Peligrosa Tentación

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
Peligrosa Tentación
Summary
Todo comenzó con una poción de valor y siguió con las condiciones del Ministerio de Magia para devolverle la varita a Draco Malfoy.
Note
Buenas, esta historia omite el epilogo de la obra original de Harry Potter ;).
All Chapters

2

Eran casi las tres de la madrugada cuando Draco Malfoy llegó al hotel donde el Ministerio lo tendría confiscado al menos por un año más. Entonces, alguien golpeó a su puerta. Al abrir se topó con Potter.
—Lo que sea que quieras decirme, ¿no puede esperar hasta la mañana? —preguntó, fingiendo un suspiro.
—Ya es de mañana —contestó Potter como si nada.
—No es un buen momento, Potter.
—¿Estás con alguien? —Lo interrogó.
Tal vez, Malfoy debió intuir algo en ese momento, pero no lo hizo, y fue todo lo sincero que podía ser.
—Aunque no te lo creas, estoy solo.
Potter resopló como si no terminara de creerle. ¿Quién se creía que era?
—Entonces, no hay ningún motivo para que no puedas invitarme algo, ¿no?
No, no lo tenía.
Sí lo tenía. Lo odiaba.
—¿Por qué no puedes esperar hasta una hora decente?
—¿Qué parte de quiero pasar la noche contigo no entiendes, Malfoy? —ahora Potter estaba rojo. Y Malfoy también.
—Tú… Tú…
Potter dejó escapar un suspiro exagerado.
—No deja de sorprenderme el concepto tan malo que tienes de mí. De acuerdo, me rindo —Potter levantó ambas manos al aire y empezó a girarse.
El miedo se apoderó de Malfoy, tenía que dejarlo ir, eso le decía su instinto. Sin embargo…
—Espera —lo detuvo—. Muy bien. ¿Qué quieres? —hizo una pausa hasta que aclaró—: De beber, claro.

Draco no podia seguir haciendose el tonto. Sabía lo que Potter quería. Podía verlo en sus ojos y podía sentirlo en el aire. Era una vibración de tensión sexual que brotaba de él en oleadas que despertaban un torbellino de anhelo. Aunque tenía que admitir le espantaba desearlo. Lo espantaba y lo abochornaba.
¿Cómo podía estar pensando en acostarse con Potter? Era un playboy, un hombre que tenía una puerta giratoria en su dormitorio. Reconocer que lo atraía era rebajarse. ¿Qué complejo autodestructivo tenía para desear a un hombre que no le caía bien siquiera?
—Café —respondió Potter—. Yo lo haré.
Draco arqueó sus cejas mientras Potter iba hasta la pequeña cafetera que había. Esa actitud de tomar la iniciativa le habría indignado en otra ocasión, pero estaba cansado y alterado y le tentaba la idea de que otro hiciera el café.
—Muy bien.
Se dejó caer en el pequeño sofá delante de la televisión
La cafetera empezó a bullir al cabo de un momento y Draco captó el hipnótico aroma del café recién hecho. Potter sirvió dos tazas y se acercó con ellas.
—Toma, solo y fuerte.
Draco tomó la taza con el ceño fruncido.
—¿Por qué sabes cómo me gusta el café?
—Ha sido una casualidad afortunada —contestó con un destello en los ojos.
Draco tuvo que arrugar los labios para no sonreír. No quería animarlo… ¿o sí? La idea se abrió paso en su cabeza. La peligrosa idea de tantear esa tensión que había entre ellos era como una corriente ardiente que le recorría todo el cuerpo, que se le filtraba y que despertaba su deseo y las posibilidades. Unas posibilidades que se había prohibido a sí mismo. Potter era un playboy desalmado que llevaba la palabra «rompecorazones» escrita en la frente.
Entonces, se preguntó: ¿por qué no iba a darse un gusto de vez en cuando? Le había dado mucho a su ex a cambio de nada. ¿Por qué no iba a darse el capricho de estar con un hombre que solo quería una relación sexual sin ataduras?
Potter tomó la silla del escritorio y se sentó al lado del sofá. Puso un tobillo encima del muslo contrario con naturalidad. Dio un sorbo de café y vio de soslayo que él hacía lo mismo. Se fijó en la enorme mano que sujetaba la taza y no pudo evitar imaginarse esos dedos recorriéndole el cuerpo, acariciándole rincones que no sentían nada desde hacía meses y que empezaban a palpitar como si hubieran despertado después de una hibernación.
Se sentó más recto en el sofá y estuvo a punto de derramar el café.
—Uy… —secó un par de gotas que caían por la taza antes de que llegaran al sofá.
—¿Te has quemado…? —le preguntó Potter con una sonrisa enigmática.
—No, estoy bien.
Potter se balanceó sobre las patas traseras de la silla y lo miró con curiosidad, luego se acercó hasta que se quedó a unos centímetros. No lo tocó, pero estaba tan cerca que podía verle unos puntos oscuros en los iris verdes. Draco desvió la mirada a su boca y sintió como un aleteo por dentro, un aleteo que le recordó todas las necesidades que había pasado por alto durante mucho tiempo, unas necesidades que Potter despertaba cada vez que estaba cerca, unas necesidades eróticas que tenía que satisfacer. Captó la calidez de su cuerpo y la tensión que se transmitía a través de la poca distancia que los separaba.
Tengo que tocarlo, se repetía en la cabeza con unas ganas de hacer lo que le pedían los instintos que ya no podía dominar. Puso las manos sobre el pecho de Potter y se agarró a su camiseta. Una parte de su cabeza le decía que no se acercara más y la otra le decía exactamente lo contrario. Era un tira y afloja por todo el cuerpo. Lo atraía como un imán al hierro, era una fuerza irresistible que se imponía a cualquier táctica que hubiese podido elaborar, si hubiese elaborado alguna, claro.
Su parte racional estaba desconectada y su cuerpo dictaba lo que había que hacer, había tomado las riendas y se dejaba llevar por los instintos más primitivos, no por la lógica o la sensatez. Soltó una de las manos de la camiseta y la llevó a la nuca. Se inclinó y acercó todo lo que pudo la boca a la de Potter sin llegar a tocarlo.
No sabía por qué estaba jugando con fuego de esa manera, no sabía por qué se acercaba tanto a la tentación cuando sabía que su capacidad para resistirse era más que dudosa.

