
De herederos, abandono y vergüenza
Apretó los labios en una mueca mientras se concentraba en caminar al lado de su esposo, sin intención alguna de dejar escapar algún sonido que delatara el nivel de incomodidad física que estaba cargando consigo. Ese ni siquiera está cerca de ser el mayor dolor que cargaba consigo actualmente, algo bastante horrible de lo que ser consciente.
Los gritos de varias personas fueron distinguibles para ella no más bajar las escaleras que conectaban el tercer piso con el segundo, eso solo podía significar que su padre había hecho acto de presencia finalmente. Qué maravilla, otro problema con el cual lidiar aparte del que Cygnus hizo cuando le anuncio el nacimiento de su segunda hija. El paracito malagradecido había dejado de temer por las consecuencias de sus acciones y las de Druella desde que se comprobó que eran mas exitosos al momento de concebir y traer bebés sanos al mundo con el nacimiento de Bellatrix. Su hermanito estaba muy seguro de que podría disputar el puesto de Orión como heredero si era el primero en tener un varón.
“¿Qué quieres decir con que esto es mi culpa, Pollux?” La voz de su suegro era calmada y con tono uniforme, aun así, no necesitaba ver su rostro para saber que este se encontraba irritado con su primo.
Esta no era la primera, ni sería la última vez, que el padre de Walburga intentaba culpar cualquier cosa que se saliera de sus estándares en el matrimonio contrario. Sin Irma para callarlo o suavizar sus ofensas, tendía a salirse de control tan seguido que resulta cansado y repetitivo.
“¡No te hagas el idiota, Arcturus! No soy ciego como para no ver lo que intentas hacer, los sucios trucos que empleas para mantener el mando de la familia en tu rama, arruinado a mi pobre muchacho solo para cubrir las faltas del tuyo.”
Su capacidad para delirar acerca de la realidad era impresionante, solo desearía que no fueran un rasgo que termino siendo heredado por Cygnus. Aunque ella no tenía derecho a comentar cuando creció emulando su capacidad para crear discusiones de la nada cuando su humor no era el mejor.
“¡¿Cómo se supone que estoy arruinado a Cygnus?! ¡Yo ni siquiera vivo en Londres, no seas ridículo!” El aumento del tono de su suegro los tuvo a ella y a Orión aligerando su paso hacia el estudio principal de la mansión, sin detenerse del todo, ninguno estaba ansioso por tener que tratar con los allí reunidos, pero no podían evitarlo al ser una orden directa del Lord de la familia.
“¡Fue tu condenada esposa la que concertó el matrimonio entre mi hijo y esa pobre excusa de mujer que no puede cumplir con su deber de darle un heredero propio!”
El sonido indignado que siguió esa declaración vino de la actual Lady Black, que se encontraba extrañamente callada en una situación de este calibre. Eso significaba que su suegra se estaba guardando las garras para ella y Orión, mientras que alimentaba su ira y la de su marido con las idioteces de su padre.
“Cuida como hablas de mi esposa, primo, recuerda que ella sigue siendo Lady Black y está muy por encima de tu nivel en más de un sentido.”
“En esa misma línea, yo solo ayude a Cygnus a conseguir el cortejo que él e Irma encontraron apropiado para un joven de la familia Black, el cual fue aprobado por mi marido y por ti mismo cuando fue planteado. Deja de pretender que no tuviste que ver en este desastre.” La declaración fue hecha con calma y delicadeza, remarcando el hecho de que todos tenían que ver con lo que estaba pasando actualmente en la familia. “¡Orión, Walburga, puedo escucharlos haciendo tiempo, apresuren el paso que no tenemos toda la santa noche para esto!”
Apretó su agarre en el brazo de su esposo y soltó una risa desganada. “Debimos seguir el consejo de Alphard y mudarnos a otra casa en vez de esta.”
“Ya es muy tarde para arrepentirnos e igualmente habríamos acabado aquí cuando mis padres se retiraron a la mansión Blackwood.” Alego antes de abrir la puerta del estudio, dejándola entrar primero al estudio y cerrando la puerta detrás de ambos.
