
Sirius + James
Estaba paseando por la habitación en círculos una y otra vez tratando de encontrarle sentido a la situación, pero se sentía mareado de tanto pensar. Era como un callejón sin salida, porque sus sentimientos no tenían ni pies ni cabeza y a pesar de que llevaba horas tratando de imponerse un orden mental, simplemente no encontraba estructurar sus ideas.
Él era feliz, ¿de acuerdo? Muy feliz al lado de Remus, pero… Pero. No sabía cuál era el problema o la razón por la cual sintiera que algo faltaba, pero sucedía y se odiaba por ello, porque ciertamente y pese a las peleas, él sabía que amaba a su novio como a nadie en el mundo, pero no era todo lo que quería y llevaba tiempo sabiéndolo, incluso si esa idea le hacía sentir realmente el peor de los enfermos, porque sí, el licántropo tenía razón al decir que le gustaba James. Y mucho.
No era sólo como el cariño platónico que el llevaba media vida tratando de sentir, sino el amor por el cual suspirarías al verle pasar, o la clase de amor que te hace sonreír como el mayor idiota del mundo al pensar en cómo esa persona se despeina el cabello a pesar de ya tenerlo hecho un desastre. Era el tipo de amor que te hace contener la respiración mientras tus mejillas se tiñen de rojo cuando el estúpido con lentes se quita la camisa después de un entrenamiento de Quidditch. El amor que hace que una simple sonrisa suya te robe el aliento. No era un sentimiento desconocido en lo más mínimo, después de todo, no era algo que no sintiera por su actual novio y eso sólo lo empeoraba. ¿no debía sólo sentir eso por un individuo a la vez?
Quería pensar que el sentimiento era nuevo, pero siempre había estado ahí, a la vista de cualquiera que pudiera prestar la suficiente atención. Tenía el ejemplo perfecto: Lily Evans. Ella en esencia no le caía mal, era una sabelotodo y quizás la chica haría bien en cerrar la boca la mitad del tiempo, pero era consciente de su brillantez y lo bonita que era. No quería admitirlo, pero sentía amor combinado con celos por ella, porque gracias a ella James había pasado gran parte de su vida soltero, pero los celos llegaron cuando ambos empezaron a salir a finales del sexto año. Al principio pensó que los celos eran normales, después de todo, James era su mejor amigo y claramente la idea de perder a su amigo merodeador le era impensable, pero entendió que algo había mal ahí cuando una vez que lo vio besando a la pelirroja se sintió tan mal que podría haberse puesto a llorar allí mismo por la frustración.
¿Por qué todo tenía que ser tan complicado? No quería en definitiva sentirse así. Gruñendo se dirigió a la cocina por un vaso de agua, dispuesto a ahogarse en él de ser posible. El agua fue descartada por un trago de vodka muggle que le supo cómo mil diablos quemando su garganta, pero que fue suficiente para dejarle algo atontado. A esa noche solitaria que le esperaba le hacía falta algo… música para evitar pensar. Con un vaso lleno de vodka no rebajado se fue a su estantería con vinilos y comenzó a recorrer los discos con sus dedos. Bowie no, le haría pensar demasiado en Remus. Queen no, pues le harían pensar demasiado en James. Encontró lo indicado en un disco que había conseguido en una tienda de música semanas atrás, un álbum de una banda en español llamada Mecano, la cual se había convertido en una de sus favoritas. Nunca había agradecido que su madre se empeñara tanto en hacerlo aprender a hablar las lenguas romances más famosas hasta que encontró esa banda con las canciones que tocaba puntos sensibles dentro suyo, entendía lo suficientemente bien del idioma como para entender la letra de las canciones y cantarlas a su antojo.
El vaso de Vodka quedó olvidado mientras el álbum de “entre el cielo y el suelo” se reproducía y no supo cuándo, pero terminó hecho un ovillo en el suelo tarareando Me cuesta tanto olvidarte, sin saber muy bien a quién de las dos personas más importantes de su vida se la estaba dedicando. Porque le había dicho a Remus básicamente que se fuera al diablo y a su amigo nunca le había dado la oportunidad. ¿por qué era él quien estaba solo?
