
II
Cuando llegaron a tierra firme, Lily y James fueron golpeados por lo que se esperaba de ellos. El primer baile de la temporada siempre era ofrecido por la familia McGonagall, tradición que no había sido descuidada ni siquiera cuando Lady Minerva quedó viuda. Siendo huéspedes de dicha Lady durante la temporada, se esperaba que su comportamiento fuera impecable. Y Minerva se iba a encargar de eso.
––Lily, querida, has crecido mucho desde la última vez que nos vimos. Te has vuelto todo una señorita. La postura y la sonrisa hablan por sí solas, excepcionales, claro. Estoy segura de que tu y James encontraran a alguien de su interés sin ningún problema. Conseguí tutores de baile para ambos. Deben dominar todos los estilos. Si la noche sale bien ninguno de los dos va a tener un momento para respirar. Imagino que tienen algún tipo de aptitud que podamos ofrecerle a sus prospectos…
–Minerva…
–Claro, no hay ningún problema si no es así, podríamos conseguir tutores que les enseñen los básicos del pianoforte, para que dominen una o dos canciones de momento, y podemos trabajar en sus idiomas durante la temporada…
–Lady Minerva- repitió James, con más firmeza en la voz esta vez— eso no va a ser necesario. Le aseguro que entre mis intereses solo está conseguir un esposo apropiado para mi hermana. Y Lily es experta en el pianoforte, el arpa y la flauta, además de hablar fluidamente francés, italiano, griego y latín. Y, no es por dejar de lado la humildad, pero yo mismo le enseñe la cuadrilla, el vals y el cotillón. Baila excepcionalmente, puedo asegurarle. Espero no se haya tomado muchas molestias buscando los tutores, milady.
James volteó a ver a Lily en ese momento y la encontró sonriendo. Lily era hija de los Evans, una familia que había sido muy amiga de sus padres. Habían crecido juntos. Y, cuando los padres de Lily murieron trágicamente en un accidente, los Potter la habían acogido con los brazos abiertos. Eran hermanos en todo menos en sangre, y James daría la vida por verla feliz. Por saber que nada iba a faltarle nunca. No se podía dar el lujo de disfrutar la temporada el sabiendo que Lily no tenía un prospecto asegurado, sobre todo considerando que la chica podría no tener otra oportunidad. Los Potter, aun siendo las mejores personas que uno podría conocer, habían muerto sin dejar claro un testamento, lo que había provocado bastantes rencillas familiares en las que él y Lily habían quedado prácticamente en la ruina. Este viaje había sido posible solamente gracias a la hospitalidad de Lady Minerva, quien escogió ese momento para aclararse la garganta y seguir hablando.
–Para nada, querido. Ninguna molestia. Es bueno tenerlos aquí, a ambos. Lamenté muchísimo oír la noticia de sus padres. La muerte por enfermedad es algo que no le deseo a nadie. Lo viví con mi difunta Poppy.
–Es… bastante duro, si
–Pero que nos acepte en su hogar hace todo más sobrellevable, Lady Minerva. Tiene una casa realmente hermosa. Y Euphemia no se equivocaba con todas las historias que contaba sobre usted. Es un honor contar con la ayuda de una mujer tan imponente.– dijo entonces Lily. James le lanzó una sonrisa agradecida. Lily tenia un don para leer a la gente, pero eso no era necesario. La chica sabía que James se seguía derrumbando ante cualquier comentario sobre la muerte de sus padres, y era una experta cambiando los temas de conversación a su conveniencia.
Lady Minerva sonrió.
–Bueno, en ese caso será mejor que vayan a sus aposentos un tiempo. Relájense un poco, hicieron un viaje largo. Y luego necesito que se alisten para el baile de hoy. Van a hacer su primera aparición ante su Majestad.
*****
–¿Y qué has pensado sobre tu pareja ideal, hermano?
Regulus y Sirius se encontraban arreglandose para el baile de Lady McGonagall. Después de haber visitado a su abogado y confirmar que, en efecto, el flujo de dinero que recibían estaba temporalmente controlado por su madre, creyeron poco sabio faltar a ese evento. Si no conseguían un matrimonio favorable, como mínimo debían mantener las apariencias con la mujer.
Regulus consideró la pregunta de Sirius.
– Debe ser una señorita al menos medianamente atractiva, claro. Que pueda transmitir su material genético a nuestros hijos.
–No sabia que ahora te decantabas por señoritas, Reg.
–La condición de nuestra madre es que aseguremos el linaje familiar. Por supuesto que es el único curso de acción posible.
–Evidentemente. Continua.
–Debe ser diestra en múltiples instrumentos, hablar al menos francés, griego y latín. Y leer. No puedo casarme con alguien con quien no pueda conversar. Sería preferible un carácter afable pero que muestre personalidad. Pensamiento propio. Y debe saber bailar, vamos a tener que ofrecer algunos eventos sociales, no podemos tener a la anfitriona haciendo el ridículo en la pista de baile. No es mucho pedir, no debería ser difícil de encontrar. Ya arreglé las entrevistas con algunas de las señoritas. Claro, todo esto será más fácil una vez que Su Majestad elija al diamante de la temporada. En ese caso solo habrá que cortejar a la joven en cuestión un tiempo y luego pedir su mano. Me ahorraría mucho trabajo.
–¿Entrevistas? Vas a casarte, hermano, no a hacer negocios.
–Para el caso es exactamente lo mismo. Hay dinero de por medio.
–No creo que sea así.
–¿Entonces? ¿Qué vas a buscar tú esta temporada?
–No lo sé– fue la respuesta de Sirius, tras un breve silencio.
–No lo sabes.
–No. Genuinamente no tengo la menor idea. ¿Sabes? Siempre me imagine casándome por amor. Tal vez con una amistad de muchos años. La amistad es la base de un matrimonio fuerte, me dijo una vez lady McGonagall.
–Nunca te tome por alguien romántico.
–Nunca te tomé por alguien exigente. De cualquier manera, creo que tienes razón. Es un asunto de dinero. Y no es cómo que tenga muchas opciones. Todos los prospectos respetables huyen de mí. Debo construir mi reputación primero.
–Bueno, podemos empezar no llegando tarde al baile de Lady Minerva. Ya sabes su opinión de la gente que la hace esperar.
–Andando, entonces.
****
En el refugio de la noche, frente a la residencia de lady McGonagall, hay una chica armada con pluma y pergamino, lista para escribir todo lo que suceda en la velada de forma clandestina. La llaman Lady Whistledown.