Misterios

Harry Potter - J. K. Rowling
F/F
M/M
G
Misterios
Summary
Los Merodeadores, liderados por James Potter, Sirius Black, Remus Lupin y Peter Pettigrew, se embarcan en una intrépida aventura al descubrir un antiguo pergamino que revela secretos ocultos de Hogwarts. A medida que desentrañan enigmas mágicos y pasadizos secretos, se topan con misteriosos eventos del pasado de la escuela, desencadenando el desafío de proteger a Hogwarts de fuerzas oscuras que amenazan con resurgir.Pero también juntando sus destinos con los príncipes de Slytherin, lo que ocasiona descontentos pero también surge el amor.
All Chapters Forward

XI Ahora y siempre

Narrador omnisciente

—Vaya, es la segunda vez que te encuentro completamente solo —la voz serena pero burlona de Snape resonó por aquel pasillo donde yacía un Gryffindor pelinegro que de Gryffindor solo le quedaba el uniforme.

—No estoy de humor, Snape —la situación era fácil de explicar pero a la vez compleja para empatizar. A Sirius le había llegado una carta aquella mañana, una carta sin mancha alguna, pulcra como su remitente. Era de temer tanto cuidado en algo tan simple. Desde la mesa de Slytherin, pudo notar cuando el Black salió, seguramente diciendo alguna excusa tonta para poder leer la carta sin interrupciones, pero claro, no había escogido el mejor lugar.

—Black, no es el mejor lugar para explotar —avisó con calma acercándose al mayor, quien ni siquiera le dirigía la mirada. No iba a indagar en nada, pues no era de su incumbencia, pero decidió ayudarle a no humillarse delante de la gente que saldría del Gran Comedor.

—Wow, te j-juro que si no me lo dices no me d-doy cuenta —escupió aunque con aparente enojo. Snape sabía que la voz le había salido entrecortada; estaba llorando.

—Si sigues por este pasillo y giras a la derecha, la segunda puerta que veas es un salón en desuso —habló, ignorando las palabras del contrario y comenzando a caminar tranquilamente. No esperaba ver a Sirius correr hacia la dirección que le había dado. No iba a decir nada al respecto, pero aquella carta debía decir algo horrible para tener al gran Sirius Black llorando en el suelo de manera humillante.

—¡Sev! —se escuchó a lo lejos la calmada voz de Lucius, quien venía acompañado de los dos menores. Detuvo su andar hasta que los otros se pusieran a la par.

—¿Qué sucede? —preguntó.

—Nada, Lu quiere entregar su proyecto y ganarle a Lupin en una apuesta que hicieron hace no mucho —habló Barty, mirando con desinterés todo lo que sucedía a su alrededor.

—¿Ustedes creen que soy predecible? —

—Especifica —pidió Severus.

—Lupin dice que soy predecible, tanto en conducta como en mi forma de vestir —recitó con disgusto, comenzando a caminar ligeramente más rápido que los demás.

—Bueno, tienes buen sentido de la moda; tal vez por eso para él sea predecible, y tu forma de ser, pues, es peculiar —el rubio miró de manera amenazante a su menor, quien no le prestaba ni la más mínima confianza. Severus podía ser cruel con las palabras a veces.

—No te diré nada porque tengo una reputación que mantener —escupió con fingido enojo, aunque siempre parecía muy real.

—Y tu reputación se irá a la mierda cuando se enteren de tu atracción hacia Lupin —habló por primera vez Regulus, el cual se encontraba muy callado durante aquella caminata, como si su mente ocupara otra cosa.

—Blasfemias —acusó entre dientes, mirando cómo sus menores se detenían frente a un salón.

—Mentirte a ti mismo es más peligroso de lo que crees, Lu —dijo el menor de los Black, entrando en aquel salón de Transformaciones, siendo seguido por Barty, el cual solo se despidió con un leve gesto de mano.

—Vamos, Lu —llamó Severus, haciendo reaccionar al heredero Malfoy de su ensoñación.

—Si, disculpa —hablo con calma el rubio siguiendo nuevamente el paso a sus amigos.

Todos tomaron caminos separados, dirigiéndose a sus respectivas clases, las cuales lamentablemente no eran juntas. Odiaban esos días, pero no tenían opción más que simplemente seguir.

