Conocerte

Todavia lo siente.

Incluso ahora, en este vacío. No importa que su cuerpo ya no exista en este mundo, lo siente.

Siente las mordidas de su ejército desgarrando su piel. Los dientes de los muertos tragando su carne. El crujido de los huesos romperse y los nervios en carne viva. Los músculos desgarrarse. El como la vida se le escapa a cada segundo.

Le duele, sangra por todos lados, pero lo que más sangra es su corazón destrozado, hecho cenizas, magullado, escupido y roto por un mundo que pregonaba justicia pero lastimaba a los indefensos.

Que no les importaba matar a un niño inocente.

Pero sobre todo siente que su corazón sangra con la culpa por la muerte de su shijie, por la muerte de Jin ZiXuan y provocarle más sufrimiento a su hermana.

El grito de rabia de Jiang Cheng nunca se había sentido tan sincero, tan terminante.

El dolor y el horror gravados en los ojos de Lan Zhan lo terminaron de romper.

No lo soporta.

Quiere que pare.

No quiere sentir, pero lo hace.

Su espíritu vaga sin rumbo por lo que se sienten días, semanas, años. No lo sabe. Su única compañía el poder del resentimiento que lo acuna como si fuera un bebé, que lo acaricia con mesura y jura que por un segundo se siente cuidado.

Pero sabe que no lo merece.

Siente frio. Hasta que no lo hace.

Unas manos cálidas, poderosas, toman su alma fragmentada con cuidado, como si fuera algo valioso, y lo sostienen contra algo fuerte, un pecho tal vez, en la representación más tétrica de un abrazo. Hace ya tanto tiempo desde que alguien más que A-Yuan lo abraza que se siente bien.

Se siente amado.

Aunque no sepa de quien son esas manos.

Unas manchas negras ¿su poder o sus pecados, quizá? Lo acarician, lo acunan.

"No." Quiere decir. "No me consueles, no lo merezco."

Pero una voz, cargada de melancolía, le susurra antes de sentir una fuerza que reconstruye su cuerpo.

"Mi pequeño Wei Ying."