
Chapter 1
El ruido del tren le aceleró el corazón. La nostalgia invadió su cuerpo provocando una sonrisa, era la última vez que el tren de Hogwarts la llevaría al colegio. Miró a su alrededor con mucha atención, los magos y brujas despidiendo a sus hijos con sus baúles y tontos regalos. Quería arribar y caminar lentamente por el extenso pasillo hasta llegar a su habitual vagón. Para así ponerse al corriente con los chismes de sus amigos mientras comían los dulces y dejar atrás lo que su hermano estaba tratando de decirle.
—¿Estás escuchándome? -Preguntó su hermano con molestia.
—Si, si lo hice.
—¿Entonces, qué dije exactamente? -Su hermano alzó su rubia ceja.
—No te involucres con muggles y sé la mejor. -Imitó la voz de su hermano mayor. Le gustaba molestarlo, ¿quién no molestaría a su hermano mayor?
—Te crees muy lista. -Se burló el mago con ironía. —No porque seas Ravenclaw quiere decir que eres inteligente.
Ella sonrió. —Soy una Malfoy, ¿acaso no lo somos por naturaleza?
Los Malfoy pertenecían a una de las familias más ricas de Gran Bretaña, además de ser sangre pura. Además de ser popular en la comunidad mágica, eran reconocidos a donde quiera que iban, lo cuál hacía que su ego se elevara por los cielos. Su arrogancia y narcisismo era parte de la familia, que a pesar de ello, compartían un fuerte lazo familiar entre ellos. También eran conocidos por haber pertenecido a la casa de las serpientes, a excepción de la menor de la familia; sin embargo, no fue problema para ellos, era mejor que pertenecer a la casa de los tejones o peor…a los leones.
—Siempre hay excepciones, querida Blanche.
—Que generoso eres al referirte a ti, Lu.
—No me digas así. -Lucius rodó los ojos cruzándose de brazos. —No estamos en casa como para que me molestes. Sigo siendo tu hermano mayor y tendré más autoridad cuando papá me heredé el negocio y cuando me casé con Narcissa.
—¿Se lo propusiste? -Blanche alzó su delicada ceja plateada.
—Aún no, pero no creo que me rechacé. Soy atractivo, visto elegantemente, soy rico, inteligente, caballeroso, tengo mis influencias en el ministerio y soy sangre pura. Soy todo un prospecto. -Alardeó Lucius con arrogancia.
—Y un narcisista.
—Eso no tiene nada de malo, además a Ci…Narcissa le gusto. -Lucius carraspeó. Él le tenía un apodo a la belleza de las hermanas Black, Cissy.
—Claro. -Blanche rodó sus ojos y agarró su baúl con delicadeza. —Bueno Lu, es hora de despedirse.
—Suelta tu baúl, tu prometido no debe tardar. -Ordenó Lucius provocando que la bruja le pisará su pie sutilmente.
—No digas eso aquí. Nadie puede saberlo todavía. -Blanche miró a su alrededor cerciorándose que nadie pudiera oírlos.
Los Malfoy debían de contraer matrimonio con otra familia a sangre pura, era una tradición y una ley. No podían mezclarse con hijos de muggles. Por esa razón Lucius se casaría con Narcissa Black, perteneciente a otra familia rica de sangre pura. La mayoría de los matrimonios eran arreglados, muy pocos eran felices o realmente sentían amor. Narcissa y Lucius lo harían por amor, al igual que su padre Abraxas lo había hecho con Odeta. Pero en el caso de Blanche, ella no quería a su prometido, ni siquiera pensaba en casarse al graduarse de Hogwarts. La bruja no podía oponerse debido a que su padre había hecho un trato con otra familia, aunque quisiera rebelarse sabía que solo obtendría el desprecio de su familia y quedaría en la ruina, lo que le pesaba aún más.
—Está bien, está bien -Lucius alejó la mano de su hermana de él —, creí que te agradaba tu…
—Si me agrada, -lo interrumpió Blanche con molestia — pero solo como amigo y…
—¡Blan!
Los Malfoy se giraron para ver a una bruja que caminaba hacia ellos, Blanche se alejó de Lucius para saludarla, ella era su mejor amiga, Franchesca Nott. Una sangre pura.
