El comienzo de todo (Sirius POV)
Voces. Me despertaron las voces de los sirvientes como solía ocurrir todos los días, como odiaba esas estúpidas voces comandadas por su padre. Enterré la cabeza en las sabanas buscando desaparecer, estaba harto de todo aquello, de su familia, de su vida, de tener que despertarse todos los días y poner rostro contento y ropa presentable. Cansado, Sirius estaba cansado.
Me dejé asear y vestir por los sirvientes con la misma rutina de todos los días, lavaron mi cuerpo y lo perfumaron con aceites y colonias, nadie hablaba, nadie decía nada, no lo tenían permitido, recortaron un poco mi cabello y lo apartaron del rostro para luego colocar en la cabeza aquella ridícula corona que me había ganado hacia unos años, olivos de oro, se suponía que representaban gloria, honor… no era nada de eso, eran un símbolo de esclavitud, de una jaula de oro glorificada, esa corona había sido comprada con lujos, monedas y atenciones, había ganado sus favores ante el emperador con palabras aduladoras y ojos bonitos.
–Padre, madre –saludé entrando al salón donde desayunábamos todos los días, la mesa repleta de comida que jamás llegábamos a comer, comida desperdiciada.
–Siéntate.
Orión era de pocas palabras cuando se trataba de su familia pero nunca dejaban lugar a replicas así que obedecí y me senté a la derecha de mi padre –el lugar del heredero– quedando frente a mi madre y junto a mi hermano.
–Hoy llegaran los combatientes y escogeré a los mejores para que luchen por nuestro nombre –no pude evitarlo, hice una mueca que no pasó desapercibida por el mayor–. No quiero escucharte.
–Pero padre…
–No –cortó elevando una mano al aire–. Ya hemos soportado tus comportamientos inadecuados por mucho tiempo Sirius, se supone que eres un hombre, cumplirás 24 años en dos semanas debes dejar de comportarte como un crio y empezar a ocupar los puestos por los que tanto he luchado; el gladiador que luchara en tu honor es de tu edad y no lo veo quejándose de estar en la arena, incluso tu hermano ya participó en la arena y se toma sus deberes con honor.
–Pues que él sea el heredero –dije de mala gana–. No me interesa nada de esto, no quiero un combate, no…
Un golpe en la mejilla me hizo callar, sentí la piel arder y cosquillear, mi padre estaba de pie y mi madre me observaba con seriedad del otro lado de la mesa.
–No voy a permitir que por tu culpa, el apellido Black sea rebajado, el combate se llevará a cabo te guste o no y vas a demostrar que fue y tu idea, vas a apostar por tu vencedor y vas a ver toda la pelea a mi lado ¿Entendido?
–Si padre…
(…)
Esa tarde, mientras me encontraba en mi entrenamiento privado, un sirviente entró en la arena para avisar que los guerreros habían llegado, contuve la respiración al oír sus palabras, el luchador había sido elegido, al igual que otros dos, uno por cada hombre de la familia.
Remus Lupin, más conocido como “El lobo gris” representaría el nombre de Sirius Orión Black en la contienda por el cumpleaños 24 del mismo.
En la noche, en el silencio de la habitación, recé por él, recé por ambos, le rogué a los dioses que ayudaran al gladiador ganar para que aquel pobre guerrero pudiera llevarse algo a casa, para que pudiera sobrevivir a la contienda más peligrosa, para yo mismo poder tener paz por al menos unos días.
Y los dioses me oyeron, pero los dioses no te dan lo que pides, te dan lo que necesitas y lo que ambos necesitaban en aquel momento era conocerse.