Peligrosa Tentación

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
Peligrosa Tentación
Summary
Todo comenzó con una poción de valor y siguió con las condiciones del Ministerio de Magia para devolverle la varita a Draco Malfoy.
Note
Buenas, esta historia omite el epilogo de la obra original de Harry Potter ;).
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Prólogo

Prólogo

Hermione hablaba muy tranquila con Harry sobre la obvia fascinación que tenía con Malfoy mientras maniobraba con una agilidad y delicadeza que solo ella podría lograr alrededor del arte de elaborar pociones. 

—Desde sexto que sé que estás fascinado con Malfoy, Harry —la chica apagó el mechero—. ¿Qué digo? Desde primero tienes una obsesión por él —se encogió de hombros—. ¡Pero qué digo! Está claro que no es una obsesión. Siempre has estado interesado en él. Creo que es hora de que lo admitas.

—¡Por favor, Hermione! ¿Cómo voy a estar interesado en él?

—Tomaste El Profeta de mi mesa sólo porque viste a Malfoy en la portada. ¡Ah! —su amiga elevó un dedo haciendo que callara lo que sea que estuviese por decir—. Y no sólo lo leiste, sino que te dedicaste a refutar en voz alta todo el artículo —Hermione bajó la mano y suspiró hondo—. Lo defendiste en los juicios, Harry. Si Malfoy no terminó en Azkaban fue por ti. Tu testimonio logró que solo lo condenaran a diez años sin varita y cinco en el mundo muggle bajo el radar del Ministerio de Magia. 

—Y cuando trató de agradecerme —interrumpió Harry, porque Malfoy intentó agradecerle—, le dije muy claramente que nuestros caminos iban en direcciones opuestas. ¿Ves? Esa fascinación que mencionas no existe, Hermione. 

Su amiga, de todas formas, sacudió la cabeza.

—¡Porque tenías miedo! Y porque tenías esa tonta idea en la cabeza de que Ginny era el amor de tu vida —Harry decidió ignorar a su amiga y se acercó al caldero abandonado momentáneamente. El vapor que desprendía era denso—. Tu silencio es la respuesta, Harry —la voz de su amiga sonó más lejos, luego escuchó el ruido de frascos.  Lo que sea que Hermione haya preparado estaba listo y ella estaba buscando donde guardarlo. 

—¡De acuerdo! Tienes razón —admitió Harry, que frunció el ceño en cuanto las palabras dejaron su boca.

¿Qué acaba de admitir? Cuando levantó la mirada, incluso Hermione parecía sorprendida. 

—Vaya, al fin —dijo ella, vertiendo un poco de la poción del caldero dentro del frasco en sus manos. Estaba por agregar algo más cuando alguien llamó a la puerta—. Toma esto, iré a ver quien es.

Harry tomó la poción. Elevó el pequeño frasco y lo observó. Se veía como el felix felicis. 

—No me vendría mal un poco —murmuró. Miró el caldero, aún quedaba una pequeña cantidad en lo más profundo del recipiente. Echó una ojeada en dirección a la puerta, su amiga aun no regresaba. Esa noche tenía una velada en una de las tantas sedes del Ministerio de Magia. Estaba seguro que Malfoy se dejaría ver, estaba obligado a asistir a todo evento del Ministerio por sentencia. Y como extrañamente había admitido, no podía apartar sus ojos del hombre sentenciado y exiliado al mundo muggle cada vez que lo veía. 

Draco había cambiado mucho en cinco años. Estaba comprometido con toda empresa de donación. Por lo que se decía en esos círculos, Malfoy quería organizar su propio hogar de beneficencia. Harry estaba seguro que al menos lo admiraba. Lo había visto en los últimos banquetes, siempre buscando hablar con algunos peces gordos, y siempre ignorado. Su tenacidad hacía que lo siguiera a escondidas durante toda la velada. 

¿Cómo haría para mantenerse alejado esta vez? se preguntó Harry. Que le gustara era una cosa, buscar que pasara algo entre ellos era distinto. Malfoy lo odiaba. Nunca pasaría nada.

Sí, era infeliz. 

Necesitaba esa gota de felix felicis, quizás podría ayudar a Malfoy a establecer contactos con peces gordos. Tomó una cuchara, raspó el fondo del caldero, miró una vez más a la puerta y  se dijo que unas gotas de felix felicis no le haría mal mientras se la llevaba a la boca.

—¡Argh! —Estaba horrible. Y estuvo seguro que no era felix felicis.

¡ Ay, no ! ¿Qué mierda acababa de beber?

—¿Harry? —Hermione estaba de regreso y él aún tenía la cuchara en la mano—. Harry, dime que no…

—No es felix felicis —se quejó.

—No, no lo es. 

—¿Qué era?

—Valor.

—¿Valor? —su amiga asintió. Bien, no era tan malo—. ¡Oh! Bien —cedió  el frasco a las manos de Hermione y sonrió—. Ahora debo irme, Herms. Tengo un banquete en una de las sedes del Ministerio. Malfoy estará allí, debo conquistarlo y pasar la noche con él —abrió los ojos al igual que su amiga cuando las palabras fluyeron a través de sus labios—. Ah... yo... no... ¡Eso haré! Será lo mejor. ¡Me muero por tener sexo con Malfoy! —guiñó el ojo a su amiga antes de formar la expresión del pánico en su rostro—. Dime que su efecto no dura mucho, Hermione.

—No lo sé. No bebiste mucho, capaz y cuando llegas ¿ya no hay efecto?

—¿Me lo estás diciendo o me lo estás preguntando? ¡No puedo ir! —pero su cuerpo se movió por sí solo—. Creo que sí. No voy a poder combatir la poción porque… el miedo se anula en nada —respiró hondo—. De acuerdo, ojalá se vaya rápido el efecto.

No quería, pero Harry no se amedrentaba al miedo.

¡Oh! Claro, valor.

Valor líquido. 

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