
Dobby
CAPÍTULO 13: DOBBY
POV HERMIONE
Me lleva a su habitación, recordándome que tenemos algo pendiente. Me deja entrar primero. La suya tiene las mismas dimensiones que la habitación de al lado con la diferencia que todos los detalles, muebles y decoración lo definen a él. Tonos neutros oscuros y verde oscuro. Tiene acceso a dos lugares más que imagino que serán su baño y probablemente un vestidor; una biblioteca gigante en un rincón muy cerca del escritorio, y otra más angosta cerca de su cama, a su vez también hay algunos libros sobre su mesita de luz, puedo reconocer que son algunos de los que fueron comprados en la librería.
−¿Puedo? –Pregunto mirando la biblioteca más cercana.
−Por supuesto. Puedes tocar, leer o llevarte mis libros para leer, si quieres. Es tu casa. Yo buscaré pergaminos y una pluma extra para ti mientras tanto.
Draco me sonríe y apoya su mano en mi hombro un segundo antes de pasar de largo hasta su escritorio. Mientras yo examino la biblioteca más pequeña para no molestarlo. Estoy preparada para encontrarme con cientos de títulos y autores desconocidos en su biblioteca. Y en efecto es lo que abunda: selección de cuentos o novelas de magos y brujas, libros de hechizos y encantamientos, manuales prácticos de pociones y brebajes, protección contra magia oscura, hechizos de defensa y libros de historia mágica, sobre todo de las guerras.
−¿Has leído todos? –pregunto.
−La mayoría los que están ahí los he leído completos, y de otros solo algunas partes que me interesaban. Aunque puede haber alguna lectura pendiente. Por lo general, los dejo en esa biblioteca para leerlos durante el día si me aburro o no puedo dormir.
−¿No te molesta leer en la noche solo con la luz de las velas?
−No lo hago a menudo, pero me he acostumbrado con el tiempo. Sé que es difícil de comprender para ustedes. Yo no conozco otra cosa, Hermione.
−No voy a juzgarlos. De hecho, de cierta forma me parece atractivo todo esto.
−¿Te gustaría vivir así? ¿En una casa que no parece haber conocido las tecnologías con las que conviviste desde pequeña?
−Sí, podría habituarme. Es un ambiente más tranquilo que el mío, definitivamente y yo podría… –confieso.
−Déjame adivinar ¿Estudiar y leer todos los libros del mundo en paz sin ruidos molestos e interrupciones?
Me dedica una sonrisa adorable y divertida.
−¿Acaso me lees la mente?
−No, pero siento que ya te conozco. Igual si me dieras unos años más, seguro lograría meterme en tu cabeza por un rato.
−Te vas a aburrir –le digo.
−Si estás intentando que me eche atrás en mi decisión, eso no te va a funcionar, Granger. Soy un mago muy perseverante. Si quieres proteger tus pensamientos, vas a tener que hacerlo por ti misma y cerrar tu mente para que yo no pueda alcanzarlos.
−Llegado ese momento, solo te daré permiso para meterte en mi cabeza, si tú me autorizas a meterme en la tuya, a cambio.
−Es un trato –acepta Draco.
Ojeo algunos libros que me parecen interesantes, los leo por encima y los vuelvo a guardar durante los primeros diez minutos, hasta que casi tiro un libro al suelo cuando veo que algo se mueve y lo cierro.
−¡Draco! –digo pálida.
Él corre hasta mí, asustado y se detiene frente a mí.
−¿Qué sucede, Herms?
−El libro se… No, no puede ser.
Me lo debí haber imaginado.
Busco la página y encuentro nuevamente otra enorme ilustración a color que abarca toda la página y se mueve. Mi corazón sale de control nuevamente. No era el mismo cuadro de recién, no es la única imagen con vida en ese maldito libro, todas las ilustraciones se mueven.
−Es la fundadora de Ravenclaw con su familia, Hermione. Y perdón, a veces olvido que tengo algunos libros encantados. Debí advertirte.
Me quita el libro y lo vuelve a dejar en la biblioteca. Sus brazos rodean mi espalda y me atrae hacia él en un abrazo contenedor acariciando mi cabello.
