Misterios

Harry Potter - J. K. Rowling
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Misterios
Summary
Los Merodeadores, liderados por James Potter, Sirius Black, Remus Lupin y Peter Pettigrew, se embarcan en una intrépida aventura al descubrir un antiguo pergamino que revela secretos ocultos de Hogwarts. A medida que desentrañan enigmas mágicos y pasadizos secretos, se topan con misteriosos eventos del pasado de la escuela, desencadenando el desafío de proteger a Hogwarts de fuerzas oscuras que amenazan con resurgir.Pero también juntando sus destinos con los príncipes de Slytherin, lo que ocasiona descontentos pero también surge el amor.
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X La guarida

Narrador omnisciente

—¿Están completamente seguros de que esto sea seguro? —decía el heredero Malfoy, mirando con algo de temor al sauce boxeador.

—Vi a Black caminar hacia acá, no sé qué sigue después de esto —mencionó el de cabellos lisos con cierto descontento. No le gustaba lo que estaban haciendo; por Merlín, se habían saltado clases y roto una regla solo para averiguar lo que hacían esos cuatro idiotas.

—No sé... Quizás tomó otro camino después —intentó decifrar el de rizos mirando a su alrededor, pero era claro que su idea no era más que una vaga mentira, puesto que el pequeño jardín perteneciente al sauce boxeador era un plano solitario, y no había más allá que el bosque prohibido frente a ellos.

—Regulus tiene razón, pero no creo que ellos fueran al bosque prohibido, así que ni idea de a dónde se fue —dijo Barty con un ceño de frustración. Si bien tampoco era que el lugar que buscaban fuera de suma importancia, pero sí había sido divertida la idea.

Los cuatro Slytherins se encontraban de frente a aquel árbol, que comenzaba a moverse de manera insensata hacia ellos buscando atacarlos, aunque ninguno daba un paso atrás, ya que estaban a una distancia apropiada para su seguridad. Por la mente de todos pasaba el irse de ese lugar y retomar sus clases, pero un pequeño sonido los detuvo, un sonido tranquilo que venía acompañado de una tenue luz plateada.

"No pregunten, no griten, solo crucen."

Una hermosa y majestuosa pluma había escrito en el aire y si bien les resultaba completamente extraño, aquello pasó a segundo plano cuando la misma dibujó una diana indicando el centro del sauce. Ninguno hizo nada, sino hasta que Severus miró levemente debajo de la pluma y pudo notar una pequeña piedra que era iluminada.

—Okay, sin preguntas —dijo a la par que se acercaba y tomaba aquella piedra, teniendo claro cuidado con las repentinas sacudidas que daba el sauce boxeador.

—Sev, ¿qué haces? —soltó Lucius al ver a su amigo tomar la roca y lanzarla, dándole justo en el centro de aquella diana dibujada en el aire. Como si de un interruptor se tratase, el sauce paró de moverse y dejó a plena vista un agujero de tamaño mediano.

—Bien, creo que tengo que preguntar —la oración de Regulus fue cortada, ya que al revisar el lugar con su vista, aquella linda pluma ya no se encontraba con ellos. Miró a Barty buscando respuestas, pero este solo se encogió de hombros al no saber qué decirle.

—No entraremos ahí —dijo Malfoy.

—Oh, sí que entraremos —contestó Barty con una sonrisa juguetona en sus labios y adelantándose a sus dos mayores para cruzar aquel pasadizo.

—No podemos dejar al niño ir solo, Lu —el resoplido claramente molesto de Snape resonó en sus otros dos compañeros, los cuales asintieron forzados. Sí, podrían no ser Gryffindors, pero eran leales y si uno se tira, los demás irán con él.

Juntos cruzaron aquel agujero, esperando no toparse con algo peor esperándolos del otro lado. Curioso era el divertido tobogán al cual se adentraban, aunque daba muchas vueltas, la mente del ojinegro intentaba decifrar el lugar al cual se dirigían, pero le era imposible con tantos cambios de sentido. De igual manera, no tardaron mucho en llegar.

—¿Dónde estamos? —el primero en hablar fue el único Black del grupo, mirando a su alrededor aquella casa hecha completamente escombro, aunque se mantenía en pie, le daban escalofríos solo estar ahí dentro.

