Misterios

Harry Potter - J. K. Rowling
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Misterios
Summary
Los Merodeadores, liderados por James Potter, Sirius Black, Remus Lupin y Peter Pettigrew, se embarcan en una intrépida aventura al descubrir un antiguo pergamino que revela secretos ocultos de Hogwarts. A medida que desentrañan enigmas mágicos y pasadizos secretos, se topan con misteriosos eventos del pasado de la escuela, desencadenando el desafío de proteger a Hogwarts de fuerzas oscuras que amenazan con resurgir.Pero también juntando sus destinos con los príncipes de Slytherin, lo que ocasiona descontentos pero también surge el amor.
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XXII El Collar de las Estrellas

Narrador omnisciente

(3 días antes de la inaguración)

A veces es bueno tomar un descanso, mirar por encima de tu cabeza y apreciar el cielo que te rodea. Las estrellas brillando en la vastedad, las nubes flotando suavemente como si el tiempo se hubiera detenido. A veces, incluso es más divertido perderse en las nubes, en las contestaciones o las estrellas, dejar que la mente navegue en un mar blanco sin pensamientos que la consuman. En esos momentos, el mundo parece más liviano, como si todo lo que importa es el presente.

Regulus estaba allí, en la Torre de Astronomía, haciendo justo eso. Recibía con calma el aire fresco de la noche, dejando que le acariciara el rostro. La frialdad del viento era un alivio, un recordatorio de que, al menos en ese preciso instante, no tenía que preocuparse por nada más. La fría madera bajo él parecía abrazarlo, mientras sus pensamientos se deslizaban sin rumbo, abandonando su cuerpo, perdiéndose en el silencio de la noche.

Era curioso, pensó, cómo este lugar podía ser tan diferente al resto del castillo. Mientras las paredes de Hogwarts siempre estaban llenas de murmullos y voces que nunca callaban, la Torre de Astronomía parecía ajena al caos del mundo. Aquí, las luces no brillaban de forma frenética ni las sombras se alargaban con historias no contadas. Solo el silbido del viento llegaba a sus oídos, como una melodía suave, casi hipnótica, que parecía estar escrita solo para él, como si fuera una composición perfecta del destino.

Había algo liberador en esa calma. Como si por fin pudiera respirar sin las expectativas y la presión de su apellido. Como si, por un breve momento, pudiera olvidarse de todo. No pensaba en la carta que había recibido esa mañana, ni en las obligaciones que lo aguardaban, ni en las miradas que siempre lo juzgaban. Solo el viento, el frío y el silencio.

Era difícil pensar en algo más cuando ese dolor existía en su pecho. Esa carta... Lo había dejado moribundo. Pero aquí, en la torre, rodeado solo por el cielo estrellado, todo parecía más manejable. O tal vez, pensó, era solo que había dejado de intentar encontrar sentido a todo.

De pronto, un sonido rompió su tranquila meditación, unos pasos, suaves, casi cautelosos. Regulus no se giró, pero lo reconoció al instante. James Potter, con su habitual paso confiado pero ahora suavizado por la quietud de la noche, se acercaba sin prisa alguna.

—¿Sabías que las estrellas te cuentan historias si sabes escucharlas? —preguntó James, su voz tan despreocupada como siempre, pero con un tinte de serenidad que Regulus no esperaba.

El Slytherin suspiró y dejó caer sus hombros, despojándose de la tensión que siempre llevaba consigo. Sin mirarlo, simplemente respondió.

—No creo en historias, Potter. Las estrellas solo están ahí, sin propósito. Son solo... estrellas.

El mencionado se acerco a él, sin hacer preguntas. Sabía cómo estaba, lo entendía sin necesidad de palabras. Era como si en ese silencio compartido ambos pudieran entender más de lo que cualquiera podría decir en voz alta.

—Tal vez —dijo el Gryffindor después de un rato—, pero incluso sin propósito, a veces te hacen sentir menos solo. Como si no importara lo que te pase, al menos el cielo sigue ahí, inmutable.

Regulus no respondió inmediatamente. Miró hacia el cielo, donde las estrellas brillaban en una hermosa constelación que solo él veía. Un suspiro escapó de sus labios.

—A veces me gustaría poder decir lo mismo.

James se echó hacia atrás, mirando también las estrellas. No dijo nada más, pero el de rizos sintió que en esa quietud había algo reconfortante. Como si las palabras no fueran necesarias, como si el momento en sí fuera suficiente.

Por primera vez en mucho tiempo, se permitió no pensar. Dejar que la noche lo envolviera.

El viento soplaba con fuerza, pero allí, en la Torre de Astronomía, se sentía como un abrazo lejano, distante pero real. Y por un momento, Regulus se sintió menos perdido.

—¿Qué haces aquí mini Black? —La mirada amenazante que el mencionado lanzó hizo reír al merodeador.

—Alejandome de todo un poco —respondió. —¿Qué haces tú aquí? —no pudo evitar preguntar, aunque la respuesta le parecía obvia.

James se encogió de hombros como si nada importara. —Busco algo de aire fresco, ¿no es obvio? No todo en la vida son misiones, objetos o bromas.

Regulus, a pesar de su propio malestar, no pudo evitar una pequeña sonrisa. Siempre había algo inusualmente relajante en la manera en que el mejor amigo de su hermano se movía por el mundo. Un estilo tan desenfadado que parecía no estar afectado por nada, como si todo fuera solo un juego para él, como aquella vez en la cueva.

El Gryffindor sin pedir permiso se dejó caer junto a él en el suelo, cruzando las piernas. La acción era tan natural, tan sin reservas, que el Slytherin no tuvo más remedio que soltar un suspiro. 

El castaño agitó una botella frente a él. —Es tequila, ¿quieres? Lo trajo mi padre de su reciente viaje a México para ver a la familia de mi madre.

Regulus observó la botella por un segundo, un poco desconcertado. Por supuesto, James Potter nunca haría algo tan formal como ofrecer una bebida sin hacerla parecer lo más casual del mundo. Sin embargo, la tentación de dejar que un momento tan absurdo lo sacara de su cabeza pudo más que cualquier prejuicio.

El Slytherin extendió la mano y tomó la botella con algo de cautela. Observó el líquido claro dentro, reflejando apenas la luz de las estrellas.

—¿Estás seguro de que esto es buena idea? —preguntó, arqueando una ceja.

James soltó una risa suave, encogiéndose de hombros.

—Las mejores ideas casi nunca lo son. Vamos, mini Black, no me digas que nunca has roto una regla por diversión.

Regulus lo miró con escepticismo, pero no pudo evitar la pequeña sonrisa que se asomó en su rostro. "Mini Black." Era irritante, pero de alguna manera, viniendo de él, no sonaba del todo mal, o ya no le molestaba de tanto oírlo, prefirió no malgastar su voz en continuos reclamos como aquel día. Levantó la botella a modo de brindis improvisado antes de dar un sorbo. El alcohol bajó como un incendio por su garganta, quemando, pero no era una sensación desagradable. Al menos, no del todo.

—Es más fuerte de lo que esperaba. —Su voz salió algo rasposa, lo que provocó otra risa de James.

—¿Qué esperabas? ¿Sidra de calabaza? Esto es lo bueno, mini Black. —El Gryffindor tomó la botella de vuelta, dando un largo trago sin inmutarse. Luego, con un gesto despreocupado, lo devolvió.

Ambos se quedaron en silencio durante un momento, compartiendo la botella mientras el viento nocturno los envolvía. El cielo parecía más vasto ahora, como si hubiera expandido su amplitud solo para ellos. Las estrellas brillaban con intensidad, y Regulus se sorprendió al notar que no recordaba la última vez que simplemente se había permitido estar, sin pensar, sin preocuparse.

James rompió el silencio, sosteniendo la botella con una mano mientras giraba un poco el contenido, como si estuviera evaluando la calidad del líquido.

—¿No vas a preguntar cómo llegó esto a mis manos, mini Black? —dijo, con esa sonrisa despreocupada que parecía formar parte de su rostro.

Regulus arqueó una ceja, cruzando los brazos.

—No pensaba hacerlo, pero ahora que insistes... ¿cómo llegó esto a tus manos, Potter?

El de ojos caramelo rió suavemente, como si la pregunta hubiera sido mucho más divertida de lo que debería.

—Mi padre me lo mandó por equivocación. Suele pasar, ¿sabes? Siempre anda de aquí para allá, tan distraído como yo. Supongo que pensó que estaba enviándoselo a uno de sus viejos amigos del Ministerio, pero sorpresa... —Alzó la botella, casi como si brindara con él. —Llegó a mí.

Los ojos grises parpadearon, procesando la confesión.

—¿Me estás diciendo que esto es un error? Que ni siquiera deberías tenerlo.

—Por supuesto que no debería. Pero aquí está, y sería un desperdicio no disfrutarlo. —El de cabello alborotado le lanzó una mirada descarada antes de tomar otro sorbo. —Además, ¿qué sentido tiene la vida sin un poco de improvisación?

El Slytherin bufó, negando con la cabeza, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa asomara en sus labios. Había algo extrañamente contagioso en la ligereza con la que el Gryffindor parecía ver el mundo.

—A veces creo que tienes demasiada suerte. —Lo dijo con tono neutral, casi resignado, mientras miraba nuevamente las estrellas.

James lo miró de reojo, apoyándose en sus manos con la botella ahora descansando en el suelo entre ambos.

—¿Suerte? —preguntó, ladeando la cabeza como si estuviera evaluando la palabra. —No sé, Reg. Creo que la suerte es cuestión de perspectiva. Algunas cosas llegan solas, y otras... hay que ir por ellas.

Regulus volvió la vista hacia él, sorprendido por el uso casual de su nombre. James rara vez lo llamaba así, pero en ese momento no se sintió incómodo, sino... adecuado. Era como si esa noche en la torre de astronomía hubiera desdibujado las líneas habituales que separaban sus mundos o quizás esas líneas hace tiempo no existian.

—¿Y tú? —continuó el Gryffindor, devolviéndole la mirada. —¿Crees en la suerte o prefieres pensar que todo está predestinado?

El Slytherin frunció el ceño, tomándose un momento para considerar la pregunta. Finalmente, suspiró, recostándose un poco más en el suelo.

—No creo en la suerte, pero tampoco creo en destinos escritos. Creo que... estamos atrapados entre ambas cosas. Atados a las decisiones de otros, como si fueran hilos que no podemos cortar.

James lo observó por un momento, como si intentara descifrar algo en su expresión. Luego, con un movimiento despreocupado, tomó la botella del suelo y se lo ofreció de nuevo.

—Pues tal vez sea hora de cortar unos cuantos hilos, ¿no crees?

El de cabellos negros la tomó, sorprendido una vez más por la ligereza con la que el Gryffindor podía hablar de cosas que él había cargado toda su vida. Miró la botella un momento antes de llevarla a sus labios.

—Tal vez, Potter. Tal vez. —Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, cargadas de una ambigüedad que ni siquiera él podía descifrar. Podrían ser una promesa, una amenaza, o quizás ambas. Una amenaza al destino que siempre lo había aplastado, a la suerte que nunca había pedido, a la sombra de su madre que lo seguía incluso en la noche más clara. O, tal vez, una amenaza a esos ojos caramelo que lo observaban con tanta intensidad, como si buscaran leerlo incluso en los rincones que él mantenía cerrados.

