
Remus + James
Los tres estaban en el recibidor de la vieja mansión Potter, rodeados de un aura muy extraña, como si nada hubiese cambiado desde su adolescencia cuando pasaban sus veranos allí.
Sólo que ahora ya no tenían esa edad, era otoño y definitivamente sus vidas eran mucho más problemáticas de lo que habían sido entonces.
Sirius estaba enojado o, al menos, eso indicaba el ceño fruncido y la mirada acusadora que le estaba dando en ese momento. Todo porque un par de minutos antes había sido capturado infraganti viéndole el trasero al pobre de James, que inconsciente de lo irresistible que era, sólo se inclinó para levantar una caja del suelo.
Y es que Remus era humano, uno que además carecía de fuerza de voluntad cuando de James Potter se trataba, porque sí, sería una mentira decir que el contrario no estaba buenísimo. ¿Eso lo convertía en una persona horrible? Claro que sí, porque no estaba ahí para fantasear descaradamente con su persona, sino más bien para apoyarlo ahora que estaba pasando por una situación difícil como lo era su reciente divorcio.
− ¿Esa fue la última? Vaya, que pocas cosas tenía en casa. – Habló su amigo mientras se despeinaba el cabello, una mala costumbre desarrollada durante sus años de escuela y que ahora caía en un tic ansioso. Remus lo conocía, estaba fuera de su zona de confort y se sintió profundamente mal por verlo tan fuera de sí.
−James, ¿seguro que estás bien mudándote aquí tú solo? Sabes que nuestro piso siempre tiene las puertas abiertas para ti. – No sabía muy bien porque de pronto le daba por ser más protector con él, quizás por el hecho de que no esperaba que James sufriera. Odiaba pensar en él estando solo ahora que estaba pasando por muchos cambios. Sin mencionar que él no había querido habitar la casa de sus padres después de la muerte de ellos y ahora ahí estaba de nuevo. Eran esos pequeños detalles los que preocupaban a Remus. Sirius de nuevo le dio una mirada que no era nada amable y le rodó los ojos, no sabía si por celos o por no haber tenido él la iniciativa de invitarlo.
−Oh, no te preocupes por eso. Seguramente iré a visitarlos seguido y Harry me robara demasiado tiempo como para pensar en cualquier cosa. – Se rio de forma encantadora, estirándose y haciendo a Remus sonrojar, ¿Por qué se sentía tan hormonal? No era el único que notó eso, Sirius también había desviado la vista. – En fin, ¿quieren una cerveza? Voy a ir a la cocina.
Se fue antes de que cualquiera de los dos pudiera contestar. James siempre había sabido cuando era un buen momento para retirarse si es que había señales de alguna pelea aproximándose, supuso Remus que esto era debido a todos los años que pasaron viviendo juntos en la escuela y es que sus peleas con Sirius no eran nada nuevo. Su relación siempre había sido explosiva y lo era aún más ahora que vivían solos como una pareja. Una vez que dejaron de escuchar los pasos de su amigo, el ya antes mencionado se volteó hacia él con brusquedad, casi como un perro rabioso.
Ese era Sirius, un jodido celoso demasiado territorial como para tolerar alguna situación de ese tipo y Remus ni siquiera estaba seguro de cómo saldría de algo así bien parado, porque había sido totalmente su culpa y no tenía ninguna excusa.
− ¿Qué mierda te pasa? – Le espetó en voz baja y él hubiese querido decir algo, poder contestar con algo inteligente, pero es que no sabía qué le pasaba. Desde el anuncio de su separación, Remus había tenidos sentimientos muy extraños y difíciles de explicar acerca de James. Siempre habían sido amigos muy cercanos. Los mejores amigos, así como lo era de Peter, excepto que había más ahí y le asustaba totalmente porque algunos de sus pensamientos superaban lo que uno suele pensar de un buen amigo y se sentía tan culpable por ello.
−Honestamente no lo sé, no puedo evitarlo y lo siento. – No había mucho más que decir, porque no es como que voluntariamente viera a James y pensara en él como el ser más dulce de todos, o que su sonrisa alumbraría un estadio completo. No era como si quisiera pensar en cómo su cuerpo siempre había sido perfecto, incluso ahora que ya no estaba ejercitado como en sus años de escuela o en su época de deportista. No era su intención mirarlo demasiado cuando alguna parte de su cuerpo estaba a la vista.