“Gracias por honrarnos con su presencia, estaba comenzando a creer que no llegarían.” Las palabras de su suegro están llenas de reproche, pero su mirada mordaz esta dirigida a Orión, mientras que las de su esposa se fijan en ella. Es bastante claro donde decidieron asignar la culpa de lo sucedido hoy.
“Lo siento mucho, acostar a Bellatrix y Andrómeda tomo más tiempo del esperado.”
“¿Y porque no le dejaron ese trabajo al padre de las niñas o en su defecto a Kreacher?”
Su suegra era una cosa pequeña y viciosa, cualquiera pensaría que era una Slytherin en lugar de una Hufflepuff debido a los estereotipos que estaban arraigados a las casas… Ese tipo de pobres ilusos se verían severamente apaleados por el carácter de Melania Macmillan. No es que ella y Orión fueran a tener un futuro próximo mucho mejor, pero al menos nunca llegaron a subestimar el poder de la ira de la mujer frente a ellos.
“Madre, por favor, todos los aquí presentes sabemos que Cygnus se fue luego de saber del nacimiento de la niña…”
“Después de hacer un espectáculo vergonzoso que costo la perdida de varias reliquias familiares que estaban en la sala de estar querrás decir…” La mujer volvió a hablar cortando el intento de su hijo de justificar sus acciones, siendo interrumpida a su vez por el contrario que se aferraba tercamente a terminar sus argumentos.
“Además, Andrómeda necesitaba alguien que terminara de colocar las protecciones y ritos iniciales sobre ella, especialmente después de esa muestra de magia involuntaria, Cygnus no tiene las capacidades para hacer eso.” La mirada que le dirigió a los demás adultos presentes era filosa, un desafío abierto a que negaran que la magia de Walburga era superior y más refinada que la de Cygnus.
“Como sea, ¿alguno de ustedes tiene la más remota idea de a donde se fue ese inconsciente?” La furia comenzó a sonrojar su delicado rostro ante los gestos negativos que ambos le ofrecieron. “No se para que me molesto, parece que ninguno de ustedes puede cumplir con lo que se les pide.”
“No es culpa de mi hijo el tener que cargar con el peso de seguir con el legado familiar porque su hijo no es capaz de producir sus propios herederos como debería.” Pollux parecía no querer callarse, cavando su propia tumba cada vez mas profunda con sus comentarios carentes de tacto. Esta era una de las pocas situaciones que la hacían desear que su madre aun estuviera viva, ella ya lo habría mandado a callar para evitarse más vergüenzas.
“¿Tengo que recordarte que tu hija también está involucrada en la falta de herederos de la rama principal?”
“¡¿Y quién tiene la culpa de eso, Melania?! Yo planeaba casarla con un mejor prospecto, pero ustedes decidieron poner los caprichos de Orión por sobre el bienestar familiar, ¡miren lo que eso causo!”
“¡No te atrevas a insinuar que mi hijo está por debajo de lo que la tuya merece, Pollux!”
“¡Ya basta ustedes dos!, este no es el lugar o el momento para seguir discutiendo temas que ya pasaron y no pueden ser corregidos.” El patriarca de la familia se puso de pie, apoyando sus manos en el escritorio de roble que posiblemente era más viejo que todos ellos juntos. “Los llamamos aquí para hablar de asuntos más importantes que los comportamientos inapropiados de Cygnus, que espero sean corregidos de ahora en más.”
“Intentaremos que sea así, padre, pero no hay garantías de que podamos controlar a un adulto con el dinero y facultades que eso conlleva.”
Tanto ella como su esposo sabían que intentar corregir a Cygnus era un caso perdido, lo único que podría hacer que se calmara levemente seria conseguir un vástago varón, pero ninguno de los presentes podía asegurarle tal cosa. Por lo tanto, los demás seguirían teniendo que ignorar u ocultar los deslices de su hermano para evitar tener que responder por estos. Ya que Cygnus claramente había encontrado la manera de parecer lo suficientemente estúpido como para que nadie creyera que podía entender los regaños que le correspondían o las consecuencias de sus acciones.
“Cuida esa lengua, Orión, no tengo ganas de soportar tus impertinencias hoy.”