– Y aunque fui yo quien te pidió que ya no máááás, y no me cansé de jurarte que no habrá segunda parte… ¡me cuesta tanto olvidarte! – Cantó a todo pulmón disfrutando vagamente de la sensación que le provocaba expresar esas palabras en voz alta. Estaba dispuesto a dar un concierto a la nada cuando noto la presencia de alguien más, casi causándole un infarto en el proceso
– Por mí no te detengas, estoy seguro de que los vecinos estarán muy contentos de escucharte en un idioma que no comprenden. – dijo su amigo, luciendo muy divertido con toda la situación. Sirius se levantó completamente mortificado por hacer sido atrapado así. Buscó a Remus con la mirada sin encontrarlo, aunque sus sentidos caninos podían sentir su esencia demasiado cerca… totalmente impregnada en James.
– Veo que no perdieron el tiempo. – Dijo completamente dolido. ¿por eso Remus no estaba ahí? ¿era esa una forma de decirle que ya habían hablado y que al final James y él preferían estar juntos? La habitación dio vueltas y estaba realmente seguro de que no era el alcohol en su sistema la causa de ello. Las mejillas de su amigo cobraron un tono carmesí tan pronto entendió a lo que se refería. James hizo el amago de empezar a hablar cuando él alzo una mano interrumpiéndolo, ¿por qué quería torturarlo de esa forma?
– Bien, no necesito los detalles, puedes decirle a Lupin que saque sus cosas cuando yo no esté en casa porque tú y él pueden irse al… – No esperaba que esa frase que tantas ganas tenía de decir fuera interrumpida por el abrupto movimiento de su amigo, atrayéndolo hacia sí para besarlo. Fue totalmente inesperado, pero no por ello errático y algo en su pecho le dijo que llevaba demasiado tiempo esperando que eso sucediera de nuevo, sólo que esta vez era mil veces mejor. No podía explicar de ninguna forma con palabras lo que ese beso significaba para él porque toda su mente estaba en un mismo pensamiento: Al fin.
El beso fue todo lo que ellos eran, salvaje, atrevido y rayando en lo descarado. Había mordidas y caricias que incitaban a llegar más y más lejos. Con cada beso se iniciaba un reto y cada caricia tenía impregnada la pregunta: ¿seguimos o te da miedo? Claro que su parte racional quería hacer miles de preguntas, pero no era el momento porque se sentía incapaz de formular más de una frase coherente y es que joder, James no daba tregua mientras se entregaba por completo al momento. Sirius lo tenía bien sujeto por la cadera, bajando sus manos cada tanto para apretar, sin ningún tipo de piedad, el trasero que había sido super estrella de sus sueños húmedos en la escuela. No que el moreno tuviera algún tipo de pudor al restregarse con fuerza contra él y menos cuando le tomaba de la nuca como si esta fuera su único medio para permanecer de pie.
– Vamos a hacer esto, pero después, ah, joder, tendremos una conversación. – La amenaza de James se vio momentáneamente interrumpida por una mordida que le hizo en el cuello en el momento en el que separaron para tomar aire. Al diablo la charla que les esperaba, ambos necesitaban que las palabras murieran un rato y que el único lenguaje que existiera entre ellos fuera el de contacto físico. Y vaya que se entendían mientras sus cuerpos se movían al mismo ritmo con la química que les caracterizaba.
El jadeo encantador que dejó ir su amigo cuando Sirius lo estampó contra una pared mientras comenzaba a devorarle el cuello como si su vida dependiera de ello le hizo perder la cabeza, totalmente alentado a seguir probando y a ir tan lejos pudiera. Le gustaba la falta de espacio entre ellos y como James parecía estar totalmente dispuesto a dejar el mundo irse a la mierda mientras enredaba los dedos en su cabello.
– Se te olvida algo, Pads… – Dijo con la respiración agitada luego de que le devorara los labios una vez más. Lo que sea que este tuviera que decir debía ser una travesura, algo terrible y divertido, porque tenía el tono de voz que usaba al contarle de una próxima broma, era el preludio de todos los planes que habían hecho juntos. Iba a ser algo mágico. Llevando un camino de besos hasta el lóbulo de su oreja, susurró las palabras que definitivamente le habían arrancado un gemido desde lo más profundo de su ser. – Ahora no mandas tú.