Lucius caminó por los pasillos, derrochando a su paso un aura tan limpia y pura que no parecía concordar con lo que pasaba en su interior. Su mente se encontraba en un limbo, pensando en cómo podría ganar esa pequeña apuesta que tenía con el Gryffindor. Si se ponía a pensar, tendría que ser astuto, y lo era, ¿pero acaso eso sería predecible?

—No te comas la cabeza, Malfoy —un susurro lo sacó de sus pensamientos y lo hizo girar su cabeza bruscamente hacia donde provenía aquella voz. —Mira el pergamino—.

El castaño de cicatrices le tendía un pergamino enrollado, perteneciente a su trabajo de investigación. El rubio solo asintió con molestia y abrió el objeto para así leer su interior. En la parte inferior, una nota estaba escrita con una caligrafía asombrosamente limpia.

"Te comerás la cabeza con el tema de la apuesta. Intentarás actuar indiferente y llevas una camisa de botones color negra de vestir debajo de la capa del uniforme, la cual planchaste en la mañana a mano porque el hechizo no funcionaba."

Se giró para mirar al delator de sus acciones, deteniéndose en aquel pasillo casi al instante. —¿Cómo sabes lo del hechizo? —preguntó.

—Llegaste tarde al desayuno, te veías molesto y cada vez que podías soltabas tu varita con algo de fuerza, como si estuvieras enojado. El color fue solamente intuición —sonrió tan tranquilamente que incluso daba miedo la calma que aparentaba el más joven.

—No he perdido, Remus —acusó con cierto miedo en su mirar, el cual no salió a la luz ya que sus ojos se encontraban fijos en el pergamino que comenzó a enrollar, buscando algo que hacer.

—Está bien, no has perdido entonces. ¿Cómo quieres que gane la apuesta? —el castaño soltó una risa nasal, esperando respuesta. No había nadie en aquel corredor, solo ellos dos y sus miradas encontrándose.

—Eres un dolor de cabeza si te lo propones —contestó Lucius, retomando su andar. A pesar de mostrarse molesto, la cercanía del Gryffindor le causaba un sentimiento de calma.

Una risa nasal salió de los labios del castaño, sonriendo con sorna ante lo dicho por el mayor, a quien no le causó tanta gracia aquella reacción. —Mi parte está hecha, así que calma, ya no me verás en mucho tiempo. Olvídate de la apuesta —le restó importancia con cautela, intentando descifrar las expresiones de su acompañante

—Por fin dices algo en lo que estoy de acuerdo —comentó Lucius.

—Bueno, es algo que te conviene a ti —respondió Remus.

—No perdí.—

—Bueno... quizás deberíamos dejar ese tema aquí — el Gryffindor agachó la cabeza, suspirando. No iba a gastar sus energías peleando con el contrario.

—Sí... Oye, Lupin —llamó al ver que Remus volvía a avanzar con tranquilidad.

—¿Sí? —preguntó Remus.

—Más te vale que saquemos una buena nota —recriminó Lucius, siendo él quien se decidió a avanzar a pasos acelerados, dirigiéndose a su próxima clase.

—Merlín, odio ponerme tan nervioso —susurró el castaño, acercándose delicadamente hacia una puerta cerrada en aquel pasillo. —Sirius, soy yo, déjame entrar —dijo con suavidad.

Dentro se escucharon unos pasos acercarse a aquella vieja puerta, que se abrió levemente dejando el rostro de Sirius a la vista. Tenía los ojos llorosos y las lágrimas secas decoraban sus mejillas, una imagen triste, deprimente y sola.

—Rems —la voz rota y lastimera de Sirius lo hizo preocuparse. Su amigo estaba mal. Entró con cuidado y cerró la puerta a su paso, no tardando en abrazar a su amigo, permitiendo que llorara en su pecho. El pelinegro perdió la fuerza en sus piernas y cayó, siendo seguido por Remus, quien no lo soltaría.

—¿Qué pasó, Pads? —acarició levemente los rizos desordenados de su amigo. Le dolía verlo así.

Después de un momento de silencio, el Black mayor finalmente logró controlar sus sollozos lo suficiente como para hablar. Levantó la mirada hacia Remus, sus ojos aún vidriosos reflejaban una mezcla de tristeza y frustración.

—Fue una carta de mi familia —murmuró Sirius, su voz apenas más que un susurro—. No fue nada bueno.

El castaño apretó con más fuerza el abrazo, transmitiendo su apoyo silencioso. Sabía lo complicada que era la relación de Sirius con su familia, y podía imaginar lo que esa carta significaba para él.

