Cayendo en las manos del enemigo

Harry Potter - J. K. Rowling
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Cayendo en las manos del enemigo
Summary
Tom Riddle alfaSeverus Snape Omega
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Capitulo 4.

Demonios ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba?

Se sentía aturdido, cansado, mareado y con un dolor de cabeza que no lo dejaba pensar con claridad lo que había pasado dentro las últimas veinticuatro horas , sino es que era más, debido a la inconciencia de la que había despertado.

El cuello le dolía como si hubiera estado suspendido al aire todo el tiempo, sentía los ojos pesados al punto que le costaba un gran esfuerzo el mantenerlos abiertos, y por más que apretara sus párpados y parpadeara el cansancio no se iba. Su vista de por sí ya era un asco, a duras penas podía reconocer o distinguir cosas sin sus lentes pasa sumarle que en le estaba costando más debido al dolor que le recorría el cuerpo. Podía sentir cada sensación recorrerle el cuerpo, con un movimiento tan pequeño como intentar levantar un poco las piernas o mover los dedos, le seguía una corriente eléctrica que anulaba de inmediato cualquier movimiento.

Intentó levantar la cabeza una vez más, esforzándose al máximo para poder enfocar su vista en el lugar donde se encontraba, porque estaba seguro, que no estaba en su casa; el suelo era de piedra y hacia frío, como si se encontraba bajo tierra, en un calabozo tal vez. Escuchaba un pitido proviniendo de sus oídos lo que solo conseguía aturdirlo un poco más. Frunció el entrecejo, sacudió la cabeza de un lado para otro en un intento de hacer que el sonido se detuviera y recuperar totalmente la conciencia en vez de estar a la deriva. Se dio cuenta que sus brazos y piernas estaban inmovilizados cuando intento sostener su cabeza en sus manos, como si tuviera una resaca, tal como hacía cuando era joven y aún asistía a Hogwarts.

Podía escuchar pequeños murmullos poco entendibles, empezó a controlar su respiración, tratando de tranquilizar su desesperada mente que sentía correr por todos lados sin conectar un solo pensamiento coherente, necesitaba conectar su mente con su cuerpo y no solo quedarse atrapado en las sensaciones. Al menos, para alivio suyo, aún seguía con vida. Tendría que escapar e ir en busca de su hijo y su esposa, esa era su misión principal, luego daría aviso a las autoridades o más bien a Dumbledore para que los pusiera en un lugar seguro al igual que los Longbottom.

Los mortifagos y el señor tenebroso los habían encontrado.

Cuando por fin pudo tener el control de su cuerpo y de su mente, levantó su cabeza despacio, analizando el lugar en dónde se encontraba en busca de una salida.

El lugar era grande, más grande que el primer piso de su hogar, y como había imaginado, estaba como en un calabozo, tal vez una mazmorra, pero no una donde ponían a los prisioneros; sino más bien, parecía más un laboratorio con toques hogareños. Eso lo dejo perplejo.

Frente suyo había grandes estantes con diferentes frascos de distintos tamaños con contenidos bastante sospechosos, de algunos de ellos podían discernir lo que eran, los había utilizado una o dos veces después de terminar sus estudios, de los demás no tenía ni idea. Por el rabillo del ojo, pudo notar el reflejo de la chimenea siendo usada. Cerro sus ojos para poder escuchar el crepitar del fuego en los leños, intentó agudizar su oído para escuchar algo más, hasta que el grito de alguien lo saco de su ensimismamiento haciéndolo tensarse al instante, el grito provenía de aquel rincón, donde la luz de las lámparas ya no hacía nada por disipar la oscuridad.
Por un instante, pudo reconocer ese grito, pero rezo a Merlín que no fuera de su mejor amigo. Por Dios, no entendía como demonios había terminado ahí, atado a una maldita silla con símbolos extraños dibujados en el suelo, que lo más probable era lo que impedían utilizar su magia, podía sentirla, estaba ahí, pero cuando intentaba llegar a ella, simplemente no respondía. Se sentía sumamente frustrado al sentir inútil, a merced de cualquier loco ¿Y su esposa? ¿Cómo estaría Lily? ¿Harry estaría bien, o lo tendría que dar por muerto?

