
XXVII. LABERINTO
Dos días después de Navidad, Hermione le escribió a Harry diciéndole que necesitaba hablar con él de manera urgente. «No te preocupes, estoy bien, no es nada grave, pero necesito a mi hermano más que al amigo hoy».
Era recién lunes, y debido a las vacaciones que se tomaría el mago con Ginny y James, el sábado siguiente no lo vería, y después de haberlo hablado con Draco, quería que Harry supiera por ella y de primera mano, lo de su relación. Así que, aprovechando el receso por la temporada, lo había citado en la casa para la hora del té y le había preparado pastel de melaza, su postre favorito.
Con los nervios a flor de piel, media hora antes de lo acordado se había sentado en su sala de estar, intentando buscar la mejor forma de enfrentar lo que se avecinaba, determinando cuáles serían las mejores frases para unir «amor, Hermione y Draco» en la misma ecuación.
Harry se apareció en la sala de estar y en su rostro se reflejaba la preocupación. Era la primera vez que ella le escribía en términos de urgencia y no había podido tener paz el resto del día. Había estado a punto de aparecerse en la casa recién había leído la nota. Ella lo abrazó efusivamente y verla sonreír lo tranquilizó, pero la sonrisa era más de nervios que de otra cosa y su curiosidad aumentó. Sentándose cómodamente en el sillón de tres plazas, no pasó por alto el trozo de pastel de melaza, pero ya habría tiempo para eso.
Hermione se sentó, y subiendo las piernas al asiento, se acomodó un invisible flequillo detrás de las orejas y luego lo miró con angustia.
—¿Recuerdas cuando nos contaste sobre la tercera prueba de los Tres Magos? ¿Todo lo que tuviste que enfrentar en ese laberinto? —Harry asintió—. Pues así me siento en este momento… No sé ni cómo empezar…
Harry estaba asombrado con la situación, pues ver a Hermione en esas condiciones era poco frecuente. La última vez había sido cuando decidió alterar los recuerdos de sus padres antes de la búsqueda de los horrocruxes. Tomando una de sus manos, inmediatamente sintió como ella se calmaba.
—Tranquila, soy solo yo, sabes que puedes decirme lo que quieras.
Por eso lo amaba, nadie era más leal que Harry Potter.
—Lo sé; sé que recibiré apoyo incondicional de tu parte, y aun así, temo defraudarte con lo que voy a contarte.
—¿Cometiste un crimen? ¿Mataste a alguien y por eso me llamaste?
—Ojalá fuera algo tan fácil como eso… —suspiró intentando sonreír. Harry levantó las cejas con asombro, cada vez más intrigado.
—Pues, definitivamente soy todo oídos… ¿Qué le pasa a mi hermanita?
Hermione sacó todo el aire de sus pulmones, cerró y abrió los puños varias veces, volvió a resoplar y empezó a jugar nerviosamente con su larga trenza.
—Creo que debí tomar una poción calmante… Pero acá voy… En mayo del año pasado… No… Creo que debo empezar mucho más atrás en el tiempo… En sexto curso en Hogwarts…
Harry iba escuchando el relato sin dar crédito a lo que la muchacha decía. Cuando ella dio por terminada la confesión, él intentó bajar la tensión en el ambiente.
—Deberías verte cuando hablas de él, es como cuando hablas de Aritmancia o de algún hechizo nuevo que aprendiste, y se siente incómodo porque es Malfoy e incluso me eriza la piel pensar que puedas llegar a tener sexo con él.
—¡Oye! —lo golpeó con suavidad en un brazo completamente sonrojada y Harry no pudo evitar sonreír maliciosamente.
—¡Es cierto!
—¡Harry, no! —dijo casi suplicante tapando con ambas manos sus aún más enrojecidas mejillas.
Harry se rió con buena gana y luego de enjugar unas lágrimas de sus ojos y limpiar los lentes, se los colocó y en tono más bien serio, comentó:
—Sé que lo sabes, Hermione, pero debo dejarlo claro por si no deseas prestarle atención a ese detalle en este momento en que el amor te ciega. Es Draco Malfoy, ex mortífago, ex convicto… —Hermione iba decir algo pero Harry le hizo una seña de que esperara—. Sé lo que vas a decir, que ya pagó, que era un niño obligado por las circunstancias, y mucho más. Créeme, lo sé, es lo que siempre escuché en nuestro entrenamiento como aurores, sé que probablemente ya no es el chico que quebró mi nariz cuando lo espiaba en aquel vagón de Hogwarts, o al que casi mato por accidente con un sectumsempra, pero el mundo nunca olvidará que estuvo en Azkaban y las razones por las que llegó ahí. Se ha redimido, ya nadie recuerda su paso por la prisión, todos elogian su astucia como auror y su destreza como magnate, pero quizá en algún momento, si esto que tienen continúa, puede ser un tropiezo en tu carrera profesional. —Hermione frunció el ceño—. Quizá ahora al calor de la novedad que implica estar en una relación apenas empezando no lo tomes en cuenta, pero debes tener todo muy claro si deseas continuar con eso, especialmente si siempre quieres llegar a ocupar el puesto de ministra de magia.
