
Verdad
CAPÍTULO 1: VERDAD
Dos hombres están fuera una casa de un barrio muggle. Han enviado lechuzas a la niña que vivía allí con anterioridad, pero no han recibido respuesta hasta ahora y suponen que la situación es complicada. No era la primera vez que eso pasaba con algún alumno.
El hombre más joven mira al anciano y éste asiente. Ese es el momento. Enfrentar a esa familia no sería fácil, así como tampoco la del niño que sobrevivió. Ambos ignoran su origen mágico por diversas razones.
−Tendrás que hacerte cargo de esta niña, Severus. Al menos hasta que descubramos la verdad.
−Haré lo que ordene, señor.
El pelinegro decidido, le dedica una pequeña mueca, que Dumbledore identifica como una sonrisa. Controlan la hora en un extraño reloj de oro, nueve de la noche, con suerte, la mayoría de las familias muggles estarían por irse a dormir, pero los Granger siguen despiertos. El guardia de la casa les dijo que todos estaban cenando hace poco y que se les permitía pasar.
−Bien, entremos.
Snape ve las intenciones de aparecerse del anciano y lo detiene.
−Debemos tocar la puerta. Sus padres, o al menos quienes ella cree que son sus padres, son muggles –le recuerda el hombre.
Dumbledore solo ríe y le da la razón, aludiendo a que a veces se olvida que acciones como aparecerse o practicar magia pueden asustar a un muggle. Su compañero se contiene para no rodar los ojos por ese comentario. Conoce hasta qué punto llega el humor particular del anciano.
Ambos caminan muy cerca del otro. Severus toca el timbre y abre una mujer joven ataviada con un uniforme que realmente ninguno de los dos reconoce. La mujer los mira con una sonrisa, pero su expresión pasa a ser una de confusión cuando ve alto anciano detrás de Severus. La mujer pensaba que la vestimenta del pelinegro era más o menos normal, a pesar del color negro predominante, pero se extrañó al ver a Dumbledore con su túnica gris, ese gorro en la cabeza y lentes con formas de medialuna. Le quito importancia pensando que tal vez, los invitados sorpresa pertenecían a alguna religión o venían de una fiesta temática.
−Mmm... Buenas noches. ¿Se les ofrece algo? ¿Buscan a los señores de la casa?
−Venimos a visitar a la niña, Hermione Jean Granger –contesta Severus en un tono amable que no suele usar a menudo, pero que le sirve para guardar las apariencias fuera del mundo mágico.
−Llamaré a sus padres e iré a buscar a la pequeña Herms. Debe estar estudiando o leyendo. Pueden pasar –la mujer les vuelve a sonreír y cierra la puerta tras ellos–. Tomen asiento.
Ella los guía hasta el amplio living que empieza al finalizar el pasillo recibidor.
−¿Desean tomar algo?
−Un café estaría bien para ambos –dice Dumbledore.
Ella asiente y sale de la habitación. La casa de los Granger es grande y espaciosa, incluso un poco elegante, aunque no al punto que están acostumbrados los magos, es una casa prototípica de muggles londinenses de clase alta. Los dos se quedan mirando los detalles de la casa impresionados porque tal vez, solo tal vez esperaban algo peor.
−Parece que la niña tuvo una buena vida –comenta Dumbledore sonriendo.
Severus no responde nada más, porque teme que las paredes escuchen. Pero él solo puede pensar que la inocente niña vivió una vida de mentiras y lejos de personas como ella que la educaran como la bruja que es. Aunque en el fondo quiere pensar que quien sea que la haya abandonado en el mundo muggle tuviera una buena razón para hacerlo durante la guerra mágica.
La mujer vuelve con una bandeja de plata y la deposita en la mesa entre medio de ambos sillones individuales. Les trajo masas finas, dos tazas grandes de café, azúcar y leche en una pequeña jarra del mismo material.
−El señor y la señora Granger están por bajar. ¿Quieren ver a Hermione?
−Aún no, preferimos hablar con sus padres primero.
−Denos unos veinte minutos –agrega Snape.
−Veinte minutos serán –acepta.