Para probar su punto empujó a Sirius con brusquedad para intercambiar lugares, esta vez siendo el mismo quien estaba contra la pared, con las manos sobre su cabeza agarradas fuertemente, las piernas separadas y una de las de James en medio, moliendo ligeramente su muy despierta entrepierna. Lo que él no sabía es que su amigo lo conocía mejor que nadie y si tenía un punto débil, ese era ser dominado, ¿cómo podría saber algo así? Porque él y Remus no siempre habían sido los más expertos al poner hechizos silenciadores, así que seguro sus suplicas y ruegos, seguidos por gemidos aún más sonoros, los habría escuchado media torre de gryffindor. Él estaba deshecho por tantas atenciones, pero quería mucho más, quería poder verlo desnudo y sentir su piel contra la suya sin ningún de impedimento.
– Vamos, Jimmy, necesito… – Necesito que me toques, que me dejes tocarte, quítate la ropa o quítate de encima para que pueda hacerlo yo mismo con los dientes. Quería decir muchas cosas que no logro externar porque el moreno le interrumpió con una mordida en su labio inferior.
– Pídelo apropiadamente, Black. – Maldito fetichista, se la iba a cobrar cuando pudiera, pero mientras tanto le iba a dar lo que le pedía. Y es que para Sirius no había nada mejor que complacer a su amante y ver su cara de placer al sentirse superior, sin importar que por dentro supiera de antemano que tiene el poder, aunque la otra persona no sepa esa información hasta después de que se ha vuelto adicto a su docilidad. Lo mismo había pasado con Remus y le encantaba.
– Por favor, por favor, quiero que me folles ya, James. – Dijo apenas resistiendo el impulso de correrse sólo por saber que era su mejor amigo quien lo estaba dominando. La forma en que lo besó luego de eso y la manera en que se movió con mayor ímpetu contra su cuerpo le hizo saber que había dado justo en el clavo para ocasionar en él lo mismo que pasaba en sí mismo.
Aun sin poder tomar el control de la situación, el contrario comenzó a sacarle la ropa a ambos con tanta brusquedad que Sirius temió por la seguridad de sus amados jeans, sintiendo que estos podrían terminar destrozados si el moreno no encontraba una forma de quitarlos con mayor rapidez. James lo hizo a su antojo, volteándolo de cara contra la pared mientras rozaba su dura erección contra sus nalgas que sólo estaban cubiertas por la ropa interior. Era totalmente erótico poder sentirlo tan cerca y a la vez tan lejos, porque en el nombre del Merlín, su amigo podía ser un maldito sádico, haciéndole rogar y negándole lo que pedía con tal de llevarlo al límite.
Todo pasó muy rápido después, no supo ni siquiera en qué momento se movieron de la sala de estar hasta la habitación, por todo lo que Sirius sabía, bien pudieron haberlo hecho en el suelo, pero la cama no estaba mal. Fue incluso mejor porque por fin pudo ver totalmente desnudo a James y su corazón se saltó un latido, porque era mucho mejor que lo poco que había visto en sus años de escuela cuando se encontraban en los vestidores.
Hubo una nueva sesión de besos donde el moreno no parecía nada cohibido al tocarlo aun sin la ropa, pues paseaba sus manos felizmente por su trasero y Sirius no perdió el tiempo de hacer lo mismo, recibiendo alguna que otra nalgada por tal atrevimiento. Secretamente estaba esperando que dejara una marca en su cuerpo con cada azote. Terminó de rodillas frente a él, esforzándose para dar la mejor mamada de su vida, porque cualquier amante de Sirius Black podría dar fe a que él tenía un gran talento con la boca. Aun así, cuando tuvo el rostro de James contraído por el placer, lo retiró.
– Aún no quiero correrme, quiero hacerlo dentro tuyo. – La mirada que le dio lo puso a temblar y aunque quiso poner resistencia, decidió que primero quería y necesitaba besarlo con el sabor de su piel aun en los labios.
– Está bien, yo también quiero eso. – Dijo en voz baja, jalándolo para atraerlo en un beso que los dejó a ambos en la orilla de la cama.