Y lo peor era que, pese a todos esos pensamientos, seguía muy seguro de sus sentimientos por Sirius. Porque lo amaba muchísimo, porque lo miraba y no podía creer su suerte al tenerlo como compañero de vida. Porque en las noches sentía su corazón lleno de amor al tenerlo dormido a su lado. Porque cuando ambos estaban juntos era como ser magia pura. Y porque Sirius era la clase de persona que es encantadora y caliente a partes iguales.
Y era una locura, ya que cuando Remus pensaba demasiado en el tema, siempre llegaba a la misma conclusión: que no sabía una mierda de lo que quería, o que, por el contrario, estaba muy seguro de lo que quería. Porque quería tenerlos a ambos.
Sirius le hizo un puchero y eso le hizo pensar en más cosas… porque no había sido el único en babear cuando James se estiró. Remus se cruzó de brazos. Hipócrita.
−Y ahora que lo mencionas, es muy infantil de tu parte actuar de esta forma, como si yo fuera el único que está viendo demasiado a James. – El moreno abrió la boca totalmente indignado. Bien, esa había sido una forma terrible de abrir el tema, pero lo hecho, hecho estaba y ya iba siendo hora de que hablaran del elefante en la habitación.
−Yo nunca- James es- ¿cómo te atreves a insinuar algo así? – Muy típico de Sirius tratar de evadir el tema al no encontrar los argumentos correctos, así que se rehusó a hablar, porque sabía de antemano que cuando había mucho silencio, su pareja despotricaba palabras como si su vida dependiera de ello. – Somos como hermanos, eso sería por demás decir desagradable. No a todos los sangre puras nos va el incesto, ¿sabes? Porque estoy bastante seguro de que somos primos lejanos.
Sirius habló muy serio* y Remus sonrió por dentro, lo tenía justo donde lo quería, porque esos argumentos no estaban salidos de la nada, estaba bastante seguro de que llevaba mínimo algún tiempo pensando en esa posibilidad.
−Oh, claro. ¿Entonces eso es lo que más te molesta? Porque no me estás diciendo que no te parezca atractivo, sólo me estás dando excusas que ni siquiera tú crees. Yo sé lo de tu primer beso y la prueba de ADN, Sirius, no lo olvides. Ya sabes, borrachera en cuarto año. – Era sacar una carta vieja y empolvada, porque esa anécdota había ocurrido al menos cuando Sirius tenía quince años.
Recordaba muy claro cómo su pareja había estado realmente renuente a contarle aquella tragedia que echaba por la borda su reputación como sex simbol de Hogwarts, pero al final le dijo con dato y seña cómo ocurrieron las cosas esa vez. Todo sucedió cuando él y James…
−Vete al diablo, Remus, eso es caer bajo. – Le contestó cortando su hilo de pensamientos, se veía realmente molesto, pero más que eso, confundido. Antes de que decidiera qué responder, James apareció por el pasillo que daba a la cocina con tres botellas y una sonrisa pequeña que hizo al lobo dentro suyo retorcerse en felicidad contagiada.
Merlín, estaba más que muerto.
−Traje tres cervezas, así que espero que ustedes dos se hayan arreglado ya. – Claro que James era un mediador por naturaleza, lo había sido siempre en la escuela. Él era lo que ninguno de ellos podría: positivo y relajado. Contrario a las palabras ya dichas, Sirius bufó y caminó directo hacia el muchacho de lentes. En todo momento sus ojos estuvieron fijos en Remus y este sintió a su corazón saltarse un latido.
−No, no nos arreglamos y creo que Lupin estará muy contento quedándose aquí a pasar la noche, porque no es bien recibido en el piso hasta nuevo aviso. – Dijo de forma emberrinchada, invadiendo totalmente el espacio personal del contrario que no parecía ni remotamente afectado por ello.
–Oh, vamos, Sirius… no seas así. – Trató de razonar Remus, pero fue ignorado mientras el desgraciado pasaba sus manos por la cintura del castaño de forma lenta, sin romper el contacto visual hasta que su cabeza se movió y con sensualidad tomó la mejilla de James. Podía ver el sonrojo de su amigo y como por un segundo Sirius titubeó mientras se acercaba para dejar un beso suave sobre la mejilla de este antes de decirle por lo bajo.