Cuando el matrimonio llega a las escaleras, le pide a la empleada que traiga té para ellos. Miran hacia la puerta de la que vienen las voces mientras comen una especie de galletas rellenas y bañadas en chocolate, mientras dan unos sorbos a sus tazas café con leche a gusto. Una de las reglas para pasar desapercibidos entre el resto de los humanos y ser agradecidos es aceptar lo que les ofrecen, aunque no estén acostumbrados a ciertos alimentos del todo.
Los Granger se sorprenden al ver al par sentado tan cómodamente en la sala de su casa con esos atuendos y los miran con cierta desconfianza que logran disimular. Aun así, los saludan calmados y sonrientes.
−Buenas noches. Annie y el guardia nos dijeron que nos buscaban.
Empieza la mujer con voz tímida y aferrada al brazo de su marido. Porque sí, se siente intimidada por esa gente, nada en ellos parece normal. Pero animada por su esposo se acercan a ellos, les tienden la mano a modo de saludo. Tras una incómoda tanda de saludos formales y verbales, llega la empleada con té para el matrimonio y ambos se sientan frente a los invitados.
−Deberíamos presentarnos ¿no? No nos conocemos –dice el padre de la familia con voz firme.
−En efecto. Yo soy Albus Dumbledore y mi acompañante el profesor Severus Snape. Ustedes son Alice y Matthew Granger, padres de Hermione Jean Granger.
La pareja parece sorprendida de que el hombre sepa tanto de la familia, pero les falta contar a alguien.
−Tenemos dos hijos –corrige el hombre.
−Lo sabemos, su nombre es Ian, nos informaron que es mucho menor que su hermana –agrega Severus.
Ian Granger solo tiene cinco años de edad, también adoptado. Pero a él no le interesa aclarar que saben la edad de un simple muggle. El niño simplemente nunca irá a Hogwarts.
−¿Qué quieren? –la madre eleva el tono de voz.
La empleada, Annie llega justo en ese momento y deja otra bandeja frente a sus amos. Al verlos alterados, se ofrece a endulzar sus tazas de té a gusto de la pareja y se los da en la mano.
−Annie, ve con mis hijos a una de las habitaciones y no los dejes solos, ni vuelvas a bajar a no ser que te lo indiquemos.
−Sí, señora.
La joven sale casi corriendo y atraviesa la puerta blanca sin molestarse en cerrarla. El tono de voz de su jefa también la asusta.
El señor Granger no entiende que está pasando, pero le sorprende que esos hombres estén tan calmados mientras su esposa grita. El hombre vestido de negro no demuestra emoción alguna y luce serio, mientras el anciano solo mira sereno la escena agradeciendo haber traído compañía esta noche en especial.
−Disculpen a mi esposa, se pone nerviosa cuando unos desconocidos insinúan algo sobre nuestros niños.
El hombre se separa un poco de la mujer para darle su espacio.
−Pero, Mat...
−No vas a solucionar nada con tus gritos, querida. Ni siquiera sabemos porque han venido –él toma un sorbo de su té de manzanilla, solo para recuperar un poco de su habla. Siente su garganta seca– ¿Qué los ha traído aquí?
−Sabemos que su hija, Hermione Jean Granger, fue adoptada en un orfanato cuando apenas era una bebé –empieza Albus.
−Los hemos adoptado a ambos, en efecto. No podemos tener hijos propios. ¿Son del Juzgado de Familia o algo por el estilo? ¿Vienen a un control para saber cómo ellos están llevando su vida en familia? ¿Por qué nadie nos avisó?
−No, a todas las preguntas –sigue el director del colegio.
−Excepto la última. Ha habido avisos previos que justifican nuestra presencia en su hermoso hogar. Estos fueron enviados por unas lechuzas –corrige el pelinegro.
El profesor saca del bolsillo un sobre y lo deposita en la mesa más cercana a los Granger. Luego vuelve a sentarse. Ese sobre elegante con un sello rojo de cera roja es una réplica de la carta de aceptación a Hogwarts, el colegio de Magia y Hechicería al que asisten muchos niños de Reino Unido y sobre todo de Londres.
−Ábranlo, necesitamos que lo lean con atención antes de seguir hablando. En caso contrario, no entenderán nada.
El padre la toma, pero se la quita su esposa, quien le dice que no lo haga. Está completamente aterrada la mujer.