Siguieron bebiendo hasta casi terminarse la botella –le dejaron un solo trago—, el tequila tenía ese sabor que te quema el alma, el cuerpo y la garganta, pero era tan adictivo que a ninguno de los dos les importo terminarselo y aunque aún eran conscientes pues el alcohol en su sistema no era tanto, se notaba la inexperiencia del Slytherin en ese entorno, más, todavía mantenía su serena postura.

James sonrió, una sonrisa lenta, casi burlona, y se echó hacia atrás, apoyándose en sus manos mientras seguía observándolo.

—¿Sabes? Me gusta cuando me llamas "Potter". Suena como si intentaras mantener la distancia... y fracasaras.

Regulus rodó los ojos, pero no pudo evitar que una pequeña sonrisa se asomara en sus labios. Era el tequila, estaba seguro, y tal vez un poco de ese maldito encanto Gryffindor.

—No es mi culpa que tengas un apellido tan... molesto. —El tono de su voz era neutral, pero había un destello en sus ojos, algo que el Gryffindor no dejó pasar.

—¿Molesto, eh? —El de ojos caramelo se inclinó un poco hacia él, lo suficiente como para invadir su espacio personal, pero no lo suficiente como para cruzar la línea. —¿Y qué hay de mi nombre? ¿Es igual de molesto?

El de cabellos negros lo miró fijamente, los ojos grises sosteniendo la intensidad de los caramelos. Por un momento, pensó en responder con sarcasmo, en devolverle la provocación. Pero el tequila, el viento y la calma de la noche hicieron que sus defensas habituales se tambalearan.

—Podría ser peor. —Su voz sonó más suave, casi íntima, como si estuvieran compartiendo un secreto bajo las estrellas.

James soltó una carcajada baja, inclinando la cabeza hacia un lado mientras lo estudiaba. Había algo en esa mirada que hizo que Regulus sintiera calor en las mejillas, aunque se negó a apartar la vista.

—Sabes, Regulus, no eres tan aterrador como todos piensan. —el merodeador volvió a tomar la botella y bebió el ultimo trago antes de dejarla nuevamente en el suelo. —De hecho, creo que te gusta esta compañía más de lo que admites.

—¿Y si así fuera? —el de rizos levantó una ceja, sorprendiéndose a sí mismo con la ligereza de sus palabras. El tequila había desatado algo en él, algo que normalmente mantenía encerrado.

El Gryffindor lo miró por un largo momento, el brillo de su sonrisa transformándose en algo más suave, casi... expectante.

—Entonces diría que esta noche acaba de ponerse mucho más interesante.

El menor de los Black soltó una risa breve, casi un suspiro, y apartó la vista hacia las estrellas, tratando de ignorar el cosquilleo que sentía bajo la piel. Pero entonces, James se inclinó un poco más cerca, su voz baja y grave resonando junto a su oído.

—Dime, Regulus... ¿alguna vez te has preguntado qué pasaría si dejaras de ser tan correcto?

El de rizos oscuros giró el rostro hacia él, y por un instante, los espacios entre ellos parecieron desaparecer. El tequila, el viento, y la noche se mezclaron en un remolino que los envolvía, y en ese momento, bajo el cielo infinito, todo parecía posible.

Los ojos de Regulus descendieron, casi de forma involuntaria, hacia los labios del Gryffindor. Y por un segundo que se sintió eterno, ambos estuvieron al borde de algo que ninguno de los dos podía nombrar, pero que los llamaba con una fuerza inexplicable.

Potter... —su voz fue un susurro, una advertencia que no parecía tener intención de detener nada.

—¿Sí? —Respondió, sin moverse ni un centímetro, con una sonrisa que era más un desafío que una pregunta.

La atmósfera a su alrededor era casi opresiva. El aire nocturno tenía una frescura que rozaba lo incómodo, pero ni Regulus ni James parecían dispuestos a moverse de su sitio. Los dos se mantenían casi a la par, en ese espacio extraño y delicado entre la cercanía y la distancia, donde las palabras sobraban, pero los gestos hablaban más de lo que cualquier conversación podría expresar.

El Slytherin pasó los dedos por la botella ya vacia, mirando a aquel café caramelo con la mirada más neutral que pudo lograr. Sabía que cualquier cambio en su expresión podría dar pie a una de esas sonrisas cómplices de Potter, y no iba a caer en eso. No lo haría. Pero el Gryffindor no parecía tener esa misma intención de mantener el control.

—Ya veo, Regulus —dijo James, ladeando la cabeza hacia él, con ese brillo de diversión que lo hacía parecer más cerca de lo que realmente estaba. —¿No puedes tomarte un descanso, eh? Siempre tan recto. Me pregunto si alguna vez dejas algo al azar, o si todo tiene que ser tan calculado. No me sorprendería que tu vida fuera un libro de reglas que aún no has terminado de escribir.

Regulus levantó una ceja, tomando la botella con más suavidad de la que pretendía, sin apartar la vista de contrario, intercambiando en breves momentos su mirada entre aquellos ojos y aquellos apetecibles labios.

—Y tú, Potter, ¿tan fácil de leer? —respondió con un tono igualmente desafiante, desparramando su sarcasmo por el aire. —A veces me pregunto si sabes lo que quieres o solo te dejas llevar por lo que parece divertido. Como un niño en una tienda de dulces. Solo que tú no te preocupas por las consecuencias.

James soltó una risa ligera, casi burlona. El sonido vibró en el aire, dándole un tono juguetón a la conversación, pero también una intensidad soterrada, casi peligrosa.

—¿Consecuencias? —repitió, su tono cargado de algo que el Black no estaba seguro de querer identificar. —Oh, claro, ¿quién necesita consecuencias cuando todo parece tan... interesante? Aunque, en tu caso, Reg, parece que te has olvidado de lo que es la diversión. Siempre tan preocupado por mantener las apariencias. Es una pena, realmente. No todo en la vida tiene que ser tan... sombrío.

Regulus le lanzó una mirada fría, pero algo en las palabras de James lo sacudió. No era la primera vez que lo descolocaba, pero esta vez había algo diferente. Algo que le hacía sentir que ya no podía simplemente ignorarlo. Podía intentar mantenerse distante, pero había algo en la manera en que James hablaba, en su actitud tan desenfadada, que desestabilizaba cualquier intento de mantener el control, aunque es control no existiera desde hace un tiempo.

—Digiste esa noche en la guarida que no tomabas tequila, pero pareces tan acostumbrado a su efecto que es sorprendente —susurró Regulus, apartándose ligeramente del Gryffindor, buscando recuperar algo de su compostura. No quería que James viera lo fácil que era perder el control con él cerca. No quería dar esa satisfacción.

James dejó escapar una pequeña risa. No era de esas carcajadas ruidosas, sino una suave, cargada de algo que podría haberse interpretado como una mezcla de diversión y burla. Se inclinó un poco hacia él, dejando que el aire entre los dos se cargara con una tensión palpable.

—Yo ese día  dije que no bebía tequila, pero no preguntaste en general por alcohol y yo simplemente cambié el tema. Pensé que eras más listo, mini Black. —Lo dijo con una sonrisa, esa que siempre tenía, llena de seguridad, pero con un leve brillo de decepción en sus ojos, como si hubiera querido que Regulus lo hubiera descubierto antes. Como si hubiera querido que él supiera que el Gryffindor no era tan fácil de leer, a pesar de su fachada despreocupada. Además de ese hermoso acento en el español que aunque lo negara, Regulus se había quedado con ganas de escuchar más.

El menor desvió la mirada hacia la botella vacia, buscando algo que le ayudara a enfriar la tensión creciente en el aire. Pero la verdad era que las palabras del merodeador le daban vueltas en la cabeza. No podía dejar de preguntarse qué más había debajo de esa sonrisa arrogante. Sabía que James lo estaba desafiando, sabía que estaba tratando de sacar algo de él, pero había algo en esa sonrisa, algo en su mirada, que lo hacía querer jugar su juego.

—¿Crees que no soy listo, Potter? —dijo, sin mirarlo, pero con la voz firme, como si quisiera afirmar algo más de lo que decía. —No soy el que se deja llevar por los pequeños detalles. Tú... tú eres el que no sabe controlar lo que dice.

El castaño no dijo nada por un momento. En su lugar, se recostó un poco hacia atrás, mirándolo con una intensidad que hizo que Regulus sintiera una extraña presión en el pecho. No entendía qué era lo que pasaba, por qué sus palabras no podían salir con la misma facilidad de antes. Algo en el ambiente había cambiado, y no podía dejar de pensar en las posibles implicaciones.

—Entonces dime, Regulus, ¿qué pasa cuando todo eso se vuelve un poco... demasiado real? —James lo miraba como si quisiera encontrar la respuesta a algo que ni siquiera él entendía. Su tono bajó un poco, se suavizó, pero el Slytherin no se dejó engañar. El Gryffindor estaba empujando, siempre empujando.

Black se acercó un poco más, el aire entre ellos ya no tan limpio, ya no tan sencillo. Su mirada se desvió hacia las estrellas, como si buscara algo en ellas que lo ayudara a encontrar una salida, una forma de romper esa tensión sin perder la compostura. Pero las palabras del de ojos caramelo seguían retumbando en su mente.

—No todo tiene que ser tan calculado, Black —continuó James, esta vez en un susurro, como si intentara que Regulus escuchara algo más. Algo entre las líneas. —No todo tiene que ser una jugada. A veces... lo mejor es dejarse llevar por lo que pasa en el momento, como en la cueva.

El Slytherin respiró hondo, incapaz de encontrar una respuesta adecuada. No podía seguir fingiendo que las palabras de James no le afectaban. No podía seguir distanciándose cuando su mente estaba atrapada en la misma encrucijada. Pero no podía dejarlo ver.

—No necesitas hacer todo tan complicado, Potter. A veces lo más sencillo es lo que menos quieres. —La respuesta salió casi por instinto, con una sonrisa ligera que ocultaba la incomodidad que realmente sentía.

James lo observó por un segundo más, su expresión ahora más suave, menos juguetona, más... algo más real. El de ojos grises no sabía cómo definirlo, pero en ese momento, la distancia entre ellos parecía desvanecerse por un segundo el aire que compartían era el mismo, separados por un miserable centímetro. El Gryffindor abrió la boca para decir algo, pero antes de que pudiera, Regulus se apartó de forma brusca, como si buscará huir.

—No hagas esto, Potter —dijo, el tono más bajo, pero firme. —No sigas empujando 

El de anteojos se quedó en silencio, observando cómo el Slytherin se apartaba, cómo se alejaba nuevamente, como si hubiera tocado un límite invisible, algo que no podía cruzar.

Pero antes de que Regulus pudiera alejarse completamente, James murmuró, tan bajo que solo Regulus pudo escuchar:

—No te preocupes, Reggie. Te lo haré más fácil la próxima vez.

El mencionado se detuvo un momento, procesando las palabras, sin saber si debía agradecerlo o maldecirlo.

 

...

 

(2 días antes de la inaguración)

El Pacto de las Casas

El viento le golpeaba el rostro con una fuerza inusual. Era extraño, considerando que aquel día apenas se percibía una brisa ligera en los terrenos de Hogwarts. Pero la velocidad a la que volaba hacia las nubes era suficiente para transformar el aire en un rugido constante en sus oídos. Necesitaba desahogarse, liberarse de la frustración que aquella conversación le había dejado. Sirius, siempre Sirius, con sus ideas absurdas y su constante desafío a todo. ¿Escapar? La sola palabra le resultaba irritante. No había escapatoria para ellos, nunca la había habido.

