Misterios

Harry Potter - J. K. Rowling
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Misterios
Summary
Los Merodeadores, liderados por James Potter, Sirius Black, Remus Lupin y Peter Pettigrew, se embarcan en una intrépida aventura al descubrir un antiguo pergamino que revela secretos ocultos de Hogwarts. A medida que desentrañan enigmas mágicos y pasadizos secretos, se topan con misteriosos eventos del pasado de la escuela, desencadenando el desafío de proteger a Hogwarts de fuerzas oscuras que amenazan con resurgir.Pero también juntando sus destinos con los príncipes de Slytherin, lo que ocasiona descontentos pero también surge el amor.
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XII Abismo

Narrador omnisciente

La situación se había salido de sus manos, pero es muy probable que nunca estuvo en ellas; indudablemente, siempre estuvo bajo el control de aquella mujer flaca, pálida y con cabello igual de negro que su alma y su apellido. Lo sabía, era solo una marioneta que sería usada a su antojo. Sabía que nunca podría ser alguien en la vida si no era lo que había decidido su madre. La odiaba.

Pero eso no podría obstruir su mente, no en ese momento. Necesitaba seguir con confianza aquel sendero que Remus iluminaba. Habían decidido ir a cumplir el desafío del pergamino. Según James, esto podría relajarlo y ayudaría a despejar todo lo que pasó en la mañana para así saber qué hacer, cómo continuar en el futuro. Y es que era difícil, es difícil caminar por este frondoso bosque cuando tus únicos pensamientos son el bienestar de tu hermano, porque claro, él va antes que tú. Así lo has hecho siempre.

—Sirius —llamó el de lentes, sacándolo de su trance. Su amigo le sonrió con calma y le pasó un brazo por su hombro. Habían decidido llevar a la pluma con ellos. Esta había aceptado ya que, aunque no lo admita la vanidosa, los apreciaba aunque sea un poco. Así que los guió hasta donde ella sabía. Venía al lado de Remus, Peter estaba en medio. Tenía el pergamino en sus manos, doblado perfectamente, y el mapa estaba en su posesión. James tenía la capa de invisibilidad para poder regresar a Hogwarts lo más pronto posible en cuanto obtengan aquella piedra tan valiosa, que bien según la idea popular —osea la idea de ellos cuatro— podrían darla al Ministerio y hacer lo correcto, o quedarse con ella para beneficio propio. Todavía estaban pensando en eso.

—Chicos, Quill dice que es por acá. En frente está esa puerta medio escondida en esa enorme roca, ¿la ven? —preguntó el castaño claro, acercándose con cuidado para no alumbrar demasiado la zona.

—Bien, al entrar, ¿saben lo que haremos? —habló por primera vez el de rizos en todo el camino. No había soltado ninguna palabra.

La pluma salió volando y escribió entre el aire del ambiente.

"Simplemente les deseo suerte. Este es un lugar peligroso, pero no es nada comparado a otros desafíos que han completado. Ahora están juntos, actúen con eso a favor."

Todos sonrieron y asintieron ante esto. Con cuidado, dejaron todo en el suelo al lado de aquella puerta. La roca estaba algo deteriorada como si hubieran trabajado sobre ella y desechado ahí mismo, pero se podían ver algunos detalles de tallado antiguo. Hermosa, si lo preguntas. Quill se colocó también en el suelo junto con el mapa, las 4 varitas y el pergamino , que según James podría llamarse Asher. Sonaba interesante y poco común, pero ese no es el tema. Este mismo les había pedido que las varitas no ingresaran a aquel lugar.

Mientras se preparaban para entrar en la misteriosa puerta, un sentimiento llenaba el aire, un lazo de amistad que trascendía las palabras. En silencio, compartieron miradas llenas de determinación y complicidad, como si pudieran leer los pensamientos del otro. Sabían que estaban juntos en esto, que se apoyarían mutuamente pase lo que pase.

James apretó la mano de Peter con un gesto tranquilizador, transmitiéndole fuerza y seguridad. Peter, a su vez, miró a Remus con una sonrisa nerviosa, buscando consuelo en la mirada comprensiva de su amigo. Remus devolvió la mirada de Peter con determinación, asintiendo levemente para infundirle confianza.

