
Retorno
Había pasado una semana entera desde su llegada al nuevo universo. Aún se pasaba la semana intentando esquivar a Amelia y a Bellatrix lo más que podía, pero en general había sido una buena semana. Habían decidido darle otro nombre, al fin y al cabo en algún momento alguien podría relacionarla con su yo más pequeño y habría complicaciones. Ahora, se llamaba Jean Riddle, y se hacía pasar por una prima lejana del ministro.
Había ido al juicio de Rita Skeeter con Tom Riddle, después de insistir este último en que debía estar allí. Durante la comida, le había contado como había descubierto que era un animago, y el porqué, y no esperaba ver al ministro reírse tanto cuando le dijo que la había encerrado en un frasco de conservas. Le había hecho tanta gracia que se había pasado la semana bromeando sobre ello. Incluso con el director, quien aparentemente también se había divertido con la anécdota. Pareció encontrar bastante divertido avergonzar a Hermione tanto como podía.
Snape la había visitado en un par de ocasiones para hacer algún chequeo, y parecía que el hombre estaba bien y feliz con el desafío. En su primera visita, Hermione notó que quería preguntarle algo, pero no se atrevía, así que en la segunda vez que vino a hacer sus chequeos, Hermione decidió preguntarle qué tal le iba. Snape se iluminó ligeramente mientras le contaba como era el laboratorio y sobre el desafío que tenía por delante, pero siendo Snape tampoco fue demasiado demostrativo.
Sin embargo la pequeña charla dio pie a que Severus le preguntara sobre si habían sido amigos en su otra vida. Hermione fue sincera sobre que no habían sido amigos porque había sido su profesor, pero le dijo que había aprendido mucho de él y los había protegido de muchas cosas terribles. Sin embargo no tuvo el corazón para decirle que había muerto de forma horrible por culpa de una serpiente, ni la vida tan dura que había llevado aun viviendo en un castillo. Sin embargo si le dijo que había habido una guerra y que él había muerto en ella siendo un héroe y después le habían puesto una placa conmemorativa en el colegio del que llegó a ser director.
Hermione tenía razón, la cara que puso al enterarse era muy divertida. Hermione tuvo que hacer un gran esfuerzo en no reírse fuerte, por que sabía que Snape se enfadaría, pero cuando le preguntó casi en un susurro si era cierto, se le apretó el corazón. Ella le dijo que sí, y que no importaba si no lo recordaba, pero que le agradecía todo lo que hizo por ellos. Snape se fue poco después de eso, pero al rato llegó Croaker a preguntarle que puñetas le había dicho a su chico, por que le había dado más fuerza y energía de la que ya llevaba. Aparentemente Snape sí se iba a quedar con el trabajo. Según Croaker, incluso si no conseguía dar con la solución pronto, ya estaban tramitando las cosas para que hiciera una maestría en pociones y se quedase en el departamento. Aparentemente había sorprendido a todos por allí. Hermione le dijo nada sutilmente que también era bueno en defensa contra las artes oscuras y que no desaprovechasen su capacidad como genio inventor.
También había advertido al ministro sobre algunos miembros que en su universo le habían dado muchos quebraderos de cabeza a los aurores, y como encontraron las soluciones y curiosamente a la mayoría les pillaron con las manos en la masa. Había habido muchos arrestos y los aurores estaban encantados, pero bastante llenos de trabajo.
Hablando de aurores, uno de los encargados de la escolta del ministro era Frank Longbottom. Hermione se pasaba el rato con el ministro, lo ayudaba con su trabajo, e incluso como no tenía donde quedarse, el ministro se ofreció a acogerla durante un tiempo. Era un buen ministro pero también era un hombre divertido, con un humor negro que le recordaba vagamente a Bellatrix, y la verdad es que si no estuviera ayudándolo, se aburriría como una ostra, así que Hermione lo acompañaba siempre que él la dejase. Por eso cuando el auror Longbottom llegó hasta el despacho para su turno de escolta, Hermione estaba allí rellenando unos informes básicos. Casi se cae de culo al verlo, si no fuese por que estaba sentada, cosa que no pasó desapercibida para nadie.