Sus dedos se cerraron con fuerza alrededor del mango de su escoba, como si con eso pudiera contener algo más que el objeto en sí. Entonces se lanzó en picada, dejando que la gravedad hiciera su trabajo. La velocidad se incrementó de forma vertiginosa, y el suelo parecía acercarse a una velocidad alarmante. Desde lejos, apenas era una ráfaga oscura cayendo hacia el césped del campo. Cualquiera habría creído que el impacto era inevitable, pero Regulus no era cualquiera. En el último instante, tiró del mango con precisión impecable, frenando en seco justo antes de tocar el suelo.

—Tan correcto, pero aún así te equivocas en algo tan sencillo —dijo una voz familiar, sacándolo bruscamente de su concentración.

El menor de los Black giró la cabeza, su ceño fruncido al reconocer al Gryffindor. No había notado su presencia hasta que habló, pero allí estaba James, acercándose con esa sonrisa que Regulus encontraba irritante y desarmante a partes iguales.

—No me equivoqué en nada —respondió con un tono seco, deslizándose con elegancia de su escoba. Sus movimientos eran controlados, precisos, como siempre. Sin embargo, su mente seguía dándole vueltas a las palabras del Gryffindor, buscando el significado detrás de ellas.

James arqueó una ceja, divertido, mientras se detenía frente a él con las manos despreocupadamente apoyadas en el mango de su propia escoba.

—¿Ah, sí? Entonces, ¿por qué te ves como si estuvieras a punto de estrangular al siguiente que te hable? —replicó, su tono ligero, pero su mirada más atenta de lo que Regulus esperaba.

Regulus chasqueó la lengua, evitando responder de inmediato. ¿Qué sabía James de lo que él sentía o de lo que cargaba sobre sus hombros? Pero había algo en esa pregunta, algo en esa sonrisa, que lo desarmaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Regulus dejó escapar un suspiro lento, intentando recuperar la compostura que parecía escapársele cada vez que el Gryffindor estaba cerca. Desvió la mirada hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a teñir el cielo de colores cálidos, como si eso pudiera desviar también la conversación.

—Solo estaba volando —dijo al final, con un tono firme que no admitía dudas. Pero claro, James no era alguien que se rindiera fácilmente ante un muro.

—Ah, claro, porque lanzarte en picada como si quisieras atravesar el suelo es el pasatiempo más relajante del mundo, ¿verdad? —replicó el merodeador, inclinándose un poco hacia él, su tono rebosante de sarcasmo, pero con un deje de preocupación escondido tras la broma.

El Slytherin apretó los labios, resistiendo la tentación de rodar los ojos. Era consciente de que su técnica era impecable, de que no había ningún peligro real en sus maniobras. Sin embargo, el Gryffindor lo miraba como si hubiera hecho algo extraordinariamente temerario.

—No tienes que entenderlo, James. Hay cosas que simplemente no son de tu incumbencia —respondió finalmente, su voz cargada de esa frialdad que había perfeccionado durante años.

Pero el de anteojos no retrocedió. En lugar de eso, dejó su escoba a un lado y se apoyó contra ella, con la misma confianza despreocupada de siempre.

—Tienes razón, no es de mi incumbencia —admitió, encogiéndose de hombros como si no le importara—. Pero puedo ofrecerte algo mejor que picadas suicidas.

Black lo miró de reojo, claramente dudando.

—¿Ah, sí? ¿Y qué se supone que es eso?

La sonrisa del mayor se amplió, y el brillo travieso en sus ojos caramelo lo hizo parecer peligrosamente encantador.

—Un poco de distracción de verdad. Ven, te enseñaré algo que incluso tú, el gran buscador de Slytherin, no sabes. 

El menor entrecerró los ojos, desconfiando de las palabras del Gryffindor. Sin embargo, la curiosidad pudo más que su desconfianza. Cruzó los brazos sobre el pecho, levantando una ceja.

—¿Y qué podría enseñarme un cazador que no sepa ya?

James sonrió, esa sonrisa amplia y confiada que parecía ser su marca registrada.

—A divertirte, Reggie. Pero primero, sube a tu escoba.

Antes de que pudiera negarse, el de anteojos ya estaba en el aire, haciendo una serie de giros y vueltas acrobáticas que, a pesar de su aparente descuido, denotaban una habilidad impresionante, el Slytherin no pudo evitar sentir su corazón palpitante, ¿Cuándo será el día en el que su cerebro y su corazón se pongan de acuerdo? Su corazón amaba al Gryffindor de lindos ojos caramelo, pero su cerebro le decía que lamentablemente aquel chico no estaba en su futuro.

Vaciló por un instante, pero al final montó su escoba. Cuando estuvo junto a James, este lo miró con una mezcla de desafío y diversión, le encantaba esa mirada, y desde aquel día donde ambos acabaron borrachos podía detallarla incluso más que antes, un café de brillo acaramelado pero con adrenalina se miraban parecido a un café chocolate.

—Bien, Reggie, vamos a ver si puedes seguirme.

Y sin esperar respuesta, salió disparado hacia las nubes, dejando a la serpiente sin más opción que seguirlo. Aunque estaba seguro de que odiaría todo aquello, no pudo evitar sentir una pizca de emoción al perseguirlo.

Regulus apretó los dientes mientras sujetaba con firmeza el palo de su escoba, impulsándose tras James. La ráfaga de aire frío que golpeó su rostro lo ayudó a despejar cualquier duda o vacilación. No iba a quedarse atrás. Si el mayor quería un desafío, entonces lo tendría.

El Gryffindor zigzagueaba entre las nubes con una facilidad que casi parecía descuidada, pero había una precisión oculta en cada uno de sus movimientos. Regulus lo siguió de cerca, ajustando su velocidad y ángulo, demostrando porque era el buscador estrella de Slytherin.

—¿Eso es todo, Jamie? —preguntó con una sonrisa de suficiencia mientras acortaba la distancia entre ellos, aquel añado había salido de sus labios con burla, pero se notaba comodidad al dejar salir esas sílabas de sus labios, convivir con el mejor amigo de su hermano estaba siendo mucho mejor de lo que había soñado.

James giró la cabeza para mirarlo y, con un destello pícaro en sus ojos y una sonrisa casi encantado por el apodo burlón dijo:

—Oh, apenas estamos comenzando, Reggie.

Aceleró de nuevo, esta vez trazando un amplio arco que lo llevó hacia una de las torres más altas del castillo. Regulus lo persiguió, manteniéndose justo detrás de él, hasta que James se detuvo de golpe, flotando en el aire con una calma que contrastaba con la adrenalina del vuelo.

—¿Qué pasa? ¿Ya te cansaste? —lo retó, cruzando los brazos mientras equilibraba su escoba a su lado.

El Gryffindor rió, ese sonido despreocupado que siempre parecía romper cualquier tensión.

—Solo quería darte una vista digna de ti.

El Slytherin lo miró con escepticismo, pero siguió su mirada. Frente a ellos, el lago se extendía como un espejo oscuro, reflejando las luces del castillo y el cielo que ahora comenzaba a teñirse de tonos rosados y naranjas.

Por un instante, Regulus se quedó sin palabras.

—No está mal, ¿eh? —comentó James, con ese tono casual que escondía una intención más profunda.

El menor, aún sin apartar los ojos del paisaje, respondió con sinceridad.

—Es... mejor de lo que esperaba.

James sonrió, satisfecho, pero no dijo nada más. El silencio entre ellos era cómodo, como últimamente lo habían sido, interrumpido solo por el suave susurro del viento y el canto lejano de los pájaros que despertaban.

Después de un momento, el mayor rompió la calma con una idea, como solía hacer.

—Vale, ahora lo difícil: ¿alguna vez has hecho un giro triple sobre una escoba?

Regulus lo miró, incrédulo.

—¿Estás bromeando? Esa es una maniobra absurda y peligrosa.

—No si sabes cómo hacerlo —respondió el de anteojos, inclinándose hacia adelante con una sonrisa que prometía problemas, la misma sonrisa de aquella vez en la torre de astronomía, la misma sonrisa de aquella noche cuando consiguieron la piedra de la diosa luna.

Y antes de que pudiera replicar, el Gryffindor ya estaba en movimiento, demostrando la acrobacia con una agilidad que era, a partes iguales, imprudente y espectacular, describía su forma de ser sin ningún problema.

Regulus lo observó con una mezcla de exasperación y asombro.

—Estás completamente loco.

—Lo tomaré como un cumplido. Anda, inténtalo.

El Slytherin frunció el ceño, pero al final, la curiosidad y el desafío lo vencieron. Imitó el movimiento de James, ajustando su peso y equilibrio con precisión. Su primer intento no fue perfecto, pero lo logró sin perder el control de su escoba.

—¡Lo tienes, Reggie! —gritó el contrario, riendo.

Regulus aterrizó junto a él con un resoplido, pero no pudo evitar una pequeña sonrisa.

—No sé porque sigo escuchándote, simplemente no lo entiendo.

James se inclinó hacia él, aún con esa chispa traviesa en los ojos.

—Admitelo, ya te acostumbraste a mi.

Regulus rodó los ojos, pero esta vez, no se molestó en discutir. Quizás, solo quizás, James tenía algo de razón.

Ambos volvieron a el campo de Quidditch y con una sonrisa guardaron las escobas en su lugar, caminaron con tranquilidad mientras conversaban de forma animada sobre las vacaciones acercándose juntos a la guarida.

El sonido  de sus pasos resonaba suavemente en el pasillo que conducía a la guarida, mezclándose con sus voces mientras la conversación fluía con una naturalidad inesperada. Regulus, que normalmente prefería el silencio a las palabras, se sorprendió a sí mismo hablando de trivialidades, entre estas tocaron el tema de las vacaciones.

—Deberian venir con nosotros, nuestro recorrido en las vacaciones es asombroso, nunca nos aburrimos... además, mi madre cocina delicioso.

—Podria decirle a Walburga que me quedaré en Hogwarts —suguirio lanzando aquella frase al aire, dejando su respuesta a la imaginación del Gryffindor.

James giró el rostro hacia él, claramente sorprendido por la respuesta. Su mirada, siempre cálida y atenta, se fijó en el Slytherin con un destello de curiosidad.

—¿Eso es un tal vez? —preguntó, con esa sonrisa torcida que siempre parecía saber más de lo que decía.

Regulus encogió los hombros con elegancia, manteniendo su expresión neutra.

—Eso es... una posibilidad, James.

El Gryffindor dejó escapar una risa suave, inclinándose ligeramente hacia el otro como si fuera a contarle un secreto.

—Si dejas que mi madre te convenza con sus tartas de manzana, será un sí antes de que te des cuenta.

El menor de los Black no pudo evitar torcer los labios en un amago de sonrisa. La idea de escapar, aunque fuera por unos días, tenía un atractivo que no se atrevía a admitir en voz alta.

—Veremos, James. No hagas planes aún.

—Oh, créeme, Regulus, ya estoy haciendo espacio para ti en el sofá de la sala.

La forma casual en la que James decía su nombre lo descolocó por un instante. No era "Black", ni "mini Black", ni "Reggie", ni "Reg" ni ninguna de esas frases cargadas de burla o sarcasmo que había esperado de él desde el principio. Era solo su nombre, dicho con una familiaridad que no sabía si le incomodaba o le aliviaba.

—Eres increíblemente optimista, ¿sabías? —respondió, tratando de ocultar el ligero sonrojo que sentía asomarse a sus mejillas.

—Prefiero decir que soy persuasivo —replicó James con un guiño.