−¿Por qué no puedo verlo?
−Porque es una broma de mal gusto. Ellos están mintiendo. ¡Nuestra Hermione es una niña normal!
−No seas tan alarmista. No creo que ese sobre contenga algo prohibido –le dice con cariño–. Aparte suena que me has estado ocultando algo y eso no me gusta. Pensé que no había secretos entre nosotros. Alice, cariño, yo también quiero leerlo. Se trata de nuestra hija.
La mujer se aleja y trata de romper el sobre. Albus precavido, se adelantó a ello, hizo un hechizo antes de su partida de Hogwarts para que fuera imposible destruirla, como seguramente la mujer hizo con las cartas anteriores. Snape y Dumbledore sonríen un poco, no demasiado como para que no crean que se están burlando de su actitud infantil y caprichosa.
Ante su confundida esposa, el hombre aprovecha a quitarle la carta de las manos y la mujer se hunde en un sillón alejado de su esposo. Él no tarda en descubrir el papel de pergamino de varias páginas que está dentro. Cada uno es diferente, el primero contiene la carta; el segundo las reglas básicas del colegio; y el tercero una lista de ropa, accesorios, útiles y libros que deben ser comprados antes de abordar el tren; finalmente hay un ticket para el expreso a Hogwarts.
Estimada Señorita Granger:
Nos complace informarle que usted tiene una vacante en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Adjunta a esta carta, encontrará una lista con todo el equipo y los libros necesarios para sus estudios.
Las clases comienzan el 1 de Septiembre. Estaremos esperando por su lechuza antes de esa fecha.
Muy cordialmente,
Minerva McGonagall
Directora Adjunta
Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
El hombre se pone pálido, aún más que su esposa y con mucha dificultad consigue hablar.
−¿Es una broma? –pregunta aterrado mirando a todos los presentes–. La magia no es real ¿o sí? ¿Qué tiene que ver nuestra hija con esto? Aparte yo nunca escuché de ese colegio. ¿Es un campamento?
−La magia es real, señor Granger. Y vive dentro de su hija adoptiva, solo necesita educación y practica para explotar sus capacidades innatas –interviene el anciano.
−No, no puede ser, somos humanos comunes y corrientes.
−Sí, entiendo su punto. Pero su hija tiene algo más, poderes. No es una simple humana o mortal. Ella muy probablemente viene de una gran familia de magos y brujas. Solo que, por algún motivo, fue traída al mundo... humano. Ahora tiene once años y es hora de que vuelva a donde siempre perteneció, al mundo mágico.
−Debe haber un error respecto a la edad. Mi hija tiene diez años, nació a mediados de 1980, aunque nunca supieron la fecha exacta.
−No, nació en 1979, un 19 de septiembre parar ser más exactos. Cada año nos aparecen los nombres de todos los posibles alumnos y sus fechas de nacimiento, sean o no nacidos en familias puras –corrige el más joven.
−¿Familias puras?
El hombre está más abierto a hablar del tema, su esposa se ha desmayado y parece estar dormida en su sillón. Es evidente que él no estaba al tanto de las cartas.
−Aquellas donde no hay mezcla entre nosotros y ustedes, personas no mágicas. Las familias conformadas exclusivamente por hechiceros.
−¿Y qué hay de esas familias con personas con poderes mágicos y quienes carecen de ellos?
Snape asiente.
−A los que menciona se les llama impuros, sin ofender. Y a los hijos se los considera mestizos –sonríe el profesor por un segundo.
Hay otra palabra que quiere salir de sus labios para explicarle al hombre como funciona todo, pero la considera muy insultante y no quiere arruinar el ambiente casi tranquilo que tienen gracias a la colaboración y sorprendente curiosidad del padre. Su objetivo era llevarse a la niña de esa casa como sea y devolverla al mundo mágico, porque están muy atrasados y quedan pocos días para que empiecen las clases.
−¿Por qué nos dijeron que ella nació un año después?
−Para despistar, tal vez –concluye Albus.
−No sabemos quién abandono a su hija, tampoco si fue un caso de secuestro, señor Granger.
−¿Secuestro? Eso sería peor.
−Pero es una posibilidad, se vivieron tiempos muy oscuros hace una década atrás, desaparecieron y murieron muchas personas. Cada año estamos recuperando más niños perdidos.
