
Nacimiento, luto y castillos de naipes
Siempre creyó que si algún día volvía a Grimmauld Place, por la razón que fuera, siendo ya una adulta las sombras del horror que vivió allí no la asustarían tanto como cuando era niña, pero ahora que lo hizo era como si la oscuridad de su casa familiar se burlara de ella.
Casi podía sentir la retorcida satisfacción y burla calándole los huesos, muy similar a lo que su padre le hacía sentir cuando les decía a ella y a sus hermanas que no debían esforzarse mucho en sus estudios porque al final solo serían un bonito rostro colgado del brazo del mejor postor, dándole herederos a una familia que nunca seria suya.
Podría culparlo todo en el hecho de que ahora tenía el cuerpo de una infante recién nacida, pero eso sería una excusa tan pobre que no merecía siquiera el esfuerzo de pensarla una segunda vez. La verdad era que su primera vida dentro de estas paredes y el final de su familia siempre la perseguirían sin importar qué.
Aún con una segunda oportunidad para cambiarlo todo, Andrómeda no creía poder dejar de escuchar los gritos, llantos y ruegos de niños pequeños retumbando en las antiguas paredes. Tampoco podría olvidar las constantes peleas entre los adultos, que acababan frecuentemente con hechizos siendo lanzados, provocando que objetos terminaran rotos o quemados, y en algunas ocasiones con sangre siendo derramada. Con su memoria no importaba a donde mirara, siempre podría ver el espectro de las cosas que pasaron y pasarían ahora que volvía a recorrer el ‘sendero de la grandeza’ de la noble y ancestral casa Black, que suerte la suya.
Lo más irónico e ingenuo que pudo llegar a pensar alguna vez en su vida fue que si crecía lo suficiente podría salir de la sombra de su familia y ya nada de lo que pasó la afectaría. Vaya tontería. Porque, aun dejando de lado el hecho de que los Black tenían una sombra tan grande que solo huyendo de Europa podría salvarse de vivir bajo ella, los monstruos criados en Grimmauld Place nunca dejarían de atormentarla de una manera u otra.
Aún recuerda claramente que su propio padre fue su juez, jurado y verdugo desde que tuvo la ‘osadía’ de nacer mujer en vez del ansiado heredero que le ayudaría a destronar al tío Orión, lo mismo pasó con sus hermanas. La situación con su madre no fue muy distinta, lo cual no era ninguna sorpresa, pues sus padres eran el uno para el otro cuando se trataba de sus peores cualidades como personas.
Eso muy posiblemente contribuyo al rápido deterioro de su vida marital, que no hizo más que acelerarse al tener tres hijas que no cumplían con sus estúpidas necesidades o ambiciones, pero si servirían como sacos de boxeo andantes para esas ocasiones en las que se sentían miserables.
Nunca pudo entender completamente el odio e irrevocable disgusto que sus padres sentían por ellas, ni la necesidad que parecían tener por lastimarlas tan profundamente como pudieran. Si bien hubo ocasiones en las que su propia hija le saco canas verdes con sus travesuras y decisiones que parecían dignas del récord a ‘lo más estúpido dicho o hecho por un ser humano’, ella nunca llego a resentirse o enojarse al grado de lastimar físicamente a Nymphadora.
Es más, esa idea ni siquiera llego a su mente como una alternativa para “corregir” a su hija, fue más un miedo constante que durante años la tuvo temblando y con el estómago hecho un nudo cuando le alzaba la voz o corregía de manera estricta a Dora.
Por eso mismo fue su marido quien estableció la mayoría de los límites que la hija de ambos tuvo en sus años formativos. Ella no volvió a involucrarse hasta que Dora alcanzo la adolescencia y la gentileza de Ted parecía caer en oídos sordos debido al usual brote de rebeldía que todos experimentaban a esa edad.
