
James + 2
Fue curioso como en los escasos segundos que duró la aparición tuvo tiempo suficiente para tener la crisis más grande de toda su vida, siendo el momento ideal para cuestionarse las terribles acciones que había cometido durante la noche.
Y es que nada de lo que estaba pasando había sido a propósito, de hecho, su característica mala suerte en el amor había sido desde… siempre, nunca había sentido que todas las piezas encajaran en algún sitio pues a veces era demasiado abierto y otras demasiado cerrado con respecto a sus sentimientos. Supuso que ese era de sus peores defectos.
La cosa era que ser una persona feliz, esperanzada y optimista resultaba mucho más sencillo que mostrarles a sus seres cercanos lo jodido que podía estar realmente por dentro. No que su vida fuera algo de lo que quejarse, él amaba su vida y comparada con la de muchas otras personas, él era ciertamente afortunado. Había nacido en cuna de oro, siendo amado y mimado por sus padres a un punto que pocas personas podrían presumir, dotado de lo que él podía reconocer como un sinfín de talentos, él no era un Remus que no sabía aceptar sus propias fortalezas. James se sabía atractivo -quizás un poco menos que en su juventud cuando su cuerpo no estaba ligeramente deformado y descuidado ante el exceso de cerveza los viernes por la tarde y bollitos con mantequilla en las mañanas- pero aún lo suficiente como para llamar la atención de más de una persona al pasar. Sabía que era bueno con la magia y que sin mucho esfuerzo los hechizos, e incluso las pociones, le salían con una naturalidad que impresionaba, lo llevaba en la sangre, puro talento Potter. También sabía que era inteligente -más no intelectual- y que, pese a sus problemas de concentración, podía ser bastante astuto cuando alguna situación lo ameritaba. Era buen deportista y aunque cantar se le daba fatal, dibujar no tanto, tampoco era del todo bueno con el cuidado de las plantas, pero sí que era bueno a la hora de cocinar… en fin, él sabía que era bueno y punto.
Pero, como decía esa frase muggle: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, por lo que, a diferencia de Sirius que a veces aparentaba que el mundo le estaba totalmente en deuda por haberlo hecho pertenecer a una estirpe terrible, James tenía que estar agradecido todos los días de su vida por haber tenido tanta suerte. Y no era sólo ser agradecido, sino también llegar a algún punto donde pudiera, también, honrar en lo que más pudiera el apellido de su familia y de paso su propio nombre. James Potter no iba a tener todas esas características positivas simplemente porque sí, no señor, él iba a hacer grandes cosas. Él debía ser la mejor versión que pudiera ver el mundo, después de todo, lo debía. Lo compensaría incluso si con ello llegaban severos problemas de ansiedad, porque si eso era un precio que pagar por su búsqueda hacia ser mejor persona, pues que así fuera.
Y James no quería aceptarlo, pero había una parte de sí mismo que constantemente se preguntaba por qué merecía las cosas buenas, como si el saber que sus amigos habían sufrido cosas terribles le hiciera cuestionarse todo el tiempo si él era realmente lo suficientemente bueno para merecerlo, y si era así, ¿por qué él sí y los demás no? Eran pensamientos confusos, pero al final del día habían sido esos mismos pensamientos intrusivos los que le hicieron rendirse cuando sus amigos empezaron a salir. E incluso fue ese mismo sentimiento el que le hizo soltar a Lily sin peros, incluso si él no estaba listo para terminar las cosas con ella. Su vida entera la había dedicado a complacer las carencias de otros, tratando así de equilibrar la balanza entre lo que le correspondía de felicidad, como si pudiera hacer que el sufrimiento del mundo pudiese quedar compensado o apagado si él no era plenamente feliz. ¿tenía serios problemas mentales? Probablemente, pero tampoco es que quisiera ir por ahí con una bandera que dijera “pobrecito James Potter, alguien que se siente culpable por ser feliz, miren a ese mártir.”
