
Caldero Chorreante
CAPÍTULO 2: CALDERO CHORREANTE
POV HERMIONE
Con Annie estuvimos armando mis maletas hasta muy tarde y luego las guardamos de vuelta en el fondo de mi vestidor para cuando me dijeran que debía irme. He estado tan ansiosa en la noche que no he podido dormir prácticamente; y se me cerró el apetito al encontrarme con la mirada de enojo de mi madre al bajar al comedor por lo sucedido en la noche. Papá me sonríe cada tanto y me insiste en que al menos tome mi chocolate caliente y eso hago. Solo faltan diez días para que llegue el 1 de septiembre y todavía no soy del todo consciente de lo que eso implica, pero quiero descubrirlo.
Mi madre no habla ni un momento y nos está aplicando la ley del hielo. Está molesta con ambos, padre e hija por creer semejantes estupideces y esperar que sea verdad. Ella al estar inconsciente nunca vio lo que esos hombres hicieron para que estuviéramos tan seguro de que no mentían. Les pedimos varias pruebas antes de que se fueran, incluso. Por otro lado, ella, a diferencia de mi padre, siempre trató de ignorar las extrañas cosas que pasaban cuando yo estaba alrededor solo por el hecho de existir. Papá y yo entendimos todo y le encontramos sentido a muchas situaciones que acontecieron en nuestra vida o que vimos mientras paseábamos por la calle.
Severus Snape llega a nuestra casa justo cuando estoy terminando mi taza. Una de las empleadas que trabaja durante el día, en reemplazo de Annie, abre la puerta y deja pasar al profesor de Hogwarts. Hoy está usando su ropa más muggle, al menos se quitó la capa que llevaba ayer y solo tiene un traje oscuro, me dijo que yo también eligiera un atuendo neutro para nuestra pequeña excursión, solo para no desentonar demasiado con los magos.
Yo elegí una falda tableada de un tono verde oscuro y negro con una banda gris en lo que sería la cintura, una blusa poco holgada blanca, los zapatos de cuero oscuro que usaba para mi escuela primaria, antes de terminar las clases hace unos meses; y un blazer negro con líneas plateadas. Papá cuando me fue a llamar para comer en la mañana, me miro sonriente y me dijo que estaría bien con eso... que me veía linda. Y él seleccionó una de mis mochilas más pequeñas de cuero ecológico beige que yo le pedí que me comprara en una tienda el año pasado durante algunos de nuestros viajes familiares.
−Llévala por si necesitas guardar algo, cariño –me dijo él.
−Buenos días, familia Granger –interrumpe mis pensamientos la voz del hombre de cabello oscuro.
−Buenos días para usted, profesor Snape –contesta mi padre.
Yo solo le dedico una sonrisa amable porque estoy comiendo una galleta con maní y no quiero ser maleducada. Pero tan pronto como termino de comer, me acerco al hombre y le tiendo mi mano, que él me estrecha.
−Hola, Hermione –me saluda en respuesta.
Entró al baño de la planta baja para terminar de arreglarme y lavarme los dientes. Es hora de partir.
El profesor Snape contrató un servicio de limusina especial no muggle, para que mi padre y yo fuéramos más tranquilos. Los dos adultos todavía tenían cosas que discutir y no hubieran podido hacerlo en un transporte común. Con mi mochila en mi regazo y los dos hombres en frente de mí, me limito a mirar mi alrededor. La limusina es gris por el exterior, pero por dentro toda la decoración es oscura. Severus hace aparecer unas bebidas y snacks muggles en una mesita expansible y mis ojos se abren ante la sorpresa. Él me dice que puedo tomar lo que quiera y eso hago. Tomo un vaso de jugo de granadina, solo para comprobar que si es tan real como lo parece y tiene el mismo sabor que recuerdo, también agarro una bolsa de papas fritas saladas con sabor a jamón, porque no tengo mucho apetito, pero son mis favoritas. El resto del viaje de dos horas se vuelve más llevadero con comida y sin las miradas de reproche de mi madre.
