
Confusión.
Estaba cayendo.
A su alrededor todo era oscuridad, silencio y vacío. No sentía nada. No dolía nada pero apenas era capaz de entender su entorno. Se suponía que debería estar en agonía. Eso es lo que le había dicho el joven auror a Harry al preguntar, pero aun así Hermione no sentía nada. Quizás era una poción diferente. O quizás estaba teniendo una reacción diferente a la de los demás aurores. No lo sabía y sentía que no podía pensar del todo con claridad.
Entonces, y como si de un rayo se tratase vio una luz debajo de ella. Justo hacia donde estaba cayendo. Parecía que había algo allí debajo, y se acercaba a ella a mucha velocidad. O quizá era ella la que se acercaba a mucha velocidad, al fin y al cabo era quien estaba cayendo. Según se acercaba más grande se hacía la luz, y más claro podía ver lo que era. Parecía una habitación que le resultaba familiar, y a la vez no.
Mientras pensaba en ello, y en el porqué conocía la habitación, se dio cuenta de repente de que, a menos que hiciese algo para evitarlo, se iba a estampar dentro de la habitación, así que se preparó para lanzar el hechizo de arresto momentum sobre ella misma, solo para encontrarse frenando sola en el aire. Se quedó suspendida un momento en el techo de la habitación, mientras veía a los magos y brujas trabajando cada uno desde su escritorio. ¿Aquél era Kingsley?¿Y Tonks justo enfrente? Y entonces como si la magia del momento se rompiese, la gravedad terminó de hacer su trabajo, y Hermione se estampó contra el suelo del despacho de aurores del ministerio.
Bueno, el golpe no había sido tan fuerte, solo que al caer, sintió como todo el dolor de cabeza que se había atenuado tras la conversación con Harry volvía con el triple de fuerza. Parecía que la cabeza le iba a estallar. Oía voces a su alrededor, y algunas de ellas parecían más apremiantes que otras, pero no podía concentrarse lo suficiente en lo que estaban diciendo, y ni tan siquiera podía abrir los ojos porque aunque antes no había sentido nada, ahora le dolían al abrirlos de tanta luz.
Al final, y después de parpadear un buen rato consiguió abrir uno el tiempo suficiente para registrar que estaba de hecho en el despacho de aurores del que había caído antes, pero a la vez no era el mismo. Seguía habiendo pilas de papeleo sobre todas las mesas de los aurores, algunas más ordenadas que otras, pero la decoración era ligeramente diferente. Había más plantas, y había otro color en las paredes. Pero lo que más diferencia había es que donde antes todos los aurores la conocían y respetaban ahora parecían tomarla por un peligro.
Múltiples varitas apuntaban hacia ella, como esperando que hiciese algún movimiento en falso para lanzarle todos los hechizos de encarcelamiento que conocían. Y viendo que Kingsley, Moody, Tonks y Robards estaban entre los que la apuntaban no dudaba que esos serían muchos y muy variados. Y sin embargo, se dio cuenta de forma distante que estos no eran los amigos que ella conocía, por que ellos no la habrían apuntado con una varita sin una buena razón. Eso fue lo que hizo el truco. Toda su mente se centró, y aunque aun no entendía nada de lo que estaba pasando y su cabeza aun parecía a punto de explotar, miró fijamente las varitas y levantó sus manos despacio para que vieran que, de hecho no era ninguna amenaza y se preparó para tratar de averiguar qué demonios estaba pasando y por qué la poción no la había afectado en lo absoluto. ¿Hizo Harry alguna de sus extrañas ideas de protección y por eso no le había afectado?¿Quizás por eso no estaba allí con ella?¿Estaría bien?
Nadie estaba hablando, así que claramente le tocaba a ella tratar de esclarecerlo todo. Como siempre entonces, pensó como un gruñido.
-¿Kingsley?¿Donde está Harry?¿Está bien?
Ahí. Nada mal. Hermione 1, dolor de cabeza 0.
Salvo que Kingsley la miró como las vacas al tren, levantó una ceja y respondió de vuelta.
-Disculpe señorita, ¿nos conocemos de algo?
