Misterios

Harry Potter - J. K. Rowling
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Misterios
Summary
Los Merodeadores, liderados por James Potter, Sirius Black, Remus Lupin y Peter Pettigrew, se embarcan en una intrépida aventura al descubrir un antiguo pergamino que revela secretos ocultos de Hogwarts. A medida que desentrañan enigmas mágicos y pasadizos secretos, se topan con misteriosos eventos del pasado de la escuela, desencadenando el desafío de proteger a Hogwarts de fuerzas oscuras que amenazan con resurgir.Pero también juntando sus destinos con los príncipes de Slytherin, lo que ocasiona descontentos pero también surge el amor.
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VII Apuestas

Narrador omnisciente

Después de aquella plática, el Black menor se encaminó hacia las mazmorras con una calidez en su pecho. Aunque no había hablado más con Sirius después de aquel abrazo, no podía negar que le había agradado volver a sentir aquellos toques en su cabello. La mezcla de emociones y recuerdos revividos le dejó una sensación reconfortante.

Al entrar nuevamente en la sala común de las mazmorras, buscó con la mirada a sus amigos, a su grupo de locos. A pesar de los estatus sociales o los modales que debían mostrar, le divertía ver cómo entre ellos esas barreras desaparecían. Sabía que sus amigos se alegrarían por él, por el avance que había logrado en su relación con Sirius. Se acercó al grupo con una sonrisa que reflejaba no solo la satisfacción de resolver asuntos familiares, sino también la expectativa de compartir sus experiencias con aquellos que siempre habían sido su apoyo incondicional.

—Oi, Reg —saludó el platinado, mostrándole una sonrisa al recién llegado.

—¡Reggie! —la hiperactividad de Barty siempre era divertida de ver, más sabiendo que aquel castaño no era lo que aparentaba.

—Hola —regresó el saludo con una sonrisa, recibiendo una igual por parte de Severus, quien se había abstenido de hablar. —Les tengo noticias —anunció.

—¿Es sobre el dichoso pergamino de los merodeadores? —preguntó el de lacios cabellos negros, fijando su atención en el menor de los Black.

—No —aseguró, anotando mentalmente que tenía que hablar eso con Potter. —Hablé con Sirius —después de decir aquellas palabras, captó la atención de sus tres amigos, que por más disciplinados que fueran, vivían por y para el chisme.

—¿Cuándo? —.

—¿Por qué? —.

—¿Cómo? —preguntó Severus, mostrando interés en la inesperada conversación, siento menos intrusivo que sus dos amigos los cuales casi gritan sus preguntas.

Regulus sonrió ligeramente, disfrutando del suspenso antes de revelar más detalles.

—Fue después de la plática que tuve con él detrás del invernadero. Sentí que era el momento adecuado para aclarar las cosas, para que entendiera mi perspectiva y poder empezar de nuevo —la atención de sus amigos se intensificó, esperando más información.

—¿Y qué dijo? ¿Cómo reaccionó? —interrogó el castaño, incapaz de contener su curiosidad.

—Sirius se mostró arrepentido, admitió sus errores y expresó su deseo de reparar nuestra relación. No fue fácil, pero creo que dimos un paso importante. Ahora, quiero darle la oportunidad de construir una nueva dinámica entre nosotros —explicó Regulus, notando la sorpresa en los rostros de sus amigos.

Severus asintió con aprobación, mientras que Barty y Lucius compartieron una mirada cómplice. 

—¿Qué piensan? —preguntó, queriendo conocer las opiniones de sus amigos.

Severus tomó la palabra con su típico tono serio, casi como un susurro inaudible, pero era escuchado por los otros tres, que tenían sus ojos fijos en él. —Creo que estás haciendo lo correcto, Regulus. Todos cometemos errores, y si Black está genuinamente arrepentido, darle una oportunidad para enmendar las cosas es honorable —nunca iba a halagar al Black mayor, pero tenía que admitir una cosa, y era lo sorprendido que se sintió al escuchar de Regulus que el Gryffindor había aceptado sus errores.

—Sí, fue un estúpido, pero es tu hermano a fin de cuentas —exclamó Barty, provocando algunas risas entre sus amigos. Asintió entusiásticamente; le gustaba ver a su amigo feliz, pero eso no significaba que en su interior tendría más vigilado a ese grupo, por precaución.

—Estoy de acuerdo con Severus. Pero también sugiero precaución. La confianza se gana lentamente, y es importante asegurarte de que Black demuestre con acciones lo que dice con palabras —dijo Lucius con su tono reservado, pero siempre buscando la objetividad de la situación. No dejaría que el pequeño saliera herido, no bajo su guardia.

—Lo sé, pero fue un buen primer paso —se sentó en el sillón que hasta ese entonces compartían Barty y Severus, puesto que Lucius estaba en uno individual en aquella sala común.

—¿Por eso estabas ausente cuando recibiste aquella carta? —cuestionó Severus, bajando lentamente el libro que tenía en sus manos y mirando al Black de manera calmada, pero todos ellos sabían que aquel mirar tenía un brillo de curiosidad.