– Nos vemos luego, Jimmy. – Lo dijo de forma atropellada y con la voz algo estrangulada. El chistecito seguro le había salido más caro, pero se desapareció sin dejar que ninguno de los dos dijera nada. El causante de todo ese embrollo parecía demasiado sorprendido como para decir nada y Remus estaba demasiado ocupado tratando de quitarse esa imagen de su cabeza, de todos modos.
Bueno, ahora no sabía si estaba celoso de que Sirius hubiese coqueteado deliberadamente con James, o si estaba celoso porque lo había tocado así y él jamás podría ser tan descarado con su amigo (por mucho que quisiera). James se aclaró la garganta y dejó salir una risa algo nerviosa.
–¿Qué pulga le picó? – Trató de bromear e instintivamente el licántropo se llevó un par de dedos a pellizcar el puente de su nariz con frustración. Se suponía que estaban ahí para ayudar, no para dar más problemas y sólo habían terminado por involucrar al buen James en sus tonterías infantiles.
–Lo siento, veníamos con toda la intención de ayudarte a instalarte, no a incomodarte con nuestras peleas. – Ni a comerte con la mirada, pensó, pero decidió dejar ese último pensamiento para sus adentros. El contrario rio y le hizo una mueca para dejar claro que no había problema.
–Los conozco perfectamente, ¿ustedes sin discutir por más de cinco minutos? Imposible. – Le guiñó un ojo y se sentó en el sillón, palmeando a su lado para que le imitara y eso hizo, buscando dejar una distancia prudente. Le extendió una botella de cerveza y ambos bebieron al mismo tiempo. – Y como ya dije, sorprendentemente no tenía muchas pertenencias allá, sólo ropa y algunos cachivaches. Los muebles le servirán más a Lily.
–En verdad sigo sin entender cómo puedes estar tan tranquilo con todo lo que estás pasando. No me malinterpretes, no es que quiera verte destruido y triste por los rincones, pero… no lo sé. Nunca deja de sorprenderme lo valiente que eres. – Dijo en acto de honestidad desmedida que no sabía de dónde sacó. Sin embargo, James sólo negó con la cabeza sin dejar de sonreír.
–No es tan así, Remus. Supongo que todos se quedaron con la idea de la explosión de muestras afectivas cuando éramos adolescentes, pero la realidad es que nuestra relación nunca se sintió tan… no sabría cómo explicarlo. ¿Le faltaba magia? – Al hablar parecía estar abriendo un poco la puerta de sus verdaderos sentimientos y Remus se sintió más que halagado de poder ser parte de ellos, porque, aunque su amigo fuera totalmente extrovertido, había una capa que guardaba para sí mismo. Porque así era él, un león valiente dispuesto a dar la vida por todo el mundo, pero demasiado asustado de demostrar su debilidad.
Le recordó vagamente al tierno León Cobarde de El Mago de Oz. Al no contar con una respuesta, James siguió hablando.
– No por ello quiero decir que Lily no era genial, porque realmente es una persona asombrosa. Siempre voy a amarla porque no fue sólo mi esposa, ¿entiendes? Fuimos y somos buenos amigos, sin mencionar que ella me dio lo mejor de mi vida, a Harry. ¬– Se encogió de hombros antes de darle un trago largo a su bebida. – Sólo que las cosas no iban a durar más en el camino romántico y menos cuando ella decidió que podría ser más feliz con Mary.
Para todos había sido una sorpresa (aun no sabían si agradable) que Lily estuviese saliendo con Mary y que esta última había sido la causa decisiva del divorcio. Pero ambas se veían tan felices que era imposible para él no alegrarse por su nuevo comienzo, aunque una parte de sí mismo estaba renuente porque eso significaba un James lastimado.
– También se vale estar triste, ¿verdad? No necesitas hacerte el fuerte si no estás al cien. – dijo con cuidado de no herir la susceptibilidad del castaño, pero este soltó una pequeña carcajada y le dio una sonrisa irónica.
– Mira quién habla, eres la persona más reservada que conozco. ¿Descifrar tus secretos? Misión imposible. Tú, Remus Lupin, eres un enigma andante. Te lo juro, nunca sé lo que estás pensando– Respondió burlón y se empujó de forma juguetona contra su hombro, robándole una pequeña risa.
