
Cena
CAPÍTULO 14: CENA
POV HERMIONE
El matrimonio Malfoy está esperando al final de las escaleras. Dobby debió advertirles que estábamos cerca recién. Lucius luce serio y al mismo tiempo sereno. Narcissa, en cambio, quien suele ser más demostrativa, nos mira sonriente.
−Se ven hermosos ustedes dos –nos comenta.
Draco se detiene un momento en uno de los escalones al escuchar a su madre y yo me veo obligada a parar porque estoy aferrada a su brazo.
Lucius asiente mostrándose de acuerdo con su esposa. Cuando ambos llegamos hasta ellos, Narcissa arregla la corbata de su hijo y mueve hacia atrás algunos mechones de cabello que se le fueron a la frente.
−Pensé que usarías otro traje, alguno de los que seleccionaste esta mañana.
−Cambié de opinión por el vestido de Hermione. Los otros eran más coloridos.
−Buena elección. ¿Ese no es el traje que te compramos el año pasado durante un viaje? –dice su padre.
−Uno al que no me llevaron. Por eso no pude usarlo antes, me quedaba un poco grande aún. Ahora no tanto.
−Creces muy rápido, hijo –comenta su madre, acariciando su mejilla.
No lo había pensado, pero estamos vestidos igual en cuestión de colores.
Ella lleva un vestido bordo largo de mangas semi transparentes con un gran trabajo de pedrería en el pecho y parte de la falda; y su esposo, por su parte combina un traje en tonos bordo y grises.
−Vengan. Albus Dumbledore quiere verlos. Y en especial, desea conocerte a ti, Draco. La última vez que te vio, eras un bebé –advierte Narcissa.
La mujer se aferra al brazo de su esposo y nosotros dos los seguimos mientras ellos caminan adelante.
Dumbledore está sentado en uno de los sillones del hall principal hablando con Severus en voz baja. Narcissa y Lucius interrumpen la conversación para presentarnos y ellos miran en nuestra dirección cuando aparecemos ante su vista.
−Le presentamos a nuestro hijo, Draco. Aunque no creo que usted lo recuerde luego de tantos años. Y a Hermione, ya la conoce.
−Puede equivocarse, señora Malfoy. Recuerdo muy bien a su hijo, un precioso niño de ojos grises y cabello muy claro. ¿Cuántos meses tenía? ¿Siete? ¿Ocho?
−Faltaba una semana para que cumpliera ocho meses –aclara Narcissa bastante sorprendida de que recuerde tantos detalles.
Albus le dirige una mirada a los Malfoy y sonríe.
−Siempre es grato ver como en medio de eventos tan caóticos puede surgir la vida y materializarse en un ser tan puro e inocente como estos dos niños. Eso hace que cambie nuestra perspectiva sobre el mundo en el que vivimos y deseo de ellos tengan una mejor vida que nosotros en su momento.
−Son una pequeña luz de esperanza en medio de la oscuridad –coincide ella.
−Y nos ofrecen una oportunidad de cambiar el rumbo de las cosas.
Noto a Lucius un poco incómodo con el rumbo de la conversación, aunque igualmente permite que su esposa sea la que aligere la conversación. Draco mira con ojos entrecerrados a su padre, aunque tampoco parece entender la razón de esa reacción.
Albus se levanta, caminando con sus manos en su espalda en dirección a nosotros… y ambos nos separamos, listos para darle la bienvenida.
−Hola, Draco. Sí, efectivamente tengo una buena memoria aún. Eres como te recuerdo. Físicamente, cada vez te pareces más a tus padres, sobre todo a Lucius Malfoy.
Draco le sonríe amable y se inclina hacia el director con una pequeña reverencia.
−Es un gusto conocerlo, Director Dumbledore.
El hombre parece encantado ante ese educado saludo.
−Qué bueno poder verte de nuevo, Hermione. ¿Cómo han estado tus días? ¿La relación con tu madre mejoró? –sigue conmigo.
−En eso ultimo estamos trabajando con papá. Creemos que solo necesita tiempo para hacerse a la idea de que soy una bruja y de que su esposo me apoya. Por lo menos, no ha vuelto a romper ninguna carta más desde ese día.
−Eso ya es un gran avance, porque estuvimos enviándote cartas por al menos un mes antes de agotar la última alternativa posible –me sigue la broma–. Y cambiando de tema, no esperaba que te relacionaras con otros magos tan pronto.
−Fue por pura casualidad –le digo.
−No me considero una persona que crea en las casualidades, señorita Granger. Aún así, me encantaría escuchar la versión de ambos durante la cena.
Dobby vuelve a aparecer en medio de nosotros y nos dice que podemos ir al comedor. Ahora está vestido un traje elegante en miniatura. No sé en qué momento se habrá cambiado.
