Peligrosa Tentación

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
Peligrosa Tentación
Summary
Todo comenzó con una poción de valor y siguió con las condiciones del Ministerio de Magia para devolverle la varita a Draco Malfoy.
Note
Buenas, esta historia omite el epilogo de la obra original de Harry Potter ;).
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Draco Malfoy vio a Potter en cuanto entró al salón donde iba a celebrarse la conferencia del Ministerio de Magia. No era difícil distinguir al gran celebrado y reconocido por la comunidad mágica Harry Potter, era el que siempre estaba rodeado por mujeres y hombres que peleaban y gritaban sus más grandes acciones:

—Corazón de Bruja dijo esta semana que tengo la sonrisa más linda —dijo una mujer. 

—Me enfrenté a un vampiro y logré que se deshiciera bajo el sol. —dijo un hombre.

 Draco no sabía nada de la bruja que decía tener mención en Corazón de Bruja y no había escuchado de nadie que venciera a un Vampiro de la forma que se hacía en cuentos muggles. Lo que Draco sí sabía era que según Corazón de Bruja, Harry Potter era el único mago capaz de competir contra el efecto de una Veela y detener el corazón de alguien, de una persona ingenua, claro.  Draco no era ingenuo. De hecho, no caía a los pies de Harry Potter porque lo odiaba con toda su alma. No importaba que el Salvador o el Elegido, como le gustaba llamarle a los medios, hubiese declarado a su favor en los juicios en su contra después de la Guerra. 

Draco observó a Potter una vez más con algo de disimulo. Odiarlo no significaba que no pudiera admirar algunas cosas, como su cuerpo fibroso, por ejemplo. O sus poderosas piernas, o su anchísima espalda, o sus ojos verdes… 

Un momento, ¿Potter estaba sonriendo?

—¡Argh! Se quejó. Había otras cosas que Draco no podía soportar, eso era la arrogancia de Potter. De hecho, si hubiese una Academia de Arrogancia, Harry Potter sería el primero de la clase. Draco aún recuerda el día que perdió su orgullo y lo buscó para agradecerle el acto de declarar a su favor en los juicios posteriores a la guerra. Potter tuvo el descaro de ignorarlo y despreciarlo—. Estupido —murmuró. 

Como si se hubiese dado cuenta de que estaba mirándolo, Potter giró la cabeza hacia él y arqueó ligeramente las cejas, dedicando en su dirección una mirada de arriba abajo mientras esbozaba una sonrisa de lado. Una sonrisa que hizo que Draco sintiera un escalofrío por todo el cuerpo. Aquella era la sonrisa de un conquistador, de un hombre que sabía lo que quería y cómo iba a conseguirlo. 

Típico de Potter.

Por algún motivo, se dedicó a observar un poco más. Potter logró zafarse de su grupito de admiradoras y admiradores y se dirigió directamente hacia él. Draco sabía que debería dar media vuelta y salir corriendo antes de que lo alcanzara, pero los pies no le respondieron. Era como si le hubieran lanzado un hechizo de inmovilidad. 

Malfoy —lo saludó Potter. 

A Draco le hirvió la sangre por su tono falso de cortesía, y en respuesta, él se puso muy recto y apretó los labios antes de hablar:

Potter—detrás, vio un grupo de mujeres que acababa de dejar mirando sonrojadas—, parece que tienes la vida amorosa resuelta durante un mes. 

Potter desvió la mirada hacia las fanáticas enloquecidas. 

Pues... son todas tuyas… si las quieres Tenía una voz grave y profunda, el tipo de voz que hacía que Draco pensara en sábanas revueltas, cuerpos sudorosos, respiraciones jadeantes… deseos que había dejado a un lado durante meses, y que pensaba seguir dejando de lado—. No me molesta compartir. 

¿Qué?

Draco dejó escapar un poco de aire. Potter hacía que se sintiera alterado, con ganas de hechizarlo y maldecirlo (si tan sólo tuviera su varita), en su lugar, sólo levantó la barbilla un poco para aguantar la mirada fija del Salvador sin parpadear.