Y quizás esa era la razón principal por la que sentía la culpa emerger desde lo más profundo de su pecho en esos momentos, porque básicamente estaba siendo arrastrado a enfrentar lo que había querido ignorar desde mucho tiempo atrás; estaba irremediablemente enamorado de sus dos mejores amigos. No de uno, no del otro, de ambos. Los quería a los dos tanto que su pecho parecía a punto de estallar cada que estaba cerca de cualquiera y ese sentimiento le aterraba, porque él mejor que nadie era consciente de que la indecisión no era buena. James sabía que las cosas a medias, tibias, no valían la pena. Matar o morir. Sin embargo, en esa ocasión no quería ninguno de los resultados, porque no quería que su corazón se destrozara cuando al finalizar su conversación sus amigos decidieran alejarse. Pero peor que eso, detestaba la posibilidad de que entre Remus y Sirius las cosas terminaran mal si es que no lograban llegar a un acuerdo. No había un panorama agradable en su cabeza, porque estaba convencido de que una vez que todo saliera a la luz, no habría un final de cuentos hadas.
No tuvo tiempo de pensar más, pues pronto estuvieron en su casa de la infancia, esa que aún le provocaba un nudo en la garganta ante la ausencia de sus padres. Cuando tuvo que refugiarse ahí después de que Lily anunciara que quería vivir con Mary, fue algo muy confuso. Era su hogar, siempre lo sería. Había pasado los mejores días de su niñez ahí, lo había tenido todo. Pero cuando llegó, se sintió más solo que nunca. La ausencia de sus padres le hizo mas repercusión de la que esperaba, pues de pronto sintió que un abrazo de Euphemia era todo lo que necesitaba para saber que todo iría bien, que la peor parte ya había pasado. O unas palabras reconfortantes de Fleamont, seguido de una palmada en la espalda que le indicaran que estaba haciendo lo mejor que podía. Estar ahí sin ellos resultaba sumamente deprimente, pues estaba consciente que años atrás, gracias a ellos habría sabido como arreglarlo. Por eso agradeció tanto la presencia de sus amigos, pues con ellos cerca, incluso si los escuchaba pelear, no tenía que sumirse en silencios que lo hicieran pensar demasiado en como toda su vida era una farsa.
– Seguro Remus decidió dormir unas horas más, no deben de ser más de las cinco de la mañana, hay que despertarlo. – Dijo Sirius totalmente decidido, sacándolo de su monologo interno. Le arqueó una ceja, sabiendo que no sería muy amable de parte de ninguno llegar a interrumpir su sueño, pero lo cierto es que la ansiedad le estaba matando por dentro y prefería terminar con todo ello de una buena vez.
– Bien, pero hay que despertarlo con calma, tardamos más de lo planeado y seguro está cansado. – Dijo tratando de no lucir muy avergonzado al mencionar lo que pocos minutos atrás habían pasado. Sirius sólo le sonrió de medio lado con una sonrisa pícara, cosa que le aviso antes de tiempo del posible comentario inapropiado que su amigo haría.
– Es que yo soy tan bueno que no podía durar menos. – Le guiñó un ojo después de aquella guarrada y James pensó que amaría ser uno de esos animales muggles que enterraban su cabeza en la tierra.
– Hablo enserio, no quiero tener esa conversación con un Remus de mal humor. – Los nervios lo estaban consumiendo por dentro, pero aun así logró captar la mirada más tranquila en los ojos grises.
– Tranquilo, estas demasiado nervioso, no va a pasar nada malo. Todo va a estar bien. – Lo dijo con tanta convicción que buscó creerle desesperadamente, pero estaba muy seguro de que rara vez las cosas salían tal cual las planeaba.
Entonces, una tercera voz se unió a ellos.
– Si su plan era no despertarme, permítanme decirles a ambos que son terribles en ello. Hacen más ruido ustedes entrando a hurtadillas que dos elefantes danzando. – El licántropo hizo acto de presencia, estaba cambiado a ropa más cómoda que con la que lo había visto horas antes, pero sin dudas se veía recién levantado. A diferencia de Sirius cuando lo vio llegar, él entendimiento de Remus fue gradual, pero no mostró signos de estar inconforme, más bien, como si verlos medio desarreglados y con los labios hinchados fuese precisamente el resultado que estaba esperando.