La mesa del comedor es mucho más grande y larga que la del salón privado, podrían invitar a cincuenta personas aquí sin problema. Como somos seis personas nadie ocupa la punta de la mesa, ni Lucius, ni Dumbledore. Dobby nos guía a las sillas que le fueron seleccionadas para cada uno en la esquina izquierda de la mesa. Lucius, yo y Draco quedamos frente a Narcissa, Severus y Albus. La mesa está llena de velas iluminando el oscuro salón. Es curioso, porque los muggles solo recurren a esto cuando se quedan sin energía eléctrica o para cenas románticas entre adultos en fechas especiales. Para los magos y brujas es algo habitual. Hay muchos cubiertos diferentes en la mesa. Me fijo en las diferencias entre cada uno y me alegro de ser capaz de reconocer sus usos gracias a las clases de etiqueta que me enseñaron mis padres para cenas formales.
Dos elfos más junto a Dobby se encargan de servirnos. Para la entrada traen los platos en sus manos y los trasladan con magia a la mesa, junto con varias bandejas de panificados, pates, salsas y ensaladas diversas. El plato principal es más diverso y para todos los gustos, la mesa se llena de bandejas enormes de plata de las que podemos servirnos todo lo que deseemos según nuestras preferencias. Narcissa dice que como no estaba segura que le gustaba a Albus Dumbledore y a mí, supervisó y ayudó en la cocina para que no faltara nada, incluso pidió que prepararan comida muggle para mí, lo cual le agradezco abiertamente porque muchas de las comidas de la mesa no las conozco.
Draco y Lucius debido a la cercanía son quienes se encargan de seleccionar lo que creen que podría gustarme para que pruebe un poco de cada cosa. También, como carne o pollo, pero me niego a probar todo aquello que sea de animales con origen mágico. Afortunadamente, ellos ni siquiera se molestan en ofrecerme carne de dragón, por ejemplo, saben que sería demasiado para mí aunque nunca haya visto uno en persona. Draco deja de prestarme tanta atención cuando se da cuenta que no necesito ayuda para el uso correcto de cubiertos y empieza a involucrarse en las charlas de la mesa.
Albus le pregunta a Lucius con su habitual calma cómo van los negocios familiares. Ahí me entero que la familia Malfoy desde hace siglos tiene relaciones estrechas con empresas muggles y mágicas por igual, hacen muchas inversiones cuando se lo requiere y que tanto Narcissa como él trabajan mucho en esos proyectos, a veces no directamente, sino con ayuda de representantes legales, la mayoría magos mestizos que son de su entera confianza y que debido a esa dualidad de sus orígenes, pueden participar en ambos mundos y mezclarse con la gente normal, tomando el mando de los negocios ante los ojos del público. Y por supuesto, Lucius trabaja en el Ministerio de Magia, al igual que muchos otros magos.
Albus también menciona que se ha enterado gracias al Ministro de Magia que es muy probable que a un familiar de Narcissa lo liberen en el plazo menor a un año, por estar a punto de comprobar su inocencia. Ella le confirma que está al tanto y que lamenta que hayan tardado una década en descubrir algo tan evidente. Asegurando que su primo jamás hubiera traicionado a sus amigos. Albus le da razón, ya que, él nunca creyó en esa versión y aunque intentó abogar por Black, el Ministerio no lo escuchó y lo culpó de todo injustamente.
−Lamentablemente el daño ya está hecho, director Dumbledore. Solo espero que pueda recuperar un poco de la vida que perdió cuando lo encerraron.
−Cuando lo liberen, se quedará un tiempo con nosotros por órdenes del Ministerio de Magia, eso forma parte de su reinserción en la sociedad –agrega su esposo.
Miro a Draco, a quien curiosamente no parece importarle el tema.
−¿Quién es él? –murmuro.
−¿Sirius Black? Es mi tío y sinceramente no lo recuerdo. Solo lo conozco por fotos. Tras el fin de la primera Guerra Mágica, él fue llevado a Azkaban, que es básicamente una cárcel para hechiceros, cuando yo era muy pequeño. Por lo poco que sé, está vinculado con los Potter ese evento. No tenían testigos, ni a nadie más a quien culpar y él cayó aún sin tener pruebas reales en su contra.
Asumo que se refiere a la muerte de los padres del niño.
−Eso es una injustica –me quejo.
Aquí no aplicó el dicho de que toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario.
−Ningún lugar es perfecto, Hermione. Tomando en consideración donde te criaste, lo debes saber de sobra –susurra muy cerca de mi oído.
Hago una mueca y asiento.
Los temas que hablan en la mesa son tan diversos que, en ocasiones, me cuesta seguir el hilo del mismo. Ya casi llegando al momento del postre los asuntos de discusión y charla se vuelven más livianos entre todos y no hay tensiones momentáneas en ningún participante. Hasta que Albus nos interroga sobre la forma en que nos conocimos. Cuento mi versión hasta el momento en que dije su nombre y el silencio posterior que se volvió incómodo.
