
XXI La Inaguración
Narrador omnisciente
El de ojos grises no dejaba de mirar su figura en el espejo, pues le parecía ridículo el traje que debía llevar. Cada costura era un recordatorio de la opresión familiar que tanto despreciaba.
—No hagas esas caras, Sirius, la carta dice que tienes que ir formal, sin nada de cuero ni de cosas muggle —le dijo el de cicatrices, apoyado contra la pared con los brazos cruzados. Su tono era mitad burla, mitad reproche.
Sirius se ajustó la chaqueta negra con fastidio, tirando del cuello incómodo.
—Podrían ahorcarme con esta corbata y ni me daría cuenta —bufó, pasándose una mano por el cabello para despeinarse más de lo que ya estaba.
—Sí, te verías genial en las portadas del periódico —añadió James, entrando en la habitación con su sonrisa de siempre. —"El rebelde de la nobleza que murió sofocado por sus propias tradiciones".
Peter, que le seguía, se rió por lo bajo, observando cómo su amigo luchaba con los puños de la camisa.
—Yo te había dicho que no te pusieras tan elegante. Nadie notaría si te escapas y vuelves con algo más... tú —dijo el más pequeño, casi susurrando como si fuera un secreto entre ellos.
Lily, que había estado observando a Sirius en silencio durante unos segundos, suspiró. Notó el leve temblor en las manos de su amigo mientras ajustaba los puños de la camisa, su mandíbula tensa.
—Sabes que no tienes que... —empezó, pero el Black la interrumpió rápidamente.
—No. Sí, lo sé. Pero esta noche no es una de esas veces —murmuró, la frustración en su voz evidente. Giró de nuevo hacia el espejo, la mirada gris ahora reflejaba algo más que desprecio; era agotamiento, pura exasperación por todo lo que significaba esa noche.
—No importa cuánto trate de evitarlo, siempre termina igual —continuó, más para sí mismo que para los otros. —Ellos ganan. Siempre lo hacen.
—Esta noche no es sobre ellos, Estrellita —intentó James, tratando de sonar alentador, aunque sus palabras parecían flotar en el aire, sin llegar realmente a calmar el nerviosismo de su amigo.
—Claro que lo es —replicó el de rizos con un tono amargo, su mirada clavada en su reflejo. —Siempre se trata de ellos. Las expectativas, las miradas, las palabras que no se dicen pero que están ahí... Es como si no importara cuánto trate de alejarme, siempre me arrastran de vuelta.
Un silencio incómodo llenó la habitación por un momento. Remus frunció el ceño, sabiendo que lo que menos necesitaba Sirius ahora era un sermón o una burla más. James, notando la tensión, intentó aliviarla de la única manera que sabía.
—Bueno, al menos no te obligaron a llevar la túnica de gala de tu abuelo. Dicen que tenía hombreras tan grandes que podías usarlas como una carpa de campaña —bromeó, esperando arrancar una sonrisa.
Peter se rió, aunque la risa fue un poco más tenue esta vez. Sirius dejó escapar una exhalación que pudo haber sido una risa sofocada, pero sus ojos seguían tensos.
—No sé si me estoy preparando para una fiesta o para mi ejecución —susurró, dejando caer los brazos a los lados. —Pero si alguno de ustedes tiene una salida de emergencia, este es el momento.
Remus intercambió una mirada rápida con James y Peter antes de hablar, pues su amigo no tiene que saber que tienen un plan para sacarlo de ahí cuando las cosas vayan mal.
—Solo sigue recordando que no estás solo en esto —dijo el licantropo suavemente. —No importa lo que ellos piensen, tú siempre tendrás una opción, incluso si ahora parece que no la tienes.
Sirius mantuvo la vista en el espejo un segundo más, como si las palabras de Remus estuvieran luchando por penetrar la barrera de su propia frustración y ansiedad. Finalmente, asintió lentamente, pero aún no parecía del todo convencido.
—Eso espero, Moony —respondió en voz baja. —Eso espero.
...
—Había olvidado cuando odio estar aquí —mencionó Sirius con cierto fastidio cuando apareció en la puerta de aquella gran y espeluznante mansión.
Barty quien estaba a su izquierda simplemente elevó sus hombros —Sigue siendo igual de aburrida que la última vez que vine.