Sin importar cuanto tiempo pasara, a veces, aún tenía pesadillas en las que se veía a sí misma en el gélido y húmedo sótano del 12 de Grimmauld Place. Siempre estaba vestida como una apropiada dama sangre pura, muy similar a su madre y a su tía Walburga. Con su varita en mano y alzándose sobre la temblorosa figura de su hija mientras esta le rogaba entre llantos por piedad de la misma manera en que Andrómeda y sus hermanas le rogaron piedad a sus padres cuando eran niñas. De la misma forma que Regulus y Sirius le rogaban a su tía. Esos ruegos siempre serian respondidos con crueldad y maldiciones de diferentes tipos, unas peores que otras.
Usualmente esas pesadillas la hacían levantarse bañada en sudor frio y gritando a todo lo que su pobre garganta daba, queriendo ver a su hija, pero sin animarse a buscarla por el terror que le provocaba poder encontrar señas de que sus pesadillas eran una realidad.
Aún recuerda lo terribles que esos sueños fueron durante su embarazo, lo miserable e incompetente que la hicieron sentir al pensar que eran signos de que ella seria como su familia y le haría daño a su bebé cuando esta naciera. Esos pensamientos comenzaron a diezmar su certeza de querer una familia propia con Ted, convirtiéndose eventualmente en la razón que la llevo a tomar la decisión de no tener más hijos.
No podía ni quería pensar en volver a tener que pasar nueve meses en un estado de constante pánico y auto desprecio que la hacían querer parar todo, no era sano ni justo para ella misma o para su marido e hija.
Otro de los monstruos que se aferraron a las partes oscuras de su mente vino en la forma de su tía Walburga, tan llena de ira y odio como Cygnus, tanto ella como su hermano menor parecían estarle cobrando algún tipo de deuda preexistente a sus descendientes.
Una deuda que nunca podrían solventar del todo porque estaba basada en la loca idea de los niños siempre tenían la culpa de todo, mientras que los adultos solo hacían su mejor esfuerzo para darles lo mejor y dejar en alto el legado familiar. Aunque para eso necesitaran corregirlos de manera dura cuando ellos no se ‘comportaban’ y tomar el rol de los ‘villanos’ por el bien de la familia.
La deuda que colgaron sobre sus cabezas era tan asfixiante y posesiva que en ocasiones se sentía como la cadena que los ataba a su ‘hogar’ volviéndolos simples inversiones, posesiones o mascotas más que personas.
Al final del día una cosa le quedaba clara como el agua, tanto ella misma como todos aquellos familiares que amo en su primera vida siempre serian parte de sus tormentos sombríos creados por los Black.
Sombras que la asecharían hasta el día que muriera, especialmente ahora que había vuelto al lugar en el que ocurrió lo mejor y lo peor de los recuerdos que tuvo en su vida, sin una manera clara de cómo cambiarlo todo.
Con todo y su análisis de la situación actual, todavía se encontró sorprendida por el puro y maldito terror que la invadió al ser dejada en la guardería del tercer piso por su tía.
Su mente ya tenía una razón lógica para su incomodidad que debería calmarla, o hacerla sentir mejor, pero su cuerpo parecía ignorar toda lógica en favor de tener una sesión de gritos y llantos que comenzaba a ser dolorosa.
Nuevamente quería reclamar a los cielos y maldecir a los dioses por lo que estaba pasando en este momento, pero si era sincera, no tenía a nadie más que a sí misma para culpar por haber aceptado un trato a medias y sin restricciones con una entidad desconocida en un momento de debilidad.
Debió saberlo.
Debió pensarlo mejor.
Debió haber hablado más en vez de dejarse llevar por burdos sentimentalismos.
¡Ella es una Black maldita sea!
Ahora se encontraba sin muchas posibilidades de hacer algo y completamente a merced de sus familiares, justo como en su juventud, de la cual siempre busco salir rápidamente para volverse una adulta. Como si eso la fuera a volver intocable o la hiciera menos propensa a ser agredida por sus parientes. Aun sabiendo que eso era imposible solía reconfortarse a sí misma con este y otros pensamientos tontos durante sus años estudiando en Hogwarts o cuando finalmente huyo con Ted.