—Fran, por Merlín, ¿dónde estuviste en todo el verano? Te escribí muchas cartas. -Blanche agarró uno de los mechones lisos de su amiga. —¿Qué le hiciste a tu cabello?, tenemos mucho de qué hablar.
—Te contaré todo con detalle en nuestro vagón, además quería un cambio de look. -Franchesca sonrió mientras se dirigía a saludar a Lucius. —Espero que ya le hayas propuesto matrimonio a Narcissa Black, muero de ganas por ir a una boda que no sea la mía.
Franchesca también tenía un matrimonio arreglado; sin embargo, su prometido estudiaba en otra escuela de magia y jamás se habían visto. Para Blanche era lo contrario, su prometido era el hermano de su mejor amiga.
—Aún no lo ha hecho. Pero lo hará pronto. -Blanche respondió por su hermano mientras cruzaba sus brazos.
Las brujas hostigaron un poco más al mago que intentaba no ruborizarse cada vez más hasta que anunciaron que el tren saldría pronto.
—¡Por Merlín!, ¿dónde está él…? -Franchesca fue interrumpida cuando su hermano la asustó por detrás. Ella inmediatamente le dio un golpe en el brazo, pero a él no le importó. —No me vuelvas a asustar así Theon.
Theon Nott agarró delicadamente la mano de Blanche y la besó. Él era su prometido. Era perfecto para ella. Sangre pura, rico, inteligente, carismático, educado, caballeroso y atractivo ¿qué más podía pedir? Además se conocían desde que ingresaron a Hogwarts y eran amigos. Abraxas Malfoy no permitiría que su hija se comprometiera con alguien que no la conocía, su madre Odeta estaba de acuerdo con su marido y Lucius estaba satisfecho.
Theon soltó la mano de la bruja para estrecharla con Lucius. —Malfoy.
—Nott.
—Será mejor que subamos de una vez. -Franchesca con un chasquido hizo que su baúl levitara a unos pocos centímetros del suelo. Theon hizo lo mismo y agarró el baúl de Blanche para llevárselo. Aquel gesto hizo sonreír un poco a Lucius.
—Supongo que esta es la despedida, cuídate bien Cher. -El rubio platinado abrazó a su hermana con gentileza. Los hermanos Malfoy no solían dar sus muestras de afecto en público. —Y si te da problemas, solo envíame una lechuza. -Le susurró.
Blanche sonrió y se alejó de su hermano. —Por supuesto, Lu. Adiós.
Los hermanos Nott y ella subieron al tren sin ningún problema. Las brujas tenían una gran reputación en Hogwarts, ambas eran conocidas por ser arrogantes respecto a sus calificaciones, estatus económico y social, vestir la mejores ropas, estar a la moda y ser muy hermosas. Les gustaban los halagos y ser la causa de muchas envidias. Conforme caminaban por el pasillo, algunos magos las miraban con la boca abierta y las brujas las miraban con envidia. Sin embargo; lo que llamaba la atención en aquel momento era el cabello liso de Franchesca, ella lo tenía rizado y aquel cambio había sido drástico.
—Por Merlín, al parecer nadie cambia de look en esta escuela. -Comentó Franchesca con el mentón en alto, sin siquiera mirar los vagones.
—Nadie se la pasa leyendo revistas de moda como tú, hermanita. -Comentó Theon con burla.
—Pues deberían. -Comentó Blanche con una leve sonrisa. —Así, probarían más estilos.
—Y aún así serían patéticos, Blan.
Siguieron caminando hasta llegar a su vagón, lo reclamaban como suyo porque Blanche lo había elegido unos años atrás. Era perfecto porque no era frío, ni cálido. Tampoco tenía los asientos desgastados como los otros. Además estaba lejos de los otros vagones, lo que daba privacidad. Dentro de él se encontraban sus amigos que acomodaban sus baúles.
—Creí que se tardarían. -Wilkes se levantó del asiento para ayudar a acomodar los baúles de sus amigas y a Theon.
—¿No se les atravesó un espejo mágico o algo así? -Se burló Avery al moverse para dejarle el asiento a sus amigas.
—Lastimosamente no, sino te lo enseñaríamos para que veas esos horrendos bigotes que traes. -Respondió Franchesca al sentarse a su lado, a lo que Theon, Wilkes y Mulciber se rieron.
