Luz Verde (Green Light)

Harry Potter - J. K. Rowling
F/M
G
Luz Verde (Green Light)
Summary
Hermione Jean Grange fue abandonada por alguna razón desconocida en el mundo muggle a corta edad y posteriormente fue adoptada por el matrimonio Granger, quienes le dieron su apellido y una verdadera familia.Una década más tarde, a la edad de once años, ella es visitada por un par de extraños, dos magos que le cuenta la verdad de su origen mágico y le ofrecen la posibilidad de asistir al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería para convertirla en una gran bruja.En el trancurso de los días previos al inicio escolar se relaciona con Albus Dumbledore, la familia Malfoy y el profesor Severus Snape, que se convierte en su tutor legal para todo fin relacionado con el mundo mágico. Hermione forjará poco a poco una amistad con Draco Malfoy luego de un encuentro que, tal vez, cambie sus vidas para siempre.
All Chapters Forward

Draco Malfoy

CAPÍTULO 4: ¿DRACO MALFOY?

POV HERMIONE

Tras una corta caminata me da una bolsa de terciopelo con monedas para que pueda hacer las compras en la tienda de uniformes y en la librería si él no llega a tiempo. Ambos entramos en la tienda de ropa de Madame Malkin donde nos recibe una bruja sonriente y un poco subida de peso, vestida de forma muy elegante con un vestido largo. Como en todos los sitios que hemos ido primero lo saludan a Severus Snape con amabilidad o alegría. Solo que está vez, la mujer me saluda inmediatamente después que a él.

−Hola. ¿Cómo te llamas?

−Hermione Granger, mucho gusto.

La mujer me sonríe y mira al profesor.

−¿Nueva ingresante?

−En efecto. Necesita uniformes completos y un par de túnicas. Lo habitual. Todo a medida, no importa cuánto cueste o demore. La dejo a su cargo. Tengo que algunos trámites que hacer.

−No se preocupe, señor Snape. Cuidaremos muy bien de ella por usted.

−Se lo agradezco, Madame Malkin.

Snape sale por la puerta rumbo a Gringotts, dejándome sola con la mujer, no sin antes dedicarme una mirada tranquilizadora, prometiéndome que volverá pronto por mí.

−Bien, querida. ¿Quieres que guardemos tus compras por un rato?

Asiento y le entrego las tres bolsas, que posteriormente la mujer las guarda bajo llave en un armario.

−Justo estamos atendiendo a varios chicos en este momento. Pero acompáñame a otro sector primero, quiero ver lo que te pidieron en el colegio para tu primer año y tomar algunas medidas fuera de la vista de los varones.

La sigo por un pasillo largo e ingresamos a un sector de la tienda donde se encuentran los uniformes, camisas, corbatas, faldas, suéteres y blazers. Le muestro a la mujer la lista que me entregaron en la carta de aceptación y la lee con atención.

−¿Tienes idea que talle eres, Hermione?

Me quedo callada porque ignoro como se manejan aquí en ese aspecto.

−Sinceramente, aún no conozco mucho y no podría asegurar nada.

−Está bien. Lo hubiera hecho manualmente, de todas formas.

La mujer busca una cinta métrica de uno de los cajones y me pide que me suba a un taburete ubicado frente a un espejo. Me mide cada parte de mi cuerpo e incluso la altura. Todo lo apunta en un pergamino con una pluma llena de tinta violeta. Luego noto que hace unos cálculos matemáticos para ir determinando cuales son las medidas correctas para mi nueva vestimenta. Cuanto debe medir la falda, la longitud adecuada de las mangas de las camisas y suéteres e incluso la del blazer. Ella no aparta los ojos del pergamino hasta que termina de calcular. Seguidamente busca en varios estantes las distintas prendas, medias y corbatas y las agrupa una arriba de la otra en una gran pila. Como toque final un set de pines con el escudo de Hogwarts y las cuatro casas por separado.

−Primero necesito llevarte a los probadores para que te pruebes todo. Luego veremos si necesita modificaciones o si debemos diseñar algo especialmente para ti. Pero de ser el caso estará todo listo en dos o tres días, espero que no haya problema.

−No lo habrá –contesto.

−Perfecto. Acompáñame.

Volvemos a la entrada y de ahí seguimos de largo hasta el fondo. De reojo veo a chicos de espalda, aunque no les presto atención, solo veo una cabellera oscura y otra rubia aparentemente conversando, uno de los dos sé está quejando por la estúpida regla de que no les dejen usar sus propias escobas en Hogwarts. Contengo una sonrisa, recordando que eso está como única prohibición en la lista de materiales. Siento como si alguien me observara fijamente y termino quitándole importancia.