La boca de Hermione se abrió todo lo que pudo, por unos segundos, y hasta se le pasó por la cabeza que Kingsley estaba bromeando. Salvo que él no lo hacía. Cuando Kingsley bromeaba su labio superior temblaba como si quisiera reírse, pero intentaba mantenerse serio. Ahora mismo su cara era de confusión y sospecha.
-¿Kingsley? Soy yo, Hermione. ¿De verdad no me reconoces?
Su voz se iba haciendo más pequeñita según se iba dando cuenta de que, de echo nadie allí parecía reconocerla. Esto debía ser una pesadilla. Eso debían hacer las pociones. Te mandaban a una pesadilla de la que no podías despertar. Hermione se pellizcó el brazo para comprobarlo, pero aparte del dolor y del posible futuro moretón que le iba a salir no parecía que hubiera funcionado como en un sueño.
-Lo siento, señorita Hermione, pero me temo que no la reconozco, no. ¿Puede usted decirme de donde nos conocemos?
-Es señora Granger-Black. Y de hecho trabajamos juntos durante años, primero en la Orden para derrocar a Voldemort y después aquí en el ministerio para hacer todo el lugar más seguro, limpiarlo de mortífagos, y asegurar la estabilidad del país. Yo fui quien se quedó con tu puesto cuando decidiste que era hora de jubilarte como Ministro de magia, Kingsley.
Durante su discurso había estado sobándose la cabeza para ver si podía evitar que su dolor siguiese aumentando y aliviarlo un poco, además que había cerrado los ojos para concentrarse mejor, así que no había visto como las caras de todos se llenaban de incredulidad, y la cara de Kingsley además, mostraba cuan horrorizado estaba por ello. Pero justo en ese momento se le ocurrió algo. Giró su rostro lentamente hacia Moody y mientras abría los ojos y se quedaba mirándolo fijamente sin pestañear se dio cuenta de que Moody estaba muerto. Moody debería estar muerto, no en la sala de aurores medio apuntándola con su varita y mirándola como si se hubiera escapado de la sala de Janus Thickey.
-Usted estaba muerto. Él lo mató.
Ni siquiera fue consciente de pensar en decirlo, pero las palabras salieron de su boca en un susurro que no pudo contener, y del que se arrepintió poco después. Sobre todo al ver la cara de Moody y como se endurecía su expresión, y sus ojos se entrecerraban hacia ella. Espera. Sus dos ojos estaban bien. No tenía ningún aparato extraño que simulaba un ojo y que daba vueltas como un loco, y, de echo, estaba bastante entero y con pocas cicatrices en su cara, como si nunca hubiera peleado contra demasiados magos oscuros. Como si nunca hubiera peleado en una guerra. Mierda. Esta pesadilla cada vez le daba más dolor de cabeza, y eso que solo debía llevar allí unos diez minutos.
-¿Me está usted amenazando, señora?
Un escalofrío la recorrió de arriba abajo mientras negaba con vehemencia.
-No sería tan estúpida de hacer eso, Moody. Esto es una pesadilla, eso es lo que es, solo una pesadilla horrible de la que despertaré en algún momento, en cuanto los medimagos encuentren la cura de lo que sea esa poción que ese tipo me lanzó. Y entonces todo va a estar bien, yo volveré a casa con mi esposa, y haremos las paces y todo volverá a estar bien, y yo solo me reiré con Harry y Ron sobre todo esto. Sí, sí, sí, eso es lo que va a pasar. Seguramente.
Debería cerrar la boca, piensa, mientras todos los demás intentan no reírse descaradamente en su cara o la miran boquiabiertos. Solo Tonks está frunciendo el ceño mientras piensa. Y luego pregunta.
-Disculpe, ha dicho usted que se apellida Granger-Black, y que tiene una esposa. ¿Con quién de la familia Black dice que se ha casado?
-Pues sencillo, Tonks. Con tu tía, Bellatrix Black.