El hombre deja la carta en la mesa y les entrega un llavero con las llaves del auto y la casa. Albus no entiende porque lo hace, hasta que ve esa medallita de oro, con un nombre escrito y el año de nacimiento.
−La encontraron con esa pequeña medalla, pero si me guío por lo que ustedes dicen es parcialmente o completamente falsa. La llamamos Hermione para respetar el que creímos era su nombre original, el segundo, Jean fue adición nuestra. Siempre llevo esa medalla conmigo desde nos la entregaron... desde que la adoptamos.
El hombre les dedica sonrisa triste como si le hubiera caído la peor noticia del mundo. Incluso ellos fueron engañados.
−Ahora no sé qué pensar –agrega.
El trabajo de la medalla es tan delicado y extraño, la figura que aparece en la parte delantera está muy ligada con el mundo mágico. Para los magos no hay dudas de que quien sea que mandó a hacer esa medalla falsa es de los suyos, o tal vez le fue robada a otra niña.
−Si no es mucha imprudencia ¿nos puede entregar la medalla? Sabemos que muy importante para ustedes, pero con ella, podríamos investigar cual es el origen real de su hija. Es una pista muy importante, aunque no lo crea.
Dumbledore habla con un tono tan compasivo y pacifico que el padre adoptivo no se puede negar a acceder.
−Está bien, solo con la condición que se la devuelvan a mi Hermione o a mí cuando descubran la verdad.
−Es una promesa. Pero ¿por qué lo hace?
−Mi hija merece saber su origen, simplemente por eso. No creo que ningún niño merezca pasar por lo que ella pasó. Fue abandonada de muy pequeña y nos compadecimos de su situación. Cuando nos llamaron diciendo que tenían una niña de la edad que nosotros buscábamos que necesitaba de forma urgente una familia, pagamos bastante dinero para que fuéramos prioridad en la lista. Podíamos darnos el lujo de darle una vida digna y eso hicimos hasta ahora. Lamento que mi esposa...
Él mira hacia la inmóvil mujer que está desmayada y vuelve la vista a los invitados.
−Esto es mucho para ambos, pero a ella le cuesta más lidiar con lo desconocido. Aparte su familia es muy religiosa, pensar en magia le da pavor, lo relaciona con cosas malas. No la culpo. Trato de entenderla. Ya vuelvo. Creo que aún conservamos la cadena de oro en la que venía colgada. Se veía igual de fina, oro puro. También se las entregaré. Espero que sea de ayuda. Tal vez algún joyero la reconozca y pueda decirles quien la mando a hacer.
Él vuelve a agarrar el llavero, pasa por el lado de su esposa y besa su frente y sube hasta su despacho. Ingresa la clave de la caja fuerte y la abre, muy en el fondo, en un cubículo secreto están las joyas. Él encuentra la caja rosa bebé de terciopelo que le entregaron en el orfanato y donde está la cadena de oro, tiene argollas gruesas y con formas un tanto desiguales. La acaricia por última vez con cierta tristeza en sus ojos. Pero rápidamente, reacciona para sacar de la medallita de su llavero y devolverla a donde pertenece. Así como sabe qué hará con su hija en pocos días. Si esos extraños hombres no le mienten, su hija debe recuperar una pequeña parte de su pasado y volver con ellos. Guarda la cadena con el dije delicadamente en la caja y ésta a su vez en una bolsita del mismo material.
Había leído miles de libros sobre seres mágicos durante toda su vida, incluso les lee esos mismos cuentos a sus hijos a escondidas de su madre, asumiendo que esas cosas no pasaban en la vida real, que eran una farsa. Que equivocado estaba.
¿Su hija Hermione? ¿Una futura bruja? Pensó.
Lanza una carcajada por lo irónico de la situación. En el fondo, él siempre reconoció que Hermione hacía cosas que no eran normales e incluso los asustaban. A veces, sobre todo en su primera infancia, le daba la impresión que ella movía objetos o juguetes que ella quería alcanzar y que le parecía imposible que los tomara con sus propias manos con su corta altura. También cambiaba muy rápidamente de lugar, en pocos segundos la encontraba a más metros de distancia de lo que él esperaba. Antes era un chiste privado, que ahora cobra sentido, porque entiende el motivo. Ella no es una niña promedio, es especial. Aún así, necesita pruebas; y se las pedirá si ellos pretenden llevar a su hija a un lugar desconocido a estudiar. No puede confiar en cualquier loco que venga a convencerlo de que su antiguo gusto por lo paranormal tiene algo de verdad.