Ahora lo único que se le ocurría para protegerse era comenzar a practicar su oclumancia. En caso de que alguno de los adultos intentase entrar en su mente en el futuro, que no sería raro.
Todos los Black eran entrenados en legeremancia y oclumancia, sin importar sus aptitudes para estas. Era interesante ver como sus afinidades variaban tanto, pero al final del día dominaron esa magia lo más que pudieron. Mientras que Reggie era un oclumante excelente, el resto no tenían esa suerte a la hora de cerrar sus mentes. El problema de su primo venía de su tendencia a la timidez y a doblarse bajo la voluntad ajena, que lo hacían casi inútil como legeremante.
Sirius y Bella pensaban demasiado fuerte y sin vergüenza alguna de su predisposición la violencia, estupidez o perversión como para poder ser oclumantes competentes contra alguien que fuera experimentado en magia mental, pero sus ideas acerca del derecho propio que tenían y sus temperamentos dominantes los hacían legeremantes destructivamente eficientes. Muy similares a la tía Walburga, lo cual enorgullecía a Bella y amargaba a Sirius.
Andrómeda siempre fue regular como legeremante y oclumante mientras estuvo bajo el mismo techo que los Black, volviéndose mejor con los años y la distancia, pero nunca llego al nivel que Cissa tuvo.
Desde muy pequeña su hermana mostro aptitudes excepcionales para la legeremancia y oclumancia, al punto de engañar a los adultos que la rodeaban para que pensara que era solo una niña sin muchas opiniones y que amaba cumplir con las expectativas. El dominio férreo que ejercía sobre sus emociones mediante la oclumancia rozaba el nivel de su tío Orión.
En este momento necesitaba más que nunca poner en práctica sus años desarrollando la habilidad o terminaría siendo descubierta y posiblemente asesinada por su familia.
Entre llantos y movimientos descoordinados no pudo evitar notar que su tía la había dejado en un mar de sabanas de telas suaves, vestida con una ropa para bebé que eran tan pesada como caliente. Entre sus acciones y la temperatura de la habitación se estaba asando. También era posible que el hechizo que regula la temperatura de la habitación estuviera funcionando mal debido a la falta de retoques.
Con este maldito calor sofocante no podía pensar claramente ni calmarse como quería, pero quizás lo mejor sería tomar esta oportunidad para dejar ir parte de los sentimientos que reprimió en su vida, especialmente ahora que tenía una excusa válida y nadie la reprendería realmente por ser débil.
Al final del día, un bebé que llora, especialmente en la casa Black, no era algo extraño y nadie le prestaría atención mientras intentaba purgar décadas de dolor en la soledad de su cuna. Además, una mente más vacía de emociones tumultuosas sería mejor para comenzar con su oclumancia, esta oportunidad no volvería a repetirse.
Era ahora o nunca.
O eso creyó hasta que la puerta de la guardería fue abierta nuevamente y su tía volvió para dejar a Bella en la cama que le correspondía, mientras esta se quejaba de no querer hacer algo. Aplastando sus pretensiones de desahogarse libremente en el proceso. La mujer suspiro al notar que su llanto no había cesado, haciendo que ahora se encontrara sonrojada por el esfuerzo y bañada en sudor.
La mirada que le estaba dando desde arriba hacía que Andrómeda quisiera golpearla, esa mujer no tenía derecho a lucir tan frustrada con la situación. No cuando saldría de la habitación con esa horrible mueca de labios apretados y se olvidaría de la existencia de Andrómeda hasta que sus suegros le recriminaran por su falta de vástagos propios.
“Eres una pequeña cosita ruidosa y temperamental, lo que no es raro teniendo en cuenta la sangre que corre por tus venas, pero no creo que eso sea bueno considerando el tipo de padre que tienes. Druella tampoco será de ayuda.”
La voz de su tía salió de manera suave, con una mezcla de burla y amargura. No sabía si eso estaba dirigido a su padre y madre o a la misma Andrómeda, posiblemente fuera un poco de ambos.
No pudo evitar quedarse estática por un momento, antes de reanudar su llanto de manera más suave, al sentir como su malhumorada tía le acariciaba la mejilla con un anhelo evidente en sus ojos y un ligero temblor en su mano.