—Los dos, dejen de quejarse, tendremos que estar cinco o seis horas ahí adentro así que intenten fingir que no los obligaron a punta de varita —la voz de Lucius se escuchó tras ellos, el tono era serio pero como los sangre puras que eran -aunque algunos quisieran no aceptarlo- pudieron notar la incomodidad de Lucius.
—Entren, no se queden ahí —Regulus paso al lado de ellos sin siquiera mirarlos, estaba ansioso, era el regreso de su hermano después de años sin verle en las reuniones, no quería que está fiesta arruinara su actual convivencia.
Mientras los cuatro avanzaban hacia la entrada principal, el aire parecía volverse más pesado. La puerta de la mansión de los Lestrange se abrió con un crujido, como si anunciara la llegada de los Black, Malfoy y Crouch. El de ojos grises no pudo evitar notar cómo varias miradas se posaban en él de inmediato, algunas llenas de asombro, otras de desdén. No todos esperaban ver al heredero Black caminar entre la élite nuevamente, después de tantos años alejados de estas reuniones familiares.
—Parece que mi reputación sigue intacta —murmuró el de rizos, cruzando una mirada incómoda con su hermano.
El de ojos verdes soltó una pequeña carcajada, bajando la voz para que solo Sirius pudiera escucharle. —Pensé que esto sería más un circo, pero parece que solo están esperando verte caer.
Lucius, adelantándose, fue el primero en entrar completamente, pero antes de que los demás lo siguieran, el de cabellos negros, más joven que su hermano, se detuvo un segundo, mirando a Sirius de reojo.
—No lo arruines, por favor —susurró, aunque la tensión en su voz revelaba que no estaba solo preocupado por las apariencias. Sabía que las palabras de su hermano o cualquier gesto desafiante podían costarles caro. No solo a él, sino a toda su familia.
Dentro de la mansión, la atmósfera era tan sofocante como la que se respiraba afuera. Nicolas Avery fue el primero en acercarse, con una sonrisa que parecía más una mueca de superioridad que una bienvenida genuina.
—Black, Malfoy, Crouch. Me preguntaba cuándo decidirían hacer su entrada triunfal —dijo con sorna, su mirada evaluando a cada uno de ellos como si fueran piezas de ajedrez. Pero fue al de rizos a quien dedicó una atención especial. —Y mira nada más, si no es el famoso traidor.
El de ojos grises sintió el peso de todas las miradas, pero, con una sonrisa cínica, respondió.
—Debí imaginar que esto sería una reunión de payasos —replicó, mientras mantenía su mirada firme. No tenía intención de retroceder ni un centímetro.
Regulus, que había estado a punto de replicar a Avery, optó por apretar los labios y evitar que la situación escalara. Su hermano, en cambio, parecía disfrutar tensando el ambiente.
—Siempre tan elocuente, Avery. Me sorprende que no te hayan dado un premio por ser el más insoportable de estas reuniones —añadió Sirius con una sonrisa que destilaba burla.
El platinado, que estaba apenas unos pasos delante de ellos, giró la cabeza con exasperación visible. —¿Puedes comportarte por al menos diez minutos? No es mucho pedir.
—¿Y perderme la diversión? Claro que no —respondió el de rizos, mientras cruzaba el la sección principal de la casa y observaba la multitud. Rostros familiares le devolvieron miradas cargadas de expectativas, pero también de rechazo. Sintió como si estuviera caminando en un campo minado, cada paso una oportunidad para detonar algún viejo resentimiento.
Barty, siempre dispuesto a añadir un toque de ligereza, se inclinó levemente hacia Sirius mientras ambos avanzaban. —Podría apostar que tienes una lista mental de quién será el primero en explotar. Mi dinero está en Bellatrix —comentó, alzando las cejas con teatralidad.
La mención de su prima hizo que el heredero Black entrecerrara los ojos, observando a la bruja de cabello oscuro que se movía como una serpiente entre los invitados. No había cambiado; su porte arrogante y sonrisa cruel seguían siendo exactamente como las recordaba.
—Un clásico, sin duda —murmuró Sirius antes de girar su atención hacia su hermano, que había adelantado el paso para intercambiar un saludo con uno de los Lestrange. Regulus parecía incómodo, pero se esforzaba por mantener las apariencias.
La voz de Bellatrix cortó el aire, dirigida hacia el grupo con la fuerza de un látigo. —¿Así que finalmente decides regresar a casa, Sirius? ¿O solo estás aquí para recordarnos por qué fuiste la decepción de la familia?