Sabía de la profecía y no dudaba que el maniático purista le había puesto una diana encima a su hijo. Quiso llorar ante la impotencia que sentía, su corazón le dolía más que todo el cuerpo ante su propia incapacidad, dolía haberle fallado no solo a Lily y al pequeño Harry, sino también a su amigo quien solo había llegado de visita. Y ahora también tendría como culpa, llevarse con él y todos ellos a la mujer inocente que solo les había brindado ayuda. No solo eso, sino que también había prometido protegerla cuando fuera un blanco para los mortifagos, pero cuando fue a dejarla como era recurrente cerca de su casa antes de ver cómo hechizos eran lanzados a aquella sencilla morada haciéndola totalmente inhabitable así que tuvo que acogerla en su propia casa, sabiendo que a Lily le gustaría la idea por más que los motivos fueran todo lo contrario a la felicidad. Ella y Lily se habían llevado demasiado bien, aún para su propio gusto, pero era hermoso ver a Lily sonreír como tiempo atrás no hacía. Dejo escapar un gemido lastimero cuando pudo sentir como la silla fue girando hasta ver lo que había ignorado todo esté tiempo, al solo ver la mitad de la habitación, después de todo, no tenía ojos en la espalda.

Se sintió petrificado, sus ojos casi podían sentir salir de sus cuencas, para ver a la persona que más asco y repugnancia le tenía.

Severus Snape.

Y no solo era eso , su amada Lily, su Omega pelirroja se encontraba dormitando —o eso esperaba— en un cajón blanco, que estaba recubierto de un acolchonado con pequeños relieves por todos lados pareciendo raíces y Lily fuera el centro de todas las raíces. Su rostro parecía apacible , en su brazo derecho tenía una aguja con un tubo bastante delgado incrustado que traspasaba un líquido constantemente que goteaba al lado, en uno de los compartimentos del cajón.
Severus se encontraba apuntándole con su varita, tenía los ojos cerrados, moviéndolos de un lado para otro, no tenía que ser experto para saber que estaba haciendo, solo unos pocos tenían el don por naturaleza que les era sumamente difícil controlar, por eso usaban sus varitas como catalizador en buscar uno o varios recuerdos en específico. Cuando abrió los ojos la rabia y enojo reflejado en los ónix, su rostro se deformo por la irá que contenía, fue lo último que vio cuando un rayo color rojo fue lanzado con violencia hacia él, cayendo nuevamente en la oscuridad

(..)

—Despierta, maldito gusano.
El cubetazo de agua fría cayó sobre todo su cuerpo, tensándolo al instante, queriendo brincar, pero viéndose impedido por las ataduras invisibles que lo rodeaban cuál serpientes. Se sacudió lo más rápido que pudo, parte de su cabello se pego en su frente y cuando sintió que parte del agua helada ya no goteaba encima de él, la compresión cayó encima de él.

—¡¿Qué le has hecho a Lily, maldita serpiente?!— el silencio reinó por unos segundos, su corazón latía pesado y rápidamente . Odiaba al hombre que estaba parado frente a él, con la maldita mirada de desprecio que le dirigía, barriéndolo de abajo para arriba, como si él fuera mejor, como si no valiera nada. Él era Lord Potter, el último Potter de su línea de sangre— sino contaba a Harry, por supuesto— tenía dinero, influencia, poder, un lugar en el Wizengamot, una mansión con su emblema y varias casas, terrenos, negocios, mientras que Severus no tenía en donde caerse muerto, y ni siquiera podía decir que era un hombre, al fin y al cabo— ¡Responde Snape! — gritó encolerizado, sus mejillas rosas lo delataban, aparte de que su voz la había levantado, sus ojos se agrandaron y su respiración se hizo más agitada.

