicamente, quiero decir. 

 

Daphne parpadeó, atónita. Sirius se ahogó con su vino.

 

Astoria fue quién respondió.

 

—Quizás, mucho tiempo atrás, algún familiar de las ramificaciones haya tenido un hijo con una Veela o una Sirena. Para empezar, de ahí nacen las mismas Veelas, de la mezcla de especies. Aunque siendo un Malfoy, nunca se sabe…

 

Harry asintió, volviendo a ver el show, que ya estaba finalizando.

 

Los leprechauns fueron divertidos también, pero lo que realmente lo hipnotizó fue el juego de Quidditch, las idas y vueltas, fue emocionante. 

 

Sentía las chispas recorrer su sistema.

 

Se preguntaba si así lo veían sus amigos cuando jugaba para su casa.

 

Cuando Blaise lo sacudió y señaló al buscador, que descendía rápidamente, Theo gritó: "¡Harry esa la atrapaba!", su respuesta estaba dada.

 

Era divertido ver Quidditch con ellos.

 

Irlanda ganó, pero Harry lo pasó genial viendo a los jugadores moverse como una gran máquina engrasada. No podía esperar para hablar con Ron y Draco al respecto.

 

Aunque Ron seguro lloraría porque Krum perdió. 

 

Sirius lo abrazó mientras bajaban, pasarían a despedirse de los Weasley y luego volverían a su carpa. Estaba mucho más alejada del centro del disturbio, puesto que Sirius no era fanático de los ruidos fuertes.

 

El mínimo suspiro podía despertarlo, eran secuelas de la guerra y de los años en prisión, o eso le explicó el psicómago a Harry cuando lo consultó.

 

Usualmente tomaba una poción para dormir, pero estando lejos de casa… 

 

Era un riesgo que no tomaría. Y su corazonada, o paranoia, depende dónde se viera, resultó ser correcta.

 

Harry fue arrastrado fuera de la carpa, hacia la arboleda, por Sirius. El hombre no lucía juguetón, ni mucho menos tenía esa aura relajada habitual, estaba mortalmente serio y alerta, con la varita en su mano.

 

Los gritos y el olor a hollín y tela quemada lo terminó por despertar.

 

Se encontraron con Ron, Daphne, Hermione y Theo en el camino, más en lo profundo, varias familias mágicas se habían reunido y replegado. Incluido Blaise y su madre.

 

Los murmullos se basaban en lo que algunos habían visto, las túnicas negras y las máscaras eran las características que todos remarcaron.

 

Sirius sostuvo las manos de Harry, cuando este se sacudió de dolor. No había que preguntar, no era necesario.

 

Blaise, con la voz temblorosa, habló.

 

—¡El cielo!

 

La mirada curiosa de todos subió, encontrando la figura de una calavera siendo atravesada y rodeada por una serpiente.

 

Theo tomó la mano de su madre, y sus ojos brillaban de horror.

 

La viuda negra se veía impasible, pero estaba agarrando con fuerza el hombro de su hijo, quien no podía apartar la mirada de la escalofriante señal.

 

Daphne abrazaba a Astoria, mientras que la señora Greengrace trataba de cubrirlas a ambas con su cuerpo.

 

Harry entendió, con mucha facilidad, porqué muy fácilmente. Las otras familias en este claro, eran del bando de la luz , ninguno de ellos era tratado con diferencia por la casa de la que salió.

 

Ellos, los padres de sus amigos, sus amigos y él mismo, sí lo fueron. Ellos no sólo estaban pensando en lo que significaba para sus familias, por Voldemort, sino por lo que pensaría el mundo mágico en general. 

 

Por favor, ten cuidado. No estaré para cuidarte esta vez.

 

La voz de Draco susurró en su oído, como una premisa. 

 

Maldita sea.

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