Aparentemente, todos los aurores sabían que Hermione venía de otro universo, pero no les dijeron cómo ni por qué llegó allí. Aunque si sabían que había habido una guerra y que muchos habían muerto o eran del lado oscuro. Toda esta información quedaba bajo secreto, y era algo que no podían divulgar, por supuesto. Así que cuando Frank vio aquella reacción solo se le ocurrió preguntar ¿oscuro o muerto? Hermione no sabía donde meterse, pero tuvo que contestarle. Obviamente fue un shock para él saber que no era oscuro, pero tanto él como su esposa habían sido cruciados hasta dejarlos locos.
Hermione preguntó por su amigo Neville, y le pareció terriblemente injusto que ella pudiera conocer y charlar con uno de sus padres y ver cómo se le iluminaba la cara con la felicidad de hablar de sus hijos, pero su mejor amigo no pudiera. Ojalá pudiera llevárselos con ella de vuelta, pero eso sería tan malo como ella viniendo aquí en primer lugar. Al fin y al cabo los universos tienen un orden. Pero se aseguró de hacerles saber que su hijo había sido tremendamente valiente y capaz y que se enfrentó a todos los retos con la cabeza alta. Incluso si el lado oscuro no esperaba nada de él, Neville les demostró que no era alguien con quien meterse.
Así es como se enteró que Neville empezaría en Hogwarts al próximo septiembre, lo cual quería decir que la versión de si misma de este mundo también llegaría pronto al mundo mágico. Eso la dejó preocupada. Había mucha gente como Snape, que habían sido tremendamente inteligentes pero no habían podido conseguir puestos acordes a esta inteligencia por que no tenían dinero para sustentarlo. Independientemente de lo agradables que fueran como personas. Así que le comentó al ministro Riddle sobre el sistema de becas del gobierno muggle, y si habría alguna forma de implantarlo.
De echo, Hermione lo había implantado en su mundo, y estaba siendo un éxito, pero obviamente aquí no podía trabajar con eso. Lo que sí podía hacer era escribir el modelo tal y como lo recordaba y después hacer los cambios que fueran necesarios para aplicarlo a este universo concreto y que el Wizengamot estuviera de acuerdo. Irónicamente, había sesión esa misma semana y la mayoría estuvo de acuerdo. Tenía que aprender la labia del ministro Riddle, la verdad es que era genial convenciendo a la gente. Los duendes también ayudaron cuando les explicaron de qué iba la cosa, al fin y al cabo si sus clientes tenían más estudios, serían más ricos y ellos ganarían más dinero para Gringots. Por no contar que si los alumnos necesitaban sacar un estado de cuenta compulsado para las gestiones de la beca, tendrían que pagar. Lo que fuera por el oro, como siempre.
Convencer al director y a la profesora McGonagall fue realmente fácil. Igual que en su tiempo Minerva rápidamente dio nombres de personas que podrían beneficiarse de estas becas, y no solo de los Gryffindor, sino de todas las casas. Dumbledore también estaba feliz, y alabó a Hermione por su buen trabajo para con la sociedad, a pesar del poco tiempo que llevaba allí. También dijo algo sobre hacer compañía a los viejos gruñones, pero era claramente para hacer diversión de Tom Riddle, y prefirió no meterse en esa pelea. Aunque ella y Minerva si disfrutaron juntas de ver como se lanzaban pullas el uno al otro con total soltura.
