Luz Verde (Green Light)

Harry Potter - J. K. Rowling
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Luz Verde (Green Light)
Summary
Hermione Jean Grange fue abandonada por alguna razón desconocida en el mundo muggle a corta edad y posteriormente fue adoptada por el matrimonio Granger, quienes le dieron su apellido y una verdadera familia.Una década más tarde, a la edad de once años, ella es visitada por un par de extraños, dos magos que le cuenta la verdad de su origen mágico y le ofrecen la posibilidad de asistir al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería para convertirla en una gran bruja.En el trancurso de los días previos al inicio escolar se relaciona con Albus Dumbledore, la familia Malfoy y el profesor Severus Snape, que se convierte en su tutor legal para todo fin relacionado con el mundo mágico. Hermione forjará poco a poco una amistad con Draco Malfoy luego de un encuentro que, tal vez, cambie sus vidas para siempre.
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Mansión Malfoy

CAPÍTULO 12: MANSIÓN MALFOY

POV HERMIONE

El viaje hasta el hogar de los Malfoy es mucho más largo de lo que pensaba. Tenemos que abandonar Londres, atravesar un estado completo e ingresar a Wiltshire muchos kilómetros más para llegar a destino.

Draco y yo vamos al comienzo sentados juntos, pero cuando nos empezamos a sentir cansados y ya no nos quedan ganas ni de hablar, Narcissa y Severus nos ofrecen cambiar de lugares para que ambos podamos dormir algunas horas en el trayecto.

Draco se acerca a su madre, quien lo recibe en un abrazo, mientras Severus se sienta a mi lado y me permite dormir sobre los asientos triples, con mi cabeza apoyada en su regazo y su abrigo cubriendo mi cuerpo. El aroma del perfume impregnado en su abrigo resulta agradable y bastante reconfortante, como madera y hojas de alguna planta que desconozco, a excepción del suave toque de menta. Algo que no esperada de un experto en pociones luego haber entrado a una tienda de ingredientes que apestaba horrible. Tal vez, él no hace esas cosas en vacaciones y menos con su ropa de salir puesta.

Mientras Severus y Narcissa charlan en voz baja veo como Draco se va acomodando de costado de la misma forma que yo, pero con una túnica cubriendo su cuerpo. Los primeros minutos ambos nos miramos frente a frente sin saber qué hacer más que sentir esa calidez y protección que nos brindan, pero cuando ellos empiezan a acariciar nuestro cabello, rostro y hombros con cariño y todo se queda en silencio y nos dormimos casi sin esfuerzo en cuestión de minutos. Ambos nos sentimos a salvo con ellos.

−Draco, Hermione… ya llegamos. Despierten, niños –dice Narcissa con tono calmado.

Siento al mismo tiempo una mano agarrando tiernamente la mía y mis ojos se abren. Caigo sobre mi espalda y me encuentro con una cálida mirada y sonrisa amable de Severus frente a mis ojos.

−Severus. ¿Dormí mucho?

−Varias horas. Los dos durmieron casi todo el viaje, de hecho. No quisimos molestarlos –reconoce.

Con dificultad y ayuda de Severus me siento con la espalda casi sobrecargada aún sobre su cuerpo. Mis ojos se van acostumbrando a la oscuridad de la noche de a poco y veo a Draco desperezarse dejando el regazo de su madre con la misma lentitud que yo.

−Herms –saluda débilmente pasándose la mano por la boca para ocultar un bostezo.

Yo le contesto con una sonrisa porque sigo sintiéndome algo torpe aún y mi cabeza descansa contra el hombro del profesor.

El auto está estacionando, lo puedo sentir cuando baja la velocidad considerablemente. Severus me señala algo fuera del vehículo y yo me arrimo a la ventana para ver lo que sea que me indica. Lo primero que veo son dos espacios separados por columnas con enredaderas que cubren todo, en el medio un sendero lo suficientemente ancho para que pase un auto y algunas personas al mismo tiempo. Es casi de noche y no se puede ver mucho. Casi llegando al medio del sendero hay un portón por el que se ingresa. Y más allá de los jardines un patio delantero y una mansión de cuatro pisos que parece un castillo gótico. Con techos negros finalizados en punta. Las paredes contrastan por su tono más claro, casi beige, hay ventanas en todos lados pegadas casi una al lado de la otra para aprovechar la luz del día. No hay casas alrededor, solo terrenos vacíos con jardines muy bien mantenidos.