Regulus soltó un suspiro, llevándose una mano al puente de la nariz como si estuviera agotado pero era más el hecho de querer tapar el sonrojo que salía por sus mejillas, ese efecto seguía teniendo James en él, pero el brillo de sus ojos lo declaró ante aquellos ojos caramelo.

—Si no fueras tan insoportable, tal vez podría considerar aceptarlo.

—Lo tomaré como un cumplido.

Ambos rieron mientras continuaban caminando, la conversación fluyendo entre bromas y comentarios más ligeros. Para cuando llegaron a la entrada de la guarida, la tensión inicial se había desvanecido por completo, reemplazada por una camaradería que se sentía extraña pero natural al mismo tiempo.

James se detuvo antes de cruzar la puerta, mirándolo con una expresión que parecía mezclar diversión y algo más difícil de descifrar.

—Sabes que siempre tienes un lugar, ¿verdad?

Sin decir palabra cruzaron la puerta escuchando la animada conversación donde Sirius buscaba hacer que los Slytherin fueran con ellos de vacaciones.

—Yo iría... —la mirada de todos se posó en el de rizos pues vení entrando junto al Gryffindor de lentes

Y aunque el Black menor tenía la mirada fija en el anhelo de su hermano, sintió como el Gryffindor a su lado soltaba una pequeña sonrisa.

—No me miren así, James dice que su mamá prepara muy buena comida —expreso con clara molestia pues sus amigos lo mirarán como si le hubiera salido otra cabeza.

En toda la reunión, el menor de los Black mantuvo una cercanía inesperada con el Gryffindor de anteojos. Mientras leían atentamente a Don y a Quill y escuchaban los comentarios sarcásticos de los merodeadores, Regulus permanecía en silencio, como si estuviera más interesado en observar que en participar activamente. Sin embargo, sus acciones decían más de lo que él hubiera admitido.

Ambos se habían acomodado en uno de los cojines del centro. James hablaba animadamente bromeando con Sirius y Remus, gesticulando con entusiasmo o de forma dramática. Regulus, en cambio, parecía distraído, con la mirada fija en algún punto indefinido de la habitación.

Pero entonces, casi de forma inconsciente, su mano se movió debajo de la mesa. Los anillos de James captaron su atención, brillando suavemente bajo la tenue luz. Sus dedos, elegantes y precisos, comenzaron a jugar con ellos, girándolos lentamente alrededor de los nudillos del mayor. No había intención más allá de la necesidad de mantener sus manos ocupadas, o tal vez de buscar una conexión silenciosa en medio de la tensión que sentía por las misiones que se avecinaban.

James notó el contacto de inmediato, pero no dijo nada. Su voz continuó fluyendo con la misma naturalidad de siempre, aunque en sus ojos brillaba una chispa que no alcanzo a decifrar. Bajó ligeramente la mirada hacia el menor, quien, lejos de apartarse, siguió girando los anillos con una calma casi desafiante.

El Gryffindor cambió de postura sutilmente, inclinándose un poco más hacia el de rizos como si fuera parte de su conversación con los demás. Pero en realidad, era un gesto de cercanía, una señal de que no le molestaba en absoluto lo que estaba haciendo.

Regulus lo agradeció en silencio, sintiendo cómo una parte de su ansiedad se disipaba con cada movimiento. Los anillos fríos bajo sus dedos eran un ancla, algo tangible que lo conectaba a una realidad menos pesada, menos sofocante, y aunque el cuesta admitirlo, desde el bosque la cercanía del Gryffindor le causaba calma.

En un momento, James pausó su relato y, sin voltear directamente hacia él, murmuró apenas audible:

—Si sigues así, puede que me acostumbre.

Regulus levantó la vista, encontrándose con los ojos caramelo del Gryffindor. Una sonrisa leve, casi imperceptible, se formó en los labios del menor. No respondió, pero sus dedos se detuvieron un instante antes de retomar el juego con los anillos, esta vez con una intención más consciente.

Sirius, completamente ajeno a la escena que se desarrollaba bajo la mesa, soltó una carcajada por algo que Don había escrito, haciendo que todos en la habitación volvieran a centrarse en la conversación general. James, por su parte, simplemente volvió a hablar como si nada hubiera ocurrido, dejando que el momento quedara solo entre ellos dos.

 

...

 

(Después de la Inauguración)

Las risas seguían llenando la sala, rebotando contra las paredes de la guarida como ecos de un momento que rozaba la perfección. Sirius y Peter discutían con entusiasmo sobre la cantidad exacta de jugo de limón necesaria para el pie, mientras Lucius, desde su rincón, ofrecía comentarios cargados de sarcasmo. Regulus, aunque permanecía en silencio, permitió que una pequeña curva se formara en sus labios al observar la cálida y caótica dinámica que, de alguna manera, lo incluía.

De repente, un brillo singular interrumpió el ambiente. Quill, la pluma mágica, se elevó lentamente desde su lugar, bañada en una luz plateada que capturó la atención de todos en la sala. Con movimientos elegantes, comenzó a escribir en el aire con letras relucientes que parecían suspendidas como estrellas.

"Regulus, James, diríjase a la biblioteca, ahí se les indicara el camino a seguir, el collar de las estrellas está brillando por primera vez en muchos años, es el momento de ir por el."

Las palabras flotaron por un instante en el aire antes de desvanecerse como polvo de plata. Un silencio expectante se apoderó de la habitación. Regulus levantó la vista hacia la pluma, su rostro mostrando un destello de comprensión mezclado con determinación. A su lado, James ya había dejado su plato de pie de limón, aunque no sin apurar el último bocado con un gesto despreocupado.

—Parece que tenemos trabajo —dijo el de anteojos, con una sonrisa ladeada que buscaba aligerar el peso del mensaje.

Regulus no respondió, pero asintió mientras se levantaba con fluidez. Antes de que pudiera dar un paso, James le extendió la mano, invitándolo sin palabras a seguirlo. El Black menor la tomó después de un breve titubeo, permitiendo que el Gryffindor lo guiara hacia la salida.

El sonido de sus pasos se fue apagando mientras atravesaban la puerta que conectaba la guarida con los pasillos del castillo. El resto del grupo permaneció en silencio, observando cómo Quill volvía a posarse en su lugar, apagando su brillo. Algo en el aire sugería que este no era un simple encargo, sino el preludio de algo mucho más importante.

Ya en los pasillos del castillo se dirigieron debajo de la capa de invisibilidad hacia la biblioteca, entraron con cuidado de no hacer el mínimo ruido, que el simple zumbido de las lámparas de aceite mezclado con el aire existiera en aquel espació.

El crepitar de las llamas en las lámparas mágicas era lo único que rompía el silencio sepulcral de la biblioteca, Regulus y James se deslizaron de la capa dejándola caer con elegancia mientras se aproximaban a uno de los libreros donde una luz resplandecía con creces, era un tomo único, uno que Regulus conocía.

Las páginas amarillentas y desbordantes de anotaciones parecían contener más secretos de los que habían esperado. El menor abrió el libro con lomo azulado y de letras doradas decorando su interior salieron algunos recados, de los cuales uno llamo sus atención, señaló una frase diferente, una cita escrita en colores plata, resaltando así en el brillo de la noche.

"Cuando el cielo y la tierra se encuentren, y la luz de las estrellas guíe el camino, el firmamento se abrirá para aquellos dignos de su resplandor."

—¿Crees que habla del collar? —preguntó el mayor, apoyando la barbilla en una mano mientras sus ojos miel repasaban la inscripción con detenimiento.

El Slytherin asintió lentamente, aunque la ligera rigidez de sus hombros delataba su incertidumbre. Sus ojos grises, brillando con una mezcla de curiosidad y cautela, permanecieron fijos en las palabras que flotaban sobre las páginas.

—No estoy seguro —admitió, su voz apenas un susurro bajo la luz titilante de las lámparas mágicas—. Pero tiene sentido. Tú eres el que tiene mayor experiencia en esto.

El Gryffindor dejó escapar una pequeña risa, incrédulo.

—¿En qué exactamente? ¿Acertijos antiguos o lanzarme de cabeza hacia lo que sea? Porque en lo segundo, soy experto.

Un leve atisbo de sonrisa curvó los labios de Regulus, pero desapareció tan rápido como había llegado. Volvió su atención al texto, sus dedos rozando con cuidado el borde de la página.

—El firmamento no es solo un lugar, James. Es una idea. Un encuentro entre lo que vemos y lo que no podemos tocar.

El mencionado inclinó la cabeza, intentando seguir el razonamiento del Slytherin.

—Bien, pero... ¿dónde encontramos algo así?

El menor casi rio con gracia, sosteniendo el libro con ambas manos mientras lo cerraba con cuidado.

—La biblioteca nos dio la clave. Ahora necesitamos el resto. —Se giró hacia la salida, su tono casi desafiante—. ¿Vienes o te quedarás aquí preguntándote?

El de cabello indomable parpadeó, sorprendido por la determinación del menor de los Black, pero pronto recuperó su habitual sonrisa confiada.

—No tengo idea de a dónde vamos, pero claro, Reggie. Tú guías.

El frío del pasillo contrastaba con el calor de la biblioteca. Las palabras del de ojos grises resonaban en la mente de James mientras seguían avanzando por el castillo casi desierto. Los pasos del Slytherin eran calculados, su mirada se movía con precisión de un detalle a otro en el entorno, como si buscara algo que solo él podía ver.

—¿Qué buscamos exactamente? —preguntó el de cabello castaño oscuro, rompiendo el silencio.

—Estrellas —respondió Regulus sin girarse, como si fuera obvio.

—Ajá, porque aquí, bajo techo, seguro están por todas partes.

El Slytherin se detuvo abruptamente, haciendo que el leon casi chocara contra él. Sin decir nada, levantó su varita y murmuró un hechizo:

Stella Aperio.

El aire cambió de inmediato. Pequeñas luces comenzaron a parpadear en el corredor, como estrellas diminutas que se encendían una por una. James observó con fascinación cómo formaban un camino que serpenteaba hacia una dirección desconocida.

—Eso es nuevo.

Regulus no respondió, pero una ligera inclinación de su cabeza dejó entrever un orgullo contenido.

—Esto nos llevará al lugar donde cielo y tierra se encuentren —dijo con calma, dando el primer paso hacia las luces flotantes.

El de ojos caramelo lo siguió, incapaz de ocultar su curiosidad.

A medida que avanzaban, el rastro los llevó hacia un área del castillo que el de anteojos apenas conocía, pues aún con el mapa tenía ciertos lugares que no le gustaba visitar. Las luces los guiaron hasta una puerta decorada con símbolos de constelaciones, sus líneas brillaban tenuemente con un resplandor azulado.

—Déjame adivinar, ¿necesitamos otra palabra mágica? —bromeó James, aunque sus ojos escanearon la puerta con atención.

La serpiente se inclinó ligeramente, observando las estrellas que se conectaban como un mapa.

—No es una palabra. Es un patrón —murmuró, sus dedos rozando los símbolos.

James lo observó trabajar, fascinado por la concentración del Slytherin. Había algo casi hipnótico en la manera en que sus ojos seguían las líneas grabadas en la puerta, como si cada trazo contuviera un secreto que solo él podía desentrañar. Sus dedos rozaban las marcas con delicadeza, apenas tocándolas, mientras sus labios se movían formando palabras inaudibles.

El merodeador dio un paso adelante, cruzando los brazos mientras inclinaba ligeramente la cabeza. Había visto al contrario enfocado antes, pero nunca así: tan absorto, tan entregado, así como el era bueno con la luna, el menor era bueno con las estrellas.

