
XXVI. SIR NICHOLAS DE MIMSY-PORPINGTON
Hermione despertó en la mañana y sonrió al sentir unos brazos sobre su cintura como si temiera que ella escapara, una respiración acompasada apenas perceptible a sus espaldas. Sábanas de algodón egipcio azul marino, los rayos de sol entrando por la ventana, montañas nevadas… el paisaje parecía de ensueño. Deseaba levantarse pero temía que al retirar los brazos de Draco, él se despertara.
Cerró los ojos intentando volver a quedarse dormida, pero en su mente empezó a revivir lo ocurrido horas atrás. Las caricias, los besos… una pequeña corriente eléctrica recorrió su cuerpo. Entonces lo supo, supo que lo suyo con Draco era mucho más profundo que el enamoramiento de adolescente que había tenido con Ron. Estaba irremediablemente enamorada de él, y lo sabía porque de otro modo no se hubiera entregado en cuerpo y alma la noche anterior. Sí, lo amaba, lo había amado cuando se lo encontró en el Londres muggle gracias a Theo, cuando se apareció en su casa porque cumplían un mes juntos, cuando tomó su mano debajo de la mesa aun cuando había un salón lleno de personas que no sabían que se amaban. Lo amó aún más cuando él lo murmuró antes de caer rendidos horas atrás.
Con el corazón henchido de felicidad, suspiró ante esta nueva revelación. Deseaba abrazarlo, besarlo, pero a la vez se sentía tan bien así, con Draco abrazando su cintura que prefirió disfrutar de esos instantes hasta que él despertara.
Rato después lo sintió moverse y aprovechó para levantarse rápidamente. Lo observó unos instantes dormir, tan bello, tan lleno de paz y se mordió los labios para no hacer ruido, porque realmente deseaba gritar y brincar por todo lo que había pasado.
Llamando a la cordura, buscó su varita, transfiguró su vestido en un abrigado pijama de lana y se dirigió al baño para asearse. Unos quince minutos después estaba en el vestidor trenzando su cabello, ida en sus pensamientos, cuando la sorprendió la presencia de Draco a sus espaldas, recostado en una columna, las piernas cruzadas a la altura de los tobillos. Vestía un pijama de satín negro y llevaba las manos en los bolsillos del pantalón. La veía con embelesamiento y eso, de pronto, intimidó a la joven bruja, quien se sonrojó.
—¿Qué miras? —inquirió volviendo a su trenza intentando ignorarlo.
—A ti… —dijo sonriendo con picardía.
—Hmm… me estás poniendo nerviosa, y solo estoy arreglando mi cabello.
—Me gusta tu cabello. —Hermione lo vio con duda y él levantó las manos en señal de rendición—. En mi defensa, no era así de bonito hace años.
—Era solo una niña, esas cosas en aquel momento no eran importantes…
—Lo sé. —Sonrió de lado y se acercó para detener sus manos—. Me gusta verlo suelto.
—Es un desastre por las mañanas —se quejó.
—No pienso igual. —Se inclinó para besar su mejilla y luego la abrazó por la espalda—. Buenos días.
—Buenos días… —sonrió.
Sus miradas se encontraron a través del espejo frente a ellos y pudo leer en su mirada brillante la complicidad de la pasión vivida la noche anterior. Lentamente, Draco empezó a acariciar su piel, cada roce despertando los rincones más profundos de su cuerpo y de su alma, su aliento fresco por el reciente uso de la pasta dental erizando cada poro. El mundo exterior podía esperar…
Los días siguientes fueron una locura por las reuniones en familia y amigos. Hermione siempre asistía a la cena de Nochebuena con todos los Weasley en La Madriguera y ese año no pudo ser la excepción, por lo que Draco aprovechó para visitar a sus padres en Malfoy Manor con la ilusión de que habían quedado en encontrarse en Sunserley después de cada actividad para vivir su primera Navidad juntos. Draco había comprado unas bengalas del doctor Filibuster y se divirtieron lanzándolas en medio de la noche mientras comían muchas golosinas.
Por la mañana, abrieron los regalos y Hermione se sorprendió con una preciosa caja de música que se dio cuenta al abrir, que estaba encantada mágicamente para tocar una de sus melodías favoritas. Ella le había dicho en alguna ocasión que le gustaban las cajas de música antiguas y que guardaba con mucho cariño la que había pertenecido a su abuela materna. No dudó en abrazarlo por la emoción; él siempre prestaba atención a esos detalles y lo amaba aún más por eso. También le había regalado uno de los libros de pociones que tenía en Sunserley el cual ella había leído ávidamente tres veces en pocas semanas.
—Draco, sé que este también es de tus favoritos. Además, es una primera edición…
—Tengo otras ediciones, quiero que este lo tengas tú.
Hermione volvió a abrazarlo y luego llegó el turno de Draco. Ella le entregó dos regalos. Había enmarcado su primera foto juntos tomada con la cámara Polaroid de su padre la tarde que cumplieron un mes juntos; con un encantamiento Gemino, había hecho otra para ella, la cual había puesto en su mesa de noche. Draco besó a la Hermione de la foto y luego le dijo «me gusta más la original» y besó sus labios; posteriormente abrió el segundo regalo que ella le había dado.
—¿Azul? —dijo intrigado cuando encontró una bonita camisa en ese color.
—Estoy segura que este azul oscuro se te verá muy bien —le dijo en tono meloso.
—A mí cualquier color se me ve bien —le dijo con arrogancia.
—¿Y cómo voy a saberlo si solo vas de negro?
Draco mantuvo su mirada unos segundos y luego, sin darse el chance de analizarlo, se quitó la camisa y se colocó la nueva. Hermione le ayudó a abotonarla.