—Lo siento, Pads —dijo Remus con suavidad—. ¿Quieres hablar al respecto?

Sirius asintió lentamente, agradecido por la oferta de su amigo. Suspiró con pesadez y se fundió más en aquel abrazo antes de comenzar a hablar.

—Mi madre quiere que regrese, dice que no podré seguir huyendo de ella más tiempo —respiraba con pesadez para evitar volver a romperse—. Dice que si no regreso, Reggie pagará las consecuencias. ¡No quiero eso, Moony! —gritó desesperadamente, ahogando nuevamente sus lamentos en el cómodo pecho de su amigo, quien se dedicaba a brindarle caricias en su cabello y a escucharlo.

—Eso es horrible. ¿Cómo puede tu madre decir esas cosas, amenazarte con tu hermano? —la ira que el de ojos dorados tenía se podía sentir en todo el lugar.

Escucharon toques leves en la puerta. Remus dudó en ir a ver, pero sintió a su lobo tranquilizarse y dejar un poco de lado el enojo. Había aprendido en ese corto tiempo a confiar en Moony, en ese lobo lastimado que había visto en aquel desafío, así que asumió que quien sea que estuviera afuera, era alguien agradable para ellos.

—¿Quién? —preguntó por seguridad.

—¿Moony, estás con Pads? —la voz preocupada de James se hizo escuchar. Miro disimuladamente a Sirius, quien le dedicó una mirada con una gran sonrisa.

—Pasen —sabía que el de lentes no vendría solo, sino que su pequeño amigo también estaría con él. Ambos Gryffindors entraron con cautela, guardando el rubio el mapa en su capa. No preguntaron, no dijeron nada, solo se acercaron a su amigo, agachándose junto con él y abrazándolo.

Lo que menos quería Sirius era hablar. Ellos lo sabían, lo conocían, así que solo le demostraron que no estaría solo, como aquel día.

—Pads, ¿confías en nosotros? —preguntó Remus con una sonrisa, mirando a sus amigos, era el más alto, así que podría ver el abrazo grupal desde otro ángulo.

—Ahora y siempre —todos sabían que aquellas palabras no eran tan sencillas, sabían de dónde venían y sabían que si Sirius no había dudado ni un minuto en decirlo era porque en serio los necesitaba.

 

...

 

Flashback

¡Ayuda! —gritaba el pequeño pelinegro de tan solo doce años, mirando cómo aquel animal enorme lo estaba acorralando.

Justo cuando el miedo comenzaba a paralizarlo, una figura oscura se abalanzó desde la oscuridad y con un hechizo expulsó al animal, salvando al niño de una situación potencialmente peligrosa. Sirius respiró con alivio al ver a su alto amigo, quien se acercó rápidamente para asegurarse de que estuviera bien.

¡Sirius! —gritó James, apareciendo junto a Remus, seguido de Peter.

¿Estás bien, Sirius? —preguntó James, con el ceño fruncido por la preocupación.

Sirius asintió, todavía tembloroso por la experiencia. Peter se apresuró a ofrecerle una mano para ayudarlo a levantarse, mientras que James y Remus lo rodearon con una mezcla de alivio y preocupación.

No sabía de donde habían salido sus amigos, el en un ataque había salido al bosque prohibido y se vio involucrado en aquel asunto donde pensaba que iba a morir.

Gracias, chicos —dijo Sirius, con voz temblorosa pero llena de gratitud.—Pensé que estaba acabado —.

No te preocupes, siempre estaremos aquí para ti —declaró Remus, poniendo una mano reconfortante en el hombro de Sirius, habían salido a buscarlo cuando Peter se había levantado par ir al baño y no vio al pelinegro en su cama, se le hizo raro esto y no dudó en despertar a sus amigos, James preocupado se apresuró a intentar encontrar donde estaba Sirius y Remus se encargó en lanzar aquel hechizo al ver en problema de su amigo.

¿Confías en nosotros? —preguntó el de lentes, mirando a cada uno de sus amigos con determinación en los ojos.

Sirius miró a cada uno de ellos, viendo la preocupación y el apoyo en sus rostros. Sabía que podía confiar en ellos con su vida. Y sabía que ellos tenían el conocimiento de que el estaría para cualquier cosa.

