Misterios

Harry Potter - J. K. Rowling
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Misterios
Summary
Los Merodeadores, liderados por James Potter, Sirius Black, Remus Lupin y Peter Pettigrew, se embarcan en una intrépida aventura al descubrir un antiguo pergamino que revela secretos ocultos de Hogwarts. A medida que desentrañan enigmas mágicos y pasadizos secretos, se topan con misteriosos eventos del pasado de la escuela, desencadenando el desafío de proteger a Hogwarts de fuerzas oscuras que amenazan con resurgir.Pero también juntando sus destinos con los príncipes de Slytherin, lo que ocasiona descontentos pero también surge el amor.
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XV Cereza

Narrador omnisciente

Cuando Lucius y Remus desaparecieron de la habitación principal, el resto quedó en un incómodo silencio que se rompió cuando Barty se acercó al pequeño rubio que había sido colocado detrás de James en ese momento por el propio James. El de ojos verdes miró con creciente duda y arrogancia al mayor.

—Quiero hablar con Pettigrew —exigió el menor, mirando con odio a James. En ese momento, Regulus se acercó para colocarse detrás de su desenfrenado amigo.

—Pero no vas a hablar con él —respondió con simpleza, mirando al Slytherin fijamente.

—Tú no lo decides, Potter, él lo decide —señaló obviamente rodando los ojos y fijándose en el pequeño rubio que observaba la situación indiferente.

—Pero como es mi amigo, sé que él no quiere hablar contigo —gruñó al mismo tiempo que sentía un leve tirón en la manga de su buzo.

—James, basta, está bien —susurró con tranquilidad, haciendo que su amigo de ojos marrones le volteara a ver. —Estaré bien —le dirigió una secreta mirada de desaprobación por su comportamiento y salió detrás de él para colocarse frente a Barty, quien sonreía con sorna al de lentes.

—Ya lo oíste, Potter —y con esa sonrisa, parecida a la de un zorro después de obtener lo que quería, tomó la mano de Peter y lo arrastró lejos de los otros dos, que momentos después desaparecieron, al igual que Sirius y Severus.

—No tienes por qué tratarlo así —regañó el menor, dirigiéndole una mirada desaprobatoria a su actitud.

—Él inició, yo solo quería ir a hablar contigo, y no estás para saberlo, Pecas, pero no tengo tanta paciencia —respondió, soltando el leve agarre que tenía en la muñeca del mayor y buscó sentarse en el sofá que estaba cerca de ellos.

—¿Por qué me llamas así? —preguntó en un murmullo, esperando no ser escuchado por el otro, al tiempo que se quedaba de pie sosteniendo con su mano derecha su antebrazo izquierdo, apretándolo suavemente, algo que acostumbraba a hacer cuando se sentía cohibido.

El castaño miró con un brillo de ternura cómo el mayor tenía esa tímida duda respecto a su apodo. —Es un apodo, pero me imagino que eso lo sabes —explicó con obviedad, rodando amistosamente los ojos. El rubio pudo notar la gran diferencia entre aquel gesto y el gesto que había hecho con James hace un rato.

—Sí, solo que no me gusta —el volumen de su voz era tan bajo que esperaba que el otro dejara el tema de conversación. La mirada azulada se desviaba hacia cualquier otra dirección que no fuera la profunda mirada que le dirigían aquel par de esmeraldas.

—¿Por qué? —cuestionó, acompañando la pregunta con un ligero movimiento de su cabeza hacia la derecha, mirando la respuesta que el contrario lanzaría con curiosidad.

—¿Por qué decidiste llamarme "Pecas"? —retornó la pregunta, mirando al mayor, quien le devolvió una sonrisa traviesa que escapaba levemente de sus labios.

—Me gusta llamar a las personas por apodos. Según cuánto me agrades, es el nivel de afecto en el apodo —respondió alzando los hombros, ignorando la clara confusión del mayor. —Y solo un ciego no puede admirar lo lindas que son tus pecas —aclaró con obviedad, mostrándole al contrario una sonrisa traviesa.

—Me habían dicho que eras demasiado honesto, así que no entiendo por qué dices eso —comentó, apretando nuevamente su antebrazo, nervioso.

—Ciertamente lo soy. Me gustan tus pecas, y me agradas, así que merecías un apodo lindo. Eso es todo —sentenció, tomando con una suavidad nada propia del Slytherin aquella mano que torturaba al antebrazo del contrario y la alejó de este.

—¿En serio te gustan? —preguntó incrédulo el rubio.

—Sí, ¿Por qué no me gustarían? —devolvió la interrogante al tiempo que tiraba levemente de aquella mano en su poder, acercando un poco más al más bajo.