– Eso es mentira, ya no te guardo ningún secreto. – Buscó defenderse, pero por la forma en que James se sentó y lo miró, supo que este sabía que mentía.
–Mentiroso. En fin, el punto es que, aunque a tu preocupado cerebro le resulte imposible de creer, estoy bien. Me siento liberado de alguna forma e incluso creo que quiero empezar a salir más. – Claro, era lo más normal del mundo que James decidiera rehacer su vida porque seguían siendo muy jóvenes. Además, merecía ser muy feliz también, ¿no? Eso era lo más importante.
Y si eso era lo más importante, ¿por qué le molestaba tanto la idea de que algo así sucediera?
–Pues, salud por eso y por tu nuevo comienzo. – Dijo buscando cambiar el tema y acercó su botella a la de James, brindando. Cuando se acabaron el contenido, Remus hizo amago de levantarse. – Bueno, se hace tarde y debo irme a ver si Sirius no destruyó mis zapatos siendo Padfoot.
Se ganó una mirada algo afligida de James, pero la compuso en una sonrisa rápido. Ja, ahí estaba el León Cobarde.
–Claro, claro. Seguro querrá comportarse peor que perro callejero y mear la alfombra o algo así, típico de Pads. – El tono jocoso de su voz no alcanzó el brillo de sus ojos y se preguntó cómo es que James existía en un mundo tan terrible siendo él lo más hermosa y puro que sus ojos habían podido observar.
–Aunque, él dijo que no era bienvenido en casa por hoy… mejor no tentar mi suerte o podría recibir una mordida. ¿Puedo quedarme aquí, contigo? – Era más fácil darle a James lo que quería volteando la situación porque así funcionaba eso y Remus estuvo seguro de que había realizado la acción correcta cuando vio sus ojos castaños brillar debajo de esas terribles gafas.
–No seas estúpido, siempre eres bienvenido aquí. – El contrarió recargó su cabeza y su desastroso cabello en el hombro del licántropo, siendo la persona de contacto físico que Remus rara vez le dejaba ser, porque nunca sabía cómo corresponder esas muestras de afecto, pero supuso que no habría ningún daño en dejarlo ser, después de todo, estaba ahí para apoyarlo. – De hecho, tú y yo somos los que menos tiempo pasamos juntos.
–Eso no es cierto, siempre hemos sido cercanos sólo que… no lo sé, no sé cómo ser como Sirius y tú, ¿entiendes? No soy la persona más divertida y enérgica. –Fue más fácil sacar eso de su pecho ahora que no lo estaba viendo a la cara, aunque aun así fuera extraño tenerlo tan cerca. James hizo un ruido dudoso, aparentando no haber entendido una sola palabra de lo ya dicho.
–¿De qué hablas? Tú eres divertido. Cuando éramos niños solíamos hacer travesuras juntos todo el tiempo, los cuatro éramos un gran equipo. Y tú, bueno, tienes razón, no eres amante de moverte, pero siempre tuviste ideas geniales e incluso estudiar contigo era más que divertido. No sé cuándo empezaste a alejarte y lamento si fui yo quien te hizo pensar que no disfrutaba tu compañía. – Parecía realmente apenado de su actuar, como si tuviese la culpa de algo. No supo explicar con palabras lo cálido que sentía dentro de su pecho al escuchar eso. Porque sí, había sido culpa de su ansiedad pensar que James se aburria a su lado y decidió tomar distancia cuando comenzó a mirarlo demasiado, más que apenado de fantasear con su buen amigo heterosexual.
–No fue tu culpa, supongo que sólo fueron muchas cosas. Pero mayormente mi culpa, lamento haber subido mis barreras contigo, pero quiero que sepas que nunca he dejado de considerarte uno de mis mejores amigos, James. Tú, Peter y Sirius siempre han sido una parte muy importante de mi vida. – Respondió y ambos se sumieron en un silencio algo cargado, pese a que el contrario parecía conforme con su respuesta. Aun así, el castaño se despegó de su lugar y lo miró con ojos inquisitivos.
–¿Podrías decirme qué “muchas cosas” te alejaron? Quizás podamos arreglarlas ahora. Quiero decir, es lo más que hemos hablado en un tiempo y creo que sería un gran momento para la sinceridad. – Maldito el eterno optimismo de ese hombre que ahora sonreía decidido y le observaba como si fuera la persona más importante en la tierra. Suspiró y se pasó una mano por el cabello.