– Lo siento, las botas de Padfoot hacen demasiado ruido cuando rechinan. – Dijo de forma impulsiva, como si dentro de su cabeza se hubiese roto el cristal que guarda una broma y dice “rómpase en caso de un momento de incomodidad”. Sirius le miró ofendido, pero no dijo nada. De pronto, entre los tres cayó el silencio pues realmente ninguno sabía cómo abrir la conversación y James no estaba listo para que lo único que le quedaba en la vida se desmoronara frente a sus ojos. No quería, no pensaba dejar que esto también se le fuera de las manos. Era momento de hablar.
– Creo que lo único que hay que decir ahora es… fue una buena noche, ¿no? – se rascó la nuca, algo más que incomodo por tener que decir en voz alta aquello. Ambos lo miraban con atención, pero ninguno dijo nada, así que prosiguió. – Miren, esto no tiene que ser nada malo, lo que pasó fue… no podría decir que no significó nada, porque estaría mintiendo y fueron esas mismas mentiras lo que nos trajeron aquí, pero, lo que si puedo decir es que los tres podemos seguir como si nada. Ustedes pueden quedarse juntos y yo… bueno, el punto es que esto puede terminar aquí y quedarse como la buena anécdota que es. No tiene que ser complicado. Seguimos siendo amigos como siempre.
No tienen que abandonarme pensó irremediablemente porque eso era lo ultimo que necesitaba y decirlo en voz alta parecía una tortura. Ambos le miraban con una tristeza infinita en los ojos y se sintió más desnudo que antes, cuando había estado en plena intimidad con ellos. ¿podrían ver a través de él? Parecía que podían verlo. Porque él sabía lo que tenía dentro, algo que no era tan brillante como trataba de venderse ante los ojos de la gente. Era algo bastante feo, bastante… común. No era especial como a la gente le gustaba pensar.
– Oh, James, ¿qué tenemos que hacer para que entiendas? – Dijo Remus, compartiendo una mirada con Sirius que el de lentes no pudo interpretar, esa era una prueba más de lo mucho que se estaba entrometiendo en un sitio que no tenía cabida para alguien más, además, ¡que locura! James no tenía nada que hacer ahí.
– No hay nada que entender, está bien, yo estoy bien, esto no es nada. – Dijo buscando con todo su ser sonar convencido, sólo para ser interrumpido por un bufido de Sirius, quien estaba cruzado de brazos ahora, observándolo con el ceño fruncido.
– Eso no es justo, James, si no nos hablas con sinceridad no vamos a llegar a ningún lado… de hecho, creo que la única forma en que entienda es mostrándole, ¿no crees, Remus? – Se veía bastante decidido mientras tomaba unos pasos hacia el moreno, rodeándolo como un tiburón marcando una presa. Él se dedicó a observarlo con confusión, sin notar que ahora el licántropo ya se encuentra a un solo paso de distancia, sintiéndose atrapado ante la mirada hambrienta del mas alto.
– ¿es eso, Prongs? – Maldito Remus Lupin, esa cara de santo no era más que una fachada, pues ahora sus bonitos ojos brillaban con travesura y se veía mortalmente atractivo, obligándose a mirar a otro lado con tal de mantener un poco de cordura, peor aun cuando lo tuvo tan cerca que su espacio personal se vio invadido, pronto siendo atacado de espaldas por los brazos de Sirius pasando detrás de él, acariciándole el pecho y pegándose contra él. No podía hablar o pensar en nada, todo su cuerpo se sentía caliente y vibrante. ¿era ese un sueño húmedo del que se despertaría duro y adolorido? Si lo era, su imaginación se estaba llevando el premio mayor pues todo se sentía extremadamente real. Sintió como suavemente su mentón era elevado para volver a encontrarse con los ojos de Remus, sólo para terminar por cerrarlos mientas este se acercaba lo suficiente para que sus labios se rozaran a penas un poco, escuchando un suave suspiro en su oreja que provenía del otro chico, quien ya empezaba a depositar besos tranquilos en su cuello y colaba sus manos hasta el borde de su camiseta, subiéndola sólo un poco. Se sentía abrumado por tantas atenciones, sin saber a dónde dirigir sus manos exactamente, pues no le alcanzarían para tocar a ambos de la forma que quería. Además, momento, ¿no se suponía que la noche ya había acabado? No, eso no estaba bien, era una terrible idea y todo se iría al demonio, pero…
– ¿te comió la lengua el lobo, Jamie? – Pregunto Sirius, esta vez sí retirándole la camiseta (sabía que debía protestar, detenerlos antes de que todo se fuera a un camino sin retorno, pero no lo hizo e incluso coopero, dejándose desnudar), atacando su cuello de nuevo, moviéndose para seguir una línea de besos en sus hombros. Por su parte Remus sólo atinó a reír por lo bajó, acariciando la mejilla de James.