Esa falsa modestia, Potter —logró decir al fin. Potter pasó a mirarle la boca y su media sonrisa le produjo otro escalofrío por todo el cuerpo. Bueno, dejaré que vuelvas con tus admiradoras… Empezó a darse la vuelta, pero Potter lo agarró de la muñeca y Draco sintió una descarga eléctrica recorriéndole el brazo. Tal vez Potter sintiera lo mismo porque retiró la mano. No sirvió de mucho, a Draco le quedó una sensación ardiente allí donde sucedió la descarga eléctrica.

Esperaba hablar contigo, Malfoy. Bueno, más concretamente esperaba invitarte un café,  ¿qué dices? Creo que quieres salir de este lugar tanto como yo.

No , pero levantó la barbilla con los ojos entrecerrados.

Malfoy, ya estamos fuera de Hogwarts, la guerra terminó. Dos viejos rivales pueden ser amigos, ¿no? 

No según mi manual —el manual decía que no debía buscar a Potter y agradecerle porque sería ignorado y humillado. Lo aprendió no siguiendo las instrucciones del manual.

 Potter no captó el sarcasmo:

¿Tienes un manual? preguntó serio. 

Malfoy luchó por no poner los ojos en blanco, lo evitó acariciando su muñeca con fastidio. Hoy estaba seguro de una cosa: nunca sería amigo de Harry Potter. Con algo de estrés por la situación, se bajó la manga para taparse la muñeca. ¿Por qué le había alterado tanto el contacto de Potter?

Tengo entendido —intentó proseguir Potter—, que quieres abrir un hogar para  las víctimas de la guerra. Yo también, y he estado en conversaciones con familias como los Smith.

Draco parpadeó y se le cayó el alma a los pies. ¿Potter estaba intentando aliarse a él? Ok, sí, era un proyecto que tenía. Y no, no buscaba limpiar su nombre, tal vez su culpa, pero teniendo a Potter en el proyecto los comentarios serían desastrosos. Podía visualizar titulares sobre cómo se aprovechaba de la fama de Potter. Si apenas podía caminar en el callejón Diagon, en alianza con Potter no podría hacerlo.

Potter, no se me ocurre nada que te haga pensar que podamos ser amigos, y mucho menos socios.

¿Quién está pidiendo que seamos socios? Solo amigos, Malfoy respondió, pero Draco notó algo extraño en la pronunciación de amigos. Y se me ocurren un montón de razones. Por ejemplo, tenemos 23 años, no 11.

Draco le dirigió una mirada que habría aterrado a un transeúnte que lo conociera o no:

Si esa es una de las tantas razones, ya me imagino la otra cantidad de ridiculeces que puede llegar a pensar una cabeza como la tuya, Potter en respuesta, escuchó una risa con ganas  y él sintió un hormigueo por toda la espalda.

No me atrevería a decirte lo que puede llegar a pensar mi cabeza replicó con una sonrisa. Creo que podría asombrarte en lo más profundo de tu ser.

¡Maldito fuera por ser tan atractivo! ¿Qué decía? ¡Maldito fuera por ser tan odioso!

—Lo más profundo de mi ser, Potter, quiere poder sacar su varita y hechizarte. Pero no tengo varita, porque el Ministerio me la confiscó hace cinco años. 

Y lo más profundo de su ser, también quería evitar sentir esas malditas palpitaciones entre las piernas. Draco estaba descubriendo lo débil que podía ser.

¿intentas asombrarme, Malfoy? Muy bien, tendré que esmerarme para ver si consigo que tengas mejor concepto de mí replicó Potter con una sonrisa arrebatadora. ¡Argh! No, una sonrisa asquerosa.

¡Harry! una joven rubia se acercó sobre unos tacones y sacudiendo una mano con una tarjeta. Se trataba de Daphne Greengrass, Draco se sorprendió de verla. Se me olvidó darte el número de mi casa para que te comuniques por red flú.

-Gracias, Daphne. Nos estamos viendo —Potter le dedicó una sonrisa que seguro dejó a la chica sin aliento. Draco tragó y miró lejos cuando Daphne se fue sin dedicarle una sola mirada. Los Greengrass no querían saber nada de los Malfoy. Por suerte, logró recuperar la compostura para poner los ojos en blanco e inclinarse hacia un lado como si fuera a vomitar. Luego, se incorporó y lo miró a los ojos.