Ahora y siempre —respondió Sirius, con convicción, y una oleada de emoción y gratitud llenó el aire mientras los cuatro amigos se abrazaban, fortaleciendo así su vínculo de amistad y lealtad inquebrantable.

 

...

 

El pequeño merodeador lloraba en el suelo de la cocina, con un pastel de chocolate a su lado. Comía con enojo, mientras sus lágrimas caían por su rostro. Estaba enojado consigo mismo por desobedecer a su madre, pero estaba aún más enojado con aquella voz en su cabeza que le repetía cosas horribles: que él era horrible, que nunca sería nada, que nadie lo querría.

¡Pete! —escuchó la voz de su rizado amigo, y lloró aún más. Sentía que no los merecía, que era horrible.

Sintió las manos de Sirius tomar las suyas y alejar aquel pastel de su alcance. Seguramente se veía horrible.

Los demás merodeadores se acercaron con calma a su smigo, rodeándolo con su apoyo incondicional. James con un pañuelo limpio suavemente el rostro de su amigo, mientras Remus colocaba una mano tranquilizadora en su espalda. Sirius mantuvo sujeta sus manos con firmeza, transmitiéndole seguridad y calma.

¿Qué pasa, Pete? —preguntó Remus con suavidad—¿Por qué estás tan mal?

Peter soltó un sollozo ahogado antes de poder articular una respuesta. La ansiedad lo consumía, y se sentía atrapado en un torbellino de autocrítica y dudas sobre su propio valor, sobre su vida. Su mente era su propia enemiga.

Es... es estúpido —murmuró entre sollozos, sintiéndose avergonzado por su propia debilidad.

Nada de lo que sientes es estúpido, Peter —intervino Sirius con firmeza—. Estamos aquí para ayudarte, pase lo que pase.

James asintió con vehemencia, expresando su acuerdo con las palabras de Sirius.

Exacto, Pete. Somos tus amigos, siempre estaremos aquí para ti, pase lo que pase —añadió con determinación.

Remus le dio una palmadita reconfortante en el hombro a Peter, mostrándole su apoyo silencioso.

Todos tenemos días difíciles, Peter. Pero eso no significa que estés solo. Estamos contigo en esto —dijo con gentileza— ¿Confías en nosotros?—.

Peter se sintió abrumado por el amor y la comprensión que emanaban de sus amigos. Aunque la ansiedad seguía latente en su pecho, se aferró a la certeza de que no tenía que enfrentarla solo. Asintió con determinación.

Ahora y siempre. —respondió con voz temblorosa—. 

Los merodeadores lo rodearon en un abrazo cálido y reconfortante, envolviéndolo en una red de amistad y apoyo. En ese momento, Peter supo que, pase lo que pase, siempre tendría a sus amigos a su lado para ayudarlo a superar los momentos difíciles.

 

...

 

James se sentía destrozado por dentro. El rechazo de Lily lo había golpeado con fuerza, dejándolo con el corazón roto y una sensación abrumadora de no ser lo suficientemente bueno para ella. Se preguntaba qué había hecho mal, qué podía haber hecho diferente para ganarse su amor. Se sentía inadecuado, insuficiente, y el dolor parecía abrumador.

Mientras luchaba por contener las lágrimas, buscó consuelo en sus amigos. Sabía que podía confiar en ellos, que siempre estarían ahí para él, pase lo que pase. Y en ese momento de debilidad, necesitaba desesperadamente sentir su apoyo.

Cuando Sirius, Remus y Peter se acercaron a él, sintió un leve destello de esperanza en medio de la oscuridad de su corazón roto. Se permitió bajar la guardia, dejando que su dolor y vulnerabilidad se manifestaran frente a sus amigos.

Estoy destrozado, chicos —murmuró James con la voz entrecortada por la emoción— No sé qué hacer.—

Sirius le ofreció un abrazo reconfortante, rodeándolo con sus brazos fuertes y transmitiéndole un sentido de seguridad y protección. Remus colocó una mano tranquilizadora en su hombro, ofreciéndole un apoyo silencioso pero poderoso. Peter le entregó un pañuelo, mostrando su preocupación y solidaridad.

Lo siento, James —dijo Sirius con sinceridad. —Sé lo mucho que te importaba Lily—.

Remus asintió en acuerdo, expresando su comprensión y empatía hacia el dolor de su amigo.

Todos hemos pasado por momentos difíciles, James —añadió con gentileza.— Pero no estás solo en esto. Siempre puedes confiar en nosotros—.