—No lo sé, nadie tiene estas manchas aparte de mí y mi familia, y siempre creí que eran raras. Nunca las vi como algo... lindo —explicó, dejándose jalar hasta que el menor logró hacer que se sentara a su lado, aún sin soltar su mano.

—Cuando observo tus pecas, no veo simplemente manchas en tu piel, Peter —las palabras salían de su boca dirigidas al menor, pero sus ojos se encontraban en sus dedos entrelazados. —Aprecio cada una de tus pecas como si fueran pequeñas instantáneas de tu vida. Son como los puntos de enfoque en una fotografía —soltó con un toque de picardía que solo él conocía. —Cada peca es un detalle único, una marca de tu individualidad que te distingue en un mundo lleno de similitudes —por primera vez levantó su mirada para observar aquel claro rostro lleno de pequeñas manchitas alrededor de él.

El mayor simplemente escuchaba lo que el otro decía, y se preguntaba internamente si aquel malestar en su vientre era consecuencia de aquellas palabras que pronunciaba el castaño.

—Sabes, amo fotografiar y pintar cosas, paisajes y personas hermosas, pero no me refiero a lo estéticamente hermoso, la belleza en sí es muy subjetiva, tú deberías saber eso —paseó levemente su pulgar por el dorso contrario, dirigiendo su mirada ahí y dándose cuenta de que en aquel lugar también había pequeñas manchas casi imperceptibles. —Ihre Sommersprossen sind die Schönheit der Unvollkommenheit, die Perfektion der Authentizität (1) —dijo aquello sonriendo sin siquiera caer en cuenta de que el de ojos azules no había entendido lo último, pues claro, el alemán no era su fuerte.

—No sabía que amaras la fotografía, digo... no parece ser algo muy tuyo —comentó, tragándose la pregunta que había formulado en su cabeza y buscando cambiar el tema de conversación aunque sea un poco.

—Me gusta hacerlo, es relajante. Deberías venir a mi habitación un día de estos —soltó aquella invitación de improviso, asustando de aquella espontaneidad al contrario.

—¿A qué se debe esa invitación? —cuestionó el Gryffindor.

—Pecas, es solo sumar 1 más 1. Te dije que fotografío paisajes, cosas y personas hermosas. Claramente quiero fotografiarte —respondió, rodando los ojos amistosamente.

—Crouch, seguramente te equivocas. Si quieres fotografiar a alguien lindo, puedes decirle a James o a Sirius. Si quieres, yo les digo, pero deja de jugar con mis sen— las divagaciones de Peter fueron interrumpidas por un castaño estampando sus labios con los propios. El toque, si bien era superficial, fue suficiente como para callarlo.

—La belleza es subjetiva, también dije eso —aclaró en un susurro sobre los labios del menor, apoyando su frente con la del Gryffindor, esperando a que este saliera de la sorpresa. —Verte es como si estuviera enfrente de alguna de las obras de Leonardo Da Vinci o de Picasso. Incluso podría comparar tu belleza con la noche estrellada de Van Gogh —lentamente abrió sus ojos verdes, observando cómo el menor se relamía los labios. —Aber für mich ist es eine Beleidigung, Sie damit zu vergleichen (2) —susurró antes de volver a juntar sus labios con los contrarios.

Ahora he aprendido que puedes llegar a ser más lindo de lo que imaginaba —susurró el mayor después de aquel corto beso, sin pensar que aquellas palabras podrían traer un impacto en el menor.

—¿Hablas otro idioma? —cuestionó con un brillo de curiosidad en su rostro, un brillo aniñado.

—Gracias a mi madre, aprendí español, y por lo visto, tú hablas... ¿alemán? —dudó ante la posibilidad de equivocarse.

—Sí, por mi madre igual. Merlin, ¿Hay algo que no hagas bien, Pecas? —preguntó riendo mientras se separaba del contrario, devolviéndole el espacio que le había arrebatado. —Cocinas, cantas, lees, pintas, hablas otros idiomas, eres bueno en herbología y en todas las materias en general, y además eres estúpidamente lindo —aquellas observaciones causaron que el sonrojo que hacía tiempo había aparecido en el mayor se intensificara aún más.

—¿Cómo sabes todo eso? —preguntó, mirando al otro sorprendido al tiempo que su rostro se iluminaba con pura curiosidad.

—Bueno, cocinaste enfrente de mí hace unos días —restó importancia, levantando los hombros y haciendo un ademán con la mano. —Te he escuchado tararear en los pasillos, así que es fácil asumir que te gusta. También te he visto en la biblioteca leyendo libros muggles, y cuando entramos aquí la primera vez, me fue un tanto fácil entender que todos usan el espacio de todos. Cuando me acerqué a tus frascos de dulces, había uno que decía "hecho por Moony", y perdona si me equivoco, pero a ti no te llaman así —razonó con una eficacia que para el mayor era incluso imposible, a menos que no se tuviera una hiperfocalización en su persona.

