
Chapter 16
Susan Pevensie estaba lista para el ataque. Pero necesitaba un plan, y no tardó en urdirlo. Necesitaba una excusa para acercarse a Draco Malfoy. Era difícil. Estaba un año por debajo de él, y el Slytherin cada vez aparecía menos en público. La gente cuchicheaba que incluso faltaba a muchas clases. Ginny Weasley fue quien, en clase de Historia de la Magia, comentó el hecho con Luna y Susan, mientras hablaba de Harry Potter.
- Está convencido de que trama algo – dijo la pelirroja – Ron dice que incluso piensa que Malfoy podría ser un Mortífago.
- ¿Y en que se basa? – preguntó Susan, intrigada.
- No lo sé – dijo Ginny – todo el mundo sabe que no es trigo limpio. No sé si realmente hacen falta pruebas para tener esa sospecha.
- No, supongo que no... - contestó la muchacha.
No esperó un segundo más. Sabía que Potter podría ayudarle. No tendría que contarle nada sobre Narnia, simplemente ayudarle a investigar a Draco. Si había alguien con el mismo interés que ella en erradicar el problema que suponía Draco, ese era Harry Potter. Peter le había hablado del chico, no era muy cercano a él, pero al parecer, Hermione había hablado en una ocasión de un mapa que tenía el muchacho, con el que localizaba a personas dentro del castillo.
- Os veo luego, chicas – dijo Susan en cuanto terminó la clase.
Cargando su mochila en su hombro, salió corriendo del aula.
No tardó mucho en localizar a los alumnos de sexto de la casa Gryffindor. Peter se encontraba entre ellos, hablando con Neville Longbottom saliendo de clase de Encantamientos. Apenas miró a su hermano, que no se percató de que la Ravenclaw pasaba a toda prisa por delante de él.
- ¡Potter! – saludó la chica, causando que el muchacho se girara a mitad del pasillo.
El chico miró a Susan Pevensie, extrañado. La conocía, de un par de veces en las que la chica había acompañado a su padre en alguna visita rápida a Grinmauld Place con la Orden, pero jamás se habían parado a hablar más de dos frases sueltas sobre temas de no demasiada importancia.
- Susan... - dijo el chico - ¿Cómo estás?
- Muy bien – dijo ella con una sonrisa – perdón, venía con prisa... te he sobresaltado.
- No, no, tranquila – dijo él.
- Quería pedirte un favor – dijo ella girándose para mirar a su alrededor – pero no puede ser aquí.
- Intrigante – dijo él.
- Es sobre Malfoy – dijo ella por lo bajo.
La expresión de Harry cambió en un instante frente a Susan. El desconcierto se tornó en una expresión segura y firme que causó en la Ravenclaw una sensación de admiración. Con un gesto, El Elegido hizo un gesto para que lo siguiera.
Ambos desaparecieron, tras la esquina del pasillo, sin percatarse de que la sigilosa figura de Pansy Parkinson los seguía de cerca.
A Peter Pevensie no le sorprendió lo más mínimo que la Slytherin no acudiera a su cita para realizar el trabajo de Estudios Muggles. Tras esperarla durante más de media hora, el chico entró solo en la biblioteca, y se dispuso a buscar libros que pudieran ayudarle.
La zona reservada para asuntos relacionados con los muggles era mucho más amplia de lo que el muchacho hubiera esperado, ocupaba una amplia estancia de la biblioteca a la que se accedía por un pequeño pasillo. No encontró a nadie entre las empolvadas estanterías aparte de una pareja de alumnos de Ravenclaw que se sonrojaron al verse descubiertos por la presencia de otro alumno en aquel rincón adornado tan solo por ajados libros y telarañas. Huyendo sin decir una palabra, dejaron a el mayor de los Pevensie solo entre los tomos que asomaban entre las baldas.
Pero él lo agradeció. Por fin, algo de paz y tranquilidad. No podía negar que bajo su enfado por no haber visto aparecer a la Slyhterin, se escondía un sentimiento de alivio ante la perspectiva de no tener que compartir la tarde con ella.