– ¿Eso quieres, que te coma la lengua? — Le preguntó con su mirada clavada en sus labios. Eso fue suficiente, los besos y la mirada de sus mejores amigos fueron suficiente para que perdiera la cabeza. Se movió hacia adelante para capturar los labios del contrarió, cruzando uno de sus brazos por detrás del cuello del contrario sólo para luego jalarlos a ambos hacia atrás, pegándose por completo contra la espalda del más bajito, haciendo que su trasero quedara pegado a la nueva erección del contrario y mientras tanto llevando una de sus manos hacia atrás para enredarse en el cabello de Sirius, tirando de este como había descubierto que le gustaba.
– Si creen que están siendo dos contra uno, se equivocan, puedo más yo. – Dejó salir su lado más competitivo, sonriendo de nuevo y completamente entregado al momento. Por tercera vez en la noche prefería no escuchar a su conciencia ser una perra y decidió concentrarse en dejarse llevar por las caricias de las dos personas que le habían robado el corazón.
Las cosas eran difusas para James y tal parecía que aquellas caricias hacían que su cerebro se detuviera, apenas siendo consciente de lo que pasaba; había demasiadas manos en su cuerpo, dos labios distintos besando zonas que le encendían de sobremanera. Su ropa empezó a faltar y pronto no tuvo idea de a quién estaba desnudando, pero las telas ya no eran un impedimento entre los tres. Había besos robados que ahora ya reconocía, porque mientras Remus era lento y firme al besar, Sirius era acelerado y demandante, aunque no por eso uno era mejor que otro, pues al ser seguidos, sólo hacían que fuera una experiencia completa de todo lo que más le gustaba de ellos. Sabía que sus propias manos no se estaban quietas, recorriendo ambos cuerpos y tocando tanta piel como podía, llevando sus propios labios a explorar nuevos territorios en lo que los otros dos compartían besos.
– Podemos… es tiempo de movernos a la cama. – A penas podía concretar que las palabras que decía tuvieran sentido, pero es que llegados a ese punto sólo quería tenerlos a ambos en una cama y que lo demás fluyera solo. No tenía idea de qué hacer en un trío, de hecho, sospechaba que ninguno de los presentes, pero tocarse y besarse era todo lo que necesitaban y no había razón para matarse tratando de hacerlo perfecto.
Ambos le obedecieron y entre besos robados y manoseos lograron llegar a su habitación, las palabras fueron obsoletas mientras entre los tres comenzaban a tocar dispuestos a aprender juntos una nueva forma de complacerse. Nadie parecía quedar fuera, pues por turnos la atención estaba volcada en uno solo por parte de los otros dos. El primero en recibir esa atención fue Remus, a quien tuvieron gimiendo pronto pues Sirius se tomó como tarea enseñarle a James todos los trucos que había aprendido con el paso del tiempo. Toca aquí, muerde allá, besa por acá. Era interesante lograr por su propia cuenta que Remus se convirtiera en un desastre, reaccionando de forma encantadora ante cada uno de sus toques. Sirius fue el siguiente, él era sin dudas algo muy especial, era ruidoso y no dejaba de retorcerse contra las sábanas cuando James seguía las indicaciones que le daba Remus, claramente pagándole el favor a Sirius, a pesar de ya saber de antemano que la rudeza y la toma de control era de su agrado, verlo así era una maravilla.
Entonces fue el turno de James y aunque sus acompañantes no tenían un mapa de él ni un manual de pasos a seguir para complacerlo, parecían muy interesados en descubrir cada uno de esos lugares. Si alguien le preguntaba a James, fácilmente podría decir que no quedó ni un tramo de su piel por besar o tocar, no sabía que habrían visto ellos de él, pero si de algo estaba seguro es que la imagen de ambos chupando su erección al mismo tiempo era algo que podría usar para conjurar un patronus.
