
Adaptándose a la muerte
Ese fue el comienzo de su muerte. Un comienzo que le reveló muchas cosas.
Primero que nada, que estaba atado a Snape.
No importaba cuánto intentara alejarse de él, no podía moverse más de los once pasos que contó en su aburrimiento.
Y lo segundo fue que a diferencia de los otros fantasmas en el castillo, nadie podía verlo, ni escucharlo. Lo cual resultaba ser de lo más tedioso y la mayoría de las veces causaba que terminara hablando solo.
Otras de las cosas que descubrió es que Snape era el espía de Dumbledore. El que mantuvo informando a la orden y engañó al "Señor Tenebroso" (Como había escuchado llamarlo por Snape más de una vez) sin ser atrapado.
De hecho aprendió y conoció muchas cosas de Snape. Y claro ¿Como no hacer si estaba atrapado con él?
Decir que James lo odiaba era quedarse corto, y más cuando descubrió que Snape fue la persona que reveló la profecía a El-que-no-debe-ser-nombrado.
No sabe cuanto insultó y gritó en el momento que se enteró. Prácticamente terminó llorando de frustración por no poder hacer nada y que nadie lo escuchará mientras que Snape era consolado por las palabras de Dumbledore sin realmente mucho éxito.
Recuerda muy bien que después de eso se sintió extrañamente sin energía, y sin poder reaccionar a lo que estaba "viviendo".
Se quedó tirado en el piso sin ser capaz de volver a entonar palabras alguna, dejando ser transportado a donde Snape quisiera ir.
Recuperó algo de cordura mientras Snape se encontraba en lo que parecía ser su casa, si es que se le podía llamar a esa choza en ruinas "casa".
Aunque contando lo que pasó después de que unos aurores llegaron a la puerta de Snape para llevárselo, la choza en ruinas era un paraíso.
Y eso fue porque Azkaban era un verdadero infierno.
Casi un mes entero estuvo Snape ahí y por consecuente él también.
Su odio hacia el espía bajo de cierta forma. Lo suficiente como para sentir algo de empatía por la situación que estaba pasando.
Lo cual consideró que fue porque a él también había comenzado a afectar la presencia de los dementores.
De alguna forma, peor que a Snape.
Tal vez era porque era un alma sin cuerpo o algo parecido, pero esas criaturas tan desagradables que acechaban por las rejas de la ventana lograban que terminara sentado junto a Snape, que parecía ser por alguna extraña razón lo único que lo mantenía algo cuerdo.
Lograr salir de ese agujero fue lo mejor que le pudo haber pasado, incluso agradeció volver a la choza en ruinas.
Pero volver a Hogwarts tras los juicios y que Snape se volviera él profesor de pociones, fue lo mejor.
Al decir la verdad, fue ahí donde comprendió lo que Snape y Dumbledore discutieron mientras él se hundía en su lamento y desconexión del mundo.
El-que-no-debe-ser-nombrado había sido derrotado.
La profecía tuvo razón, de alguna forma Harry lo había derrotado.
Ese pensamiento solo lo hizo caer en la realidad que Harry estaba vivo.
En el momento le alegró el recordar el sonido de la moto de Sirius antes de irse pero el ver la imagen de su amigo en el periódico y darse cuenta de que todos habían asumido que era Sirius el guardián, lo hizo caer cuesta abajo.
Intentó inútilmente volver a hablar con Snape, a pesar de saber que este jamás lo escucharía. Fueron días sin éxito alguno, que solo dejaron un terrible sentimiento.
Su culpa por Sirius solo era superada por la preocupación de dónde había ido a acabar su hijo.
Alice y Frank no era una opción después de leer en el diario que Snape leía por las mañanas, que ambos habían sido torturados hasta perder la razón.
Remus era alguien más quien estaba en la lista, pero Lily y él sabían que jamás le darían la custodia de Harry si algo les pasaba. Lo habían elegido para que ayudará a Sirius, ya que al fin y al cabo siendo un hombre lobo el Ministerio lo descartarían sin siquiera pensarlo.
Sin tener más opciones en las que pensar sus días se estaban volviendo peor de lo que habían sido en Azkaban.
Por lo cual, cuando Snape fue a la oficina del director a cuestionar el paradero de su hijo, casi lloró de alegría.
Pero eso quedó algo a la deriva cuando Dumbledore dijo que Harry había sido enviado con sus familiares.
Él ya no tenía a ningún familiar cercano luego de la muerte de sus padres y Lily también había pasado lo mismo con los suyos. Por lo que la única opción que quedaba era la hermana de Lily, Petunia.
La mujer no le había caído muy bien cuando la conoció y estaba seguro que su gordo esposo tampoco le tenía cariño alguno, pero se repitió que seguía siendo la hermana de Lily.
Intentó apartar el sentimiento de desconfianza hasta que tuvo que dejarlos atrás ya que después de todo, Snape no iría a visitar una vivienda muggle ni en sus sueños.
De alguna forma fue bueno para él. Las heridas estaban comenzando a sanar y pudo sentir algo más que angustia, dolor, culpa y tristeza que lo habían acompañado desde que se graduó.
Razón por la cual, adaptarse al nuevo entorno al que pertenecía en Hogwarts no fue muy difícil. Hasta llegaba a ser entretenido caminar junto a Snape.
Y era más que todo porque el profesor de pociones caminaba con gran majestuosidad haciendo que su túnica flotaba detrás suyo.
Era algo que jamás podrías imaginar si hubieses visto cuando era un joven estudiante todo encorvado que parecía querer volverse invisible.
Aunque lo que realmente le entretenía era ver como todos los estudiantes se apartaban del camino de Snape como si fuera la mismísima muerte caminando por los pasillos. Claro que no los culpaba, después de todo, hasta él lo confundió.