Era obvio que ese momento de vulnerabilidad la hacía sentir débil, pero se lo estaba permitiendo al solo tener a un par de infantes que no podrían exponerla como testigos.
Era posible que Walburga hubiera sufrido un de sus muchos abortos hace poco y por eso estuviera comportándose así, no era un secreto que su tía resentía las dificultades que paso para poder llegar a tener a sus primos.
Según escucho decir al tío Alphard, en una de las raras ocasiones que visitaba la casa familiar, su tía cambio demasiado con los años debido al dolor y estrés puesto en ella por no haber tenido hijos de inmediato con su tío Orión.
En esa ocasión eso le dejo un mal sabor de boca, al creer que era solo una excusa pobremente construida por parte de Alphard para justificar la mierda de madre y tía que era Walburga con ellos. El único que posiblemente creyó aquello fue Regulus, debido a su edad y corazón de pollo.
Viéndola ahora tenía que admitir que su tío posiblemente les había dicho la verdad, o una versión de esta al menos, teniendo en cuenta que Walburga era tan osca y cortante como la recordaba, pero con una pequeña delicadeza para con sus sobrinas, la cual no recordaba haber experimentado nunca de su parte.
No quería sentirse mal o empatizar con la mujer desquiciada que torturo a sus primos, pero engañarse al pretender que Walburga merecía todo el dolor que conlleva perder a sus hijos no funcionaria. No para ella, que sabía lo que era tener que sufrir un destino parecido.
Nuevamente se encontraba jodida debido a su maldito corazón blando, casi podía escuchar a la Bella de su vida pasada carcajeándose de manera maniática ante su debilidad, que la dejaba vulnerable incluso con su tía.
Maldita fuera su desquiciada hermana mayor.
“Esta situación posiblemente no te resulte muy cómoda, pero no puedo remover más las mantas o las ropas que tienes puestas, son importantes para tu salud. Solo necesitas aguantar un poco más, pronto mejoraran las cosas, Andrómeda.”
Escuchando de manera atenta las palabras ajenas se forzó a seguir respirando entre hipidos y suspiros trabajosos mientras que la mujer acomodaba las almohadas y sabanas que la rodeaban, para que no la ahogaran. El tono de voz de Walburga podría ser suave, pero sus acciones y la manera que tenia de expresarse eran una constante bien recibida.
Como era usual en su familia, no trataban a los niños como si fuera tontos o entes pequeños que carecían de las capacidades para comprender conceptos complicados de manera natural y les explicaban todo como si fueran adultos. No es que eso estuviera bien, pero la mente adulta de Andy lo agradecía, posiblemente moriría de la vergüenza ajena si su tía le hablara como algunas personas, entre ellas su esposo Ted, tendían a hablarles a los bebés.
“Todo va a estar bien, Andrómeda, ahora descansa.”
Su llanto, ahora descontrolado debido a años de represión, se mantuvo estable aun después de las palabras firmes de la mayor, que seguramente buscaban ser reconfortantes. Pero no lo eran y nunca lo serian, si tan solo su tía tuviera idea del futuro que les espera a todos los miembros de la casa Black… Posiblemente quemaría el mundo mágico en su colera por la extinción de la estirpe que tanto le enorgullecía.
Hizo su mejor esfuerzo para mover sus manos de manera errática mientras chillaba más alto entre sus sollozos, intentando transmitir su frustración y descontento con absolutamente todo lo que estaba pasando. Walburga no parecía impresionada con su rabieta ahora que había sellado su núcleo mágico, para evitar una catástrofe, pero no pudo seguirle hablando debido a la llegada de su marido.
“Lord y Lady Black reclaman la presencia de todos en su oficina, no están muy contentos con las acciones de la rama secundaria de la familia.”
La versión más joven de su tío se abrió paso por la habitación hasta llegar al borde de la cuna de Andrómeda, pero su mirada nunca deja el rostro de su esposa, buscando transmitirle de manera no verbal la gravedad de la situación, entre otros detalles que no quería tener que decir en voz alta.