—Sí, la carta la mandó Sirius —comentó con un movimiento de mano, indicando la poca importancia de aquel asunto, aunque el de pelo lacio sabía que tenía más importancia de lo que el menor decía.

—Solo no te confíes, Reg —exclamó el rubio, poniéndose de pie y comenzando a caminar en dirección hacia la puerta. —Los dejo, tengo un trabajo pendiente —se despidió con un ademán de su mano, saliendo con toda su elegancia de aquella sala.

—No entiendo por qué tan preocupados —se quejó el Black mirando a sus amigos. —Sé que hay que tener cuidado con Sirius, pero digo, puedo cuidarme solo y sé que Sirius hablaba con sinceridad —fue interrumpido en medio del reclamo por el heredero de los Crouch.

—No es eso, Reggie. Es porque queremos tu bienestar y tenemos que asegurarnos, nosotros, de que sea cierto lo que dice, es todo —miró al mencionado al tiempo que tomaba el lugar que antes pertenecía al Malfoy.

—Bien, supongo que yo estaría igual, pero véanlo de este lado, ahora tengo dos formas de descubrir de qué pergamino hablaban aquel día —exclamó con una sonrisa victoriosa mirando a su mejor amigo.

—Te apuesto 100 galeones a que yo consigo la información del pergamino primero —aseguró el castaño, mirando con cierta superioridad al más pequeño de los cuatro, en estatura.

—Barty, deja de apostar —se escuchó el regaño del de ojos negros, el cual fue ignorado en la conversación.

—Acepto, prepárate para pagar 100 galeones, tienes todas las de perder —exclamó ahora él con superioridad.

—Tengo mis trucos, Reggie, tengo mis trucos —la sonrisa que apareció en los labios de Barty le podría haber dado miedos hasta al soldado más valiente, más si agregamos aquel tic en la lengua que a muchos les disgustaba.

—Solo no vayas a enojarte cuando pierdas —advirtió Regulus.

—No lo haré —respondió Barty.

—¡Niños! —aunque no haya sido un grito, sí fue un tono de voz lo suficientemente elevado como para captar la atención de los menores. —¿Por qué tanta curiosidad por aquello? —preguntó Severus con un ceño confundido, dejando de lado su libro.

—Solo es divertido, Severus —contestó el castaño de ojos verdes, mirando a su mayor como si aquella respuesta fuera obvia.

—Digo, ¿por qué no solo dejamos que ellos hagan sus cosas tranquilos, mientras nos dejen en paz? —volvió a hablar mirando cómo Crouch agachaba la cabeza levemente.

—¿No te gustaría arruinarles eso? —la voz de Regulus se hizo escuchar. —Están súper felices disfrutando de eso, y no lo sé, talvez quitarles eso como una venganza no suena nada mal —habló con un deje sin importancia, como si aquello no fuera más que un deseo interno.

—Sev, además, si descubrimos lo que sea que haga y si es algo prohibido o ilegal, piensa en lo mucho que tendrán que pagar por nuestro silencio —acompañó el castaño con un brillo de emoción en sus ojos, le gustaba poder expresarse con sus amigos sin tapujos.

—Reg, acabas de decir que quieres arreglar las cosas con tu hermano. ¿No crees que es mejor no intervenir en lo que sea que haga? —la mirada de Severus estaba cargada de preocupación. No quería que ninguno de sus amigos se involucrara en nada que tuviera que ver con los Gryffindor, porque eso significaba "problemas" en todas las letras de la palabra. Además, estaba con una duda inimaginable por saber las razones del rubio mayor del grupo.

—Sí, Sev, pero solo es un poco de curiosidad—.

—La curiosidad mató al gato, Regulus. Creo que eso sería más que directo para ti —respondió el de ojos negros.

—Pero el gato murió sabiendo —respondió el heredero de la casa Crouch.

—Y se lo comieron los cuervos, Barty —aquella contestación sonó tan fría que hizo temblar a los menores. Tenía razón, pero la curiosidad que nacía dentro de ellos era incluso más grande que cualquier otra.

—Pero, el conocimiento es poder, Sev, tu más que nadie sabe de eso —contestó el Black mirando a su amigo.

—Bien, hagan lo que quieran, yo no me involucraré en esto, son un caso perdido —sus ojos se pusieron en blanco, su paciencia había llegado a su fin.

—Severus, piensa en los beneficios, no te gustaría tener a Potter y al hermano de Reggie suplicando tu silencio? —mencionó el ojiverde, con una sonrisa algo tétrica en su rostro, conforme la conversación fue avanzando el tic en su lengua empezó a incrementar.

El silencio del mencionado fue suficiente respuesta para el par de Slytherins, sabían que una parte del ojinegro quería vivir aquella escena, pero su raciocinio no se lo permitía.

—Oh, vamos Sev, solo, piénsalo, tarde o temprano querrás venganza —el tono semicantado que utilizo el de rizos fue simplemente hipnótico para los oídos que alcanzaron a escucharlo.

