
IX Piedra Verum
Narrador omnisciente
Severus, con la furia aún latente por el incidente con su poción, rastreaba los pasillos de Hogwarts en busca de Barty Crouch. Cada paso resonaba como un eco de su enfado, sus ojos destilaban indignación y su mente maquinaba venganza. El imprevisto en la poción, ese ingrediente erróneo que Barty había traído, había convertido la tranquila tarea en un caos explosivo, y Severus estaba decidido a saldar cuentas.
Los pasillos se extendían como un laberinto ante él, testigos mudos de su ira. La penumbra de Hogwarts se alineaba con su humor sombrío, y cada rincón parecía conspirar para ocultar al escurridizo Barty. Los ingredientes, meticulosamente seleccionados, yacían ahora desperdigados e inutilizables. Una sensación de pérdida le envolvía, mezclada con la furia que impulsaba sus pasos.
Su respiración, cargada de tensión, marcaba el ritmo apurado de su marcha. Las puertas de las aulas, cerradas por la hora, se alzaban como obstáculos en su camino. Las sombras danzaban a su alrededor, reflejo de su furioso vaivén. Severus no solo estaba buscando a Barty; estaba elaborando mentalmente el siguiente acto de su venganza.
La amenaza de convertir al joven Slytherin en un zorro, una criatura escurridiza y astuta, se materializaba en su mente como un plan maestro. La risa irónica y la lección ejemplar se entretejían en sus pensamientos. Severus estaba decidido que Barty Crouch entendiera las consecuencias de jugar con fuego, o, en este caso, con pociones peligrosas.
Mientras sus pasos resonaban en los pasillos vacíos, la oscura determinación el de cabellos lacios se mezclaba con la atmósfera sombría de Hogwarts, creando una tormenta silenciosa que presagiaba un enfrentamiento inevitable.
Mientras avanzaba con determinación, sus sentidos agudizados por la ira captaron el sonido de pasos apresurados. A través del velo de furia que lo envolvía, estaba seguro de que esos pasos eran obra del castaño, su objetivo original. Dirigiéndose hacia el pasillo de donde provenían los sonidos, esperaba encontrarse con el rostro conocido del joven Slytherin.
Al doblar la esquina, en lugar de toparse con Barty, Severus Snape se encontró con un pelinegro de rizos desordenados. La imagen, aunque vagamente parecida a Regulus, carecía por completo de la elegancia y pulcritud que caracterizaban su pequeño amigo. La sorpresa parpadeó en los ojos del Slytherin, pero su determinación no titubeó.
Aunque aquel personaje en los pasillos no era su objetivo original, la presencia del pelinegro despertó la curiosidad de Severus. El de ojos grises sostenía un pergamino en su mano derecha y avanzaba con pasos rápidos, como si estuviera apurado y, a pesar de sus intentos, resultaba inútilmente poco sigiloso. Sin pronunciar palabra alguna, Severus comenzó a seguir al Gryffindor. Sus motivaciones eran ambivalentes: mientras se esforzaba por mantenerse al margen de los asuntos ajenos, la curiosidad sembrada por los dos jóvenes de su grupo, aunque claramente mediante manipulación, estaba comenzando a brotar.
Siguió a Sirius Black a lo largo del pasillo, manteniéndose a una distancia discreta para evitar llamar la atención. Con el tiempo, notó que se desviaban de su curso habitual, alejándose de la torre de Gryffindor y desviándose del camino hacia la oficina del director. La dirección del Gryffindor apuntaba directamente hacia la salida de Hogwarts.
Se preguntó a sí mismo con un tono más calmado pero cargado de curiosidad: —¿A dónde demonios irá?—. La intriga se apoderó de todo su ser mientras cruzaba la imponente puerta de roble justo después de su enemigo jurado.
Las preguntas seguían multiplicándose en su mente mientras continuaba su discreta persecución. La sospecha se afianzaba, y Severus se sentía casi acosador al seguir al mayor. Sin embargo, se decía a sí mismo que la culpa recaía en Sirius por merodear de manera tan sospechosa por los pasillos de Hogwarts.
Fue testigo de cómo el Gryffindor sacaba un papel perfectamente doblado de entre sus pantalones. Observó cómo lo desplegaba, corrigiéndose a sí mismo: era más grande de lo que había imaginado. Sin embargo, su atención fue bruscamente interrumpida cuando, tras mirar el pergamino, los ojos grises de Sirius se dirigieron directamente hacia su posición. Sintió un ligero sobresalto y, reaccionando instintivamente, se ocultó tras una pared cercana. No comprendía cómo el mayor lo había descubierto, pero sabía que debía escapar. Esto le servía como recordatorio de no dejarse llevar por las sugerencias de Regulus y Barty.