– Oh, Sirius… no sabes cuantas veces he soñado con tenerte así, gimiendo por mi culpa y hecho un total desastre. Si me hubieran dicho que así es la única forma de poder darte ordenes, te hubiese puesto de rodillas antes. – ¿Quién hubiera pensado que James Potter podría tener una boca tan sucia? Con esa carita nunca lo hubiese imaginado, pero él lo conocía mejor que nadie y sabía perfectamente de la existencia del gamberro que llevaba dentro.
– Merlín, Potter… Te necesito tanto. – Jadeó porque le encantaba todo lo que su amigo decía y le encantaba más saberse dueño de sueños húmedos del contrario. Lo empujó contra la cama, dejándolo debajo de su cuerpo, subiéndose a horcajadas en su regazo y sabiendo que el contrario quizás querría tardar más en prepararlo, decidió adelantarse y usar un hechizo de lubricante en sí mismo. Recargándose en el pecho de su amigo, se acomodó hasta que sintió el miembro contrario en su entrada. Sin pensarlo demasiado fue bajando, gimiendo entre dolor y placer mientras sentía como este se iba abriendo paso en su interior. Era glorioso.
Después de que James le dejara acostumbrarse a la sensación, se enderezó un poco, hasta que tuvo el pecho de Sirius contra el suyo y tomándolo del trasero lo ayudó a subir y bajar. La habitación se llenó de los sonidos más obscenos que ambos podían hacer y las palabras más sucias que una mente pudiera imaginar, siendo sus voces acompañadas por el sonido de sus cuerpos chocando.
Terminaron casi al mismo tiempo, pues la corrida de Sirius fue plenamente espontanea mientras dejaba ir un gemido bastante alto cuando no dejó de dar contra su punto más sensible. El moreno tardó apenas un par de movimientos más antes de ser alcanzado por la dulce muerte.
Ambos se dejaron caer en la cama realmente cansados. Tenía el rostro escondido en el cuello de James, negándose a mirarlo, porque ahora que la emoción inicial había pasado, vaya que estaba entrando en pánico por lo que se venía. Y es que era muy injusto llevar tantos años guardándose esos sentimientos, con tal de no arruinar su amistad, que ahora que había tirado todo por la borda en cuestión de minutos se quería dar la mayor bofetada mental de la vida.
– Sirius… – dijo con suavidad y comenzó a acariciarle el cabello, lo que le estremeció, sabiendo que alguien como él jamás merecería a alguien tan bueno como James Potter.
– ¿Realmente tenemos que hablar? – Su mayor miedo se estaba materializando, porque este era el momento donde todo se ponía incomodo y dejaban de hablar para siempre. Sintió los labios ajenos presionarse contra su cabeza y un sonido de afirmación.
– ¿Por qué tienes tanto miedo a lo que podamos decir, Padfoot? Entre nosotros nunca ha habido necesidad de guardar secretos. – Y eso era parcialmente cierto, porque James sabía todo de Sirius y Sirius sabía todo de James, incluso cuando este no quería contarle, lo sabía todo y si no lo hacía, mínimo lo sospechaba. Conocía tan bien a su mejor amigo que sabía que no era heterosexual desde… probablemente siempre. No podría haberlo sido y quizás lo supo desde que estaban en la escuela, cuando el moreno de lentes se quedaba perdido en los preciosos ojos de su Moony, o cuando lo veía sonrojarse ante la presencia de un Ravenclaw del cual había olvidado su nombre. Sin embargo, saber esa información sólo lo hacía sentir culpable, porque si él fuera mejor persona, entonces no se hubiese metido en medio de James y Remus. Maldición.
– Porque yo sí tengo un secreto. – Se separó sintiendo que el mundo se le caía a pedazos. Tener que admitir algo así después de tantos años… Bajo la mirada atenta de James, se giró para terminar acostado boca arriba, viendo el techo. – ¿Recuerdas lo que pasó en cuarto año?
Esa era una anécdota de lo más extraña… Sirius acababa de cumplir quince y tenía un problema: no había besado a nadie más allá de un leve roce superficial de labios.
Esa tarde se todos se encontraban celebrando una fiesta de los Ravenclaw por haber ganado el último partido y él estaba siendo patético, escondido en su habitación luego de pelearse con su novia en turno Alexa… Alexa -había olvidado su apellido-. Ella estaba de lo más empalagosa, ambos en un rincón apartado de la fiesta, bebiendo. Era obvio que quería más contacto, algo más que sus hombros cubiertos por el brazo de Sirius. Cuando intentó robarle un beso más profundo, la apartó.
