
Chapter 4
"¿Y James?" pregunta Sirius al ver que Regulus sube solo por las escaleras.
"Dijo que saldría", comenta Regulus luego de entrar a su habitación, mientras la recorre con la mirada. Su tono es neutral, pero su expresión se endurece al observar el desorden. “Vaya... lo que esperaba", añade con un deje de desaprobación.
Sirius lo mira con una mezcla de cansancio y desafío, cruzándose de brazos. "¿De verdad necesitas comentar sobre mi habitación ahora? Pensé que teníamos algo más urgente en mente." Regulus lo observa directamente mientras Sirius continúa.
"No tiene sentido que peleemos", agrega con calma, aunque la tensión en su voz revela lo difícil que es decirlo.
Regulus suspira, dejando caer los brazos como si toda su energía se agotara en ese instante. "Bien, Sirius. Entonces dime, ¿qué crees que está pasando?"
Sirius vacila. No está seguro de cómo responder. Compartir su teoría de que todo es un sueño no solo suena absurdo, sino que implicaría que Regulus —y todo lo demás— no es real. Pero sabe que su hermano no se siente parte de este lugar. Si Regulus estuviera cómodo y sonriendo, entonces Sirius estaría seguro de que algo realmente va mal.
"Puede ser un hechizo...", responde Sirius finalmente, con duda evidente en su tono. Pero una posibilidad más inquietante se forma en su mente: ¿y si Regulus es parte de esto, fingiendo que no sabe nada?
Su mirada se fija en su hermano, quien alza una ceja con una expresión inescrutable. Regulus es experto en esconder lo que realmente piensa; un Slytherin hasta la médula. Y más importante aún, un Mortífago. O lo había sido, recuerda Sirius al mirar fugazmente el antebrazo, de nuevo cubierto de Regulus. La ausencia de la Marca Tenebrosa lo hace desestimar su propia sospecha. La sorpresa de Regulus ante eso había sido demasiado real.
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Sirius se sienta en la cama, y a su lado descansa una caja de madera. Regulus nota cómo su hermano la mira, con un destello de algo que no logra identificar del todo.
"¿Qué es eso?" pregunta Regulus, intentando disimular la curiosidad que se apodera de él, tras el tono frío y distante que usualmente usa.
Sirius tarda en responder, como si estuviera valorando si debe o no compartir lo que hay en esa caja. Finalmente, suspira, hace un gesto con la cabeza hacia el espacio junto a él, invitándolo a acercarse. Regulus duda un momento antes de sentarse junto a él.
"Fotos", dice Sirius, empujando la caja hacia él.
Regulus mira dentro. No puede evitar sorprenderse al ver un montón de fotografías mágicas. Las personas se mueven, sonríen, ríen, y en medio de todo eso está Sirius, más joven y despreocupado, rodeado de otros tres chicos. Uno de ellos, Potter, es inconfundible.
"Tu pandilla de delincuentes", murmura Regulus, frunciendo el ceño mientras saca una de las fotos. Algo en ella le resulta… molesto.
Sirius no dice nada, y Regulus lo mira de reojo antes de pasar los dedos por los bordes de la fotografía, como si buscara alguna explicación que no encuentra.
"Parece que ustedes la pasaban bien", comenta finalmente Regulus, inexpresivo.
"Lo hacíamos. Más de lo que estaba permitido", responde Sirius, con una mirada que refleja un dolor leve, casi imperceptible.
"Eso parece", murmura Regulus, dejando la foto a un lado. La nostalgia en los ojos de Sirius es una especie de bofetada silenciosa. Siente el veneno en sus palabras incluso antes de haberlas pronunciado. "Ya entiendo por qué los elegiste."
La frase flota entre ellos con un peso que Regulus no anticipó.
El silencio se alarga, y Sirius no responde de inmediato, fue como si las palabras de Regulus le hubieran golpeado. Bien
Regulus desvía la mirada a la siguiente foto, concentrándose en ella como si así pudiera mantener a raya sus pensamientos y sus palabras.
Finalmente, es Sirius quien rompe el silencio. "No todo era perfecto, Regulus", dice, como si estuviera intentando explicar algo que no puede poner en palabras.
Regulus aprieta los labios, incapaz de ofrecer una respuesta que no termine con ambos discutiendo.
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Sirius observa en silencio mientras Regulus saca una fotografía tras otra, con movimientos lentos y meticulosos. Hay algo en su hermano menor, una mezcla de curiosidad bien contenida tras la inexpresividad tan característica suya, como si no quisiera que nadie —ni siquiera Sirius— viera más de lo que está dispuesto a mostrar. Regulus siempre ha sido así: controlado y distante.
Sin embargo, incluso con esa máscara de indiferencia, Sirius nota los destellos de algo más. Cuando Regulus saca la primera foto que tampoco pertenece a sus recuerdos, de aquella Navidad con los Potter, Sirius siente cómo su pecho se tensa.
Esa foto.
La ha visto minutos antes y aún no puede procesarla. Ver a Regulus allí, junto a Effie y Monty, sonriendo con una calidez que nunca ha asociado con él… No puede ser real. No es posible.
“¿Recuerdas algo de esto?” pregunta Sirius, aunque ya sabe la respuesta.