Sin embargo Minerva debía irse a sus clases, y pronto la discusión amistosa terminó. Aprovechó esos momentos para avisar a Dumbledore que su versión pequeña de este universo debería estar entrando en Septiembre, y que la perdonasen por ser muy sabelotodo. Ella adoraba estudiar incluso a esas edades y siempre estaba leyendo todo lo que podía. El director tan solo se rió y le dijo que lo tendría en cuenta, pero que probablemente solo la dejaría ser. Cuando le preguntó sobre como habían sido sus años de Hogwarts, aparte de todo lo relacionado con Voldemort, ella les contó sobre sus profesores, lo que ella aprendió de cada uno, y cuales habían sido los mejores que había tenido. Se alegró bastante de saber que el señor Lupin era un profesor allí, y si dejó caer alguna pista sobre él y una auror de pelo rosa y bastante torpe, pues a nadie le hizo daño, ¿verdad?
Otro día había tenido una conversación con Arthur Weasley que le había hablado de sus hijos y lo orgulloso que estaba de todos ellos. La verdad es que siempre había encontrado entrañable el amor que Arthur demostraba por sus hijos al cantar todos sus logros, así que ella le había dicho que cada uno sería diferente, y que debían dejarlos ser, incluso si eran muy bromistas. Quien sabe, Zonkos podría encontrar competencia en el camino. Además que si todos eran sobresalientes, los pequeños podrían sentir más presión por estar a la altura. Arthur solo la había mirado con sorpresa y había asentido sabiamente, pero no había comentado nada más. No estaba siendo sutil, ella lo sabía, pero aunque los gemelos la irritaban la mayoría de las veces, la verdad es que eran únicos alegrando a la gente, y eran muy necesarios para el mundo. Y sabía mejor que nadie lo que le había costado a Ron entender que el hecho de que sus hermanos lo hicieron antes no significaba que lo suyo tenía menos merito. Sí, este universo era mejor que el anterior por la falta de guerra, pero ella aun podía hacerlo mejor.
Y así había pasado la semana, se estaba asentando poco a poco, y aunque echaba de menos a sus amigos y su familia, a su mujer, sabía que lo de volver a su propio tiempo podría tardar mucho tiempo. Ni Snape ni Croaker le habían dicho como iban de adelantados, y ella sabía mejor que preguntarle a los inefables. Ya cometió ese error una vez, y pasó horas escuchando cosas y teorías sin sentido, gracias. Así que empezó a buscar en el mundo muggle una casita para poder vivir de alquiler mientras todo se solucionaba, y no seguir abusando del ministro. Éste le había dicho que no era ninguna molestia, pero Hermione se sentía mal por molestarlo también en su espacio personal, y así se encontraba tras un montón de papeles de periódico, revisando las ofertas de alquiler muggles, cuando llegó Snape a darle noticias.
Habían encontrado la solución para llevarla de vuelta.
La sorpresa debió mostrarse por toda su cara, así que Snape sonrió petulante y le dijo que para algo le habían traído, ¿no? De igual forma, debían hacer una poción y aun no estaba lista, pero no tardaría mucho, quizá un par de días más, solo venía a avisarla para que lo tuviera en cuenta. Hermione estaba feliz, por supuesto, y sin pensarlo mucho se lanzó a abrazar a Snape. Este no se esperaba el abrazo, y perdió el equilibrio, así que acabaron los dos en el suelo, pero sinceramente, a Hermione no podría importarle menos el golpe. Aun así se disculpó con él y le ayudó a levantarse. Todo entre las risas del ministro que estaba presente y el sonido de los periódicos desapareciendo del despacho.
Aun así Tom iba a echar de menos a la joven mujer que tanto le había ayudado. Parecía que iba a necesitar algún ayudante. Le preguntaría más tarde a Hermione si le recomendaría a alguien. Solo esperaba que pudiera recomendarle a alguien que ya hubiera salido de Hogwarts.
Los dos días restantes habían pasado bastante rápido. Sobre todo, Hermione se había empeñado en aprender la receta de la poción para ver si podía funcionar para las demás personas afectadas, e incluso cualquier otra variación que pudiera hacerse. También se aprendió la receta que Snape había reproducido de la poción que la trajo hasta aquí. Ya le había quedado claro que no podía llevarse nada que no hubiera traído, y lo único que se trajo fue la varita, así que le tocaba aprenderlo todo. Por fortuna eso se le daba bien. Lo que no se le dio tan bien fue hacer que Snape descansase algo. El hombre estaba agotado, pero aun así seguía empeñado en trabajar hasta el limite de sus fuerzas con tal de llevarla a casa. Ni tan siquiera la pequeña broma que había hecho sobre lo dolida que estaba porque querían librarse de ella a toda costa había surtido efecto, y al final se había dado por vencida.