– ¿Qué está mal contigo, Sirius? Todos los chicos se mueren por besarme y tú pareces asustado de que te toque. – Le dijo hecha una furia, con los brazos cruzados y sus ojos azules totalmente helados. Era una Gryffindor mayor qué él. – ¿eres marica o qué?
Esa pregunta le había golpeado en un punto que no comprendía. Se levantó de su lugar igual de furioso y la recorrió con la mirada.
– No soy ningún marica, soy un caballero. Lo que me pasa es que a mí no me van las putas como tú. – Se había ganado un ojo morado por el puñetazo que le dio y todo el castillo se había enterado de que Sirius Black era soltero de nuevo.
Lo que lo llevaba de nuevo a ese momento, escondido en su habitación, aterrado porque había algo mal con él. Después de todo, siempre conseguía a las chicas más lindas de la escuela y aun así no sentía ninguna necesidad de besarlas o tocarlas. No había tenido problemas antes, siempre era fácil simplemente irse por la vertiente de que sus modales se lo impedían y a ellas les parecía encantador que fuera tan caballeroso… se preguntó cuánto tiempo más podría seguir fingiendo hasta que alguien descubriera la clase de personas que tanto deseaba besar en los sueños de los que no le contaba a nadie. Se sentía triste, solo y ebrio.
– Sirius, ¿estás aquí? – Una voz que él conocía muy bien, su mejor amigo, pareciendo preocupado. Las luces del cuarto estaban apagadas, la luna siendo la única forma de iluminación en el cuarto, él estaba al lado de su cama, sentado en el suelo con las rodillas pegadas al pecho. Bien pudo quedarse en silencio y dedicarse a sentir pena por sí mismo el resto de la noche, pero…
– Aquí estoy, Prongs. – Respondió, pero no se movió, aunque fuera totalmente humillante que James lo viese en esas condiciones cuando este se acercó hasta su sitio y procedió a escurrirse en el piso para sentarse también. Le observó e hizo una mueca cuando el imponente moretón en su rostro se hizo evidente.
– Eso se ve terrible, ¿ya intentaste curarlo? – Preguntó y si esa muestra de genuina preocupación no le pareciera encantadora y no fuera justo lo que necesitaba, probablemente le hubiese rodado los ojos.
– Mira nada más, para ser un miope, ves muy bien en la oscuridad, Jimmy. – Le dijo burlón poque esa era la mejor forma de salir de los ambientes pesados. Con una media sonrisa se ganó un ligero empujón seguido de un “no te pases de listo, chucho”. Aunque si Sirius pensó que ahí moriría el tema, se equivocaba monumentalmente.
– Escuché a Alexa llorando con sus amigas, dijo que pensabas que ella es fea. – Casi se rio de lo inverosímil de la situación, porque lo último con lo que la describiría sería con la palabra fea. Era hermosa y estaba seguro de que en su sangre tenía ascendencia de veela, aunque no tuviera pruebas de ello. Sin embargo, esa belleza no era suficiente para hacerle desear pasar a algo y se sentía tan avergonzado, ¿cómo le iba a explicar eso a James? Él no tenía una Lily en la que escudarse, no se estaba guardando para nadie, no es que honestamente fuera un caballero, es sólo que nadie le había hecho querer ser nada menos que respetuoso.
– No pude besarla, por ello dijo eso. – Confesó porque su boca se movía más rápido que sus pensamientos y así era él, siempre llevando el corazón en la mano y en la punta de la lengua toda la verdad de su vida. Que odiaba a su familia, pero que más que eso siempre había querido pertenecer a ese lugar que debió darle amor. Que envidiaba a su hermano hasta rabiar porque era todo lo que debió ser él mismo. Que tenía miedo de ser todo lo que la gente esperaba de él por ser Black. Que se odiaba a sí mismo cada día porque en el fondo lo era. Que realmente no valía la pena. Que a pesar de tontear con una chica diferente cada semana, le gustaban los hombres.