Desviar la conversación seria lo mejor si quería evitar que su suegro y su marido comenzaran otra batalla de voluntades, no tenía la energía necesaria para mantenerse de pie todo ese tiempo. “Me disculpo por las acciones de mi marido y hermano, Lord Black. ¿Que necesitaba hablar con nosotros?”
“Se me notifico que la cripta familiar fue abierta nuevamente hace seis meses y otra vez hace solo dos, estoy algo sorprendido de no haber recibido una carta o llamada por flu de ninguno de ustedes al respecto.”
La expresión de Melania se endurece al mismo tiempo que Pollux chista con desdén, ganándose malas miradas por parte de ambos matrimonios por lo indecoroso que estaba siendo.
“Después de la apertura que realizamos el año pasado se nos ordenó no volver a comentar nada de tema con nadie, ni siquiera la familia, esa fue nuestra razón para no comentar al respecto.”
“Era claro que mis palabras no debían ser aplicadas de manera literal en una situación tan grave, dos aperturas de la cripta en menos de un año sin que se dé explicación alguna es demasiado.”
“Procuraremos informarle de nuestras acciones con mayor cuidado en el futuro.”
“Yo no quiero saber nada al respecto, concuerdo con mi difunta esposa, deberíamos prohibirles cualquier tipo de registro de su incapacidad para hacer algo tan simple como procrear un heredero, pero ustedes insisten en exhibir su vergüenza.”
“Cállate de una vez, Pollux, no hay un ‘nosotros’ que te incluya cuando se trata de los procesos administrativos y permisos que se les otorgan a los miembros de la familia Black. Esos asuntos nos corresponden a mí, a mi esposa y a mi heredero.”
“Bien, ya que mi opinión en esta familia no es tomada en cuenta, me retiro, tengo mejores cosas que hacer que ver como tus decisiones conducen a los Black a la desgracia, primo querido.” Su padre se levantó de manera abrupta y carente de cualquier decoro o dignidad, para luego salir de la habitación murmurando una retahíla inentendible entre dientes sin dar siquiera una mirada en su dirección.
“Por Merlín… Dejando de lado ese espectáculo, necesito que hagan algo al respecto de la conducta de Cygnus y Druella… No quiero seguir escuchando las quejas de los demás miembros de la familia acerca de los escándalos que esos dos provocan con sus indiscreciones.”
El silencio de ambos hace que Arcturus apriete la mandíbula, con una vena remarcándose en su frente, pero sería estúpido que vocalizaran una aceptación a esa tarea imposible que igualmente los obligarían a cumplir.
Su suegra pareció apiadarse de ellos al intervenir nuevamente antes de que su marido tomara la palabra. “¿Cómo está la niña?”
“Andrómeda está bien, madre, algo agitada, pero saludable.”
“Se que esto está siendo muy difícil para ustedes, pero necesitamos que el problema de sucesión sea resuelto, si deben tomarse un descanso corto para evitar que la salud de Walburga se deteriore más háganlo, es mejor asegurar un heredero de manera más certera que arriesgarnos a repetir el último gran incidente”
“Lo entendemos y lo tomaremos con calma para evitar más tropiezos. Dos años podrían ser un buen periodo de reposo para asegurar que mi esposa no se vea gravemente afectada por esto.” El tono de su cónyuge era socarrón, aprovechándose del desliz de su propia madre para comprarles un poco de tiempo pacifico a ambos en una de sus raras muestras de valentía.
“¡Orión, no te p…”
“Esto no está a discusión, no pienso arriesgar a mi esposa cuando aún quedan otros miembros que pueden darnos un heredero mientras que yo tengo a mi heredero aparente sano y trabajando en pro de hacer crecer el patrimonio familiar. No hay necesidad de apresurar los procesos que los dioses han designado para nosotros.”
“Si no logras darnos un nieto en los próximos 5 años serás destituido como heredero y Alphard tomara el lugar que pareces tan ansioso de darle, piensa bien lo que haces Orión.” La mirada horrorizada que su suegra le envió a Arcturus, y que este ignoro, la hizo tensarse, no era la primera vez que la mayor escuchaba esas palabras de su marido al parecer.