−¿Aquí viven ustedes?

−Sí, Hermione –responde Narcissa.

−Es un lugar realmente hermoso –digo asombrada.

Bonito, pacífico y solitario. A veces me gustaría vivir en un lugar tan alejado de todo y todos, aunque desde nos mudamos de casa con mis padres, no me puedo quejar demasiado.

Ella me sonríe.

−Y eso que no has visto nada aún. Por la mañana daremos un paseo y apreciarás todo mejor bajo la luz del día. Te aseguro que no luce tan sombrío durante el día.

El chofer sale del auto y atraviesa camina por la primera zona del sendero. No puedo ver lo que hace, pero cuando él toca el portón, aparece alguien más de la nada y le permite el paso. El chofer vuelve a su puesto en el volante y conduce hasta la casa. La verja se cierra sola tan pronto como pasamos esa línea como si tuviera un mecanismo automático que, en este caso, es magia. El vehículo se detiene frente a la casa en el jardín delantero y los cuatro salimos al exterior.

−Señora Narcissa, ¿necesita que la ayude con las compras?

−Se lo agradecería, Rick. Llévelas al living, luego me ocupo de repartirlas a quienes corresponda.

El hombre asiente y empieza con la tarea antes de llevar el vehículo seguramente a la cochera.

Draco sigue a su madre medio dormido, medio despierto; y Severus camina más atrás, a mi lado tomándome de la mano.

Nos detenemos frente a la puerta y algo que me llama poderosamente la atención es que no tiene cerradura.

−Se abre desde dentro y solo con personas muy específicas que estén autorizadas por la familia –explica Severus al notar mi desconcierto.

Levanto la mirada hacia él cuestionando aquello y él continua:

−Es un encantamiento especial que convierte esta mansión en un lugar muy seguro para nosotros.

−Entiendo. Gracias por explicarlo.

Y en efecto, tiene razón. Cuando la madre de Draco apoya su mano sobre la puerta de madera, ésta se abre de inmediato, sin que nadie lo haga.

Empieza a caminar y Severus me detiene. Se sienta en cuclillas frente a mí y saca su varita negra con mango más grueso.

−No te asustes, es solo te despeinaste mucho mientras dormías y quiero hacer algo al respecto –me explica con amabilidad.

Apunta a mi cabello, veo una luz blanca salir mientras recita un hechizo desconocido. Mi cabello vuelve a verse prolijo como si acabara de salir del salón de belleza.

−Ahora sí, entremos.

Draco está observándonos desde el marco de la puerta alegre. Me tiende la mano y yo la acepto.

−Bienvenida a la Mansión Malfoy, Hermione. Esperamos que te sientas en casa mientras estés aquí –dice él cuando ingresamos al gran salón de la entrada.

El hogar de los Malfoy es aún más imponente en su interior. Los techos al menos del hall principal llegan hasta los diez metros de altura, donde se ubican muchos sillones, sofás y delicadas mesas de té de época, los pisos son de mármol, este lugar en particular tiene lozas verdes y blancas y negras. Alrededor se encuentran los otros sectores de la casa a los que se puede acceder directamente ya que no hay puertas, solo aberturas amplias en forma de arcos. Las paredes son principalmente de color marfil con figuras talladas de antiguas épocas como si la familia llevara siglos viviendo aquí y manteniendo esta mansión como lo era originalmente. A primera vista, no hay electricidad en la casa, evidentemente, la iluminación consiste en candelabros normales de pie ubicados estratégicamente en distintos lugares de la habitación y candelabros de araña que cuelgan en los techos de todas las habitaciones con velas de cera encendidas.

Draco se dirige a las anchas escaleras de caracol, que están del otro lado de un arco enfrente nuestro. Las escaleras con forma ondulada, se curvan hacia ambos lados. Él me guía por la izquierda hasta detenernos en el segundo piso. Por un momento, me pregunto el motivo, hasta que se detiene frente a una puerta y la abre. Es un salón privado no tan grande como el del hall, pero lo suficiente para no compararse con el de una casa normal actual, allí hay una mesa larguísima que en este momento solo tiene diez sillas, cuando tranquilamente podrían entrar diez o quince más. Parece un lugar de reuniones porque en el centro hay una suerte de tarima, donde algún líder de una organización, o Jefe de Casa puede hablarles a los presentes e imponer presencia. El techo de este salón es igual de alto y en donde se ubica el candelabro colgante de araña y se puede tener un pequeño vistazo del tercer piso.