Blanche sonrió al sentarse al lado de Snape y Theon. Su grupo de amigos era uno de los más populares de Hogwarts, conformado por sangres pura a excepción de Severus que lo habían invitado a formar parte del grupo desde hace un año. A pesar de tener una personalidad extraña, encajaba perfectamente en el grupo.
—Si eso atrae a las chicas, ¿no es así, Blanche? -Avery le guiñó a Malfoy con picardía, provocando que Theon colocara su brazo alrededor de la bruja rubia.
—Sólo porque eres mi amigo no voy a hechizarte Avery. -Sonrió Theon de lado.
—Puedo cuidarme sola, Theon. -Malfoy sonrió con malicia —Pasame las pinzas, Fran. Vamos a quitarle esos horribles bigotes.
Esta vez Snape fue el que se rió, la mayoría del tiempo solo escuchaba sus amigos, pocas veces hablaba o se divertía desde que su amistad con la pelirroja de Gryffindor había roto.
—¿También tú Snape? -Avery abrió los ojos resentido.
En cuanto el expreso de Hogwarts comenzó a moverse, Blanche se despidió de su hermano por la ventana, a pesar de que quería levantarse para abrir la ventana y gritarle se contuvo. No era propio de un Malfoy y no quería demostrar su tristeza frente a sus amigos, porque no solo sentía nostalgia por ser su último año en el colegio, porque terminando el ciclo escolar se casaría con Theon Nott. Los siguientes minutos trato de contener su emoción para prestarle atención a sus amigos, después de todo el verano había sido largo y necesitaba distraer su mente.
—¿Entonces estuviste todo el verano estudiando pociones? -Arqueó una ceja Wilkes dirigiéndose a Snape. —Por Merlín, Snape, que aburrido.
—Es más divertido que llevar las cuentas de la familia. -Blanche rodó los ojos recargando su cabeza en el asiento.
—Sin duda, al menos yo no estaré lamentándome por no exentar pociones. -Sonrió levemente Snape de lado.
—Por esa misma razón no llevaré pociones este año porque seré un inefable al igual que mi padre. -Wilkes sonrió con arrogancia.
—¿También serás calvo? -Bromeó Mulciber sin apartar la vista de la blanca que usaba Franchesca. —Mi abuela tiene uno de estos.
Blanche soltó una carcajada ante el comentario de Mulciber junto con Snape. Sin embargo, Franchesca apenas sonrió, había estado callada durante un buen rato, algo no muy propio de su amiga. —¿Y qué hiciste en el verano Fran? Casi no contestaste mis cartas. -Rompió la tensión para distraer a su amiga que alzó la mirada.
—Eso también quisiera saber, mi querida hermanita se ausentó casi todo el verano haciendo sabrá Merlín qué cosa. -Comentó Theon recargando su barbilla en el cabello de la rubia.
Blanche y Franchesca eran mejores amigas, siempre se enviaban cartas en vacaciones de verano contándose hasta que aquel verano fue la excepción, ni siquiera habían juzgado la moda muggle o intercambiado chismes mágicos. Había sido extraño el comportamiento de su amiga, creyó que algo le había sucedido hasta ese día que la vio igual que siempre. Cuando estuvieran solas hablaría con ella respecto a ello.
—Practicaba hechizos al igual que Snape con pociones. -Franchesca cruzó sus brazos sonriendo de lado.
—¿Podemos hablar de otra cosa que no lleve la palabra ‘practicar’? -Se quejó Wilkes rodando sus ojos.
—Tiene razón. Mejor hablemos del anuario. -Mulciber recargó su cabeza en la puerta. —Escuché que en cuanto nos tomen la foto y manden a hacerlos, los pondrán en una sala una semana para que toda la escuela pueda escribir sobre ellos.
—¿En serio? -Blanche sonrió. Le gustaba la idea de escribir sobre los anuarios de sus compañeros.
—Si, lo malo es que no creo que ninguno de nosotros reciba buenos comentarios. -Bromeó Theon, aunque tenía razón.
—Entonces si recibimos malos comentarios los borramos con el corrector mágico de Snape. -Franchesca le guiñó un ojo a Severus que sonrió con vergüenza. —Pero eso no es lo importante, sino cómo saldremos. Tendremos que buscar las mejores túnicas, por suerte sus queridas amigas, Blan y yo, estamos suscritas a ‘Moda Lechuza’. Si nos gusta algo de ahí, lo pedimos.