El de ojos grises no tardó en girarse hacia ella, mostrando una sonrisa despectiva. —Oh, Bella, qué amable de tu parte preocuparte. ¿No deberías estar ocupada intentando dominar el arte de caerle bien a alguien?
Un murmullo recorrió la sala, y el ambiente, que ya era denso, se volvió aún más opresivo. El menor de los Black apretó los puños, mirando a su hermano con una mezcla de preocupación y reproche.
Antes de que Bellatrix pudiera responder, Lucius dio un paso al frente, interrumpiendo con un tono tranquilo pero autoritario. —Estamos aquí por un motivo, no para intercambiar insultos familiares. Si quieren enfrentarse, háganlo en privado. Algunos de nosotros preferimos mantener las apariencias.
El de ojos azul grisáceo miró primero a Sirius y luego a Bellatrix, dejando claro que no tenía intenciones de permitir que arruinaran el evento. Aunque la incomodidad entre ellos no desapareció, la intervención de Lucius fue suficiente para que las tensiones se calmaran momentáneamente.
Sin embargo, Sirius sabía que no había terminado. Bellatrix, los Lestrange, Avery... todos estaban al acecho, esperando la oportunidad perfecta para atacar. El heredero Black lanzó una mirada fugaz a Regulus, como si quisiera asegurarse de que su hermano estuviera bien.
—Esto va a ser más largo de lo que pensaba —murmuró para sí mismo mientras buscaba un rincón estratégico desde donde pudiera observar todo el espectáculo.
...
La noche transcurrió entre varios alegatos, miradas cargadas de veneno y comentarios apenas disfrazados de cortesía. No sabía cómo, pero había logrado evitar a sus padres durante todo ese tiempo. El de ojos grises sentía una mezcla de alivio y agotamiento, como si cada conversación con un sangre pura fuera una batalla librada con sutileza.
Le agradecía, aunque no lo admitiría en voz alta, tanto al platinado como al de ojos verdes por no haberlo dejado solo ni un segundo. Podrían incluso parecer sus perros guardianes, dos doberman al acecho, listos para atacar si alguien osaba cruzar los límites. Lucius, siempre impecable en su porte, sabía cómo imponerse con solo un alzar de cejas, mientras que Barty, con su aire despreocupado, tenía una lengua afilada que podía desmontar a cualquier oponente con pocas palabras.
Sirius se permitió un breve respiro, apoyándose contra una de las columnas del salón principal. Desde allí podía observar el espectáculo: Bellatrix charlando animadamente con los Lestrange, su risa estridente llenando el aire como una campana desafinada; Avery y Nott discutiendo con arrogancia, como si sus opiniones fueran la ley; y su hermano, el de rizos oscuros, esforzándose por mantener las formas mientras interactuaba con los demás invitados.
—¿Estás bien? —La voz baja de Barty interrumpió sus pensamientos. El castaño había aparecido a su lado, sosteniendo una copa que no parecía haber tocado en toda la noche.
—Mejor de lo que esperaba, considerando que estoy en un nido de serpientes —respondió el heredero Black, con un tono cargado de sarcasmo.
—Podría ser peor. Podrías estar solo —comentó Barty con una media sonrisa, señalando con un leve movimiento de cabeza hacia Bellatrix.
—Tienes razón. Podría estar atrapado con Bella. —Sirius dejó escapar una carcajada seca, pero su mirada se desvió hacia su hermano, quien ahora conversaba con Rodolphus Lestrange. La incomodidad en la postura de Regulus era evidente, y por un momento Sirius sintió un leve pinchazo de culpa por haberlo arrastrado a ese ambiente.
Lucius apareció a su otro lado, tan elegante y sereno como siempre. —¿Qué están tramando ustedes dos? No quiero tener que mediar en ningún drama más esta noche.
—Solo planeábamos cómo sabotear la fiesta, ¿verdad, Crouch? —respondió Sirius con una sonrisa burlona.
—Claro. Aunque creo que el espectáculo ya está servido sin nuestra intervención —replicó el de ojos verdes, dirigiendo su atención hacia el centro del salón, donde Bellatrix alzaba la voz, claramente irritada por algo que había dicho Nott.
Lucius suspiró y apretó el puente de su nariz con elegancia estudiada. —Solo aguanta un poco más. En cuanto sea medianoche, podremos retirarnos sin que nadie pueda reprochárnoslo.