Cerró instintivamente sus ojos, rezando inútilmente para que Black no se acercara a su escondite. Se resignó al percibir el sonido de pasos cerca de su posición y abrió lentamente los ojos, encontrándose directamente con una mirada que no solo lo juzgaba, sino que por primera vez no le sonreía.
—Snape, ¿por qué me seguías? —la varita del mayor de los Black estaba apuntando en su dirección. En principio, miró con sorna al mayor, ya que era sabido que él mejor que el Gryffindor en duelos; así que sacó su varita disimuladamente.
—No sé de qué hablas —contraatacó sin dejarse intimidar por la expresión seria del mayor.
El de rizos arqueó una ceja, su expresión de desconfianza persistente. Severus, aunque experto en ocultar sus emociones, sentía la tensión en el aire mientras los dos magos sostenían una especie de enfrentamiento silencioso.
—No te hagas el inocente, Snape. ¿Qué estás tramando? —inquirió el de ojos grises con un tono acusador, su varita aún apuntando al Slytherin.
El de ojos negros respondió con una risa burlona, tratando de disipar la seriedad del momento. —¿Acaso no puedo pasear libremente por Hogwarts sin que piensen que estoy tramando algo oscuro? Tú, por otro lado, pareces bastante ocupado con tu propio asunto misterioso—.
La mirada del Black se volvió seria; no solo el menor lo seguía, sino que lo retaba. Él no era el que estaba espiando a otra persona.
—Qué curioso que justo cuando miré para acá te escondiste asustado... Si hubieras estado caminando normal, no te alarmarías. Es más, conociéndote, te daría completamente igual si llegaras a encontrarte conmigo de forma accidental —la varita descendía de forma leve, mientras que la posición del Gryffindor cambiaba a una más calmada.
—No te creas tan inteligente, Black —fue lo primero que respondió, con su varita en mano pero sin levantarla aún; se había metido en problemas.
Severus apretó su varita, sintiendo la tensión en el aire. La confrontación con aquellos ojos grises estaba lejos de ser un juego, y aunque quería mantener su postura desafiante, sabía que necesitaba manejar la situación con astucia.
—Tú y tus Merodeadores siempre traman algo, es normal que te siga si luces sospechoso. ¿Qué tramas esta vez, Black? —inquirió Severus, manteniendo su mirada fija en la del Gryffindor.
Sirius soltó una risa, pero esta vez era más ronca y contenida. —Quizás deberías preocuparte menos por lo que hacen los demás y más por tus propios secretos, Snape —el Slytherin frunció el ceño, consciente de que sus propias acciones no eran precisamente inocentes. Sin embargo, no iba a revelar sus cartas tan fácilmente. —¿Por qué me seguías?—.
—No es asunto tuyo, Black. —Severus apretó los dientes, preparado para cualquier respuesta que pudiera venir de su enemigo. La tensión en el pasillo era palpable, como si estuvieran en la antesala de un enfrentamiento que trascendería mucho más allá de esa conversación.
—Lo es, si ese asunto es espiarme, ¿Te gustó verdad? ¿Te encantó tanto que no puedes evitarlo? —aunque aquello pudo sonar como una respuesta narcisista de Sirius, tenía un tono que no lograba describir, parecía incluso cansado.
—Ya quisieras —siseó con enojo, no quería seguir esta conversación; fue un error completamente haber seguido al mayor.
—Tampoco te pongas a la defensiva, no muerdo, el que debería estar enojado soy yo —el Gryffindor rodo los ojos al tiempo que guardaba su varita, no tenía ganas de pelear ahora, incluso hace rato habian dejado de molestar a Severus a petición de Remus y Peter, por lo que no estaba en sus planes incumplir aquel acuerdo.
—Tu eres quien me amenazó con su varita —contesto el Slytherin ya no viéndose en peligro.
—¿Quizas por qué alguien me estaba siguiendo—volvió a decir al tiempo que daba un paso para atrás, buscando irse, pero su mente fue bloqueada por una frase en particular la cual le puso la piel chinita "Eres igual a nosotros", no, no lo era, ya no...
—Ya mejor vete Black —contesto harto de ser acusado de aquello, si, era verdad, pero no le daría el honor al chucho de saber aquello, o de oírlo de su boca.