“¿Y quién lo estaría después del espectáculo que acaba de montar el imbécil descarriado de Cygnus? Cualquiera pensaría que con la sarta de sandeces que escupe a diario sobre Alphard se comportaría mejor para no parecer el pedazo de mierda hipócrita que es.”
Las palabras salen como un siseo cargado de veneno de la boca de Walburga, cuya expresión pareció endurecerse completamente ante la mención de su hermano más pequeño. Es ahí que Andrómeda nota por primera vez las ojeras pronunciadas bajo los ojos de la mujer, así como la extrema palidez y la gruesa capa de sudor que cubre su rostro. Aun con la máscara de perfección que suele usar para intimidar a los demás férreamente puesta, como la buena mujer de sangre pura que es, Walburga Black luce demacrada.
Su tío parece un libro abierto, con todas sus emociones escritas en la tipografía más grande y gruesa posible. Dolorosamente obvio y abierto para ser observado por cualquiera. Eso es algo chocante de ver en un hombre que fue tan desapegado de sus emociones, tan indiferente a todo durante tantos años… Aquel que era tan jodidamente lejano de su familia y sus emociones que una pared parecía más capaz de albergar sentimientos de cualquier tipo que él.
“Lo sé, lo siento, ahora debemos ir a atender lo que sea que quieran demandar mis padres antes de que se impacienten más, así podremos retirarnos a descansar.”
El tono de su tío es cuidadoso y ligero, casi llegando a ser un susurro que podría haberse perdido entre los llantos incesantes que salen de la cuna frente a él… O con la risa sínica que su tía dejo salir mientras miraba al hombre de manera peligrosamente burlona.
“No intentes mandonearme de manera zalamera, Orión. No soy una niña inexperta que necesita que alguien le recuerde como cuidar de su salud, puedo hacer eso yo misma.”
El mayor se inclina para dejar un beso ligero en la frente de su esposa, aprovechando para pasar un brazo por la cintura ajena, acercando sus cuerpos de manera lenta.
“Ni lo intentes, no pienso tener una pelea en este momento contigo, Cygnus fue quien provoco esto y a él le tocara pagar los platos rotos. Ahora vamos, que no quiero tener que recibir otro sermón por parte de mis padres.”
“Ni siquiera te has dignado a mirarla, eres un cobarde sin una pizca de entereza.”
Walburga no parece dispuesta a dejarse llevar fuera de la guardería hasta haber acertado algún tipo de golpe a la moral del contrario y esta vez dio en el blanco, haciendo suspirar al otro con una mezcla de cansancio e irritación que dieron paso a la inminente rendición.
“¿Qué sentido tiene que me torture admirando los rasgos de nuestra familia en una niña que podría ser nuestra, pero claramente no lo es? Creo que ya estás haciendo ese trabajo perfectamente bien por ambos, ni siquiera intentes negarlo porque es obvio, te estas ahogando en el anhelo que te provoca ver una niña parecida a ambos al punto de querer ignorar que no es nuestra de la misma forma que lo hiciste con Bellatrix.”
Las palabras cansadas se adelantaron al ataque verbal que sería la respuesta de Walburga y para evitar que volviera a sacar el tema más adelante decidió darle una mirada evaluativa a la menor.
El poco cabello presente en la coronilla ya mostraba indicios de los rizos Black. La coloración castaña era parecida a la de su propio abuelo, Sirius II, la cual era inusual, pero no completamente extraña para los de su casa, que se caracterizan por tener cabello negro, piel sumamente pálida y ojos grises. Las últimas dos cualidades también estaban presentes en la niña, que parecía haberse decantado por su lado paterno de la familia, borrando cualquier rastro de Druella de su cuerpo.
La cuñada de su esposa iba a odiar aquello, casi tanto como se encontraba odiando a Cygnus desde que se casaron.
“¿Y bien?”