En un silencio momentáneo, Severus se sumergió en sus propios pensamientos. Aunque su raciocinio le decía que no debía involucrarse en asuntos peligrosos, la idea de tener a Potter y a Black suplicando su silencio provocó un destello en sus ojos oscuros.

Regulus, notando la indecisión en la mirada de Severus, volvió a intervenir con una sonrisa persuasiva. —Sev, solo imagina el poder que tendríamos. Podríamos cambiar el juego en Hogwarts —el castaño asintió con entusiasmo apoyando a su mejor amigo, alimentando la idea de que podrían aprovecharse de la situación.

El tic en la lengua de Barty aumentaba, revelando su creciente emoción. —Además, Severus, podríamos necesitar tu astucia en algún momento. ¿Qué te parece si solo observamos por ahora y decidimos más tarde? —propuso, tratando de ganar el apoyo de su amigo.

Severus suspiró, consciente de que estaba al borde de un camino incierto. —Observaré, pero no prometo nada. Y si las cosas se salen de control, me mantendré al margen —declaró, dejando claro que su participación tendría límites.

Los tres Slytherins compartieron una mirada cómplice, sabiendo que acababan de agregar una capa adicional de complejidad a sus vidas en Hogwarts. La curiosidad y la ambición danzaban en sus mentes, sembrando las semillas de futuros conflictos y revelaciones.

 

...

 

Por los pasillos de Hogwarts se encontraba un chico de cabellos platinados caminando a una velocidad moderada. Su dirección era fácil de intuir; la torre de astronomía había sido el punto de reunión para sus proyectos. Él y el merodeador lo habían acordado así el año pasado, cuando concordaron en que no querían ser vistos hablando juntos o incluso conviviendo, aunque esa fue la excusa del Slytherin más que nada.

Su sonrisa altanera no estaba presente en su rostro; más que nada, tenía cierto deje de preocupación por Regulus. Era su amigo y, si le preguntan a él, no confía del todo en las intenciones del Black mayor. Aunque asume esto debido a que no lo conoce, ¿pero para qué conocerlo? Solo es una persona problemática y ya, todo ese grupo era problemático, todos menos el castaño, claro; él era simplemente diferente. Pero debía aceptar que no se libraba de ser un idiota como sus amigos. ¿Acaso eso se pega?

Dejando sus pensamientos de lado, subió las escaleras de aquella torre de manera tranquila. Conocía cada rincón, cada tramo, como si fuera una extensión más de su ser. Sabía que, de igual manera, su acompañante estaría esperándolo; habían aprendido sus horarios debido a sus múltiples trabajos en conjunto. La complicidad entre ambos era palpable, una conexión que iba más allá de las palabras y se manifestaba en la armonía de sus proyectos compartidos. La torre de astronomía se volvía un refugio donde sus ideas cobraban vida, y esa expectativa hacía que cada ascenso por las escaleras fuera una anticipación emocionante, aunque nunca lo diría.

—Lupin —saludó al castaño que se encontraba escribiendo en aquel lugar, estaba sentado recargado en una de las paredes algo alejado del barandal, tenía pergaminos y libros abiertos a su lado izquierdo, además de un tintero y una pluma, se veían a su lado derecho algunos pergaminos enrrollados como si ya hubieran sido utilizados.

Se acercó lentamente hacia Remus y se sentó junto a él. Su varita balanceándose de manera elegante conjuró un hechizo, haciendo aparecer los mismos pergaminos que el merodeador había visto en aquella biblioteca. Con una incomodidad creciente en el ambiente, no pudo evitar sonreír por la ligera postura de protección que el menor había adoptado, pero decidió dejarlo pasar hasta que el castaño inició la conversación.

—Te diviertes —fue más una afirmación que una pregunta.

—¿Te hablo con sinceridad o te miento por educación? —contestó el heredero de los Malfoy con una sonrisa en su rostro. La atmósfera entre ellos estaba cargada, una danza sutil entre la tensión y la curiosidad. Remus evaluó la respuesta, reconociendo la astucia en las palabras del Slytherin.

—Sinceridad, siempre. —La respuesta de Remus fue directa, sus ojos mostraban una mezcla de precaución y apertura.

Lucius asintió con una expresión de aprobación.

—Bien, entonces permitiré que te des cuenta por ti mismo de lo intrigante que puede volverse todo esto —la sonrisa del rubio se tornó en una expresión más reflexiva, le gustaba el ambiente creado aún a pesar de la intensa incomodidad del castaño en el aire, no sabía por qué lo satisfacía como si aquello fuera un deleite, una comida gourmet en un restaurante de cinco estrellas, le parecía intrigante de igual manera el pequeño y tenue temblor que tenía Remus en sus manos, sobre todo cuando ayer no lo tenía.

—¿Qué quieres decir? —la sonrisa del contrario se agrandó, igualando a la de un infante cuando pasa por la sección de juguetes en el super, incluso su instinto lo obligó a temer, no había levantado la cabeza de su pergamino, ni había hecho contacto visual con los ojos azules grisáceos, pero podía sentir esa mirada que te lee hasta el alma, incluso juraba sentir el aliento del mayor detrás de él, como aquella vez.