“Ya lo hice, Lord Black, y mantengo lo que dije anteriormente, pero me comprometo a reanudar mi búsqueda de un heredero cuando pase el periodo estipulado. Ahora quisiera retirarme, ha sido un día largo y mi esposa y yo necesitamos descansar.”
Arcturus negó cansadamente con la cabeza antes de volverse a sentar en la silla detrás de él. “Sal de mi vista antes de que decida enviarte a reflexionar al campo sin tu esposa, Orión.”
La nefasta conversación que tuvo con sus suegros hace más de un mes no paraba de volver a su mente, era como si ella misma se estuviera castigando por cosas que estaban fuera de su control, como su fertilidad, la negativa de Alphard a cumplir con las órdenes del padre de ambos y Lord Black o la actitud deplorable de Cygnus.
Y para rematar el más pequeño de sus hermanos había aparecido hasta hoy, seis semanas después del nacimiento de su segunda hija, borracho hasta las cejas y siendo arrastrado por Alphard fuera de la chimenea de la casa familiar.
Resulta que se encontró a Cygnus en uno de los bares que ambos frecuentaban en Noruega, mientras celebraba un trato de negocios que cerro exitosamente, y este acabo por crear una escena allí debido a que su temperamento insoportable solo se volvía peor cuando bebía. Para evitar que lo mataran o se muriera de hipotermia tirado en la nieve lo había traído él mismo, pero no planeaba quedarse más que para dar sus saludos.
O eso intento hasta que ella le lanzo una mirada dura que lo tuvo tensándose y riendo entre dientes para luego murmurar una maldición, que fue seguida por un comentario acerca de la importancia de la familia, de como no podría esperar para ver a Bellatrix nuevamente y conocer a la pequeña Andrómeda.
Conociéndolo bien, se movió para enganchar su brazo con el de Alphard, manteniéndolo en un agarre férreo en este y clavando ligeramente sus uñas en la tela sueve del saco que traía, mientras lo guiaba hacia la guardería donde se encontraban las niñas. Ambos ignoraron intencionalmente las quejas de Cygnus, que para ese momento se encontraba de cara contra el suelo. Si terminaba por ahogarse en su propio vomito era problema suyo, y de los elfos domésticos que tendrían que limpiar esa deshonrosa baja.
Alphard se encargó de crear una pequeña charla entre ambos acerca de sus negocios dentro y fuera del Reino Unido. La cual se extendió mientras le presentaba a Andrómeda e incluso cuando se sentó en el suelo a pintar con Bella mientras que ella cargaba a la bebé para que dejara de llorar. Que era lo único que la niña parecía hacer cada que veía a Druella y por la hora sabía que su cuñada había pasado hace poco por la guardería para alimentarla.
Sabía que su hermano había notado su obvia condición, evitando comentar nada más que lo apropiado acerca de la nueva adición a la casa Black, pero enviándole miradas furtivas para observar su estado a cada tanto.
No le fue posible retenerlo después de la cena del demonio que tuvieron con una Druella histérica, con justa razón, y un Cygnus con resaca que parecía más muerto que vivo.
Orión comió rápido para luego desaparecer por las escaleras. Huyendo a su estudio, ofreciéndole solo un beso en la cien y una disculpa susurrada como consuelo al dejarla con los tres problemas más grandes que tenía la familia actualmente.
Ahora se encontraba frente a la chimenea de Grimmauld Place, arreglando la camisa y el saco de su hermano de manera metódica, sin decirle nada a sabiendas de que el contrario no soportaba la compañía de Cygnus y Druella, por lo cual no volvería a verlo hasta que Lord Black o alguien de relevancia convocara a algún evento importante.
Era eso o que Alphard la volviera a joder tanto como esa vez en Canadá y tuviera que hacer de la casa familiar su fuerte de exilio, en un intento por usar las guardas y protecciones del lugar como defensa contra quien fuera que lo estuviera intentado cazar.
Honestamente prefería que fuera lo primero, no quería tener que volver a sacarle la verdad a su hermano mediante legeremancia. A esta edad ambos tenían suficientes recordatorios de como ella podía parecerse su madre y uno más solo crearía una división más grande en su relación.