Sirius, quien sujetaba la mano de Remus, sentía una mezcla de emoción y ansiedad ante lo desconocido que les esperaba detrás de esa puerta. Sin embargo, la presencia reconfortante de sus amigos a su lado le daba el coraje necesario para seguir adelante.

Con un último vistazo entre ellos, como si quisieran grabar ese momento en sus corazones para siempre, avanzaron juntos hacia la puerta. Con paso firme, empujaron la puerta y entraron en la oscuridad, listos para enfrentar lo que sea que el destino les deparara.

Dentro no había más que un pequeño corredor angosto, por el cual tuvieron que pasar uno a uno debido a lo estrecho que era. El ambiente era sumamente sofocante, tanto que empezaron a sentirse mareados apenas entraron. Con una fuerza sobrehumana atravesaron ese pequeño lugar que los llevó a una vista fascinante.

Los cuatro miraron con asombro aquel largo puente colgante que se tambaleaba ligeramente. El leve movimiento era aterrador, pero lo era aún más saber que cruzarlo era el único camino que tenían. La madera vieja se veía desgastada y las cuerdas a los costados apenas podían sostener y servir de soporte. Pero lo más preocupante eran los tablones de madera que hacían de piso: algunos faltaban, otros estaban rotos y seguramente el 5% estaban sin ningún rasguño más que la edad misma.

¿Cuántos años habría estado aquel lugar oculto entre las tinieblas?

Muchos.

El puente era largo, aunque no podían saberlo con certeza, pero era impresionante. El viento helado les recordaba dónde estaban. La piedra fría, húmeda y algo rocosa era una sensación desagradable pero que no los hacía retroceder. No ahora, no ahora que tenían tantas cosas en sus manos.

Todo era tan misterioso, tan inexplicable, que los ponía aún más nerviosos.

¿Deberían seguir?

Esa era la pregunta más importante.

¿Seguir o no?

Pero nadie hizo ni dijo nada, solo caminaron en silencio, uno a uno. Cada uno sostenía fuerza en el otro.

Remus y James iban a la cabeza, los dos con la mirada firme al frente. Sirius y Peter estaban igual, pero era claro que ninguno de los dos sentía que todo iba bien. Nadie miraba hacia abajo; no querían enfrentarse a la tortura ante sus ojos. Especularon que tal vez la caída sería de 80 metros, lo suficiente como para morir, y los cuatro lo sabían. Eran conscientes de ello.

No avanzaron mucho cuando Sirius sintió una voz que lo llamaba desde el lado del puente que estaban dejando atrás. Ahí estaba su hermano, su pequeño hermanito, sonriéndole con los brazos abiertos, esperando un gran abrazo.

—¡Sirius! —gritó el niño, claramente se parecía a su hermano mayor. —¡Sirius, ven, vamos a jugar! —dijo, saltando levemente.

La mirada de Sirius estaba fija en aquel niño, en aquellos ojos con el anhelo del cariño de su hermano mayor.

—Sigue adelante, Sirius —aquella voz logró desviar su vista de aquel pequeño y hacer que la fijara en su amigo rubio y pálido.

—Pero... —no dijo nada, pero estaba mirando en la misma dirección que él, de rizos.

—¡Sirius, no me dejes aquí solo! —gritaba el pequeño infante, juntando sus labios. Aún a lo lejos, el pelinegro lograba ver cómo los inocentes ojos de su hermano se cristalizaban.

En ese caso, la conversación podría desarrollarse de la siguiente manera:

Peter se acerca a Sirius, colocando una mano con delicadeza en su hombro para llamar su atención.

—Sirius, sabes que él no está aquí, ¿verdad? —dice con suavidad, esperando que su amigo recobre la conciencia, consciente de lo difícil que puede ser para él.

Sirius aparta la mirada de la ilusión de su hermano y la dirige hacia Peter, buscando en sus ojos una respuesta.

—Pero... ¿y si fuera una oportunidad para...? —comienza a decir, pero su voz se desvanece, lleno de dudas. 

—No, Amigo. Tú sabes que no es una oportunidad. Es una ilusión. No dejes que te atrape. —Peter le interrumpe con firmeza pero compasión.

—Lo intentaré, Peter. Pero es tan real... —Sirius asiente lentamente, luchando contra la imagen que sigue acosándolo.

James se acerca también, colocando una mano en el hombro de Sirius en un gesto de apoyo.

