In your soul, I will live

Harry Potter - J. K. Rowling
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In your soul, I will live
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Ritual

 

 

Que terminarán follando, fue simplemente un desarrollo de sus interacciones, la comodidad de lo conocido era mucho más atractivo, que intentar salir por un polvo. 

Draco se había vuelto un paisaje más de la ancestral casa de los Black, era inquietantemente familiar reconocer el arco de sus pies mientras se estiraba sobre la mesa de café leyendo alguna cosa u otra. Pasaba horas viéndolo morder las plumas elegantes que giraba entre sus dedos mientras anotaba cientos de minucias de los diferentes textos antiguos que leía.  

Era igualmente notable y digno de mención, su reducción de maleficios volando con ambos en una habitación, habían descubierto que después de la guerra cualquier pequeña rivalidad del colegio era una pérdida de tiempo, fueron niños ingenuos, que la guerra había curtido. 

Harry solía disfrutar sacando de quicio a Draco, arrinconando o tomándole el pelo en cada oportunidad que tenía, pero ahora en vez de maleficios lanzados, hacían algunas rondas de enfrentamientos verbales, hasta estallar en risas, o arrojarse libros a la cabeza.  

Fue un paso silencioso, cuando las pequeñas charlas sarcásticas, se convirtieron en roces casuales, risas coquetas y miradas calientes. En algún punto los acercamientos impensados empezaron a surgir naturalmente. 

Terminaron besándose como quien lo ha hecho cientos de veces. Sin pensarlo ni medirlo. 

Y como 2 adolescentes a puertas de la “adultez”, el sexo llego como algo normal y cotidiano. 

  

Nunca esperaron tener el nivel de cercanía que implicaba la confianza. Pero después de la guerra ambos se vieron cada vez más dejados atrás. Todos sus amigos continuaron con su vida, sus metas sus aspiraciones, giraron al mismo ritmo que el mundo y los dejaron marginalmente arrastrados en el fango de la soledad y el dolor irremediable. 

 

Cuando la guerra terminó, Harry sintió que el mundo dejaba de girar al mismo tiempo que seguía su movimiento con normalidad. Todo era tan mundano, pero para él tan extraño. Fue como si de un día a otro perdiera el propósito por el que había vivido e incluso muerto. 

Draco sintió perder todo su mundo, había sido concebido para ser el ilustre Heredero Malfoy, y continuar con el legado de generaciones antes que él, solo un nombre más en los libros de genealogía, y ahora su apellido no era mejor que la mugre en los zapatos, fue torturado, marcado y cruciado por nacer de la avaricia de su padre, aquel que vio cómo el hombre que colgaba la luna. 

Para todos los que les rodeaban y sobrevivieron fue como re-ajustarse a la rutina, superar las muertes y mirar el futuro con ojos de esperanza, mientras que, para ellos el futuro parecía carente, solitario y vacío. 

Eran ricos por derecho propio, pese a las considerables pérdidas de la fortuna Malfoy, no estaba relegado a las bajezas monetarias. Y la fortuna Potter y Black bien podía ser aprovechada por Harry y varias generaciones de descendientes sin tener mella.  

Así que iniciar una carrera, encontrar un trabajo o adquirir una responsabilidad, no fue algo que los presionara.  

Gastaron sus días en intrínseca soledad, hasta que fortuito el día que se cruzaron. Ambos llevaban ojeras y muecas agrias de haber sido arrastrados al aniversario conmemorativo de la Batalla de Hogwarts cada uno por sus propias razones. 

Se refugiaron en el borde del lago negro, contemplando las horas que les faltaban para largarse de tal desfachatez de evento. Todos parecían tan recuperados en tan solo un año, y ninguno de los 2 podía dejar de tener pesadillas como si apenas hubiera pasado un día de que todo sucedió. 

Las primeras palabras seguro fueron algo como “te ves como la mierda”, ahora no recuerdan quien inició la conversación, pero el otro tuvo una pulla igual para devolver.  