“Prometo que vendré más seguido a verlas a las tres.” La voz grave de su hermano salió como un suspiro que se le escapo contra su voluntad, lo cual posiblemente provenía de la culpa que sentía por alejarse tanto, pero que no era suficiente como para hacerlo quedarse.
Ahí estaba el quiebre que espero no tener que escuchar en esta ocasión, que era tan patético como falso por parte del menor.
“No entiendo cuál es la fijación que tienes con gastar tu saliva, además del tiempo de ambos en mentirme, sería mejor que te callaras y aprendieras a mantenerte pulcro por ti mismo.” Tomo su varita para retocar los hechizos que su hermano traía para evitar el frio y puso algunos propios de protección, solo por si acaso. “No te quiero ver en Grimmauld Place a menos que vayas a cumplir con lo que nuestro padre y Lord Black te están pidiendo, no vales los problemas que me trae el recibirte en mi hogar.” Su propio tono era distante, con un deje de reclamo que acompañaba sus ganas de estrangularlo por mentirle tanto como ella le mentía a él.
Las puertas de cualquier casa que tuviera siempre estarían abiertas para su hermano mediano y ella no sería quien lo amenazara para cumplir con las demandas familiares sobre continuar con la línea de sangre ancestral que poseían. No cuando sabía que mientras más le apretaran la correa a Alphard este más lucharía para escaparse y así acabarían por perderlo, algo que ella no estaba dispuesta a hacer.
Alphard tuvo la decencia de no comentar acerca de su obvia mentira, escogiendo sacar un cigarro con la intención de fumar dentro de su casa. A lo cual se vio respondiendo con un movimiento de varita que desvaneció no solo el cigarrillo, sino toda la caja.
“Aun así me veo obligado a volver por mis deberes familiares, dejarte sola con dos mocosas Black que adoctrinar no suena justo. Especialmente cuando sus padres no quieren nada que ver con ellas.” La mirada que le envió en esta ocasión pareció no impresionarlo en lo absoluto, pues siguió sonriendo con sorna ante sus propias palabras. “Si Orión, tú, Lord y Lady Black quieren tapar el sol con un dedo en cuanto al matrimonio y paternidad de Nusy y Drusy, es asunto suyo. Eso va a ser un desastre que podría poner en peligro el legado familiar y sé que puedes verlo tanto como yo, la situación te resulta tan familiar que te es imposible no saber, pero prefieres negarlo.”
La fachada despreocupada fue reemplazada por una seriedad propia de un miembro de su ancestral familia, en lugar de ser reconfortante porque se estaba tomando el asunto con la importancia debida, fue como si la hubiera abofeteado.
“Es mejor que cierres la boca si no quieres que te obliguen a arreglar el desastre que tenemos Cygnus y yo en esta casa, si sigues tentando la paciencia de padre vas a terminar con Lord Black forzando tu mano.” Su hermano tenía una mueca de disgusto en el rostro, muy similar a la que ella misma tenía en esos momentos.
“En ese caso dejare la familia, tengo el suficiente oro y…”
La cachetada que le propino resonó en la habitación seguida rápidamente por su voz, varias octavas más alta de lo aceptable. “Cállate, cállate de una maldita vez, ¿qué no sabes decir algo más que no sean estupideces e impertinencias?” Su respiración estaba agitada, un sudor frio volvió a cubrir su rostro y las punzadas en su vientre, que llevaba ignorando todo el día, se volvieron más pronunciadas. “¿Cómo se te ocurre decir eso? No puedes simplemente abandonar la familia e irte como si nada dejando todo atrás… ¡¿Eso es lo que quieres?! ¡¿Abandonarlo todo solo para no cumplir con tu deber?!”
Las palabras que dejaban su boca coincidían con lo que cualquier habitante de Grimmauld Place esperaría oír de ella, pero no con lo que en realidad sentía. La mirada de Alphard le decía que, sin importar sus palabras pronunciadas, él sabía lo que quería decir en realidad.
No puedes simplemente abandonarme e irte dejándome atrás con ellos.
Se supone que estábamos juntos en esto.
¿En serio vas a poner tu necesidad de molestar a padre y a Cygnus sobre mí para luego huir aun sabiendo que estoy dispuesta a soportar el peso de las consecuencias siempre que vuelvas algunas veces al año?