El pasillo se llenó de un silencio tenso, y Severus notó que la mirada de Sirius se desviaba por un instante. Un destello de reflexión cruzó los ojos grises del Gryffindor, como si algo en su interior hubiera recordado algo más grande que la tensión actual.
—Bueno, ya que estás aquí —un murmullo salió de sus labios, y su mirada se dirigió al pergamino enrollado que tenía en la mano. Un suspiro salió antes de continuar. —Me gustaría disculparme contigo —aquello había costado mucho que saliera.
—¿Qué? —.
—Que quiero disculparme —repitio en un mismo murmullo.
—No te escucho, Black —dijo el Slytherin con una pequeña sonrisa de suficiencia en su rostro, el más alto puso los ojos en blanco y le miró con enojo antes de suspirar nuevamente.
—Fui un inmaduro, no te merecías nada de lo que te hice o dije —con aquello dicho, regresó su mirada para mirar a hermosos ojos negros que lo miraban confundidos. —Y no lo voy a volver a repetir. Que me disculpé no significa que me agrades ni tú ni tu grupo de amigos. Tampoco significa que dejaremos de hacer bromas. Toma mis palabras como quieras —dio media vuelta, dispuesto a irse después de aquella autohumillación, pero vio el momento y lo utilizó; en su mente, era "un pendiente menos".
—¿Qué mierda acaba de pasar? —miró cómo el otro regresaba hacia la salida hacia aquel sauce. Un peso salió de su sistema al procesar aquellas disculpas. Lo admitía, no eran lo que esperaba, pero algo era algo. Había tenido al gran Sirius Black disculpándose; eso debería guardarlo en sus recuerdos en el apartado "momentos inolvidables".
Regresando al presente, miró discretamente cómo el mayor había desaparecido, pero no se escucharon sus pasos por el pasillo. Seguramente había regresado a donde lo vio, pero ya no estaba ahí. Bien, eso tendrían que investigarlo con los chicos. ¿Por qué el contrario no podía simplemente desaparecer? Era mágicamente imposible hasta ser mayores de edad.
Decidió poner fin a sus divagaciones y regresó a su camino original. A paso lento, Severus se dirigió hacia la sala común de Slytherin, donde sabía que encontraría a sus amigos. La intrigante disculpa de Black seguía resonando en su mente, pero decidió guardar ese rompecabezas para más tarde.
Al llegar a la sala común, encontró a Barty, Regulus y otros compañeros de casa. Sin embargo, prefirió no compartir de inmediato la peculiar situación con Sirius. En cambio, se sumergió en los deberes y manteniendo en secreto la sorprendente disculpa del Gryffindor. Aquella tarde dejó en el aire dos preguntas intrigantes que solo el tiempo podría responder.
¿Qué había ocacionado que Sirius se disculpara?
¿Donde había ido después de eso?
...
—Sirius, tardaste —mencionó el de lentes, mirando a su amigo que apenas entraba por la puerta. Todos estaban sentados en los cojines que se encontraban en medio de la habitación.
—Sí, perdón, ocurrió un percance —restó importancia con calma y se acercó a su lugar, colocando el pergamino en la mesa. Vio que en ella se encontraba una bolsa con galletas, decorada con patitas de perro alrededor. Miró con una sonrisa al único de ojos azules en el grupo y le dijo: —¡Pete! ¡No sabes cuánto amo tus galletas! —tomó la bolsa rápidamente, sacó una y la comió casi de inmediato, escuchando las risas de sus amigos de fondo.
—Sirius, el pergamino —recordó Remus, aguantando la risa debido a la emoción que su amigo mostraba por aquellas galletas que a todos les encantaban.
—Sí, sí, espera —dijo deleitándose con aquellas que él y James llamaban delicias.
—Bien, ya que el señor "nunca he comido" no se apura, voy a abrirlo yo —con la mirada enojada del mencionado dirigiéndose hacia él, el castaño abrió el pergamino, viendo cómo letras doradas aparecían.
—Cuando se trata de algo hecho por Wormy, se tiene que disfrutar —contestó haciendo un pequeño drama antes de inclinarse levemente hacia el pergamino para intentar leer lo que se estaba escribiendo.
"Queridos curiosos, qué bueno verles otra vez, me gustaría pedirles un favor a la vez, que vayan los cuatro al bosque prohibido, sin el secreto romper, y que juntos encuentren la Piedra Verum, la piedra del saber."