−A todo esto, yo no sabía que mi padre se había cruzado con mi padrino y no entendía porque una niña extraña sabía quién era. Ese día fuimos al Callejón Diagon temprano con el objetivo de dividirnos las compras porque había demasiadas cosas que hacer y no teníamos mucho tiempo. Mi padre iba por un lado; y mi madre y yo por otro. Hasta que me dejó solo con una de las costureras, para poder hacer otros trámites. Estuve allí más de media hora aburrido, hasta que entró Nott con su padre para retirar un pedido. Hablamos unos minutos; y en eso pasó Hermione con Madame Malkin hacia los probadores. Volteé a verla porque me di cuenta por el reflejo de nuestros espejos como sonreía mientras caminaba y eso me llamó la atención. Él no pareció notarlo, solo se dio cuenta que yo la miraba caminar de espaldas y él se burló de mí porque… pensó cualquier cosa –incluso con la luz de las velas puedo notar un leve rubor en sus mejillas–. Pero reconoció que lo entendía porque le parecía linda y preguntó quién podría ser. Estaba claro que era una nueva estudiante por todo lo que la mujer llevaba entre sus manos. De todas formas, y para suerte de Hermione, Theo se fue antes de que ella volviera y él la bombardeara de preguntas que, en ese momento, ella no hubiera estado preparada para responder.
Así que ese era el chico de cabello oscuro. Theo Nott.
−Ya que estamos ¿te puedo preguntar porque sonreías?
−Es solo que mientras caminaba estaba escuchando su conversación sobre escobas voladoras, las cuatro casas de Hogwarts o asuntos mágicos y me pareció entretenido. Los niños de mi escuela por lo máximo que se preocupaban era por cambiar figuras coleccionables, jugar a las bolitas o el trompo en los recreos y si les permitirían en el tiempo libre jugar al soccer. Esos temas eran algo nuevo para mí, y más o menos seguía el hilo porque Severus me estuvo explicando varias cosas desde el día anterior y me regaló un libro que estuve leyendo esa misma mañana.
−No sé qué es eso de jugar a las bolitas, Herms…. Pero el intercambio de figuritas coleccionables de magos y criaturas mágicas que se encuentran en los dulces y chocolates también aplica para nosotros, y tenemos una especie de trompos mágicos que incluso levitan y se compite por quien lo eleva más.
−¿Ves? Sigue siendo más interesante con magia de por medio.
−Eso te lo concedo –Draco se ríe–. Después de eso, solo estuve esperando a que la costurera regresara.
−Muy cansado por estar tanto tiempo parado frente ese espejo haciendo… nada –agrego.
−¿Tanto se notaba?
−Tu mala cara se notaba a kilómetros, Malfoy –reconozco.
Llevo un pedazo de mi pastel de limón y merengue a mi boca.
−Pero esa sensación desapareció en cuanto te vi por segunda vez. Ya no me pude aburrir contigo… y tampoco ahora.
−Eso pasa porque aún soy una novedad para ti. Te aburrirás cuando me conozcas más y solo te hable de libros porque ya nos hemos contado todo lo demás.
−No lo creo. Sueles hacer o decir cosas que me descolocan. Aparte para ese momento, podríamos ser muy cercanos, nos adaptaríamos el uno al otro y tendríamos más temas en común.
−¿Y?
−Y nada, Hermione. Tendrás que soportar mi presencia a partir de ahora, considerando que tú iniciaste todo.
−Tú me miraste primero.
−Y antes, tú escuchaste una conversación ajena, lo que hizo que te prestara atención. Sin mencionar que me hablaste primero y luego intentaste escapar.
−¡No me permitiste escapar! –le recuerdo.
−Necesitaba una explicación lógica que justificara que supieras quien era yo. Cuando me dijiste que era por mi padrino decidí que iba a confiar en ti y ayudarte, aunque no supiera bien quien eras. Pero fue en la librería que pensé que podríamos ser amigos.
−Hablamos bastante ahí.
−Y aquí estamos.
− Por cierto, me está gustando el primer libro que me recomendaste. Ayer empecé a leerlo y ya terminé varios cuentos.
−Es bastante bueno.
Todos están atentos a nuestro intercambio y es Dumbledore quien decide romperlo comentando lo positivo que le resulta ambos podamos empezar el año escolar en Hogwarts sabiendo que no estaremos solos y que espera que el vínculo se mantenga, porque será algo bueno para ambos. A pesar de eso, él sigue insistiendo en que todo pasa por alguna razón.
Cuando la cena termina, Narcissa se despide dejando un beso en nuestras frentes y nos dice que podemos que subir a nuestras habitaciones. Los cuatro adultos tienen asuntos importantes que discutir. Así que, nos despedimos de todos, en especial de Albus y Severus a quienes no veremos por unos cuantos días. Volvemos a la habitación de Draco y nos metemos de lleno en la lección de escritura que dejamos interrumpida.