El tono demandante de su esposa lo hizo volver su atención a ella, frunciendo el ceño al toparse con que se había puesto aún más pálida. La terquedad de Walburga iba a terminar por matarla algún día de estos, y de paso se lo llevaría a él con ella, cosa que le daría una satisfacción inmensa al idiota de Cygnus.
“Es toda una Black, no hay una sola gota de sangre Rosier a la vista. Druella va a enloquecer con eso.”
“Sin duda alguna, ahora vamos a recibir el sermón mensual acerca de nuestra incompetencia para concebir, quiero irme a dormir mientras pretendo que las niñas en esta guardería vienen de mí y de la sangre de un hombre Black menos incompetente que mi hermano.”
El comentario cargado de reproche de su esposa hace que suelte una risa entre dientes mientras hacía lo posible para que su cuerpo fuera un punto para que ella pudiera apoyarse sin ser muy obvio. Era muy posible que esta noche su esposa lo codeara o abofeteara por “error” en la madrugada por sus acciones, maldito ser rencoroso y vengativo.
Andrómeda estaba ligeramente avergonzada de haber aligerado su llanto para poder escuchar bien a la conversación de sus tíos, pero la tentación de presenciar tal interacción bizarra la tuvo completamente atenta a las palabras de ambos. En estos momentos podrían pasar por un matrimonio cualquiera que se amaba, lo cual era aún más extraño que verlos siendo cordiales para mantener la fachada publica de ambos.
Si Sirius hubiera estado en su lugar de seguro habría tenido una aneurisma o un paro cardiaco por llegar a presenciar semejante cosa. Ella en cambio estaba curiosa y algo irritada al respecto.
Ninguno de los mocosos de su generación le creería si les dijera lo que acaba de presenciar y eso la frustraba hasta cierto punto, uno lo suficientemente importante como para dividir su mente en dos entre el lado pesimista que quería llorar un mar y el lado que quería saber más sobre la peculiar forma en que sus tíos interactuaban ahora. Aunque con ellos fuera de la habitación su mente volvió a centrarse en su pseudo terapia de llanto que la tenía con un dolor de cabeza punzante.
Tan pronto como la pareja salió de la habitación, cerrando la puerta tras de ellos, pudo escuchar unos pasos pequeños contra el suelo de madera pulida de la guardería. No paso mucho tiempo antes de que Bellatrix estuviera forcejeando con la cuna de Andrómeda, su rostro asomándose de manera leve mientras ella intentaba hacerse más alta para mirar dentro.
Los soniditos de frustración que dejaba salir eran divertidos y menos incomodos de escuchar que los usuales gritos chillantes que se asociarían con Bella en los años por venir.
La niña no se dio por vencida, pero cambio su estrategia, yendo a buscar el banco en el que su tía la hacía sentarse cuando la peinaba. Una vez que tuvo un agarre apropiado comenzó a empujar dicho mueble de manera lenta, pero segura hacia su destino.
Luego de lo que pareció al menos media hora, Andrómeda se volvió a topar con los ojos azules de su hermana mayor. La cual ahora se encontraba subida en el banquito y sosteniéndose precariamente de la cubierta de tela de baranda de la cuna, luciendo demasiado satisfecha consigo misma por haberse salido con su cometido.
“La tía dice que debería dejarte descansar, pero no creo que puedas dormir mientras lloras… ¿te sientes mal?”
Bella ladeo la cabeza como analizando la situación, acostumbrada a que aquellos que la rodean le respondan sus preguntas de manera rápida, esperando una respuesta verbal que no llegaría. Eventualmente el llanto incesante pareció ser suficiente respuesta.
“La tía Bernie dijo que serias una molestia y aburrida, no creo que esto fuera lo que quería decir, pero ella es una mentirosa… Tía Mira me pidió que tuviera paciencia y así podríamos jugar juntas, ella siempre dice la verdad…”
Las cabezas rubias que vio poco después de nacer ahora tenían un rostro y nombre más definidos, eran las hermanas de su madre. Bernadette era la menor de las tres, una completa harpía que escupía veneno donde fuera. Mirelle, por el otro lado, era demasiado amable y calmada, siendo la hija del medio luchaba por mantener una relación cordial entre las tres, lo cual nunca salió muy bien.