—Estamos aquí para ti, Sirius. No estás solo. Vamos a superar esto juntos, ¿de acuerdo? —Con determinación, Peter asiente, recordando las palabras que siempre los han unido en momentos difíciles.

—Ahora y siempre —dice, transmitiendo su compromiso con su amigo.

Sirius mira a cada uno de sus amigos, sintiendo su apoyo inquebrantable. Con renovada determinación, continúan su camino por el puente colgante, enfrentando unidos los desafíos que les aguardan en el misterioso lugar.

Una vez cruzada una parte del puente tambaleante, aquella voz se volvió lejana, pero el de ojos grises seguía pensando en lo que esa ilusión tenía en mente para él, cuando de pronto vio a Moony detenerse en seco.

—Rems, no mires hacia abajo —lo detuvo con un firme agarre en su brazo, haciendo que este regresara a la normalidad. —No hagas algo de lo que te vayas a arrepentir, sea lo que sea que hayas visto, no.

Determinó con gran seriedad en sus ojos campaneros, atrayendo la atención de sus otros dos amigos, los cuales se habían adelantado considerablemente.

—Pero...

—No, Moony, no hay peros. Tenemos una misión, sé fiel a ella —intentó que sus palabras llegaran al más profundo del cerebro de su lobuno amigo, sintiendo el puente tambalear. Con cuidado, al sentir movimiento, miró a sus amigos, los cuales miraban con caras de susto los tablones de madera a mitad de ellos, que estaban sonando, como si... como si se fueran a caer.

—Moony, reacciona rápido, amigo —como pudo, tomó a Remus con fuerza y lo obligó a cruzar rápido hasta que cayó, aún con un gesto de asombro en los brazos de James, que estaba listo para atraparlo, debido a su gran habilidad.

—¿Qué habrá visto Remus que lo puso en ese estado? —preguntó Sirius, escuchando un crujido de la madera. Levantó la mirada y observó lo que posiblemente pasaría.

—¡Sirius, rápido! ¡Tenemos que correr! —gritó James, mirando cómo su amigo quedaba de pie sin mover ni un solo músculo.

—James, corre con Remus. Sirius y yo los alcanzaremos —dijo Peter, intentando crear un plan en su mente donde no todos salieran lastimados.

—¡No voy a dejarlos! —exclamó el de anteojos, mirando con determinación a sus amigos, los cuales solo le dedicaron miradas lastimeras.

—Prongs, corre, estaremos bien —dijo Sirius, evaluando la situación como lo había estado haciendo hace rato; una pisada más y el puente colapsaría en ese momento.

—¡Ah, bien! ¡Pero apresúrense! —dictaminó mientras corría alejándose, jalando a toda velocidad a un Remus recién despertado de aquel trance, el cual apenas entendía la situación por la que estaban pasando.

—Bien, Sirius, esto haremos —dijo Peter, con un brillo de miedo en sus ojos cian. —Caminarás con calma hasta acá, intentando que tu peso no caiga por completo en la madera— susurró como si el simple sonido de su voz fuera a romper aquella estructura completamente frágil bajo de ellos.

El de ojos grises asintió ante eso y comenzó a caminar lentamente, escuchando las campanadas del apocalipsis junto con cada paso que daba, crujido tras crujido, sonido tras sonido. Sus ojos miraban hacia adelante, donde pudo observar que James y Remus estaban a salvo al otro lado del puente. Había corrido como si sus vidas dependieran de ello, lo cual así era.

Peter le extendió la mano y no dudó en tomarla para saltar aquella zona inestable. Pero cuando se dedicaron una sonrisa cómplice, obtenida después de aquella victoria ante la naturaleza, un estruendo se escuchó más fuerte. La mirada grisácea se dirigió al extremo de donde venía y se sorprendió al ver cómo la cuerda se rompía sin tiempo ni tregua.

—¡Worms, corre!— gritó como pudo, corriendo hacia el otro lado del puente, siendo seguido por su amigo rubio. Ambos respiraban agitados por la adrenalina y también por el sonido del reloj que hacía eco en aquella cueva. TIC TAC TIC TAC.

James y Remus estiraron sus manos para que sus amigos pudieran sujetarlos al final, animándolos, diciéndoles que tenían tiempo. Lamentablemente, la naturaleza del desgaste es más fuerte que el deseo de vivir de un ser vivo.