Todos se quedan en silencio mirando a un punto justo detrás de ella. Así que se da la vuelta para ver una cabellera negra que enmarca una cara que reconoce muy bien. Su esposa. Su hermosa y maravillosa esposa está allí detrás, salvo que no se parece a su esposa. Esta mujer es algo más joven que la mujer que espera en casa por ella. Y parece que nunca jamás estuvo en Azkaban. No tiene rastros en los ojos de la locura que su esposa lleva escondida tras pasar tantos años encerrada con aquellos monstruos asquerosos, ni las cicatrices de la dura servidumbre a un hombre más loco y sádico que ningún otro. Esta mujer no fue torturada con la maldición cruciatus por el mago oscuro más poderoso de todos los tiempos, por fallar frente a unos adolescentes y no atraparlos.
Bellatrix la está mirando como si fuese un puzzle extraño que debe armar sin conocer la imagen final. Una mirada calculadora en los ojos y una clara diversión, aunque bastante escondida. Pero sobre todo, una mirada interrogante, y claramente ofendida. Como si pensase que ella es demasiado poco para ser su esposa. Como si creyese que Hermione no podría estar a la altura. Hermione sabe que no lo está, por supuesto, sobre todo si la última semana es algo por lo que decidir, pero aun así ella también se siente ofendida de que su propia esposa no la reconozca.
Sin embargo, y antes de que pueda decirle nada, se oye un pequeño escándalo de pies corriendo en las puertas, y alguien, un hombre, pregunta en voz alta qué demonios es lo que está pasando. Hermione no sabe que es lo que hace que se vuelva tan rápido ante aquella voz autoritaria, sin embargo sí que sabe qué es lo que causa el escalofrío que la recorre por completo y la deja tan horrorizada e inmóvil.
Porque ella no reconoce la voz, pero si reconoce al hombre que está allí delante.
Porque esta pesadilla está empeorando por momentos.
Porque el hombre que está parado en la puerta en toda su gloria es ni más ni menos que Tomas Marvolo Riddle Gaunt.
Lord Voldemort antes de convertirse en el monstruo desfigurado que era al final de sus días.
Y si ha escuchado correctamente, alguien a su lado lo acababa de llamar Ministro Riddle.
Hermione pensó que ya había sido suficiente por ahora. Esto era más de lo que podría permitirse asimilar en este momento. Y después de balbucear unos cuantos noes, simplemente se desmayó sobre Bellatrix. O bueno, lo habría hecho si su esposa no se hubiera apartado a tiempo, dejando que Hermione golpease de nuevo contra el suelo.
Por que esta no era su esposa, sino una impostora en un sueño, una pesadilla, que no se parecía en nada a la mujer que dejó atrás.
Con razón los demás aurores deberían estar en agonía. Esto es de lo peor que podría pasarle.
Aparentemente se había equivocado. Hermione 0, situación demasiado como para contar.
Después del desmayo de la mujer aparecida de la nada se hizo un silencio en la sala de aurores.
El ministro Riddle fue el primero en romperlo, preguntando qué demonios había pasado. Junto a él, Amelia Bones y un par más de aurores estaban esperando a ver qué era lo que decían los demás, que aun no habían guardado las varitas y están apuntando en dirección general hacia el cuerpo desmayado del suelo.
Moody pareció salir de su estupor el primero, y comenzó a explicarles la situación. Como una mujer desconocida aparentemente había caído del techo, como si hubiera aparecido de la nada, y como al principio parecía demasiado ida y en dolor. Pero después se recuperó lo suficiente como para dar su nombre, Hermione Granger-Black y decir que aparentemente era la ministra de magia. Que había reconocido a Kingsley y a él mismo por sus nombres y también a Tonks, relacionándola con Bellatrix correctamente. Aunque aparentemente el está muerto por que alguien llamado Voldemort lo ha matado.
Si el Ministro hubiera sido alguien con menos experiencia en oclumancia, probablemente habría cometido algún desliz al oír el viejo y tonto nombre que él mismo se había inventado después del rechazo de su familia muggle y que hacía demasiados años que no usaba. Casi ni lo recordaba, la verdad sea dicha. Pero siendo el experto que era, ni tan siquiera vaciló un ápice de su expresión.