Moda Lechuza, era la revista favorita de ambas brujas. Su contenido era espectacular y era aclamado por la comunidad mágica. Tenía diferentes apartados que hablaban de muchos temas interesantes, como chismes, consejos de belleza y de moda, tips de amor y desamor, entre otros temas interesantes para el público en general como quidditch y ciencia e historia mágica. Además podías pedir alguna cosa que te gustará, pues su catálogo solo estaba disponible para los suscriptores. Era fantástico. Ambas amigas la habían descubierto en su segundo año de Hogwarts, esa revista fue su base para convertirse en las brujas más glamorosas que el colegio pudo haber tenido.
—Espero que el perfume Cocoa esté disponible en el catálogo. -Comentó Blanche con emoción.
—Ojalá y también los aretes de huevo de dragón. Según esto, brillan bajó la luna llena. -El tono animado de su amiga la animó; sin embargo sus amigos soltaron un largo suspiro.
—Espero que la bruja de los dulces pase pronto o me voy a volver loco. -Comentó Wilkes y por arte de magia llegó la bruja del expreso de Honeydukes a su compartimiento.
Su carrito tenía los mejores dulces del mundo mágico. Su padre, Abraxas Malfoy, solía enviarle dulces después de presentar exámenes e intercambiaba cartas con su hermano cuando comían ranas de chocolates.
—¿Quieren algo mis queridos? -Preguntó dulcemente la vieja bruja al abrir la puerta del compartimiento.
Avery metió su mano a su bolsillo para sacar una bolsa de galeones. —Está vez me toca pagarlos, ustedes elijan.
Desde el segundo año, el grupo se turnaba para pagar los dulces que consumirían cada vez que se subían al tren, era divertido hasta que te tocaba. Enseguida los estudiantes agarraron los dulces del carrito, entre esos paletas ácidas, chicle super hinchable (los favoritos de Blanche y Franchesca), varitas de regaliz, pasteles de calderos y meigas fritas. Malfoy no dudaba que eran el único grupo que más le compraba a la vieja bruja.
—¿No tendrá algo de chocolate? -Preguntó Blanche sin mirarla para acomodar su falda. En cuánto alzó la vista vio que la mujer se iba. Se sintió ofendida.
—¿Qué quieres que te traiga, querida? -Theon se levantó de su asiento al escuchar a la rubia. Su apodo le provocó un escalofrío en la nuca. A pesar de que estaban comprometidos, no le gustaba la idea de que la llamara así enfrente de sus amigos.
—Yo iré, no tardaré. -Respondió Blanche educadamente antes de levantarse y salir del compartimiento sin esperar la respuesta de Theon. Odiaba la idea de acostumbrarse a él de esa manera.
Caminó por el pasillo con la varita en su falda con mucho glamour, sin apartar la vista del carrito del carrito de dulces. Observó si aún quedaba algo de chocolate en el carrito, era el dulce que más se vendía y no soportaba la idea de que alguien más se lo ganara. Para su buena suerte quedaba una rana de chocolate, de su bolsillo sacó una pequeña bolsa azul para pagar el dulce. Sin embargo; la vieja bruja se lo daba a una chica.
—¡Suelta eso!
En cuanto la chica la vio, corrió por el pasillo hasta meterse a otro vagón. Blanche estaba furiosa, ¿cómo se había atrevido esa bruja con peinado de los 50s, a ganarle ese chocolate? Era una ofensa para ella, ¿qué no sabía que ella era una bruja de sangre pura? Para su suerte, sabía quién era esa chica, se aseguraría de hacerle pasar un mal rato aunque no le gustará la idea. Preferiría enviar a sus amigos a que molestaran a los que no les agradaba.
La rubia siguió caminando hasta llegar al carrito de la mujer con fastidio. —¿Aún tienes chocolate?
—Me temo que no querida…-La mujer abrió los ojos de repente y sonrió. —De hecho si, me queda una calavera de chocolate.
La vieja bruja abrió un cajón de su carrito y sacó el chocolate con mucho cuidado. Blanche sonrió con victoria y de su falda sacó unos cuántos galeones para pagarle. Sería una catástrofe si no comía un chocolate en el expreso de Hogwarts, pues según ella le daba suerte. En cuanto se le entregó el dulce, sonrió de oreja a oreja.