Sirius asintió, aunque su atención seguía en su hermano. Algo en la forma en que Regulus parecía encogerse ante los comentarios de Rodolphus lo inquietaba. Sin pensarlo demasiado, dejó su lugar junto a sus "guardianes" y avanzó hacia ellos.
—¿Todo bien por aquí? —preguntó con voz casual, aunque su mirada fija en Rodolphus decía otra cosa.
El mayor de los Lestrange sonrió con condescendencia. —Solo recordándole a tu hermano cuál es su lugar.
—Curioso, porque parece que el único fuera de lugar aquí eres tú —replicó el de ojos grises, con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.
El ambiente se tensó, y por un momento pareció que Rodolphus estaba a punto de responder, pero fue interrumpido por la voz cortante de Bellatrix. —¿Qué ocurre aquí?
Sirius no apartó la mirada de Rodolphus mientras respondía. —Nada que deba preocuparte, Bella. Solo una conversación entre "familia".
Regulus aprovechó el momento para moverse hacia su hermano, dejando a Rodolphus atrás. —Gracias —murmuró en voz baja.
—No me agradezcas todavía. Aún queda un par de horas más en este infierno —respondió Sirius, poniéndole una mano en el hombro y guiándolo de regreso hacia donde los esperaban Lucius y Barty.
—Es bueno volver a verte, Sirius. —Aquella voz era un golpe directo al estómago, una mezcla de hielo y burla que no había olvidado, aunque deseara hacerlo.
El Gryffindor se detuvo en seco, su cuerpo tenso como un resorte a punto de romperse. Se giró lentamente, con la mandíbula apretada y los ojos grises ardiendo con una mezcla de furia y desprecio. Allí estaba ella: Walburga Black, impecable como siempre, envuelta en un vestido negro que parecía absorber la poca luz del salón. Su sonrisa delgada y cruel le provocaba escalofríos.
—Madre —respondió con una voz cargada de sarcasmo, inclinando apenas la cabeza en un gesto que estaba lejos de ser respetuoso.
—Veo que aún recuerdas tus modales, aunque sean... limitados. —Walburga soltó una risa ligera, como si el mero hecho de que Sirius estuviera frente a ella fuera motivo de diversión.
—¿Qué quieres? —preguntó directamente, sin molestarse en ocultar su hostilidad.
—¿Qué quiero? —repitió ella, alzando una ceja con fingida sorpresa. Dio un paso hacia él, como si se tratara de un depredador acorralando a su presa. —Quiero saber qué siente mi hijo pródigo al regresar al lugar que juró odiar, al hogar que desprecia, a la familia que traicionó.
Sirius dejó escapar una carcajada seca, amarga. —¿Hogar? ¿Familia? No me hagas reír, madre. Este lugar nunca fue un hogar, y ustedes nunca fueron una familia. Solo un montón de personas amargadas jugando a ser importantes.
Walburga entrecerró los ojos, su sonrisa desvaneciéndose lentamente. —Y aun así, aquí estás. Siempre has sido un hipócrita, Sirius. Finges ser tan diferente, tan superior, pero en el fondo... —Se inclinó hacia él, bajando la voz— ...sigues siendo un Black.
Las palabras lo golpearon como un puñal, pero no dejó que ella viera la herida. En lugar de eso, sonrió con frialdad. —Tienes razón. Sigo siendo un Black. Lo que significa que aprendí de los mejores a sobrevivir entre serpientes.
El aire a su alrededor parecía más pesado, cargado de una tensión que ninguno de los dos estaba dispuesto a romper. Fue Barty, el de ojos verdes, quien apareció junto a Sirius en ese momento, como si hubiera sentido el cambio en el ambiente.
—¿Todo bien por aquí? —preguntó con su habitual tono despreocupado, pero sus ojos lanzaron una mirada calculadora a Walburga.
—Perfectamente, Crouch. Solo poniéndome al día con mi querida madre. —El de rizos no apartó la mirada de Walburga, su sonrisa burlona permaneciendo en su rostro como una máscara.
Walburga dirigió una mirada fría hacia Barty antes de volver a Sirius. —Disfruta de la fiesta, Sirius. Quizás sea la última vez que pisas este lugar.
Sin esperar respuesta, se giró y se alejó con la misma elegancia con la que había llegado.
Barty dejó escapar un silbido bajo. —Vaya, eso fue... incómodo.