—Tú y yo, inmersos en esta dinámica —señaló con una pluma que parecía absorber la oscuridad de la noche, trazando los nombres de ambos en movimientos fluidos que danzaban sobre el pergamino, concluyendo con un pequeño círculo resaltado para subrayar la última parte. —No solo es entretenida y satisfactoria para mí, sino que también lo es para ti —remató la frase con un distintivo matiz burlón, mientras su pluma se deslizaba con elegancia sobre el papel, como si estuviera ejecutando una danza secreta.

— La dinámica entre tú y yo. Un juego verdaderamente fascinante —mencionó Remus, dejando que una pizca de sarcasmo se deslizara en sus palabras —Aunque, permíteme confesar que tus acciones son tan predecibles como la elección de tus trajes impecables. Pero, claro, eso es parte del encanto, ¿no crees? —añadió con una sonrisa socarrona, queriendo mantener el tono ligero y desafiante de la conversación, pero sin despegar la mirada de aquel papel que había quedado ahora en segundo plano.

—Golpe bajo, Lupin— y aunque había aceptado eso, la sonrisa no abandonaba sus labios. Ambos mantenían no solo la conversación latente, sino también la tensión en ese ambiente tan calmado y pacífico; eran, de forma literal, dos animales en posición de ataque esperando a que uno diera un paso en falso. —Y solo para tu información, mis trajes no son predecibles—.

—¿Quíeres apostar?—.

—¿Qué estás dispuesto a perder?—.

—Es de mala educación responder una pregunta con otra, Malfoy. Alguien reprobó "Modales Puristas"— por primera vez había levantado la mirada y, aunque el castaño esperaba ver un solo gesto de que aquello había ocasionado algo, solo pudo ver cómo esos delgados labios se arqueaban en otra sonrisa arrogante.

—De acuerdo, Lupin, ¿qué propones para esta apuesta? —preguntó Lucius con un brillo desafiante en sus ojos. El Gryffindor, sin perder la compostura, le devolvió la mirada con una expresión juguetona.

—Digamos que si gano, tendrás que hacer lo que yo te pida durante dos semanas. Pero si ganas tú, tendrás la oportunidad de decidir mis acciones durante el mismo periodo —propuso el castaño, manteniendo un toque de diversión en su tono.

El platinado arqueó una ceja con interés, contemplando la nueva propuesta.

—Interesante, Lupin. Acepto el reto. Pero ten en cuenta que no es tan fácil predecir mis acciones ni mis trajes. Podría sorprenderte —respondió con una confianza que desafiaba la seguridad del menor.

—Sorpréndeme, entonces —aquella respuesta pareció casi susurrada, como si no hubiera sido intencional que saliera, pero al mismo tiempo fue con toda la intención, ejerciendo dominio al tener la última palabra antes de sumirse en un silencio que, a pesar de la tensión, resultó lo bastante cómodo como para que ambos pudieran avanzar al menos tres cuartos de sus respectivas partes del trabajo.

Al levantarse los dos después de haber desaparecido sus pertenencias, se miraron, volviendo a la tensión que, aún dormida, se podía incluso ver.

—Nos vemos mañana, Lupin —el rubio estiró su mano, esperando ser aceptada, en un gesto no solo cortés y de despedida, sino también en uno donde su apuesta quedaría sellada.

—Hasta mañana —respondió aceptando aquel gesto, pero sin prever que el mayor tiraría de él. Estaba ahora tan cerca que juraba que podía escuchar el corazón de Lucius latir de forma calmada, lo cual no sabía si le asustaba o si le encantaba; la adrenalina de incluso intuir que el mayor habría hecho eso le era gratificante.

—Prepárate, porque yo no pediré lo que pediría un niño de cuarto o quinto año —aquel susurro tenue en su oído le causó un leve escalofrío que logró ocultar; su mirar siguió de frente, intentando no sucumbir tan rápido ante aquella mirada que lo leía como un libro abierto y en exhibición.

—Vas a perder —aseguró soltándose de aquel agarre y alejándose de ahí, dejando a un sonriente y satisfecho Slytherin de pie, pero aún con la sensación de calor en su pecho.

 

...

 

Cautivo en la penumbra de los pasillos, el castaño de Slytherin intentaba eludir la marea de reproches que Severus, con su mirada intensa, amenazaba desatar. Cada paso perdido era un pequeño intento de escapar de aquel destino inevitable. El eco de sus pisadas resonaba en la piedra fría del castillo, mientras su mente se sumía en un laberinto de pensamientos confusos. Sin un rumbo fijo, sus pies lo conducían por corredores desconocidos, anhelando simplemente distanciarse de la creciente tormenta que se cernía en la forma de la ira de su amigo.

Sin pensarlo mucho acabo topando de frente con un retrato de una dama vestida con un largo vestido color rojo vino, se quedó algo anonadado debido a que podría asegurar, incluso jurar que aquella pintura no tenía ese color de vestido antes.