−Creo que tuviste suficiente de ese libro por ahora. Nos quedan muchas cosas por explicarte antes de que siquiera puedas enfrentarte a eso –me dice.
En el fondo me alivia que se muestre tan comprensivo, cuando podría reírse de mí por ignorar algo que para él es normal desde su nacimiento. Me termino de recuperar del susto una vez que ambos nos sentamos en las dos sillas frente al escritorio doble y él me muestra el proceso de escritura mientras me da una explicación y algunas recomendaciones. Un par de minutos después pide que lo intente yo.
Al comienzo me cuesta medir la cantidad de tinta justa para no manchar la hoja, ni que me resulte escasa para escribir, pero con el paso de los minutos, en la siguiente media hora se vuelve más fácil con su ayuda. Él, incluso, se para detrás de mí y toma mi mano para que hagamos la práctica juntos, al notar que agarrar con seguridad la fina pluma me cuesta mucho.
−Si te pones nerviosa, será peor. Te desconcentrarás y perderás el poco buen pulso que tengas.
Su comentario no me toma por sorpresa, porque mi mano tiembla mientras él la sostiene.
−Es que es difícil, Draco. Es demasiado fina y luce tan frágil.
−Lo sé, Herms. Yo también pasé por esto. Te prometo que con la práctica continua se mejora, aunque quiebres algunas plumas en el proceso. Porque sí, eso te va a pasar inevitablemente.
Él suelta mi mano y da vueltas por la habitación mientras yo lo observo ir y venir.
−Quiero verte escribir como lo haces normalmente, para saber cuál es tu método habitual de escritura para comparar. Tal vez el problema no es que no sepas agarrar la pluma, sino que estoy enseñando del modo que yo lo hago y no estas acostumbrada a eso. Y si es así, no funcionara que te siga insistiendo con mi método.
De un cajón saca una cartuchera de tela llena de lápices de grafito y bolígrafos muggles de varios colores fuertes y pasteles, aparte del negro y azul. Algunos más elegantes y de mejor calidad que otros.
−Toma. Los tengo hace muchos años, pero deben funcionar todavía, si es que la tinta no se ha secado.
−¿Qué escribo? –pregunto.
Voy probando todos los bolígrafos uno por uno para saber cual me va a fallar menos. Descubro un bolígrafo de oro cuya tinta se siente moverse dentro y deja un efecto muy similar a una pluma antigua, pero con la facilidad de manejo de una lapicera normal actual. Afortunadamente, funciona.
−Algún poema o relato corto que hayas leído y recuerdes de memoria. O puedo darte un libro y transcribes lo que quieras. Solo quiero verte escribiendo por un rato.
Draco se asoma a su biblioteca más grande y busca algún libro que pueda interesarme por un largo rato. Finalmente, toma un tomo muy grueso de tapa dura que reconozco con facilidad porque es del mundo que creía que era el mío hasta hace unos días.
El segundo tomo de las obras completas de Shakespeare.
−Vaya, Draco. ¡Qué sorpresa! No sabía que leías literatura muggle –bromeo.
−Leo un poco de todo como corresponde. Principalmente libros históricos, de matemática, astrología, anatomía, biología o temas interés general que resulta imprescindible que incluso nosotros sepamos para complementar lo que aprendemos de magia. Y en ocasiones, novelas, poemas u obras de teatro como estas –explica.
Deposita el libro frente a mí y se sienta a mi lado.
−Así que, Granger, pronto podremos debatir sobre todo nosotros dos. Podemos hacer hasta una comparación de cómo afectaron los eventos mundiales del mundo mágico, en el muggle, y viceversa. Créeme que hay más relaciones entre ambos de lo que aparenta, aunque los aurores se hayan encargado de borrarle la memoria a gran parte de la población involucrada con ciertos magos para mantener la seguridad de todos.
−Suena interesante. Estaré encantada –respondo feliz de al fin de encontrar a un igual.
Draco me observa con autosuficiencia.
−Ya veremos si eres tan buena como dicen todos, niña del mejor promedio escolar.
−¿Es un reto?
−Me parece lo justo. Estamos en igualdad de condiciones prácticamente, aunque yo no haya ido a la escuela como tú, y en cambio, me hayan preparado tutores privados –dice Draco.