El silencio se extendió entre ambos de manera pesada, pero eso era inevitable.
Ella se arrepentía de la cachetada y el de haber dicho algo que sabia iba a sentarle mal debido a las circunstancias, pero ninguno iba a pedir perdón. Era obvio que una disculpa no iba a arreglar nada, pero podría ser un pequeño paso para corregir ciertas cosas de una manera menos dolorosa. Los dos debieron haber hecho cosas diferentes para evitar atascarse en una situación como esta.
“Ya veo que mis bromas no son bien recibidas, te estas volviendo más seria con los años. Además, ambos sabemos que nadie puede dejar la familia Black a menos que sus demás miembros así lo quieran, de lo contrario solo acabaríamos siendo arrastrados devuelta una y otra vez hasta que caigamos en línea con lo que se espera de nosotros.” La sonrisa en la cara ajena era tensa, adornada de cerca por la marca rojiza con la forma de su mano.
“Lo preferible seria que te alinearas sin necesidad de tratarte así, pero estas muy comprometido con tus fantasías de liberad y hedonismo.”
“Cada quien tiene su propio veneno.” Alphard se encogió de hombros como si eso fuera la respuesta a todos los problemas de su vida, como si esas seis palabras fueran una justificación válida para todo.
“No creo que muchos lo beban como si fuera lo único en el mundo que podría saciar su sed.” Desearía que el reclamo no se pudiera sentir de manera tan latente en sus palabras, pero entre toda la avalancha de cosas que acaba de hacerla sentir, le era imposible mantenerse de pie en una pieza y modular sus emociones al mismo tiempo.
“No, en eso tienes razón, pocos sentimos ese nivel de desesperación tan profundo que vivir de pretensiones y alucinaciones que nos dañan es preferible a afrontar la realidad que nos corresponde.”
“Poco me importa lo que sea que sientas por la manera en la que vives tu vida, te quiero al menos dos fines de semana por mes en las cenas familiares, sino puedes cumplirlo un mes se irán acumulando los días y yo misma seré quien te arrastre aquí para no dejarte salir, estoy harta de que pongas tu libertinaje por sobre todo lo demás.”
“Como usted ordene, Lady Black. Ahora es momento de que me marche, volveré la siguiente semana para comenzar a cumplir con sus órdenes… Nos vemos luego, cuídate.”
Asintió en reconocimiento a las palabras ajenas para luego darle la espalda y dejar la habitación, sin esperar a que su hermano se fuera o dijera algo más. Era mejor así, las cosas ya habían escalado lo suficiente entre ellos por esta visita improvisada, lo mejor era poner distancia de por medio lo más pronto posible.
El hecho de que la relación que tenía con sus hermanos menores fuera de esta manera, tan distinta en algunos aspectos específicos, pero idéntica en lo disfuncional y volátiles que podían ser sus interacciones, era risible.
Sus padres siempre la culparon por ello, aunque en esos tiempos los problemas que tenían no eran ni un cuarto de lo que son ahora, porque era su responsabilidad servir como mediadora entre ellos, ayudando a que las peleas no fueran tan malas porque ella era la única mujer entre los tres y debería ser la más sensata.
El problema venia de que ella no se limitaba a ser la que ondeara la bandera blanca hasta que ambos pararan, no había sentido alguno en hacerlo cuando ninguno de los tres se calmaría verdaderamente hasta que hubiera sangre o lagrimas a la vista.
Especialmente cuando eran Cygnus o ella quienes habían comenzado el conflicto, lo cual enojaba a su querida madre.
Porque, en sus palabras, ‘no había nada peor que una mujer con mal genio y que peleaba como si fuera un hombre’.
Maldita arpía, esperaba que el dolor en sus huesos aun la atormentara después de muerta.
Su madre, Irma Black, siempre estuvo inconforme y molesta con ella, especialmente porque nació siendo la primogénita de su rama de la familia.
No culpaba del todo a su madre, pues tener una niña en la familia Black en la actualidad era el equivalente a no tener nada y sometía a las madres a críticas y comentarios despectivos hasta que lograrán darles un varón a sus maridos.