—Cambia dependiendo de la persona que esté esperando; es muy fijada en eso —una voz algo pequeña surgió detrás de su espalda. Barty se giró con cierta sorpresa, buscando no ser detectado para poder cambiar aquella mirada a una más fría, como se supone debía de ser.

—¿Cómo? —preguntó.

—Me estaba esperando, por eso el vestido es rojo, y ahora que llegaste tú, está enojada —la pequeña risa que salió de aquellos labios aún intentando ser ocultada por la mano de su propietario resultó sumamente hermosa para él, y eso le asustaba internamente, pero le gustaba igual.

—¿Pecas, qué te trae a las profundidades de Hogwarts? ¿Has perdido tu camino o simplemente te escondes de la luz del sol? —preguntó con un tono burlón, mientras observaba a Peter con una ceja arqueada, ignorando la anterior conversación e intentando inútilmente tener nuevamente el control de sus emociones.

—Solo estaba dando un pequeño paseo, ya sabes, explorando. ¿Y tú, Crouch, qué haces por aquí? —contestó al tiempo que con una señal le pedía gentilmente a aquel cuadro que se corriera a la derecha, dando paso así a las cocinas del castillo.

—Oh, solo buscaba algo emocionante para romper la monotonía. Pero, hablando de emociones, ¿has oído algo intrigante últimamente? Algún rumor interesante, quizás —se sorprendió al verse siguiendo a aquel merodeador al interior de las cocinas, pero decidió sacar el tema a flote aún cuando ni siquiera habían estado hablando de algo relacionado.

—No, nada que valga la pena mencionar. Solo las típicas tonterías de Hogwarts —respondió, ignorando la repentina conversación que había surgido, pero se sentía más seguro de hablar con el Slytherin después de saber que tiene el respaldo de sus amigos por si algo malo ocurre.

—Vamos, Pettigrew, sé que estás ocultando algo. Tal vez deberías soltarme alguna primicia. ¿O tienes miedo? —aquella pregunta hizo que el Gryffindor volteara discretamente hacia su dirección, pero desvió la mirada instantáneamente y terminó por ignorar su presencia en aquella sala, tomando algunos ingredientes de la alacena. Los elfos parecían familiarizados con que el rubio estuviera en aquel lugar.

—Crouch, ya sabes que no me meto en chismes. Si buscas emoción, quizás deberías intentar ser menos predecible —aquella contestación le hizo fijar aún más su mirada en las acciones de su no tan esperado acompañante de huida, pero de igual manera no tenía nada mejor que hacer. Si salía, sería seguramente convertido en un zorro albino como la última vez, incluso pudo distinguir un pequeño escalofrío al recordar eso.

—Eso dolió, Pecas —exclamó, fingiendo dramática indignación—. Yo no recuerdo haber herido tus sentimientos de esa manera, qué pocos valores éticos —la sonrisa en su rostro apareció con seguridad, pero no sabía si era por lo que había dicho o era por ver aquella pequeña mancha de harina en la punta de la nariz del merodeador, haciéndola parecer linda y gordita.

—De todos modos, ¿qué te trae a las cocinas? No pareces el tipo de persona que busca bocadillos —la concentración en la mirada azul del Gryffindor era cautivadora, ya que había decidido hacer una masa para galletas como regalo para sus amigos sin razón específica. Se enfocaba demasiado cuando se trataba de cocinar; era un hobby que le gustaba y le mantenía calmado de sus ataques de ansiedad.

—¿Quieres la verdad o la mentira? —su mano pasó inútilmente por sus cabellos revolviéndolos antes de acercarse para ver mejor lo que las expertas manos parecían realizar. Era muy enternecedor cómo las pequeñas y pálidas manos cubiertas levemente por pecas trataban aquella masa, haciéndola parecer incluso fácil de amasar.

—¿Y si me dices las dos? —la forma en que los labios del Gryffindor se movieron le hizo recordar la vez que estuvo bastante cerca de ellos. Olían a cereza, ¿sabrían a cereza?

—Eso no entra en las opciones —sonrió al ver el leve ceño fruncido en aquel rostro adornado. Le gustaba la vista, le gustaba ver al más bajo en un ambiente cómodo para él, pero no sabía por qué le gustaba eso, o si era gusto. ¿Será que Peter le dio amortentia y por eso no sabe? Descartado; si fuera amortentia, no lo pondría como opción y estaría pegado al león 24/7. Necesitaba una explicación.

—Bien, la verdad —pidió, dejando la masa de lado para mirar con una pequeña sonrisa a su acompañante. Barty no podía negar que todo en aquella imagen le causaba algo: anhelo, curiosidad, eran las que más se destacaban, y estaba claro por el suspiro que soltó al tener esos ojos azules puestos en los suyos.

—Estropeé la poción de Severus y ahora me está buscando para cumplir alguna de sus amenazas —contestó, causando nuevamente aquella risa, solo que ahora el rubio no la ocultó, dejó que saliera con una naturalidad bastante agradable.

—¿Y cuál era la mentira? —preguntó por curiosidad al tiempo que sus manos separaban la masa en pequeñas bolas y las colocaba de forma prolija para después agregarles chispas, sin despegar su mirada de la bandeja.