−De acuerdo, Draco. Así será. Ambos aprenderemos del otro a partir de ahora.
−Pensé que ya lo estábamos haciendo desde el primer día, sobre todo, en este momento.
Él coloca hacia atrás mi largo cabello mientras habla para que pueda ver mejor y no afecte mi escritura.
−Eso es verdad –comento.
Rememoro la cantidad de temas que hablamos desde nuestro primer encuentro. La expresión en el rostro de Draco se vuelve más cálida cuanto más tiempo paso con él.
−Empieza –me pide–. Yo estaré contigo en unos minutos.
Besa mi mejilla sin darme tiempo a reaccionar y se aleja mientras yo lo observo meterse por una de esas puertas de su habitación. Imagino que quiere cambiarse antes de llegue alguien a pedirnos bajar al comedor. Agarro el libro y paso las paginas por encima buscando algo que me interese, el libro incluye obras dramáticas y poéticas del autor. Utilizo algunos de los señaladores artesanales gruesos que tiene Draco en el escritorio y marco unas pocas páginas para hacer la prueba. Me distraigo leyendo por un rato largo, hasta que él vuelve a mí, bien peinado y un traje oscuro y camisa blanca con corbata.
−Tus padres se toman muy en serio las cenas, ¿verdad?
−Con invitados especiales, sí. Aunque normalmente siempre nos vestimos formales para las comidas principales.
−Te ves guapo –reconozco.
−Gracias.
−¿Va a venir alguien más? –interrogo.
−Albus Dumbledore. El director quería verte de nuevo.
−¿Por qué nadie me dijo?
−Yo me acabo de enterar prácticamente. También pensé que solo seríamos nosotros cinco. Severus me contó todo mientras paseábamos. Por eso no lo mencioné en la carta que te envié en la mañana. Puede que haya sido una idea de último momento, o que lo propusiera mi padrino por lo mismo que desean investigar juntos.
−No pasa nada.
Centro mi atención en uno de los pergaminos en blanco. Él se acerca a mí y se sienta nuevamente en la silla. Abro el libro nuevamente justo donde está el segundo señalador y empiezo a escribir. Draco no quita su mirada de mi mano o mi rostro cada tanto. Por momentos me pongo nerviosa, aunque trato de no pensar mucho en eso. No estoy segura cuantos minutos pasamos así hasta que una voz completamente diferente a la que puedes esperar de un humano interrumpe en la habitación.
−Amo Draco, la ama Narcissa quiere que le avise que la cena está lista y que el invitado ha llegado.
Es una voz cantarina y hasta cierto punto infantil. Eso hace que olvidé completamente mi leve nerviosismo por la atención recibida, y que giré mi cabeza hacia el origen del sonido. Hay una pequeña criatura mágica en la puerta de la habitación, que mide menos de un metro, con cara pequeña, orejas grandes que terminan en forma de punta y cara arrugada. Leí sobre ellos en un libro que compramos y vi ilustraciones, pero verlo en persona es algo completamente diferente.
−Gracias, Dobby. Dile a mis padres que bajaremos pronto.
−Eso haré, amo Draco.
Él está a punto de irse y mi amigo cuando se da cuenta, lo detiene.
−Acércate un rato, Dobby.
El elfo joven obedece con una sonrisa en su rostro y se detiene frente nosotros dos que ya nos pusimos de pie.
−Te quiero presentar a Hermione Jean Granger. Hermione, él es Dobby. Está en esta casa desde antes que yo naciera.
−Es un placer conocerla, ama Hermione. Todos han hablado mucho de usted aquí, en especial, el amo Draco, que la aprecia.
−Dobby, no hace falta que me digas amo aquí.
−Me dijo que en privado y ella es una visita.
−Entiendo, sé que no recibo visitas tan a menudo. Pero solo me refería a mis padres, Dobby, para mantener las apariencias. Y estoy seguro que Hermione va a preferir que la llames por su nombre. Todo es nuevo para ella –aclara Draco, mirándome repentinamente a mí.
−De hecho, sí –acepto.