Los probadores están un poco más lejos, como a cinco metros. La mujer cuelga todas las prendas en los ganchos de uno de los probadores y arma medianamente una corbata negra para que me sea más fácil colocármela. Me avisa que ella está del otro lado de la espesa cortina por si necesito ayuda. Estoy lista en menos de diez minutos con el uniforme completo, incluso unos zapatos de cuero también negros pero un diseño un tanto distinto al que estoy acostumbrada. Salgo y Madame Malkin me ayuda a acomodar mi nueva corbata.

−Te queda bien, aun así, creo que podría mejorar. La falda es te queda muy larga, no se ve bien.

−¿Me pruebo la otra?

−Yo diría que sí.

Vuelvo a entrar al probador y me coloco la opción dos de falda tableada negra. Sin embargo, me queda extremadamente apretada, al punto de no dejarme respirar. La mujer niega con la cabeza y dice que simplemente deberá acortar la primera con una costura extra y tal vez hacer la cintura un poco más pequeña. La tercera vez que salgo del probador, lo hago con la falda anterior.

Me toma cordialmente de la mano mientras vamos frente a los espejos, donde ahora mismo el rubio claro está solo mirándose frente al espejo acomodándose la capa, seguramente esperando a la mujer que estaba atendiéndolo. Tiene piel muy pálida, ojos claros, rasgos finos muy marcados y cabello lacio. Se muestra serio y algo cansado, imagino debe haber pasado mucho tiempo aquí. De algún modo me hace recordar a alguien.

Madame me ayuda a subir a un bajo taburete y quedo más o menos a la altura de él, a pesar de que es unos centímetros más alto que yo. Él gira su rostro hacia mí con una sonrisa ladeada y clavando sus ojos grises en los mío, lo que provoca que me ruborice levemente al verme descubierta. Mi cabeza hace click y me doy cuenta que es una versión pequeña de Lucius, el mago del Caldero Chorreante. Son tan parecidos que no hace falta verlos juntos para saber que son padre e hijo. Su nombre sale de mis labios casi como una pregunta:

−¿Draco?

Su sonrisa de absoluta seguridad desaparece y es reemplazada por una confusión genuina, curiosidad y tal vez, un poco de interés. Lo que lo hace ver más vulnerable… mientras a mí me cohíbe levemente toda esa atención. Me mira por un par de minutos tratando de descifrar si me conoce o porque sé su nombre y yo no sé qué decir. Me bajo del ancho taburete, y él inmediatamente me imita.

La mujer se alejó en algún momento sin que yo lo notara, seguramente para buscar los materiales que necesita para seguir con su trabajo.

De inmediato, siento su mano en mi muñeca derecha, muy cerca de mi mano, rozándola. A pesar de esa acción impulsiva, su contacto es amable y caballeroso

−Espera, no te alejes… aún. ¿Te conozco de algún lado?

Noto esa confusión también reflejada en su voz. Él era quien estaba hablando de escobas, ahora no tengo dudas.

−No, lo siento. –Respondo apresuradamente sin intentar zafarme de su mano. No me molesta, ni me hace sentir invadida.

−Es solo que… Estoy lo suficientemente seguro que te recordaría si te hubiera visto en el pasado. –Insiste.

Ciertamente cree que tengo temor de decir que nos conocemos… o algo similar.

−Eso es casi imposible –le digo.

Hasta ayer no sabía nada sobre hechicería y no veo a esta gente paseándose todo el tiempo entre muggles aunque vivamos en el mismo Londres.

−Comprendo. Entonces ¿por qué sabes mi nombre?

¡Buena pregunta! Ninguna persona normal anda llamando a otros por la calle por su nombre si no hay un vínculo o no son famosos de televisión.

−Sé que va sonar raro, pero llevo toda la mañana escuchando sobre ti desde que ingresé por el Caldero Chorreante. Solo por eso te reconocí en cuanto te vi.

−¡Qué extraño! Yo llevo toda la mañana escuchando sobre un chico leyenda que aparentemente estudiará con nosotros. Es el tema del año.

−No tengo idea de quien hablas.

−Eso no importa ahora.

Él se encoje de hombros y me sonríe de lado volviendo casi a su normal actitud.

−Aún no me dices tu nombre.