—Si me dices cómo, podría ayudarte —dijo, su tono grave y suave como si temiera romper el hechizo que parecía envolver al Slytherin.

El Slytherin no levantó la vista de inmediato. Sus dedos seguían trazando el patrón en la puerta mientras su mente calculaba cada conexión, pero su espalda pareció tensarse ante las palabras del Gryffindor.

—No lo necesitas. Esto requiere precisión, no impulso —respondió, su voz apenas un murmullo, como si hablara más para sí mismo que para su acompañante.

El de cabellos rebeldes arqueó una ceja, ligeramente ofendido pero también divertido por la respuesta. Dio un paso más, deteniéndose apenas a unos centímetros de la espalda del menor.

—¿Impulso? —repitió, dejando que la palabra se deslizara entre ellos como un desafío—. Creo que estás subestimando mis talentos, Regulus.

Esta vez, el mencionado sí levantó la vista, girando apenas el rostro para mirar de reojo al merodeador. Sus ojos grises brillaban con una mezcla de irritación y algo más difícil de descifrar.

—Tu talento es hablar demasiado, James.

Este sonrió, esa sonrisa amplia y confiada que parecía desarmar incluso a los más resistentes.

—Y tu talento es ser un perfeccionista insoportable. Tal vez podríamos equilibrarnos.

El Slytherin bufó, pero no pudo evitar que una ligera curvatura se formara en sus labios. Sin embargo, en lugar de continuar con la discusión, volvió a enfocarse en la puerta.

—Mira las líneas —dijo después de un momento, señalando las marcas con un gesto de la mano—. Son constelaciones, pero están incompletas. Falta algo.

El de gafas frunció el ceño, inclinándose ligeramente hacia adelante para observar mejor.

—¿Cómo lo completas?

Regulus respiró hondo, como si su paciencia estuviera al límite pero al contrario, intentaba regular el latido de su corazón ante la cercanía. Pero en lugar de apartarlo, extendió la mano hacia un grabado específico.

—Cada constelación tiene un núcleo. Una estrella central que conecta a todas las demás. Si encuentras el núcleo...

El Gryffindor lo interrumpió antes de que terminara.

—...las demás encajan por sí solas.

El Black asintió, visiblemente sorprendido de que James captara la idea tan rápido pero luego recordó que el mayor era el mejor de su clase, quizás solo tenía la apariencia de tarado para distraer.

—Exacto.

James sacó su varita, sus dedos apenas rozando los del contrario al señalar una estrella grabada en el centro del patrón, aunque ninguno de los dos supiera los dos intentaron mantener sus corazones con normalidad, pues pensaron individualmente que estos podrían salirse de su pecho.

—¿Esta?

El Slytherin lo miró, evaluándolo con una expresión mezcla de aprobación y escepticismo.

—Podría ser. Pero si te equivocas, activaremos una trampa mágica.

El heredero Potter se encogió de hombros, con esa actitud despreocupada que siempre parecía acompañarlo.

—Bueno, entonces será una historia interesante para contar después, ¿no?

Regulus rodó los ojos, pero no apartó la mano cuando el Gryffindor tocó la estrella central con su varita.

Stella Aperio —susurraron al unísono.

El grabado brilló con intensidad, las líneas conectándose con un destello plateado que iluminó la puerta. El de ojos grises apenas pudo ocultar su sorpresa cuando esta comenzó a abrirse con un suave crujido, revelando el siguiente tramo del camino.

James le lanzó una mirada triunfal.

—¿Ves? No todo es perfección, Reggie. A veces, un poco de impulso funciona.

El mencionado lo ignoró, avanzando sin decir palabra. Pero mientras pasaba junto a él, el Gryffindor pudo notar un pequeño gesto: una sonrisa, apenas perceptible, pero lo suficientemente real para alimentar su satisfacción.

El pasillo más allá de la puerta era estrecho y oscuro, iluminado apenas por el tenue resplandor plateado que se desvanecía de las constelaciones ahora inertes en la puerta. El aire era frío y tenía un leve aroma a piedra mojada y magia antigua.

El merodeador caminaba medio paso detrás del menor, quien mantenía su varita en alto, proyectando una luz tenue que apenas lograba disipar las sombras.

—No esperaba que esto estuviera tan... vivo —murmuró el mayor, observando las paredes cubiertas de runas y patrones que parecían moverse bajo la luz de la varita, el en su grupo de amigos tenía ciertas áreas de habilidades como lo eran los encantamientos y las runas mágicas, pero también debilidades como pociones, aunque su padre fuera un gran exponente de estas en el mundo mágico..

El de rizos no respondió de inmediato, concentrado en los símbolos que surgían a medida que avanzaban. Finalmente, murmuró:

—Es magia antigua, probablemente creada por los fundadores. Este tipo de hechizos evolucionan con el tiempo, como si tuvieran voluntad propia.

El de ojos caramelo levantó una ceja, intrigado.

—Lo se, son runas que ya he estudiado, simplemente que es muy difícil verlas todas juntas en un mismo lugar, es magia cambiante al fin de cuentas.

El Slytherin asintió con la cabeza.

—Exactamente. Esto no es como los túneles que puedes encontrar en Hogwarts. Aquí no hay garantías de que el camino sea el mismo dos veces.

—Hay que estar juntos entonces, si nos perdemos no encontraremos salida alguna.

Regulus rodó los ojos, pero no dijo nada. Se detuvo de repente, levantando una mano para que James también se detuviera.

—¿Qué pasa? —preguntó el Gryffindor en un susurro.

El de ojos grises señaló el suelo frente a ellos. A simple vista, parecía una extensión lisa de piedra, pero bajo la luz de la varita, se distinguían patrones sutiles, casi invisibles: círculos entrelazados que formaban una red.

—Es un rompecabezas —murmuró, arrodillándose para examinar los grabados más de cerca—. Si pisamos el lugar equivocado, probablemente no nos gustará lo que ocurra.

El castaño oscuro se inclinó junto a él, su hombro rozando el de Regulus mientras ambos estudiaban el diseño, era como el desafío de aquel puente colgante donde las serpientes habían acudido a su rescate.

—¿Qué sugieres? —preguntó, con un tono más serio del que el Slytherin esperaba.

El Black menor pasó un dedo sobre los grabados, siguiendo el patrón con cuidado.

—Son constelaciones otra vez. Debemos pisar solo las estrellas que forman un camino específico, pero... hay demasiadas posibilidades, demasiadas contestaciones por formar..

El Gryffindor observó en silencio, tratando de identificar algo que pudiera ayudar. Entonces, sus ojos se iluminaron con una chispa de inspiración, pues por su mente pasaron las palabras de Quill, donde decía que Don no elegía quién iría a las misiones a la ligera, los eligió por algo.

—¿Qué hay de Orión? —sugirió, mirando al hermano de su amigo con una sonrisa casi traviesa—. Parece apropiado, ¿no?, Es la única constelación que nos une a ti y a mí.

Regulus levantó la mirada hacia él, sorprendido. Su expresión se suavizó, y por un momento pareció que iba a sonreír.

—Podría funcionar —admitió.

James se puso de pie primero, extendiendo una mano para ayudarlo. El Slytherin vaciló un instante antes de aceptarla, levantándose con gracia.

—Bien, James. Si caemos en una trampa mágica, quiero que sepas que será tu culpa.

El mencionado soltó una carcajada baja, avanzando hacia el primer grabado que parecía formar parte de la constelación.

—Lo aceptaré con orgullo, Reggie. Ahora, sigamos antes de que esto se vuelva aburrido.

El mencionado lo siguió con cuidado, observando cada paso del Gryffindor para asegurarse de que no cometiera ningún error. A medida que avanzaban, las líneas brillaban bajo sus pies, formando un camino que los conducía al final del pasillo.

Cuando llegaron a la última "estrella", una vibración recorrió el suelo, y un nuevo portal se materializó ante ellos, resplandeciendo con una luz que imitaba el brillo de las estrellas.

El Gryffindor se volvió hacia el menor con una sonrisa satisfecha.

—¿Ves? Mi instinto funciona.

El Slytherin cruzó los brazos, inclinando la cabeza ligeramente mientras lo miraba.

—Supongo que incluso un reloj roto acierta dos veces al día.

James soltó una carcajada, abriendo el portal sin esperar más.

Ambos se adentraron en el siguiente desafío, sin temor a nada pero aún con cierta incertidumbre, hasta ese momento el camino había sido relativamente fácil, cuestiones muy sencillas, quizás se les había facilitado por su anterior misión juntos, podría ser que sin querer se habían sincronizado en aquella cueva.

James, esto no me agrada —comento el Slytherin con una mueca de disgusto en su rostro.

El merodeador no respondió inmediatamente. En lugar de eso, avanzó un paso más y, de repente, la sensación de no ver nada lo golpeó. No había luz, ni sombras, ni contornos. Sólo un vacío denso, como si todo alrededor de él se hubiera desvanecido.

—Es... es raro —murmuró, sintiendo la incomodidad apoderarse de su mente mientras extendía las manos en busca de algo tangible—. No puedo ver nada, ni siquiera el contorno de tu cara, ¿dónde estamos?

Regulus, notando la confusión en la voz de James, le dedicó una mirada rápida, sus ojos grises brillando con claridad a pesar de la oscuridad que los rodeaba.

—¿Seguro que tus lentes están bien? —Preguntó con sorna mientras intentaba ocultar el nerviosismo que esto causaba.

Regulus, no veo nada, veo oscuro —

—Te dije que no me gustaba —replicó, sin poder ocultar un dejo de frustración—. Pero parece que esto te beneficia más a ti que a mí.

El Gryffindor intentó enfocar la vista, pero todo seguía igual. Incomodado, dejó escapar una risa nerviosa, esto ya no era divertido.

—¿Qué quieres decir? —preguntó, confiando más en la intuición del contrario que en sus propios sentidos—. ¿Tú ves algo?

El de rizos no respondió de inmediato. Sus ojos grises parecían moverse con una calma que sorprendía, como si pudieran ver algo en ese vacío del que el otro carecía de percepción alguna.

Sí. —El tono del Slytherin era suave, pero su mirada ya había encontrado el rumbo del sendero.

James frunció el ceño. —¿Podrías describirlo? —preguntó con clara frustración, intentando acomodar sus sentidos en la nada que lo rodeaba.

Regulus lo miró por un momento, evaluando la situación antes de dar una respuesta. Sabía que no podía esperar mucho más del merodeador, que no acostumbraba a quedarse quieto ni a ceder terreno, pero esta vez las circunstancias eran distintas. El de ojos caramelo no podía ver, y aunque eso podría haber sido una ventaja en otros momentos, ahora parecía que las cosas eran aún más complicadas.

—El sendero tiene algo de... ondulante. Como una serie de rocas y bordes que se desplazan. —Regulus hizo una pausa, buscando las palabras correctas mientras miraba hacia el techo, observando las estrellas allí—. Pero lo que nos guiará ahora... es el patrón del cielo. Cada estrella aquí está conectada, cambian a medida que avanzamos. No todo es fijo, James. Esto no es un camino recto.

El mayor intentó asimilar la información, pero la frustración seguía aumentando. Podía oír el eco de las palabras de la serpiente, pero el vacío no lo dejaba enfocar nada más que su respiración acelerada. Cada paso que daba lo hacía sentir más perdido, aunque Regulus parecía tener todo bajo control.

—Eso no suena... muy útil —comentó, intentado mantener la calma. Estaba claro que necesitaba más que solo palabras—. ¿Cómo sabes que estamos yendo en la dirección correcta?