—Eso fue una típica reunión familiar de los Black —respondió Sirius, tratando de aliviar la tensión con un comentario sarcástico, aunque su mandíbula seguía apretada.
El castaño lo miró por un momento, como si evaluara su estado. —¿Seguro que no quieres un trago?
—Seguro. Pero si tienes algo para incendiar este lugar, avísame. —El heredero Black se permitió una sonrisa tensa antes de girarse hacia el salón, decidido a no dejar que Walburga ganara.
Barty no insistió. Con un encogimiento de hombros, dejó que Sirius tomara el mando, pero se mantuvo cerca, observando con cautela. El Gryffindor retomó su camino entre la multitud, fingiendo que la breve interacción no le había afectado. Sin embargo, el ritmo de sus pasos, ligeramente más rígido, y el temblor casi imperceptible en sus manos traicionaban la fachada que había construido.
La noche avanzaba, pero el encuentro con su madre dejó una grieta que era difícil de ignorar. Sirius no podía evitar sentir su presencia, como una sombra constante, observándolo desde la distancia. Sabía que Walburga no necesitaba decir nada más; su mera existencia era suficiente para recordarle lo que había dejado atrás y lo que, en el fondo, todavía lo perseguía.
El de rizos se permitió una pausa junto a una de las enormes ventanas del salón principal, donde el aire fresco de la noche lograba colarse a pesar del ambiente sofocante. Desde allí, podía ver los jardines perfectamente recortados de la mansión, una visión que siempre había asociado con la asfixiante perfección que sus padres exigían.
—Te encontré. —La voz del platinado lo sacó de sus pensamientos. Lucius se acercó con una copa en la mano, elegante como siempre, pero con un leve fruncimiento en el ceño.
—¿No tienes otra reunión que dominar, Malfoy? —preguntó Sirius, cruzando los brazos y mirando hacia el jardín.
—Tienes una cara que podría espantar a un hipogrifo. Pensé que necesitabas algo de compañía... o un recordatorio de que no estás solo. —El heredero Malfoy le tendió la copa con un movimiento tranquilo.
Sirius lo miró con una mezcla de incredulidad y agradecimiento. —¿Siempre tan considerado?
—No quiero tener que recoger tus pedazos después, Black. —El más alto dejó la copa en una mesita cercana y se cruzó de brazos, estudiándolo.
Antes de que Sirius pudiera responder, otro intruso llegó a la escena.
—¿Se están escondiendo? —El menor de los Black apareció con su expresión tensa, como si cada segundo que pasaba en aquel lugar le costara un esfuerzo monumental.
—¿Te preocupa que me pierda, Regulus? —preguntó el de ojos grises, alzando una ceja.
—Solo quiero que te mantengas alejado de ellos. —El tono de su hermano era bajo, casi suplicante.
Sirius lo miró por un momento, evaluando las palabras no dichas. A pesar de todo, podía ver el esfuerzo de Regulus por protegerlo, aunque no lo admitiera.
—No te preocupes, hermano. No planeo darles el gusto de verme caer. —La respuesta de Sirius fue más suave de lo que esperaba, y por un instante, Regulus pareció relajarse.
—Bien. —El menor de los Black asintió y se retiró rápidamente, como si temiera que alguien pudiera notar el intercambio.
Lucius se recostó contra la pared, observando a Sirius con una leve sonrisa. —A veces me pregunto cómo no terminaste en Slytherin.
—Por eso estamos aquí, ¿no? —respondió el Gryffindor, tomando finalmente la copa que Lucius había dejado. Dio un sorbo, permitiéndose un momento de calma antes de regresar al caos del salón.
Barty se unió a ellos en ese momento, con una expresión divertida en su rostro. —¿Listos para volver al campo de batalla? Acabo de esquivar a Rodopulus y a Rebastan; están buscando víctimas para su monólogo sobre "la pureza de la sangre".
Sirius dejó escapar una carcajada seca. —¿Qué haría sin ustedes?
—Probablemente cometer una imprudencia —respondió el de ojos verdes con una sonrisa ladina.
—Entonces, sigamos antes de que ellos me encuentren primero. —El heredero Black se giró, tomando una última bocanada de aire fresco antes de volver al salón, esta vez con sus dos "perros guardianes" a su lado.
La noche aún era larga, pero por primera vez en años, Sirius no sentía que estuviera enfrentándola completamente solo.