- Poesía, poesía...- musitó para sí mismo.
- ¿El trabajo de Estudios Muggles?
La voz de su hermano Edmund lo sobresaltó, pero sonrió al darse la vuelta, afirmando con la cabeza.
- A eso mismo he venido yo, me ha enviado Astoria a por un libro – dijo el chico – menos mal que me ha tocado hacerlo con ella.
- No sabes cuanta – dijo su hermano – además he oído que para los de tercero y cuarto es más corto ¿no?
- Así es – dijo él – bendita Polly.
- La quiero mucho – dijo Peter – pero este trabajo va a ser una gran carga ¿Sabes con quien me ha tocado hacerlo?
- Dicen las malas lenguas que con Pansy Parkinson – dijo Edmund – ¿te lo puedes creer? La gente ya no sabe que rumores invent...
La cara de su hermano hizo que Edmund parara a mitad de frase, dejando caer su mandíbula hasta quedarse totalmente boquiabierto.
- No puede ser...
- Así es – dijo Peter – pero por suerte, me ha dejado plantado.
- ¿No crees que...? – comenzó a decir Edmund mirando a los lados – tiene que estar espiándonos.
- A nosotros... o a Polly – dijo Peter, en el mismo tono que él – de todas formas, seguro que no es trigo limpio.
- Hace unos días... me la encontré de noche sola en la Sala Común, parecía muy afectada... - dijo Edmund no pudiendo evitar susurrar – casi diría que... asustada. Parecía aterrorizada.
- ¿Qué hay de sus padres? – dijo Peter - ¿Qué sabes de su familia?
- Fueron partidarios del Señor Tenebroso en su momento – dijo el chico – seguramente estén metidos en su sequito, pero no se ha descubierto ninguna evidencia en contra de ellos. Si es que el Ministerio sigue buscando evidencias...
- Susan dice que es una absurdez pensar que puede ser una espía – dijo él – pero yo no las tengo todas conmigo. Si Draco está en el ajo, también lo está Parkinson.
- Solo estate atento – dijo él – pero no hagas caso a Susan. Suele tener razón, pero de esto sé más yo, que vivo en ese nido de víboras... No subestimes a Pansy Parkinson.
Lucy caminó hasta la puerta de la cabaña de Hagrid cargando con el enorme paquete que había aligerado con un sencillo encantamiento. Llamó a la puerta varias veces, pero nadie contestó, así que optó por abrirla suavemente y dejar el envoltorio con cuidado sobre la mesa, y cerró con cuidado.
- ¿Está Hagrid? – preguntó una voz a sus espaldas, sobresaltándola.
- ¡Que susto! – no pudo evitar exclamar la chica, mientras retomaba la respiración inhalando con fuerza – no, eh... parece que ha salido... me pidió que le hiciera un encargo... bueno, una cosa suya, pero he ido a traérselo y no lo he encontrado...
- Ah, no pasa nada – dijo el muchacho con una sonrisa – siento haberte sobresaltado... soy Dennis Creevey...
- Lo sé – dijo ella – vamos a algunas clases juntos, yo soy Lucy, Lucy...
- Pevensie, lo sé – dijo el muchacho sin perder su amable sonrisa – la nueva.
- Eso es – dijo ella – "la de Ilvermorny", como dicen algunos.
- Perdí una apuesta contra mis compañeros – confesó el chico, sin pensar – pensaba que el sobrero te pondría en nuestra casa. Tenías cara de Gryffindor.
- Oh... bueno, supongo que el sobrero no pensó lo mismo – dijo, riendo.
- Supongo que no – dijo él – bueno... pues vendré a ver a Hagrid en otro momento... ¿subes al castillo?
- Sí... - dijo la chica – por fin viernes... estoy desando cenar e irme a la Sala Común, estoy agotada.
