The Pevensies at Hogwarts

Harry Potter - J. K. Rowling Chronicles of Narnia (Movies)
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The Pevensies at Hogwarts
Summary
After being expelled from the wardrobe, the Pevensies go back to life in London.Once the war is over, Susan and Peter decide to follow their father's steps and go study at Hogwarts.
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Two birds on a wire...

Nos despedimos de Ed y Lucy (y de nuestros padres) el primero de Septiembre en el andén 9 ¾, en donde me dirigía a mi nueva vida. 

 

“¿Estás bien, Su?”, preguntó Peter, sacándome de mis pensamientos.

 

“Sí”, respondí con una sonrisa cortés, esperando que eso lo silenciara.

 

No lo hizo.

 

“Escucha, Su. Ahora que estamos solos…”, comenzó, y mis músculos se tensaron. No, no, no, no íbamos a hablar de esto, no íbamos a hablar en absoluto. Ya no estábamos en Narnia, ya no podíamos hacer las cosas que hacíamos allí.

 

Como cabalgar o practicar tiro con arco, ni luchar con espadas ni nada por el estilo.

 

Es más, ni siquiera iba a pensar en lo que no podíamos hacer, porque no podíamos hacerlo. ¿Qué caso tiene pensar en ello? Es como pensar en comida cuando no la tienes. Solo empeora el hambre.

 

Así que permanecí mirando por la ventana, viendo como pasaban los árboles y los túneles a gran velocidad.

 

“...ya sabes, sin Padre y Madre cerca, y ahora que por fin ha pasado un tiempo desde… estaba esperando que tú y yo pudiéramos… hablar.”

 

No dije nada, no demostré reacción alguna a sus palabras más allá de una quijada tensa, esperando que mi silencio fuese respuesta suficiente.

 

Lo fue, pero al parecer decidió ignorar mis silenciosas palabras.

 

“Escucha, sé que no quieres hablar de… prácticamente nada conmigo, pero, por Aslan, Susan, te necesito. No puedes seguir ignorándome por el resto de nuestras vidas.”

 

Obsérvame, pensé.

 

Peter soltó un suspiro frustrado y de reojo lo vi fruncir el ceño.

 

“Bien, ¿es así como quieres que sean las cosas? Perfecto. ¿Sabes qué? Me voy”, dijo mientras se levantaba y tomaba su maleta. No lo miré mientras lo hacía, ni lo miré mientras me dejaba sola en el compartimento. Bien, que se fuera era lo mejor, así por fin sería libre de respirar con tranquilidad y dejar mi eterna posición en la que observaba por la ventana.

 

¿Por qué no me sentía libre, entonces? En cambio, sólo había un cierto pesar en mi pecho, como si acabase de cometer un gran error. Cerré los ojos y respiré profundo antes de tragar con fuerza. Experta en enterrar mis sentimientos bajo una máscara de cortesía, al abrirlos me sentí como una persona nueva, justo a tiempo, pues alguien tocó la puerta de mi compartimento y la abrió.

 

“Hola, ¿podemos sentarnos aquí?”, preguntaron unas niñas. Bueno, para mí eran niñas, para ellas, seguramente la niña era yo.

 

“Por supuesto”, les sonreí por educación y ambas entraron al compartimento, hablando acerca de lo que habían hecho durante el verano.

 

Mientras tanto, yo me dejé a mi misma perderme en mi mundo, mi nuevo mundo, imaginando cómo sería aquella escuela mágica de la que Padre había hablado tanto cuando éramos niños. No iba a permitirme pensar en Narnia. Si lo hacía estaba segura de que rompería en llanto y no me detendría nunca. Así que alejé aquel lugar de mis pensamientos así como lo hice con Peter, y me concentré en recordar qué había dicho Padre acerca de Hogwarts.

 

Cuando llegamos nos hicieron subir en botes, y el enorme castillo se veía casi tan magnífico como Cair Paravel… No. No iba a pensar en eso. Pestañeé varias veces y respiré hondo de nuevo, concentrándome en la belleza del lugar por sí mismo. Había luces por todas partes a pesar de ser de noche, y un hombre alto, grande y barbudo nos mostró el camino, guiándonos por el lugar hasta que llegamos al castillo, en donde intercambió lugares con una mujer mayor con un sombrero puntiagudo.

 

La profesora McGonagall, dijo que era su nombre, y nos guió por entre los pasillos del enorme castillo hasta llegar a una gran sala con cuatro enormes mesas y cientos de alumnos sentados en bancos, junto con una larga mesa al fondo, en donde se sentaban quienes asumo que eran los profesores.

 

Y de entre todos los rostros, mis ojos quedaron fijados en uno.

 

Era doloroso y no quería mirarlo, sin embargo, no podía apartar la mirada de su cabello rubio, ni siquiera cuando sus ojos azules se encontraron con los míos. Sentí el calor subir a mi rostro, pero no pude apartar la vista. Y entonces, Peter parpadeó y volteó el rostro, avanzando. ¿Cuando es que el director había dicho su nombre?¿Cuándo había terminado el discurso siquiera?

 

“¡Gryffindor!”, exclamó el sombrero, y la mesa entera rompió en aplausos. No pude evitar sonreír. Pero claro que Peter sería Gryffindor, ¿cómo no serlo? Él era tan valiente, liderando cada una de las guerras y batallas en las que estuvimos en lugar de esconderse tras sus soldados como todos los Señores que habíamos conocido. Tan osado que se atrevió a combatir a la Bruja Blanca a los trece años, sin haber peleado en una guerra jamás, y tan caballeroso como solo él podía serlo. No había duda alguna en mí sobre por qué él fue nombrado Peter el Magnífico. Él realmente era magníf…

 

“¡Susan Pevensie!”, escuché exclamar a la profesora McGonagall, y salí inmediatamente de mis pensamientos. Qué vergüenza.

 

Caminé por el pasillo hasta la silla y me senté, pusieron el sombrero sobre mi cabeza, y esperé.

 

“Hmmm, veamos, ¿qué tenemos aquí?”, escuché en mi cabeza, y me sobresalté al darme cuenta de que el sombrero estaba hablándome en mi mente. “Ah, eres inteligente, sí, valoras la sabiduría, ¿tal vez Ravenclaw? Aunque también eres bastante intrépida, pero me inclino hacia… oh, ¿qué es esto? Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? Una reina. Susan la Benévola, ya veo, ¿debería enviarte a Hufflepuf, entonces?”

 

“Envíame a donde quieras, solo no a Gryffindor, por favor”, rogué, y el sombrero obedeció.

 

“Bien, entonces… ¡Ravenclaw!”, exclamó en voz alta. La mesa azul rompió en aplausos y vitoreos, y yo sonreí aliviada.

 

Me dirigí a mi mesa, en donde fui recibida por los niños con emoción. Les sonreí, dispuesta a olvidar mis problemas y lista para comenzar mi nueva vida, y me senté en la banca.


Una vez que terminaron de pasar todos los niños de primer año, la comida apareció mágicamente frente a nosotros, y solté un jadeo sorprendido, así como lo hicieron algunos de los niños más pequeños, aunque intenté no mirarlos mucho. Era doloroso hacerlo, demasiados recuerdos que había luchado por enterrar venían a mi mente si los observaba demasiado tiempo, por lo que me concentré en mi comida y enterré nuevamente aquellos pensamientos, como ya estaba tan acostumbrada a hacer.


Sonreí, comí e hice plática con los chicos mayores, esperando que se acercaran más a mis ideas, aunque seguían pareciéndome niños, tanto en apariencia como en mentalidad. Será mejor acostumbrarme, pensé con amargura.

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