—Es Prince-Riddle, imbécil— susurró con aburrimiento, pensando como demonios se iba a divertir con la escoria sentada frente a él. Sonrió con sorna al ver la confusión descrita en el maldito rostro del cegatón. Odiaba el apellido de su padre, así que ¿por qué no reclamar el apellido de su madre? —¿Sabes qué sucede cuando a un animal furioso y peligroso le quitan algo que ama, que lo tranquiliza y que lo hace sentirse conectado con su humanidad? —preguntó con curiosidad, ladeando su rostro de una manera inocente, aún cuando toda su aura mágica irradiaba peligro inminente y sus ojos se divertían con gozo al tener a alguien bajo su control aún si su rostro no reflejaba eso.

—¡No! ¡Y no me interesa tus anécdotas, preguntas o acertijos estúpidos! Solo quiero saber dónde está mi familia —luchó por intentar romper las ataduras mágicas, aún sí sabía que eran imposibles sino tenía su magia con él.

—Siempre haz un ignorante Potter— se rio un poco. Se sentía tan contento y pleno, como en mucho no se sentía, no es como si con Tom no se la pasará bien, es solo que esto era algo más personal, más suyo, su secreto, su anhelo profundo. Vengarse de los malditos que le hicieron la vida imposible y lo humillaron un montón de veces para quitarle lo que más le importaba, Lily. Se regocijo al caminar alrededor de James y este intentaba seguirle el paso con la mirada. Hasta que decidió sentarse en su propio escritorio, y cruzar las piernas mientras veía sus uñas como si eso fuera la cosa más interesante de la habitación, como si en la parte más oscura, que en realidad era un habitación donde tenía suspendido al aire al maldito perro pulgoso con heridas que, no eran la gran cosa, solo lo había tomado como un pequeñito experimento ante sus hechizos que siempre quiso probar y pues… Si en algunas partes del cuerpo del pulgoso, estaba su piel colgada y otras donde se podían ver claramente parte de sus huesos, otras quemadas y tal vez, solo tal vez, algunas partes faltantes y otras “con mejoras algo dolorosas” pues, eran efectos secundarios que realmente le habían encantado, pero, aun así, debía perfeccionar. Tallo con una pluma negra y un cántico prohibido una runa que anulaba la magia de la persona que se encontrará dentro de está o lo tuviera en alguna parte del cuerpo tatuada, qué fue sobre la espalda de Sirius. Había disfrutado los alaridos de dolor de Black, se había tomado su tiempo haciéndolo tan despacio y con fuerza, como si estuviera escribiendo en pergamino en vez de un humano. No solo había usado hechizos nuevos en él, sino también, que le había dado a beber una nueva poción que le haría revivir los peores recuerdos, parecía agua, incolora y sin sabor, pero era letal para la mente.

(…)

—¿Qué te pareció Sirius? ¿Acaso no te gustó? ¿No decías que los mestizos no podían crear hechizos realmente buenos? — sonrió mientras con su dedo índice rozaba con algo de fuerza la herida fresca y sangrante, haciéndole retorcerse del dolor.

—V-vete al día…— tosió escupiendo algo de sangre— Vete al diablo.
—Con mucho gusto, pero sabes —dibujó una sonrisa tranquila en su rostro la cuál no llegaba a sus ojos—. Te daré un último regalito, como tú algún día intentaste darme —para cuándo termino de hablar, la sonrisa había desaparecido, revisó entre sus diversos bolsillos encontrando un pequeño frasco con base octagonal y una altura de unos cuatro centímetros color morado—. Se un buen maldito y asqueroso perro y abre la boca —la mirada de odio que le dirigieron solo lo hizo reír, sentirse demasiado divertido ante la situación que paradójicamente él también había pasado en las manos de tres de los cuatro merodeadores.
Eso le causó también amargura.
Esa fue la gota que derramó el vaso.