—Chicos —llamó Barty, quien estaba un poco más adelante de ellos, señalando unas marcas en la pared. Eso claramente era grave; eran marcas grandes, rasguños que decoraban toda aquella superficie, pero eso no era todo.

—Quiero salir de aquí —habló el rubio, mirando cómo su curioso y castaño amigo subía por las escaleras que ahí se encontraban.

—¡Barty! —llamó Severus a su menor, pero este solo continuó subiendo, siendo seguido por el de ojos grises. Esos dos eran un caso perdido.

Los dos mayores los siguieron hasta el segundo piso, topándose ahí con un castaño rebelde abriendo la única puerta que ahí se encontraba. Con sigilo y cuidado asomó su cabeza, para acto seguido abrir la puerta por completo al ver lo que había dentro.

—Esto es genial —exclamó entrando y mirando alrededor.

—¿Los idiotas se hicieron una segunda sala común? —exclamó Lucius al aire mientras miraba todo lo que había en aquella habitación. Era enorme y, a diferencia del resto de la casa, esta era cálida; se sentía cómodo en ese lugar.

—Hasta eso tienen una buena decoración —halagó el Black caminando hacia el centro de la sala donde se encontraba una mesa completamente vacía.

—Vaya, con que aquí vienen cuando nadie los encuentra en Hogwarts —el susurro dicho por el de ojos negros llamó la atención de los otros tres.

—¿Y tú cómo sabes que a veces no están en Hogwarts? Digo, uno de ellos es mi hermano y ni siquiera lo hubiera imaginado —le miró inquisitoriamente con una ceja alzada, le daba gracia el leve rubor de vergüenza que aparecía en el ceño fruncido de su amigo.

—Soy el único que va con ellos en su año; es normal que lo note —miró con enojo al menor y pasó a su lado para sentarse en aquel cómodo sillón colgante, el cual se encontraba cerca de un librero. —Puedo apostar que esto fue Lupin —dijo cambiando de tema.

—Claro, la parte de los dulces es Pettigrew y quiero asumir que la parte donde está todas las bandas muggles es de Sirius, así de decorada tiene su habitación —señaló el de ojos grises haciendo que todos enfocaran su mirada en la esquina faltante.

—¿Entonces eso es de Potter? —a ninguno le cabía duda de que el de lentes era alguien brusco y tosco; nada concordaba con el ámbito del arte, el cual era refinado y fino.

—Eso parece —el de ojos verdes levantó sus hombros levemente y se acercó a la esquina de quien podía decir que era su merodeador favorito, tomando un frasco donde relucían unas deliciosas galletas. Se había quedado con ganas de más, así que tomó una; al pequeño no le importaría después de todo.

—¿Y bien, qué hacemos ahora? —preguntó el de cabellos rubios mientras exploraban la habitación.

—Supongo que podemos esperar a que los merodeadores regresen y ver qué excusa nos dan —sonrió el menor de los Black de manera sutil, disfrutando la idea de tener un as bajo la manga.

—No deberíamos quedarnos mucho tiempo, podríamos perdernos alguna clase importante —añadió el único mestizo en la sala, mostrando cierta preocupación por las responsabilidades académicas.

Barty, por otro lado, estaba más enfocado en disfrutar aquella deliciosa galleta. —Podemos explorar un poco más, ver qué más secretos esconde esta casa de locos. —Su entusiasmo contagioso se reflejaba en sus ojos, invitando al resto a seguir con la aventura. El brillo en su mirada era tan grande como su interna intriga por lo que salió de aquella habitación buscando alguna otra puerta, aunque no encontró mucho tampoco. Era extraño; afuera se veía incluso más espacio de lo que en verdad era. Podía incluso apostar que había otra habitación escondida.

—Barty, nos vamos; seguramente ya acabó la hora de clase y no pienso perderme ninguna más —habló el mayor de todos, dirigiéndose a la planta baja y evitando volver a ver todo a su alrededor. Regresó por aquel pasadizo con un cuidado gigante; no necesitaba mirar hacia atrás para saber que sus menores le seguían; él podía sentir sus pasos.