—Yo sabía que iba a resaltar el gris de tus ojos —sonrió complacida besando rápidamente sus labios—. Te ves muy guapo.
—Lo que me haces hacer… —comentó con fingido reproche, negando con la cabeza—. Me haces perder la cabeza.
—Que no te oiga Sir Nicholas —rió jocosa acomodando el cuello de la camisa.
—¿Y ese sir quién es? —preguntó alzando las cejas con escepticismo.
—Sir Nicholas de Mimsy-Porpington… —dijo con grandilocuencia, a sabiendas de que pocos fuera de los alumnos de Gryffindor conocían el verdadero nombre del fantasma Nick Casi Decapitado.
—¿Se supone que es alguien que conozco?
—Creo que sí… Es un admirador que tengo —sonrió divertida al ver el gesto serio de Draco—, pero no debes ponerte celoso —prosiguió presionando con cariño su nariz—, me lleva muchos años y aunque es un gran caballero, sabe que no puedo corresponderle.
Hermione estaba intentando no soltar una sonora carcajada al ver el rostro ceñudo del mago.
—¿Celoso yo? No me hagas reír. Un Malfoy no tiene celos de nada o nadie —dijo con orgullo en un gesto que le recordó mucho a Lucius—. Son los demás quienes están celosos de nuestro linaje, riqueza o estatus.
—¿Eso es como un mantra que se dicen todas las noches antes de dormir? —Esta vez no había podido evitar reírse. Draco esbozó una casi imperceptible sonrisa—. Creo que estuviste bastante celoso de Harry durante años y me atrevería a asegurar...
Hermione se detuvo al ver que el rostro de Draco se oscurecía. Ni siquiera en los momentos más tensos durante la guerra lo había visto así. Evidentemente había tocado una fibra sensible y se recriminaba por haber llevado su broma tan lejos.
—Lo siento… no debí decir eso —murmuró nerviosa—, perdóname.
—Aquel no era mi verdadero yo —respondió arrastrando las palabras más de la cuenta y manteniendo el ceño fruncido—, solo un reflejo de los valores impuestos por mi entorno social y familiar. Cuando más adelante empecé a cuestionar todas esas ideas y desee alejarme de mi familia, ya no fue posible… Es cuando te das cuenta que ni todos los galeones del mundo ni el linaje ni nada de esas estupideces pueden resolver problemas.
—Draco… —El joven le hizo una señal de que se detuviera.
—No te preocupes… Sé que aún hay cosas que no se olvidan, también tengo mis días malos en los que me pregunto cómo es que estás conmigo después de todo lo que pasó… Todavía tengo miedo de despertar y ver que todo fue un sueño, y que sigo viviendo la pesadilla de tener al Señor Tenebroso acechando a mi familia, peor aún, el lord matando a mi madre para vengarse de nosotros… Si tengo mejor suerte, despertaré y estaré todavía en Azkaban.
—También he tenido miedo, Draco… Que la guerra haya terminado hace muchos años no significa que de buenas a primeras todo haya cambiado… A veces aún tengo pesadillas: vuelvo a ver a Harry muerto y créeme, tuve bastantes experiencias cercanas a la muerte, pero verlo en brazos de Hagrid hizo que me pasara como una película lo que iba a suceder si Voldemort ganaba. Pero eso no tiene por qué empañar lo que vivimos ahora.
—¿Crees que lo nuestro hubiera funcionado si no hubiera hecho mal las cosas en el pasado?
—Creo que necesitábamos vivir todo lo que pasó para ser quienes somos ahora. No sería igual si de alguna manera hubiéramos sabido que esto pasaría. Necesitaba odiarte para saber lo que es amarte. Porque sí, te amo, Draco, y quiero gritárselo al mundo. —Draco no podía dar crédito a lo que había escuchado—. Nunca sentí esto en algún otro momento de mi vida. Antes de saber que era una bruja sentía que no encajaba en ninguna parte, luego en Hogwarts…
—Había un niño idiota que te despreciaba por tu origen… —interrumpió apesadumbrado. Ella puso un dedo en sus labios para callarlo.
—Con Harry sentí que había encontrado a un hermano, pero faltaba algo… —Ella estaba ahora acunando su rostro y le impedía desviar su mirada— Es contigo que encontré mi lugar perfecto, sin importar dónde esté, si estás conmigo no me hace falta nada más.
Draco tenía los ojos vidriosos. Ella lo veía con anhelo, con amor, y él sentía que no la merecía pero no podía estar más de acuerdo.
—Siento lo mismo —dijo intentando que no se le quebrara la voz.
Para disimular, la abrazó y hundió la nariz en su cabeza, apretando los ojos. Sentía su corazón palpitar con fuerza y cerró aún más su abrazo y no pudo evitarlo: las rebeldes lágrimas hicieron presencia y el dolor por haberla lastimado en el pasado prácticamente le estaba cortando la respiración. Percatándose, Hermione se soltó del abrazo y lo abrazó como si se tratara de un niño pequeño; pasados unos minutos él, completamente recuperado pero algo avergonzado, se negaba a dejar que ella lo viera a los ojos. Comprensiva, murmuró «te amo», lo que lo sacó de su mutismo. Sus ojos claros debido a las lágrimas ahora la buscaban y ella sonrió.
—También te amo, más de lo que una vez creí posible… —murmuró él. Hermione volvió a tomar su rostro entre sus manos y se besaron con ternura—. ¿Y entonces, este Sir Nicholas…? —cuestionó luego de unos minutos intentando volver a la conversación anterior.
—Olvídalo… solo estaba bromeando… —dijo Hermione con cierta tristeza porque había sido una inocente broma la que había puesto una nube oscura sobre ese día, aunque al menos había sido muy importante la experiencia para hacer catarsis.