Mientras se abrían paso entre la multitud, Sirius decidió que necesitaba algo para distraerse de la sensación de asfixia que la mansión le provocaba. Dio un sorbo de su copa, fingiendo interés en las conversaciones a su alrededor, y luego se giró hacia el castaño que caminaba a su lado con la postura despreocupada de siempre.
—¿Y tú qué traes con Pete últimamente? —preguntó de repente, su tono más ligero de lo habitual, pero lo suficientemente cargado de curiosidad para captar la atención de Barty.
El de ojos verdes arqueó una ceja, claramente sorprendido por la pregunta. —¿De qué hablas?
Lucius, que caminaba a un paso de distancia, dejó escapar un suspiro, como si no pudiera creer que Sirius sacara ese tema en medio de la reunión. Sin embargo, no intervino; al parecer, la conversación le resultaba lo suficientemente interesante.
—Vamos, Crouch. Te he visto rondando mi amigo como si quisieras adoptar un cachorro. —Sirius esbozó una sonrisa burlona, esperando alguna reacción que lo ayudara a olvidarse de todo lo demás.
Barty se detuvo por un segundo, como si estuviera considerando si valía la pena contestar. Al final, se limitó a sonreír de lado. —¿Y qué si lo hago? Es entretenido, al menos más que esta colección de fósiles pretenciosos.
—¿Entretenido? —repitió el de rizos, alzando una ceja mientras le daba otro sorbo a su copa. —Nunca nadie se había referido así de Pete, además de nosotros.
—No todos necesitamos un espectáculo para divertirnos, Black. A veces, las personas más inesperadas son las más interesantes. —El tono de Barty era casual, pero había un destello en sus ojos que hizo que Sirius lo mirara con más atención.
Lucius dejó escapar una risa seca, atrayendo la atención de ambos. —Si esto es tu idea de entretenimiento, Crouch, tal vez necesitas elevar tus estándares.
—Oh, claro, porque tú eres un ejemplo de diversión desbordante, Malfoy. —La respuesta de Barty fue rápida, acompañada de una sonrisa que dejaba claro que no estaba molesto en lo más mínimo.
Sirius, sin embargo, no dejó pasar la oportunidad. —Entonces, ¿me estás diciendo que hay algo más con Peter? —La pregunta salió con tono despreocupado, pero la curiosidad era evidente.
Barty rodó los ojos, aunque su sonrisa no desapareció. —¿Qué quieres que diga, Black? Tal vez simplemente me gusta observar cómo alguien tan subestimado encuentra su lugar entre gigantes como ustedes.
El Gryffindor se quedó en silencio por un momento, evaluando la respuesta. Al final, se encogió de hombros, dejando que el tema se desvaneciera en el aire mientras volvían a caminar.
—¿Por qué te importa tanto? —respondió con una sonrisa ladeada, aunque había cierta cautela en su tono.
—Porque Worms es importante para mí. —El de ojos grises cruzó los brazos, adoptando una postura que delataba más protección que molestia. —Es uno de mis mejores amigos, y no quiero que lo uses solo para pasar el rato. Él no funciona así. Es como el hermano pequeño de todos nosotros.
El heredero Crouch se quedó en silencio por un momento, su expresión más seria de lo habitual. Había algo en las palabras de Sirius que lo había desarmado, pero no lo demostraría.
—No estoy jugando con él, si es lo que estás pensando —respondió finalmente, su tono menos burlón. —Solo... me parece interesante. Es alguien que observa más de lo que habla, y no sé, a veces creo que esas personas tienen más que ofrecer de lo que aparentan.
Sirius lo estudió detenidamente, buscando algún indicio de falsedad en su respuesta. Sin embargo, lo que vio en los ojos verdes del castaño parecía genuino, al menos lo suficiente como para calmar un poco su desconfianza.
Lucius los miró de reojo y negó con la cabeza. —La próxima vez que quieran analizar sus inclinaciones románticas, por favor, esperen a que estemos fuera de esta reunión infernal.
—Oh, vamos, Malfoy. Esto es lo más interesante que ha pasado en toda la noche. —Sirius soltó una carcajada, y por un instante, la tensión que había sentido desde su llegada se desvaneció. —Ademas no creas que no he notado que Remus y tú ya ni se miran.
Lucius se detuvo en seco, girándose lentamente para mirarlo con una expresión que era una mezcla de incredulidad y advertencia.
—No sé de qué hablas, Black. —Su tono era firme, pero el leve endurecimiento de su mandíbula delataba algo más.