– Venga, ¿tenía dientes horribles? No te creo que sólo no y ya. – Dijo su amigo, tratando de bromear, pero no tuvo el efecto deseado, pues en serio hubiese deseado que así fuera, que ese fuera el motivo por el que no la besó, pero no.
– ¿No lo entiendes? No pude hacerlo porque realmente no quería hacerlo. NO QUERÍA Y YA. No quería que ella me besara, así como no he querido que ninguna de esas chicas encimosas y hermosas me bese. Así como no he querido que nadie me bese de esa forma nunca porque ellas no me gustan. – Fue una explosión no esperada por ninguno de los dos. No sabía porque le tenía miedo a James en ese aspecto, cuando sabía de antemano que Remus ya había salido del closet y todos sus amigos le habían apoyado. Hubo un momento de silencio, antes de que el castaño se volteara hacia él con una sonrisa casi condescendiente. – No me tengas lastima, Potter, te lo prohíbo.
Alzó las manos en el aire y esa sonrisa no desapareció, incluso parecía enternecido y divertido, indignándolo por completo, ¿se estaba burlando de él?
– Antes de que sigas con el drama, quiero explicar que me parece hilarante que el sex symbol de Hogwarts, sea el ultimo merodeador en besar y que además ni siquiera este interesado en las chicas. – Probablemente lo dicho debió haberlo enojado, pero no pudo, porque en la boca de James Potter las cosas no le ponían de mal humor, incluso comenzó a agarrarle la gracia. Si Remus hubiese estado ahí, probablemente le hubiese reñido por lo rápido que su temperamento cambiaba.
– Besar no es la gran cosa, Pads, no pasa nada si aún no te sientes listo. – La forma tan cariñosa en la que dijo aquello podría haberlo elevado hasta el cielo, ¿cómo podía ser ese idiota tan acertado a la hora de hacer sentir mejor a los demás? Pese a eso, pensó mucho en esas palabras.
– Creo que el problema es que sí estoy listo, sólo que no he encontrado a la persona adecuada. – La respuesta le salió del alma, se sentía como si tuviera veritaserum en las venas, cuando ya ni siquiera sabía si estaba borracho. La mirada que recibió le hizo notar que quizás había encendido un interruptor en la mente de su amigo, como si tuviera una idea. Esas miradas sólo significaban una cosa: ambos terminarían en problemas. Claro que Sirius nunca se había negado a algo así y esta vez no sería la excepción.
– ¿Y por qué no practicas conmigo, Pads? – La pregunta le robó el aliento y pensó con mucho ímpetu en huir de la habitación, pero no lo hizo. Un amigo ayudando a otro, ¿no? Sólo sería eso, James era así de encantador, claro que sólo lo estaba ayudando. – Porque… bueno, no es la primera vez que beso a un chico, sé lo que se hace, creo.
Y eso le voló la cabeza, porque… ¿qué? ¿cómo? ¿cuándo? ¿dónde?
– ¿A quién? – Fue lo único que dejó salir de su boca, genuinamente sorprendido de la revelación, porque sabía que su amigo no podía estar solamente interesado en las chicas, pero esto era nuevo.
– Uh… fue Remus. No te lo dije porque pensé que era intimidad de él también y aun creo que es descortés mencionarlo sin que lo apruebe, pero… sí. Ese no es el punto, ¿te voy a besar o no? – Fue cómo si quisiera cambiar el tema desesperadamente y como Sirius no sabía qué hacer con esa información, por primera vez en su vida, lo dejó estar.
– No tendré idea de qué se tiene que hacer. – Era vergonzoso sentirse como un niño de primer año, con ese nivel de vulnerabilidad que no se había permitido con nadie, le molestaba además saberse inexperto en cualquier cosa. Sirius Black no estaba diseñado para quedar en último lugar.
– No importa, yo te enseño. – Resplandeciente era la única palabra con la que habría definido a James Potter en ese momento, donde se acercaba peligrosamente a su rostro, poniendo una de sus manos detrás de su nuca, más cerca aun. Ya no tenía abiertos los ojos cuando sintió el primer contacto que no era diferente a lo que había experimentado antes, el roce de labios, excepto que ahora su cuerpo entero temblaba impaciente.