Regulus no respondió de inmediato. En lugar de eso, alzó la mano con suavidad y señaló al frente. James no lo vio, pues la oscuridad seguía haciendo su trabajo, pero su tono era firme, y confiaba en el Slytherin.

—Confía en el cielo, James. Cada estrella es una guía. El sendero se adapta a ellas. Si sigues mi voz, seguirás el camino.

A pesar de la oscuridad, el mencionado sintió que había algo en esa afirmación que lo hacía confiar, aunque no pudiera explicarlo bien. Tal vez era la calma de Regulus, su inexplicable seguridad ante la nada.

—Y si me caigo en medio del vacío, ¿cómo me vas a atrapar? —bromeó, con la voz cargada de ironía, pero sin dejar de aferrarse a la guía que Regulus ofrecía.

El Slytherin no mostró una sonrisa, pero su mirada parecía más suave, como si realmente estuviera considerando esa posibilidad.

—No te dejaré caer —respondió con un tono serio, casi protector, que resonó más en James de lo que esperaba.

El aire parecía más denso de lo habitual, una sensación pesada que se arrastraba entre ellos, como si el vacío mismo intentara envolverlos. James tragó saliva, su garganta seca, mientras el silencio que siguió a las palabras de Regulus se asentaba con un peso ineludible. Aquella promesa —"No te dejaré caer"— retumbó en sus oídos más de lo que estaba dispuesto a admitir.

El menor de los Black extendió la mano con calma, tanteando el espacio frente a él antes de dar un paso al frente. Cada movimiento suyo parecía calculado, casi etéreo, como si no se permitiera un solo error. James, en cambio, tensó los hombros. Estar privado de su vista lo hacía sentir incómodo, casi expuesto. Siempre había sido alguien de acción, alguien que confiaba en lo que podía ver y tocar, pero ahora no tenía más que la voz de Regulus para guiarlo.

—Dame tu mano —ordenó el Slytherin de pronto, sin mirarlo. Su tono era firme, casi como si no aceptara una negativa.

James soltó una risa nerviosa, intentando restar importancia a la vulnerabilidad que sentía. —¿Qué pasa, Black? ¿No confías en mi equilibrio legendario?

Regulus giró ligeramente el rostro, y aunque la oscuridad envolvía su expresión, James pudo sentir la seriedad en su mirada.

—No es tu equilibrio lo que me preocupa. Es el vacío —respondió con un dejo de impaciencia. Luego extendió su mano hacia James—. ¿Vas a tomarla o prefieres tropezar con el primer giro?

El de ojos caramelo vaciló un instante antes de entrelazar sus dedos con los de Regulus. Era un gesto extraño, íntimo en su propia manera, pero había algo en la firmeza de aquel agarre que logró calmar parte de su ansiedad.

—Muy bien. —Regulus ajustó el agarre, asegurándose de que James estuviera firme antes de hablar nuevamente—. Ahora, escucha mi voz. Cada paso que des debe seguir mis instrucciones. No te adelantes, no te detengas. Solo confía.

La primera indicación fue sencilla. Un paso corto hacia adelante, seguido de otro un poco más largo. Regulus avanzaba con la mirada fija en el techo, donde las estrellas parecían brillar con una intensidad fluctuante. Cada vez que una de ellas parpadeaba, el sendero bajo sus pies cambiaba sutilmente, como si se retorciera o alargara.

James, por su parte, se esforzaba por seguir el ritmo, sintiendo cómo el vacío a su alrededor parecía palpitar con cada movimiento. Había algo inquietante en esa sensación, como si el suelo pudiera desaparecer en cualquier momento.

—¿Qué ves exactamente? —preguntó, su voz rompiendo el silencio con un tono que intentaba ser despreocupado.

Regulus no respondió de inmediato. Sus ojos grises recorrían el techo, conectando puntos invisibles entre las estrellas. Había un patrón, uno que solo él parecía captar, pero que lo guiaba con una precisión inquebrantable.

—Un mapa —dijo finalmente—. Las estrellas forman líneas que nos muestran dónde está el camino. Pero cambian rápido. Hay que moverse antes de que lo hagan de nuevo.

James apretó un poco más la mano que lo sostenía. —Eso suena... divertido.

El Slytherin soltó un suspiro, aunque una leve sonrisa tironeó de la comisura de sus labios. —Definitivamente no es la palabra que usaría. Ahora, paso a la derecha. Cuidado, el borde está cerca.

James obedeció, pero al dar el paso, sintió cómo el suelo parecía inclinarse bajo su pie. Su cuerpo se tambaleó, y por un instante creyó que caería al abismo que lo rodeaba. Pero antes de que pudiera perder el equilibrio, Regulus lo sostuvo con fuerza, tirando de él hacia atrás.

—Te dije que no te dejaría caer —murmuró el Slytherin, su voz cargada de una calma que no coincidía con el temblor que aún recorría el cuerpo de James.

El de cabello oscuro tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza. —Sí, bueno... no hace falta probarlo otra vez.

Regulus le dirigió una mirada fugaz antes de continuar avanzando. Sus pasos eran cuidadosos, pero también seguros, como si el vacío no tuviera ningún poder sobre él. Y aunque James aún no entendía cómo el Slytherin podía moverse con tanta facilidad en aquel entorno, decidió dejar de cuestionarlo.

Paso a paso, los dos continuaron avanzando. Regulus seguía dando instrucciones, a veces con un tono más suave, casi tranquilizador, como si supiera que James lo necesitaba. En otros momentos, su voz era más firme, exigiendo precisión y control.

—Vamos bien —dijo Regulus tras unos minutos, su tono cargado de una confianza que logró calmar a James, al menos un poco—. Solo unos metros más.

—¿Y luego qué? —preguntó James, intentando ignorar el hecho de que el vacío parecía aún más profundo a su alrededor.

Regulus no respondió de inmediato. En lugar de eso, apretó ligeramente la mano de James, un gesto pequeño, pero lleno de significado.

—Luego... llegamos juntos.

—Sabes, es curioso el hecho de que siempre acabo vulnerable en las misiones que tengo contigo, la primera resulte herido y tuviste que cuidarme hasta cierto punto, en esta estoy relativamente ciego y nuevamente tienes que cuidarme, es raro —atino a decir el merodeador mientras seguía las instrucciones del menor.

Regulus no respondió de inmediato. Su mirada permanecía fija en las estrellas del techo, analizando los patrones cambiantes con una intensidad que parecía casi sobrenatural. Sin embargo, su agarre sobre la mano de James se mantuvo firme, como si la conexión física entre ambos fuera tan importante como cualquier palabra que pudiera decir.

—Tal vez el universo tiene algo en tu contra —murmuró finalmente, su tono cargado de una ironía sutil que no escapó al merodeador.

James soltó una risa ligera, aunque rápidamente volvió a concentrarse en no tropezar. —O tal vez está intentando decirme que debería dejar de aceptar misiones contigo.

El menor de los Black dejó escapar un suspiro. —Podría ser. Pero entonces, ¿qué harías sin mí para salvarte? —replicó, sin apartar la vista de las estrellas. Su tono no era burlón, pero había una cierta provocación en sus palabras.

—Tendría que arreglármelas solo, como siempre he hecho. —La respuesta de James fue inmediata, casi automática, pero el peso de su tono lo traicionó. Hubo un momento de silencio que se alargó demasiado, y Regulus sintió la necesidad de decir algo más.

—No parece que lo estés haciendo tan mal hasta ahora. —Había un matiz más suave en su voz, uno que James no esperaba. Aquel comentario no era condescendiente, sino casi... ¿admirativo?

—¿Eso fue un cumplido, Reggie? —preguntó James, alzando una ceja, aunque no podía verlo.

Regulus no respondió de inmediato. En cambio, tiró suavemente de la mano del merodeador, guiándolo un paso más hacia la izquierda. El sendero se había vuelto más estrecho, casi como si intentara ponerlos a prueba.

—Solo observa dónde pones los pies, James —fue todo lo que dijo, pero James pudo percibir el leve calor que subió a su rostro, aunque Regulus lo negara hasta el fin de los tiempos.

La tensión del momento se disipó un poco cuando James decidió romper el silencio de nuevo. —Entonces, ¿qué se siente ser mi niñera por segunda vez? Porque debo admitir que no eres tan malo en el papel.

Regulus se detuvo un instante, girando ligeramente la cabeza hacia él. Los ojos grises del Slytherin brillaban con la luz de las estrellas, dándole una expresión más profunda de lo que James estaba preparado para enfrentar en ese momento agradeció estar ciego.

—No me importa cuidarte, si eso significa que saldremos de aquí con vida —respondió con una sinceridad que tomó por sorpresa al merodeador.

James sintió un nudo en la garganta, pero decidió no profundizar en aquello. En su lugar, ajustó el agarre de la mano de Regulus, como si con ese gesto pudiera transmitir algo que las palabras no lograban.

—Pues espero que no te acostumbres —bromeó finalmente, intentando recuperar su habitual tono ligero. —No me gustaría que tu reputación de Black sin emociones quedara arruinada.

Regulus dejó escapar una risa muy suave, una que apenas era audible, pero suficiente para que James supiera que había logrado su objetivo.

—Tienes razón. No querría que alguien pensara que soy blando contigo —replicó, retomando el ritmo. Su voz seguía cargada de esa mezcla única de seriedad y algo más, algo que James aún no podía nombrar.

—¿Solo conmigo?

—No me hagas soltar tu mano aqui, James.

—Solo quería volverte a escuchar decir eso —admitió con una ligera risa, que ocultaba la emoción que el merodeador sentía ante aquella confesión, y no era el único que estaba así. 

El camino pareció ensancharse de repente, como si las estrellas en el techo les hubieran concedido una tregua. Regulus se detuvo, sus ojos grises escaneando el próximo tramo del sendero, que ahora parecía más recto pero aún inestable.

—¿Estamos cerca? —preguntó James, esperando ansiosamente cualquier indicio de que la prueba estaba por terminar.

—Queda un último tramo —respondió el Slytherin, soltando suavemente la mano de James para señalar hacia adelante—. Pero tendrás que confiar completamente en mí ahora.

James frunció el ceño, inseguro. —¿Más de lo que ya lo estoy haciendo? ¿Qué sigue, caminar sobre el aire?

Regulus no lo miró, pero su tono dejó claro que hablaba en serio. —Algo así.

El Gryffindor inhaló profundamente, reuniendo valor mientras escuchaba a Regulus comenzar a describir el próximo tramo del camino. Había algo en su voz que lo tranquilizaba, una certeza que no podía explicar. Y aunque la idea de confiar ciegamente en él seguía siendo aterradora, el de anteojos decidió que no tenía otra opción.

James se mantuvo inmóvil por un momento, procesando lo que Regulus acababa de decir. El silencio entre ellos parecía envolverlos como el vacío que los rodeaba, cargado de algo que James no podía identificar del todo. Finalmente, tomó aire y apretó los labios, preparándose mentalmente para lo que venía.

—De acuerdo, Reggie, dime qué hacer. —Su tono era firme, aunque dentro de él una pequeña parte seguía gritando que aquello era una locura, por primera vez estaba asustado desde que no pudo distinguir ni su propia nariz, pero el mostrarse con temor no era algo de él.

Regulus volvió a levantar la vista hacia el techo, sus ojos grises moviéndose con precisión mientras estudiaba el patrón de estrellas. Su expresión era concentrada, casi serena, como si el caos y la incertidumbre a su alrededor no pudieran tocarlo.