Mientras se acercan al final del puente tambaleante, un estruendo ensordecedor sacude el aire. El tablón en el que están parados Peter y Sirius se quiebra repentinamente, desplomándose hacia abajo con un ruido ensordecedor. Los dos amigos se aferran desesperadamente a los bordes, pero los dedos del pequeño rubio se resbalaron debido a el débil agarre que ejerció, sus corazones latiendo con fuerza mientras luchan por mantenerse a flote.

—¡Peter! —grita Sirius, su voz llena de angustia, al tiempo que con su otra mano alcanza a tomar la muñeca de su amigo con su mano izquierda y la sostiene como si su vida dependiera de ello, mientras se agarra con todas sus fuerzas con su mano derecha. La madera astillada corta su mano, pero él no se suelta. La caída parece interminable, el abismo oscuro y sin fin se abre debajo de ellos.

—Sirius, tengo miedo —susurra el de pecas, sujetando de igual manera el brazo que lo sostenía. Sabía que a Sirius le dolía aquello; se notaba en su expresión de cansancio y en la sangre cayendo de su mano derecha y recorriendo su piel como si fuera un adorno.

—Yo también lo tengo, Pete, pero estaremos bien, ¿vale? —Sirius dirige su mirada a su amigo, buscando transmitirle algo de calma, pero sabía que no lo lograría. —Peter, mírame, ¿sí? Solo no apartes la mirada de mí, no mires abajo —susurraba de forma tranquilizadora, aún sintiendo bajo su otra mano que aquel tablón no soportaría su peso por mucho tiempo.

Con esperanzas esperó a que sus otros amigos vinieran en su auxilio, y se sintió reír al escuchar a Remus preguntar:

—¿Están bien? —bufó con sorna, cerrando los ojos y respondiendo a la pregunta.

—Estamos increíbles, a Pete y a mí nos encantan estas vacaciones —respondió con sarcasmo, logrando que a su colgante amigo le saliera una sonrisa.

 

...

 

—No creo que debamos ir a ese lugar —susurró con desconfianza aquel Slytherin de cabellos lisos.

—¿La maldita pluma esa dijo que vengamos, y solo por eso le hacemos caso? —gritó frustrado el platinado, mirando a sus dos amigos, los cuales se mantenían firmes ante esa decisión.

—Sí —fue lo único que salió de la boca de Regulus, el cual le dirigía una mirada distante por encima de su hombro.

—Severus, Lucius, tranquilos, solamente estamos siguiendo a una pluma flotante que escribe en el aire, no es tan loco —afirmó el castaño de ojos verdes, sin darle la importancia que claramente debe darle.

Después de una breve pero intensa discusión, los Slytherins se aventuran en la espesura del bosque, siguiendo los destellos plateados de la pluma flotante que se desliza entre los árboles como un espectro fugaz. La oscuridad del bosque los abraza, tejiendo un velo de misterio y tensión a su alrededor mientras avanzan con precaución, cada paso resonando en el silencio de la noche.

El sendero serpenteante se abre ante ellos, con ramas retorcidas que crujen bajo sus pies y sombras danzantes que parecen acechar en las profundidades del bosque. Lucius y Severus intercambian miradas nerviosas, mientras que Regulus y Barty continúan siguiendo con una determinación silenciosa, impulsados por una extraña sensación de deber y destino.

—¿Qué demonios hacemos en el bosque prohibido? —cuestiona Severus con un dejo de incredulidad, buscando respuestas en la pluma centelleante que los guía.

"Ellos recibieron una misión en este lugar, así como han recibido varias, incluso una donde me encontraron a mí, pero esta misión es peligrosa."

La respuesta de la pluma surge en un destello, casi como un susurro en el aire cargado de tensión, provocando un ligero ceño fruncido en los rostros de los Slytherins. ¿Por qué ellos deberían asumir esta tarea?

—¿Por qué nosotros? —insiste Lucius, su tono mezclado con un deje de desafío y confusión, mientras los destellos luminosos de la pluma parecen expresar una exasperación constante.

"Eso lo puedo responder después, después de todo, ustedes tienen conexiones especiales con ellos y con el pergamino."

El misterioso mensaje de la pluma provoca una mezcla de asombro y confusión en el grupo, despertando una curiosidad inquietante sobre el papel que están destinados a desempeñar en este extraño y peligroso juego.