—Barty —con solo la pronunciación de su nombre, fue suficiente para que el contrario dejara de mirar sus labios con fervor y lo mirara a los ojos. —Eso suena a que estás obsesionado conmigo —dijo con una suave y cálida risa.

—Yo no lo llamaría así —con su juguetón tic en su lengua, se humedeció sensualmente los labios. —Solo tengo una hiperfocalización contigo, es todo —sonrió con clara amabilidad fingida.

—¿Desde cuándo? —preguntó riendo.

—Desde nuestro encuentro en aquel pasillo —restó importancia a su respuesta.

—Y de casualidad, ¿qué te interesó? —preguntó, sacando a brillar su curiosidad.

—Oliás a cereza, y me preguntaba si tus labios sabrían a cereza —respondió, con tanta normalidad como si su respuesta no enviara chispas de energía por todo el cuerpo del Gryffindor, logrando que aquella sensación en su vientre se intensificara.

—¿Y si saben a cereza? —preguntó ahora él con una sonrisa cómplice hacia el Slytherin.

—Mmm, lo olvidé, déjame lo vuelvo a comprobar —respondió, tomando con suavidad la mejilla de Peter y volviendo a devorar sus labios en un beso ahora más intenso que los anteriores, uno donde pudo no solo saborear el sabor a cereza del rubio, sino también exprimir hasta la última gota de aquel exquisito sabor. —Mmm, sí, cereza —afirmó al separarse unos centímetros para tomar un poco de aire. La respiración de los dos era acelerada, pero la risa que escapó de la boca de Pettigrew sonaba a alegría.

—Tú sabes a chispas de chocolate, Barty. No me digas qué comiste de mi frasco de galletas —acusó, manteniendo su sonrisa, y rió más al ver al contrario levantar sus manos en señal de rendición.

—Me atrapaste, Pecas —rió con cuidado, regresando sus manos al rostro contrario y obligando a este, aunque sin resistencia, a juntar sus frentes. —Cuando decían todo lo de Don, esas galletas me hacían ojitos y no pude resistirme —se excusó con una muy mal fingida cara de arrepentimiento.

—Ahora tendré que hacer más —susurró con calma, al tiempo que deslizaba sus manos sobre el cuello de Barty y comenzaba a jugar con sus cabellos castaños.

—Qué lamentable caso, ¿podría ayudarte? —preguntó con un claro brillo en sus ojos.

—No lo sé, pídelo bien —fingió desinterés en su rostro, pero rápidamente este cambió a uno de dispersa cuando, en un suave y fácil movimiento, Barty lo levantó hasta estar sobre su regazo. Sin despegar sus frentes, ahora estaba sentado sobre Barty, y su rostro era todo un poema.

—Pienso que ahora tú estás obsesionado con mis besos —preguntó arrogante, levantando levemente una de sus cejas de forma incriminatoria.

—¿Quién dijo que quería otro beso? —preguntó el rubio, fingiendo demencia.

—Entonces creo que entendí mal. La última vez que me dijiste que pidiera las cosas correctamente, hice algo parecido a esto —dando un ligero apretón en la cintura del contrario, se acercó para depositar leves besos alrededor de sus mejillas, causando una risa conjunta.

—¿Pete? —aquella voz ocasionó que el mencionado se levantara rápidamente del regazo contrario y volteara al propietario de aquella voz con un claro gesto de sorpresa.

—¿Remus? ¿No te habías ido ya? —preguntó tan rápido que causó una leve risa al Slytherin que ahí se encontraba.

—Sí, pero regresé para hablar con ustedes sin... ellos —señaló con la cabeza a Barty, quien levantó sus manos en señal de rendición.

—Bien, no soy bienvenido así que me voy —señaló lo obvio, levantándose de aquel sillón, no sin antes tomar a Peter por detrás del cuello y plantarle un rápido beso, sacándole un ruido de sorpresa que lo hizo sonreír. —Sigue en pie mi propuesta de las fotos, ven esta noche —sonrió con sorna al momento de despedirse del de cicatrices.

—Dime por favor que tienes una gran explicación para eso —habló sorprendido el más alto de los dos en aquella habitación.

—No, sinceramente no sé cómo explicarlo —contestó sonriendo con algo de cariño, saboreando en sus labios aquella esencia a chispas de chocolate.

 

...

 

—No puedo creer que Pete se haya ido con el loco de Crouch —habló en voz alta el azabache, mirando cómo aquellos dos se alejaban.

—¿Acaso controlas todo lo que hacen tus amigos? —cuestionó con un tono de burla el menor de los Black.

—No, claro que no. Simplemente veo lo que es mejor para ellos y para Pete. Claramente, Crouch no lo es —señaló como si eso fuera lo más obvio del universo.