Papá y el profesor Snape están leyendo unos documentos de un banco llamado Gringott y apenas me prestan atención. Están hablando sobre cambiar el oro y el dinero muggle por el dinero del mundo mágico: knuts de bronce, sickles de plata y galleons de oro. Snape incluso le muestra cuales son, mientras las saca de un monedero de cuero. Le explica las equivalencias de una forma que las entienda, veintinueve knuts equivalen a un sickle; y diecisiete sickles o cuatrocientas noventa y tres knuts valen un galleon. Escucho con atención todo, aunque me parece del todo extraño ya no tener pagar con billetes, ni tarjetas de plástico, al menos mientras esté con ellos. Mi padre finalmente firma una autorización para crear una cuenta a mi nombre y que yo tenga mi propio dinero en las bóvedas de Gringgot.
El auto hace una parada en el banco muggle y los dos adultos bajan y me dejan sola en la limusina. Suspiro pensando que esto será para largo, mis padres siempre demoran al menos una hora cuando quieren sacar mucho dinero de nuestra cuenta familiar para viajes o inversiones grandes. Es entonces cuando aparece otro objeto frente a mis ojos, un libro de cuero de apariencia antigua en la mesa y lo agarro con rapidez.
Historia de Hogwarts de Bathilda Bagshot.
Lo abro y cae una nota en mis piernas:
Este será su primer regalo como bruja. Sé que es una ferviente lectora, señorita Granger. Disfrútelo mientras ayudo a su padre con sus trámites. Tal vez demoremos más tiempo de que nos gustaría.
Severus Snape.
Sonrío ampliamente y vuelvo a meter la nota en una de las hojas de atrás para que no perderla y tal vez usarla como un señalador improvisado. Me pierdo en mi propio mundo desde el momento que mis ojos se posan en la primera línea del texto y ni siquiera noto cuando los dos vuelven con tres grandes maletines en sus manos hasta que dicen mi nombre. Su ausencia me dio tiempo de leer seis siete capítulos seguidos sin detenerme y dejándome maravillada con el que sería mi nuevo colegio.
−Mione –empieza mi padre.
Vuelvo a la realidad y mi mirada vuelve a la de mi padre.
−Supongo que no te aburriste –comenta divertido.
−¿Cuánto tiempo pasó?
−Una hora y media. Había mucha gente y me hicieron una entrevista para averiguar para que necesitaba tanto dinero y firmar papeles –contesta.
−Asumo que mentiste.
−Solo omití algunas cosas. El señor Snape me ayudo bastante.
Yo asiento.
−Tendrás suficiente dinero para unos cuantos meses, hija. Igualmente, todos los meses sumaré una cantidad fija más a tu cuenta para que nunca te falte. Ellos se encargarán de eso.
−Gracias, papá.
−No es nada, hija. Tu madre y no trabajamos tantas décadas, incluso antes de tenerte, como para no apoyarte ahora.
En la última parada es mi padre quien se queda solo, ya que él como muggle no puede entrar a donde vamos nosotros, sea cual sea el lugar. Él dice que aprovechará a hacer algunas compras y que nos espera en seis horas en el restaurante El Paraíso, como punto de encuentro antes de volver a casa. Sale del auto con nosotros y me da un beso en la frente a mí; mientras que al profesor Snape solo lo saluda con una reverencia porque el hombre tiene las manos ocupadas con los maletines y la carpeta con la autorización firmadas por padre e hija.
−Pórtate bien y no te alejes de él, Mione.
−De acuerdo, papá.
−¿Tú recuerdas donde está el restaurante ¿no? No creo que él conozca mucho el lugar.
−Sí, papá.
−Perfecto. Pásenla bien.
Mi padre da media vuelta y se aleja aparentemente relajado. Creo que confía en que este hombre que apenas conocimos hace un día cuidará bien de mí.