Se insultaron de un lado a otro, hasta que la botella de whisky que uno de ellos se había robado estuvo vacía y sus cuerpos más ligeros.  

Desvariaron por horas seguramente, hablando de lo ridículo de los aplausos y minutos de silencio, como si eso fuera a devolver a cualquiera de los muertos, como si un minuto de pie pudiera romper el dolor de haber perdido amigos, hermanos y familiares en los malditos pasillos del castillo. 

Recogieron los pedazos de lo que eran sus malditas vidas, siseando la estupidez de ser obligados a reír, abrazar y dar palabras de consuelo un año después del maldito infierno. Blasfemaron sobre la mierda pensada de salir por unos tragos, como si todos fueran grandes amigos y el espíritu de la unión los hubiera poseído.

Y cuando estaban hasta la mierda, de las suaves palabras desde el comedor, simplemente desaparecieron. La invitación no fue tan sofisticada, un simple “necesito otro maldito trago de whisky” y una respuesta a un profusa “te secundo”.

 

Después de eso, simplemente fue gravitar juntos, acercándose cada día más hasta que la proximidad era una segunda piel.

Hermitaños en una casa rodeados de magia negra, de generaciones Black atrincheradas en las paredes, junto a una horda de aparatos dispuestos a maldecirlos hasta el fin de su existencia. 

Fue su propio lugar para sanar y vivir sin ver, ni deberle nada al mundo.

Millones de veces Hermione y Ron se acercaron a obligarlo a salir, a socializar, organizaron fiestas, salidas al té, a beber, le armaron citas. E incluso hicieron que Kingsley le ofreciera un maldito trabajo en bandeja de plata para intentar sacarlo de su reclusión. 

Como si quisiera vivir en el mierdero que es el Ministerio siendo alabado por morir. Maldito chiste. 

Últimamente había una pila de cartas creciendo sobre la mesa de la sala, de todas aquellas personas a las que amaba profundamente, pero a las que sentía que ya no tenía conexión. Todos los veía tan vívidos, sanos y felices.

Lo relegaba a recordar el agujero negro que era su mente, la ira y rabia que lo consumia, la descoordinación de su magia y su varita. Como si el pútrido pedazo de alma lo hubiera ayudado a ser un mejor ser humano de lo que era sin él.

En sus días malos, parecía que Draco era el único que podía soportarlo, verlo gritar y explotar, dejando salir su magia como si pudiera hacer un escudo contra el mundo.

Y después de la destrucción, solo una mano lo arrastraba de vuelta a la cama y lo arropa. Leyendo a su lado, algún tratado de magia del siglo XV, recitando al aire pedazos esparcidos de magia arcana, con una voz remilgada y entonada, las secas palabras de un inglés tan antiguo como discordante.

Otras veces era él, quien calmaba la furia cáustica del rubio, sin temor a su varita rápida de maleficios o su lengua venenosa. Era mucho menos conciliador que Draco, y solía terminar con su magia reteniéndolo en el aire o contra el suelo hasta que se cansaba de luchar, para ser conducido acurrucarse junto a la chimenea en un silencio cómodo.

Por esta domestica y tranquila vida, fue que no esperaron iniciarán un viejo ritual de sangre y magia sexual en la biblioteca de Grimmauld Place, mientras Harry se follaba a Draco sobre los invaluables pergaminos de magia olvidada Black, mordiendo con saña sus hombros y cuello, sacando sangre y morados que adornarían el pálido cuello por semanas, mientras Draco sin vergüenza alguna mordía la palma del moreno hasta la sangre, intentado acallar los alaridos al sentir la punta roma de esa polla llevándolo al nirvana.

El esperma de ambos dañando siglos de antigüedad, las gotas de sangre seca contra la madera y el papel, el suave crepitar de la magia rodeándolos junto al calor de sus cuerpos.

Fue lo último que supieron.

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