Un mal hábito que creció debido a las nuevas tradiciones maritales que adoptó la sociedad sangre pura y mágica en general en los últimos siglos. Antes, cuando la balanza de poder del matrimonio se inclinaba por la línea de sangre en mayor necesidad de un heredero o por la relevancia de la familia, el género de los vástagos del matrimonio era irrelevante y el derecho a heredar era igualitario.
Ahora, aunque nada impedía que una mujer heredara el puesto de líder de su familia, la mayoría de las familias mágicas seguían decantándose por hacer a un lado a las niñas y solo nombrar varones como herederos. Era como si se hubieran olvidado, de manera conveniente, que la magia responde igual para todos aquellos con sangre mágica, independientemente de su género.
Su madre, a diferencia de Druella, logro redimirse ante la familia Black dando a luz a dos varones saludables luego de ella. Cygnus y Alphard fueron atesorados por su madre durante años, aunque no muchos, ya que noto que la mancha de haber dado a luz a una niña como primogénita nunca se borraría sin importar que hiciera.
Ahora que se permitía pensar un poco más en su madre, luego de la muerte de esta claro está, podía ver las similitudes entre ella, Cygnus y Druella. Los tres tomaron todo lo malo que pasaba en sus vidas para culparlo en sus hijos e hijas, utilizando a los más débiles como una manera de aliviar su dolor.
Sabía que había sido ciega a esto por voluntad propia durante un tiempo, cuando solo la afectaba a ella y sus hermanos, pero no pudo seguir negando lo evidente por más tiempo cuando se vio en una situación similar, pero distinta a la de su hermano Cygnus.
Para nadie era un secreto que estaba teniendo dificultades para concebir y llevar a término sus embarazos, no importaba que tanto lo intentarán o que cuidados tuvieran ella y Orión, algo seguía estando mal y todos sus embarazos fallaban.
Las perdidas estaban comenzando a tomar parte de ella, cada vez eran más frecuentes las peleas con su marido o con cualquiera que se encontrará cerca. Ya ni siquiera buscaba una razón real para comenzar los argumentos, simplemente comenzaba a vociferar por lo que fuera en un intento de sacar todo lo horrible que tenía acumulándose dentro luego de tantas batallas perdidas contra la vida y su propio cuerpo.
Por momentos sentía la necesidad de no ser la única sintiéndose miserable y rota por cosas que no podía cambiar. Si ella tenía que sufrir por ello, perdiendo cualquier mínima semblanza de paz, los demás no tendrían paz tampoco y poco le importaba que eso la volviera alguien mezquina e injusta.
No es como si pudiera negar que era una persona terrible cuando no pudo evitar mirar con envidia a Druella y Cygnus, que tenían una niña sana tras otra sin darles siquiera un gramo de atención.
¿Cómo podían despreciar así a sus propias hijas sabiendo que no todos tenían su misma suerte?
Sabiendo que Walburga daría lo que fuera, inclusive su propia magia o una parte de su cuerpo por poder dar a luz a un bebé vivo y saludable, sin importar su género, así tuviera que aguantar las críticas y malas miradas de su familia. Solo quería poder tener finalmente a un bebé suyo entre sus brazos sin tener que despedirse de este casi de inmediato.
Al menos Orión siempre estaría de su lado. Su marido siempre había sido más propenso al silencio y las palabras rebuscadas, pero algo que era evidente, y dolorosamente obvio, fue la devoción y amor que tuvo por ella desde que ambos eran niños.
El idiota sensiblero de Orión estaría feliz con cualquier hijo o hija que ella le diera mientras que este viviera, en vez de morir causándole más dolor a ambos y afectando la línea de sucesión de la familia.
Sabía que él haría lo necesario para cuidar a cualquier bebé que tuvieran, incluso iría tan lejos como para desafiar las costumbres modernas y nombrar a una niña su heredera si llegaban a tener una. Sin importarle nada ni nadie.
Muy posiblemente a ella le tocaría quemar el mundo para defender a su hija, pero Orión estaría detrás de ella apoyando su cruzada de manera estoica mientras arreglaba el caos que dejaría su furia. Silencioso, pero eficiente, como siempre.