También le habían hecho una pequeña fiesta de despedida a la que asistieron los aurores, el director y la subdirectora McGonagall, alguna gente que no conocía bien e incluso Snape por un poco rato y los inefables. También estaba Arthur con su hijo mayor, Bill. La verdad es que sí era guapo. Lástima que Hermione fuese muy, pero muy lesbiana, porque de quedarse aquí no le importaría haberlo hecho con un Weasley. Pero quizá no con Bill, al fin y al cabo amaba mucho a la - ya no tan pequeña -Victoire. Quizá Charlie o incluso Ron serían mejor elección. Espera, ¿de dónde vino ese pensamiento? Debía dejar el alcohol, pero ya.
Incluso tuvo una conversación con Amelia y con Bellatrix. Sacó en conclusión que entendía por que su esposa había amado tanto a Amelia. Era una mujer bastante especial, en el buen sentido, y alguien de quien aprender bastante. Ya no se sentía tan intimidada por ella, y Amelia la había felicitado por todos los cambios que había traído a su mundo. Hermione le dijo que no podía llevarse el mérito por todos, al fin y al cabo su subsecretaria era una Bones también. Había sido bastante cómico ver la satisfacción en la cara de Amelia y la resignación en la cara de Bellatrix, tanto que no pudo evitar bromear con ellas sobre que Bellatrix tendría que bajarla de la nube, pero que por favor, se aseguraran de que no había nadie en la habitación antes. Fue la primera vez que esta Bellatrix le dio una sonrisa de verdad, y se sintió como una pequeña victoria para ella. Sin embargo, ésta era Bellatrix, pero no era su esposa. No eran iguales y por eso ya no le dolía tanto verla junto a Amelia. El saber que volvería hasta su esposa, su Bellatrix, tampoco le sentaba nada mal.
Y así después de todas las despedidas y de algunas lágrimas por que era una sentimental, -ya se lo decían sus padres desde pequeñita – Hermione emprendió el viaje de vuelta. Esperaba que todo saliese bien, y no solo para ella. Esta gente que quedaba atrás era maravillosa, y había conocido mucho más de ellos de lo que se le habría permitido en otras circunstancias. Estaba feliz de haberlo hecho. Pero más feliz de por fin volver a casa.
Lejos de allí en otro mundo también había pasado más de una semana. Sin embargo allí no había fiestas, ni lagrimas de alegría y emoción. Afortunadamente tampoco había habido despedidas. Pero la verdad es que todos se estaban desesperando enormemente. Ni los medimagos, ni los inefables habían dado con la solución al problema de los dormidos en pesadillas, un nombre que a todos les parecía horrible, pero como no tenían nada mejor, pues ese tendría que ser. Los medimagos habían probado todos los hechizos, pociones y combinaciones que se les habían ocurrido para despertarlos, pero ninguno de los cuatro afectados había despertado.
Y para peor el mundo mágico se estaba resintiendo por el ataque a su ministra de magia. La pobre Susan Bones estaba hasta arriba de trabajo, intentando que todo siguiese adelante de forma correcta y los aurores y demás trabajadores ministeriales estaban además de ajetreados, bastante asustados de que algún otro ataque así pudiera sucederles a ellos. Si al menos hubiera una cura, no habría esta histeria colectiva, pero como aun no había ninguna, todos se estaban poniendo demasiado nerviosos.