Se dirige a la habitación de Annie, esperando encontrar ahí a sus hijos, también. Seguramente la joven ha obedecido a su esposa. La joven está en la cama con los niños leyéndoles un cuento, pero levanta la mirada al ver a su jefe y se acerca a él preocupada.
−¿Qué sucedió, señor? ¿Quiénes son esos hombres extraños?
La joven es dos cabezas más baja que él y apenas tiene veinte años, casi veintiuno. La contrataron porque era muy buena niñera, aparte de servir en la casa en la noche. Los niños la amaron en su primera semana de prueba y no buscaron a más personas. Hermione dijo que ella era la indicada y que todas las demás que los cuidaron le parecieron malas personas o demasiado holgazanas en el cuidado de niños. Él confiaba mucho en el criterio de su hija mayor, raramente se equivocaba en algo. Su hermano dijo que también la quería a la joven y Matthew la contrató oficialmente con todos los beneficios que le prometió a la chica para que pudiera seguir estudiando y teniendo algunos días libres. Aparte tenía edad para ser su hija, si tan solo hubiera podido tener hijos con su esposa cuando se casaron. El hombre le sonríe con cariño y revuelve su cabello.
−Tranquila, muchacha. Todo está en orden. Ya sabes lo nerviosa que se pone a veces mi esposa cuando algo sale de su control. Ellos son de confianza y los estábamos esperando –miente un poco. Aunque esa mentira tranquiliza a la chica enormemente.
−¿Desea que lo ayude en algo, señor?
−Sí, deja a Ian y Hermione aquí encerrados y cuando puedas ve a preparar las maletas de mi hija con lo esencial –ordena en voz baja bastante cerca de los oídos de la chica, al notar que hija lo está mirando los ojos encerrados. Es tan inteligente que sabe que algo anda mal en la casa.
−¿Puedo preguntar porque?
−Conseguimos un colegio muy bueno para ella. Estudiará una temporada fuera de Londres.
Los ojos de la chica se abren y mira a su jefe con sorpresa, sin embargo, no le dice nada.
−Niños, quédense aquí un rato. Ya vendré por ustedes, en especial por ti, Mione.
Ella mueve su cabello castaño rizado y niega con la cabeza. Necesita una explicación.
−¿Qué sucede, papá?
−Nada, pequeña. Solo tengo una sorpresa para ti. ¿Puedes cuidar de tu hermano hasta que esté lista?
−Está bien, esperaré.
A pesar de la mueca de impaciencia que hace, sabe que obedecerá. Siempre fue muy protectora de su hermano.
−¿Seguimos leyendo? –le pregunta a Ian tomando el libro que antes tenía Annie.
−Sí, hermana –contesta su hermano recostado sobre la almohada con un dragón verde abrazado a su pecho.
Hermione le sonríe, acaricia su rostro y se recuesta al lado de su hermano para seguirle leyendo el cuento.
−Quedamos en la página... ochenta y cuatro –recuerda ella buscando el párrafo que su niñera estaba leyendo y retomando la lectura con voz clara y animada.
Los dos adultos salen de la habitación dejando solos a los niños e ingresan a la habitación de la Hermione. El hombre busca las maletas vacías de la hija de uno de los estantes superiores y se las entrega a la joven.
−No entiendo nada, señor. –Dice ella depositando maletas, mochilas y bolsos en la cama de la pequeña.
−Ella estudiará en un colegio especial. Los hombres de abajo vienen por ella, uno es el director del colegio y el otro es un profesor.
−¿Se la llevaran ahora? ¿Tan de repente?
−No. Pero necesito que guardes algo de ropa, libros y demás pertenecías de Hermione, mientras su madre no se entrometa. Algo me dice que será difícil que lo acepte, pero es lo mejor para nuestra hija.
Ella lo mira con una mueca extraña en su rostro.