–Mira, fue una tontería, ¿de acuerdo? Es en verdad absurdo. – Respondió queriendo dejar morir el tema y no sentir su vena Gryffindor impulsándolo a contarle todo.
–No creo que haya sido una tontería si te afectó por tanto tiempo, e incluso si lo fuera quiero poder burlarme de ti por ello. – De nuevo esa sonrisa gamberra que lo desarmaba por completo. Godric, no iba a sobrevivir esa noche. Tomó aire y se obligó a apartar de su mente todas las imágenes de los escenarios donde las cosas salían mal si decidía confesarse.
–Si te burlas de mí, ten por seguro de que te patearé el trasero porque ambos sabemos que soy más fuerte que tú. – Dijo tratando de no morir ante los nervios y se odió realmente porque sus años de puberto caliente y enamorado ya habían quedado atrás como para comportarse de esa forma ahora. – Bien… cuando estábamos en cuarto o quinto año, tal vez… tal vez pensaba que estaba algo enamorado de ti.
La reacción que nunca esperó de James Potter, el silencio. No parecía enojado, pero tampoco parecía estar dispuesto a tomarlo como una anécdota graciosa del pasado.
–Tengo… tengo muchas preguntas. ¿Por qué nunca me lo dijiste? Yo… ¿Y qué pasa con Sirius? Ustedes empezaron a salir en quinto. – Se veía tan confundido como un pez fuera del agua, como si la cabeza estuviera a punto de explotarle. Remus realmente pensó que lo quería mucho por seguir preocupándose por Sirius en un momento así.
–Esa es otra historia… graciosa, pero no me corresponde a mí contarla. Sólo puedo decir que Sirius también lo sabe y de todas formas pasó mucho tiempo, no tienes nada de qué preocuparte. No es como que vaya a saltar encima de ti ahora mismo, relájate. – James no era esa clase de hombre heterosexual, pero no sabía cómo reaccionaría a una noticia cómo esa y menos con el ceño notoriamente fruncido que le estaba dedicando.
–No es… es que yo- mierda, ¿Por qué no me lo dijiste antes? Pase todo ese año cuestionándome si estaba loco por creer que te gustaba y si te habías dado cuenta de que tú me gustabas a mí y por ello te habías alejado, ¡no puedo creer que no me lo dijeras! – Dijo pareciendo sumamente ofendido en una perorata sin pies ni cabeza, dejando a Remus con la boca abierta. ¿Qué?
–Detente, ¿yo también te…? – No supo por qué su boca no le permitió terminar la frase, pero no hizo falta porque James le miró como si fuera un ser especialmente tonto y lento.
–Oh, por favor. Creí que había sido obvio cuando te besé esa vez en las vacaciones. – Bueno, ese beso había sido un evento extraño en su cabeza, porque nunca entendió como había sucedido y menos quién lo inicio, sólo recordaba los labios inexpertos de James sobre los suyos y como tuvo mucho miedo de tocar demasiado mientras ponía sus manos en las caderas del contrario. Tendrían recién catorce y pico, ninguno sabía cómo besar y se suponía que era un amigo ayudando a otro.
–Pensé que había sido un experimento o un ensayo. – Dijo en voz baja y el silencio reinó en la habitación una vez más, hasta que el mismo decidió romperlo. – Pensé que sólo te gustaban las mujeres.
–Pues no… soy pansexual y te juro por Godric que si haces el chiste de si me gusta el pan, voy a golpearte. – Remus se quedó aún más sorprendido porque nunca pensó en alguien como James gustando de hombres, menos identificándose a sí mismo como pansexual. – Antes de que preguntes, investigué mucho después del beso porque estaba realmente confundido, Freud fue realmente un alivio.
–Primero, Freud es una fuente terrible, pero ahora puedo ayudarte a buscar más a fondo si lo necesitas y segundo… yo creo que sí te gusta el pan o tu figura de jugador se mantendría intacta. – Mentiría si dijera que el dolor en su brazo por el puñetazo que le dio no había valido la pena. Ambos carcajearon hasta que se cansaron. Les hacía falta algo de diversión luego del ambiente tan denso que habían formado.