—Que estaba aburrido y salí a explorar —contestó por inercia; su vista se había perdido en el rostro contrario iluminado, su corazón estaba latiendo más rápido de lo que se podría poner como normativa, y su cerebro seguro se había ido a unas vacaciones en Berlín.

—Te hubiera creído —respondió, tomando la bandeja y dejándola en el horno más cercano, colocando de igual manera un temporizador para que no se le pasara el tiempo de cocción. Era preciso con su arte; en la casa de los gritos, donde estaba su buró de dulces, había también un pasadizo a una pequeña cocina, no todos los frascos estaban llenos de dulces comprados, muchos los hacía él.

—Eso es trampa. — Los ojos del Slytherin miraron con acusación a quien estaba recargado levemente en el mármol arriba del horno.

—¿Qué? — preguntó con fingida duda debido a su sonrisa que para el castaño no pasó desapercibida.

—Ya te había respondido esa pregunta antes de entrar, la volviste a hacer— afirmó tomando una postura tranquila enfrente del más pequeño recargándose en la pequeña barra donde anteriormente se encontraba el menor preparando las galletas.

—Estás distraído — afirmó sacudiendo la cabeza levemente en un intento de no soltar una risa.

—Sí, lo noté, tú ganas — se había dado cuenta de que el merodeador le había hecho aquella pregunta antes de entrar a la habitación y tan solo tiempo después la había parafraseado, y él, en su momento de anhelo a lo que Peter hacía, había contestado de manera diferente y sin pensar. —De igual forma, no te importaba la respuesta.

—No, pero la verdad es muy graciosa — continuó, observando la reacción de Barty. Su expresión juguetona revelaba una diversión genuina, y Peter estaba disfrutando de manera abierta cada momento de aquella conversación. —Entonces, ¿qué te parece si me cuentas más sobre esa poción que estropeaste? — preguntó con curiosidad, acercándose un poco más al Slytherin, como si quisiera escuchar mejor la historia, con genuino interés. La proximidad entre ambos aumentaba, y la atmósfera se cargaba con una energía que ninguno de los dos podía ignorar, pero decidieron hacerlo.

—No creo que te interese, Pecas. Son cosas de pociones y alquimia, bastante aburrido para alguien como tú —respondió el de ojos verdes, aunque su tono sarcástico no ocultaba del todo el interés en la conversación. Una agradable tensión comenzaba a aparecer a medida de que el Gryffindor se colocaba a su lado; ahora los dos recargados en aquella barra mirando de frente a aquel horno, movimiento eficaz y silencioso ya que sabía que al merodeador le incomoda ser observado mucho tiempo, eso explicaba por qué prefería más la cercania que el contacto visual.

—Pero a mí me interesan esas cosas aburridas —insistió con una sonrisa juguetona. La dinámica entre ellos era intrigante, como un juego de palabras y gestos que iban más allá de la superficie, lo cual era completamente palpable en ese momento, algo tangible.

Barty dejó escapar una risa suave, apreciando la peculiar dinámica que compartían en ese espacio íntimo de la cocina. —La poción debía llevar corazón de conejo, pero soy incapaz de matar a un conejo, así que pensé que el corazón de un cuervo tendría el tamaño adecuado o similar, corazón es corazón, ¿no?— le contó escuchando una risa divertida de su acompañante por lo cual lo miró con calma, apreciando más de cerca aquella mancha de harina en su nariz y los pequeños estragos de aquel polvo en sus mejillas.

—Se supone, pero esta claro que no funcionó— los ojos de Peter se encontraron con los suyos pero los retiró rápidamente, no sabía si por la ansiedad al sentirse acompañado en algo que es muy suyo o en que fuera el castaño quien esté ahí.

—Tampoco soy adivino para saber que esa poción explotaría— reclamó levantando sus manos en señal de dramatismo lo cual sacó otra carcajada del rubio.

—Fuiste como el cazador de Blancanieves— aquel leve susurro lo hizo volver a colocar sus brazos cruzados en una posición cómoda.

—¿Por qué lo ves así?— preguntó cuestionando a la persona que hacía latir su corazón de manera inmesurada.

—El cazador tenía la orden directa de matar a Blancanieves y traer su corazón como prueba, pero en lugar de eso mató a un animal, llevando el corazón de este ante la Reina— el más pequeño se colocó con emoción delante de él, con mucha confianza conforme le explicaba aquel cuento y se enfocaba en explicar la similitud del asunto.

—Entonces soy bueno o malo en la historia?— preguntó con un dejo de burla e ignorando para su propio bien la cercanía que estaban teniendo físicamente. Habían estado más cerca en aquel pasillo, pero ahora sentía que si se acercaba más iba a jugar con fuego, y tenía todas las de quemarse.

—No hay buenos ni malos, Crouch. En los cuentos, las líneas entre el bien y el mal a menudo se desdibujan, y los personajes pueden sorprendernos —respondió Peter, manteniendo la mirada en los curiosos y juguetones ojos verdes. La proximidad entre ellos generaban una tensión, pero ninguno parecía dispuesto a romper aquel ambiente.