−Padre, hemos llegado.

Lucius Malfoy está sentado frente a una fogata en un sillón leyendo un libro, dándonos la espalda, pero se da vuelta con una pequeña sonrisa en su rostro.

−Lo sé, hijo. Tu madre me vino a saludar y volvió a salir rápido para hablar con los elfos de alguna cosa relacionada con la cena. Dijo que volvería pronto para contarme sobre el viaje. Ya me estaba preocupando un poco por la tardanza –reconoce–. ¿La pasaron bien?

−Todo estuvo increíble –responde Draco.

Su padre deja el libro sobre una mesa tallada de madera y se acerca a nosotros.

−Bienvenida, ¿Señorita Granger?

Se agacha un poco para estar a nuestra altura con una mirada de sorpresa y una extraña mueca en su boca cuando descubre que ya no luzco igual que cuando me conoció. La misma expresión que Severus y Draco tenían cuando me vieron sin la capa en ese restaurante.

−Hola, señor Malfoy. Es un gusto volver a verlo.

−Por favor, solo dime Lucius. Eres casi parte de la familia ahora.

−Está bien, Lucius –acepto.

Narcissa también me pidió que dejara de referirme a ella como señora. El hombre observa como su hijo sigue aferrándome la mano y luego mira el resto de mi nuevo look.

−Por un segundo, casi no te reconocí, Hermione. Salvo por… ¿slytherin? –comenta divertido tocando la bufanda que no me he quitado desde que me la puse–. Draco tuvo que ver con esto, ¿verdad? Él está muy seguro que va quedar ahí. Aunque tiene lógica, solemos decirle que no se adelante demasiado solo porque casi toda la familia fue seleccionada para esa casa.

Yo asiento.

−Igual me gustó –respondo sonriendo.

−Entonces, espero que queden juntos en Hogwarts –comenta mirándonos a ambos.

Draco suelta mi mano y me quita la capa plateada, que prácticamente tenía desprendida, dejando a la vista mi nuevo vestido.

−Fueron de compras con mamá y juntas eligieron este vestido para la cena.

Lucius me mira con gesto concentrado y se aleja un poco para verme mejor.

−Es un cambio considerable drástico y al mismo tiempo, positivo en términos generales. Tú luces hermosa, Hermione.

−¿Dijiste Hermione, cariño? ¿Ella está contigo?

La voz de Narcissa interrumpe el ambiente tranquilo, llenándose de un eco por su voz ansiosa; y seguidamente, entra rápido a la habitación. Cuando nos descubre suspira aliviada.

−Los andaba buscando, me preocupé cuando los perdí de vista. Severus dijo que subieron las escaleras.

−Draco pensó que no habías venido, o tal vez solo quería que viera su amiga renovada. Buen trabajo, Cissy.

La felicita su esposo abrazándola por la cintura, quien le sonríe orgullosa en respuesta.

−Ella ayudó bastante, también. Tiene buen estilo de por sí. Solo necesita un poco de orientación para adaptarse a la moda del mundo mágico. Pero, creo que ese vestido que está usando es de los mejores que se probó.

Todos nos sentamos alrededor de la chimenea, Narcissa y yo hablando muy por encima nuestras paradas en tiendas de ropa y el salón de belleza para no aburrir a los hombres; y Draco contando que hizo con su padrino. Finalizo diciendo que una familia extraña apostó por saber qué relación tenía yo con los Malfoy y que con Draco hicimos alguna escena algo exagerada para callarlos y que dejaran de inventar cosas sin sentido.

−Sí, bueno. Ahora van a pensar que salimos –suspira Draco.

−Tú empezaste, Malfoy. Yo solo te seguí el juego.

−Lo sé, es que no quería que pensaran que éramos familiares de sangre, menos si vamos a ver a esos tres chicos en el colegio.

−¿Y por qué no? Dijiste que todos hablan de todos, aunque fueran conclusiones falsas y que me acostumbrara a eso.

−Simplemente, porque no me gustaría que crean que eres mi prima, por ejemplo.

Draco baja la mirada como si ocultara algo.

−No lo sé, Granger. ¿Nunca has sentido un impulso de hacer algo? Me pasó eso.