–Odio ese chiste, parece que nunca va a morir. – Respondió James cuando el aire regreso a sus pulmones y volvían a la seriedad que el asunto ameritaba. – Merlín… ¿cuántas cosas hubiesen sido distintas si te lo hubiese dicho? Quiero decir, de alguna forma no estuvo mal, ¿verdad? Digo, yo tengo a mi hijo. Tú tienes a Sirius…
–Supongo que nunca lo sabremos, pero tienes razón. Nada de arrepentimientos, excepto que quizás me hubiese gustado hacerte feliz. – Lo dijo con toda la honestidad que su interior le permitió, porque sí, podía imaginarse a James pequeño estando solo y confundido con todas esas emociones. Tal vez no hubiese sido tan difícil de haber estado a su lado, pero la vida no estaba hecha de los “tal vez”. A pesar de haberse perdido en su mente por unos segundos, el de lentes puso una mano sobre su rodilla y le sonrió.
–Yo fui feliz, Rem. Muy, muy feliz. No te lamentes por cosas que no podemos cambiar, de cualquier modo, nunca me hubiese atrevido a meterme en medio de lo que tienes con Sirius. Los amo a ambos muchísimo, sólo quiero que estén bien. – Y probablemente eso debía ser suficiente para cortar el tema, pero no podía dejarlo estar cuando podía percibir la nota triste al final de las palabras de James. Lo hubiese dejado estar si no supiera que James llevaba toda su vida privándose de esas pequeñas cosas porque quería ver a todo el mundo feliz, sin importarle sus propias necesidades. Por una vez, Remus iba a cuidar de James como él llevaba cuidando de todos por toda su vida.
– Tú nunca te metiste en medio de nada. Nunca. Siempre… demonios, no sé cómo explicarlo sin que suene raro, pero… tú siempre has estado ahí, sin ser algo que sobra. No eres un mal tercio o alguien que no encaje. – Si hubiese sido la persona adecuada, hubiera tenido mejores palabras conforme a la situación, pero nunca había sido bueno para expresar sus sentimientos de ninguna forma. Pese a su carencia al comunicarse, el contrario parecía estar bien con lo dicho, así que, armándose de valor, se estiró hasta acunar una de sus mejillas con su mano y lo vio directo a los ojos. – Tú no sobras en esto… tal vez sólo quiero abarcar demasiadas cosas que no merezco, pero, quiero a Sirius y también a ti. De todas las formas que se te ocurran.
Lo siguiente que pasó fue inevitable y le dio un Deja Vú a su primer beso, cuando no supo quien lo empezó ni quien lo siguió, excepto que ahora ninguno de los dos era inexperto. Así que mientras los labios de James se movían a un ritmo por demás decir, disfrutable, sus manos se aferraron con fuerza a la cintura de este, paseándose por su espalda también.
¿Cuánto tiempo más hubiese podido resistir sin volver a sentir su cuerpo danzar con el contrario en besos largos y cargados de deseos reprimidos? No creía haber podido resistir por mucho más, pues besar a James era como estar bajo el agua mucho tiempo y luego volver a la superficie, llenando de oxígeno tus pulmones. Había algo nuevo en la forma de tocarlo, algo nuevo que nunca había experimentado con nadie, porque era divino. Era ser una persona impura tocando -y besando- a alguien sagrado. Podría haberle jurado devoción eterna a James si este se lo hubiese pedido con tan sólo un par de besos.
Remus sabía que no iba a sobrevivir la noche, pero ahora también estaba seguro de que no le importaría morir si la causa eran los labios de James Potter.
Lo besó sin detenerse a pensar si eso estaba bien o si habría consecuencias, porque lo necesitaba y de alguna forma, cuando James buscó la forma de acercarlo más, supo que el contrario también lo hacía. Pronto la ropa comenzó a ser un problema, un estorbo en el recorrido de sus manos que quería sentir la piel de él libre y expuesta. Pero quería hacerlo bien, porque James definitivamente merecía más que un manoseo rápido en un sofá, ya no eran adolescentes, por amor a Merlín.
–¿Puedo llevarte al cuarto? – Murmuró Remus contra sus labios, tratando de grabar en su mente cada detalle del rostro del moreno, quien detrás de esos lentes tenía los ojos entrecerrados. Este asintió y se puso de pie, pareciendo demasiado ansioso por apresurarse a llegar a su vieja habitación.