Mientras bajaban por el pasadizo, el heredero Malfoy se percató de que la pluma mágica apareció nuevamente frente a ellos, flotando en el aire con su tenue luz plata. Esta vez, no escribió ninguna instrucción, pero una puerta invisible se materializó en la pared, indicando una posible salida.

—¿De dónde vino esta puerta? —preguntó Severus, mirando con desconfianza alrededor.

—No sé, pero creo que es hora de regresar a Hogwarts. Ya nos aventuramos lo suficiente —opinó Lucius, mirando con seriedad la nueva apertura.

Barty, por otro lado, aún mantenía su expresión juguetona y una chispa de curiosidad en sus ojos. —¿Volveremos a entrar en el sauce boxeador? —preguntó con entusiasmo, ignorando la cautela de los demás.

El heredero Malfoy negó con la cabeza. —Creo que ya tuvimos nuestra dosis de riesgo por hoy. Volvamos antes de que alguien se dé cuenta de que faltamos a clase.

El grupo atravesó la puerta invisible y emergió nuevamente en el pasillo del tercer piso de Hogwarts. Miraron alrededor, asegurándose de que no hubiera testigos, y se dispersaron con discreción hacia sus respectivas clases, llevándose consigo la intriga de la misteriosa casa de los merodeadores.

 

...

 

—¿Dónde estabas? —le habló Remus a aquella pluma que había estado buscando al no verla en su lugar.

"Haciendo un pequeño favor."

Respondió esta con gracia antes de regresar al tintero del buró de Sirius, al cual pertenecía. Descansaba allí, sin necesidad de tinta, ocupando su espacio habitual. La llave perdida tenía su propio lugar en uno de los cajones al lado de la cómoda de James.

—No preguntaré nada, de igual forma no es de mi incumbencia —susurró con calma, mirando la hora en el reloj que poseían en la habitación. Con un suspiro cansado, se levantó de su cómoda cama para encaminarse a la guarida; seguramente los demás estaban haciendo lo mismo que él, siempre se encontraban en ese lugar al caer la noche. A veces incluso dormían allí, su pequeño hogar, un secreto compartido solo entre ellos y el grupo de amigas de Lily.

Lily, Marlene y Mary necesitaban un lugar tranquilo y sin estudiantes para realizar un proyecto, y James, en su enamoramiento, no dudó en presentarles aquella casa. A pesar de todo, los Merodeadores permitían que las chicas usaran la morada para sus necesidades. La situación se volvió tensa cuando Marlene pidió permiso para llevar a Dorcas, una Slytherin. Sirius hizo una rabieta, pero el grupo, siendo democrático, decidió permitirlo, incluso James, a cambio del proyecto de Historia de la Magia.

Meadowes era la única Slytherin que conocía el secreto, y aunque a Black le costara admitirlo, le agradaba. Era la única Slytherin que se les acercaba con total confianza. Muchos decian que los Merodeadores eran tan orgullosos que no se juntaban con otras casas. Aunque eso no era del todo cierto, ya que también convivían mucho con Xenopulus Lovegood y Pandora Rosier, dos Ravenclaws cercanos, que sabían de su relación con los Slytherins, especialmente con Pandora. Además, tenían a Amos Diggory, un Hufflepuff que muchas veces les ayudaba en varias cosas, y gracias a él pudieron ir al torneo de Quidditch.

Así que todo lo que se decía eran patrañas, blasfemias.

—Vaya, soy el primero —sonrió, encaminándose hacia las escaleras. No le gustaba admirar la planta de abajo, le resultaba imposible, e incluso estaban planeando cambiar el pasadizo para que no terminara allí, sino en la parte de arriba. Sería completamente genial; Sirius estaba haciendo los planes.

—¡Oh, Moony! —exclamó el rubio corriendo hacia el mayor, quien se detenía a mitad de las escaleras esperando a que el contrario le abrazara.

—Wormy —suspiró hundiendo su rostro en los cabellos rubios de su amigo y devolviéndole el abrazo.

—Vamos arriba, tengo ganas de comer unas galletas —dijo para correr siguiendo la escalera, siendo seguido por el castaño.

—Sabes, Pete, tengo una idea para la letra de una canción, pero necesito que me ayudes —habló el mayor, sentándose en aquella cama colgante y mirando al rubio tomar un frasco, observando extrañado su interior.