Sirius alzó las cejas, disfrutando del momento.
—Oh, claro que sabes. —Se cruzó de brazos, una sonrisa traviesa curvándose en sus labios. —Algo paso entre ustedes, eran los que mejor relación tenían, respecto a amistad.
—Eso es absurdo. —Lucius respondió con frialdad, aunque sus ojos azul grisáceo brillaban con algo que intentaba ocultar. —Además, no es relevante para lo que estamos haciendo aquí.
—Sí, porque charlar sobre los posibles sentimientos de Peter y Barty sí que lo es —intervino Barty con sarcasmo, aunque no pudo evitar la sonrisa en sus labios.
—¡Exacto! —exclamó Sirius, ignorando por completo la ironía. —Así que, Malfoy, si tienes algo que confesar, ahora es el momento.
El heredero Malfoy se pasó una mano por el cabello, claramente fastidiado.
—No hay nada que confesar. —Su tono era cortante, pero sus ojos se desviaron brevemente, lo suficiente para que Sirius notara la grieta en su fachada.
—Claro, claro. —El de rizos no dejó pasar la oportunidad de burlarse. —Pero te aviso que no puedes esconderle nada a Remus. El ve más de lo que parece, y además es infinitamente más astuto que tú.
Lucius apretó los labios, claramente intentando no responder, y continuó caminando hacia una de las esquinas más apartadas de la sala, donde la música amortiguaba un poco las voces de los invitados.
Sirius intercambió una mirada con el castaño que tenía al lado.
—¿Tú lo crees? —preguntó Barty, fingiendo una genuina curiosidad.
—Oh, definitivamente. —El de ojos grises soltó una risa, bajando la voz para que solo Barty lo escuchara. —Lucius está más confundido que un hipogrifo en medio de un desfile de muggles.
Barty negó con la cabeza, una sonrisa divertida aún en su rostro.
—Eres incorregible, Black.
—Ya no tendrán que soportarme, esto termino. —Sirius le guiñó un ojo antes de seguir caminando detrás de Malfoy, que intentaba sin éxito ignorarlos.
Regulus le dirigió una mirada lejana a su hermano, una mirada que significaba que ya podían irse, bien, salió mejor de lo que esperaba, necesitaba un descanso de toda esa fachada, necesitaba un abrazo de sus amigos, que Remus le leyera un libro, que James lo acobijara con varias cobijas y lo mirará, y que Peter le hiciera el delicioso pie de limón que siempre preparaba para momentos así.
—Ya nos vamos.
—Al fin.
...
Llegaron directamente a la guarida, pues era demasiado tarde para llegar a Hogwarts, no querían más problemas.
La noche era fría, y el aire helado de noviembre pareció envolverse alrededor de ellos como una advertencia de que, aunque habían escapado de la mansión, el peso de la reunión seguía sobre sus hombros. Sirius se dejó caer en el viejo sofá de la guarida con un suspiro exagerado, estirando las piernas como si hubiera corrido un maratón.
—¿Sabes qué odio más que esa casa? —preguntó, mirando al techo con los ojos grises llenos de agotamiento.
—Déjame adivinar, las reuniones de sangre pura —respondió el castaño con una sonrisa burlona mientras se acomodaba en una silla cercana.
—Cerca. Pero no. —Sirius se giró para mirar a Barty. —Odio cómo logran hacerme sentir como si nunca pudiera escapar del todo. Es como si esas paredes se quedaran conmigo, ¿sabes?
El castaño lo miró por un momento, dejando que el tono más serio del heredero Black llenara el espacio. Luego asintió, su habitual sarcasmo dejando paso a una sinceridad poco común.
—Es porque crecimos dentro de esas paredes, Black. No importa cuánto lo niegues, siempre habrá algo de ellas que llevemos con nosotros. La clave está en decidir qué hacemos con eso.
Regulus, que había permanecido en silencio, sentado en una esquina alzó la vista hacia su hermano mayor.
—Barty tiene razón, Sirius. Pero... —Su voz bajó un poco, casi como si dudara—. Esas paredes no te definieron. Lo que haces ahora es lo que cuenta.
Sirius lo miró con una mezcla de sorpresa y gratitud. No era común que su hermano menor se abriera de esa manera, y las palabras parecieron tocar una fibra sensible en él.
—Gracias, Reg —respondió con suavidad.