Después de leer eso, todos se miraron con emoción. El brillo en sus ojos se podía notar incluso a lo lejos; la adrenalina era inigualable. Pero todo fue estropeado por la pluma Quilluminar que salió con rapidez de la mesa donde estaba colocada y comenzó a escribir en el aire.
"La piedra que se les encomendó encontrar es poderosa debido a la habilidad que tiene. Cuando una persona la tiene en su posesión, las personas a su alrededor comienzan a decir la verdad sin necesidad de nada más."
—Eso es muy útil —dijo Peter, mirando con asombro cómo la pluma había actuado.
—¡¿Soy el único sorprendido porque esa cosa escribió sola, en el aire?! —preguntó en un grito alarmado, puesto que él no sabía que eso podía pasar. Incluso miró cómo sus amigos estaban completamente tranquilos; solo Remus y él estaban con cierto asombro.
—Bueno, es una pluma mágica —dijo Sirius, restándole importancia y comiendo otra galleta con una calma que daba miedo.
—Bueno, el lugar ahora es emocionante —dijo Remus, intentando no mostrarse tan sorprendido como James.
—Y ahora iremos los cuatro, eso es genial —dio pequeños brincos con emoción, tomando la mano de Sirius y comenzando a saltar con él.
Peter siempre había sido el menor de todos ellos, el niño que protegerían con sus vidas; lo querían mucho a él y a su actitud que daba ternura. Solía ser reservado en sitios llenos de multitud, pero cuando eran ellos, aquel niño era el hermano pequeño de todos ahí.
—No te volvería a dejar ir solo, Wormy —dijo el de lentes, mirando a su amigo tomar un pequeño frasco de su esquina y tomar un pequeño dulce de ahí.
—Hoy estás más feliz y calmado que de costumbre, ¿pasó algo? —preguntó Remus, intentando adivinar qué les pasaba a su amigo. Peter había estado muy pensativo desde que llegó.
—¡Nada! —gritó el menor evadiendo la pregunta.
—Wormy, estás más sonriente, cuéntanos —le dijo el de rizos, intentando hacer que su amigo dijera qué le había pasado.
—Tú tampoco puedes exigirle nada, Sirius, te ves igual que la vez que regresaste de arreglar las cosas con Regulus —dijo James mirando a Sirius de forma acusatoria esperando también explicaciones.
Sirius, con una sonrisa, tomó su guitarra de la pared y la mostró al resto del grupo. —¿Una y ya? —preguntó con aquellos ojos de cachorro que ninguno podía resistirse a ignorar. Así que uno a uno se acercaron a la esquina del Black y tomaron sus instrumentos. James se colocó el bajo y comenzó a afinarlo lentamente, seguido de él, Peter tomó sus baquetas y se sentó en la silla esperando a que Remus sacara su piano con calma y lo programara.
—No crean que no nos dimos cuenta de que evadieron las preguntas —recriminó el licántropo, mirando a sus dos amigos al mismo tiempo que acomodaba el piano.
—No sabemos de qué hablas —contestó el rubio, tocando un solo de batería para calentar. No estaba en sus planes contarles a sus amigos que se había besado con aquel Slytherin, el cual no salía ahora de su mente. Le había gustado, aunque había sido un impulso seguro por la tensión, o tal vez había sido otra cosa. No tenía idea, tampoco iba a buscar una explicación; lo disfrutó y hasta ahí.
—¿Beggin'? —preguntó el pelinegro, volviendo a evadir el tema. Luego le diría a sus amigos acerca de sus disculpas apresuradas al Slytherin; muchos pensarán que debería haberlo planeado mejor, pero a él le salen mejor las cosas improvisadas.
—Oh, put your lovin' hands out, baby. 'Cause I'm beggin' —comenzó a tocar levemente las cuerdas de su guitarra, manteniendo una melodía calmada, siendo secundado por James, quien le metía un poco de ritmo.
Duraron un momento dejando que el silencio gobernara en la sala antes de ser interrumpidos por la voz de Peter seguido de sus baquetas. —One, two, three, four —.
—Well, I'm beggin', beggin' you. So put your lovin' hands out, baby —comenzó a cantar el castaño de cicatrices conforme el sonido de la batería empezaba. Sus dedos paseaban deslizándose levemente por las teclas de aquel bello piano que había conseguido un día en una tienda de segunda mano en el mundo muggle.