Era peor para las familias de los afectados, que no sabían si podrían volver a ver a sus familiares. En concreto, Bellatrix estaba absolutamente desesperada. Ya la habían tenido que dormir varias veces por que su temperamento había estallado por no encontrar una solución para su esposa, y la verdad es que aunque todos podían entender su frustración, también le tenían bastante miedo. No en vano había sido considerada uno de los mortífagos más poderosos y más leales a Voldemort. No es que les hubiera hecho algo más que gritarles, pero por si acaso.
Sin embargo también tenía momentos donde solo tomaba la mano de su mujer, apoyaba la frente sobre esta y lloraba y suplicaba en voz baja para que volviese. Eso era lo que estaba haciendo en ese momento y a todos les dolía. Sobre todo por que nadie esperaba ver esto de la orgullosa y estirada Bellatrix Black. Andrómeda era quien estaba con ella en esos momentos, y entendía bien la angustia de su hermana. Esperaba que Bella no tuviera que pasar por la desesperanza de perder a su esposa otra vez. Dios sabe que a ella aun le dolía haber perdido a Ted, aunque hubieran pasado años. Gracias al cielo su hija y su yerno, aunque heridos habían conseguido sobrevivir a la guerra y junto con su nieto Teddy y su nieta Hope eran la alegría de sus días.
Andrómeda nunca había pensado que podría reconciliarse con ninguna de sus hermanas, pero primero Bellatrix y después Narcissa habían vuelto a ella. Aun recuerda el abrazo de las tres juntas cuando Narcissa y Andrómeda se reconciliaron y Bellatrix decidió abrazarlas a ambas proclamando que las hermanas volvían a ser inseparables. Nunca lo admitiría, pero disfrutó demasiado volver a tenerlas juntas a las dos entre sus brazos.
Además Bellatrix había proclamado, que ahora las tres volvían a ser Blacks. No es que Andrómeda dejase alguna vez el apellido Tonks, al fin y al cabo su marido había sido maravilloso y alguien que había llegado a lo más grande por si mismo, pero había sido un shock cuando Narcissa había aceptado y le había dicho adiós al apellido Malfoy. Ni si quiera lo había dudado, pero claro, su marido había sido un idiota que había hecho que casi matasen a su hijo y que había muerto él mismo. Ni Narcissa ni Draco lo habían llorado mucho tiempo, y ahora era Draco quien llevaba la casa de Malfoy junto con su esposa Astoria. Gracias al cielo por ella, por que sino a ese chico le iría fatal, la verdad. Scorpius también era la luz de Narcissa y ella se alegraba por ello. Si tan solo Bella hubiera tenido hijos que la sostuvieran ahora. Pero por fortuna tenía a sus hermanas y a los amigos de su esposa. Y eran bastante para mantenerla a flote por ahora. Esperaba que dieran rápido con una solución para este mal.
De repente Bellatrix levantó la cabeza de donde la tenía apoyada sacando a Andrómeda de sus pensamientos, y empezó a llamar a Hermione como si estuviera despertando a un pequeño niño de su siesta. Al fijarse en ella se dio cuenta que algo estaba cambiando. Hermione tenía más color y los pequeños temblores que de normal la sacudían no estaban presentes. Andrómeda se acercó a su hermana y le puso la mano en el hombro preparada para darle animo si esto salía mal, pero esperando lo mejor para su cuñada.
Se mantuvieron así unos instantes mientras Hermione fruncía el ceño, y parecía concentrarse en algo. Y entonces como si despertase de un sueño bastante agradable, Hermione abrió los ojos. El alivio que Andrómeda sintió correr por sus venas solo se vio eclipsado por el de su propia hermana, que se lanzó sobre el pecho de su esposa llorando a mares y dándole las gracias por volver a ella. Hermione pareció un poco sorprendida al principio, pero rápidamente la abrazó de vuelta y comenzó a consolarla. Andrómeda sabiamente decidió salir de allí e ir a buscar un medimago. Pero con tranquilidad, ambas podían tenerse la una a la otra durante un ratito más antes de que a Hermione comenzasen a pincharla y revisarla por todas partes.
Andrómeda estaba feliz de que todo parecía haber salido bien