−Lo sé. Suena raro. Después te explico.
El hombre sabe que no puede decirle la verdad completa, pero más tarde se le ocurrirá alguna historia lo suficientemente creíble y normal. Ahora es incapaz de pensar en eso.
−De acuerdo, señor Granger. Si es por el bien de Hermione, me parece correcto que viva otras experiencias. Si es fuera de Londres, eso le ayudará a crecer y madurar.
−¿Cómo sabes eso?
−He tenido algunos viajes de intercambio en la secundaria, y planeo hacer otro con mi universidad en unos años. Igual, tranquilo, no dejaré a sus hijos por al menos dos años.
El hombre suspira, él realmente esperaba que el cambio fuera bueno para su hija. Aún así, sabía que, si ella fallaba en el intento, o no quería esa vida en Hogwarts, siempre tenía la opción de volver a casa con quienes siempre la consideraron su hija, y tendrían un espacio para ella en la casa familiar durante toda su vida.
El hombre consigue entretener al hijo en la habitación de juegos, lo pone a jugar en un televisor con su juego de Nintendo favorito sabiendo que eso lo entretendrá por horas y así poder tener una larga conversación aclaratoria junto a la más afectada por esta decisión.
Al bajar con su hija por las escaleras, se encuentran a los dos hombres mirando a la madre con preocupación cada tanto, a la cual, por cierto, acostaron en el sofá más grande del living, la taparon con una manta y le pusieron una almohada bajo su cabeza. El esposo se sorprende ante la caballerosidad de los hombres, aún después de que ella los insultara.
−Si pueden hacer algo para despertarla y mantenerla calmada sin que les grite obscenidades, prometo que les creeré –interrumpe repentinamente el señor Granger.
−Por supuesto, en cuanto nos indique, señor Granger –dice Albus en tono condescendiente.
El aludido asiente, pero cree que será mejor despertarla cuando al menos saluden a su hija.
Hermione mira para arriba cuando está cerca de ellos, porque en verdad son muy altos, más que su padre, incluso.
−Les presento a mi hija, Hermione Jean Granger.
Ella los mira con la cabeza en alto y sin incomodarse. Mostrándose orgullosa y segura. No obstante, espera la orden de su padre para saludar a los desconocidos. Por extraño que parezca a ninguno de los tres les da la impresión de que ella se sienta intimidada por sus vestimentas o aspecto físico. A pesar de eso, su cerebro hace conjeturas acerca de lo que ambos podrían ser. El anciano de pelo largo canoso y con barba le parece a primera vista un judío, aunque duda de ello, porque sabe que usan otra vestimenta. El hombre más joven es más formal, pero tiene un aire de seriedad que le parece un tanto raro.
−Ellos son... el señor Albus Dumbledore y Severus Snape. Vinieron para hablar contigo de algo muy importante.
−Bienvenidos... Señor Dumbledore... Señor Snape –habla ella sonriente, tendiéndoles la mano a ambos que ellos agarran de forma muy formal y respetuosa.
−Es un gusto conocerla, señorita Granger –saluda el director.
Severus asiente y estrecha la mano de la niña.
−¿Qué sucedió con mamá? –pregunta levemente preocupada, sin darle tiempo a nadie más para hablar.
−Ella solo estaba muy cansada, hija.
−¿Por qué no se fue a su habitación?
En ese momento, un fino rayo sale de la varita de Snape bajo su manga y todos en la habitación lo ven. Hasta la niña abre la boca lo máximo que puede por la sorpresa. La señora Granger se despierta de repente y mira para todos lados confundida, dejando a padre e hija helados. El esposo se acerca a su mujer y la abraza.
−¿Qué... sucedió?
−Te desmayaste, cariño.
−¿Por?
La mujer mira a todos con sorpresa, incluso parece hacer olvidado su enojo con los dos visitantes sorpresa.
−¿Y ellos quiénes son?
El señor Granger mira de forma extraña a Snape.
−Dijiste que hiciéramos algo para mantenerla tranquila después de saludar a tu hija.
−¡No lo dije en voz alta!
−Lo pensaste, Matthew. Del mismo modo que descubrí porque estás más abierto que tu esposa a la idea de tener una hija como Hermione. En algún punto de tu vida quisiste confirmar si eso era real.