—Quédese con el cambio.
—Muchas gracias señorita Malfoy. -La señora del carrito la conocía muy bien, pues Blanche era su clienta anual más leal.
En cuanto dio la vuelta escuchó que alguien se acercaba al carrito de la mujer. Sonrió con victoria al pensar en el desafortunado que querría comprar algo, pues el carrito ya estaba vacío.
Pobre tonto, pensó ella antes de romper la envoltura.
—Disculpe, ¿no tendrá un chocolate extra?
Blanche se giró para mirar al dueño de aquella voz.
—Lo siento mucho joven Lupin, pero el último se lo acaba de llevar la señorita Malfoy. -Respondió la vieja bruja.
—¿De verdad no tiene uno extra? -El mago apalancó sus manos en el carrito con desesperación a pesar de que su voz transmitía calma. —Puedo darle unos cuántos sickles. Por favor, se lo ruego.
—Lo siento mucho joven. -La mujer lo miró con pena. —Ya no me queda nada. A la próxima le guardaré uno especialmente para usted. -Le sonrió amablemente antes de agarrar el carrito e irse por el pasillo.
El mago miró a la mujer irse con decepción. Ella lo conocía, como no podía hacerlo. Era el prefecto de Gryffindor, miembro de la pandilla del arrogante e insoportable James Potter. Era mestizo, podía saberse fácilmente por los parches en su camisa. Su personalidad era calmada y reservada, contraria a la de sus irritables amigos, a pesar de ser víctima de fuertes rumores. Se decía que se escapaba de Hogwarts por las noches para hacer trabajos deshonestos. La mayoría de las veces era criticado de manera cruel por su apariencia por parte de sus amigos, pero su vestimenta o casta no eran el principal objetivo de sus burlas, si no las cicatrices de su rostro. Eran tan llamativas que no podías dejar de mirarlas. Blanche evitaba mirarlas cuando sus amigos se enfrentaban con su pandilla.
—Unos cuántos sickles, ¿en serio? -El comentario de la bruja provocó que él la mirara. Sus ojos eran tan ordinarios como su cabello descuidado. ¿Cómo podía existir alguien tan ordinario como él? Ella no lo entendía, como tampoco entendió lo que hizo después. Bajó la vista hacia su dulce y después de unos segundos se lo aventó a la cara. —Mejor guárdalos para que te compres una camisa nueva, esta horrible la que llevas puesta Lupin.
La bruja sacó su varita y con un hechizo simple transportó los sickles del mago en su delicada mano. Los contó y los guardó en el bolsillo de su falda. Lupin no dijo nada, solo la miraba fijamente con el chocolate en mano.
—¿Qué? -Ella lo miró de arriba a abajo con molestia. —Quita esa cara de troll, Lupin. Espero que cuando nos volvamos a ver me pagues el resto. ¿Si sabes que treinta y cuatro sickles son dos galeones? Ni siquiera puedes completar para una calavera de chocolate, tienes suerte.
Dicho aquello se dio media vuelta con la frente en alto mientras apretaba su varita con un poco de fuerza. No se atrevía a mirarlo, ni tampoco a contárselo a sus amigos. Nunca había hecho algo así, si sentía lástima por alguien solo lo humillaba o le regalaba su indiferencia, pero Remus Lupin era un caso especial que ella misma no entendía. Era un mago muy debajo de su posición, no era sangre pura y pertenecía a la odiosa casa de los leones. Los Gryffindor no merecían ser tratados correctamente, eran una casa demasiado orgullosa incapaz de no hacer alguna estúpida hazaña para llamar la atención.
Bufó con molestia no sólo porque había regalado su dinero a la mujer del carrito de dulces, sino porque su chocolate se lo estaría comiendo un mestizo como Remus Lupin y lo peor de todo era que le agradaba la idea. Su reputación de chica arrogante se rebajaría a una chica generosa como un Hufflepuff si alguien se enteraba de su humilde acción y llegara a los oídos de sus amigos. Cerró sus ojos con fuerza unos segundos antes de entrar a su compartimiento y pretender que aquello no había pasado. Sin embargo, giró levemente su cabeza hacia atrás para verlo caminar por donde había llegado e inconscientemente sonrió.