Y así empezó a dar las ordenes necesarias. Primero, que llamaran a un inefable para saber si había algún fallo en las protecciones del ministerio y para que averiguara como había conseguido entrar esa joven mujer hasta allí sin pasar por las vías de acceso normales. Después de eso ordenó guardar silencio sobre dicha mujer y sobre el hecho de que había aparecido allí. Podría ser peligroso, incluso parte de un plan de sus enemigos y debían asegurarse que no se usaba la misma táctica para entrar y atacar a sus aurores. Y al final le dijo a Amelia que como jefa de los aurores debía hacerse cargo de llevar a la mujer a San Mungo y que le hicieran un chequeo mental. Además debía mantener allí una escolta para que nada ni nadie la pudiera interrogar y que nada se filtrase.
Fue en ese momento cuando Bellatrix habló.
-Dijo algo más. Dijo que era mi esposa. Y eso no es cierto. Pero ella tampoco mentía.
Y después apuntó con su varita a la mano derecha de la mujer inconsciente. Y allí todos pudieron ver que llevaba el anillo dorado con el blasón de la casa Black. El mismo anillo que actualmente lucía Amelia Bones en su mano derecha. En el dedo anular. El anillo que indicaba que estaba casada con Bellatrix Black.
El Ministro ya veía venir un problema de difícil solución. Y un dolor de cabeza enorme.
Lejos, muy lejos de allí, en otro mundo, en otra historia, en una habitación de San Mungo completamente protegida, una Bellatrix Black muy angustiada parecía aliviarse mientras su esposa se volvía a quedar tranquila y relajada después de haber estado retorciéndose de dolor y gritando de agonía. Estaban con ella en la habitación su hermana Andrómeda, su sobrina Tonks, los amigos de Hermione, Harry y Ron, y un inefable que estaba tomando notas y estudiando a su esposa como si fuera un maldito experimento.
-¿Habéis averiguado algo del tipo que hizo esto?
Bellatrix preguntó antes de saltar sobre el maldito encapuchado y zarandearlo por pensar que su Hermione era algo parecido a una rata de laboratorio. O algo así le había dicho Hermione que usaban los muggles para sus experimentos. Harry soltó un suspiro, lo cual significaba que no.
-Sabemos que odia a los muggles y que aparentemente amaba a Voldemort. Aunque no lleva la marca, y ni si quiera parece ser inglés. Robards y Kingsley se han unido para sacarle toda la información posible.
-Déjame ir a mi.
-Me encantaría hacer eso, de verdad que si. Pero necesitamos respuestas, y un cadáver no habla, Bellatrix, y dejarlo vivo no va a funcionar si le arrancas la lengua. Y créeme, se la arrancarías. Incluso yo tengo ganas de hacerlo cada vez que entro en esa maldita sala.
Bellatrix escucha el gruñido que sale de la garganta de Ron y no dice nada más. Sabe que el chico tiene razón. Pero eso no ayuda a su esposa y ella no puede quedarse sin hacer nada. Y sin embargo no hay nada que pueda hacer. No es una experta en pociones, solo sabe lo básico. No es una experta en sanar cuerpos y mentes, si no en destrozarlos. Y no puede torturar al idiota para sacarle la información aunque eso sería exactamente lo que querría hacer. No es que sea de ayuda ahora mismo.
Y no le parece justo. No le parece bien que ahora que Hermione debería estar más segura que ninguna otra persona en el mundo mágico, esté postrada en una cama de hospital sufriendo y convulsionando mucho peor que cuando ella la “torturó” en la mansión de los Malfoy cuando los llevaron prisioneros.
Bellatrix está desesperada. Por que su esposa sufre, y no quiere perder a otra mujer que ama. Esta vez no cree poder superarlo. Esta vez no tiene ninguna razón para seguir viviendo. Esta vez no tiene un mago de quien vengarse, ni una mujer que tozuda e inexplicablemente la ama aun cuando no lo merece. Necesita a su esposa, y mientras ella la necesite, Bellatrix estará a su lado.
Incluso si al despertar Hermione vuelve a su estado de enfurruñamiento y vuelve a alejarse de ella.
No le importa, mientras esté bien.