—Supongo que cada uno tiene su versión de la historia, ¿no es así? —comentó Barty, dejando que sus ojos se deslizaran por el rostro de Peter. La atmósfera estaba cargada de algo más que la fragancia de las galletas; era una tensión sutil pero presente, como si ambos estuvieran al borde de algo sin saber exactamente qué.

El rubio asintió a lo dicho y le otorgó una hermosa sonrisa, está por primera vez dirigida hacia el, de frente, sin ocultarse bajo su mano ni tampoco con la cabeza baja, el ojiazul podía sentir la mirada del contrario, se sentía preocupado, ¿podría Barty con esa mirada descubrir sus secretos, o sus pecados?

—Tal vez las historias no siempre tienen un final claro. A veces, simplemente continúan, ¿no crees? —sugirió el Merodeador, permitiendo que la pregunta flotara en el aire entre ellos, como si estuviera lanzando un desafío sutil al destino, fue cuando el temporizador sonó haciendo que aquella burbuja que habían creado entre los dos explotara, saliendo de su ensoñación Peter le dio la espalda al Slytherin y saco aquellas galletas que olían exquisito, se veían tan antojables, aunque eran hechas por el rubio, claro que serían así, las coloco en la barra justo al lado del castaño.

Barty, al notar el cambio de ambiente, decidió seguirle el juego al cambio de tema que Peter había introducido. — Podría ser —respondió, intentando ignorar el antojo que tenía de probar aquellas galletas, las cuales el Gryffindor metía en bolsas con diferentes decoraciones. — ¿No deberías compartir el resultado de tus habilidades culinarias conmigo, Pecas? —dijo con una sonrisa. La cercanía persistía, pero ahora estaban enfocados en la bandeja de galletas recién horneadas, como si las deliciosas creaciones fueran un punto de fuga para evitar explorar más allá de ese momento.

— No lo sé, ¿debería? —

— Sí. —

— Eso sonó más a una orden —la mirada acusatoria de Peter mientras metía aquellas galletas en las bolsas era sumamente graciosa y poco seria si consideramos que su rostro seguía manchado de harina.

— Me gustaría llamarlo sugerencia —remarcó acercando su mano lentamente hacia una de aquellas galletas de manera sigilosa.

— No, pídelo bien —un golpe llegó a su mano antes de siquiera estar cerca de aquella bandeja. La mirada de enojo que le dirigió al merodeador se disipó enseguida y fue sustituida con un rostro juguetón.

— Bien, que conste que tú lo dijiste —alzó levemente sus hombros dejando confundido al contrario. Con un ágil movimiento, tomó la cintura del más bajo, tomándolo por sorpresa y haciéndolo soltar una de las galletas que tenía en su mano. Miró con confusión al Slytherin, pero grata fue su sorpresa al sentir cómo la mano que no estaba ocupada en su cintura tomaba su rostro y lo acercaba al contrario. En ese instante, lanzó un leve hechizo sin varita de glamour para que ocultara su sonrojo ante nuevamente la cercanía casi inhumana.

— ¿Qué haces? —aquella pregunta escapó de sus labios pero no recibió respuesta alguna. La sonrisa del Slytherin no desapareció; le gustaba tener al menor así, en aquella posición, el recargado de espaldas en aquella barra sosteniendo la cintura y el rostro del Gryffindor, quien estaba junto a él, con un olor de galletas en el aire y con unas cuantas de estas mismas al lado de ellos. El rostro del menor estaba cubierto tiernamente por harina, le gustaba, eso había quedado claro ahora.

— Shhhh, voy a pedir mi galleta —la sonrisa y el ligero tic en su lengua, el cual podría pasar casi desapercibido, podían sentirse debido a la cercanía de sus rostros. El merodeador ya estaba esperando cualquier cosa, cualquier chiste, cualquier broma, pero no se esperaba el sentir aquellos labios en su nariz, en sus mejillas; el castaño le estaba dando besos inocentes en su rostro, limpiando sutilmente la harina.

— No creo que eso sea pedir —el susurro tímido le causó una ligera risa al de ojos verdes. Ahora sabía por qué tenía esos impulsos, y había resuelto una duda mental. La piel de Peter sí era igual de suave como en su sueño. ¿Sus labios sabrían a cereza?

— No, es más como ganarme mi galleta, no todo es fácil —se alejó levemente esperando a ser empujado o rechazado de alguna manera, pero se sorprendió al ver que la sonrisa del rostro adornado con pecas seguía ahí, nerviosa pero seguía. Con cuidado, deslizó la mano del rostro de Peter y la colocó en la cintura del mismo, junto con la otra.

— Con un "Por favor" habría bastado —con una calma inigualable, el más pequeño tomó una galleta de aquella bandeja y la puso enfrente de quien lo tenía apresado en sus brazos. — Te la ganaste —aseguró poniendo los ojos en blanco para después mirar cómo el heredero Crouch le daba un mordisco a la galleta. El sabor era incluso más delicioso que el olor; la galleta se derretía en su boca de manera esquisita y las chispas le daban ese toque único. Le encantaban, quería más, así que no se abstuvo de darle otra mordida, haciendo reír a Peter por sus expresiones.