Otra cosa que disfrutó en los primeros años de docencia de el pocionista fueron sus juegos de apuestas con nada menos que su ex jefa de casa.
McGonagall había recibido bastante bien a Snape por alguna extraña razón. Siendo la única que se acercó el primer día en el castillo como profesor para darle una idea a lo que se tendría que enfrentar.
Desde ahí ambos terminaban siempre en alguna conversación. Aunque James siempre pensó que era más que todo porque ambos terminaban siendo como la mano derecha del director. Ya que siempre salía una que otra queja sobre el viejo hombre.
Pero las apuestas eran un caso aparte.
Si habías conocido a Severus Snape en el colegio, sabías con certeza que los deportes le interesaban poco y nada. Lo cual terminaba siendo la razón de su sorpresa cuando el tema del Quidditch salió.
Ver a Snape defender a su casa con tal fervor era como verlo de estudiante lanzando hechizos oscuros en sus enfrentamientos. Pero, claro que si había alguien quien podía dar batalla a la lengua afilada de Snape, esa era por su puesto McGonagall.
Sus discusiones les había costado más de una vez el casi no estar en el partido de sus casas por la profesora Hooch, quien siempre queda para intervenir entre esos dos. Ya que todos los demás profesores preferían ver desde lejos la divertida escena de ambos jefes de casa discutiendo, de misma forma que el director, quien poco intentaba esconder su diversión.
En algunos momentos se preguntaba si la relación con Lily y Snape también había sido algo parecida antes de que se echara a perder.
En esos momentos en que comenzaba a sentir algo de pena por el pocionista, se repetía que él había sido el culpable de que Lily muriera y que Harry creciera sin ellos a su lado.
Su odio al profesor era grande y quería mantenerlo así pero esa idea solía romperse en las noches.
Snape era un sujeto serio y amargado. Rara vez podrías decir que lo viste mostrar emoción alguna. Pero eso no contaba para él, después de todo James siempre estaba detrás de él.
Sumado al hecho que ya no tenía la necesidad de dormir, pudo estar en cada de esas noches donde el hombre se retorcía en su cama.
Conocía perfectamente las acciones que mostraba, las había visto más de una vez en plena guerra con los pocos que su escuadrón de aurores pudieron rescatar.
Pero sobre todo sabía que era debido a esa noche, esa noche en la que encontró a su amigo en su chimenea a mitad de la noche lleno de hollín. Y claro que le recordó a las noches en las que Sirius despertaba gritaba de dolor por los recuerdo de la maldición lanzada por su mismísima madre.
La maldición cruciatus.
Conocía que era usada en las personas que desaparecían, pero jamás pensó que El señor Tenebroso también la usará con los que le eran leales y por lo que sabía y había aprendido, Snape era alguien que estaba en el círculo interno del hombre.
¿Cómo era que todos esos afamados mortifagos, sangre pura se dejasen someter de tal forma después del orgullo con el que la mayoría actuaba?
No sabía como todos cayeron tan bajo, pero sabía desde la primera noche que Severus Snape había soportado mucho más que toda la orden del fénix en toda la guerra, incluso estando del otro lado.
Y no era solo por verlo tener esas pesadilla que parecían una tortura, haciendolo sudar frío y terminar en el baño vomitando la poca comida que comía en el día, no, era claro al ver su magia descontrolada actuar como la de un niño que todavía no había terminado de formar su núcleo mágico.
Algo que era visto para muchas familias de magos de dos formas, como una vergüenza por parte de la crianza o como si la persona en cuestión sólo había sido destinada a pasar por un verdadero infierno, ya que después de todo Hogwarts era una de muchas instituciones mágicas que intentaban prevenir exactamente cosas como estas.
Un mago sin control era un peligro, una bomba a punto de estallar.
Cuando el núcleo mágico estalle destruiría todo lo que hubiese a su alrededor.
O algo mucho peor.
Podía convertirse en un Obscurial.
Pero aunque la preocupación de James crecía con cada pesadilla en la que todo el cuarto del profesor se volvió un desastre al ser chocado por las olas de mágicas proveniente de este, todo volvía a su sitio cuando Snape despertaba sobresaltado y con la respiración entre cortada para luego vaciar todo su estómago, sin ser consciente de lo que pasaba.
James dejó de estar tan preocupado de que Snape destruyera el castillo después de ver su torso desnudo. Porque si, James se había negado rotundamente durante cinco meses a estar en presencia del cuerpo desnudo de Snape, eso era demasiado incluso para alguien quien lo vio sin pantalones.
Y aunque no era tarea sencilla el estar lejos del joven profesor, tuvo suerte de que la distancia permitida le dejase estar en otra habitación mientras el hombre se encargaba de sus asuntos.
No sabe porque pasó, si era porque los días fríos de invierno ya habían empezaban a terminar o que Snape al fin se sentía con la suficiente confianza de estar semi desnudo en su propia habitación, pero al final lo vio.
Vio su espalda llena de cicatrices y heridas que solo de verlas dolían.
Fue ese momento en que James entendió que no importaba cuánto mal recuerdo recordará Snape, cuanto dolor sintiera, no sabía toda la historia, pero sabía que vivió algo mucho peor que lo preparó para soportar y controlar su magia a propia voluntad.
No había peligro en que Snape destruyera el castillo, pero estaba seguro de que algo de su odio cayó la próxima noche en la que nuevamente lo vio destrozar la habitación murmurando el nombre de Lily y pidiendo disculpas.
Algo que por mucho tiempo le causaba enojo y molestia, se volvió el vivido recuerdo de Snape aferrándose al cuerpo muerto de su difunta esposa, generando un sentimiento de lástima y tristeza que se negaba a aceptar.