—Como si tú fueras el ejemplo perfecto de buena influencia —recalcó, rodando los ojos ante lo estúpidamente idiota que era el Gryffindor.

—Bueno, no soy perfecto, pero vamos, mini Black, soy una mejor influencia que él —acusó con un poco de ira al sentirse comparado con aquel Slytherin.

—No me llames así —renegó con molestia, mirando con odio al mayor.

Este soltó un suspiro cansado. Si bien no creía en la mayoría de las cosas que salían de su boca, no podía dejar de decirlas. —Lo lamento, simplemente, este cambio no me termina de agradar —señaló a su alrededor y luego al Slytherin y a sí mismo.

—Tampoco tiene que agradarte a fuerzas. Digo, tú no decides esto, te guste o no —repitió la acción contraria, ahora con un deje de sarcasmo en su voz. —Vamos, Potter, no siempre serás el centro de atención —culminó mientras tomaba paso a la salida de aquella habitación, sin comprender por qué el otro le seguía.

—¿Crees que busco ser el centro de atención? —cuestionó cuando los dos caminaban hacia la planta inferior de esa casa.

—Siempre, así que deja de pensar en ti un minuto y deja de controlar a tus amigos —contestó con voz hostil.

—¿Y tú qué sabes sobre cómo manejar a mis amigos, Black? —cuestionó cuando ambos salieron de esa casa, mirando con recelo al más joven.

—Lo suficiente para saber que no necesitan a alguien que los controle todo el tiempo —gruñó en respuesta al tono con el que el otro le dirigía la palabra.

—¿Y tú qué sabes sobre preocuparte por los demás, aparte de ti mismo? —atacó sin cuidado, colocándose de frente al contrario y deteniendo su paso.

—Más de lo que crees, Potter. Pero al menos no me la paso como un perro guardián detrás de cada paso de mis amigos —la mirada de Regulus hacia James era tan fuerte que hasta los pájaros parecían alejarse de ellos.

—¡Hey! No tienes ni idea de lo que significa ser un amigo de verdad —reprochó James con furia contenida en sus puños, apretándolos tanto que incluso los nudillos se volvieron blancos.

—¿Y tú sí, acaso? No me hagas reír. Siempre has sido el mimado del grupo, ¿verdad? Siempre esperando que todos sigan tus órdenes —replicó señalando al mayor con su dedo índice y empujándolo contra su pecho.

—Eso no es justo, Regulus. No me conoces en absoluto —gruñó James.

—No necesito conocerte para saber que no eres más que un presumido que se cree el centro del universo —recalcó Regulus, retomando su postura y alzando deliberadamente los hombros ante lo que había dicho—. Un presumido que debe recordar que me debe un favor —la mirada y los puños del Gryffindor se ablandaron ante aquella mención.

—¿Ahora qué? —cuestionó sin esperar respuesta—. ¿Qué vas a pedirme, Black? ¿Que me arrodille ante ti? ¿Que te haga las tareas? ¿Que...? —ante sus reclamos fue cortado por el menor.

—Te iba a pedir que me acompañaras esta noche al bosque prohibido. Quill me mandó a buscar algo y dijo que debía decidir con quién ir, pero veo que eres tan inmaduro e idiota que mejor no te pido nada —respondió Regulus, siguiendo con el paso que había dejado atrás, pero detenido por un fuerte agarre en su antebrazo. Sin girar, se detuvo.

—Te veo en el jardín después del toque de queda, Black —respondió James, para luego soltar lentamente al menor y caminar en dirección contraria.

—Ay, Quill, no sé si esto sea una buena idea —susurró Regulus al cerrar los ojos con frustración.

Era cierto que aquella pluma le había solicitado buscar algo que les ayudaría a todos, pero también le dijo que debía llevar a alguien con él, a alguien terco, analítico y para su mala suerte, con gran habilidad física. Y no había otro Gryffindor con esas características aparte de Potter. Fue un golpe de suerte que lo haya confrontado en uno de esos días en los que el de lentes era más insoportable de lo habitual.

Después de la confrontación con Regulus, James caminaba con paso acelerado por los pasillos del castillo, sintiendo una mezcla de frustración y molestia por la discusión. A pesar de su orgullo herido, sabía que tenía que cumplir con la petición de Regulus si quería cumplir con la tarea que les había encomendado la pluma. Suspiró profundamente mientras repasaba en su mente los posibles escenarios que podrían enfrentar en el bosque prohibido esa noche.

Mientras tanto, Regulus se sentía igualmente agitado por el encuentro. Aunque había mostrado su habitual fachada de indiferencia, en su interior estaba ansioso por el resultado de la conversación. No estaba acostumbrado a pedir favores, y menos aún a Potter, pero sabía que necesitaba su ayuda para completar la misión que les habían dado.

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