—Son deliciosas, Pecas —aquellas palabras, de una u otra forma, llegaron al corazón del rubio, quien con vergüenza evidente metió abruptamente lo que quedaba de la galleta en la boca del Slytherin.

—Cállate —susurró apenado, colocando sus manos en el pecho de quien lo miraba divertido. —Gracias —los ojos azules se dirigieron a la bandeja en la cual quedaban 6 galletas. Había hecho 19 galletas, 6 para cada uno de sus amigos, y la que sobró era para el tonto que lo acompañaba, solo que no esperaba todo lo demás.

—Merlín, tienes que hacer más, de estás —el brillo en los ojos del castaño era divertido; incluso la forma aniñada era completamente opuesta a lo que el merodeador había visto.

—Podría hacerte unas cuantas, pero no ahora — aquello ocasionó que el rostro del más alto cambiara a uno de decepción en ese instante. —A los elfos se les acabaron algunos ingredientes — aclaró, recibiendo un asentimiento de comprensión. —Crouch, ¿me sueltas? — aquello fue soltado en el aire casi como una sugerencia, puesto que tal vez y solo tal vez, Peter se sentía con una gran comodidad la cual para él era incluso inexplicable.

—¿En serio quieres que te suelte?—la proximidad entre ellos se volvía casi inevitable, como si estuvieran compartiendo un secreto cómplice en medio de la cocina. Los ojos verdes de Barty se encontraron con los azules de Peter, y por un momento, ambos se perdieron en el laberinto de miradas intensas. La tensión en el aire se volvía más palpable, y la sensación de las respiraciones entrelazadas era como una danza sutil que los envolvía.

En ese momento, el merodeador experimentó una extraña mezcla de nerviosismo y atracción. Las manos del Slytherin sostenían su cintura, y la cercanía entre sus rostros generaba una corriente eléctrica de emociones. La pregunta del contrario resonaba en el aire como un susurro, y Peter, con una mezcla de incertidumbre y deseo, dejó que sus labios se curvaran en una sonrisa juguetona.

—No sé... —murmuró, su tono de voz apenas audible, como si estuviera compartiendo un secreto solo con él. La tensión en el ambiente se intensificaba, y cada segundo parecía alargarse en un silencio lleno de expectativas.

El roce de sus labios se volvía inevitable, una conexión que iba más allá de las palabras. La proximidad entre ambos creaba una especie de imán, atrayéndolos con una fuerza que ninguno de los dos parecía dispuesto a resistir. En ese momento, la cocina se convirtió en un escenario de complicidad, donde las respiraciones entrelazadas eran el preludio de algo más profundo, algo que ninguno de los dos se atrevía a nombrar, pero que ambos podían sentir palpitar en el aire.

Parecía un ambiente imposible de interrumpir, pero no fue así, ya que los adorables ojos azules se desviaron hacia un brillo plateado al lado de ellos, específicamente al lado de Barty, donde letras legibles alcanzaban a aparecer, aunque parecía que el anteriormente mencionado no veía lo mismo que él.

"El pergamino ha brillado, los veo en la guarida"

—Barty... —el susurro de su nombre despertó al de ojos verdes de su ensoñación y de su deseo de probar aquellos labios que ahora podría describir como brillantes y rellenos, simplemente hermosos.

—¿Qué pasa? —preguntó el nombrado, notando la repentina seriedad en la expresión de Peter y cómo se alejaba débilmente de él.

—Solo recordé que debo irme, no es gran cosa —pronunció Peter, aunque su tono delataba una melancolía que no pasó desapercibida para Barty. Observó cómo el rubio tomaba las bolsas con galletas y se dirigía hacia la salida. Antes de llegar, detuvo su marcha, exhaló un suspiro y, deshaciendo el hechizo de glamour, se giró hacia Barty. En ese momento, el Slytherin pudo apreciar claramente el sonrojo en el rostro de Peter, una imagen que parecía digna de capturar en una fotografía. Lamentablemente, Barty no tenía su cámara muggle consigo. 

Con determinación y rapidez, el rubio volvió a acercarse, tomando el rostro del castaño con su mano libre. Plantó un casto beso en sus labios, gesto que fue correspondido casi al instante y del cual ninguno de los dos quería separarse.

El beso fue como un suave susurro, un delicado encuentro de labios que se entrelazaron con timidez y deseo. Fue un instante mágico, donde el tiempo pareció detenerse, y la conexión entre Peter y Barty se manifestó en ese gesto tan íntimo. Los labios se rozaron con ternura, revelando la chispa de una conexión más profunda entre ambos, mientras el sutil sonido del beso quedó suspendido en el aire cargado de emociones.

—Me tengo que ir —con ese susurro dicho sobre sus los labios del Slytherin, se alejó de él yendo hacia la salida sin mirar hacia atrás, con una dirección programada: La casa de los Gritos.

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