Peter, con los ojos llenos de compasión, le ofreció una sonrisa reconfortante, recordándole que tenía amigos que lo apoyaban incondicionalmente.

Confías en nosotros, ¿verdad? —preguntó Peter con suavidad. —¿Ahora y siempre?—.

James se sintió abrumado por la calidez y el amor que emanaban de sus amigos. A pesar del dolor en su corazón, encontró consuelo en su compañía. Asintió con gratitud y determinación.

Confío en ustedes —respondió James con voz temblorosa—. Ahora y siempre.

Los merodeadores lo rodearon en un abrazo solidario, envolviéndolo en un círculo de amistad y apoyo. En ese momento de vulnerabilidad, James encontró consuelo en el amor incondicional de sus amigos, sabiendo que, pase lo que pase, siempre estarían ahí para él.

 

...

 

—Mi madre quiere que regrese —dijo Sirius, mirando a sus amigos. Notó la inconformidad en sus rostros, especialmente en el de Remus; en cambio, James daba risa de lo expresivo que llegaba a ser.

—Claramente no lo harás —respondió el de lentes, mirando a su amigo con seriedad. Los ojos grises de Sirius parecían revelar que algo no estaba bien.

—Me amenaza con hacerle cosas horribles a Regulus —sus amigos parecían horrorizados ante la revelación.

—Eso es chantaje —acusó Peter, frunciendo el ceño con frustración.

—Sí lo es, pero siento que antes de colapsar, Sirius, debes hablar con Regulus —razonó Remus con cautela.

—No creo que sea fácil, mi relación con él apenas está volviendo —la tristeza en la mirada de Sirius era palpable.

Estrella, dile a mini Black que propones venirte con nosotros estas vacaciones, escapar. Sé que es arriesgado, pero así no tendrás que volver, y además, tu madre no le hará nada a tu hermano nunca más —la mirada segura que James le dio, junto con aquel apodo en español, mostraban que sabía exactamente de lo que estaba hablando.

Mamá Elffie ya debe estar cansada de tantos niños en tu casa —rió Sirius, causando una pequeña risa grupal. —No, Peter, no propongas tu casa. Mamá Annette apenas nos aguanta cuando vamos a visitarte —miró al más joven, ya que este iba a hablar. Aquellas señoras se habían comportado con más amabilidad que su propia madre, incluso se ganaron que Sirius las llamara así, y ellas le dijeron que no habría problema.

—Para tu información, nuestras madres no tendrán ningún problema, Sirius. Ellas te aman, a todos nosotros. Somos sus hijos compartidos. Sabes que siempre nuestras casas serán tuyas, y sabes que de hecho, nuestras madres se preocupan por ti. Mamá Hope también lo hace, y sabes que todos cuidaríamos de Regulus igual —habló Peter con firmeza, habiendo sido interrumpido antes.

—Chicos... ¿saben ustedes cuánto los amo? —el amor incondicional, el amor fraternal, si alguna vez tenía que dejar la vida por sus amigos, lo haría, y renacería para volver a reunirse con ellos. Ellos le daban fuerza.

Mucho, lo sabemos, Estrella —pronunció James en aquel idioma que Euphemia le había enseñado. Amaba a esa linda pelirroja, ella le enseñó a ser amado.

Nosotros también lo hacemos —habló el rubio, mirando a su amigo con una sonrisa brillante. Amaba el acento de Peter en ese idioma, que Annette se había encargado de que no se perdiera. De hecho, amaba también a aquella rubia pequeña que siempre que se encontraba triste lo sabía y le preparaba unas deliciosas galletas.

—Sirius, habla con él, dile sobre la carta, muéstrasela si es necesario, y ofrece esta opción, ofrecerle ser libre —la calma y calidez con la que hablaba Remus eran tan características de Hope, aquella mujer que siempre los llenaba de ricos tés, que cuando iba a visitar a Remus, ella le brindaba un ataque de abrazos y le tejía abrigos para Navidad de diseños hermosos.

—Lo haré, intentaré no ser una carga en sus casas, conseguiré algo cuanto antes. En serio, les agradezco todo, no sé qué haría si no los tuviera —dijo, casi comenzando a volver a llorar.

—Seguramente estarías en Azkaban —dijo su mejor amigo, rodando los ojos, logrando sacar una carcajada en todos.

Forward
Sign in to leave a review.