Lucius, que había estado apoyado contra la pared con los brazos cruzados, decidió intervenir antes de que el ambiente se volviera demasiado sentimental.
—Bien, ¿y ahora qué? ¿Nos quedamos aquí toda la noche a analizar nuestros traumas familiares o alguien va a preparar algo para comer? —Su tono estaba teñido de sarcasmo, pero había un brillo en sus ojos que mostraba que no le molestaba estar allí con ellos.
Sirius se rió, agradeciendo la oportunidad de aligerar el ambiente.
—Peter debería estar aquí para hacer su pie de limón. Ese siempre me saca del peor humor.
—Y eso está haciendo —dijo James entrando a la habitación con la cobija favorita de Sirius doblada entre sus brazos.
Sirius se incorporó de golpe en el sofá, una sonrisa amplia y genuina iluminando su rostro por primera vez en toda la noche.
—¿De verdad? —preguntó, mirando al de cabello oscuro como si acabara de salvarle la vida.
James asintió mientras se acercaba, dejando caer la cobija sobre Sirius con un movimiento exagerado y teatral.
—Lo conozco, hermano. Ya lo olí desde la entrada. Peter está en la cocina, trabajando como si fuera un elfo doméstico bien entrenado.
—¡Oye! —se escuchó la voz del rubio desde el fondo de la guarida, cargada de una mezcla de indignación y diversión. —Es un arte, Potter, no un simple trabajo. No todos tienen mi toque especial.
—James, deja de decirle así a Peter, no te voy a volver a defender y dejaré que esta vez sí te convierta en una oruga —Remus entró a la habitación ignorando olímpicamente a Lucius quien también evadió ver al Gryffindor.
—Chingada madre, ya nadie puede ser bromista en esta casa.
—Bromita es la que te haré si vuelves a decirme elfo, maldito jueputa —hablo el rubio entrando a la sala acompañado del Slytherin de ojos negros.
—Peter no le hagas caso a Potter, nosotros si apreciamos tus habilidades culinarias —hablo Crouch mirando con anheló lo bien que se veía el manjar que tenía Peter en sus manos.
Sirius soltó una carcajada mientras acomodaba la cobija alrededor de sus hombros, observando el intercambio con diversión evidente.
—Crouch tiene razón, Wormy. Deja que los plebeyos se quejen, tú eres nuestro chef estrella.
El de pecas sonrió, inflando un poco el pecho por el cumplido.
—¿Ven? Sirius me entiende. Tú podrías aprender algo de él, James.
El de anteojos puso los ojos en blanco, levantando las manos en un gesto de rendición.
—De acuerdo, de acuerdo. Eres un artista, Peter. Pero si me conviertes en oruga, no esperes que me disculpe por nada.
—¡Y yo que te iba a dar la porción más grande! —Peter fingió indignación, pero no pudo evitar sonreír mientras servía las rebanadas de pie a los presentes.
El Slytherin de ojos negros, que había permanecido en silencio desde su entrada, se sentó en un rincón con la tranquilidad de quien observaba desde las sombras.
—Si han terminado de discutir como niños, ¿podemos comer ya? —preguntó con tono seco, aunque sus ojos se clavaron momentáneamente en el plato que Barty sostenía.
Remus, que había estado observando la escena con una sonrisa contenida, tomó asiento junto a James.
—Gracias por salvarnos de la noche, Peter. A veces creo que sin ti ya nos habríamos matado entre todos.
—Probablemente —admitió Sirius, dando un gran bocado a su porción. —Aunque, si me matan, asegúrense de que sea con este pie.
—Dramático como siempre, Black —comentó Lucius desde su lugar, aunque un pequeño atisbo de sonrisa traicionó su indiferencia fingida.
Barty, disfrutando su rebanada, se recargó en el respaldo de su asiento y miró a Peter con algo de burla.
—Al menos ahora sabemos que tienes futuro. Si los merodeadores no te valoran, puedes venirte al lado Slytherin.
El rubio bufó, divertido.
—¿Y ser la sirvienta oficial de los sangre pura? No, gracias.
Las risas llenaron la sala una vez más, aliviando cualquier peso que pudiera quedar tras la noche infernal. Mientras compartían el pie, se sintieron, aunque fuera por un momento, alejados de las expectativas y tensiones del mundo exterior.
Todo bajo la mirada de Don y Quill, quienes no pudieron evitar observar una sensación más placentera en aquella habitación, donde todos convivían sin preocuparse por nada.