Un juego del que no están seguros siquiera de poder salir victoriosos, un juego donde la ignorancia del reglamento podría poner sus vidas en un peligro renuente, pero, ¿qué más da? Es simplemente una aventura de estudiantes sedientos de adrenalina, ansiosos por vivir, por sentir la sangre correr por sus venas a toda velocidad, por experimentar el frenesí de sus respiraciones. Los jóvenes de la prestigiosa casa de Salazar están destinados a sucumbir ante la misma curiosidad que los guerreros de Godric.

—Miren, dejaron sus varitas, un papel en blanco y un pergamino... —dice Regulus, observando los objetos que están torpemente escondidos, como si sus hermanos y sus amigos hubieran decidido que no valía la pena ocultarlos de verdad.

—¿Por qué entrarían ahí sin varitas? ¿Están locos? —La incredulidad en la voz de Lucius hace que todos lo miren, aunque intentan pasar por alto su preocupación.

—Bien, no sabemos qué hay detrás de esa puerta, ni siquiera sabemos por qué hemos venido, pero ya que estamos aquí, hagamos las cosas bien —interviene Severus, cautivando la atención de todos al dar pasos firmes hacia adelante. —Entraremos con nuestras varitas. Si los Merodeadores las dejaron aquí, debe ser por una razón que desconocemos. Permanecerán con nosotros. Entramos, evaluamos la situación y, si es necesario, intervenimos. Si no, nos largamos —su tono serio hace que incluso la pluma Quilluminar tiemble de regocijo.

—Está bien, Sev, entendimos —responde Barty con una sonrisa de complicidad, comprendiendo la preocupación de su amigo, no tanto por los Gryffindors, sino por ellos mismos, por su familia. La seriedad del pocionista es comprensible.

Después de establecer su plan, los Slytherins avanzan con cautela hacia la misteriosa puerta entre los árboles del bosque prohibido. El aire se vuelve más denso a medida que se acercan, y el sonido de sus propios pasos parece retumbar en la oscuridad. Una sensación de inquietud se cierne sobre ellos, pero su determinación no vacila.

Al llegar frente a la puerta, Regulus levanta la mano para tocarla, pero antes de que pueda hacerlo, la pluma flotante, Quilluminar, emite un destello brillante y escribe en el aire:

"Prepárense."

Los Slytherins intercambian miradas nerviosas, pero siguen adelante, empujando la puerta con cuidado. Se encuentran en un pasillo oscuro y estrecho, apenas iluminado por débiles destellos de luz que se filtran entre las grietas en las paredes de piedra.

Avanzan con paso firme pero cauteloso, cada sonido retumbando en el silencio opresivo del pasillo. De repente, una ráfaga de viento frío los golpea, haciendo que se estremezcan. Un susurro apenas perceptible parece flotar en el aire, susurros que hablan de peligros y desafíos que aguardan más adelante.

Los Slytherins avanzan con determinación, preparados para enfrentar lo que sea que encuentren en su camino. Sus varitas están firmemente sujetas en sus manos, listas para la acción en caso de necesidad. A medida que avanzan por el pasillo, el suspense se intensifica, y la sensación de que están siendo observados les hace sentir escalofríos en la espalda.

Pronto, una luz se vislumbra revelando el final de aquel pasillo con un eco intranquilo, pero lo que el menor de los Black alcanzó a presenciar le heló la sangre. Del otro lado de un gran abismo que dividía el camino, se encontraba la mitad de un puente destruido colgando con desgaste y poca fuerza. En el sólido suelo contrario pudo ver a Remus y James intentando alcanzar inútilmente la mano de su hermano, el cual sujetaba un trozo de madera como si su vida dependiera de ello, y era relativamente cierto. Pudo notar cómo su hermano sujetaba con fuerza la muñeca del último merodeador que faltaba. La sangre se le fue a los pies, pero no hizo más que mirar a sus amigos, los cuales no se encontraban mejor que él.

—Tenemos que ayudarlos —dijo el de rizos con una voz tenue, casi en un susurro. Su hermano estaba vacilante en la cuerda floja de la vida; lo había recuperado parcialmente, no podía volver a perderlo, no podía permitirse ese capricho.