Su primer beso fue… increíble. No sabía que en la forma de besar podía ir impregnada la personalidad de una persona, porque a pesar de que en ese momento no tenía con qué compararlo, podía asegurar que James besaba como si hiciera una travesura, manos firmes tocándolo sólo un poco y su boca se movía algo temerosa, como si en el fondo no tuviera idea de lo que estaba haciendo, pero aun así siguiera adelante, como el Gryffindor que nunca dejaría de ser.
Se separaron para tomar aire. James sonreía casi apenado, con las mejillas ligeramente rosadas y los anteojos chuecos, Merlín, recordaba perfectamente cómo había pensado: ¿cómo una persona podía ser así de bonita?
– Se honesto, ¿estuvo muy mal? – Preguntó finalmente, casi susurrando y la risita del contrario seguida de su mano poniendo un mechón suyo detrás de su oreja casi le robaron el aliento de nuevo.
– Nah, te falta practica nada más. – Lo dijo con tanta simpleza… pero tenía razón, la única forma de mejorar sería seguir ensayando. Y eso era justo lo que iba a hacer.
No dijo más antes de volver de lleno a la boca de James, dejándolo sorprendido, pero en cuanto se recuperó de la sorpresa, le devolvió el beso. No fue el último, de hecho, las cosas escalaron muy pronto, tan rápido que ni siquiera supieron en qué momento James terminó sobre él, ambos demasiado ocupados en acabar con los notorios -y molestos- bultos en sus pantalones.
El después fue lo que mortificó a Sirius durante los últimos años, porque después de ese encuentro, se había quitado a James de encima y había corrido al baño del cuarto, completamente aterrorizado de su actuar, pensando que quizás su amistad había terminado. Además, ¿ellos no eran primos lejanos? El simple pensamiento le mareó hasta que terminó por volver el estómago, completamente asqueado de sí mismo.
Cuando salió del sanitario, James lo veía aún más preocupado que cuando recién entró al cuarto.
– Sirius, yo… – No lo dejó terminar, se río como si lo que hicieron hubiese sido algo gracioso, no como si estuviera muriéndose por dentro.
– Una locura, ¿no? Fue divertido, pero estoy ebrio como una cuba y mejor me voy a dormir ya. Descansa, Potty. – Ignorando la mirada confundida y algo dolida de su amigo, se metió a su cama y cerró las cortinas.
No volvieron a hablar del tema, pero Sirius vaya que utilizó la información reunida esa noche, por ejemplo, que Remus no era el santo que creía. Acercarse fue realmente fácil luego de que el miedo al rechazo se había ido. También mandó a hacer una prueba de parentesco con James, dispuesto a matarse si salía positiva, pero para su buena suerte era demasiado bajo el porcentaje de familiaridad en su sangre. Y así fue como las cosas se acomodaron, ellos dos empezaron a salir y James al poco tiempo consiguió una cita con Lily. Lo que Sirius no le había dicho a nadie, es que el actuó rápido para quedarse con Remus sólo por el impulso y el temor de que sus amigos terminaran juntos, olvidándolo. Se lamentaba por eso a diario. Aunque ya le había confesado esa situación a su novio y él no se había molestado, su mejor amigo aun no lo sabía y temía cómo nadie su reacción a ese momento de puro egoísmo.
– Sí lo recuerdo, lamento haberte incomodado esa vez. Lamento no haber sido honesto, no era sólo ayudarte a aprender a besar, es que yo quería hacerlo. Me odie por orillarte a besarme, cuando era obvio que la mejor opción para eso era Remus. Fui tan… egoísta, pero quería que ese momento tuyo fuera mío, si era lo único que conseguiría de ti y lo siento. – Ese tono quebrado en su voz y la forma en que se tensó su cuerpo le hizo girarse para encararlo por fin, tomándolo de las mejillas.
– Tú me diste el mejor beso de todos los tiempos, él único que se aprovechó en ese momento, fui yo. – Aunque visto así, quizás sólo habían sido dos idiotas calientes que no se habían aprovechado de nada. De pronto, casi golpeado por esa idea, sintió unas ganas incontrolables de besar a James Potter.