Sin embargo, era como si tuviera un duendecillo maléfico por dentro que quería comprobar qué pasaría. sabía que era peligroso, pero le parecía apasionante que los dos estuvieran balanceándose en la cuerda floja del dominio de sí mismos sin saber quién se caería primero. El corazón latía al mismo ritmo de las palpitaciones incesantes que sentía entre las piernas.
—¿Crees que estoy impaciente por que me beses, verdad?
—Será un beso como no te han dado en tu vida —Dijo Potter con una voz ronca y sensual y Draco se estremeció de los pies a la cabeza. Arrastrado por ese demonio interior, se acercó un poco más y olió su aliento con olor a vainilla y café.
—Te crees irresistible, crees que nadie con sangre en las venas puede resistirse a ti, pero yo sí puedo.
¿Podía? A lo mejor sí, pero ¿por qué iba a hacerlo? Los dos querían lo mismo, una relación sexual sin ataduras, ahondar un poco en el deseo que brotaba entre los dos. ¿Qué tendría de malo si le daba ese gusto a sus sentidos?
Potter le tocó la nariz con la punta de la suya. Fue un contacto casi inapreciable, pero también fue como una descarga por todo el cuerpo.
—No estás resistiéndote a mí, estás resistiéndote a ti mismo. Me deseas con todas tus fuerzas y lo noto cada vez que te veo.
Draco lo agarró del pelo casi con ganas de hacerle daño.
—Creo que es imposible odiar a alguien como te odio a ti —Potter volvió a esbozar una sonrisa indolente.
—No me odias a mí, odias lo que hago que sientas… y hago que te sientas ardiente.
—No siento nada cuando estoy contigo —Era un mentiroso, estaba derretido por el deseo.
Potter se rio, le puso las manos en las caderas,lo puso de pie, y lo atrajo hasta que lo tuvo pegada a su cuerpo.
—Entonces, veamos si puedo hacer algo al respecto —Y lo besó con decisión y firmeza.

Sign in to leave a review.