Fue un año después de presentarse como Omega y reconocer quién demonios era su alfa destinado al que rechazo en cada oportunidad y no perdió la oportunidad de humillarlo con sus palabras que hacían al lobo retroceder todas las veces, bueno, casi siempre. Un día antes que iniciarán las vacaciones de verano y con ello, el fin de sexto año; para este momento, su amistad con Lily había terminado, los merodeadores lo habían dejado de acosar, en parte por él rompimiento de su amistad y en parte por ser el “Omega destinado” de su amigo, lo que le daba cierta “Inmunidad”. Se había concretado una reunión en secreto con el famoso Lord Voldemort quien en realidad se llamaba Tom Marvolo Riddle, descendiente de Salazar Slytherin gracias a Lucius Malfoy, que era el intermediario usando como excusa visitar a su prometida, de hecho, no era del todo mentira, teniendo varios tratos en cuanto a pociones complicadas o prohibidas se tratarán por una considerable retribución mientras seguía sus estudios. Claramente también lo estaba incitando personalmente a ser parte de sus filas, aunque desde hace dos años habían comenzado por medio de sus compañeros de casa, no obstante, Severus ya tenía en claro que iba aceptar llegado su momento, pero presentía que había algo más ahí, escondido entre líneas en cada conversación que había tenido con el mayor. Y vaya que lo había descubierto ese año. No lo presiono ni nada por el estilo, solo dejo caer su máscara y puso sus cartas sobre la mesa, dándole tiempo a qué sopesara una respuesta ante ser su cónyuge para su próximo celo, el cual, casualmente se había enterado que sería a principios de agosto.

Lo habían asaltado en uno de los pasillos que comúnmente usaba para ir al aula de pociones. Se había descuidado, al no ser acosado por tanto tiempo, se acostumbró a la paz, aunque más que paz, al estar casi siempre en las nubes viendo el pro y las contras de estar unido a un hombre que, aunque las causas de su movimiento eran buenas y tenían demasiada verdad en ella, algunas estrategias eran realmente estúpidas. Les faltaba un estratega certero y letal que pudiera ver ambos bandos y tomar las mejores decisiones y no simplemente atacar por mero reflejo ante las emociones.

Fue cuando sintió el hechizo golpear su espalda en el pasillo supuestamente vacío, cuando tres personas surgieron de la nada; James, Sirius y Peter
Petrificus Totalus
Fue el pensamiento de Severus, dado que aún podía oír, ver, sentir y pensar.
Cuando los tres lo rodearon, miles de cosas negativas pasaron por su mente, el miedo se abrió paso en su cuerpo. No confiaba en ellos, nunca lo haría, siempre les tendría desconfianza aún sí estos se llegasen a disculpar, nunca les creería.

Lo cubrieron con el manto/capa  y con el encantamiento, Wingardium Leviosa, fue levitado por James hasta el salón de desuso más cercano, quitándole la capa y siendo guardada por el dueño

—¿No que muy rudo, Snivellus? —la burla se podía escuchar en cada palabra por parte de Sirius, su mirada altiva recorriendo su cuerpo, un escalofrío le recorrió al instante mientras esté lo tomaba de la barbilla con fuerza— Rechazar a nuestro Luni y humillarlo ¿Eso te hace sentir muy bien, cierto? —la primera bofetada cayó en su mejilla, que enrojeció al instante— Pero ¿qué crees asquerosa serpiente? Tu tiempo se ha  acabado, ahora tendrás lo que realmente merece una rata como tú.

—¡Oye! Las ratas no son asquerosas como él —protesto el más pequeño  de los tres —No me compares con él— frunció el cejo mientras se cruzaba de brazos.
—Lo siento Pete , es solo que no puedo creer que Remus sea el destinado de este mestizo asqueroso ¿Pedirnos que lo dejáramos de perseguir aún cuando todos sabemos que es malvado, porque es su pareja destinada y quiere cortejarlo? ¡Por el amor de Merlín! ¡Quejicus nunca va a cambiar! —movió sus brazos con exorbitante manía— ¡Ya estoy harto de ver a Luni llorando a cada puto rato porque este raro no lo acepta, ya me harté verlo sufrir cada luna llena porque este fenómeno no está a su lado! —alzando la voz sin miedo a que fuera escuchado, después de todo, casi nadie iba al aula de pociones cuando no había clases, así que no tenía porque ser precavido.