−¿Preparada?
Asiento.
−¿Dónde iremos?
−Ya verás.
−¿Por qué mi padre no puede ir?
−Porque es una persona no mágica, ellos no pueden ver lo que nosotros sí. No podría entrar, aunque quisiera. Salvo que se utilicen otros métodos para ciertos fines. De todas formas, puede visitarte en la casa de otros hechiceros con los que te relaciones. No eres la única viviendo entre muggles, te lo aseguro.
Escuchar eso me sorprende.
−Pero yo debo ser las pocas brujas jóvenes que no sabía que era la magia hasta ayer –me quejo.
−No tienes la de culpa de eso, tampoco tus padres adoptivos. Ellos no tenían idea de donde venías. No podían prepararte para lo que te pasará ahora. Estoy seguro que te adaptarás con rapidez. Solo lee algunos libros que te compraremos hoy antes del inicio de clases, será insuficiente, pero al menos te actualizará un poco.
Me guía por varias calles, buscando un lugar en particular, mientras yo solo trato de adivinar a donde iremos, viendo si hay alguna especie de casa de antigüedades y tiendas de aspecto lúgubre. Sin embargo, no veo nada, tampoco recuerdo haberme topado con nada extraño durante los paseos por Londres con mi familia... hasta que... él señala con un movimiento de cabeza una puerta que aparentemente da a un pasillo muy angosto entre una tienda de discos y una librería, el lugar que yo me había quedado mirando fijamente pensando que tal vez podía gastar algunas de las libras esterlinas que me dio mi padre antes de salir. Nunca tenía suficientes libros, porque los terminaba de leer en cuestión de horas o un par de días.
−Es aquí –comenta en tono monótono.
Vemos a la distancia un rato a la gente pasar sin siquiera mirar ese sitio, sin prestar atención a la puerta, ni a la ventana gastada de madera y vidrios de apariencia rota.
−¿Por qué la gente sigue de largo?
−Para los muggles es una simple pared de ladrillos y cemento. Para nosotros es la entrada al Callejón Diagon.
−Entonces, no vemos lo mismo.
Él asiente y yo comprendo que los magos han aplicado algún hechizo para que eso sea posible.
−Adelante. No quiero estar mucho más tiempo aquí con el dinero del señor Granger porque es mucha responsabilidad. Dicen que suelen haber muchos robos y no puedo usar magia en este lugar.
−Por desgracia, sí.
Cuando deja de pasar gente y la vereda se queda despejada, entramos al bar. Yo abro la puerta con él. Al entrar me doy cuenta que la fachada coincide con lo que hay en el interior, es un lugar oscuro, diminuto y como pensé, lúgubre. Huele a tabaco, alcohol y algo más ¿especias aromatizantes? Mi acompañante se da cuenta de mi desagrado y sonríe levemente.
−Lo sé, te habituarás.
−Eso espero.
Conseguimos evadir a muchas mujeres y hombres agrupados allí, hasta que una voz en algún rincón hace que Severus se detenga y mire sin expresión en esa dirección.
Un hombre alto de piel pálida, cabello rubio casi blanco y largo, vestido en tonos negros y grises está sentado en una de mesas que mejor aspecto tiene.
Mi acompañante cambia su expresión a una más relajada y se acerca al hombre. Yo lo sigo, porque mi padre me dijo que no me alejara de él, sin embargo, me mantengo a sus espaldas. No estoy segura que esperar de este tercer mago.
−Severus, que sorpresa verte –dice el hombre sonriendo y bebiendo un trago de... algo.
−La sorpresa es mía. Pensé que aún estaban de vacaciones en esa isla como me explicaste en tu última carta, Lucius.
−Llegamos ayer, Cissy estaba muy ansiosa, quería volver y adelantó el regreso una semana.
−¡Oh, claro! Por su hijo.
−Algo así, le dije que no sepa inquietara porque tendríamos tiempo para preparar todo, pero ya sabes... Mujeres.