Hubo un silencio de nuevo, pero, sus manos estaban jugando entre sí, casi llegando a entrelazarse. Le gustaba el lenguaje físico que había entre ellos, porque no necesitaban decirse palabras para estar en la misma sintonía. Sentía un estallido en el pecho al pensar en cuan diferentes pudieron haber sido las cosas si tan solo hubiesen sabido llevarlo mejor, si hubiesen logrado encontrar una forma de hacer las cosas con más cuidado. Sin embargo, habían sido sólo chicos de quince años, demasiado inmaduros, demasiado pequeños para saber cómo hacer las cosas bien. Pero por eso ahora eran adultos, ¿no?
– James.
– Sirius.
Hablaron al mismo tiempo y no pudieron evitar la carcajada que brotó de lo más profundo de su ser, casi demasiado adolescente para ser dos personas cerca de los treinta años. Y es que, en el fondo, siempre serían ellos mismos. Los mejores amigos, como lo que tenía con Remus.
– James… – Se aventuró a abrir la conversación de nuevo, sintiendo una punzada en el corazón, como un si fuera un pellizco electrizante que le impulsara a decir todo lo que vivía dentro suyo. – No sé qué diablos me pasa cuando estoy contigo, pero sé que, si me pidieras algo, lo que fuera, lo haría. Haría lo que fuera para compensar todo el tiempo que te mantuve fuera de lo que sentía. Pero jamás podría dejar a Remus, lo que siento por ti es lo mismo que siento por él, tanto que asusta saber que lo que debería sentir sólo por una persona se duplicó hasta hacerles a ambos un sitio. James, te amo y no sé cómo lidiar con tanto amor que siento por ti.
Probablemente era de las cosas más honestas que había dicho en su vida, pero él estaba seguro de que para eso se habían creado los amantes despiertos en las madrugadas, para hablar de secretos y cosas que nadie más podría comprender. Las madrugadas donde tu costado se pegaba al costado de alguien más y tu mano yacía entrelazada con la mano de alguien más, se habían hecho para las charlas honestas y para el amor que de día perdería ese nivel de privacidad. Se sentía casi completo. Casi, porque le faltaba cierto hombre lobo.
Por primera vez volvió a ver a James a los ojos y lo que encontró le pareció perfecto. Era una mirada casi derretida. Como si James Potter, el mejor jugador de Gryffindor hasta la fecha, auror temido y respetado, un mago terriblemente poderoso… le estuviera dando su corazón en una mirada. Le recordó vagamente a cuando sentía celos de Lily por tanta devoción que depositaba en ella y se sintió realmente halagado, casi hasta sonrojar, por ser él digno de lo mejor que tenía el mundo para ofrecer: el amor inmedible de James Potter.
– Sirius, jamás les haría elegir, porque ni yo mismo me podría decidir por sólo uno. No puedo, los quiero demasiado a ambos como para hacer algo así. Lo que hice con Remus… lo que hice contigo… vaya, ni siquiera puedo creer aun que esto no es un sueño y que esta noche pude, aunque fuera por unas horas, tenerlos ambos. – No lo expresó con palabras, pero sonaba a que eso era un punto final a lo que había ocurrido, como si pensara que hasta ahí había terminado todo. Sus palabras fueron como escucharle pronunciar tristemente “travesura realizada” frente al mapa que habían hecho juntos.
– ¿Por qué tendrías que conformarte sólo con unas horas, Jimmy? – Se estiró y le robó un beso tierno en los labios. Por primera vez en su vida, Sirius estaba dispuesto a hacer las cosas bien y a, por amor a Merlín, tener una conversación con responsabilidad afectiva. Incluso podría aplazar todas sus increíbles y muchas ideas de formas en las cuales compensar el tiempo que había perdido sin hacerle ver estrellas a su amigo. – Venga, cuatro ojos, ponte algo decente, tenemos que hablar y con todo tu precioso cuerpo a la vista me desconcentras, además, Remus es mejor que yo para las palabras.
Se levantó dejando al moreno bastante confundido y sonrojado por lo último dicho. Le murmuró algo así como “no sabía que después de un polvo te ponías raro”, pero obedeció lo dicho, poniéndose su ropa con la que llegó. Él mismo se vistió y después lo tomó de la mano para llevarlo a la chimenea, diciendo con efusivo entusiasmo “Mansión Potter”.
A esa madrugada creada para los amantes, le hacía falta que un lobo aullara a la luna.