—El sendero se desvanece aquí, pero sigue adelante si sabes cómo buscarlo. Hay plataformas invisibles que sólo aparecen bajo las estrellas correctas. —Regulus se volvió hacia James, quien había levantado la cabeza como si pudiera ver lo que él estaba describiendo, a pesar de la aparente ceguera.

—¿Plataformas invisibles? ¿Y cómo se supone que voy a buscarlas si ni siquiera puedo ver dónde estoy? —protestó el de cabello oscuro, cruzando los brazos con una mezcla de incredulidad y exasperación.

Regulus se acercó y tomó una de las manos de James, ignorando deliberadamente su tono. —Es por eso que necesitas escucharme. Pondrás un pie frente al otro, lento, con cuidado, y yo te diré cuándo moverte y dónde. Si sigues mi voz, estarás bien.

El Gryffindor soltó una risa nerviosa. —Oh, claro, qué fácil suena. No me digas que lo probaste en tu tiempo libre.

James...

—Perdon, simplemente estoy nervioso.

—Lo se, Sirius antes decía que eso era algo graciosos de ti —respondió el menor de los Black con una sonrisa en su rostro.

—¿Qué? —Cuestiono el Gryffindor.

—El que eres más sarcástico estando nervioso —dijó con total tranquilidad para luego agregar. —Es técnicamente lo mismo que antes, confía en mí voz y en mi, esto es como incrementar la dificultad para quien conserva la visión.

Con una última mirada al techo, Regulus dio las primeras instrucciones. —Adelante, medio paso. No te apresures.

James siguió la indicación con un pie tembloroso que parecía no querer despegarse del suelo. Cuando no sintió que caía al vacío, dejó salir un suspiro aliviado.

—Bien. Ahora mueve tu pie izquierdo un poco más a la izquierda. Hay una estrella que señala el lugar exacto.

El Gryffindor lo hizo, aunque sus movimientos seguían siendo cautelosos. La sensación de estar suspendido sobre la nada era aterradora, pero había algo en la voz de Regulus que lo mantenía enfocado.

Poco a poco, paso a paso, avanzaron a lo largo del sendero invisible. A medida que James seguía las instrucciones de Regulus, comenzaba a notar algo: la manera en que el Slytherin hablaba, la precisión con la que lo guiaba. No había dudas en su tono, y eso era lo que le daba confianza para seguir adelante.

—Eres increíblemente bueno en esto, ¿lo sabías? —comentó James, intentando aliviar la tensión que aún sentía.

Regulus dejó escapar una risa breve, seca. —¿Guía de Gryffindors ciegos? No sabía que era un talento necesario.

James sonrió. —No, en serio. Esto... no es fácil para mí, pero tú lo haces parecer menos imposible.

—¿No es fácil para ti confiar? —pregunto el Slytherin incrédulo.

—Cuando confías en alguien le entregas la posibilidad de destruirte en sus manos, le estás dando todo para que lo haga sin problemas, mi madre me enseñó a ser amigo de las personas, pero solo a confiar en pocas —respondio con fingida calma. —No es que no confíe en ti, simplemente me es difícil estar en este tipo de situaciones.

—En la cueva parecías sobrellevarlo bien. 

—Era diferente, ahí simplemente estaba herido, tenía autonomía sobre mí mismo, y conocimiento de mi entorno y de qué hacer, aquí literalmente voy a ciegas, no tengo conocimiento de nada, ni siquiera de mí mismo, es frustrante, pero tú lo haces más llevadero con la seguridad que tienes.

Regulus lo miró por un instante, aunque sabía que James no podía verlo. Había algo en sus palabras que le resonaba profundamente, como si, sin darse cuenta, hubiera tocado una fibra oculta.

—Esa seguridad que dices que tengo... no siempre está ahí. —La confesión salió de los labios del Slytherin antes de que pudiera detenerse, y al instante deseó haberlo pensado mejor.

James alzó una ceja, su expresión de sorpresa apenas contenida. —¿Ah, sí? Porque hasta ahora pareces tener todo bajo control.

—Es diferente aquí. —Regulus hizo una pausa, mirando nuevamente las estrellas del techo, su voz más baja, casi como si hablara consigo mismo. —Cuando no puedes confiar en nadie más, aprendes a confiar en ti mismo. Esa es mi base, mi seguridad. Pero no significa que no tenga dudas.

James inclinó la cabeza ligeramente, como si intentara leer el tono de Regulus más allá de sus palabras. Había algo inusual en el Slytherin, algo vulnerable que no había esperado ver.

—Bueno, déjame decirte que, para alguien lleno de dudas, haces un trabajo excelente ocultándolas. —El Gryffindor intentó aligerar el ambiente con una broma, pero su voz era genuina.

Regulus dejó escapar un suspiro casi imperceptible. —Gracias, supongo. Ahora sigue avanzando, queda poco para salir de esta parte del sendero.

James dio un paso al frente, moviéndose con más confianza ahora que las palabras de Regulus le daban algo a lo que aferrarse. Cada instrucción era clara, precisa, y aunque seguía siendo una experiencia angustiante, ya no sentía el mismo peso en el pecho.

—¿Sabes? Creo que podrías ser un buen guía para Gryffindors nerviosos. —Sonrió, aunque nuevamente sabía que el otro no podía verlo por lo concentrado que estaba en el camino de estrellas.

Regulus soltó una breve risa seca. —Dudo que haya una gran demanda para eso, James.

El Gryffindor avanzó otro paso y de repente sintió el equilibrio tambalearse bajo sus pies. Por instinto, estiró un brazo hacia adelante, pero en lugar de encontrar vacío, sintió el agarre firme de la mano de Regulus en su muñeca.

—Parece que quieres caerte de aldrede —La voz del Slytherin era seria, pero también había una suavidad en ella que James no pudo ignorar.

El Gryffindor asintió lentamente, su respiración aún algo agitada. —Perdón. Es solo que... estoy acostumbrado a hacer las cosas por mí mismo. No a depender de alguien más.

—A veces es necesario. —Regulus apretó ligeramente su agarre antes de soltarlo. —Todos necesitamos apoyo en algún momento, aunque no nos guste admitirlo.

James dio otro paso, esta vez más firme, y dejó escapar una risa breve. —Tú sí que eres un misterio, Regulus Black.

—Y tú un dolor de cabeza. Ahora sigue avanzando. —Aunque las palabras eran cortantes, había algo en su tono que las hacía sonar casi afectuosas.

El camino continuó por unos metros más, cada vez más recto y menos incierto. Finalmente, Regulus se detuvo y observó el final del sendero, donde una plataforma sólida los esperaba.

—Estamos aquí. Da un último paso al frente.

James obedeció, y en cuanto sus pies tocaron el suelo firme, dejó escapar un suspiro de alivio.

—Gracias —dijo con sinceridad, cuando de pronto su vista volvió poco a poco, como si aquello que lo había cegado en un inicio desapareciera.

Regulus al ver los ojos de James se dio cuenta de que ya podía ver normalmente al notar que aquel brillo característico regresaba a su mirada, pues durante todo el camino los ojos caramelos se miraban opacos, como si una manta los estuviera cubriendo.

—Merlin, ya no me voy a quejar de mi miopía, por lo menos distingo colores.

Aquella frase hizo reír a la serpiente quien todavía no había separado su mano de la de James.

Regulus dejó escapar una risa suave, algo que James no había escuchado con frecuencia de él, pero que encontró sorprendentemente natural. Cuando el Slytherin se dio cuenta de que aún sostenía su mano, la retiró rápidamente, como si quemara, y cruzó los brazos con un gesto deliberado.

—Bueno, no es algo para lo que puedas prepararte. Pero sobreviviste, James. Deberías sentirte orgulloso.

James sonrió, aliviado de que la tensión comenzara a disiparse. —Oh, claro. Un Gryffindor siempre sobrevive. Pero tengo que admitir que la compañía hizo toda la diferencia.

Regulus rodó los ojos, pero había una leve curva en sus labios que delataba que no estaba realmente molesto. —Supongo que estarías en el fondo del vacío ahora mismo si no fuera por mí.

—Eso es seguro. —James le lanzó una mirada cálida, antes de alzar las cejas en una expresión más juguetona. —Y, por supuesto, no me dejarías olvidarlo nunca.

—¿Por qué debería? —respondió el menor de los Black con un destello divertido en los ojos grises. —Es un recordatorio perfecto de quién realmente sabe lo que hace aquí.

El de ojos caramelo se echó a reír, sacudiendo la cabeza. —Lo admito, eres un buen guía. Pero, ¿puedes manejar todo esto sin perder la paciencia?

Regulus alzó una ceja, simulando estar ofendido. —¿Acaso parezco alguien que pierde la paciencia fácilmente?

James hizo un gesto con la mano, como si estuviera evaluándolo. —Digamos que tienes tus momentos.

El Slytherin dejó escapar una risa seca. —Y tú eres un caso perdido, James. Pero debo admitir que no fue tan malo trabajar contigo... esta vez.

La sonrisa de James se suavizó, y durante un momento, ambos se quedaron en silencio, el eco de sus pasos y palabras disipándose en el aire. La plataforma sólida bajo ellos parecía más segura que cualquier cosa que hubieran experimentado en el desafío, pero había algo en esa breve conexión que se sentía igualmente estable.

—Gracias, Regulus. —La voz de James era genuina, su mirada fija en los ojos grises del otro.

El menor de los Black asintió, desviando la mirada rápidamente. —No lo menciones.

Sin decir más, Regulus comenzó a avanzar hacia la siguiente fase de la misión, pero James lo siguió de cerca, con una sonrisa más amplia que antes. Habían superado más que un desafío: habían aprendido a confiar, aunque fuera solo un poco más.

—Ahí está —murmuró el menor de los Black, apartándose de James para avanzar hacia el objeto.

James lo siguió, manteniéndose ligeramente atrás, observando cómo la luz del collar parecía reflejarse en los rasgos afilados de Regulus. Había algo casi solemne en la forma en que el Slytherin se acercó al pedestal, como si fuera consciente de la importancia de lo que estaban a punto de reclamar.

—Es hermoso —dijo James, su voz casi un susurro, mientras observaba la joya brillar.

Regulus asintió lentamente, extendiendo una mano con cautela hacia el collar. Su dedo rozó la plata, y una oleada de energía cálida recorrió la sala. Las estrellas en el techo titilaron con más intensidad, formando un patrón nuevo, como si estuvieran celebrando el final de su travesía.

—Esto es todo —murmuró Regulus, levantando el collar con cuidado. Al hacerlo, una sensación de alivio y logro lo envolvió, como si el peso de las pruebas hubiera desaparecido.

James se acercó, inclinándose para observarlo de cerca. —No puedo creer que lo lográramos. Bueno, tú lo lograste. Si hubiera estado solo, probablemente estaría cayendo en algún vacío infinito.

Regulus dejó escapar una risa suave, su mirada no apartándose del collar. —No, James. Esto lo hicimos juntos.

James se quedó en silencio, sorprendido por la sinceridad en el tono del Slytherin. Su nombre en los labios de Regulus no era algo común, y escucharlo en ese momento lo llenó de una calidez inesperada.

El sonido de la sala comenzó a cambiar, un murmullo de estrellas en movimiento y una leve brisa anunciaban que el camino de regreso se estaba formando. Regulus se giró hacia James, el collar en mano, y extendió el brazo para indicarle que lo siguiera.

—Es hora de regresar —dijo, con una firmeza que no dejaba espacio para dudas.