El hombre ríe.
−¿Dónde están ellos?
−No estoy muy seguro, están haciendo las compras que faltan. Nos dividimos las tareas hoy. Y como terminé, vine aquí un rato mientras los espero.
Lucius señala las bolsas y cajas que están frente a él. Entonces repara en mi presencia y mira hacia abajo. Me muestro por primera vez y lo miro de la misma forma que hice ayer con Albus y Severus, con la frente en alto y segura, aferrando mi mano en el brazo del profesor.
−Veo que no vienes solo.
−Ordenes de Dumbledore. Se llama Hermione Jean Granger, ingresa este año.
−Como todos los años, siempre deben ayudar algunos ingresantes ¿no?
−Sí, solo que su caso es especial –dice sin dar mucha información.
−¿Qué tan especial?
−Por el momento es confidencial, está en investigación.
Eso intriga al hombre que finalmente se pone de pie y se acerca a ambos.
−Lucius Malfoy. Mucho gusto, señorita Granger.
El hombre es más alto de lo que creí en un primer momento. Me tiende su mano y yo la estrecho. Se siente fría al tacto, pero es muy suave.
−El gusto es mío, señor Malfoy.
−Bueno, asumo que serás compañera de mi hijo, tiene tu edad. También ingresa este año.
El hombre me ve y sonríe. Por un momento me alegro de haber elegido ropa adecuada para mi edad pero también para los magos y brujas que me rodean en este bar. Si hubiera usado algo diferente, seguro me hubieran mirado raro y me hubiera delatado sola.
−Confío en que sea así.
Aunque no esté segura de lo que digo, hago de cuenta que sí. No puedo querer ser compañera de personas que nunca conocí en mi corta vida. En este momento, estoy confundida de no saber si el señor Malfoy se refiere al colegio en sí o a entrar a alguna de las cuatro casas con él... Aunque en el libro Historia de Hogwarts una de las primeras cosas que decía era que las casas comparten varias clases para fomentar la unión e incluso la competencia personal.
El profesor Snape se disculpa con Lucius aludiendo a que tenemos mucho que hacer hoy y ambos se despiden.
−Mándale saludos a Narcissa y Draco de mi parte.
−Lo haré, Sev. Si no se los cruzan ustedes durante su paseo antes. Te enviaremos una lechuza para que vayas a cenar con nosotros uno de estos días.
−Estaré encantado, Lucius.
−Draco también. Estuvo preguntando bastante por su padrino en los últimos días.
Snape solo asiente y sus facciones se relajan solo por un segundo. Debe querer mucho a ese niño. En ese momento, me doy cuenta cual es el parentesco que hay entre ellos.
Los envidio un poco, porque a mí también me hubiera gustado tener alguien del mundo mágico que me enseñara cosas desde pequeña y me dijera que no había nada extraño en mí, que era especial, aunque siguiera viviendo con mis padres adoptivos. A ellos no podría haberlos dejado nunca.
Tal vez... todo cambie ahora. Siento que puedo confiar en el hombre que está conmigo en este preciso momento y el Director Dumbledore, para que me expliquen cómo funciona este mundo y me enseñen quien soy realmente.
Salimos del bar hasta un patio cerrado, él suelta un maletín, y presiona una pared de ladrillos, ésta sorpresivamente se abre y me echo hacia atrás por el estruendo. El ruido desaparece al mismo tiempo que la pared, y lo que emerge ante mi vista luce una ilusión o parte de una película sobrenatural ambientada a comienzos de la Edad Moderna y tan diferente al mundo muggle actual. Se siente como un viaje en el tiempo a un Londres fuera de época. Parece el Londres que conozco y el mismo tiempo no. Aunque tengo muchas ganas de hablar y hacer preguntas simplemente no puedo. No sé cómo procesar lo que estoy viendo y tampoco encuentro mi voz.
−Bienvenida al Callejón Diagon –anuncia él.