—Hasta James piensa lo mismo ¿No es cierto cornamenta? —preguntó, dirigiendo su mirada a su amigo de lentes que se encontraba sentada en una mesa vieja, metido en su propio mundo—¡James! ¡Despierta!  —gritó más fuerte, soltado un chillido al final.
Potter salto en su propio lugar, parpadeando varias veces.
—Sí, sí,  lo que tú digas Canuto —suspiro cansado—. Mejor terminemos con esto, tengo que verme con Lily en quince minutos —de su túnica saco una botella color morada.
El terror se impregnó en su aroma que empezó a desprenderse de su cuerpo, haciendo que los demás olieran su aroma, haciendo muecas de náuseas y repulsión, pero eso en ese momento no le importaba. Sabía que era esa poción. Nunca imagino que los mediocres presentes, pudieran crear una poción compleja.
—Así que sabes que es ¿Cierto? Una de tus amadas pociones usada en tu contra ¿Acaso esto no es divertido?
—Apresúrate Canuto, ya no quiero estar aquí más tiempo —por más desinteresado que sonara la voz de Potter, podía deducir que no estaba del todo convencido de hacer eso. Lo sabía por la manera en cómo desviaba la mirada a diferencia de los otros dos, de como sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, y el movimiento rápido de su pierna. Prefería la muerte a enamorarse del lobo por medio de una poción.
—Esto lo hacemos por Remus, pero quiero divertirme un poco, por favor ¿Sí?  —hizo su voz más aguda, al mismo tiempo de empezar hacerle ojitos al joto de su amigo.
—Haz lo que quieras, solo no hagas algo que haga que Rems, te quiera matar. Tengo que irme —tomó su mochila y se fue rápidamente azotando la puerta.
—Creo que estamos perdiendo a Jaime  por culpa de Lily —negó con la cabeza.
Fue ahí donde inicio su tortura, hechizos tras hechizo fue lanzado sobre su cuerpo mientras las risas retumbaban en sus oídos, hasta que el más idiota le lanzó el primer Cruciatus . Dos más y sintió su cuerpo temblar.
—Creo que es suficiente Pete, ahora sí, vamos a lo que vinimos —se puso de cuclillas para estar casi al nivel del cuerpo del pelinegro y tomarlo del cabello—. Ahora sí, abre la boca incubadora con patas —lo último lo susurró más despacio por su amigo.
Severus empezó a llorar, quería negarse, pero no podía moverse. Hasta que el primer rayo color rojizo llegó a Sirius y este fue arrojado hasta la pared, cayendo laxo. No había que decir que el maldito de Peter se transformó en una rata y huyó a un agujero para esconderse.

Lucius, su guardián había llegado.
Maldición, por primera vez agradeció la maldita paranoia de Lucius y su maldita puntualidad. Estaba seguro que se había retrasado más de lo que su compañero podía soportar.

Con un movimiento de varita fue liberado.

—¿Cómo demonios sabías que estaba aquí, Lucius? —preguntó aún aturdido, tomando el frasco entre sus manos para guardarla como recordatorio.

—El Lord.
Fue toda la respuesta que necesito saber aún si tenía dudas de saber el cómo lo supo.
Y eso fue todo lo que necesito para despejar todas las dudas que pudiera tener.
Venganza.

—Así que lo recuerdas ¿Cierto? —se acercó hasta Sirius y lo obligó a tragarse el contenido, deleitándose con sus gritos de agonía.
Esta vez no era una poción de amor sino todo lo contrario.
El maldito de Peter había muerto a manos de Tom con un simple Avada Kedavra, después de todo, su poca utilidad ya había servido a la causa. Revelar el Fidelius ¿Tener a un traidor entre sus filas? Era de mal augurio.
Si traicionas a quien decían ser familia ¿Qué debería de esperar de alguien que solo te utiliza para un propósito?

Porque sí, Tom había endulzado el oído del pequeño Omega obeso para que el traicionara a sus amigos de años, prometiéndole no solo poder y un lugar realmente importante entre sus filas, sino ser su consorte, que dejaría a Severus por él, y el muy estúpido había caído. Iluso.