—Dime lo que tienes —respondió, aunque un tanto extrañado por encontrar menos galletas de las que acordó haber dejado, pero decidió restarle importancia.

—Bien, escucha —el rubio se dejó caer en el cojín enfrente del castaño mientras tomaba una galleta del frasco, prestando total atención a lo que el mayor iba a decirle. —Del nervio... me puse a temblar —cantó despacio haciendo los tiempos con chasquidos de sus manos.

No esperaba esto, es difícil de olvidar... —su mirada bajó levemente mirando al suelo, intentando recordar correctamente los tiempos que había escrito en aquel cuaderno.—Y no me quejo de que me hables a las tres —sintió como el menor le acompañaba los chasquidos con leves pisadas.

Yo encantado de poderte atender —una sonrisa apareció en sus labios. Si bien hubiera estado mejor que le mostrara a Peter la canción mientras tocaba la guitarra, era divertido hacerlo a capella. —Amarrado en tus besos y en tu piel —suspiró—Encantado de todo ese poder —.

Miró al rubio esperando alguna crítica; este le miraba con aquellos ojos azules con un brillo que le emocionaba. Pete tenía una idea en mente, con una señal le indicó que él continuara con lo que se le había ocurrido para el coro.

Y ay, mi amor, por favor, dime —susurró—cuál es la receta para hacerte el amor, que nunca olvides —siguió marcando los tiempos, asombrándose por lo rápido que aquel pequeño encontró la forma de seguir sus letras. —Que volver a vernos sea algo tentador —.

Amor de cine —dijo él, viendo cómo el rubio asentía ante aquella rima muy buena.

—La letra es genial, Moony, y el mensaje es algo especial, me agrada —respondió llevándose otra galleta a su boca.

—Gracias, Pete, tu improvisación fue genial también. Me gustaron, las voy a agregar a la canción. Es un buen coro, dime ¿tú estás trabajando en algo? —preguntó curioso, puesto que el menor casi nunca compartía sus escritos. Aunque él tampoco, eran más que todo Sirius y James los que tenían las agallas de mostrarnos sus canciones.

—Me gustó mucho tus letras, Rems, y tú, Pete, fue excelente. Si quieren ayuda, no duden en pedírmelo. Igual, esa canción con una guitarra acústica lenta se escucharía bien —añadió Sirius.

—Lo tendré en cuenta, Sirius —sonrieron los dos, viendo cómo el de cabellos negros entraba a la habitación y movía con pereza el cojín más cercano para ponerlo al lado de Peter y tirarse a descansar.

—Pete, si tienes alguna letra y quieres ayuda, podrías pedirnos igual. Ni Rems, ni yo, ni Jamie te diremos algo negativo —aquel susurro adormilado hizo reír al primero mencionado, quien con toda la comodidad del mundo comenzó a hacerle caricias a Sirius en su cabello en muestra de gratitud.

—Lo que dijo Sirius también va para ti, Moony. He escuchado parte de lo que escribiste, es asombroso —el de lentes hizo presencia imitando la misma acción de Sirius, seguramente esos dos vinieron corriendo para llegar a tiempo, saben que al castaño claro no le gustaba la impuntualidad.

—Bien, de hecho, tengo una que escribí hace poco. Ya la terminé y, honestamente, necesito una crítica —la voz calmada del rubio captó rápidamente la mirada grisácea de Sirius y la miel de James, quienes se incorporaron emocionados. Hoy era un día de suerte, habían escuchado algo de Remus y ahora escucharían algo escrito por Peter. Sí, un día de suerte.

—¿Acapella o te invoco la guitarra acústica? —preguntó Remus, ocultando mejor su emoción detrás de una sonrisa orgullosa.

—La guitarra, si no es molestia —respondió, dejando de hacerle cariños al cabello de Sirius para recibir la guitarra con una sonrisa. No dirá nunca que o quién lo inspiró porque arruinaría todo el ambiente que habían creado en tan solo unos minutos. —No se emocionen, solo les cantaré el principio y el coro —recalcó, mirando a sus amigos, los cuales asintieron con la misma emoción.

—Bien —.