James asintió, una pequeña sonrisa en su rostro. Había algo en la determinación del Slytherin que siempre lo hacía sentir seguro.

Mientras caminaban hacia el portal que había aparecido al fondo, las estrellas en el techo parecían seguirlos, como testigos silenciosos de su triunfo. Sin embargo, la sensación que compartían en ese momento no era solo la de haber superado un reto. Había algo más, algo que ninguno de los dos estaba listo para poner en palabras.

El portal los dejó en el interior de un pasillo familiar del castillo, iluminado tenuemente por antorchas mágicas. James parpadeó un par de veces, reajustándose a la atmósfera cálida y sólida del lugar después de tanto tiempo en la inestabilidad del vacío.

Regulus caminó con paso seguro, todavía sosteniendo el Collar de las Estrellas en una mano, mientras la otra descansaba relajadamente junto a su cuerpo. Sin embargo, su postura mantenía ese aire contenido, como si no quisiera mostrar que el desafío había sido tan extenuante para él como para James.

—Por fin tierra firme —comentó el de ojos caramelo con una risa ligera, estirándose exageradamente. —Creí que no iba a volver a sentir algo tan sencillo como el suelo bajo mis pies.

El Slytherin lo miró de reojo, sus labios curvándose apenas en una sonrisa que trató de esconder. —Al menos ahora sabes lo que es confiar en alguien más para mantenerte de pie.

James dejó escapar una carcajada. —¿Y eso que se supone que significa? ¿Una lección de humildad?

—Quizás —respondió Regulus con un tono enigmático, su mirada regresando al collar que llevaba consigo.

A medida que el camino en el castillo se alargaba, la atmósfera a su alrededor parecía más tranquila, como si el reto del Collar de las Estrellas hubiera dejado atrás una tensión invisible. James caminaba a su lado, los pasos más ligeros que antes, y el silencio entre ellos ahora era diferente, mucho más cómodo, como si no necesitaran palabras para entenderse.

Regulus, con una ligera sonrisa en los labios, observaba de reojo al Gryffindor, notando cómo su postura parecía más relajada, como si el peso de las sombras que había cargado durante la misión se hubiera disipado. Era curioso, pensó Regulus, cómo la presencia de James, tan sólida y confiable, parecía ser su ancla.

—¿Te sientes mejor? —preguntó el de ojos grises, sin despegar los ojos del sendero.

James asintió, pero algo en su mirada cambió, como si una emoción contenida comenzara a manifestarse.

—Sí, mucho. Gracias, Reggie —respondió con una sonrisa sincera, esa sonrisa tranquila que Regulus ya empezaba a reconocer.

De repente, el Slytherin dio un paso más cerca de él, sin pensarlo.

—Siempre será un placer ayudarte, Bambi —dijo con una voz suave, más cálida de lo que pretendía, pero su mirada, aquella que tenía tan cargada de significado, decía todo lo que no podía expresar.

—¿Bambi? —pregunto con una sonrisa en el rostro.

—Ayer se burlaron de ti con ese apodo, a mí me pareció inofensivo. —Respondió alzando los hombros despreocupado.

El mayor soltó una ligera risa, su mirada divertida, aunque algo más suave de lo que usualmente era. Esa suavidad que ahora también se reflejaba en su voz.

—¿Inofensivo? No sé si estoy más ofendido por el apodo o por el hecho de que lo uses en serio. —James dijo esto con un tono juguetón, pero sin perder la serenidad que siempre lo caracterizaba. A pesar de la broma, algo en su interior había empezado a calar hondo, algo que no era solo diversión, sino una sensación de cercanía que antes no había estado allí.

Regulus, por su parte, mantuvo la mirada fija en él. El apodo había sido más una forma de romper el hielo, una excusa para acercarse sin pensarlo demasiado. Sin embargo, al ver la expresión del de ojos caramelo, esa mezcla entre sorpresa y diversión, se dio cuenta de que, aunque en principio había sido una broma, había algo más que no podía ignorar.

—No te preocupes, no te vuelvo a llamar así si no quieres —respondió con una ligera sonrisa en los labios, un toque de sinceridad detrás de la broma. Sus ojos seguían fijos en el contrario, como si esperara una reacción más profunda, una que no fuera solo la superficial que solían compartir en sus interacciones cotidianas.

El Gryffindor lo miró en silencio por un momento, percibiendo la suavidad detrás de las palabras, la forma en que Regulus había utilizado el apodo sin realmente forzarlo. Algo había cambiado, y él no podía ignorarlo. Su respiración se detuvo por un breve instante, la tensión entre ellos se volvía palpable, como si todo lo que habían compartido hasta ese momento hubiera sido solo el preludio de algo más.

—Lo acepto, solo si viene de ti. —James dijo finalmente, su tono más bajo, pero sin perder esa calma que lo hacía tan característico. Dio un paso hacia Regulus, el espacio entre ellos ya casi inexistente. Miró a los ojos al Slytherin, y por primera vez, esa barrera que había mantenido entre ellos comenzó a desvanecerse. —Me gusta cómo suena, de todos modos.

El menor, sorprendido por la respuesta, no pudo evitar un leve cambio en su expresión, algo que rozaba con la vulnerabilidad. Como si hubiera sido más sincero de lo que esperaba. Pero al instante siguiente, su postura se relajó, y una sonrisa más amplia apareció en su rostro.

—Bien, usare "Bambi", para molestarte entonces. —Regulus asintió, como si lo hubiera decidido de forma definitiva, como si el apodo fuera ahora una pequeña victoria compartida.

La noche seguía siendo tranquila, el aire frío envolvía el castillo mientras ellos caminaban juntos. La sensación de cercanía entre ambos aumentaba a cada paso, y aunque ninguno de los dos lo dijera en voz alta, había una comprensión tácita, una que se hacía más fuerte con cada mirada compartida.

De repente, sin que James lo viera venir, Regulus se adelantó ligeramente, colocando su mano de manera suave pero firme sobre el brazo de James, un gesto tan natural que hizo que el Gryffindor detuviera su caminar. Por un segundo, sus ojos se encontraron, y todo lo demás quedó en silencio, como si el mundo entero se hubiera detenido solo para ellos.

Durante estos días habían cargado con la tención palpable, estos días habían sido guerras de corazón a corazón, y nuevamente el gris nublado y el café caramelo mantenían una batallada llena de sentimientos.

Curiosamente, esa noche el cielo lucía una luna Cheshire, con su brillo plateado iluminando las pocas nubes dispersas. Un reflejo suave de aquella luz hacía que el collar en las manos de Regulus pareciera brillar con una intensidad propia, como si las estrellas atrapadas en él susurraran algo que solo él podía escuchar.

El Slytherin extendió el collar hacia James, con la mirada fija en los ojos color caramelo del Gryffindor.

—Toma el collar —murmuró, su voz cargada de una emoción que ni siquiera él lograba identificar del todo.

James alzó una ceja, confundido por el tono y el gesto. Acarició el colgante con los dedos, pero negó suavemente con la cabeza.

—¿Por qué? Es algo que conseguimos juntos, Reggie. Tú deberías quedártelo. —El tono de James era genuino, como si realmente creyera que el objeto no podía pertenecerle solo a él.

Regulus entrecerró los ojos, con una mezcla de exasperación y algo más profundo que no estaba dispuesto a verbalizar.

Jamie, quedatelo —insistió, su voz más baja esta vez, casi un susurro.

James dejó escapar una ligera risa, aunque no había burla en ella, solo sorpresa.

Reggie, no.

El Slytherin soltó un suspiro fingido, como si aceptara la "derrota". Pero antes de que James pudiera reaccionar, Regulus dio un paso hacia adelante y lo envolvió en un abrazo firme, casi desesperado, como si temiera que cualquier distancia entre ellos fuera demasiado. Sus brazos se acomodaron con facilidad alrededor del cuello del Gryffindor, el peso de aquel contacto más significativo de lo que ambos estaban dispuestos a admitir.

Por un momento, James quedó inmóvil, sorprendido por el gesto. Sin embargo, pronto una sonrisa ligera curvó sus labios mientras sus manos se posaban en la cintura del Slytherin, con una delicadeza que parecía casi antinatural para alguien tan físico como él.

—¿Qué te pasa, Reg? ¿La misión te afectó demasiado? —bromeó en un intento de romper la tensión, aunque su voz salió más suave de lo que esperaba.

—Quizá. —La respuesta de Regulus fue breve, pero contenía un dejo de verdad que James no pudo ignorar. Entonces, con una sonrisa que el de lentes no alcanzó a ver, añadió en un tono más bajo—. Es probable que me arrepienta luego.

El Gryffindor inclinó la cabeza, tratando de captar el significado detrás de esas palabras.

—¿De abrazarme? —preguntó, su tono mitad juguetón, mitad curioso.

—No. —El susurro de Regulus fue casi inaudible.

—Entonces... ¿de qué te vas a arrepentir? —insistió el castaño, intrigado.

El de rizos levantó la cabeza, sus ojos grises encontrando los de James con una intensidad que dejó al Gryffindor sin palabras. Había algo nuevo en esa mirada, algo que James no había visto antes, o tal vez algo que siempre había estado allí pero que solo ahora comprendía. El Slytherin inclinó su rostro ligeramente, reduciendo la distancia entre ambos de manera deliberada, pero sin brusquedad.

—De esto. —Fue lo único que dijo antes de cerrar los ojos y presionar sus labios suavemente contra los de James.

El beso fue breve, casi casto, pero lleno de significado. El menor lo hizo con una precisión y un cuidado que contrastaban con la fuerza de las emociones que lo habían llevado a ello. Por su parte, el león permaneció inmóvil, demasiado sorprendido como para reaccionar. El mundo pareció detenerse, y todo lo que existía era el toque de sus labios y el calor compartido en ese instante.

Cuando James comenzó a procesar lo que estaba ocurriendo, Regulus aprovechó ese momento de desconcierto para deslizar el collar de las estrellas en el cuello del Gryffindor, ajustándolo con calma mientras el beso aún los mantenía conectados. Cuando finalmente se separaron, sus frentes quedaron juntas, ambos con los ojos cerrados, atrapados en una especie de ensoñación compartida.

La serpiente fue el primero en abrir los ojos, aunque tardó un momento en encontrar las palabras.

—No sé por qué hice eso... —admitió en un susurro, su voz cargada de una mezcla de confusión y sinceridad.

El Slytherin retrocedió apenas un poco, su expresión cohibida. Por primera vez en mucho tiempo, parecía vulnerable, sus pensamientos desbordándose mientras intentaba encontrar una lógica que justificara su acción. Podría culpar al impulso, al carisma inherente de James, o incluso al cansancio de la misión. Pero sabía que nada de eso era una explicación suficiente.

James, en cambio, permaneció en silencio, su mirada fija en Regulus mientras una sonrisa pequeña pero genuina empezaba a formarse en sus labios.

—No sé por qué lo hiciste tampoco, pero... gracias —dijo finalmente, su tono tan sereno y sincero que el menor no pudo evitar mirarlo con algo parecido a la esperanza. —Vamos, te dejaré en las mazmorras, ya es tarde —el Slytherin asintió ante lo dicho y siguió al Gryffindor por los pasillos, a veces cruzando algunos pasajes que parecía conocer de memoria.

La noche tuvo una conclusión dulce, algo que seguramente mañana se cuestionaron los dos elegidos, pues algo que el pergamino no les había dicho a las parejas era que aquellas joyas mágicas hacían relucir los sentimientos de quien lo tuviera en su poder, pero es algo insignificante según Don.

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