- Yo también – dijo el muchacho – por fin he conseguido arreglar la vieja guitarra de mi padre, estoy deseando practicar un poco más con ella...
- Qué curioso – dijo ella – es extraño, pero me acabo de dar cuenta de que no muchos magos se interesan por la música... por aprenderla, quiero decir.
- Mis padres son muggles – dijo él – y les encanta la música.
- Los míos no lo son – dijo ella – pero en lo segundo coinciden con los tuyos. Tendrás que enseñarme algún día alguna de las canciones que aprendas.
- Cuenta con ello – dijo el muchacho.
Lucy pensó que el Gran Comedor estaba demasiado cerca para cuando hubo llegado a sus puertas en la compañía del joven Gryffindor. Hablaron y rieron sin parar, compartiendo sus canciones favoritas el uno con el otro.
- ¡Lucy! – exclamó Eleanor desde las escaleras – por fin te encuentro... he tenido un día horrible.
La muchacha agarró a su amiga del brazo sin percatarse de que se encontraba en medio de otra conversación. La Hufflepuff tiró de ella hacia el comedor, mientras la menor de los Pevensie se giraba con una sonrisa para despedirse de su nuevo amigo.
- Ánimo con esa guitarra – dijo en un instante, causando una sonrisa en el chico.
Eleanor la arrastró al comedor, sin parar de hablar, pero Lucy tardó unos segundos en poder conectar con lo que decía.
- El jefe de mi padre, Gareth Greengrass... - dijo la chica trayendo a Lucy de vuelta a la realidad – ha amenazado con despedirlo, mi madre está muy angustiada.
- ¿Por qué motivo? – preguntó Lucy, pensando en Astoria.
- No lo sé, no podemos saberlo ¿Recuerdas? – dijo ella, como si fuese obvio – trabaja en el departamento de misterios.
- Es verdad... - dijo Lucy.
- El Ministerio de Magia está en peligro, con gente como Greengrass trabajando ahí – dijo la muchacha – en el departamento de misterios ¡Nada menos! Se está infiltrando, Lucy.
- ¿Qué crees que buscan allí?
- Te lo repito, no lo podemos saber, pero estudian magia profunda, magia inestable... pueden estar buscando cualquier cosa allí...
- ¿Habéis pensado ir a la Orden? Ellos quizás puedan ayudar.
- Eso sí que le costaría el trabajo a mi padre – dijo la chica – se ha prohibido que los Inefables formen parte de ningún movimiento político... deben salvaguardar... lo que sea que guarden allí... si se sospecha de ellos, de que puedan estar dando esa información... podría suponer la prisión de por vida... Azkaban....
- La Orden no es un movimiento político... ¿Y Greengrass? ¿No has dicho "Gente como Greengrass"? ¿No pertenece a un grupo?
- Oficialmente no, pero es un hombre peculiar – dijo ella – sangre limpia, y familia con conexiones.
- Su hija es perfectamente normal – dijo Lucy.
- ¡Yo no me fio! – exclamó su amiga.
Lucy decidió no volver a sacar el tema. Escuchó a su amiga girar un par de veces más en torno al tema hasta que se relajó y comenzó a hablar con otros compañeros de su casa sentados alrededor. La mirada de Lucy Pevensie fue entonces a parar a la mesa de Slytherin, donde Edmund reía con su jersey de Quidditch aún puesto después del entrenamiento. No pudo evitar fijarse en que, a su lado, Astoria parecía más triste que de costumbre. Parecía incluso algo enfadada.
No podía ser ¿Verdad? Conocía a Astoria. Astoria era buena ¿No? No podía empezar a dudar. La duda era igual a división. Astoria no era su familia. Tenía sus propias opiniones, su propia forma de pensar. No importaba lo que Eleanor dijera.
Un escalofrío volvió a recorrer su espalda. Se giró, pero no encontró a nadie ahí. La zona tras ella se encontraba vacía. Y, sin embargo, habría jurado de nuevo que alguien la observaba.