−¿Lees mentes?
−Con magia todo es posible.
−Increíble. ¿Mi esposa?
−Volverá a la normalidad en unas horas, solo está un poco aturdida. Lo suficiente como para que podamos hablar. Es pasajero, no le pasará nada.
Snape guarda su varita nuevamente en un bolsillo de su capa negra. Hermione se queda observando cada uno de los movimientos del profesor.
−Magia... Esa luz saliendo de la... vara.
El susurro de la niña hace que los cuatro miren en dirección a ella, aunque la madre no comprenda lo que está sucediendo. Ella se recompone y rápidamente se sienta junto a su padre, que aún sostiene a su madre en un protector abrazo.
−Necesito una explicación para lo que acabo de ver. No quiero pensar que me he vuelto loca y estoy imaginando cosas –manda con voz determinada y cruzándose de brazos.
Por un momento, Snape ve a la pequeña niña de cabello castaño largo, piel clara y ojos color miel enfadada por no entender lo que ven sus ojos, y siente algo de ternura muy por dentro. A Dumbledore le pasa algo parecido. Definitivamente es una bruja, cualquier otro niño huiría espantado a refugiarse a las espaldas de sus padres.
−Los escucho –continua ella.
−Señorita Granger, no está imaginando cosas. Sucedió lo que vio. Por cierto, no se llama vara, se llama varita. Pero ¿le parece si empezamos desde el comienzo? La historia es bastante larga –empieza Dumbledore.
−Tengo tiempo de sobra, señor Dumbledore. Explíquenme de que se trata todo esto, por favor.
Hermione sabe que fue adoptada cuando era una bebé; al igual que su hermano, que fue adoptado a la edad de dos años. Eso no supone ninguna sorpresa para ella. Sin embargo, los pormenores los ignoraba hasta ahora. Del mismo que ignoraba como había llegado al orfanato o de donde venía, eso ni sus padres adoptivos lo sabían al momento de integrarla a la familia. Los magos frente a ella tampoco están seguros, solo hacen conjeturas de las posibles cosas que pudieron haber pasado. Solo tienen una certeza y es que ella pertenece al mundo mágico y es una bruja con mucho potencial que de ser explotado puede llegar a suponer un cambio radical en su vida.
Durante el relato ella recuerda todas aquellas ocasiones en las que hizo cosas inusuales, como moverse de un lugar a otro en un segundo si pensaba mucho en ello, las veces que algunos objetos llegaban a sus manos casi sin esfuerzo aparente, las sensaciones de que algo malo podía llegar a suceder y que al poco tiempo efectivamente pasaban, sueños realmente extraños donde estaba volando o haciendo cosas que creía imposibles. Siempre atribuyó eso a su sexto sentido femenino, a los cuentos que le leía su padre, a los libros que ella misma leía o a puras casualidades. Con el tiempo creció y le quitó importancia o dejó de ser capaz de hacer ciertas acciones que, de pequeña, tal vez, le eran involuntarias y luego pudo controlar. Solo los sueños y sensaciones de "deja vu" continuaron torturándola.
Cuando los hombres terminan de hablar, sus ojos no se llenan de lágrimas. Por el contrario, sonríe abiertamente por al fin descubrir que no era el bicho raro que creía ser cuando se ponía a comparar con sus compañeros muggles.
Muggles, ese es el término que usan para humanos sin poderes. Trata de recordar esa palabra ya que sabe que la escuchará mucho de ahora en adelante. Los que tienen poderes se llaman, magos o brujas. Ella es una bruja.
−Papá, me sorprende que lo hayas creído.
Mi madre entró en pánico y se volvió loca, al punto de querer romper la carta frente a todos, como hizo con las anteriores de las cuales ni padre, ni yo nos enteramos. Piensa Hermione.
−Lo creo, aunque no lo asimilo aún. Ellos fueron bastante convincentes, lo que dijeron concordaba con la versión que yo tenía, lo que observé en ti por años. Salvo una cosa... Ahora sabemos cuándo naciste y tu edad exacta –dice alegre.
−¿Cuándo?
−17 de septiembre de 1979. Podría tramitar ese cambio en tu documento de identidad en cuanto sea posible.