—Lo sé, Regulus, deja que pensemos en algo. No podemos actuar así de la nada. La magia muy fuerte podría romper el puente que queda entero y podía hacerlos caer. Tenemos que ser precisos —exclamó el mayor de todos, mirando la situación que se encontraba frente a él. Debía admitir que él no podría aguantar esa situación.

El ceño de Sirius se miraba tranquilo y relajado, aún cuando no solo su vida peligraba. Los más asustados eran los dos Gryffindors que se encontraban relativamente a salvo. Era incluso asombroso la forma en la que Peter no dejaba de mirar a quien lo sostenía, entregándole toda su confianza e incluso más que eso.

Barty miraba todo con una intensidad digna de el, pero no podía apartar su mirada de aquel pequeño que se encontraba en incluso más peligro que los demás, tenía sentimientos encontrados debido al frustración de no poder ayudar su rubio, a aquel que la última vez que vio le robó un tierno beso que no ha olvidado.

 

...

 

—James, Remus, vayan por esa maldita piedra. Si no nos movemos, estaremos bien. Confíen en nosotros —el leve grito de Sirius resonó en toda la cueva, rebotando en las paredes del abismo que los envolvía.

—¿Estás loco? —replicó Remus. —No, Sirius—.

—Moony, vayan. Estaremos bien, no se preocupen —secundó el de pecas con una leve sonrisa en el rostro.

—¡Están dementes si creen que los vamos a dejar! —el grito de James causó que incluso Remus se cubriera los oídos por el estruendo.

—Prongs, si sigues gritando, esto se va a caer. Váyanse, consigan esa maldita cosa, salgan por la otra salida que dijo el pergamino, tomen las varitas y regresen —y aunque el plan podría parecer coherente, a Sirius se le olvidó el gran detalle de la poca resistencia del material al cual estaba sujeto.

—No —dijo el ciervo.

—Sí —contestó el perro.

—No —recriminó el lobo.

—¡Sí! —gritó el ratón.

Mientras los Gryffindors discuten entre ellos, el abismo parece estremecerse ligeramente bajo sus pies, como si la misma cueva estuviera respondiendo a su conflicto interno. Remus mira a James con una mezcla de preocupación y determinación, sabiendo que cada segundo que pierden discutiendo aumenta el peligro para todos.

—James, tenemos que confiar en ellos —dice, su voz firme a pesar del miedo latente en sus ojos—. Si Sirius dice que estarán bien, debemos creerle. Necesitamos recuperar esa piedra y salir de aquí lo antes posible.

James frunce el ceño, luchando con su orgullo y su instinto protector. Sin embargo, la mirada de determinación en los ojos de Remus finalmente lo convence.

—Está bien, vamos a por la piedra —responde, su voz más calmada ahora mientras se prepara para la tarea que tienen por delante.

Ambos, con el corazón entre los dedos y las palabras en la boca, deciden levantarse de su inútil intento de ayudar. Sirius les dedica una mirada de calma, al igual que Peter, quien intenta no mirar hacia abajo.

—Estaremos bien mientras no miremos hacia abajo. El abismo muestra alucinaciones sofocantemente reales, que te invitan a saltar. Por eso Remus no podía despertar del trance. Presiento que es la única prueba —susurra Peter como si aquello no fuera un dato importante. —Están evaluando nuestra lealtad, nuestra valía y nuestro trabajo en equipo —aquello último lo susurra para sí mismo, pero alcanza a llegar a los oídos de Sirius, quien afirma el agarre en su muñeca, causándole un pequeño pero necesario dolor.

—Bien, Pete, volveremos rápido entonces —James toma fuertemente la muñeca de Remus para dar la vuelta hacia la apertura robusta en la pared, pero al levantar la vista, logran ver a cuatro personas bastante conocidas para ellos.

Remus entrecierra los ojos y puede encontrar la mirada tormentosa de Lucius, y aunque se percibe sofocante, no puede sentir más que calma. El rubio levanta levemente su mano, la cual juguetea con su varita. Un suspiro de alivio sale de sus labios. Nunca pensó que aquella presencia fuera tan gratificante de ver en esta situación.

—¿Qué hacen aquí? —escucha el castaño la voz de su orgulloso amigo, pero evita responder. Simplemente jala a James para alejarse lentamente de la orilla de aquel abismo y poder seguir adelante. Obtendrían esa piedra, tal como sus amigos querían.

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