Hermione sabía que Harry hablaba desde su puesto de hermano preocupado y no como lo hubiera hecho Ron, y asintió comprensiva.
—Gracias Harry, sé que tus intenciones son buenas, y aprecio tu consejo aún más por eso, pero sí lo he pensado y nada de eso que dijiste es una razón de peso para dejar a Draco. Como él dice, lidiaré con eso si alguna vez llega, pero no voy a dejarlo solo porque el resto del mundo crea que debo hacerlo. Lo amo, Harry, por más precipitado que parezca, y jamás creí que lo que una vez empezó como un enamoramiento platónico a los dieciséis años pudiera hacerse realidad, precisamente por los prejuicios que siempre han existido y ahora mírame, es real y soy feliz, y nada más en el mundo me importa.
—¿Deseas que lo requise, que verifique su varita, le dé Veritaserum y me asegure que sus intenciones contigo son verdaderas?
—¡No! —se carcajeó—. No serías capaz de abusar de tu posición como auror.
—Por ti, lo que sea necesario —le dijo tomándole una mano con cariño—. Además, no sería la primera vez que tú y yo romperíamos las reglas.
—Somos adultos ahora, ya no hacemos esas cosas. ¿Qué haría sin ti, Harry?
—Nunca te daré la oportunidad de descubrirlo —guiñó un ojo y sonrió. Otra razón más para amar a ese hombre, siempre cuidándola aunque ella sintiera que no era necesario.
—Gracias, Harry, sabía que podía contar contigo —le dio un sonoro beso en una mejilla que se escuchó por toda la casa. Eso hizo ruborizar levemente al tímido Harry que vivía oculto en su interior.
Harry tomó el plato del postre al que ahora podía prestarle toda su atención y luego de comer tres bocados, también se sinceró, sonriendo con picardía.
—También tengo una confesión.
—¡Cuéntame!
—¡Creo que Ginny está embarazada!
—¡Harry! ¡Me alegra mucho por ustedes! Sé lo mucho que desean que James tenga un hermanito.
—Nos gustaría que fuera una niña, pero sino, lo seguiremos intentando —dijo con una sonrisa lujuriosa.
—Mira quién habla ahora de sexo. —Lo volvió a golpear en el brazo. Harry estalló de risa. Luego, como si hubiera recordado algo muy importante, se puso serio.
—Es muy pronto pero… ¿Malfoy y tú han hablado de ese tema?
—¿Los hijos? —Hermione negó con la cabeza—. Se que no es tan fácil para la mayoría de las brujas quedar embarazadas en comparación con las mujeres muggles, por eso comúnmente las familias mágicas tienen uno o dos hijos solamente. Sin embargo, me preocupa más la idea de algún tipo de maldición lanzada sobre el linaje de los Malfoy para evitar la concepción de hijos mestizos.
—Leí en alguna parte que los Sangrados Veintiocho los tienen para evitar los hijos fuera del matrimonio, pero creo que debes tranquilizarte en cuanto a lo otro. Para ellos es… era —corrigió— tan inconcebible la idea de que un Malfoy se relacionara íntimamente con una hija de muggles, que dudo mucho que hayan pensado siquiera en una maldición para esa situación.
—Pues ya hablaré con Draco sobre eso, supongo… —se alzó de hombros—. De todos modos, de momento, lo que más me preocupa es lo que dirán sus padres.
—¿Aún no lo saben?
—No, eres el primero —respondió para luego, con una cuchara, tomar un poco de pastel.
—Vaya… Me siento honrado —dijo exagerando el gesto.
—No seas tonto, Harry, no podía contárselo a nadie más. Aunque… ahora que recuerdo, Theo sí lo sabe.
—¿Theodore Nott?
—Sí, y su esposa, Daphne. Pero de mis amigos, sí eres el primero. Ya veremos cómo lo toman los demás…
—Todo saldrá bien… Ya lo verás. Y si no, te vas para ese paradisíaco lugar que me dijiste en Suiza y te olvidas del mundo. Eso sí, te visitaré con frecuencia.
—Estaré encantada de recibirte.
—¿Puedo decírselo a Ginny? Después de la fiesta del ministerio no dejó de hablar de lo divertido que sería si ustedes dos salían… No sé por qué no me di cuenta en ese momento de que había algo.
Hermione sonrió con timidez.
—Estuvo haciéndome preguntas… se va a morir cuando se dé cuenta que no andaba muy lejos de la realidad.
Un Howler enviado una hora después de que Harry se había marchado de la casa le dejó muy clara la posición de su amiga.
¿¿Así que eres la novia del hurón y no me lo contaste?? ¡Y yo creyendo que era tu mejor amiga! ¡Y no, Hermione, no me ruedes los ojos! ¡Te quiero mañana en casa para el almuerzo, necesito todos los detalles! Harry irá con James a ver a Teddy así que tenemos toda la tarde para nosotras. ¡Y si en algo valoras tu vida, no te atrevas a dejarme plantada!