−Jamás me preguntaste.

−Ahora lo quiero saber, linda. No es justo que tú, por alguna extraña razón, sepas más de mí, que yo de ti.

Linda. Nunca un niño me había llamado así.

−Hermione Granger. –Mi voz transmite más seguridad de la que en realidad siento. Esto me pasa por pensar en voz alta.

−Bien, es un comienzo.

Draco mira alrededor al darse cuenta que estamos solos. Él seguidamente toma mi mano entre la suya y deposita un beso en el dorso de la misma, que me toma desprevenida. Podría esperar ese acto de caballerosidad de un adulto, pero no de un chico de mi edad. He aceptado ese gesto de mi padre adoptivo y familiares, pero… ¿Son todos tan educados aquí? Su piel se siente suave, muy cálida y sus labios mucho más. Siento el calor en mis mejillas acumulándose y algo más a lo que no le encuentro sentido. Mis dedos se cierran instintivamente alrededor de su mano en respuesta.

−Me llamo Draco Malfoy, pero eso ya lo debes saber.

Asiento con una sonrisa y él sin soltarme me lleva a unos asientos detrás de nosotros. Cuando me siento en la silla, él libera mi mano y siento esa ausencia de agradable calidez sobre mí. Prefiero no pensar en eso.

Draco se quita la larga túnica enganchada solo con botones negros, quedándose con el uniforme escolar blanco y negro. Y la deja acomodada prolijamente a un costado de él cuando se sienta. Otra cosa extraña en un niño varón. Pienso en mi hermano y lo desordenado que es la mayoría de las veces.

−Te escucho. No entiendo. ¿Por qué dices que oíste sobre mí toda la mañana? ¿O de quién?

−Si tus familiares no hablaran de ti con otras personas y te ocultaran como si no existieras para ellos, deberías preocuparte, Draco Malfoy. Empezando por tu padre, a quien encontramos en Caldero Chorreante. Eres muy parecido a él, por cierto. Me resultó fácil identificarte, él dijo que andabas recorriendo algunas tiendas con tu madre. Y en Ollivander… el dueño nos dijeron que acababas de comprar tu varita mágica minutos antes.

Hago una pausa sin dejar de mirarlo.

−Aparte, vine con Severus –agrego.

−¿Te refieres a Severus Snape? ¿Mi padrino?

−Sí, él me trajo aquí.

−¿No podían acompañarte tus padres?

−No. Albus Dumbledore le pidió a tu padrino que me ayudara con todo.

Por un momento me mira confundido, apoya su brazo sobre el respaldo de la silla con su mano en puño sobre su cabello, mirándome más de cerca y luego pregunta:

−¿Dónde está él?

−Fue a Gringotts tan pronto como me dejó aquí. Volverá pronto.

Una gran sonrisa se dibuja en su rostro, una de completa felicidad.

−En ese caso, te haré compañía.

−Como desees. Igual Snape me dijo que si yo terminaba aquí antes de que él llegara, fuera a la librería y nos encontrábamos allí.

−Yo aún tengo que ir a la librería. Solo me falta eso. Podemos ir a comprar juntos.

Estoy segura que ambos quieren verse, por lo que no me opongo.

−¿Es tu primer año?

−Sí, Draco.

−También el mío.

−¿Estás nervioso por eso?

−Solo un poco. Es lo normal, asumo. Estoy hace casi una hora aquí y ya estoy agotado.

Le sonrío.

−Lo imagino. –Respondo comprensiva.

Su expresión se relaja al escucharme.

Madame Malkin vuelve con una caja de alfileres en su mano y se detiene cuando nos ve juntos. Nos sonríe con cariño.

−¿Están haciéndose amigos? Eso es bueno –comenta.

Ambos sonreímos.

−Ven aquí, Hermione. Draco, la señora Grey en cualquier momento estará contigo. Dice que puedes cambiarte de ropa, pero que tenga cuidado con los alfileres.

Él asiente sintiéndose aliviado de que su tortura haya terminado por ahora

−Está bien, Madame Malkin.

Se va caminando tranquilo hacia los probadores.

−Ya regreso, Hermione –agrega Draco.

Me mira de reojo compasivo como diciéndome:

“Lo siento mucho por ti. Prometo que estaré cerca por si me necesitas”.

−Encantador niño ¿no crees? –Habla la mujer cuando él está lo suficientemente lejos.

−Eso parece –respondo.

−Ven. Lamento informarte que recién empiezo contigo.