—I'm beggin', beggin' you. So put your loving hands out, darlin' —cantó James con una sonrisa en su rostro al tiempo que dejaba de tocar para darle espacio a Sirius de apoderarse de un pequeño solo.
—Ridin' high, when I was king I played it hard and fast, 'cause I had everything —cantó Sirius dejándose llevar por la forma en la que Peter se tocaba la batería con ese tipo de canciones que transmitía a los demás la actitud que se necesitaba para cantar esas partes, transmitiendo emociones.
—I walked away, you warned me then. But easy come and easy go and it would end — siguió cantando sintiendo la compañía de Remus a sus movimientos sobre las cuerdas, todos tenían los ojos cerrados para ese momento, conociendo fuertemente sus instrumentos y cómo y cuándo debían tocar cada cosa.
—So, any time I seek, you let me know. Any time I bleed, you let me go —comenzó Peter cantando sin abrir los ojos nuevamente.
—Any time I seek, you let me know —.
—But I plan and see, just let me go —.
—Because I'm on my knees when I'm beggin'. 'Cause I don't want to lose you — cantó Sirius alargando la última sílaba en un tono alto antes de retomar el golpe fuerte que a todos emocionaba.
—Hey, yeah, ratatata, 'Cause I'm beggin', beggin' you. So put your loving hands out, baby. Well, I'm beggin', beggin' you. So put your loving hands out, darling —cantaron todos juntos. Sirius y James saltaban emocionados, mientras que Peter y Remus movían sus cabezas al ritmo alocado de aquella canción. El sudor pasaba por sus frentes y el ambiente se llenó de una vibra de emoción. Lo volvían a repetir, esos momentos eran simplemente geniales pasarlos juntos. Se sentían como la familia que eran, como la familia alocada que no importará cuántos trabajos, no importaba cuántos besos, no importará cuántas disculpas ni cuántas apuestas; ellos sabían que siempre iban a estar para apoyarse.
...
—¡Aquí estás! —gritó Severus al entrar a la habitación de Regulus, tomando también a Barty como se lo esperaba, iba a esconderse detrás del Black.
—¡Severus, eres muy joven para ir a Azkaban! —gritó el castaño de ojos verdes, colocando al menor de los Black enfrente de él en forma de escudo humano.
—¡Por culpa de ustedes dos y su manipulación perfecta, seguía a Black y me descubrió! —les gritó, tomando cojines de los sofás de aquella habitación y lanzándoselos a los otros Slytherin.
—¡Nadie te mandó a seguirlo! —gritó el menor de los Black, teniendo al mayor.
—No puedo creer que me deje manipular por ustedes —dijo en un susurro, acostándose en el pequeño sofá del menor.
—Y dinos, ¿qué hacía mi hermano para que lo siguieras? —preguntó el de rizos, mirando a su amigo mientras cruzaba los brazos.
—Tenía un pergamino en su mano, y parecía cuidarlo mucho. No lo sé, estaba en un inútil intento de ser sigiloso —narró, haciendo que el castaño, que se había mantenido alejado por precaución, se acercara.
—¿Y qué más viste? —preguntó con un brillo de emoción en sus ojos verdes.
—Iba a ir hacia el sauce boxeador, no tengo ni la más mínima idea de para qué o por qué. Pues sacó un papel demasiado grande y, después de mirarlo, miró hacia donde estaba escondido —narró, llevándose una mano a la cabeza debido a su frustración.
—Tú sueles ser muy silencioso siempre. Tal vez sintió tus malas vibras —repuso Barty, mirando mal al mayor por no haber descubierto más.
—¡Tú cállate! —gritó, sacando su varita y apuntando al más pequeño de su grupo, aunque por meses. —Vulpenesio —recitó el hechizo hacia el castaño, haciendo que justo después del sonido de un chasquido, aquel chico fuera transformado en un zorro blanco de ojos verdes, algo adorable, pero se miraba enojado.
—No me mires así, Barty, no es mi problema —dijo el menor de los Black al ver cómo el animal le reclamaba con la mirada. —De todas maneras, podemos descubrir qué iba hacer o a dónde iba mi hermano. Hay que hablarle a Lucius —volvio a decir, saliendo de aquella habitación, dejando a un Severus sentado completamente enojado y a un zorro blanco mirándolo enojado.
—Te vas a quedar así hasta que yo diga, o hasta que en esa forma me traigas el ingrediente que te pedí —con un resoplido, el animal salió de la habitación. Barty no iba nunca a traerle aquel ingrediente; es muy obstinado si se lo propone.