Noto el desconcierto en su voz y me doy cuenta que no lo tenía planeado, así como tampoco está acostumbrado a actuar impulsivamente, en lugar de fría y racionalmente. Parece como si no entendiera como pudo reaccionar así, algo que es normal en niños muggles, pero para él con su particular educación, no. Los padres Malfoy se quedan observando nuestro intercambio en silencio sin intervenir, ni hacer comentario alguno hasta que el silencio se hace incómodo y Lucius lo rompe.

−Respecto a esto, podemos concluir que en solo dos días en el Callejón Diagon has logrado ser tema de cotilleo, como dicen ustedes. Debe ser alguna especie de record, si dejamos de lado a Harry James Potter. Y si fueron los Weasley, como Cissy mencionó, te aseguro, lo que vieron hoy lo sabrá todo el alumnado cuando ellos los vean en la ceremonia del Sombrero Seleccionador. Los gemelos pelirrojos no son conocidos por ser muy discretos precisamente. Si pueden lidiar con eso, bien por ustedes.

−No nos importa –contestamos al unísono luego intercambiar una breve mirada.

−Igual considero que Draco y Hermione son muy pequeños para siquiera pensar en cosas de más grandes, Lucius. No creo que piensen mal de ellos y los Weasley no lo tomarán muy en serio.

−Pero puede que lo usen para molestarlos alguna vez de forma aislada. Nada grave. Pero ya sabes cómo son de bromistas –cuestiona su esposo.

−Tienes un buen punto.

Narcissa y Lucius nos sonríen un poco mientras siguen tomados de la mano.

Muy pronto bajamos para estar con Severus, que, aunque lo esperábamos, no se ha unido en ningún momento a la reunión. Al ingresar al living ubicado en salón aledaño al hall descubrimos el motivo. Él se quedó dormido con expresión serena, apoyando su cabeza en el cabezal del sillón individual. Sus dos amigos se niegan a despertarlo, solo atraen una manta con la varita y ésta aparece en las manos de Lucius, quien lo cubre con ella para que no pase frío.

Luego de asegurarse de no haberlo despertado, Lucius nos hace una seña con la mano para que vayamos a otro lugar. Eso se termina convirtiéndose en un tour por la mansión, al menos por los pisos y habitaciones que ellos más frecuentan. El cuarto piso lo usan de almacenaje y algunas habitaciones son ocupadas por los pocos elfos domésticos del hogar, por lo que solo llegó al tercer piso donde están la mayoría de las habitaciones ocupadas por la familia y algunos invitados.

Narcissa abre una de las puertas y todos entramos es una habitación con toda decoración azul marino y rosa que crea un contraste bastante lindo. Es grande, tiene acceso a un balcón y todo lo que necesita para entretenerse, arreglarse, leer y estudiar. Una amplia biblioteca, un escritorio y un mueble con espejo. La cama está cubierta por telas que caen desde un techo en forma de cuadrado y pueden protegerte de los insectos si se cubre completamente.

−Aquí dormirás tú, cada vez que vengas como invitada. Nadie más la ocupará a partir de ahora –dice Narcissa.

−Si necesitas ayuda, la habitación de Draco está al lado a la derecha, y la nuestra está al final del pasillo en el frente de la mansión. Severus, a su vez, duerme siempre frente a la habitación de Draco –agrega su esposo.

Supongo que cuando tienes una mansión de semejantes dimensiones y un único hijo, te puedes permitir darle exclusividad a una persona y ofrecerle un espacio personal fijo a cada invitado.

Les agradezco por la hospitalidad y por estar tan pendientes de mí, y ellos dicen que lo hacen con gusto y que quieren que me sienta como en mi propia casa. Luego de unos minutos nos dejan solos a mí y a Draco, asegurando que enviaran a un elfo a avisarnos cuando la cena esté lista. Mientras tanto podremos hacer lo que queramos.

Recorro la habitación y me siento en la silla del escritorio con espejo viendo otra vez mi aspecto tratándome de acostumbrarme a mi nuevo estilo, que en realidad es solo un reflejo del cambio drástico que se dio en mi vida. Draco me sigue con los brazos cruzados y se detiene detrás de mí. Veo su reflejo del espejo.

−¿Qué piensas?

−En que todo lo que ha pasado en los últimos días siente bastante irreal y cuesta acostumbrarse a la idea.

−¿De que no eres una humana normal?

−No. Eso en el fondo siempre lo supe, aunque no pudiera ponerle un nombre exacto.