¿De verdad…? —intentó preguntar. 

Está en prácticas, quiere ser auror, así que soy su tutor.

Draco se rió con sarcasmo y no supo qué le irritó más, si su gesto serio o que Potter de verdad creyera que iba a engañarle con esa mentira. 

—¿Dónde la entrenas? ¿En tu oficina o en tu dormitorio?

Potter no dejó de mirarle a los ojos y esbozó media sonrisa.

Tus celos son un halago para mí, Malfoy. ¿Quién iba a decir que detrás  de ese corazón de hielo había un hombre ardientemente apasionado por mí?

Draco cerró los puños dominado por una rabia incontenible que hizo que lo viera todo rojo. Potter se estaba divirtiendo provocándolo, podía verlo en sus ojos. Estaba jugando con él y era un estupido por caer en su juego. Sin embargo, ¿cómo no iba a hacerle caso? Potter no era el tipo de hombre al que se podía no hacer caso. Le encantaría darle una bofetada ya que no tenía su varita, le encantaría patearle las piernas, le encantaría arañarle la cara o partirle la nariz como hizo una vez. ¡Oh, qué grandes recuerdos!

Además (y que Merlin se apiada de su alma) le encantaría acostarse con él para comprobar si era tan buen amante como decían las habladurías. Y eso que los hombres no les interesaban lo  más mínimo. Además, tampoco quería las complicaciones y el tira y afloja de una relación. Sin embargo, cuando tenía cerca a Harry Potter, se le revolucionaban todas las hormonas, no podía pasar por alto las palpitaciones y las descargas de deseo. Aunque tenía que pasarlas por alto, ya que no estaba dispuesto a acostarse con su enemigo. Una cosa era lo que le encantaría y otra estar dispuesto a hacerlo. Buscó ocultar todo su conflicto con una mirada cargada de rabia:

No me acostaría contigo ni aunque me pagaras todo el oro de tu bóveda, Potter.

Los ojos de Potter dejaron escapar un destello y esbozó una sonrisa de seguridad en sí mismo que lo sacó de sus casillas.

Vaya, no irás a creer que soy uno de esos hombres que pagan por sexo. Malfoy, ¿es que no lo notas?

¿Qu-Qué tengo que notar? Le fastidiaba haber balbuceado, pero el corazón le daba saltos por el pecho y su presencia le producía una oleada de energía por todo el cuerpo.

La energía que salta entre los dos. Yo la noté en cuanto te vi en la habitación.

No. Draco no pensaba reconocer que también lo notaba. Disimuló que tragaba saliva con el corazón cada vez más acelerado y con palpitaciones entre las piernas como si lo hubiese tocado. Estaba como preso de un hechizo. Notaba la intensidad de la energía de Potter que le llegaba en oleadas. Percibía su presencia como si fuera un hechizo vinculante y su calidez le llegaba hasta el rincón más íntimo de su ser.

Llevaba meses de abstinencia e, incluso, llevaba semanas sin pensar en el sexo. Sin embargo, de repente, su cabeza estaba llena de imágenes en la cama con Potter, en un revoltijo de sábanas y con el cuerpo sudoroso y acalorado por un placer devastador. Tenerlo cerca hacía que vibrara por el deseo que de pronto necesitaba sofocar o anestesiar. Era un deseo constante entre las piernas que le palpitaba al ritmo del corazón. Haciendo un esfuerzo consiguió reunir toda su fuerza de voluntad:

Estás soñándolo… se apartó y se frotó la barbilla mirándolo con el ceño fruncido. No vuelvas a acercarte a mi o no seré responsable de mis actos. Podré no tener varita, pero he aprendido algunos trucos muggles añadió entre dientes.

Potter fingió que sentía un escalofrío, esbozó su sonrisa burlona y le brillaron los ojos antes de alejarse sin decir nada más y Draco se quedó chirriando los dientes y deseándolo. 

No,  odiándolo más.

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