No es como si la madre de Andy o Bernadette pusieran de su parte para lograr convivir de manera armoniosa, pero eso nunca detuvo a la madre de su primo Evan de seguir intentando mantener la unidad familiar. Lo cual no salió muy bien, teniendo en cuenta que lo logro al costo de que Bella arrastrara a Evan con ella en el debacle de Lord Voldemort, dejando a la casa Rosier sin heredero.
“No lloras por hambre, sino Kri-… Krechir habría venido a alimentarte, ¿estas aburrida? Yo lo estaría si no pudiera hablar y moverme bien.”
A medida que su hermana tropezaba con algunas pronunciaciones su ceño se iba arrugando de una manera graciosa que volvía evidente su frustración al no poder hablar como quería.
“¿O es que algo te asusto?”
La voz de su hermana había tomado un tono extrañado e incrédulo luego de pronunciar su última pregunta, que tampoco obtendría respuesta alguna, como si el hecho de preguntarle a una bebé si estaba asustada fuera tonto.
“No, seguro solo estas incomoda, el tío Orión dice que los Black no sentimos miedo, somos demasiado poderosos como para sentirlo… Tal vez debería contarte de la familia, tío dijo que todos debemos aprender sobre nuestra casa luego de nacer y tú ya naciste…”
El ceño fruncido de su hermana se vuelve más evidente, posiblemente este buscando por dónde empezar en la infinidad de relatos que tiene su familia para adoctrinarlos acerca de su grandeza.
“Nuestros nombres vienen del cielo, tío dice que somos las estrellas…” Bellatrix comenzó su explicación señalando el techo de la habitación que estaba encantado para mostrar un mapa estelar, cuyos detalles brillan en un tono dorado, que se adapta al estado de los astros durante todo el año. “La mía es Bella y la tuya es Andy, yo estoy cerca del tío, pero tú eres más grande… Lo que es raro cuando eres más pequeña que yo.”
Aquellos datos eran, objetivamente, los más relajados e inofensivos que pudieron cruzar la mente de su hermana y estaba ligeramente agradecida por ello. Habría sido peor tener que escuchar a la niña frente a ella repetir de memoria datos sobre la pureza de la sangre y la superioridad de aquellos que la mantenían.
“Todas las estrellas tienen una historia, la del tío Orión es de un cazador, dice que siempre tiene a su perro con él y como mi estrella está en su constelación yo también estoy siempre con él.”
Su hermana hace una pausa para acomodarse mejor en el banco mientras le sonríe orgullosa de estar recitando las historias que el tío de ambas le conto. Puede que su narración sea más o menos escasa y algo simplista, pero ella no podría haber retenido la cantidad de información acerca de astrología y mitología griega que está involucrada en el nombramiento de las estrellas, al menos no a la corta edad que parece tener.
“Tú tienes muchas estrellas y otras constelaciones que te acompañan en el cielo, pero no todas son buenas… Como ese tonto pez que quería comerse a la princesa que tiene tu nombre… Su mamá y papá la dejaron para que muriera comida por el pez porque ellos ofendieron a un dios”
La mueca que su hermana está haciendo es terriblemente parecida a las que su tía suele hacer cuando encuentra algo que le parece intolerable y la enoja, usualmente la dirigía a la misma Bella, Orión y a Sirius. Eso cargaba una ligera ironía que hubiera disfrutado en otras circunstancias.
“Pero igual que la princesa, tú tienes a alguien que te proteja, nunca voy a dejar que nada te pase porque eres mi hermanita y los Black siempre cuidamos lo que es nuestro.”
La solemnidad en las palabras contrarías serian algo enternecedor si no fuera por los recuerdos que Andy tenía acerca de un futuro que posiblemente se repetiría, un cumulo de sucesos lejanos en los que Bellatrix fue Cetus, creando caos por órdenes de alguien “superior” a ella y dejando a Andrómeda inútil, con las manos atadas, mientras miraba como todo a su alrededor se derrumbaba.