Aquí estoy yo para hacerte reír una vez más —comenzó tocando suavemente la guitarra y manteniendo su voz en un susurro elevado, pero arrastrando las palabras en un tono llamativamente calmado. —Confía en mí, deja tus miedos atrás y ya verás—.

Aquí estoy yo con un beso, quemándose los labios— alargó levemente aquella última nota; la voz de Peter era completamente calmada y melodiosa, por eso él no cantaba tanto en canciones agresivas. —Es para ti, puede tu vida cambiar, déjame entrar—.

Le pido al sol— alargó la última palabra elevando más su voz. —Que en una estrella azul— volvió a susurrar. —Viaje hasta ti y te enamore en su luz— elevó nuevamente la nota, sin dejar en ningún momento de tocar los acordes en la guitarra. —Aquí estoy yo— cantó —Abriéndote mi corazón, llenando tu falta de amor— hizo una pausa para tomar aire y continuar. —Cerrándole el paso al dolor, no temas, yo te cuidaré—.

Solo acéptame—.

Los aplausos no se hicieron esperar al tiempo que el de rizos se paraba levemente para repetir lo hermosamente cursi que era aquella canción, pero que le había fascinado. Todo esto mientras aplaudía casi como una foca.

—¿Quién traerá tan enamorado a nuestro Pete? —preguntó James con una ceja alzada, lo cual recibió un codazo por parte del mencionado.

—Tendrán la misma respuesta que dio Sirius cuando le preguntamos a quién le escribió "Perdón". —La risa que había soltado el de ojos grises cesó ante su mención en aquella oración, dándole una mirada de reprimenda a su tierno amigo.

—¿Cómo iba esa? Ah sí, "No espero amor ni odio". —El castaño de cicatrices fue callado cuando un pequeño cojín fue lanzado hacia su dirección.

—Dejen de meterme a mí en sus discusiones. —Un sonrojo se extendía por toda la cara del mayor de todos los presentes, lo cual ocasionó un episodio de risa infinita que ninguno podía callar.

—"Ya tengo bastante con mi dolor" —intentaban cantar aún con la risa a flor de piel y con pequeñas almohadas siendo aventadas a sus rostros.

—Ya entendí, ya entendí. ¿Por qué no mejor atacaste a James y su "Entrégame tus labios rotos"? —

—No es igual, Pads, todos saben que esa canción la escribí para Lily —recordó, rodando sus ojos.

—Bien, ¿vamos a dormir aquí hoy? —preguntó el más alto de todos, intentando poner orden.

—Sí, es tarde y tengo cero ganas de moverme de aquí —contestó el azabache de lentes, quedándose acostado en aquel cojín del cual no se había movido.

—Igual tendrás que hacerlo para ir a la cama, Jamie —dijo entre pequeñas risas el rubio mientras se paraba a dejar aquella guitarra en su lugar para luego presenciar cómo desaparecía entre la pared.

—Bien, de pie, flojo, que tenemos que ir, después te dolerá la espalda, Bambi —y cargando con toda la responsabilidad detrás de aquel apodo, el Black salió corriendo para ponerse detrás de Remus, quien se acababa de parar.

—Sirius... —

—Pete, abre la puerta —dijo algo asustado sin soltar al de cicatrices, quien miraba toda la escena entre risas. El rubio se acercó al librero detrás de ellos y con cuidado tomó un libro de tapa roja para golpearlo levemente, abriendo así una puerta que los llevaba a una habitación con cuatro camas.

—Era la única forma de pararte, Jamie, perdón —dijo eso tan rápido al tiempo que soltaba a Remus y entraba como alma desamparada para ocultarse debajo de las cobijas grises de su cama.

—Ven para acá, pulgoso de mierda —el de lentes le siguió el paso buscando atraparlo.

De lejos se escuchó un "Solo fue una vez", frase que hizo reír a los dos merodeadores que se quedaron afuera.

—A veces no sé si son mis amigos o son niños a los cuales tengo que cuidar —dijo el de ojos dorados, apreciando cómo su despeinado amigo molía a almohadazos a su otro amigo.

—Si es la segunda, déjame decirte que no nos pagan lo suficiente —ante eso, los dos rieron, esperando a que las aguas se volvieran a calmar para así entrar en aquella habitación, similar a la guarida pero adaptada para poder dormir.

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