Regulus alza una ceja, sin mirarlo siquiera, y vuelve la vista a la foto.
—No —responde con frialdad, dejando la imagen en la caja.
Sirius observa cómo Regulus saca la siguiente foto: el lago. Regulus aparece allí, junto a Effie, integrándose en un recuerdo que Sirius sabe con certeza que jamás ha ocurrido. Es otra imagen imposible.
Sin cambiar su expresión, Regulus deja la foto a un lado y saca otra más. Esta muestra a Sirius, James y él mismo durante un partido de Quidditch, con la snitch en las manos.
Regulus la deja en su lugar, sin pronunciar palabra, pero no puede evitar la expresión que se dibuja brevemente en su rostro. Una chispa de algo que Sirius no logra reconocer. Y luego, de nuevo, ese muro: neutro, distante, impenetrable.
"¿Qué es todo esto?" dice casi para sí mismo, mientras coloca la foto con cuidado en la pila.
Una de las fotos muestra a todos reunidos en la sala: Monty y Effie tomados de la mano, Regulus con una copa de vino, él y Remus conversando. Sirius y James se miran entre sí, sonriendo y bromeando mientras se dan codazos mutuamente. La escena se ve perfecta, tan natural, tan… tan ajena a lo que ha sido realmente.
Sirius siente cómo la presión en su pecho aumenta mientras Regulus sigue sacando más fotos de la caja. Una de ellas es de un cumpleaños de Sirius, hace solo un año, cuando habían conseguido alcohol muggle. Pero no existe una fotografía del cumpleaños de Sirius de hace un año, no como lo recuerda. No había sido como lo que ve ahora.
En la imagen, Sirius sonríe junto a James, con Remus al otro lado y Peter cerca de él. Todos tienen el rostro sonrojado, con ese brillo alcoholizado que viene de beber, compartiendo una tarde de risas y celebración. Regulus está al lado de James, y también están Marlene, Mary, Lily, y dos personas que Sirius apenas conoce: Dorcas y Pandora. Todos parecen disfrutar de un momento genuinamente alegre.
Regulus observa la foto sin decir nada. Pero Sirius puede ver cómo sus ojos recorren las caras, una por una.
"Qué mala broma" murmura Regulus, sin mirarlo. Sus palabras, llenas de amargura, son un golpe inesperado, difícil de disimular, por suerte Regulus aún no lo mira. "Como si esto hubiese podido pasar alguna vez."
Sirius aprieta la mandíbula, incapaz de evitar la presión que se acumula en su pecho.
Regulus sigue mirando la foto, su mirada vacía, como si le costara conectar con la imagen frente a él. Sirius sabe que, para Regulus, todo eso tampoco tiene sentido; las fotos tampoco representan lo que ha vivido.
El silencio se extiende, pesado y denso.
Sirius intenta tragar las palabras que se quedan atoradas en su garganta. Quiere preguntar si alguna vez hubiera querido estar allí, si en algún otro tiempo, si él se hubiera esforzado más, si hubiera luchado por arrastrar a Regulus con él, podrían haber tenido esos momentos. Pero la garganta se le cierra, y todo lo que puede hacer es mirar a su hermano.
Cuando Regulus llega a la última foto, esa en la que están James, Remus, él y Regulus, Sirius siente que se le forma un nudo en el estómago.
Regulus no dice nada, pero Sirius nota un leve movimiento en su mandíbula, como si estuviera decidiendo si hablar o simplemente callar.
Regulus se levanta e inhala, dejando las imágenes en su lugar. Observa por un momento la caja, luego a Sirius, antes de exhalar lentamente.
"Esto no ayuda", dice con frialdad, sin molestarse en ocultar su irritación.
Sirius lo observa antes de finalmente hablar. "Dije que podría ser un hechizo... pero no lo creo. ¿Con qué finalidad? Las barreras son poderosas, no sería fácil que alguien llegara a mí... ni a ti, supongo."
Regulus lo mira con escepticismo, sintiendo cómo la impaciencia comienza a formarse en su interior.
"¿Qué estás diciendo exactamente?"
Su hermano duda, como si intentara reunir valor para decir algo aún más absurdo.
A Regulus le dará dolor de cabeza. Puede sentirlo.
"Podría ser... otra realidad", dice finalmente, apenas.
Regulus parpadea, incrédulo, y lo fulmina con la mirada.
"¿Así que crees que, mágicamente, aparecimos aquí? ¿En otra realidad?", suelta, su voz teñida de sarcasmo.
Sirius no aparta la mirada. Hay algo en su postura que inquieta a Regulus.
"Sé tanto como tú, Regulus..."
Esas palabras lo dejan en silencio. Contra su voluntad, su mente empieza a trabajar con esa idea, absurda y ridícula como suena.
"Si esto fuera un cambio de realidades," murmura, más para sí mismo que para Sirius, "¿entonces hay otras versiones de nosotros? ¿Como un intercambio?"
Su propia pregunta resuena en su mente, como si buscara la lógica en un rompecabezas sin la mayoría de las piezas.
Regulus se cruza de brazos, intentando ignorar la sensación incómoda en su pecho mientras mira hacia esa caja de nuevo. ¿Y si...?
No. No va a seguir por ahí.