Decir que quería ahorcar a su hermano y su cuñada cada que estos despreciaban los intentos de la pequeña Bellatrix por acercarse para recibir cariño de sus padres o cada que dejaban que la pequeña Andrómeda llorará por horas sin permitir que los elfos domésticos o alguien más intentará calmarla sería un halago a la ira visceral que la poseía en esas ocasiones.
No podía negar que fantaseaba con tomar a las niñas como propias valiéndose del desinterés de su hermano y la posición de su marido como heredero, aprovechándose de que Arcturus se había retirado de Grimmauld Place dejando solos a los dos matrimonios. Eso los dejaba a ella y Orión como la máxima autoridad en Londres.
Pero sabía que en el momento en el que intentara hacer eso, Cygnus, siendo el maldito egoísta de siempre, preferiría verlas sufrir a ella y sus sobrinas antes que darle algo que ella deseaba, aún resentido por su matrimonio con Orión y su consecuente alza de estatus en la familia.
Ser disimulada con sus atenciones hacia a las niñas era lo mejor, por ahora, una vez que llegarán las festividades Arcturus volvería a Londres junto con Melania y ella podría tirar a su hermano al foso de los leones de manera disimulada para que fuera devorado vivo, en el mejor de los casos… Si las cosas no salían como ella quería igualmente habría un daño suficiente como para dejar que su tonto hermano menor siguiera cavando su propia tumba. Lo cual terminaría dejándola como la tutora o guía de las niñas mientras vivieran en Grimmauld Place.
Eso posiblemente provocará que su hermano se fuera en algunas estaciones a otras propiedades familiares en un intento por pretender que quería cambiar y formar su propio espacio, pero siempre volvería a la casa principal en Londres, deseoso de causar problemas y esperando que Orión y ella cometieran un error lo suficientemente grave como para que Arcturus cambiará el orden de sucesión.
Pobre iluso y egocéntrico Cygnus.
Si eso llegará a pasar el siguiente en la línea sería Alphard al ser el heredero temporal de Orión, no que sus hermanos menores supieran del plan de seguridad que ella y su marido tejieron para asegurar sus posiciones en la familia debido a la incertidumbre acerca de los herederos potenciales que aún no lograban tener.
Por el momento ella tendría que conformarse con su alianza con Kreacher para cuidar de las niñas sin que nadie lo notara. La necesidad de su hermano y su cuñada por mantener a las niñas fuera de su campo de visión en todo momento, junto con la debilidad que su propio cuerpo experimentaba por los últimos abortos que tuvo, eran una tapadera perfecta para mantenerse con sus sobrinas por largos periodos de tiempo sin que fuera sospechoso.
Como ahora, que se encontraba arrullando en brazos a una sonriente, pero somnolienta Andrómeda mientras que Bellatrix tarareaba una canción infantil de la familia Black acerca de estrellas y dibujaba en el suelo con los lápices y papel que le dio.
Walburga nunca podría entender como su hermano despreciaba la oportunidad de pasar tiempo con los absolutos tesoros que tenía por hijas, pero ella no cometía los errores del inconsciente de Cygnus o de su propia madre. La visita de Alphard le había aclarado muchas cosas y solo endureció su resolución.
La ambición era un rasgo bien cultivado en su familia, por lo tanto, no pensaba quedarse con las manos vacías teniendo lo que más deseaba al alcance de sus manos. No cuando su más grande anhelo estaba siendo infravalorado y desperdiciado. Ella sabe que podría hacerlo todo mejor que su hermano y su cuñada, y lo haría eventualmente, era solo cuestión de tiempo.
Es una lástima que su hermanito fuera el obstáculo que debía aplastar definitivamente para cumplir su objetivo, pero era un precio que estaba dispuesta a pagar. De todos modos, a Cygnus ni siquiera le dolería algo más que el ego porque alguien con más poder le arrebatara lo que era “suyo”.
Lo cual era insignificante en el gran esquema de las cosas relacionadas al legado Black y su necesaria continuidad, mediante individuos fuertes que entendieran su importancia. O al menos esas serían parte de las razones que le daría a su suegro para obtener lo que quería y dejar a Cygnus en mala posición para el futuro.
El pobre idiota ni siquiera sabía que estaba perdiendo contra ella desde antes de empezar, como siempre.