—Veras Potter, que a veces  meterte con una bestia peligrosa puede traerte demasiadas dificultades en un futuro, y para tu fortuna yo soy esa bestia para ti. Me quitaste lo que más amaba, por tu maldita culpa ¡Lily y yo nos distanciamos! —se bajó de su escritorio y con un movimiento de dedos, invoco unas pinzas de presión que pronto estuvo entre sus manos.
—¡Lily nunca se quedaría con alguien como tú! —su esposa nunca lo dejaría por algo como eso.
—Lily fue débil ante tus estúpidos encantos y palabras dulces, pero yo no. Siempre desconfíe de ti desde el primer instante, y vaya que no me fallaron mis presentimiento. No eres más que un maldito alfa mediocre que necesito de pociones calmantes para mantener atada y controlado a Lils . Sabes que ella es mucho para ti ¡Ella quiso buscarme después de que ustedes se casaran! —se acercó aún más a su víctima tomando su mano, y con la pinza le fue quitando las uñas que no tardaron en sangrar por la fuerza ejercida— ¡Dejaste que Sirius le pusiera las manos encima! ¡Intentaste bloquear sus recuerdos del abuso que le hiciste cada vez que ella te desobedeció! —transfiguró la pinza a un cuchillo y se lo clavo en la pierna izquierda con todas sus fuerzas para sacarlo y apuñalar su ojo derecho. Los gritos de dolor no tardaron en hacer eco la habitación, la satisfacción empezó a inundarle, pero la rabia, el enojo y la sed de venganza no cedían ni un poco. —Vamos a disfrutar el tiempo que estaremos juntos, Potter. Da gracias que el maldito lobo no estaba ahí, porque sino, lo que yo les hago, serían cosquillas a comparación a lo que él les haría si supiera todo lo que ustedes trataron de hacer —no había reflejado nada en su rostro ni en su voz. Parecía hueco, sin emociones ni sentimientos más que la venganza en su manera más pura, sin tanto parloteo más, comenzó su trabajo para atraer el cuerpo de Sirius y ambos pudieran observarse mutuamente, porque no solo practicaría y experimentaría con ellos, sino que les quebraría hueso por hueso, devolviéndoles cada lesión que había sufrió por parte de ellos en sus siete años de Hogwarts. Tenía tantas pociones macabras que deseaba usar con ellos, quería usar los diferentes instrumentos de tortura que había conseguido del mundo muggle, en especial la doncella de hierro y la rueda para despedazar. Pero primero, empezaría por quebrar sus espíritus. Jugando con su mente, llevarlos al borde de la locura hasta llegar al punto en qué no sabrían que era real y lo que no.

(…)

Después de haber jugado dos horas más con sus invitados de honor hasta que estos colapsaron, subió a la planta de arriba para darse una ducha y poder supervisar que todo hubiera salido a la perfección.

Una vez limpió, fue en busca de Tom, podía sentirlo en la nueva habitación que estaría a un lado de la suya. Con delicadeza abrió la puerta, observando como el alfa se encontraba observando detenidamente la cuna frente a él, o más bien, el contenido de está.

—¿Estás seguro de esto, Severus?
—¿Por qué no debería de estarlo? Harry aún no es un peligro para ti, aún es un pequeño bebé de un año y tres meses, podemos moldearlo como mejor nos convenga. Ha quedado huérfano, tanto su padre como padrino han desaparecido de la faz de la tierra, su madre, por otro lado ha muerto… —susurró uniéndose a observar el pequeño niño regordete durmiendo con un chupón en su boca, arropado con una manta color azul rey.

“Por favor, no mates a Lily. Ella es mía”

—¿Aún la quieres? —preguntó, y aunque en su voz no reflejo nada, había apretado inconsciente el puño de su mano izquierda.
—Ahora estoy contigo, eso ya no importa —su voz tampoco reveló nada, recordando su amistad con ella y su presente, donde ella dormiría hasta donde el considerará apropiado.
—Responde Severus, nunca nos hemos ocultado nada, no empecemos ahora —exigió un poco molesto, y aunque había empezado a disfrutar de la intimidad con el pelinegro , aún no entendía del todo lo que le estaba ocurriendo en algunas ocasiones.
—Ella fue mi mejor amiga, mi primer amor, y en su tiempo me dolió demasiado su perdida y también su rechazo en todas las formas posibles, pero ahora me doy cuenta de que a lo mejor solo viví en una ilusión y nunca fue verdadero amor romántico que le sentí por ella, sino un afecto por ser la primer persona en mostrarme algo distinto a lo que estaba acostumbrado. Así que ya no la quiero en un sentido romántico, pero aún aprecio nuestros recuerdos de infancia y parte de la pubertad.