Por muchos años espero poder convertirse en el héroe que necesitaba para poder ser completamente libre, pero no lo logro, Ted tampoco pudo ocupar ese rol por más que lo intento. Ni siquiera la guerra y extinción de su familia lograron darle eso. Andrómeda siempre estaría vulnerable y atada a una roca en medio de un mar tempestuoso, porque siempre amaría a su familia, aunque no pudiera permitirse estar cerca de estos, y eso siempre la dejaría indefensa contra ellos.
“Hmmm, eso no ayudo… ¿Quieres que te cante? Tío Orión siempre me canta cuando me siento mal o cuando voy a dormir y está conmigo y la tía Walburga.”
¡¿Su estirado y callado tío era capaz de cantar canciones de cuna?!
Hablando de jodidas revelaciones y cambios de perspectiva.
El paso de los años definitivamente había hecho de su tío un ermitaño amargado.
No recuerda haberlo visto hacer cosas de este tipo nunca, aunque esto podría deberse a lo deteriorado de la relación entre ambas ramas de la familia para el momento en el que tuvo la edad suficiente para entender y recordar actos de gentileza como esos.
“Con la estrella del norte como guía, no necesitare nunca nada en mi vida. Mientras siga su luz no habrá ninguna otra guía...”
Bellatrix siempre tuvo una buena capacidad para proyectar su voz de la manera que quería, al parecer eso fue algo con lo que nació y que solo seguiría desarrollándose con los años.
Su voz, como la de cualquier niño, tenía una tonalidad inocente y delicada, que muy contra su voluntad le trajo algo de paz y detuvo el llanto sin fin que ella misma se provocó.
Quizás no fuera la presencia y voz de Bella lo que la detuvo, sino la nostalgia que le daba esa canción.
Aún recuerda como ella misma se la cantaba a Narcissa, luego a Sirius y, por último, a Regulus, esa canción de cuna fue un manto protector contra el insomnio y el dolor cuando eran niños, pero su melodía se volvió cada vez más escasa a medida que la relación entre primos se iba deteriorando.
“Con la estrella del norte como guía, no necesitare nunca nada en mi vida, mientras siga su luz, no habrá ninguna otra vía.”
Para el momento en el que Sirius inicio su educación en Hogwarts habían pasado años desde que ella o alguna de sus hermanas habían utilizado ese método de confort en ellas mismas o en ellos, el precio de mostrar alguna debilidad era demasiado alto.
Aun así, Andrómeda se permitió ser débil nuevamente durante su embarazo y el primer año de vida de su hija, aferrándose a lo conocido, aunque doliera, porque el miedo era demasiado para ella y necesitaba la protección imaginaria que le ofrecía el pretender que una simple canción podía mejorar todo de manera significativa en vez de superficial. La vieja costumbre de mentirse a sí misma y negar lo que pasaba a su alrededor eran buenos placebos para su roto corazón, también para su mente.
“Y con la estrella del norte como guía, mi corazón nunca desafinaría, pues mi vida en las estrellas estaría y mi amor en la luna me esperaría.”
No podía creer del todo que hubiera sido Orión el que le enseñó esa melodía familiar a Bella. Lo hubiera esperado de Alphard, que intentaba pasarles partes más amables del legado Black, o incluso de la misma Walburga, en uno de sus raros intentos por ser una madre y tía más afable, pero no del futuro Lord Black.
“Con la estrella del norte como guía, la tristeza nunca llegaría, porque a mi familia nunca dejaría. Mientras tenga a la estrella del norte como guía.”
Por más que intentó quedarse despierta para seguir escuchando a su hermana cantar acerca de las estrellas y la vida de aquellos que se dejaban guiar por ellas, se encontró quedándose dormida casi de inmediato debido al cansancio.
Y por primera vez en décadas, Andrómeda Black no tuvo ninguna pesadilla que la atormentara al dormir, sino un sentimiento de paz y el eco de las risas infantiles de antaño que la acompañaban como una promesa de lo que podría ser si lograba su objetivo.