Aquella sesión de descubrimientos, caricias terminó justo cuando el sol comenzaba a aclarar el cielo. La luz aun era tenue cuando los tres ya estaban tumbados en la cama de forma perezosa, pero ninguno se estaba tocando. James de alguna forma estaba en medio, la mirada clavada en el techo y a pesar de que moría por dormir un poco, las mil cosas que había en su mente no le dejaban conciliar el sueño. Cuando terminaron corrió básicamente a ponerse ropa interior para al menos no sentirse tan vulnerable. Sirius y Remus permanecieron tan callados como él, quizás esperando a que dijera algo, así que eso hizo.
– No me gusta sentir que estoy irrumpiendo en algo que no me pertenece, yo… sé que ustedes no serían capaces de lastimarme, pero eso no quiere decir que ahora mismo estén pensando racionalmente. Sé que quizás estábamos emocionados por… vaya, el momento, pero no quiere decir que yo realmente sea algo más que una anécdota en su relación. – Comenzó a hablar sintiendo un horrible nudo en su garganta, porque ahí estaba, abriéndose a ambos en formas que no quería hacerlo. Odiaba que vieran esta parte de él, pero ya era muy tarde para echarse para atrás.
– James, tú no eres algo que pueda ser pasajero, no hay forma de que nuestro amor por ti sea algo de un solo evento, porque sabemos que no es así y nunca lo fue. Es cierto que Sirius y yo llevamos una relación de mucho tiempo, pero tu espacio en ella siempre estuvo guardado aun sin que supiéramos nosotros mismos. – Remus respondió y ahora sentía la mirada de ambos en él, pero ¿cómo podría verlos a la cara así? Quería empezar a llorar y ni siquiera sabía por qué.
– ¿y qué va a pasar si todo sale mal? Ya fallé en un matrimonio, no quiero arruinar su relación también, no podría perdonarme si esto sale mal y nosotros nos alejamos, ustedes son mi familia. – En algún momento las lágrimas dejaron de ser contenidas y se vio envuelto en los brazos de ambos, probablemente en ese momento se permitió sacar lo que llevaba una vida cargando. Se sentía patético llorando de esa forma, pero era tan liberador, más porque no se sentía solo en eso, se sentía protegido con ambos sosteniéndolo, sabia que le estaban susurrando palabras tranquilizadoras, pero no podía parar. Se dejó llevar por sus sentimientos hasta que poco a poco pasó su crisis y Sirius le dio un beso en la frente.
– James, no hay nada que pueda pasar que nos aleje de ti. Sé que fuimos unos idiotas por no hablar de esto antes y lo siento tanto por haber esperado a que te vieras forzado a marcar una distancia así, pero si nos das una oportunidad sé que podemos hacer que la espera valga la pena, sé que podemos hacer que esto funcione. – Era muy extraño escuchar a Sirius hablar con madurez, pero ahí estaban. No podía explicar lo asustado que se encontraba de echar las cosas a perder.
– Sí, exactamente eso. – Volvió a hablar Remus, limpiando una de sus lagrimas que aun manchaba su mejilla. – Si nos das la oportunidad, haremos que valga la pena, James. Podemos al menos intentarlo, porque tú siempre has sido parte de nosotros y nosotros siempre seremos una parte de ti.
– Si digo que sí, ¿significa que yo también sería su novio y tendría que lidiar con sus imposibles peleas? – Preguntó con una pequeña sonrisa en la cara, relajándose y dejando que el momento de su pequeño colapso pasara. Ese comentario se ganó la risa de Remus y una mordida juguetona de Sirius en el hombro.
– Si aceptas la única advertencia es que tendrás que lidiar con ambos, pero no es nada nuevo para ti, puedo enumerar las ventajas, como que tendrías a las personas mas atractivas como novios, tenemos citas semanales así que nunca te aburrirías, sin mencionar el excelente sexo que podemos tener los tres… – James no resistió la risa y se giró para plantarle un beso corto a Sirius, girándose inmediatamente después para besar a Remus también.
– Con tan buenas razones, ¿cómo podría decir que no? – Contestó abrazándose a ambos.
Y eso cerró aquella noche para los nuevos amantes, con un lobo, un perro y un león cobarde completamente rendidos ante el cansancio físico y emocional. El alba fue testigo de como compartían su primer sueño juntos.
Fin.