Una sonrisa se dibuja en su rostro en respuesta.
−¿Qué pasará con mamá?
−No te preocupes, lo entenderá tarde o temprano.
Hermione lo duda.
−Dale tiempo para que lo asimile, princesa. Cuando se dé cuenta que lo que haces no es tan malo, va aceptar lo que tú seas. Respecto al colegio... Señor Dumbledore, tengo muchas preguntas. Y ella también las tendrá.
−Adelante, responderé todo lo que me sea permitido.
−Una vez que mi hija ingrese a Hogwarts. ¿Cuánto tiempo estará allí? ¿Cuándo podremos volver a verla y por cuánto tiempo?
−En ese sentido nos manejamos igual que en un colegio muggle. Tendrá temporadas de vacaciones. Las de verano y las de invierno en los días previos a Navidad y Año Nuevo. En ocasiones les damos algunos días o semanas libres entre el año cuando estamos reorganizando ciertas políticas institucionales u preparándonos para algún evento importante. Incluso en esas ocasiones puede volver con ustedes. Por enfermedades o situaciones de fuerza mayor, los estudiantes también pueden pedir permiso para pasar unos días con su familia. Eso sí, las tareas teóricas le son enviadas a sus casas, solo para que no se atrasen demasiado al volver a integrarse.
El señor Granger se muestra satisfecho con esa respuesta. Lo que le confirma que no perderá a su hija para siempre. Era lo único que deseaba. Como su madre se tranquilizó y ahora solo está sentada en el respaldo de sofá, Matthew carga a su hija en su regazo y la abraza.
−¿Estará protegida? Ella no conoce nada más que esta casa. Nunca ha estudiado fuera de Inglaterra. Me preocupa que no se sienta cómoda donde vaya a ir.
−Snape y yo la cuidaremos tanto como podamos, la ayudaremos en su adaptación. Estoy seguro que será una maravillosa alumna por lo que nos han contado de ella algunos contactos. No tendrá problema en hacer amigos.
−Mi Hermione es una niña muy inteligente y estudiosa ¿no, cariño?
−Sí, pero esto es diferente –contesta con una mueca de disgusto pensando en cómo podría adaptarse en un ambiente que desconoce completamente. No cree que le sirvan demasiado los estudios muggles como base, salvo en su base elemental de enseñanza.
−Como verán también es muy exigente con ella misma. Demasiado perfeccionista en todo. No se arrepentirán de tenerla. Hará un gran esfuerzo por mejorar y adaptarse al resto del grupo que posiblemente tiene más experiencia.
Matthew le entrega la carta a su hija para que la lea por primera vez y besa sus blancas mejillas.
Ella parece feliz teniendo el apoyo de su padre y leyendo la carta, aunque muestra la lista de cosas que debe comprar y mira a los magos confundida.
−¿Qué hay de esto? ¿Dónde se consiguen estas cosas?
−Yo la acompañaré a comprar todo lo que necesite, señorita Granger –explica Snape.
−¿Cuánto costarán los materiales básicos y los uniformes? –pregunta su padre.
−Oh, me olvidé mencionar, el dinero muggle no sirve en el mundo mágico. No obstante, los tres podemos llegar a un acuerdo. Tenemos un convenio para este tipo de casos especiales –comenta el pelinegro.
−Estaría encantado de escuchar sus propuestas con tal de que mi hija tenga una buena estancia allí. Podemos hablar en privado... en mi despacho.
El señor Granger deja a su hija nuevamente en el sofá.
−¿Ya terminaste de leerla?
−Sí, papá.
Ella le tiende la carta y él la toma de sus pequeñas manos para mantenerla protegida y guardada hasta que sea el día de partir y le pide que vaya a su habitación un rato mientras él resuelve otros asuntos con los dos hombres.
De inmediato, sube hasta el piso superior, donde Annie le pregunta si su padre ya se lo dijo y ella asiente. Aprovechando el tiempo, ella se pone a elegir las cosas que podría llevar, sobre todo su selección de libros favoritos y los que aún no leyó. Annie sonríe al verla tan entusiasmada, aunque no pregunta nada, solo disfruta de la vista de la pequeña acomodando sus objetos favoritos en una de las maletas vacías.