Mi comentario lo desconcierta lo suficiente como que deje caer su cuerpo contra el mueble y me mire cara a cara.

−¿Lo sospechabas?

−Algo así… Mi padre ama los cuentos y novelas de fantasía… e incluso nos incentivaba a leerlos a mí y mi hermano. Cuando leía libros relacionados con la magia, me sentía levemente identificada con algunos personajes porque yo recordaba haber hecho o sentido lo mismo. Era una sensación extraña.

−La sangre llama –comenta él con una leve sonrisa.

−Supongo que sí.

−Nunca me contaste las cosas que has hecho en tu niñez. ¿Qué fue lo más extraño que experimentaste cuando aún ignorabas que eras una bruja? Solo mencionaste que asustabas a tu madre o compañeros sin pretenderlo.

−Los asustaba cuando a mi mano llegaban objetos que estaban muy fuera de mi alcance, o cuando me trasladaba de un sitio a otro en segundos. Principalmente eso. No podía controlarlo de más pequeña. Pasaban otras cosas, como objetos que caían o desaparecían, puertas que se cerraban con un fuerte estruendo, televisores o luces que se apagaban o prendían, ruidos extraños, pero la gente relacionaba eso con simples casualidades, que ahora que lo pienso las ocasionaba yo en momentos de enojo o angustia.

−Sí, eso ya debía indicarte que algo extraño sucedía en ti. Aparte las emociones fuertes tienden a desencadenar todo tipo de incidentes en la primera infancia. ¿Algo más?

−Esto no se lo he dicho a nadie, pero en ocasiones tengo visiones de eventos que efectivamente terminan ocurriéndome a mí, o a cualquier persona en un momento del futuro. He presentido muertes de familiares, accidentes importantes del país o situaciones con resultados positivos, por ejemplo. ¿Eso es normal? Me ha pasado estando despierta y en sueños. No fueron muchas veces, pero… me asustaba la exactitud con la que ocurrían los hechos en la vida real.

−No, Hermione. Eso no lo es, porque sale de lo prototípico. Aun así, cada hechicero tiene un don particular o una fortaleza de la que otros carecen. Creo que el tuyo podría ir en esa línea o ser uno de los tantos que posees. Es increíble, a decir verdad –murmura.

−¿Y tú, Draco? ¿Cuál sería tu fuerte?

−No estoy muy seguro, porque a nosotros no se nos permite hacer mucho hasta que cumplimos cierta edad. Por ahora puedo decir que se me facilita la creación de pociones.

−¿Severus te ayuda con eso?

−Si hablamos de un nivel básico, sí. Y mi padre me enseño algunas cosas más al respecto.

−¿Pociones curativas? ¿Para transformaciones? –pregunto intrigada.

−De todo un poco.

Draco mete la mano en el bolsillo de su abrigo para sacar un frasco mediano redondo de su bolsillo y me lo entrega.

−Este es para aliviar los síntomas de resfriados y puedes quedártelo. Con una cucharada sopera al día es suficiente.

El líquido azul se ve mucho menos espeso que los jarabes que he tomado por recomendación del pediatra.

− ¿Por qué me lo entregas? No estoy resfriada… y si me enfermará en estos días, podría recurrir a medicina muggle aún.

−Mis padres suelen decir que las farmacéuticas muchas veces, lo que menos quieren es que las personas se curen ya que nos les conviene económicamente hablando. Lo que tienes en tu mano te asegura una cura rápida y efectiva sin efecto rebote. Al menos si la tomas desde el primer o segundo día del comienzo de los síntomas un par de veces. Consérvala por si acaso, espero que no la necesites pronto. Tal vez sea un novato, pero esa la sé preparar bien.

−Está bien, Draco. La aceptaré. Gracias.

Alcanzo mi mochila colgada junto a la capa sobre una estructura de hierro oscuro cerca de la puerta y la guardo allí dentro segura y en un bolsillo interno con cierre. Es entonces que me doy cuenta que siguen los dulces sin tocar y sacó las seis bolsas de papel que quedaron allí.

−Tenemos que repartirnos esto.

Él asiente y yo dejo todas las bolsas cerca de él. Empezamos a revisar cuales nos pertenecen. Solo que él agrega unos dulces más para mí en una de las bolsas en lugar de quedarse con la totalidad que seleccionó, para que pueda compartir con mi hermano menor.

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