Miro al elfo doméstico y le tiendo mi mano sonriéndole, olvidándome por un momento que estoy frente a un ser que nunca imaginé que realmente pudiera existir.
−Hola, Dobby. Es un placer verte.
−Hola, señorita Hermione.
Él me estrecha la mano, aún más pequeña que la mía.
−Espero que se lleven bien. Y tú, Dobby, trátala igual que al resto de la familia, la verás con mucha frecuencia en el futuro. Queremos que se sienta cómoda con nosotros.
−Ayudaré a su amiga en todo lo que pueda –asegura el elfo.
Draco asiente y gira su rostro hacia mí.
−Entra a mi baño, Herms. Los otros elfos deben estar arreglando la otra habitación para ti y no podrás ocuparla hasta después de la cena. Te esperamos para bajar juntos.
Le hago caso. No debemos hacer esperar a Albus Dumbledore, menos si yo soy el motivo por el que decidió venir a cenar con los Malfoy. Aunque toda la mansión grita tener siglos de antigüedad, el baño es moderno. Hay una ducha y una bañera redonda, un retrete normal y un lavamanos con un gran espejo, todo de color negro o gris y con decoración muy elaborada y elegante. Iluminado por candelabros repletos de velas encendidas. Me tomo unos minutos dentro y cuando salgo, ellos siguen en el mismo sitio conversando relajados.
Me pregunto porque Draco habla de mantener las apariencias cuando claramente tiene un vínculo con él más allá del obvio de amo y sirviente. ¿Será que sus padres no piensan ni ven al elfo de esa misma inocente forma? Probablemente, no. Son adultos y él solo un niño, que posiblemente por mucho tiempo solo tuvo como compañía permanente a ese elfo. Como los niños cuando se encariñan con su único amigo o incluso una mascota porque no tienen tanto contacto con otras personas de su edad.
De repente, algo interrumpe la calma entre los tres. Un fuerte ulular, seguido un aleteo constante se detiene en una de las ventanas abierta de la habitación. Eros llega posiblemente de su paseo nocturno, de vuelta con su dueño. Draco se acerca al ave y le tiende la mano para que se aferre a él.
−Llegaste justo a tiempo, Eros. ¿Ya quieres cenar?
Su lechuza le responde con otro sonido. Draco acaricia su cabeza, mientras Eros cierra los ojos.
−Te meteré a tu jaula y cuando volvamos también estará tu cena. ¿Te puedes encargar, Dobby?
−Le traeré su cena en unos minutos.
−Gracias.
Draco se encarga de devolverla a su lugar seguro en su gran jaula, que es el cinco veces más grande que una estándar para lechuzas.
−Ahora descansa. Has hecho mucho en un solo día –le dice cuando cierra la jaula y Eros lo mira fijamente pacifico.
Los tres salimos de la habitación. Dobby no baja junto a nosotros, simplemente desaparece con un chasquido de dedos antes de que siquiera pise un escalón.
−A los elfos no les gusta perder el tiempo –bromeo.
Draco se ríe.
−En ese aspecto son más inteligentes que los magos, quienes queramos reconocerlo o no, estamos más atados a nuestra parte humana –acepta.
−¿Resuelven todo con magia?
−Prácticamente todo, incluso las tareas domésticas.
−Eso les debe ahorrar mucho tiempo y esfuerzo –suelto.
−Por eso son criaturas mágicas. Su misión siempre será estar al servicio de los magos de una u otra forma. ¿Por qué actuaste con tanta naturalidad ante Dobby?
−¿Por qué lo preguntas?
−Nunca habías visto uno. Ni siquiera te asustaste o le dedicaste una mirada extraña.
−Ya he leído sobre ellos en uno de los libros y tú mencionaste que había elfos en tu casa el otro día. No me tomó tan de sorpresa. Solo que pensé que tal vez eran más altos.
−A Dobby le falta crecer un poco porque tiene la edad de un elfo adolescente. Pero, los elfos siguen sido muy bajos como adultos en comparación con niños humanos, como tú y yo.
−No más de un metro.
−Casi nunca más de un metro. Cuando se dan esos casos, son considerados muy raros. ¿Estás lista?
Asiento.
−Bajemos –dice ofreciéndome su mano.