¡Maldición! En media hora pareceré la versión femenina de Draco si me van a tener aquí por una hora.

Me sube nuevamente en el taburete, me pide que me quite el blazer negro y el suéter. Ella los deja colgados en una percha y empieza a medir y colocar alfileres o señalar con una tiza gris clara, de esas que usan para costuras, para que me quede un tanto ajustada pecho, espalda y cintura. Las mangas, en cambio tienen el ancho y largo exacto para mí.

−¿Te resulta cómodo?

−Sí, Madame.

Pasa a la falda que me queda unos pocos centímetros más ancha, pero dice que simplemente reduciendo parejamente unos centímetros en cada lado me quedará perfecta. El cierre lo tiene escondido en la espalda.

−El largo ideal para ti sería una palma y media por encima de la rodilla, estiliza mucho tus piernas y te hace parecer más alta…

En ese momento vuelve Draco con su ropa informal vestido con un suéter gris con líneas blancas en los extremos y un pantalón negro. Se vuelve a sentar, pero no me pierde de vista, puedo verlo observando mi reflejo en el espejo mientras Madame Malkin, prueba como quedaría a falda a diferentes alturas y preguntándome que me parece, si lo considero muy largo o corto para mí.

−Madame Malkin, la falda que ella traía cuando entró tiene ese largo y se le veía genial.

−¿Éste?

−No, es la marca anterior. Tal vez… la que esta unos tres o cuatro centímetros más arriba. No estoy seguro. No será tan larga, pero tampoco tan corta, eso le dará mejor movimiento.

−Qué observador, señorito Malfoy. Entonces, probemos.

Giro mi cabeza para enfrentarlo y mirarlo con sospecha. No había notado que él estaba mirándome cuando llegué. Él solo ríe y se cruza de brazos. En esto consiste su ayuda, dar una opinión sobre cómo me ve a la distancia para que la mujer no dé tantas vueltas conmigo de ser posible. Unos minutos después, la mujer le da la razón al rubio y coloca alfileres en toda la circunferencia.

El suéter del uniforme me queda ajustado, porque es elastizado y se adapta a cualquier cuerpo delgado, sin embargo, el blazer presenta otro problema y Madame decide buscar otro talle más chico. El siguiente que me trae no necesita modificaciones y me lo puedo abotonar hasta que queda pegado a mi cuerpo.

Por último, me prueba innumerables túnicas. Nunca he usado ninguna en mi vida, es algo nuevo para mí. Escoge para mí las que me quedan mejor y las prepara para hacerle modificaciones, me pregunta incluso el tamaño de mi varita, para hacer unos bolsillos interiores y exteriores personalizados en cada túnica. También me dice que el blazer tendrá un bolsillo interior fino y alargado por si llegara a necesitarlo.

Draco mientras tanto recibe el mismo trato de la otra costurera cuando vuelve con más túnicas para él.

−¿Qué pasará con los uniformes de nuestras casas? –cuestiona Draco.

−Los haremos completamente a la medida exacta de cada uno de ustedes cuando sean seleccionados. Su director nos tiene que enviar las listas con los alumnos de primer año y sus respectivas casas para que podamos empezar a trabajar. Ustedes o sus familiares pueden enviarnos una lechuza saber cuándo estarán listos para retirarse –dice la señora Grey.

Me alegro que él haya preguntado eso, porque yo tenía la misma duda.

Salimos de la tienda de ropa con las manos casi vacías, solo nos entregaron una pequeña bolsa con el set de pines medianos para colgar en el uniforme, y que nos sirvan de identificación según la ocasión, varios pares de medias, dos corbatas negras y un par de guantes oscuros de piel de dragón con nuestras iniciales cocidas con una maquina especial en el momento de la entrega. El resto de la ropa, incluyendo un sombrero puntiagudo confeccionado a medida, estará listo tres días hábiles con el previo pago de un adelanto.

Antes de salir a la calle, Madam Malkin me entrega las tres bolsas que llevaba cuando vine aquí, pero antes de que pueda agarrar algo, Draco se adelanta y las carga por mí, incluso la de esta tienda, sin dejar ni siquiera que tomé mi varita, que posiblemente sea el objeto más liviano que haya comprado hoy.

−Las damas primero. –Anuncia él en un tono cortes, al abrir la puerta y mantiene sujeta con su brazo.

−Gracias –paso dedicándole una gran sonrisa y con él devolviéndomela en respuesta.

Forward
Sign in to leave a review.