En cuanto pusieron un pie dentro de la recamara, el contrario se abalanzó sobre él y aunque al inicio sus besos habían sido mejor que nada, comenzó a notar cierta desesperación, lo que le hizo detenerse, acariciando el rostro ajeno.
–James, no voy a ir a ningún lado, tenemos toda la noche. – Algo le decía que su amigo estaba pensando demasiado y que actuaba de esa forma apresurada como si temiera que aquello fuera a terminar pronto, por lo que antes de hacer cualquier cosa se aseguró de que estuviera cómodo y conforme con la situación. La forma en la que los hombros contrarios parecieron destensarse le hizo saber que había acertado, así que con cariño comenzó a repartir pequeños besitos por su rostro, retirando sus lentes y ocasionando algunas risitas.
Se sentó en el borde de la cama y sentó al moreno en su regazo, retomando los besos que ahora eran demandantes y tentadores. Se movía como el deportista que había sido en sus años de escuela, ágil y agraciado, como si hubiese nacido para hacer a Remus perder el control rápidamente. Y él estaba tan agradecido de poder descender sus labios por el cuello contrario y probar finalmente esa piel tostada que era perfecta. Ahora que estaban en plena intimidad, no se midió y terminó por retirar la camiseta que estaba usando, deleitándose por la vista unos segundos. Porque James era así de perfecto, era radiante y caliente con ese tono de piel morena y esos labios hinchados que delataban lo mucho que él mismo había aprovechado para morderlos a su antojo, pero al mismo tiempo, por la mirada atenta -y seguramente hambrienta que debía de estar dándole en ese momento- se veía cohibido, demasiado tierno tratando de ocultar con sus brazos los rollos de piel que había en su abdomen, como si eso no fuera parte de su encanto.
–¿Qué tanto miras? – Le cuestionó el contrario con una sonrisa algo apenada, pero aun así pareciendo curioso por la situación y Remus lo besó porque, benditos los seres supremos que hicieron a James Potter.
–A ti, todo tú es… eres deslumbrante. – Respondió contra sus labios, tomando la piel desnuda de sus caderas y recorriéndola, escuchó una risa algo nerviosa.
–Bueno, no soy más un modelo, ya no tengo el abdomen de antes y no es como que fuera la gran cosa, no como Sirius de todos modos… – Lo dijo tan casual que le hizo fruncir el ceño, haciéndole actuar sin pensar demasiado, quitando su propia camiseta para dejar al descubierto sus cicatrices. James se le quedó mirando unos momentos, recorriendo con sus dedos el trazo más largo que marcaba su pecho. – Siempre quise tocarla.
A pesar de que el comentario le dio un vuelco en el corazón, tenía un punto que demostrar.
– ¿Tú me consideras feo? Por estas cicatrices, no es como si mi piel fuera como la de Sirius. – Preguntó, tratando de guardar en lo más profundo de su ser la que en su momento fue su peor inseguridad, porque sí, él solía caer en el error de comparar su cuerpo con el de los demás. Pieles perfectas y no mancilladas por las garras de una bestia. La cara ofendida del contrario casi le hizo reír.
– ¡Claro que no! Tú eres encantador así y- – Se escandalizó y Remus sonrió, alzándole una ceja de forma sarcástica hasta que el moreno entendió. – Oh.
Remus volvió a besarlo con lentitud, dejándolo sobre la cama e inmediatamente colocándose sobre él en un movimiento rápido para tomarlo desprevenido.
–No seas idiota, Potter, quiero todo lo que tienes para ofrecer. – Dijo en voz baja mientras descendía sus besos por el cuello ajeno, conociendo los lugares que hacían a su amigo suspirar y jadear, tomándose el tiempo de armar un mapa de su cuerpo. Después de esa clase de amor propio, no hubo mucha platica pues sus bocas estaban ocupadas en temas más importantes.
La ropa sobrante terminó regada por todo el cuarto, sin importarles un bledo y pronto descubrió que escuchar los pedidos desesperados de James por más, era uno de sus sonidos favoritos en el mundo. Todo eso mientras lo probaba con una amenaza de que se correría pronto si no paraba. No se detuvo hasta que pudo saborearlo.