Eso pareció calmar a Tom, tampoco le saldría con la estupidez de estar enamorado de él porque no lo creía posible, si estaba experimentando cosas distintas con Lily, además de estar enlazados, pero aún no podía darle nombre. Tal vez en un futuro.
—¿Y que haremos con este niño? —volvió a centrar su atención ante el infante.
—Me lo voy a quedar.
—Pero si él —la mano de Severus se posó en su mejilla con suavidad, parándose frente a él acariciando su rostro, observando sus facciones mientras que se relajaba ante su toque.
—Es solo un bebé, por esa misma razón es mejor que nosotros lo cuidemos y velemos por él, por ambos. Si lo dejamos a su suerte podría acabar en manos de Petunia, y estoy seguro que está mujer lo trataría peor que un elfo doméstico, descargaría sus frustraciones en él, y si no te apresuras a matar a Dumbledore, él encontrará a Harry, le lavara su cerebro con tanta facilidad que será ahí donde volveremos a tener problemas. Aún podemos hacerle un pequeño Obliviate, eliminar los recuerdos de sus verdaderos padres y criarlo los dos juntos, podemos hacerlo parte de nuestra familia mientras llega el nuestro propio —sonrió con orgullo el pelinegro cuando pudo observar la chispa encenderse en los ojos color borgoña. Fue apresado en un sueve abrazo en la cintura, y con esa misma alegría, inicio a moverse lentamente, iniciando un pequeño vals—. Recuerda que a veces solo falta un poco de un cuidado mejor para hacer la diferencia. Tu anhelaste en tu tiempo una familia mientras estabas en el orfanato —la mirada de Tom quiso desviarse, entretenerse en cualquier cosa menos en su pareja y su pasado, pero el testarudo de Severus no lo dejaría escapar tan rápido— ¿O acaso me has mentido?
—Claro que no, y lo sabes —sonrió ante la mirada molesta que los ojos Borgoña le dirigía— ¿Y tú podrás cuidarlo sin querer compararlo con su padre? —devolvió la jugada.

—No es solo el hijo del estúpido del cerdo, sino de Lily, mi amiga. Tampoco lo dejaría con la única familia que le queda por parte de su madre. Lo odiarían y si pudieran, hasta lo matarían en cuanto tuvieran la oportunidad.
—¿Y que haremos con los Longbottom?
—¿Bellatrix aún no se ha hecho cargo de ellos? —pregunto con duda, sintiendo el enojo si estos imbéciles cometían algún error y los llevará a la quiebra.
—Han exterminado al matrimonio, pero la abuela ah rogado por sus vidas, jurando lealtad a mi y a la causa.
—No confío en ella, Alice decía que era una mujer demasiado carcamal. Si el pequeño mocoso tiene un núcleo de magia bastante bajo a lo normal, como creo, ella podría aventarlo desde una ventana con tal de comprobar que no sea un squib. Mátenla y traigan al niño. Podemos adoptar a ambos.
—Con Harry no habrá tanto problema a un futuro, yo solía tener los ojos verdes, podemos decir que los heredó de mi y el color del cabello, pero ¿El bebé Longbottom? No tiene ni un rasgo propio de nosotros.
—Le diremos la verdad a medias, pero aparte de Dumbledore, también debemos deshacernos de los que quedan dentro de la orden del Fénix para ocultar toda evidencia y no intenten acercarse a ninguno de los dos.

Con un suspiro derrotado, le dio el último giro, para abrazarlo de atrás, aún meciéndose lentamente — Esta bien. Confío en ti, Verus.

 

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