Descubrió, también, que a él le gustaba la forma en la que después se invirtieron los papeles, cuando el moreno tenía la cabeza subiendo y bajando entre sus piernas, observándolo de vez en cuando con la mirada más sucia que él esperaba ver. Si James alcanzaba a ver o no su cara contraída por el placer del momento, eso sería un misterio.
Se la cobró cuando lo tuvo boca abajo, apretando las sábanas con sus dedos y su rostro ladeado mientras gemía a cada embestida. La vista de su rostro era magnifica, con la boca abierta y las mejillas sonrojadas por el movimiento desenfrenado. Su espalda contrayendo sus músculos y ni hablar del trasero tan magnifico que tenía. No se cansó de decirle lo hermoso y atractivo que era así. Remus no era más que un alma perdida dispuesta a entregarse a la deidad que tenía debajo suyo.
Fue una noche sin luna, pero el lobo definitivamente salió a la luz, feliz de marcar a esa persona como suya también. Y en la oscuridad del cuarto, cuando ambos estaban ya demasiado agotados para continuar, juró para sus adentros compensar el tiempo perdido. De la forma que fuera, todo lo que quisiera, lo que fuera goce para James, Remus lo haría.
Ambos estaban acostados viendo el techo de la habitación, con las manos entrelazadas y disfrutando el silencio más el ambiente que ellos mismos habían hecho. A su alrededor flotaban aún los restos de aquellos suspiros fantasmas y podían sentir el cansancio de lo que había sido una experiencia única.
–Rem… ¿crees que Sirius me odie por lo que acabamos de hacer? – Normalmente, si hubiese sido otra persona, quizás supiera que su pareja sería capaz de cortar cabezas si alguien si quiera lo miraba demasiado. Pero, a pesar de que conocía lo territorial y posesivo que podía ser, esta vez no sabía de o por quién estaría más celoso, aunque no sabía si debía decirle algo así a su amigo.
–¿Puedo hacerte una pregunta? – Dijo, evadiendo por el momento contestar y cuando recibió una respuesta positiva, siguió. – ¿Sientes algo por Sirius también?
Se sumieron en el silencio de nuevo, sólo roto por las ocasiones en las cuales James abría la boca buscando una contestación a su pregunta, hasta que finalmente soltó un suspiro.
–No lo sé… es que, ¿cómo sabes cuando no puedes decidir entre dos personas? Porque, toda mi vida los he amado porque son mis amigos, pero… hay algo más. Siempre hubo algo más que no sabía si era sólo yo, tratando de ver más allá de algo sano que nuestra amistad y ahora- Godric, no puedo creer mi suerte de haber podido estar contigo, pero eso debió haber clarificado la situación, ¿no? Quiero decir, ya debería haber podido entender qué sucede conmigo, pero… aun no lo sé. – El pobre parecía tan confundido y Remus quiso explicarle que a veces existían personas poliamorosas, que no había nada de malo en ello, pero tal vez debía experimentar para saber, así que dijo lo primero que se le ocurrió, girándose para darle un beso en la frente.
–Ve a verlo. A Sirius, quiero decir. Deben ser alrededor de las dos de la mañana, si lo conozco bien y vaya que así es, estará sin poder dormir de todos modos. – Dijo por fin ante la mirada impresionada del castaño, que ya había recuperado sus lentes.
–Pero- – Trató de debatirle, pero Remus se levantó, lanzando un Accio para tomar las prendas de ambos y le ofreció las suyas con una pequeña sonrisa para darle ánimo.
– Habla con él, seguro que será más esclarecedor. Yo estaré esperando aquí porque temo entorpecer su conversación, creo que ambos necesitan una de esas conversaciones profundas. – Le interrumpió y sin decir más los dos bajaron hasta la sala de estar donde la chimenea estaba lista con la Red Flu.
–Deséame suerte, la voy a necesitar. – Dijo el moreno antes de acercarse para robarle un beso y Remus se derritió un poco por dentro cuando lo vio partir.
Se estiró perezoso cuando el fuego de la chimenea dejó de crepitar y observó la hora, faltaba poco para que dieran las tres de la madrugada, perfectamente podía tener un buen sueño reparador luego de una sesión de sexo fabulosa.
Él tenía mucho tiempo que no dormía en una cama sin contar con la compañía de alguien más, así que subió al cuarto esperando disfrutar de su soledad, porque, si no estaba equivocado, pronto tendría que compartir cama con dos tarados que amaba muchísimo.